
“Montarse en la montaña rusa”: movilización estudiantil en el paro nacional colombiano, 2019-2020
Universidad de los Andes (Colombia)
Centro de Investigación en Dirección de Proyectos, Innovación y Sostenibilidad (Prins), Universitat Politècnica de València (España)
Universidad de los Andes (Colombia)
Fundación Universitaria los Libertadores (Colombia)
RECIBIDO: 15 de marzo de 2025
ACEPTADO: 29 de julio de 2025
MODIFICADO: 16 de agosto de 2025
https://doi.org/10.7440/colombiaint124.2025.04
RESUMEN. Objetivo/contexto: en contraste con visiones homogeneizantes del comportamiento de los miembros del movimiento estudiantil durante el paro nacional de 2019-2020 en Colombia, y con aquellos análisis que infieren la participación de los estudiantes a partir de condiciones objetivas comunes a todos los tipos de actores y previas al surgimiento del evento, este texto tiene dos grandes propósitos: realizar un análisis microsociológico de la participación estudiantil que integre la heterogeneidad de los repertorios motivacionales y analizar el paro exclusivamente a partir de la dinámica interna del evento y las variaciones, durante su extensión, de esos mismos repertorios. Metodología: siguiendo algunas propuestas de Verweij y Vis, se hace un uso temporalizado de la versión de conjuntos difusos del análisis cualitativo comparativo (fs-QCA), con el fin de explicar la participación de 56 militantes de dos grandes plataformas estudiantiles (Unees y Acrees) durante cuatro momentos del paro. Conclusiones: se identifican las oscilaciones y la diversidad de los repertorios motivacionales, la intensidad variable de la actividad militante, y las alteraciones, a lo largo del tiempo, de la homogeneidad interna del movimiento. Se reconstruye, igualmente, la trayectoria global del paro visto desde la perspectiva de los estudiantes. Originalidad: más allá de ofrecer una mirada renovadora respecto al conjunto de la literatura existente sobre el paro nacional de 2019-2020, el texto propone un uso novedoso del QCA que podría ser extrapolado a otros casos.
PALABRAS CLAVE: análisis cualitativo comparativo (QCA); micromovilización; movimiento estudiantil; paro nacional; protesta social.
“Riding the Roller Coaster”. Student Mobilization in the Colombian National Strike 2019-2020
ABSTRACT. Objective/context: In contrast to homogenizing views of the behavior of members of the student movement during the 2019-2020 National Strike, and to those analyses that infer student participation based on objective conditions common to all types of actors and prior to the emergence of the event, this text has two main purposes: to carry out a microsociological analysis of student participation that integrates the heterogeneity of the motivational repertoires and to analyze the strike exclusively based on the internal dynamics of the event and the variations, during its extension, of those same repertoires. Methodology: Following some proposals by Verweij and Vis, a time-based version of fuzzy sets of Comparative Qualitative Analysis (fs-QCA) is used to explain the participation of 56 activists from two large student platforms (UNEES and ACREES) during 4 moments of the strike. Conclusions: The oscillations and diversity of the motivational repertoires are identified; the variable intensity of militant activity; the alterations, over time, of the internal homogeneity of the movement. The overall trajectory of the strike is also reconstructed from the students’ perspective. Originality: Beyond offering a refreshing perspective with respect to the existing literature on the 2019-2020 National Strike, the text proposes a novel use of QCA that could be extrapolated to other cases.
KEYWORDS: micromobilization; national strike; Qualitative Comparative Analysis (QCA); social protest; student mobilization.
“Andar na montanha-russa”. Mobilização estudantil na Greve Nacional Colombiana 2019-2020
RESUMO. Objetivo/contexto: em contraste com as visões homogeneizadoras do comportamento dos membros do movimento estudantil durante a Greve Nacional 2019-2020, e com aquelas análises que inferem a participação estudantil a partir de condições objetivas comuns a todos os tipos de atores e anteriores à emergência do evento, este texto tem dois propósitos principais: realizar uma análise micro-sociológica da participação estudantil que integre a heterogeneidade dos repertórios motivacionais e analisar a Greve exclusivamente a partir das dinâmicas internas do evento e das variações, durante o seu prolongamento, desses mesmos repertórios. Metodologia: seguindo algumas propostas de Verweij e Vis, é feita uma utilização temporalizada da versão de conjuntos difusos da Análise Qualitativa Comparativa (fs-QCA), para explicar a participação de 56 ativistas de duas grandes plataformas estudantis (UNEES e ACREES) durante 4 momentos da greve. Conclusões: são identificadas as oscilações e a diversidade dos repertórios motivacionais; a intensidade variável da atividade militante; as alterações, ao longo do tempo, da homogeneidade interna do movimento. Reconstrói-se também a trajetória global da greve na perspetiva dos estudantes. Originalidade: além de oferecer um novo olhar sobre a literatura existente sobre a Greve Nacional de 2019-2020, o texto propõe um novo uso da QCA que poderia ser extrapolado para outros casos.
PALAVRAS-CHAVE: Análise Qualitativa Comparativa (QCA); greve nacional; micromobilização; movimento estudantil; protesto social.
Introducción
Entre octubre de 2019 y febrero de 2020 tuvo lugar en Colombia un ciclo de protestas que, para quienes no habían vivido el paro cívico de ١٩٧٧ —“la mayor protesta popular de la segunda mitad del siglo XX” (Archila 2016; Archila et al. 2020)—, fue algo inédito por su escala geográfica, la frecuencia de las marchas y la cantidad de participantes (Medina 2019).1 Dos de las más importantes organizaciones de estudiantes universitarios, a saber, la Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior (Unees) y la Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles (Acrees), convocaron a una movilización nacional el 10 de octubre, en la cual los temas centrales fueron la corrupción en el manejo de las universidades, el incumplimiento de acuerdos sobre financiación de la educación superior establecidos con el Gobierno de Iván Duque en 2018 y la represión estatal de la protesta social. Si bien los estudiantes fueron la avanzada de la movilización, el 4 de octubre de 2019, con participación de las dos plataformas estudiantiles mencionadas, se había conformado el Comité Nacional del Paro y se había acordado convocar a una movilización para el 21 de noviembre (21N). Los participantes —organizaciones feministas, de defensores de derechos humanos, indígenas, afro y campesinas— coincidían en el rechazo al llamado “paquetazo” del Gobierno Duque (privatizaciones, reforma laboral, pensional y holding financiero), al asesinato de líderes sociales, al saboteo a los acuerdos de paz de La Habana, a los costos ambientales de un modelo económico extractivista, al abandono del sector agrario, a diversos casos de corrupción, al incumplimiento de acuerdos con el movimiento indígena y a la estigmatización y represión de la protesta. El 21N ya se trataba de una movilización multisectorial (Dobry 1998). Sin embargo, no solo su inicio estuvo asociado al movimiento estudiantil —pues el 10 de octubre se conmemoraba la movilización de un año antes—, sino que, tal como lo han mostrado algunos análisis (Garzón et al. 2021, 25-26), por el volumen de participantes y por constituir un nodo en torno al cual se articularon otros sectores, los estudiantes tuvieron un rol decisivo en su desarrollo.
