En la cuenca del río Salado (provincia de Buenos Aires, Argentina) existe una amplia variedad de materiales asociados a la historia indígena regional, que por largo tiempo fue desconocida en los discursos oficiales de la historia provincial. En la actualidad, estos materiales se encuentran en ámbitos rurales, forman parte de colecciones privadas y públicas, se exponen en museos locales y son estudiados por la Arqueología. En este espacio presentamos una serie de reflexiones surgidas de un trabajo de investigación que busca conocer las variadas prácticas sociales asociadas a estos materiales. Específicamente discutimos el potencial de considerar dichas prácticas en términos de apropiación cultural (Chartier 1994). Abordar el tema que nos ocupa a partir del concepto de apropiación conlleva considerar los usos de los objetos arqueológicos a la luz de los factores sociales e institucionales que los condicionan y de prácticas específicas que los producen. En el marco de dichas prácticas, lo arqueológico se integra a la cotidianeidad propiciando relaciones diversas con el pasado que los materiales evocan. Nuestro supuesto de partida es que las relaciones que las personas establecen con los objetos arqueológicos comportan la elaboración de saberes alternativos, que en ocasiones constituyen la base para la construcción de una serie de representaciones en torno al pasado, cuya definición es disputada por diferentes actores. Por estos motivos, entendemos que el estudio de este ámbito de producción de saberes sobre los objetos es un punto de partida necesario para el diálogo que como arqueólogos establecemos con los diversos actores que residen en las localidades donde investigamos.
Esta propuesta forma parte de una línea de investigación que aborda el modo en que diferentes actores movilizan prácticas y sentidos en relación con los materiales arqueológicos en la actualidad. Esta propuesta también se articula con un proyecto arqueológico que se desarrolla en seis localidades de la microrregión del río Salado bonaerense desde 1986 (Lobos, San Miguel de Monte, General Paz, General Belgrano, Chascomús y Lezama). Con este proyecto se produjo un importante caudal de conocimiento sobre la interacción social entre pobladores que ocuparon el ambiente ribereño y las lagunas asociadas desde hace 2.400 años (Escosteguy 2011; Frère 2015; González y Frère 2009; González 2005, entre otros).
A pesar de la información generada mediante el estudio arqueológico, la historiografía argentina tradicional de la provincia de Buenos Aires redujo la información sobre la historia prehispánica a las problemáticas vinculadas con la “frontera interior”, y dentro de ellas, la “guerra de fronteras”, entendida como gesta civilizadora frente a un mundo “bárbaro e irreducible” (Mandrini 2007). Esto sucede porque la inclusión de los territorios indígenas al Estado nacional a fines del siglo XIX con llevó el sometimiento de dichas comunidades; y posteriormente, la política estatal contribuyo a su invisibilización tanto en la vida nacional como en la historia (Mandrini 2007, 22). Así, la información generada sobre los procesos de poblamiento previos a los tiempos coloniales fue por largo tiempo considerada en términos de una historia natural del territorio. De este modo, la historia prehispánica bonaerense se construyó en diferentes niveles de alteridad –espaciales y temporales– subsumiendo lo indígena junto con lo arqueológico en un universo de sentidos vinculado con lo extraño y ajeno (Mazzanti 2010).
En las localidades bajo estudio, esto se manifiesta en la afirmación del origen poblacional con la ocupación del territorio por parte de europeos y criollos a fines del siglo XVIII, y un amplio desconocimiento de la historia previa estudiada mediante la investigación arqueológica. Estos relatos se difunden en los medios masivos de comunicación y gran parte de los espacios de educación formales, conformando ámbitos potentes de producción de representaciones (Raiter y Zullo 2008). De este modo, se simplifica e invisibiliza no sólo la profundidad temporal del poblamiento prehispánico sino también la complejidad de los intercambios culturales, materiales y simbólicos que tuvieron lugar en esta región en tiempos coloniales (Banzato 2005; Frère 2000). En este contexto, buscamos desarrollar una línea de estudio que posibilite efectuar reformulaciones conceptuales y empíricas acerca de la historicidad de las poblaciones prehispánicas y sus formas de representación en los ámbitos locales bonaerenses. Es así que decidimos estudiar los contextos privados donde los materiales arqueológicos circulan, para indagar las relaciones que las personas establecen con dichos materiales y discutir en qué medida estas permiten/ obstaculizan reflexiones sobre el pasado invisibilizado de la región.
Tiempos, objetos y personas: apuntes metodológicos
Este trabajo se sustenta en una serie de registros de observación y entrevistas realizadas entre los años 2012 y 2016 con personas que residen en localidades de la microrregión y que actualmente tienen material arqueológico en su poder. El contacto inicial para este trabajo de campo ocurrió a partir de mi participación en diferentes actividades del equipo de arqueología local. En el transcurso de la investigación, el campo se fue ampliando a partir de sugerencias de los entrevistados, lo que me permitió reconocer parte de las redes de interacción y reciprocidad de las personas involucradas. Para propiciar un espacio de intercambio conjunto, las entrevistas comenzaron con la presentación de los objetivos de investigación en términos de búsqueda de conocimiento sobre el poblamiento prehispánico en la zona y sobre los usos actuales de los materiales arqueológicos en diferentes contextos. Frente a ello, las personas entrevistadas orientaron el intercambio según sus experiencias y expectativas.
