El avance de la zooarqueología en las últimas décadas ha contribuido a profundizar en el conocimiento del aprovechamiento de los recursos animales en el mundo maya prehispánico (Emery 2004; Götz y Emery 2013). Sin embargo, las investigaciones zooarqueológicas han concedido más atención al estudio de mamíferos, grandes aves y moluscos, mientras que los peces han carecido de estudios sistemáticos de tipo ictioarqueológico1. Este hecho se debe, en gran medida, a la falta de entrenamiento osteológico para la identificación taxonómica, a la subrepresentación de los restos debido a los métodos de recuperación y la carencia de colecciones de referencias adecuadas (Jiménez Cano 2017; Polaco y Guzmán 1997; Quitmyer 2004; Wake 2004). A pesar de estas carencias, los registros bibliográficos sobre la presencia de la arqueoictiofauna en México indican que la zona maya es la región que presenta un mayor número de sitios con presencia de peces (Polaco y Guzmán 1997). En este sentido, los objetivos de este trabajo son conocer los recursos ícticos2 explotados por los habitantes de Xcambó, entender sus patrones de pesca y consumo, así como esbozar el rol que los peces pudieron haber tenido dentro de las actividades de subsistencia costera del período Clásico en las costas norteñas de las Tierras Bajas Mayas.
Xcambó está ubicado en la costa norte de Yucatán (México), en una región que se caracteriza por la presencia de ciénegas inundables (ver la figura 1). Ocupa una extensión de 700 m de largo por 150 m de ancho aproximadamente y fue construido sobre basamentos elevados artificialmente, a fin de contrarrestar las inundaciones temporales. Alrededor de las plazas públicas se construyeron residencias que incluyen áreas de actividades domésticas, así como adoratorios y patios (Sierra Sosa 1997; 1999).
La ocupación del sitio abarca desde el período Preclásico Terminal (100-350 d. C) hasta el Posclásico (900-1500 d. C.) siendo los períodos de mayor importancia ocupacional el Clásico Temprano (350-550 d. C.) y Clásico Tardío (550-750 d. C.). Es durante esta época cuando Xcambó se consolida económica y políticamente en la región, controlando la explotación de las salinas costeras y formando parte del entramado comercial del Clásico (Sierra Sosa 1999; 2004). Posteriormente, a finales de este período la población decreció de manera sustancial, aparentemente en respuesta a los cambios generales en el comercio regional del norte de Yucatán. Entonces el sitio es abandonado, aunque durante el Posclásico volvería a ser visitado como centro de peregrinación (Sierra Sosa 1999; 2004).
Materiales y métodos
Los materiales analizados procedieron de las excavaciones del Proyecto Arqueológico Xcambó llevadas a cabo entre 1996 y 2000 (Sierra Sosa 1997; 1999; 2004). Los restos de peces procedieron de los sectores Noreste, Noroeste, Patios, Plazas, Misnay y La Providencia. Todos los contextos fueron recuperados mediante excavaciones horizontales, y los sedimentos, cribados con luces de malla de 5 mm y recogidos a mano. Los materiales se encontraron en contextos culturales del período Clásico Temprano (350-550 d. C.) y Clásico Tardío (550-700 d. C.), de acuerdo con la tipología cerámica (Jiménez Álvarez 2002; Ceballos Gallareta 2003), y fueron analizados durante 2012 y 2014 en las instalaciones del Laboratorio de Zooarqueología de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán (Jiménez Cano 2017). Las identificaciones se realizaron analizando los caracteres osteológicos que distinguen a cada grupo taxonómico y comparándolos con la colección de referencia, tratando de llegar al menor nivel taxonómico posible. Para la asignación taxonómica de las vértebras de condrictios se tomaron en cuenta los criterios de Kozuch y Fitzgerald (1989), así como los morfotipos propuestos por Jiménez Cano (2017). Para la identificación anatómica se utilizó la terminología osteológica de Rojo (1991), incluyendo la parasagitalidad de los elementos esqueléticos. Las estimaciones de abundancia se hicieron con base en el número de restos identificados (NISP) y la frecuencia relativa del NISP (%NISP), siguiendo los criterios de Klein y Cruz-Uribe (1984) y Reitz y Wing (1999). Para perfilar ecológicamente la arqueoictiofauna se obtuvieron índices ecológicos, con base en el NISP, tales