El paro nacional de 2019 ha sido objeto de diversos análisis desde el terreno de las ciencias sociales. La literatura académica sobre la participación del movimiento estudiantil, incluyendo allí algunos trabajos de participantes en el evento que quisieron luego comprender mejor su propia experiencia desde el rol de investigadores, ha abordado la naturaleza de las reivindicaciones y la reacción gubernamental (Umaña 2021), los valores y repertorios de acción de los jóvenes (Aguilar-Forero 2020), sus relatos (Jiménez 2021), las formas de socialización política y participación (Ariza et al. 2021) y el papel de los imaginarios de futuro de los militantes estudiantiles (Cano Díaz 2021). En este conjunto de estudios se analiza la acción colectiva, y la resignificación de lo colectivo, a partir de las creencias, las experiencias y la corporalidad de los actores. De ahí la preocupación de estos textos en torno a la subjetividad de los estudiantes. Trabajos de este tipo, fundados en métodos cualitativos, también se pueden encontrar para la comprensión de las protestas sociales acaecidas en Chile durante el mismo periodo, ya se ocupen de las transformaciones de los individuos durante su desarrollo (Henríquez 2024) o de cómo los eventos de octubre afectaron la organización, la identidad y las estrategias del movimiento estudiantil chileno (Palacios-Valladares 2020). Desde una perspectiva más amplia, Donoso Romo (2024) busca comprender la relación entre los procesos políticos de la América Latina contemporánea y el actor estudiantil organizado.
Otra parte de la literatura se ha concentrado, en cambio, en las condiciones objetivas que hicieron posible el paro nacional. Desde esa perspectiva, el de 2019-2020 en Colombia puede enmarcarse, junto con el simultáneo despertar chileno, dentro de una serie de movilizaciones en contra del modelo neoliberal (Ganter et al. 2022). Conforme a ello, la participación de los estudiantes ha sido interpretada en términos de clase y asimilada a las consecuencias de la desindustrialización, la tercerización laboral y la informalidad económica para clases medias urbanas (Guerrero Hurtado 2022). Lo sucedido en Colombia en el 2019 sería así una continuación del tipo de movilización estudiantil que había tenido lugar en el 2011 contra la reforma a la Ley 30 de educación superior y, por tanto, contra el avance en la mercantilización de la educación y la desfinanciación de la educación pública. La conexión del paro del 2019 con sus antecedentes y secuelas inmediatas, o sea, con las movilizaciones de octubre a diciembre de 2018 y las iniciadas en abril de 2021, ratificaría así que no fue una ocasión aislada, sino el resultado de una falla estructural (Lince Bohórquez 2021).
Desde esta aproximación, las protestas colombianas están emparentadas tanto con el despertar chileno como con otros procesos de movilización en el continente, como las manifestaciones de octubre de 2019 en el Ecuador. En este sentido, aunque los desencadenantes coyunturales son particulares en cada caso —el alza en los precios del pasaje del metro de Santiago para el caso chileno y la eliminación del subsidio al precio del combustible para el ecuatoriano—, los enfoques teóricos centrados en condiciones objetivas coinciden en resaltar a las políticas neoliberales como antecedente estructural de estos estallidos sociales. En ese sentido, para el caso chileno, Avendaño (2019) refiere a una crisis integral como resultado de una serie de tensiones no resueltas surgidas de la contradicción entre la instalación del modelo neoliberal en Chile y la transición democrática. De manera similar, Soliz Carrión (2023) destaca cómo el viraje político en el Ecuador hacia el neoliberalismo, a partir de 2017, incrementó la frustración y el descontento, factores que explicarían el quiebre en la cohesión social y el aumento en la conflictividad en la sociedad ecuatoriana.
A estas explicaciones objetivistas, pero de nuevo en relación con el caso colombiano, se sumaría una que explica el paro de 2019 como una reacción al intento, por parte del Gobierno de Duque, de deshacer una transformación de la estructura de oportunidades políticas favorable al movimiento social. Aquí se abre un frente complementario de las explicaciones previamente mencionadas, centradas en una crisis del modelo económico. Los acuerdos de paz de La Habana, según esta nueva perspectiva, habrían abierto un espacio de democratización que Duque, a través de distintas medidas económicas y políticas, pretendió clausurar (Amaya Alba 2021; Archila et al. 2020, 23). La dificultad, tras las negociaciones de paz, de asociar las guerrillas con toda forma de protesta social habría posibilitado un clima más favorable a la expresión de reivindicaciones (Medina 2022, 265). El rechazo a la represión de la protesta social, una de las motivaciones del paro del 2019, sería así, según Medina, un intento de preservar el clima de apertura ganado tras las negociaciones de paz, fueran los individuos conscientes o no de ello (265). Las luchas estudiantiles, y las más amplias luchas de los jóvenes, como en el paro del 2021, serían así luchas contra un sistema político poco sensible a las demandas de la sociedad civil (Medina 2022, 264-268) y solidario con cierta forma de capitalismo. El extenso trabajo de Velázquez sobre los paros de 2019 y 2021 coincide en señalar la economía extractivista y el autoritarismo como factores histórico-estructurales (2024, 369) que subyacen al evento. Los dos paros serían un capítulo reciente de un largo proceso histórico de inhibición o bloqueo de los procesos de democratización que se remonta a las tendencias conservadoras-autoritarias del orden político colombiano. Tras la interrupción de esa tendencia con la Constitución de 1991, se habría vuelto a agravar con la llegada de Álvaro Uribe al poder en el 2002 y con el retorno del uribismo en el 2018. Las causas estructurales, en este marco, incluyen una dimensión socioeconómica, pero son primordialmente políticas.