La sistematización y el análisis de la información elaborada en estas instancias se realizaron con una aproximación mixta, arqueológica y antropológica, que asume una relación dialéctica entre la agencia humana y el mundo material (Miller 2010): si bien los materiales son creados por la agencia humana, estos terminan afectando sus posibilidades de acción, lo que impulsa procesos de transformación de dicha agencia. Desde esta perspectiva, la indagaciones sobre las relaciones que las personas establecen con los objetos arqueológicos nos llevan a considerar no sólo el carácter dinámico y situado del valor de los objetos (Appadurai 1986; Cancino Salas 1999; Graeber 2001), sino también el papel de dichos objetos en la reproducción, negociación y construcción de narrativas sobre el pasado. A su vez, entendemos que no es posible interpretar la perspectiva de los entrevistados sin tener en cuenta sus múltiples pertenencias y trayectorias, así como la historicidad de los grupos sociales y la constitución simbólica que da sentido al desarrollo de la historia (Augé 1994). Por estos motivos, las entrevistas buscaron indagar el modo en que las experiencias de las personas con los materiales arqueológicos dan lugar a la elaboración de visiones sobre el paisaje y el pasado.
En el transcurso de la investigación entrevistamos en reiteradas oportunidades tanto a personas que se consideran a sí mismas en términos de “coleccionistas” como a personas que se asumen interesadas en los objetos arqueológicos por diversas razones. Se trata de personas que residen/residieron en zonas rurales o que están/estuvieron vinculadas al “campo” por motivos laborales y/o recreativos (cabe aclarar que los materiales arqueológicos se encuentran dispersos en las zonas rurales). En otro trabajo hemos diferenciando, por un lado, las experiencias de aquellos que se relacionan con los objetos arqueológicos en el marco deacciones que no son planificadas sistemáticamente (por ejemplo, hallazgos fortuitos, regalos, herencias familiares). Mientras que, por otro lado, agrupamos las experiencias de personas que se autocomprenden y son reconocidas por otros como “coleccionistas” y/o “conocedores” porque dedican parte de su tiempo y sus recursos a obtener materiales, conservarlos y aprender sobre ellos (Salerno 2014). Tal distinción, aunque general, nos permitió establecer un primer reconocimiento sobre la complejidad de las relaciones que las personas construyen con los objetos arqueológicos en la actualidad. Buscábamos discutir que estas relaciones comportan múltiples procesos que no pueden reducirse bajo el enfoque que los considera solamente en términos de “saqueo patrimonial” (debido a la destrucción de los contextos arqueológicos que involucran). Al contrario, en el marco de dichos procesos los objetos arqueológicos son utilizados para elaborar y negociar valores culturales del presente y representaciones del pasado local, contribuyendo a la construcción de dichos objetos en términos patrimoniales (Smith 2006).
En consonancia con una perspectiva que asume una relación fundacional y dialéctica entre lo material y lo inmaterial (Miller 2010), entendemos que esto sucede porque los objetos proporcionan a las personas referencias tangibles sobre sí mismas, sobre el entorno que las rodea y sobre su propia dimensión temporal (Mills y Walker 2008). En las últimas décadas, estos aspectos hicieron que los materiales “antiguos” adquirieran mayor importancia como elementos que propician estabilidad frente a un mundo cambiante signado por la obsolescencia programada, la valoración de lo efímero y la mercantilización de la cultura (Huyssen 2000). Así, en distintos lugares se ha observado cómo los materiales arqueológicos son utilizados para elaborar espacios de representación y resignificación de lo propio, estableciendo relaciones de temporalidad que en muchos casos preexisten y exceden el conocimiento académico sobre dichos materiales arqueológicos (Biasatti 2012; Colwell-Chanthaphonh y Ferguson 2006; Grosso 2008; Londoño 2003; Smith 2006; Yates 2013, entre otros). En conjunto, estos casos muestran que los objetos arqueológicos son utilizados en función de situaciones presentes, y, de este modo, las representaciones hegemónicas en torno a lo patrimonial son confrontadas y recreadas. Desde los estudios sobre patrimonio, este tipo de prácticas son abordadas como parte de los procesos sociales en que se construye, negocia y define lo “patrimonial” (Prats 1997; Smith 2006). En el caso de los objetos arqueológicos, su patrimonialización mediante dispositivos legales nacionales e internacionales, durante los siglos XIX y XX, conllevó la reducción de sentidos en torno a dichos dispositivos dando primacía a la perspectiva científica occidental (Menezes Ferreira y Mujica Sallés 2012). Con el propósito de contribuir al análisis de este tipo de procesos, discutimos el potencial del concepto de apropiación, entendido como un proceso social, de carácter transformativo, que tiene lugar cuando se hace uso de recursos culturales en contextos específicos (Chartier 1994; Rockwell 1996). Estudiar a partir de este concepto las relaciones que las personas establecen con los objetos arqueológicos nos permite centrarnos en los diferentes usos, prácticas y sentidos que adquieren los objetos en situaciones particulares. Así como en el modo en que diferentes personas movilizan prácticas y construyen sentidos alternativos a los instituidos respecto del patrimonio arqueológico. Para desarrollar esta discusión, a continuación nos centramos en tres casos de estudio que hemos registrado en el transcurso de nuestra investigación en la microrregión del río Salado. A partir de estos casos analizamos distintas dimensiones de la apropiación que aportan a los debates sobre procesos sociales más amplios vinculados con la elaboración de saberes históricos, los usos del patrimonio y los procesos de memoria.