como el índice de riqueza (S’), de diversidad (H’) y de equitatividad (V’) (Lloyd y Ghelardi 1964). Se incluyó también el análisis de niveles tróficos (TL) con base en Christensen (1996), Pauly et al. (1998) y Froese y Pauly (2016), siguiendo la fórmula aplicable a restos ictioarqueológicos de Morales Muñíz y Roselló Izquierdo (2004). Para investigar métodos de procesamiento y para separar entre conjuntos formados cultural y naturalmente se perfiló la frecuencia de los elementos esqueléticos. El número mínimo de individuos (MNI) fue calculado siguiendo los criterios de Clason (1972); esta estimación se efectuó, en bagres y robalos, tomando en cuenta las estimaciones de tallas y pesos. Para este fin se desarrollaron modelos alométricos y ecuaciones de regresión (Jiménez Cano 2017), siguiendo los criterios osteométricos de Morales y Rosenlund (1979) para los robalos, y en el caso de los bagres se utilizaron las medias propuestas por Peña (2010) y Jiménez Cano y Masson (2016). El registro de las huellas tafonómicas se centró en la observación macroscópica de las alteraciones siguiendo a Shipman (1981), Shipman y Rose (1983), Seabloom, Sayler y Ahler (1991) y Stiner et al. (1995). Además, se consultó la información biológica y ecológica de cada taxón a través de la revisión de guías de campo (Carpenter 2002) e inventarios (Castro-Aguirre, Espinosa-Pérez y Schmitter-Soto 1999; Froese y Pauly 2016; Mexicano-Cintora et al. 2007; Schmitter-Soto 1996). Para la nomenclatura vernácula se tomaron en cuenta los nombres utilizados por pescadores y pescaderos de la región, en maya y en español (observaciones personales en mercados y puertos), así como la terminología utilizada en la Carta Nacional Pesquera (Sagarpa-Inapesca 2012).
Resultados y discusión
Los peces de Xcambó
En este trabajo se presentan los resultados de toda la ictiofauna de Xcambó, cuyas descripciones y métricas en detalle pueden consultarse en Jiménez Cano (2017), y de la cual fue publicada previamente una pequeña muestra (Jiménez Cano y Sierra Sosa 2016). Los análisis arqueoictiológicos de Xcambó permitieron el reconocimiento de un total de 2.917 restos, de los cuales un 86,39% pudo ser identificado a nivel de familia, género o especie. Es posible que estos restos superen el 38,8% que conformaban los peces en la fauna general reportada por Götz y Sierra (2011), ya que en este estudio se incluyen restos de peces que no habían sido reportados hasta el momento.
En las tablas 1 y 2 se presenta la lista de los taxones identificados, acompañados de los nombres comunes, el número de restos identificados (NISP) y el mínimo número de individuos (MNI). La clase mayormente representada fue la de los condrictios (peces cartilaginosos), con un 52,59% del NISP, mientras que los teleósteos (peces óseos) compusieron la segunda clase en importancia, con un 47,41% del NISP. En general, tiburones, cazones, bagres y robalos fueron los taxones que tuvieron una presencia elevada en el conjunto, representando un 64,24% del total de la muestra.
Rastreo de las áreas de pesca e implicaciones paleoecológicas de la arqueoictiofauna
La arqueoictiofauna de Xcambó resultó ser particularmente rica (S’=50) y diversa (H’=2.341), lo cual nos refleja el aprovechamiento de una comunidad local. Al evaluar la equitatividad se observa, además, una comunidad equilibrada (H=0.598), ya que la abundancia en NISP se “reparte” entre tiburones, bagres y robalos, peces de mayor importancia para los antiguos habitantes del sitio. El cálculo de los niveles tróficos (TL) indica una ictiofauna con valores elevados (TL=4.14), debido a la abundancia de grandes depredadores (tiburones). Dicha presencia es un indicador de un ecosistema sano y estable (Pauly et al. 1998), por lo que podríamos asumir que el conjunto ictiofaunístico de Xcambó refleja, en cierto modo, condiciones ecológicas óptimas en la costa del norte de Yucatán durante el período Clásico. Esto contrasta con las estadísticas actuales de la captura de tiburones en la región, cuya disminución en las últimas décadas ha sido alarmante (Sagarpa-Inapesca 2012). Actualmente, en la península de Yucatán, los tiburones se capturan cada vez más lejos de las costas y se concentran en mayor número en Campeche y Tabasco (Pérez Jiménez et al. 2012; Sagarpa-Inapesca 2012).