Un último caso de la literatura académica, que señala dimensiones subjetivas, pero se centra en últimas en las objetivas, recurre a una argumentación emparentada, en su estructura, con la explicación de Medina. En este caso, sin embargo, se trata de una reacción ante el riesgo de perder las ganancias en democracia derivadas del proceso de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP), y ante el temor de quedarse rezagados frente a las posibilidades de movilidad social desencadenadas por un periodo de crecimiento económico (Botero y Otero 2019; Rettberg 2020). El argumento, asociado aquí al efecto túnel de Hirschman (Hirschman y Rothschild 1973), resulta semejante al de la curva en J de Davies (1962), para quienes están familiarizados con las explicaciones de las rebeliones y las revoluciones. El efecto túnel se construye a partir de la metáfora de un atasco vehicular en el cual unos conductores perciben cómo los vehículos en otros carriles avanzan y eso les da la esperanza de hacerlo pronto; luego de un tiempo, cuando solo los vehículos en el otro carril siguen avanzando, la esperanza se traduce en frustración y la situación empieza a ser percibida como una injusticia estructural. Si la expectativa inicial no se hubiera despertado, la reacción negativa final tampoco hubiera aparecido. Davies (1962) desarrolla una idea con elementos afines al asociar rebeliones y protestas con la experiencia de declive repentino de un proceso de satisfacción creciente de expectativas. La causa de estos fenómenos no radicaría así en una circunstancia continua de malestar ante unas condiciones socioeconómicas o políticas opresivas, sino en el sentimiento de desaceleración o bloqueo de un avance. Aunque la explicación mencionada del paro basada en el efecto túnel es psicologista, pues se basa en los estados mentales de los individuos, se establece a partir de proxies como la evolución del crecimiento económico, pues ni tales estados mentales ni, mucho menos, la satisfacción prevista son directamente observados. De este modo, se produce la frustración a partir de la variación en condiciones objetivas determinadas por el investigador. La literatura sobre el caso chileno también apela a este tipo de modelos explicativos (Martuccelli 2021, 105-107).
Los trabajos académicos sobre el paro nacional colombiano de 2019 y, más en particular, sobre la participación de los jóvenes en él, giran así en torno a dos grandes inquietudes (a veces presentes, con distinta preponderancia, en los mismos textos): determinar el porqué de su ocurrencia e identificar cuáles son sus elementos distintivos (en términos de categorías provenientes de la sociología y la ciencia política). El primer tipo de inquietudes se pregunta por las causas del paro, de modo que tiene un propósito explicativo. Tanto la variante de la modernización neoliberal como la (aparentemente contraria) de la privación relativa son, por igual, análisis etiológicos (Martuccelli 2021, 107). El segundo tipo de preguntas, en contraste, tiene un propósito fundamentalmente descriptivo/comprensivo y se ocupa en identificar, por ejemplo, los repertorios de acción, los marcos (frames) o los imaginarios de los participantes. En contraste con esas dos corrientes de análisis, y sin demeritar sus aportes para el entendimiento del paro nacional de 2019-2020, este texto propone tres alternativas:
En primer lugar, renunciar a la identificación de la explicación del paro con la determinación de antecedentes externos al desarrollo mismo del evento, sin los cuales no hubiera podido darse. Esto es lo que Dobry, en el marco de su sociología de las crisis políticas, denomina críticamente la ilusión etiológica (1998, 35-38).2 Estas posturas carecen de interés teórico en las concatenaciones causales en el seno de los procesos analizados, pues asumen la heterogeneidad de las causas y sus productos. Explicar las crisis es determinar qué pasó antes de ellas suponiendo, uno, que el conjunto de su desarrollo es un resultado uniforme de unas condiciones iniciales dadas y, dos, que la tarea del investigador es descubrir algo que no pertenece a las experiencias de los participantes y requiere, por tanto, trascenderlas. Las causas tienen por eso un carácter objetivo. La investigación sobre el movimiento estudiantil en Colombia ha adolecido así de fuertes sesgos estructuralistas, y la introducción de la agencia y de elementos cognitivos en las teorías del proceso político, planteada por Cruz (2016) como antídoto, no está libre de un estructuralismo residual (Jasper 2010). En segundo lugar, pero en línea con lo anterior, este texto se propone disociar la comprensión de las experiencias de una estrategia analítica puramente descriptiva. Los trabajos que, en este marco, conceden un peso importante a técnicas de investigación como las entrevistas o la observación participante, renuncian al vocabulario relacionado con la causalidad para centrarse, exclusivamente, en la cuestión del sentido y en la perspectiva de primera persona de los actores. Esa renuncia es una alternativa metodológica viable, ciertamente, pero no es una necesidad intrínseca de todo trabajo orientado a la comprensión: los motivos son simultáneamente causas y justificaciones de una intervención en el curso del mundo (Ricoeur 2008, 87-94).
Tanto trabajos de la línea explicativa como algunos de la línea descriptiva coinciden en hablar de “los jóvenes” o de “los estudiantes” en bloque. Así como se habla de “los sindicatos” o “los indígenas”, una parte de la literatura asume que los estudiantes tienen una identidad grupal clara y más o menos homogénea. De ahí que sean tratados como un único actor, relacionado con otros actores de la misma naturaleza. Cuando eso no ocurre, se alude, por ejemplo, a las plataformas que coordinaron el movimiento estudiantil como subgrupos con una cultura organizacional propia, distintos perfiles de militantes, estrategias y relaciones con partidos políticos (Marún Burgos 2021, 34). Si bien, pensando en plataformas como Unees y Acrees, esas diferencias son innegables, se corre el riesgo de desplazar la presunción de homogeneidad a un nuevo nivel. En lugar de ello, y en sintonía con los enfoques teóricos que ligan las transformaciones en la participación política con los procesos de individualización (Araujo y Martuccelli 2020; Beck y Beck-Gernsheim 2002), puede descenderse a la escala de observación del individuo y, desde ahí, reconstruir las tendencias heterogéneas, diseminadas a lo largo del paro nacional, que le son asignadas en bloque al movimiento estudiantil. En tercer lugar, no eliminando, sino relativizando el peso de las plataformas, pues, en todo caso, nuestro trabajo se fundó en datos provenientes de militantes de Acrees y Unees; este texto apunta así a un análisis en términos de micromovilización. Aquí, como en las posturas orientadas a la comprensión, la perspectiva de los participantes es fundamental, pero no se asume su homogeneidad, en un mismo momento, ni su continuidad a lo largo del tiempo. Si el paro nacional es un proceso, hace falta ver, en consecuencia, cómo se alteraron las motivaciones de los militantes durante él. Aquí de nuevo la perspectiva de Dobry (1998) es fundamental, pues, en lugar de presuponer que los actores reproducen inercialmente las motivaciones iniciales para movilizarse durante el proceso de movilización, su enfoque les concede un peso fundamental a las interacciones que tienen lugar dentro del proceso mismo y a la forma como ellas alteran los fines y las representaciones de la realidad de los participantes.