Los objetos arqueológicos en la microrregión del río Salado
Las localidades donde se desarrolla esta investigación se ubican a una distancia promedio de 120 km de la Capital Federal del país. Aunque estas localidades cuentan con amplias extensiones rurales, en la actualidad la mayoría de la población reside en las ciudades cabeceras. Esta porción de la pampa húmeda se caracteriza por las lagunas y los arroyos numerosos interconectados que desembocan en el río Salado. Los fragmentos de alfarería, líticos y óseos que conforman la materialidad prehispánica se encuentran dispersos en las zonas rurales cercanas a los recursos acuáticos (ver la figura 1). A pesar de su reducida visibilidad en el paisaje, estos materiales forman parte de la cotidianeidad de aquellos que se vinculan/vincularon con el ámbito rural.
Figura 1.
Paisaje característico de la microrregión del río Salado y materiales arqueológicos recuperados en excavaciones

Debido a los mencionados procesos de invisibilización de la profundidad histórica regional, estos objetos arqueológicos remiten a la historia de otros que habitaron la zona en un tiempo pasado. En consecuencia, las relaciones que las personas establecen con estos materiales se organizan en diferentes ejes de alteridad (Salerno 2014). Hemos observado que estos objetos se utilizan como elementos decorativos, se coleccionan a modo de souvenirs y amuletos, se regalan e intercambian por otros objetos antiguos, se venden y compran, se prestan, se entregan a instituciones escolares y/o museísticas. De este modo, los objetos circulan, integran distintos repertorios de objetos, son mercantilizados y/o valorados en términos de antigüedades. En estos contextos, los objetos se valorizan de acuerdo con situaciones presentes de las personas involucradas con ellos. Como ejemplo, mencionamos la reflexión de un coleccionista que, diferenciándose de las narrativas hegemónicas descriptas previamente, recupera el saber representado en los objetos coleccionados como elementos que enriquecen la historia y cultura locales:
[…] cuando ves y encontrás algo parecido, qué sé yo… es algo apasionante, que uno por ahí lo tiene, entonces empiezo a estudiar, primero el fuego en la piedra, ahora con la cerámica, después con otra cosa, después con la botella… Entonces, bueno, me parece que lo lindo al final, que terminás un poco conociendo tu cultura y la gente que vivió acá… y me parece a mí, valorando más eh… dónde vivís y quién sos, ¿viste? Porque acá la gente que… los aborígenes que estuvieron o… cuando también valorás esto, valorás después los que vinieron después también, la fundación de Chascomús, me interesé más por la historia local, entonces, eh, te hace ver, me parece, las cosas desde otra perspectiva. (Coleccionista, Chascomús, junio de 2014)
Otros ejemplos están dados por personas que, a partir de los objetos, repiensan sus trayectorias de vida personales y familiares. Este es el caso de una persona que conserva material arqueológico heredado y que, en su infancia, paseaba en las orillas del río Salado con su familia:
[…] papá era una persona que vivía allá en el campo, no a orillas del río, pero que iba mucho a pescar, y yo me acuerdo de chica que me llevaba a buscar cacharritos, les decíamos nosotros […] yo tengo esa imagen de ir a buscar, de papá, nos metíamos en malla en el río, y revolvíamos, rebuscábamos en la barranca. (Chascomús, noviembre de 2014)
Así como el de una persona que, a raíz de sus múltiples experiencias con los materiales arqueológicos, comenzó a indagar sobre las raíces indígenas de sus antepasados directos:
[…] bueno, y así, recorriendo, y siempre, bueno, a raíz de la cerámica es que estoy buscando mi identidad […] porque yo a lo primero era como que negaba [refiriéndose a la ascendencia indígena]. (Artesano, General Paz, agosto de 2015)
En función de estas observaciones, nuestro argumento inicial es que las prácticas vinculadas con objetos arqueológicos, registradas en esta zona, conforman procesos sociales vinculados con la experiencia del tiempo y, en algunos casos, con el coleccionismo y la búsqueda de trascendencia (Benjamin1989; Ballart 1997). En este espacio presentamos tres ejemplos que corresponden a las experiencias de una familia de artesanos, un taxidermista aficionado y un coleccionista. Se trata de experiencias con los objetos arqueológicos, que se distinguen no sólo por las maneras en que cada colección se formó, sino también –como se verá más adelante– por los sentidos que estas colecciones fueron adquiriendo con el paso del tiempo. El primer caso corresponde a un grupo familiar que, en el marco de salidas de pesca, comenzó a recolectar material arqueológico hallado en superficie. Con el paso del tiempo, conformaron una colección de importantes dimensiones, integrada principalmente por fragmentos de alfarería y líticos. Describen su modo de recolección como “prácticas de arqueología de superficie”1. La búsqueda de información sobre los objetos los condujo a un camino de aprendizaje de técnicas de alfarería tradicionales que devino en la base de una serie de proyectos tanto grupales como personales. En la actualidad, un miembro de esta familia estudia Arte, otro miembro descubrió su ascendencia indígena, y en conjunto desarrollan un taller de alfarería indígena que incluye actividades de educación intercultural y la creación de piezas, utilizando técnicas tradicionales, tanto para la exposición como para la venta2. Otra iniciativa encarada por este grupo consiste en generar un museo de cosmovisión indígena para exponer los materiales arqueológicos que poseen.