Los tiburones identificados refieren a especies que trasiegan entre ambientes estuarinos y marinos (eurihalinos), al igual que los peces óseos, que indican que existió una preferencia por la captura de especies demersales y especies típicas de estuarios. Estas preferencias nos sugieren que en Xcambó se realizaba una pesca costera orientada a realizar capturas hacia el interior, específicamente en los manglares o petenes en cuyos márgenes se asentaba Xcambó, aunque en menor medida enfocada a realizar capturas en el mar y en escenarios de agua dulce.
Dentro del conjunto ictioarqueológico resultó interesante la presencia de dos especies dignas de mencionar. En primer lugar, tambores negros (P. cromis), no sólo en Xcambó sino en otros sitios mayas como Mayapán (Jiménez Cano 2017), Cerros (Carr 1986) y Dzibilchaltún (Wing y Steadman 1980), que contrasta con su práctica ausencia actual en la costa sur del golfo de México (Chao 2002; Froese y Pauly 2016). De hecho, en los últimos treinta años existen únicamente cuatro registros en las costas de Yucatán (Gallardo Torres et al. 2014; Vega Cendejas 2004; Vega Cendejas y Hernández de Santillana 2004), y los ictiólogos de la región indican que, a pesar de los esfuerzos de colecta y registro, P. cromis es, en efecto, una especie rara en aguas yucatecas (Gallardo Torres et al. 2014)3. Su ausencia cobra aún más importancia cuando se toma en consideración que se trata de una especie que registra mortandades masivas cuando existen cambios en la temperatura del agua (Simmons y Breuer 1962). Un segundo caso es el de los peces sierra (Pristis spp.), los cuales han sido prácticamente extirpados de las aguas del golfo de México, debido a la sobreexplotación y contaminación (Pérez Jiménez et al. 2012), pero cuya presencia prehispánica data desde el período Arcaico hasta el Postclásico (Jiménez Cano 2017). La presencia de estas especies, particularmente sensibles a los cambios en las condiciones ecológicas de los estuarios, da cuenta de que las condiciones ecológicas de las costas del norte de Yucatán no han permanecido estables y, por tanto, la disponibilidad de los recursos ícticos ha cambiado también. Sin embargo, aún queda por determinar cuáles eran las condiciones ambientales de este escenario costero y cómo han ido cambiando las pesquerías a lo largo del tiempo. Estas son cuestiones que deberán abordarse más adelante con estudios de isótopos estables y paleogenética.
Evaluación del procesamiento y transporte
Por otro lado, la frecuencia esquelética sirve para perfilar qué partes de los peces estuvieron mejor representadas y nos indica si estos llegaron completos al sitio (ver la figura 2).
Los restos estuvieron influenciados por factores tafonómicos como la recuperación, que en el caso de los bagres ocasionó la pérdida de elementos pequeños como las vértebras, y la robustez, que dio lugar a una abundancia de las densas vértebras en los robalos y de elementos craneales en bagres. En esta misma situación encontramos meros, pargos, jureles, lisas y corvinas, que indican que se depositaron los cuerpos completos, lo cual sugiere que estos peces fueron capturados y consumidos enteros en el sitio. Por su parte, los tiburones presentaron un patrón distinto, en el que destacan las vértebras, en contraste con la baja frecuencia de dientes, en principio, elementos más duros. En este caso, la frecuencia esquelética presenta otras posibilidades de interpretación, ya que la baja presencia de sus dientes, con respecto a las vértebras, no responde a factores de tipo tafonómico, sino tal vez a procesos de procesamiento y aprovechamiento, en los que las cabezas podrían haber sido descartadas, y tal vez sus dientes utilizados para fabricar instrumentos. La evidencia etnohistórica de las fuentes del siglo XVI registra que los mayas fabricaban instrumentos aprovechando precisamente los dientes (Landa 2012). La utilización de piezas dentales de tiburones para la fabricación de herramientas, además, se extiende a varias sociedades precolombinas americanas (Bueno Gonzales 2005; Borges 2016; Cione y Bonomo 2003).