El enfoque de Dobry (1988), no centrado en por qué ocurren las crisis, sino en cómo transcurren y en las transformaciones de los agentes durante su desarrollo, articula teóricamente las apuestas de este texto. No obstante, aquí añadimos un nivel metodológico adicional: el uso del análisis cualitativo comparativo (QCA, por sus siglas en inglés). Dobry deja abierta esta posibilidad justamente porque las propiedades tendenciales de las crisis no reclaman validez por su coincidencia, uno a uno, con hechos puntuales, sino por la capacidad explicativa del modelo visto globalmente (1988, 32); el terreno de lo teóricamente observable es compatible con múltiples procedimientos de recolección y análisis de datos. El uso temporalizado del QCA propuesto en este texto (siguiendo, con variaciones, algunas de las estrategias planteadas por Verweij y Vis [2021]) busca así dar cuenta de algunos de los elementos centrales de la sociología de las crisis políticas de Dobry. Esto es, escapar a la ilusión etiológica concentrándose no en los antecedentes de las crisis, sino en su desarrollo inmanente y en las secuencias de interacción a lo largo de su desarrollo; asimismo, en oposición a otras teorías de momentos de crisis que comparten el propósito de captar la contingencia de los procesos, pero para ello renuncian a toda noción de causalidad y se centran exclusivamente en la comprensión (Kurzman 2004), el enfoque de Dobry no abandona el interés explicativo; por último, las experiencias y motivaciones de los agentes son incluidas, pero considerando sus transformaciones a lo largo de un mismo evento, debido a las interacciones entre los individuos y los grupos.
Un uso temporalizado y a nivel micro del QCA, en el cual un mismo evento es dividido en distintas fases y las motivaciones aparecen como una constelación de causas (cambiantes) del comportamiento de los actores, permite recoger esos tres momentos y articularlos con una estrategia metodológica precisa y altamente formalizada. El texto, en suma, con la pregunta de base en torno a cómo se desarrolló el paro nacional de 2019 teniendo en consideración las variaciones en los repertorios motivacionales de los militantes individuales del movimiento estudiantil, ofrece una redescripción del evento respecto a la literatura existente. Aunque, para efectos de realizar un análisis QCA, generamos y sistematizamos datos sobre las motivaciones de los estudiantes, la novedad principal del artículo respecto a la literatura existente radica en el desplazamiento de las coordenadas teóricas y metodológicas. No se trata de determinar las causas generales del evento. En lugar de ello, se busca integrar las experiencias y, por tanto, la dimensión de comprensión de la acción, con una perspectiva causal y procesual. A la par se ofrece, frente a categorías homogeneizantes sobre la naturaleza de los actores colectivos, un análisis microsociológico. Nada de esto cancela la posibilidad de análisis tradicionales, como los antes mencionados, pero el objetivo acá —agnóstico en relación con las causas generales— es desplazar esas aproximaciones e introducir una nueva mirada. En ese sentido, dada la recurrencia en la literatura sobre movimientos sociales en Colombia de los enfoques criticados por Dobry, consideramos que el texto puede ser relevante, más allá del caso estudiado, para abrir caminos teórico-metodológicos en el estudio, en nuestro medio, de los procesos de movilización.
A continuación, el texto se compone de las siguientes secciones. En la primera, se presentarán las decisiones metodológicas que guían el texto considerando la información de base sobre la encuesta realizada junto a la explicación de cómo se usó una versión del fuzzy-set-QCA (fs-QCA) sensible a lo procesual y, también, de qué recursos se seleccionaron del conjunto amplio de sus posibilidades de aplicación para potenciar la lectura de los datos. En la segunda, se expondrá una síntesis de los datos en un par de tablas y se presentarán cuatro tesis, relativas a las variaciones en las motivaciones de los estudiantes y a la naturaleza de las variaciones del conjunto del paro visto desde el ángulo de los estudiantes, que condensan los resultados del análisis QCA. En la conclusión, finalmente, se hace un balance de los resultados y se destacan los hallazgos más importantes.
Este texto presupone conocimiento del método abordado y, por tanto, por motivos de espacio, no hará ninguna exposición detallada de su funcionamiento. Al respecto hay excelentes manuales (Medina et al. 2017; Mello 2021; Schneider y Wagemann 2012). Basta decir, para comenzar, que el QCA procura combinar el grado de formalización y estandarización de los procedimientos de los métodos cuantitativos con la atención a la particularidad y heterogeneidad de los casos de los métodos cualitativos (Ragin 2014). No se trata, por esto último, de un método orientado a producir generalizaciones a partir de muestras representativas, sino de uno centrado en explicar un conjunto delimitado de casos (con una N intermedio o pequeña) sin perder de vista su complejidad interna (Byrne 2009, 104). A diferencia de análisis estadísticos tradicionales, aquí no se trata de detectar tendencias dominantes y marginalizar los casos atípicos (outliers). Estos pueden ser, de hecho, tan significativos a la hora de realizar la explicación de un fenómeno como los casos “normales”. No es, tampoco, un método atado a casos de alguna escala específica, de tal modo que, así como resulta útil, en estudios de política comparada, para analizar revoluciones o transformaciones de políticas públicas, también puede contribuir a explicar los comportamientos de un agente individual. En ese sentido, ha sido usado, por ejemplo, para interpretar las trayectorias de radicalización de individuos en el marco de movimientos islamistas (Jensen, Atwell Seate y James 2020) o de grupos de extrema derecha (Fahey y Simi 2018). Tampoco consiste en un análisis causal en términos humeanos, pues lo esencial aquí no es la asociación frecuente de eventos en calidad de causas y efectos, sino la dependencia de ciertos efectos de complejos de condiciones (las causas INUS de Mackie [1965]) en calidad de condiciones necesarias y suficientes. La fundamentación de su visión de la causalidad radica así en la teoría de conjuntos (Mahoney 2021). No se trata, por último, de un método inmune al tiempo, tal como, con justicia, se le criticó originalmente, pues, a lo largo de sus tres largas décadas de historia, han surgido diversos caminos para temporalizarlo y hacerlo compatible con análisis longitudinales (Pagliarin y Gerrits 2020; Verweij y Vis 2021). Aunque renunciamos a exponer acá los lineamientos generales del QCA, consideramos importante mencionar estos puntos para evitar malentendidos sobre su sentido y funcionamiento.