En segundo lugar, recuperamos las experiencias de un docente de Ciencias Naturales, taxidermista aficionado, que en el marco de excursiones recreativas ribereñas encontró fragmentos de alfarería y lascas líticas. Estos materiales pasaron a integrar un variado conjunto de objetos, tales como piedras de diferentes lugares; animales embalsamados y líticos arqueológicos de otros lugares. Con esta variada colección, el entrevistado trabaja en el proyecto de una reserva ecológica. Finalmente, tenemos el caso de un joven arquitecto, que se autoidentifica en términos de “coleccionista” y que lleva varios años recopilando líticos arqueológicos hallados en la microrregión. En este caso, los objetos son adquiridos mediante una amplia red de intercambios iniciada en experiencias amistosas y laborales. En la actualidad tiene una cuantiosa colección, cuyo estudio lo involucró en un proyecto de escritura relativo a las características y los usos de los objetos. En los tres casos es importante destacar que la actividad de recolección e intercambio de objetos arqueológicos tuvo lugar en momentos previos a la formulación de la Ley 25.743 de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico, promulgada en el 2003, que sanciona dichas actividades. A partir de sus experiencias reflexionamos sobre los vínculos entre la apropiación de objetos arqueológicos y 1) la elaboración de saberes sobre el pasado; 2) procesos de memoria; 3) conflictos derivados de la gestión pública del patrimonio arqueológico. La distinción entre estas dimensiones se formula sólo con fines analíticos.
Juntar, clasificar y estudiar los objetos: construcción de saberes sobre el pasado
En los tres casos mencionados hemos tenido la oportunidad de conocer diferentes proyectos personales relacionados con el posible uso y destino de las colecciones generadas. Tal como mencionamos, estos tienen que ver con el desarrollo de un taller de alfarería, el diseño de exhibiciones (museo de cosmovisión indígena y reserva ecológica) y la producción escrita. A pesar de las distancias, los tres proyectos tienen como fin último hacer públicos, visibles y accesibles los objetos coleccionados –o información derivada de ellos– y, en este proceso, compartir parte del sentido y valor que sus dueños les adjudican. Sólo algunos de estos proyectos han generado a la fecha vías de concreción efectiva. No obstante, entendemos que su planificación involucra un conjunto de saberes y expectativas que se articulan de forma compleja y asistemática en los usos de los objetos. De este modo, estos proyectos contribuyen a elaborar sentidos sobre los objetos y el pasado evocado, en función de los contextos personales de los entrevistados, a la vez que exceden el ámbito privado participando en la disputa por dichos sentidos en el contexto local.
En el primer caso es importante destacar que la iniciativa de reproducir técnicas y diseños de materiales cerámicos para la exposición y/o venta es frecuente en la microrregión, y no sólo por personas que poseen material arqueológico. En esta zona existe una larga tradición vinculada con la elaboración de alfarería que se hace visible en la amplia cantidad de artesanos independientes, así como en la presencia de instituciones artísticas de prestigio como el Instituto Superior de Formación Artística de Chascomús. En efecto, la familia de artesanos con la que desarrollamos las entrevistas realizó sus primeros cursos relacionados con la alfarería prehispánica en el marco de instituciones locales. Lo que hace particular este caso es que la reproducción de técnicas de alfarería indígena es descripta por estas personas como un camino que se inició en la contemplación de los objetos arqueológicos y que propicio diferentes procesos. Para un miembro del grupo conllevó una búsqueda sobre trayectorias familiares que devino en el autorreconocimiento y la reivindicación de la ascendencia indígena. Además, esta actividad devino en la elección profesional de otro miembro del grupo. En diversas oportunidades, las reproducciones elaboradas no sólo fueron expuestas y premiadas en distintos espacios regionales, también fueron ofrecidas para la venta. La exposición y venta de piezas reproducidas por este grupo tienen un fundamento que va más allá de la experiencia artística y el potencial retorno económico. Estas actividades son asumidas como una forma de difusión del pasado indígena local, al que llaman “cultura bonaerense”. Para ello, uno de los miembros de este grupo nos explicó que los objetos se venden y/o exponen:
[…] con un cartel que dice hecho en base a una copia… y la cultura bonaerense que nosotros empezamos con esa, nosotros hicimos cultura bonaerense, nosotros empezamos con esta como para decir: estamos acá, empezamos con lo que es… de acá, lo que hemos encontrado en la recolección. (Artesano, General Paz, agosto de 2015)
Por su parte, los proyectos de elaborar exhibiciones a partir de las colecciones, tanto en el caso de este grupo familiar como del segundo entrevistado, docente y taxidermista aficionado, aún no se han concretado. Estas propuestas se formulan con el objetivo explícito de reivindicar –con diferentes sentidos– puntos de vista alternativos a los instituidos y representados en museos locales, libros e instituciones escolares. Así, tenemos el caso del museo con cosmovisión indígena, proyectado por la familia de artesanos y cuyo fundamento sería:
[…] un museo privado desde la mirada de… desde la mirada de pueblo originario, del pueblo indígena […] acá, nosotros, la recolección se hizo… bueno, arrancó como un hobby, digamos, y después concientizamos que no, que era una identidad, que era algo que hizo alguien porque encontramos una vasija, un dedo con la uña, encontramos impresiones digitales en la arcilla y dijimos: “no, esto tiene identidad”, entonces… la idea es revalorizar a esa gente que vivió, que lo hizo, y reivindicarla, pero no se hace comercialmente la recolección que nosotros hacemos, y ni siquiera intercambiamos porque algún arqueólogo me dice: “yo te traigo […]” no, tampoco, la idea es conservarlo, y el día que tengamos el espacio físico mostrarlo a la gente. (Artesano, General Paz, junio de 2016)