Por otro lado, y de acuerdo con la evidencia arqueológica, los sitios costeros mayas identificados como puertos comerciales habrían tenido un papel importante en el comercio de bienes (Andrews 1978; Inurreta y Cobos 2003; McKillop 1996), entre los cuales se ha mencionado la producción de pescados salados (Andrews 1997; Lange 1971; Valdez y Mock 1991). En el caso de Xcambó existen evidencias de la explotación de las salinas cercanas (Sierra Sosa 1999; 2004) y es tentador interpretar que sus habitantes aprovecharon dichas salinas y exportaron pescados a otras regiones, como parte del entramado comercial de la época. Sin embargo, y a pesar de la importancia de estos recursos en el sitio, aún no podemos concluir si existió un excedente de recursos ícticos que permitiese a Xcambó funcionar como abastecedor de pescados de otras poblaciones. En este sentido, es necesario localizar las áreas de despiece y descarte que permitiesen el posterior transporte de los peces procesados. Tales actividades de despiece por lo general suelen llevarse a cabo en áreas cercanas a las playas y dejan como rastro, usualmente, huesos de la región branquial y cinturas pectorales con marcas de corte (Belcher 1998; Roselló Izquierdo y Morales Muñiz 1990; Van Neer y Peters 1997; Zohar y Cooke 1997; Zohar et al. 2001). Es posible que en Xcambó, estas actividades también se hayan llevado a cabo, pero se encontrarían subrepresentadas, ya que los peces estudiados proceden de estructuras del centro del sitio donde fueron descartados los restos de peces completos. Por otra parte, consideramos que es necesario contar con datos ictioarqueológicos de otros asentamientos interiores con los cuales enmarcar los resultados de Xcambó. A pesar de esto, pensamos que este primer estudio servirá de base para obtener un conocimiento más profundo de las implicaciones comerciales de la pesca maya prehispánica.
Rastreo de marcas tafonómicas
Por su parte, entre las alteraciones tafonómicas de los peces de Xcambó han sido identificadas marcas de afectación térmica, huellas de corte y abrillantamiento (ver la figura 3).
Figura 3.
Elementos con afectaciones tafonómicas: a) marcas de quemado en cráneo de Ariopsis felis, b) marcas de corte en vértebra caudal de Centropomus sp., c) marcas de abrillantamiento en preopérculo derecho de Centropomus undecimalis.

El total de los restos que presentaron alguna de tales modificaciones fue de 121, es decir, un 4,15% del total de los restos identificados. Las marcas de alteraciones térmicas fueron las más abundantes en el registro ictioarqueológico (NISP=103), representando un 3,53% del total del NISP. La mayoría de los restos con evidencias térmicas correspondieron a peces cartilaginosos (NISP=65), y en menor medida corresponden a peces óseos (NISP=38). La presencia de marcas de afectación térmica suele asociarse con actividades humanas, sobre todo en la preparación de alimentos (Solari et al. 2013). Sin embargo, es necesario tomar en cuenta que un hueso quemado no necesariamente debe esta condición al consumo alimenticio (Nicholson 1995), ya que, por ejemplo, la quema de basura también deja marcas prolongadas de exposición al fuego llegando a la calcinación. Aun así, debe tenerse en cuenta que los restos pueden haber sido consumidos antes de ser descartados. Por esos motivos, y para evaluar el grado de afectación térmica, la frecuencia de la intensidad de la acción del fuego por familias se resume en la tabla 3. En ella se observa una mayor representación de elementos quemados y parcialmente quemados, lo cual podría sugerir que los restos de Xcambó fueron alterados térmicamente, debido a procesos alimentarios y, en menor medida, a fuegos prolongados, como lo evidencian los restos calcinados.
Es de destacar la abundancia de vértebras de tiburones afectadas térmicamente, quizá ocasionadas por procesos de preparación de alimentos, o bien por algún tipo de procesado de su carne. En este sentido, actualmente en la península de Yucatán se practica el asado de cazones, en el cual los cazones se abren en la región ventral y se asan (Jiménez Cano 2017). En décadas pasadas, este procedimiento se utilizaba para preservar la carne cuando la refrigeración no era accesible, ya que así la carne pierde agua y se queda seca (Jiménez Cano 2017). En este sentido, las marcas de chamuscado que se producen en las vértebras de los tiburones asados se asemejan a las que se encuentran en las vértebras de los tiburones de Xcambó (ver la figura 4).
Figura 4.
Marcas actuales de chamuscado en vértebras de cazones (R. terraenovae) asados, b) marcas arqueológicas de chamuscados en vértebras de tiburón (Carcharhinus sp.) de Xcambó.

Esta similitud abriría la posibilidad de que este tratamiento, con fines de preservación, se estuviera llevando a cabo en Xcambó. A pesar de que la evidencia no es del todo concluyente, y para profundizar en la relación entre las termoalteraciones y los procesos de conservación de la carne de tiburones, creemos que es necesario estudiar más muestras arqueológicas, así como realizar futuros experimentos tafonómicos y registros etnográficos.