Dicho esto, y teniendo en cuenta que todo análisis QCA debe definir unas condiciones y un resultado, al cual se puede llegar a través de distintas trayectorias causales (equifinalidad), podemos ahora especificar cuál es nuestro resultado y cuáles son nuestras condiciones. La militancia estudiantil, en organizaciones como Unees y Acrees, incluyó, durante el paro de 2019-2020, acciones como activar vínculos entre grupos, deliberar sobre posibles estrategias, estructurar una movilización, asegurarse de la seguridad de los compañeros o realizar tareas de comunicación y formación. Por actividad militante se entenderá, sobre esa base, la realización de ese tipo de acciones en el marco del paro y con la perspectiva de que consistían en contribuciones deliberadas a una forma de intencionalidad colectiva. Participar en el movimiento estudiantil es, así, ejecutar ese tipo de acciones, en un espacio que va desde las amistades inmediatas, pasando por los colectivos hasta llegar a las plataformas, con el fin de lograr un propósito común. Ahora bien, aquí entra el siempre espinoso tema, en el uso del QCA, de la selección de las condiciones causales. Al respecto, y sin ser ciegos a algunas de sus dificultades, nos atuvimos a las mejores prácticas sugeridas en la literatura. A partir de una revisión exhaustiva de estudios sobre movimientos estudiantiles y participación política de jóvenes, del uso simultáneo de distintas tradiciones teóricas compatibles con una visión relacional de la agencia y, por último, de entrevistas exploratorias realizadas con militantes estudiantiles y líderes de Unees y Acrees, seleccionamos finalmente cinco grandes condiciones que podían explicar la actividad militante. La micromovilización se debe, según eso, a que el individuo:
Conforme a la lógica del fs-QCA, podemos hablar de las diversas combinaciones de esas condiciones —no solo en términos de presencia/ausencia, sino de grados de pertenencia a las propiedades que definen un conjunto— como repertorios motivacionales. Respecto a cómo se produce psicológicamente la actividad militante, permanecemos agnósticos. Lo importante es que se trata de condiciones sociológicas de la agencia individual en términos de necesidad y suficiencia. En su selección se tuvo en cuenta tanto una visión relacional de la autopercepción de los actores individuales como una noción de agencia en la cual la temporalidad es decisiva (Emirbayer y Mische 1998). De ese modo, las motivaciones referidas al pasado, al presente y al futuro están siempre potencialmente presentes en cada acción (González 2017). Se asume entonces que los individuos tienen una actividad militante más o menos intensa movidos por el recuerdo de situaciones de efervescencia colectiva y, por tanto, con referencia al pasado (PAS-A); que su identificación actual con un círculo de reconocimiento (PRES-A), el menosprecio efectivo de ciertas instituciones (PRES-B) y las experiencias de pares en otros contextos (PRES-C) suceden en el mismo presente en el cual tiene lugar la acción, y, por último, que la confianza en alcanzar propósitos grupales remite al futuro (FUT).
A partir de lo anterior se diseñó una encuesta extensa en la cual los encuestados, aparte de poder anexar comentarios personales o añadir mensajes en redes sociales o fotos generadas durante el paro, podían seleccionar el grado de impacto motivacional que, en cuatro momentos distintos y usando una escala tipo Likert de cinco puntos, tuvo cada una de las cinco condiciones sobre su actividad militante. Asumimos, por tanto, no solo que la motivación de la actividad militante es compleja —y en ese sentido se habla de repertorios motivacionales—, sino que cada uno de los factores, y la actividad militante misma, no tienen siempre igual intensidad. El maltrato institucional, por ejemplo, puede aparecer en dos momentos, pero en uno puede ser una condición plenamente presente y, en otro, apenas insinuarse. Para dar cuenta de ello se partió de la noción, propia del fs-QCA y opuesta a la dicotomía presente/ausente, de grados de membresía de un caso a un conjunto o grupo de conjuntos. Psicológicamente esto resulta plausible, pues tanto la actividad militante como sus condiciones son experimentadas con distintos grados de intensidad y, además, para cada una de las condiciones seleccionadas, resulta teóricamente justificado establecer una gradación —en ese sentido, por ejemplo, Pizzorno distingue identificación de lealtad o Nothdurft (2007, 116) identifica varios niveles de menosprecio—. Siguiendo los principios del fs-QCA, los resultados de la encuesta fueron sujetos a una calibración de los cinco niveles de la escala Likert siguiendo la propuesta de Emmenegger, Schraff y Walter (2014): los dos primeros tipos de respuestas (A y B), calibrados con los valores 1,0 y 0,8, quedaron dentro del rango “más adentro que afuera”; los tres últimos (C, D y E), con valores de 0,4, 0,2 y 0, valieron como parte del rango “más afuera que adentro”. Se decidió no usar el valor de 0,5 para señalar el punto de máxima ambigüedad, dado, por un lado, que el software fs-QCA 2,5, en el cual se procesaron los datos, obvia las respuestas con ese valor y se pierde, por tanto, esa información; por otro lado, resulta teóricamente justificable considerar las respuestas tipo C como el primer nivel del desvanecimiento de la condición respectiva.
La encuesta fue enviada a 87 estudiantes universitarios a nivel nacional en el año 2020.3 Tal como corresponde al uso de QCA en estudios con una N intermedia, la elección de los casos no fue aleatoria. Por un lado, y para evitar el problema del sesgo en los resultados articulados en torno a una variable dependiente, se incluyó un segmento pequeño de estudiantes que, según los criterios definidos, no podía valer como militante. Podían ser, por ejemplo, simpatizantes o agentes neutrales, pero no estudiantes que hubieran llevado a cabo actividad militante. Ese criterio debía impactar los resultados, pues las configuraciones positivas en las cuales aparecen este tipo de casos negativos reducen su consistencia. Por otro lado, y a partir de la experiencia militante de dos de los autores, se determinó que el movimiento estudiantil estaba concentrado en la región andina y, por tanto, se le asignó el 50 % de las encuestas; el resto se distribuyó, también conforme a su criterio, entre la región pacífica (20 %), la caribe (20 %) y otras regiones (10 %); sobre la base de cada porcentaje regional, asignamos un 80 % de participación a universidades públicas y un 20 % a privadas. Este criterio se justifica porque da cuenta de la participación mayoritaria de universidades públicas en el movimiento estudiantil, sin invisibilizar la participación minoritaria de las privadas. Así resulta que, si la región andina tiene el 50 % de las encuestas, de ese porcentaje el 80 % corresponde a universidades públicas y el 20 % a privadas. Cincuenta y seis estudiantes respondieron finalmente a la convocatoria.
Dado nuestro interés teórico en analizar el paro 2019-2020 como un proceso y captar variaciones en su interior, se dividió en una secuencia de momentos significativos. En conformidad con las ideas sugeridas por Verweij y Vis (2021) con el propósito de temporalizar el QCA, recurrimos a la utilización de diversos análisis QCA orientados a diferentes periodos de tiempo; en consecuencia, se tienen soluciones diferentes para cada momento. El uso de esta estrategia permite hablar de la trayectoria de cada uno de los militantes a lo largo del paro, esto es, de “un conjunto de múltiples configuraciones ligadas temporalmente que representan cómo el caso se desenvuelve a lo largo del tiempo” (Pagliarin y Gerrits 2020, 5). La agregación de estos datos permite hablar también, globalmente, de la trayectoria del movimiento estudiantil en el paro nacional. Considerando los momentos que, desde la perspectiva de los estudiantes y sobre la base de una serie de entrevistas exploratorias con algunos militantes y líderes de Unees y Acrees, constituyeron hitos del paro del 2019-2020, el análisis QCA se aplicó, para los mismos casos, en cuatro momentos:
Entre esas fechas se cubre el conjunto de la participación de los estudiantes en el paro. La actividad militante opera como el resultado de cada momento, de modo que, para el total de los estudiantes analizados, se tienen cinco condiciones que, en cuatro momentos, son capaces de explicar esa actividad.