Junto con el proyecto elaborado por el taxidermista aficionado de formar una reserva ecológica, que incluiría elementos arqueológicos, geológicos y faunísticos en un paisaje imaginado que inspira a considerar las relaciones naturaleza/cultura:
[…] sería una reserva educativa municipal, y viste, cada vez le agrego más cosas […], que haya… sea un lugar para que se haga avistaje de animales, entonces mi idea, […] ponele con animales que tengo embalsamados […]; [mostrar algo de] esa población que vivía ahí al lado del río con un montón de especies y un montón de recursos naturales que… diría un amigo casi poéticamente: como en el jardín de Adán ¿no?… Antes de que vinieran los colonos como que sería un lugar como un paraíso, digamos, que tenía todos los recursos… (Taxidermista aficionado, Chascomús, julio de 2015)
De igual forma, el proyecto literario impulsado por el coleccionista, busca compartir saberes sobre los objetos y el pasado que representan:
[…] estuve escribiendo algo, ¿viste? Yo… pero… o sea, no tan de investigación, sino cómo se usa. Un poco la idea era, de lo que yo estoy escribiendo, era para algo aficionado, para hacer una charlita acá o qué sé yo, para mí… Pero la idea un poco mía era esto, bueno, me falta, ya te digo, completar todo, saber un poco más de piedras […] lo que yo escribía iba dirigido un poco también para ese público, de esa gente que ve, que la tiene, en paisanos que la tienen arriba de un… el puestero, porque el dueño no le da bola y la juntó eh… el obrero del campo, y la tiene arriba en la matera, y la junta, y la trabaja y sale a bolear, y no sabe atrás que esa piedra fue de hace… de quién fue, y hace cuánto, y para qué la usó y… un poco iba… bajaba a eso el escrito… no era para investigadores […] Era para todo el que ve alguna piedra así alguna vez, en la zona que vivimos nosotros, vamos a un asado a una quinta… y siempre hay… (Coleccionista, Chascomús, junio de 2014)
Si bien se trata de proyectos gestados en el marco de experiencias cuyas diferencias resultan irreductibles, en este espacio buscamos poner la atención en el hecho de que los tres casos involucran la generación de conocimiento sobre el pasado. En efecto, estos proyectos tienen en común el buscar compartir dicho conocimiento poniendo en tensión una parte de las representaciones hegemónicas del pasado indígena local –aspecto sobre el que volveremos en el siguiente apartado–. Además, estos proyectos se sustentan en saberes elaborados en procesos autodidactas basados en un estudio detallado de los objetos a partir de un amplio abanico de recursos, tales como la observación de prácticas de reutilización de ciertos materiales, la revisión de bibliografía y de fuentes documentales, la visita a museos en distintos lugares del país para comparar objetos y/o identificar materias primas –en el caso de materiales líticos–, e incluso la experimentación con algunos objetos para identificar su posible uso o su forma de manufactura (cortar carne con filos de piedras arqueológicas, intentos de reproducción de bolas de boleadoras, uso de diferentes elementos para reproducir diseños de la alfarería, uso de barros locales para la fabricación de alfarería). En estas búsquedas de conocimientos, las prácticas de experimentación y de comparación se ponen en diálogo principalmente con historias orales y variadas fuentes escritas –enunciaciones con distintos grados de formalidad y legitimación que condensan y articulan significados de las trayectorias históricas locales–. La bibliografía y las fuentes documentales suelen ser evaluadas y analizadas en función de la propia experiencia con los objetos, constituyendo la reflexión en torno a dicha experiencia el punto de partida que impulsa la reivindicación de sentidos propios sobre los objetos. A continuación transcribimos una reflexión del taxidermista aficionado, quien nos explicaba que comenzó a experimentar para generar conocimiento por la dificultad de encontrar material informativo respecto de sus objetos:
[…] no aparecía nada muy oficial ni muy serio [en internet], pero bueno… ante la poca información, cualquier información uno se la cree, digamos […] yo andaba a las vueltas con esto y la corté [a la carne para el asado con filos de piedra arqueológicos] y dije: “Qué cosa” ¿no? Como que nuestra cultura no entiende del filo de piedras porque esto para un filo de una piedra, o sea, es muy importante porque lo puede cortar, o sea, tienen mucha fuerza, eh… o sea: lo cortó bastante bien, está bien por ahí la carne ya que tenemos nosotros de carnicería, por ahí es más tierna que lo que comían ellos ¿no? (Taxidermista aficionado, Chascomús, julio de 2015)
En estas formas de elaboración de saberes, los objetos tienen un rol fundamental, por cuanto son su presencia y los interrogantes que generan los que motorizan la búsqueda de información. Los saberes generados actualizan la información disponible sobre el pasado evocado en los objetos, y, en este proceso, personas y objetos se redefinen. A partir de las tres experiencias descriptas, los protagonistas se convirtieron en referentes, conocedores locales respecto del pasado indígena. Además, en los tres casos, los proyectos elaborados activan sentidos históricos y procesos de identificación3 que recuperan la relación entre los objetos arqueológicos y el paisaje de la microrregión como lugar de pertenencia. En este sentido, destacamos el papel de los objetos en la elaboración de lugares asumidos como parte de lo propio. En relación con este aspecto, en el próximo apartado nos detenemos en los contenidos elaborados y el modo en que estos conforman puntos de vista alternativos a los instituidos y representados en museos locales, libros e instituciones escolares.