Por otra parte, las huellas de corte (NISP=5), representaron un 0,17% del total del NISP. Tales huellas se presentaron en meros (dos vértebras troncales), tiburones (una vértebra), peces sapo (un premaxilar) y robalos (una vértebra caudal), lo que sugiere la preparación de los peces para su consumo mediante prácticas de carnicería y despiece, aunque por lo general tales marcas suelen ser relativamente escasas en los conjuntos ictiarqueológicos (Belcher 1998; Zohar y Cooke 1997).
Por otro lado, un 0,45% del total de los restos mostró señales de abrillantamiento en la superficie del hueso. Se trata de una apariencia brillosa con coloración marrón-rojiza que se extiende por toda la superficie ósea, la cual se presenta, sobre todo, en elementos craneales y algunas vértebras de peces sapo, robalos, roncos, corvinas, meros y chuchos pinto. En un principio se consideró que estas marcas podrían haber sido ocasionadas por algún tratamiento térmico, como la cocción. Sin embargo, es posible que estas marcas hayan sido producto de la misma naturaleza del hueso, de acuerdo al contenido de grasa en los huesos de ciertos peces o por la acción natural del pulido con los sedimentos con presencia de minerales (Lyman 1996; Pijoan et al. 2007).
En resumen, las afectaciones tafonómicas de la muestra, aunque pocas, indican que los peces estuvieron sujetos a diversos procesos de manipulación antrópica, como el procesamiento, consumo y descarte, como lo muestran las marcas de corte y termoalteraciones.
Estimaciones de peso y talla
Para tener idea acerca del aporte cárnico y técnicas de captura se realizaron estimaciones de tallas y peso en restos de las dos especies de teleósteos más abundantes de Xcambó, los bagres (A. felis) y los robalos (Centropomus sp.) (Jiménez Cano 2017; Jiménez Cano y Masson 2016), las cuales se presentan de manera gráfica en la figura 5.
Figura 5.
Estimaciones de las tallas y los pesos de los principales teleósteos de Xcambó, a) distribución de las tallas de bagres, b) distribución del peso de bagres, c) distribución de las tallas de robalos y d) distribución del peso de los robalos

Los resultados de las aplicaciones de las fórmulas de regresión en Ariopsis felis indican que las longitudes estándar estuvieron entre los 13,5 cm y los 33,8 cm, con una media de 22,6 cm, mientras que la longitud total osciló entre los 20,9 y 51,3 cm, con una media de 28,2 cm, que representa pesos entre 35 y 693 g, con un promedio de 211 g. Tomando en consideración el MNI, el aporte cárnico de los bagres a la dieta sería de unos 14.097 k. Las tallas máximas están lejos de las máximas reportadas para esta especie en la actualidad, ya que ninguno de los individuos actuales se acercó a la talla máxima de 70 cm de LT (Froese y Pauly 2016), y se sugiere un posible uso de artes de pesca como redes y anzuelos.
Por otro lado, los robalos tuvieron tallas estándares de entre 20 cm y 1,26 m, con una media de 55,6 cm; las longitudes totales estuvieron entre los 24,7 cm y 1,53 m, con una media de 66,10 cm. El peso de los robalos osciló entre los 131 g y los 16,46 k, con una media de 2,30 k, siendo el aporte cárnico de estos peces de 107,63 k, sin vísceras.
Además, resulta interesante que el rango de tallas modales arqueológicas (LT=50-75 cm) supera las tallas medias que se registran actualmente para especies de robalos como Centropomus poeyi y Centropomus undecimalis, siendo estas de 45 y 50 cm, respectivamente (Froese y Pauly 2016). Esto nos sugeriría el uso de técnicas de pesca selectivas como arpones para capturar individuos de grandes tallas, y se perfila, desde una perspectiva paleoecológica, una población de robalos ampliamente capturada, pero sin llegar a tratarse de sobreexplotación, puesto que observamos que se trata de una distribución normal en cuanto a sus tallas.