El análisis de los datos se realizó mediante el software fs-QCA 2.5: análisis de necesidad y, posteriormente, de suficiencia. Por un lado, el análisis de necesidad identifica las condiciones necesarias. Una condición necesaria es aquella que debe estar presente para que ocurra el resultado, de manera que, en todos los casos en los que el resultado está presente, también lo está la condición (Ragin 1987). Por otro lado, el análisis de suficiencia identifica las condiciones suficientes. Una condición es suficiente cuando su presencia garantiza que el resultado está presente, de manera que todos los casos en los que la condición está presente se incluyen dentro de los casos con el resultado (Ragin 1987). En términos de teoría de conjuntos, la condición necesaria es un superconjunto del resultado, mientras que la condición suficiente es un subconjunto del resultado. Los análisis de necesidad ofrecieron valores de consistencia superiores a 0,9 para las condiciones PAS-A y PRES-B en los momentos 2 y 3, por lo que ambas condiciones fueron eliminadas del análisis de suficiencia en los dos momentos siguiendo los estándares de Ragin (1987). Se realizaron varias pruebas variando los niveles de consistencia y el umbral, y se obtuvieron soluciones robustas. En cualquiera de los casos, se decidió incluir la solución intermedia, esto es, aquella que acepta contrafácticos teóricamente justificables, pues no solo esto resultaba plausible, sino que la solución compleja no contribuía a la legibilidad de los datos y a su comparación. Siguiendo los lineamientos de Ragin (1987), la solución compleja es aquella que considera la evidencia empírica observada sin hacer supuestos adicionales sobre combinaciones no observadas (remainders). En este sentido, la solución intermedia incluye estos supuestos lógicos basados en la teoría para simplificar e interpretar mejor las configuraciones causales sin dejar de ser consistente con los datos. Así, la solución intermedia se posiciona entre la solución compleja y la parsimoniosa. Dado que, para algunos momentos y teniendo un umbral de 1, se presentaban discrepancias marcadas entre las soluciones compleja e intermedia, se decidió explorar el uso de core y peripheral conditions (Fiss 2011) como una forma de llegar a resultados más consistentes.
Las condiciones core (núcleo) son elementos causales que muestran una relación causal fuerte con el resultado. Se identifican porque aparecen tanto en la solución parsimoniosa como en la solución intermedia del análisis (Fiss 2011). En otras palabras, permanecen como parte de la configuración explicativa, aun cuando se hacen todas las suposiciones simplificadoras posibles con los datos mediante la inclusión de contrafácticos fáciles y difíciles (Brush et al. 2023). Por otra parte, las condiciones peripheral (periféricas) son aquellas que aparecen solo en la solución intermedia, pero no en la parsimoniosa (Fiss 2011). Tienen una relación causal más débil, pero siguen siendo relevantes y ayudan a afinar la explicación de los modelos aportando detalles adicionales a las configuraciones causales principales. Su presencia depende de ciertos supuestos empíricos o teóricos menos fuertes. Si se permiten supuestos que se alejan del conocimiento teórico consolidado, estas condiciones pueden ser descartadas de la explicación (Brush et al. 2023). Este camino posibilita combinar la solución parsimoniosa con la intermedia, de tal manera que las diversas configuraciones intermedias aparezcan como subvariantes de las parsimoniosas. De ese modo, no solo se puede hablar de equifinalidad en cuanto a tipos de configuraciones causales independientes, sino en cuanto a variaciones de cada una de ellas. Gracias a su uso se obtuvo una modelación consistente y legible de los datos que, además, al menos en una visión panorámica, encajaba con la experiencia de algunos participantes en el movimiento estudiantil; cabe recordar que dos de los autores de este texto fueron militantes activos en el paro nacional del 2019 y podían juzgar, más allá de criterios exclusivamente metodológicos, la plausibilidad de los resultados. En estos términos, tras aplicar un umbral de frecuencia de 1 y valores superiores a 0,8 para el umbral de consistencia, siguiendo las mejores prácticas en QCA (Ragin 2008), se obtuvieron cuatro soluciones con niveles de consistencia iguales o superiores a 0,8 y niveles de cobertura superiores a 0,25 cumpliendo los umbrales propuestos por Ragin (2008). Posteriormente se llevó a cabo una minimización tomando en cuenta la distinción entre core y peripheral conditions.
Tabla 1. Presentación de los resultados del análisis fs-QCA

Nota: los círculos negros indican la presencia de una condición y los vacíos, su ausencia. Según Fiss (2011), los círculos grandes indican condiciones centrales; los pequeños, condiciones periféricas; las celdas en blanco indican “no me importa” (“don’t care”). Las equis indican que esas condiciones fueron excluidas del análisis de suficiencia pues pasaron el análisis de necesidad.
Fuente: elaboración propia.
La tabla 1 condensa los resultados. Los momentos remiten a los cuatro hitos del paro nacional desde la perspectiva de los militantes. Las configuraciones causales son los distintos subtipos de combinaciones de condiciones que arrojan, como resultado común, actividad militante. Corresponden, por tanto, a distintos perfiles motivacionales. Los círculos negros indican la presencia de la condición respectiva y los blancos, su ausencia. Su tamaño señala si son condiciones núcleo (círculos grandes) o periféricas (círculo pequeño) (Fiss 2011). Las X aluden a la presencia de condiciones necesarias. La cobertura bruta indica qué tan masiva fue cada configuración causal dentro del espectro de casos en los cuales se presentó, en cada momento, actividad militante. La consistencia, por último, refiere qué tanto se aproxima una configuración empírica a una condición suficiente desde el punto de vista lógico, donde 1 es el indicador de plena suficiencia. Respecto a la notación, las siglas en letras mayúsculas señalan las condiciones (PRES-A, etc.); el signo lógico de negación indica la ausencia de una condición (¬FUT); un asterisco (*) equivale aquí a la conjunción en lógica e indica la asociación entre factores causales (PRES-B * FUT); el condicional (→) indica que, dadas ciertas condiciones, se da un resultado (PRES-A* PRES-B → D); el signo más (+) equivale aquí a la disyunción en lógica e indica una alternativa causal respecto a la producción de un efecto.