Repensar la historia local. Procesos de memoria
Tal como se desprende de las citas que presentamos previamente, en los tres casos los saberes elaborados sobre los objetos dan cuenta de que los entrevistados otorgan un alto valor positivo a ciertos aspectos técnicos de los materiales y/o a los procesos de su manufactura. En esta clave interpretamos la reflexión sobre la fuerza de los filos líticos del taxidermista aficionado –ver cita en el apartado anterior–; así como las consideraciones del coleccionista sobre lo difícil que es reproducir los objetos líticos:
[…] [al reconocer bolas de boleadora que se intentan falsificar] ahí un poco valorás, eh… valorás los fenómenos que eran estos tipos porque… hoy en día no le pueden hacer los surcos. La agarran con amoladora, las pulen todas, las … te das cuenta. ¿Y cómo hicieron ellos? (Coleccionista, Chascomús, junio de 2014)
Por su parte, la familia de artesanos rescata la variedad de los diseños cerámicos, la calidad de la arcilla local, así como el carácter grupal y cooperativo del proceso de producción de alfarería. En la experiencia de este grupo, la organización para el desarrollo de esta tarea –que fue cambiando a lo largo del tiempo– conllevó momentos de encuentro y unión:
[…] nosotros nos encontrábamos en los veranos y cada uno hacía piezas, llegábamos a hacer treinta piezas para poder aprovechar la leña, pero no hacer un fuego tan grande […] bueno, y a fin de año, después de la cena de fin de año hacíamos la gran fogata y quemábamos ¿no? Y toda esa ceremonia de “ay, que se rompió”, “escuchá cómo se rompió: era mía porque esa la pusimos ahí”, “no, es la mía”… bueno, y todas esas cosas ¿viste? (Artesano, General Paz, marzo de 2016)
En conjunto, estas reflexiones se organizan en torno al reconocimiento de la existencia de procesos tecnológicos complejos a partir de los cuales los objetos fueron creados. En función de ello, los entrevistados ponen en duda una parte de la historiografía local que reproduce la dicotomía barbarie-civilización como eje organizador del proceso histórico en la zona (Salerno 2014; Salerno et al. 2016). Este eje se relaciona con el modo en que se organizó el conocimiento histórico en Latinoamérica: las narrativas históricas se cimentaron a través de documentos escritos (Dussel 1983), mientras que el conocimiento arqueológico y antropológico nutrió las narrativas sobre un otro, no-civilizado que no es reconocido como parte de nuestra historia. Lo que los entrevistados ponen en tensión a partir de su experiencia con los objetos es la caracterización estereotipada que engloba a la barbarie y que supone, entre otras cosas, la imagen de indios salvajes vagando por el desierto pampeano en busca de alimentos (Mazzanti 2010; Salerno 2014). La complejidad, calidad y variedad técnica observadas en los objetos no son coherentes con dicha imagen. Es a partir de esta idea que en los tres casos se reivindica el pasado indígena como la historia de un grupo humano en un territorio sentido como propio. Un grupo humano cuyas huellas forman parte del presente y constituyen, para estas personas, un recurso cultural, un punto de partida para emprender caminos de aprendizaje, revisar historias familiares y proyectarse en el tiempo.
Lejos de tratarse de reflexiones acotadas a la experiencia íntima y privada con los objetos, estas formaron parte de los ámbitos –sociales e institucionales– en los que los entrevistados involucraron a los objetos, en pos de hacer visibles los saberes elaborados. En los tres casos se destaca el intercambio con personas que residen en zonas rurales, con otras personas interesadas en la historia local y los materiales prehispánicos, así como con museos locales y no locales (como se detalló en el apartado anterior, en los tres casos estas instituciones son consideradas referentes de conocimiento). Subrayamos las experiencias de la familia de artesanos con el taller de alfarería indígena porque sus recorridos multiplican el alcance comunicativo de sus propuestas. A su vez, resulta pertinente detenernos en una anécdota sobre un concurso escolar de alcance provincial en el que un miembro de esta familia participó:
[…] un año en Mar del Plata quedamos descalificados porque decían que esa gráfica [el diseño cerámico] que tenía no era bonaerense […] teníamos el pedazo nosotros porque lo habíamos encontrado acá en el río Salado, entonces al año siguiente vuelve a hacer la misma pieza y se fue con el… [fragmento original] Le digo: “mirá, defendete así: sacá el tiesto y márcale en el mapa dónde lo encontramos” […] ¡uy! Se vinieron los jueces, todos, a ver cómo era, y sí, logró la medalla de oro. (Artesano, Chascomús, 2014)
En función de estas experiencias, planteamos que estas maneras de apropiación de los objetos pueden vincularse con procesos de memoria. Por cuanto las formas materiales pueden pensarse como inscripciones temporo-espaciales que otorgan a ciertos contenidos un grado de objetivación contribuyendo a que el pasado se constituya en el presente, y pueda ser redefinido como parte de la tradición y la memoria (Connerton 1989; Huyssen 2000; Olsen 2010, entre otros). No obstante, debido a que la memoria es un proceso del presente, un acto intencional, que conlleva una reflexión sobre el pasado (Halbwachs 1950; Ramos 2011), no es posible asumir una relación directa entre objetos y memoria (Van Dyke y Alcock 2003). Lo que en estos casos nos lleva a considerar que dicha relación existe es que en las relaciones tejidas con los objetos, los entrevistados activamente reflexionan sobre el pasado que estos evocan, tanto en términos de historias personales como en términos de la historia local.