Artes de pesca utilizadas
Por otro lado, los métodos utilizados por los antiguos pescadores de Xcambó fueron variados. Entre ellos, las redes parecen haber sido el arte de pesca preferido para capturar, sobre todo, los peces demersales. Las pesas de estos artefactos han sido identificadas en Xcambó, las cuales eran construidas a partir de fragmentos reciclados de cerámica (Jiménez Álvarez 2002). El uso de esta herramienta de pesca estuvo bastante extendido entre los pescadores mayas prehispánicos, ya que su registro incluye tanto sitios de la costa del Caribe como del golfo de México (Phillips 1979; Rivera y Sánchez 1982). Las estimaciones de las tallas de robalos y bagres reafirman el uso de redes, aunque con los peces de tallas mayores a 50 cm se plantearía también la posibilidad de haber utilizado anzuelos para su captura. Otros tipos de arte de pesca utilizados, y que inferimos a partir de nuestras identificaciones, son los arpones y lanzas. Estas herramientas pudieron haber sido empleadas para dar captura a los tiburones demersales, ya que estos organismos podrían romper con facilidad aparejos más frágiles como las redes. El registro iconográfico nos confirma la utilización de estas herramientas para capturar tiburones, ya que, por ejemplo, en la pintura mural de Templo del Pescador de Mayapán se representa a un tiburón arponeado (Millbrath, Peraza Lope y Delgado Kú 2010). Las representaciones del uso de estas herramientas para pescar son comunes también en soportes cerámicos en el área maya (Jiménez Cano 2017). Por otro lado, queda también patente la utilización de arcos y flechas para dar captura a peces que viven en el fondo, como las rayas y los peces sierra. El uso de esta herramienta fue mencionado ya en el siglo XVI por fray Diego de Landa, para la pesca de rayas:
Hay otro pescado en la costa al cual llaman ba, y es ancho y redondo y bueno de comer, pero muy peligroso de matar o de topar con él; porque tampoco sabe andar en lo hondo y es amigo de andar en el cieno donde los indios lo matan con el arco y flecha; y si se descuidan andando con él o pisándole en el agua, acude luego con la cola que la tiene larga y delgada y hiere con una sierra que tiene, tan fieramente, que no se puede sacar de donde la mete sin hacer muy mayor la herida, porque tiene los dientes al revés. (Landa 2012, 94)
En resumen, las herramientas pesqueras utilizadas por los pescadores de Xcambó eran de tecnología simple, pero al parecer eficientes, dada la cantidad de individuos recuperados. Esto, en combinación con el aprovechamiento de las congregaciones de ciertas especies en las costas con fines reproductivos, sin duda se tradujo en una elevada productividad pesquera que no necesitó un excesivo conocimiento tecnológico. Esto se confirma porque no existe aún evidencia de una pesca sofisticada en alta mar por parte de los mayas prehispánicos, ya que las embarcaciones eran más bien canoas de fondo plano impulsadas con remos (Romero 1998).
Conclusiones
El estudio de los peces arqueológicos de Xcambó fue el primer estudio ictioarqueológico realizado en las Tierras Bajas del Norte. El conjunto de la ictiofauna indica que la pesca estuvo caracterizada por ser una actividad de subsistencia local que se realizaba durante todo el año en las cercanías del asentamiento, ya que la mayoría de las especies de teleósteos demersales identificados tienen comportamientos sedentarios, lo que permite su disponibilidad constante. La pesca era posiblemente realizada mediante la utilización de artes de pesca como redes, anzuelos, arcos y flechas. Por otro lado, la evidencia que nos ofrece la frecuencia esquelética de los peces mayormente consumidos nos indica que estos se desecharon completos, lo cual apunta a que los peces fueron consumidos en el sitio, y no existió evidencia concluyente que apuntase a prácticas de preservación y comercio en las que Xcambó pudiera haber estado relacionado. Paleoecológicamente resulta interesante la abundancia de tiburones en la muestra, que nos habla de un ambiente sano, debido a la dominancia de máximos depredadores. Además, la presencia de peces que ahora no son comunes en la región, pero muy susceptibles a cambios ambientales, como los peces sierra y los tambores negros, nos indica que las condiciones ecológicas de los estuarios eran posiblemente distintas a las que conocemos en la actualidad. Tales condiciones saludables permitían una pesca costera productiva sin la necesidad aparente de utilizar aparejos sofisticados en la práctica pesquera. En este sentido, los peces de Xcambó nos ofrecen información paleobiológica y cultural que incrementa el conocimiento tanto de la pesca maya prehispánica como de las condiciones ecológicas de la costa norte yucateca durante el período Clásico. Esta investigación sin duda servirá para establecer marcos de referencia a fin de continuar investigando las costas yucatecas desde diversas perspectivas arqueológicas.