Había diversas formas de interpretar los resultados y distintos niveles de detalle en el análisis. Con el propósito de destacar lo más relevante para abordar la pregunta guía, esto es, cómo se desarrolló el paro nacional de 2019 en vista de las variaciones en los repertorios motivacionales de los militantes individuales del movimiento estudiantil, dejamos de lado muchas minucias posibles en la interpretación de los datos para centrarnos en los siguientes cuatro hallazgos:
La micromovilización, en contra de lo dicho por las teorías de la conspiración de la derecha política o de una comprensión monolítica del estudiantado y “lo popular” en sectores de la izquierda, no es un proceso homogéneo. El momento 1, el 10 de octubre de 2019, arranca con una mayoría de militantes motivados por el recuerdo de experiencias pasadas, el rechazo a la actitud de menosprecio del Gobierno y una fuerte identificación con los círculos propios de militancia (PAS-A*PRES-A*PRES-B). Llama aquí la atención que, para esta mayoría, las experiencias vicarias y la eficacia colectiva no figuran como motivaciones. Esta es una mayoría más motivada por el recuerdo de experiencias grupales previas (como las del 2018) que por la previsión de éxito en sus reivindicaciones. Un segundo subgrupo (PRES-A*PRES-B*¬PRES-C) deja de lado el recuerdo de experiencias pasadas y se centra en el presente: menosprecio gubernamental e identificación fuerte con sus redes. Para otros tres grupos más, de manera llamativa, el menosprecio del Gobierno no es una motivación para la movilización. En el momento 2, dado que PAS-A y PRES-B son condiciones necesarias de todas las configuraciones o trayectorias causales, las diferencias entre perfiles pasan principalmente por la diferencia entre una configuración mayoritaria, en la cual la confianza en poder determinar el futuro (FUT) es una condición central, y aquellas otras configuraciones que no solo carecen de ella, sino que excluyen las experiencias vicarias y la identificación. De ese modo podría hablarse de los optimistas, por un lado, y de los escépticos localistas y los no gremiales, por el otro.
En el momento 3, dado que el recuerdo de experiencias pasadas de movilización (PAS-A) y la experiencia de menosprecio institucional (PRES-B) son, de nuevo, condiciones necesarias, pueden reconocerse dos grandes perfiles. Aquellos que se aferran a sus círculos de reconocimiento y, en medio de la represión, siguen inspirados por los sucesos en Chile y Ecuador, pero se muestran escépticos frente a su capacidad de moldear el futuro. Esa es la gran mayoría. Otro grupo, sin embargo, asume la represión con optimismo, pues considera que la indignación colectiva podría radicalizar la movilización y darle mayores chances de éxito. Cano Díaz habla, en ese sentido, de quienes “esperan que un nuevo mártir sea de utilidad” (2021, 74). A diferencia de lo dicho sobre la movilización estudiantil chilena del 2019 (Palacios-Valladares 2020), los efectos de la represión son aquí principalmente desmovilizadores, pero, en cualquier caso, repercuten de distinta manera sobre cada segmento. El momento 4 no solo implica el haber pasado por un periodo vacacional, en el cual los manifestantes se dispersan y las manifestaciones cesan, sino que muestra la incapacidad, para el movimiento estudiantil, de reconstituir una línea de acción más o menos unificada. En esta etapa, gracias a la aplicación de los conceptos de core y peripheral conditions, pueden agruparse las cuatro configuraciones de la solución intermedia en dos grandes grupos: el de los militantes memoriosos (PAS-A*[PRES-A+PRES-B+PRES-C+FUT]) y el de los localistas pesimistas (PRES-A*PRES-B*¬PRES-C*¬FUT); unos fundan su confianza en el futuro en un pasado exitoso, y no en un presente lleno de signos de desintegración, mientras que otros se muestran escépticos frente al futuro, pero se aferran a sus círculos de reconocimiento en el presente.
El paro puede ser visto, globalmente, como una secuencia de reactivación de solidaridades gremiales, expansión entusiasta de las solidaridades, reactivación de solidaridades gremiales junto con inspiración internacional y, por último, fragmentación y pesimismo.
Si se busca explicar la micromovilización en el paro, desde el punto de vista de condiciones necesarias, solo aparecen dos de ellas, los rituales de interacción (PAS-A) y el menosprecio institucional (PRES-B), en los momentos 2 y 3. De resto, se trata de condiciones intermitentes. Dada la importancia de los agravios procedimentales (como el asesinato de Dilan Cruz) y de ciertos momentos de efervescencia colectiva (como el 21N), resulta absurdo suponer que aquello que mueve inicialmente a los individuos a actuar se reproduce de manera inercial a lo largo de todo un evento. La trayectoria del movimiento estudiantil en el paro, considerando los perfiles mayoritarios en cada momento, puede describirse globalmente como una secuencia movida al inicio, ante todo, por el eco de entusiasmos precedentes (los éxitos del 2018), la solidaridad estrecha y la indignación que luego margina parcialmente lo segundo, para dar paso a una solidaridad ampliada y la confianza en poder moldear el futuro. En el momento 1 esto último era marginal. En el momento 2 también es interesante el debilitamiento generalizado de la condición de identificación con los círculos de reconocimiento. En el marco de una clara movilización multisectorial y, por tanto, de interdependencia táctica ampliada (Dobry 1998, 155-168), se trascienden las solidaridades estrechas y se entra en vínculos de horizontalidad, reconocimiento, copertenencia y coordinación de la acción con agentes desconocidos y ajenos al movimiento estudiantil. El éxito de la movilización genera así un desprendimiento parcial de la militancia de los círculos más familiares para integrarse en redes más amplias —no hay que olvidar, en ese marco, que la gran mayoría de los militantes pertenece, simultáneamente, a diversas organizaciones políticas aparte del movimiento estudiantil—. A eso le sigue un momento, el 3, en el cual, debido principalmente a la represión estatal, el pesimismo es predominante, pero a la vez el eco de experiencias no nacionales —particularmente las movilizaciones estudiantiles chilenas— se vuelve inspirador. Un último momento, tras el Encuentro Nacional de Organizaciones sociales, marca el cierre del ciclo recogiendo, principalmente, los ecos de entusiasmo de momentos previos. La actividad militante aparece aquí en franco declive y se nutre menos de un horizonte de futuro y más de la memoria de movilizaciones pasadas y los agravios gubernamentales presentes.
La trayectoria global ofrece una secuencia de predominio de la homogeneidad, predominio de la heterogeneidad, retorno al predominio de la homogeneidad y predominio de la heterogeneidad. Si se tiene en cuenta, para cada momento, qué tan concentrado está el parámetro de cobertura bruta en una única configuración (homogeneidad) o qué tanto las diversas configuraciones tienen una cobertura semejante (heterogeneidad), podría decirse lo siguiente. El paro es una secuencia que arranca con una mayoría motivacionalmente homogénea y pasa, a la par con el incremento generalizado de la movilización en el 21N, por un decrecimiento de esa homogeneidad. El momento de mayor éxito del paro coincide así con un incremento de la dispersión de los repertorios motivacionales. El clima de optimismo y confianza en la capacidad de moldear el futuro corre a la par con un incremento en la heterogeneidad motivacional de los participantes. A eso le sigue un retorno a motivaciones mayoritariamente homogéneas, en el momento 3, debido al efecto de la represión y el retorno de la solidaridad gremial. Aunque, sin borrar la pluralidad de reacciones, la violencia homogeneiza. El momento 4 evidencia, en contraste, un incremento de la heterogeneidad más alto que en cualquiera de los tres momentos previos. El porqué de la participación se vuelve mucho más heterogéneo en medio del repliegue forzado del movimiento estudiantil.