En estas prácticas, las relaciones de temporalidad que se establecen a partir de los objetos articulan narrativas del pasado que recuperan la historia indígena prehispánica como un elemento significativo del territorio de la microrregión. Como ejemplo, transcribimos una reflexión del coleccionista, quien expresamente considera que el camino transitado con los objetos le ha permitido repensar el espacio local:
Y yo valoro cada vez más… eh, todo esto, la gente que vivió antes, qué hicieron, cómo trabajaron, qué sé yo… eh, quiero cada vez más mi ciudad, mi pueblo, y qué sé yo… Eh, tuve la oportunidad de conocer… eh, de ir a Europa hace… cuando ya andaba con todo esto yo, y recorrer muchos museos, muchísimos museos, y qué sé yo, y… volví cada vez más… eh, cada vez quiero más mi ciudad y mi país. Aunque vi maravillas y otras culturas… (Coleccionista, Chascomús, junio de 2014)
Estas relaciones de identificación con el territorio también fueron observadas en el marco de otro tipo de prácticas en un paraje de la microrregión –El Siasgo– (Escosteguy et al. 2015). En este paraje, lo “arqueológico” y lo “indígena” forman parte de historias que circulan de boca en boca y de elementos identificatorios vinculados con el paisaje. Al igual que sucede en el caso del Siasgo, en los tres ejemplos presentados aquí, la reivindicación del pasado prehispánico en la historia local se realiza impugnando la figura estereotipada de lo indígena como “salvaje”. A la vez, estas formas de identificación reproducen las relaciones de alteridad establecidas en los discursos hegemónicos (los objetos remiten a la historia de un pueblo otro). En esta clave interpretamos las caracterizaciones de los objetos que realizan los entrevistados en términos de materiales “de indios” (taxidermista aficionado y coleccionista), “cultura bonaerense” o “testimonios que nos da la tierra” (familia de artesanos). Mientras que en los primeros términos se enfatiza la alteridad de las personas que produjeron los objetos, en el tercero se acentúa el anclaje territorial de los materiales, a la vez que se invisibiliza a quienes los produjeron. Señalamos estas contradicciones porque estas nos advierten sobre la importancia de considerar estos procesos de generación de saberes en torno al pasado en términos complejos, y no lineales.
Disputas en torno a la clasificación de los objetos en términos patrimoniales
Una última dimensión que quisiéramos mencionar como parte de los aspectos que es posible indagar a partir de considerar las prácticas descriptas en términos de apropiación se relaciona con los conflictos derivados de la gestión pública de los objetos arqueológicos, en términos patrimoniales. En el transcurso de las entrevistas desarrolladas, nos llamó la atención que dentro del repertorio de saberes hegemónicos, el uso de fuentes vinculadas con las investigaciones arqueológicas de la zona –que ofrecen una versión del pasado diferente a la propuesta en la historiografía local– es llamativamente escaso. Esto nos llamó la atención no sólo porque hemos registrado que el material generado desde la arqueología tiene una amplia circulación en la región (Salerno 2014), sino también porque los entrevistados afirman conocer el trabajo que el equipo de arqueología viene desarrollando desde hace tres décadas; incluso algunos de ellos han participado en actividades específicas y/o han adquirido materiales elaborados por el equipo. A pesar de ello, estos materiales integran marginalmente el repertorio de referencias utilizadas para pensar los objetos arqueológicos.
Entendemos que esta situación puede responder, entre otras cosas, a que, como parte de los saberes instituidos relativos a la historia local, la Arqueología tiene un lugar marginal frente a otros campos de conocimiento como el de la Historia o incluso frente a las narrativas generadas en el marco de producciones literarias y artísticas. Aspecto que resulta fundamental para reconocer nuestro lugar de enunciación y el alcance efectivo de los trabajos de comunicación pública que venimos desarrollando. Por otra lado, la casi total omisión de las fuentes arqueológicas también nos remite a los conflictos sociales que tienen lugar en torno a la clasificación, jerarquización, consagración o descalificación de los bienes culturales (Chartier 1994, 51), y que en este caso se manifiestan en las disputas relativas a quiénes son las personas autorizadas a levantar, guardar y generar conocimiento sobre los materiales arqueológicos. Al ser objetos de conocimiento científico y de gestión patrimonial, los materiales arqueológicos constituyen bienes públicos, manipulados y gestionados por personas institucionalmente avaladas. En este sentido, la ambigüedad de la legalidad de las prácticas registradas es un aspecto central que atraviesa este trabajo de investigación. Las trayectorias de los entrevistados dan cuenta del carácter histórico de la configuración del objeto patrimonial, cuyas prácticas, en todos los casos, se iniciaron con anterioridad a la formulación de la Ley 25.743 de 2003, que, a pesar de no ser la primera, constituye un hito en la reivindicación del derecho del Estado argentino sobre los bienes arqueológicos y paleontológicos (Endere y Rolandi 2007).
En nuestra investigación registramos historias que marcan momentos específicos a partir de los cuales los entrevistados observan que sus prácticas pasaron de ser social e institucionalmente reconocidas como acciones que “resguardan la historia” y, en algunos casos, premiadas en el marco de concursos organizados por el estado provincial (como el de la anécdota referida al concurso escolar), a ser sancionadas en términos de saqueo e ilegalidad. En algunos casos, en el marco de estos quiebres, se produjeron distanciamientos entre los entrevistados y las instituciones vinculadas con la gestión del pasado local, principalmente los museos. Al punto que el recelo respecto a perder las colecciones constituye una de las principales tensiones que atraviesan las entrevistas realizadas en esta investigación. Lo que es expresado por el coleccionista en los siguientes términos: “Pero yo, todo esto me da miedo ¿viste?, porque… eh, me dan miedo estas leyes ¿viste?… de que vengan un día y ¿viste?… y te saquen todo lo que ¿viste? Te costó un montón de esfuerzo…” (Coleccionista, Chascomús, junio de 2014).
La normativa que fundamenta tanto la ilegalidad de la apropiación privada de materiales arqueológicos como el rol administrador del Estado para la gestión de dichos materiales no es asumida por las personas entrevistadas como obligatoria ni legítima. Incluso, en ocasiones, se esgrimen argumentos que la impugnan. Estos refieren a las condiciones de conservación y accesibilidad pública de los objetos y de la información generada mediante las investigaciones arqueológicas. Un lugar común son las críticas que se esgrimen sobre las exposiciones disponibles en algunos de los museos locales (se discuten las narrativas construidas, la calidad de los objetos y la rotación de las muestras), así como sobre la falta de exposiciones en otros museos4. Como alternativa, los entrevistados esgrimen sus proyectos expositivos. De este modo, las experiencias construidas a partir de la apropiación de los objetos permiten que estas personas construyan elementos –en el marco de relaciones desiguales– para negociar y, en algunos casos, reposicionar su rol como espectadores/destinatarios de las políticas públicas en torno a los bienes arqueológicos. Nuevamente subrayamos la experiencia de la familia de artesanos, quienes replantearon su participación en el museo y escuelas locales mediante el dictado del taller de alfarería.
A su vez, estas tensiones atraviesan las relaciones que estas personas establecen con los arqueólogos de la microrregión y la información generada por sus investigaciones. En relación con ello, este trabajo busca generar una comunicación más fluida que contribuya a establecer vías de colaboración mutua. Abordar estos aspectos como parte de las tensiones de la investigación arqueológica en un determinado lugar tiene fundamento político y epistemológico, por cuanto reivindica la diversidad cultural como relación permanente entre pasado y presente, a la vez que reflexiona sobre las políticas públicas promovidas por la activación patrimonial (Menezes Ferreira y Mujica Sallés 2012).
En suma, sin buscar discutir la necesidad de la conservación y gestión patrimonial, es necesario tener en cuenta que esta constituye una vía de articulación pasado-presente, cuya amplia institucionalización organiza las representaciones del pasado por fuera de la vida cotidiana de las personas y posiciona sujetos expertos que prescriben límites, establecen prácticas y unifican criterios en torno a los materiales. De esta manera, se invisibiliza un amplio campo de prácticas vinculadas con la producción de sentido en torno a lo “arqueológico”, entre las que se encuentran los procesos de apropiación abordados en este trabajo.
Consideraciones finales
Con esta investigación buscamos argumentar acerca de la importancia de profundizar en el conocimiento sobre las variadas relaciones que las personas establecen con los materiales arqueológicos en el presente. En este camino, subrayamos el potencial del concepto de apropiación para el estudio de dichas relaciones, por cuanto contribuye a focalizar en el quehacer de las personas involucradas con los materiales y en sus experiencias cotidianas, ancladas en objetos, prácticas, imágenes y palabras (Rockwell 1996). Además, el estudio de estas relaciones es fundamental para comprender los múltiples sentidos que se atribuyen a los objetos y sitios arqueológicos, muchas veces con preexistencia de la intervención de la arqueología profesional en un determinado lugar.
En el marco de los variados procesos de apropiación registrados en la microrregión del río Salado entran en juego diversas representaciones sobre los materiales arqueológicos, así como sobre el pasado al que estos remiten. Estas representaciones están atravesadas por las tensiones entre la reproducción de la herencia cultural –en este caso plasmada en las representaciones dicotómicas de lo indígena en términos de civilización/barbarie, nosotros/otros– y la construcción de “nuevos saberes” que valorizan procesos tecnológicos que tienen una larga tradición en la zona, como es el caso de la producción de alfarería5. Destacamos que esta valorización se da principalmente a partir de las trayectorias personales con los materiales arqueológicos, articuladas con procesos de niveles más amplios, tal como se expuso en los casos. Por estos motivos, estudiar estas prácticas en términos de apropiación, nos permite considerar cómo los recursos culturales pueden ser utilizados por distintos sectores con sentidos que, a veces, impugnan los saberes hegemónicos. A su vez, las prácticas registradas, en muchos casos, conllevan la búsqueda de resignificar y decir algo sobre el pasado indígena mediante los materiales, motorizando procesos de memoria e identificación. Otro aspecto que el concepto de apropiación nos ha permitido abordar se relaciona con la tensión existente en las formas de participación de diferentes actores de la sociedad civil con los materiales arqueológicos, en un contexto signado por el avance de políticas patrimoniales restrictivas que reafirman el valor científico y expositivo de los objetos sobre otro tipo de valoraciones.
Para terminar, quisiéramos aclarar que el concepto de apropiación nos ha facilitado centrar la atención en la articulación entre fenómenos que involucran vastos campos de interrogación, como el de la memoria, y los conflictos patrimoniales. En este caso de estudio, dicha articulación se sustenta en el supuesto de que las relaciones que las personas establecen con los objetos arqueológicos contribuyen a la construcción, el mantenimiento y transformación de los sentidos de dichos objetos y de los pasados que representan.