Gráfica 1. Variaciones en los grados de actividad militante

Fuente: elaboración propia.
La gráfica 1 describe el conjunto de las trayectorias individuales en relación con los grados de actividad militante. Aquí nos apropiamos, con variaciones, de la estrategia 3 de Verweij y Vis (2021) para temporalizar el QCA y nos concentramos en las transformaciones de intensidad de la actividad militante individual con abstracción de las condiciones. Conforme a ello, aparece un incremento de la intensidad en varios individuos a raíz del 21N, junto con un declive minoritario tras la muerte de Dilan Cruz. La mayoría de individuos tuvo, sin embargo, una actividad igualmente intensa hasta el encuentro de finales de enero en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán. Las disputas sobre consideraciones organizativas y estratégicas que se intensificaron hasta fracturar el movimiento estudiantil se debieron a la combinación de los siguientes factores: contar aún con un considerable capital político para explotar; el momento de repliegue —debido a la represión estatal—, y las pugnas en el interior del Comité Nacional del Paro, derivadas en parte de conflictos en torno a los procedimientos de decisión, a la predominancia del movimiento sindical y a las relaciones con líderes y movimientos políticos externos —por ejemplo: de seguidores de Gustavo Petro o, de la mano del Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR), de Jorge Enrique Robledo—. De ahí surge, como escisión organizativa y relacionado con una agenda paralela, el Comité Ampliado del Paro (Hernández Osorio 2020). Cuando ya no se trata de la experiencia en las calles de sincronía, solidaridad y comunidad, sino de definir, bajo presión, una estrategia y una línea de acción, emergen entonces controversias insolubles que quiebran, desde dentro, al movimiento estudiantil. En este momento la euforia colectiva ya no está presente sino como recuerdo y el movimiento estudiantil no logra articular sus múltiples centros en torno a una estrategia común. En ese marco estalla la pandemia y, para alivio del Gobierno de Duque, se apaga la movilización.
Conclusiones
Explicar el paro nacional de 2019-2020 no consiste exclusivamente en determinar las causas estructurales que hicieron posible su ocurrencia. Visto desde la perspectiva de los militantes estudiantiles —tal como podría hacerse, con resultados diferentes, con los miembros de los sindicatos o de las organizaciones indígenas—, el paro es una secuencia de momentos decisivos asociados a la relación con el Gobierno nacional (10 de octubre y 25 de noviembre), a las relaciones con el conjunto del espacio de los movimientos sociales (Mathieu 2021) (21N) o a las dinámicas internas del movimiento estudiantil (10 de enero). Explicar cómo transcurrió el paro desde la perspectiva de los militantes equivale a establecer qué condiciones los movieron a actuar en cada momento y a interpretar la secuencia de sus acciones como parte de un proceso acumulativo. Conforme a los lineamientos generales de la teoría de las crisis de Dobry (1998), aquí no importan los orígenes o los efectos finales del evento, sino su desarrollo inmanente. De ese modo, se puede escapar a la ilusión etiológica y a toda teleología. El análisis QCA desarrollado no permite determinar la manera como cada momento afectó a los siguientes —dicho con una metáfora visual: consiste en una serie de fotografías discontinuas y no en una experiencia fílmica de continuidad entre distintos momentos—, pero le permite al intérprete concatenarlos y reconstruir su secuencia. De ese modo, puede sostenerse, por ejemplo, que la represión en el momento 3 tuvo repercusiones en la fragmentación ocurrida en el momento 4; que sin la efervescencia colectiva del 21N, el asesinato de Dilan Cruz, pocos días después, no hubiera sido un retorno abrupto a una realidad hostil (una cuestión de oportunidad: el impacto de un evento está determinado por cuándo ocurre), o que, en lo concerniente a la experiencia de sentir que el futuro depende de las propias acciones, el paro fue vivido como una parábola cuyo vértice fue el 21N y cuyos extremos, en los cuales esa experiencia es marginal, son el momento 1 y el 4. El evento tuvo un pico breve y acelerado, y un ascenso y un declive mucho menos veloces. El paro nacional, de ese modo, no es un efecto uniforme de alguna causa objetiva, sino una secuencia de experiencias contingentes indisociables de la participación activa en su desarrollo. Quizás por eso, en una de las entrevistas realizadas para esta investigación, uno de los militantes describió su participación en el paro como “montarse en la montaña rusa”.
Observar la movilización estudiantil desde una escala de observación micro permite, además, desmontar visiones indistintas de “los estudiantes” y evitar el riesgo, siempre presente en el trabajo de la sociología y la ciencia política, de imputarles las mismas motivaciones a los miembros de un actor colectivo. Bajo las condiciones de un intensificado proceso cultural de individualización, esa suposición solo puede ofrecer visiones reificadas de los actores colectivos. Los miembros del movimiento estudiantil comparten, ciertamente, motivaciones y fines (la existencia misma de plataformas como Unees y Acrees es un indicio de ello), pero, en lugar de inferir de ahí la homogeneidad de las motivaciones, es preferible ver a los individuos en su heterogeneidad y concebirlos como elementos de una red flexible que pierde o gana relevancia para sus miembros, que se expande y se contrae, que se segmenta y se integra, que se torna porosa o se cierra, que se hace más o menos sensible al contexto internacional. El análisis previo, condensado en los cuatro puntos destacados en la sección anterior, dio cuenta de esas variaciones. El momento 2 es, en ese sentido, particularmente diciente, pues —en sintonía con la idea de que el límite entre lo “gremial” y lo “político” es difuso (Cruz 2016) y, de nuevo, en concordancia con las tesis de Dobry (1998) sobre las movilizaciones multisectoriales— muestra cómo las identidades particulares se difuminan en momentos de efervescencia colectiva y de ampliación de la interdependencia de los actores, más allá de sus sectores y arenas habituales. Pensar desde la escala de observación del individuo concuerda así con el énfasis en la procesualidad y en la contingencia, dado que las lealtades grupales pueden debilitarse y es posible que surjan identidades ad hoc. Más allá de las fortalezas y eventuales debilidades del análisis del caso del paro nacional 2019-2020, creemos que aquí se abren caminos teóricos y metodológicos dignos de explorar en la sociología y la ciencia política en nuestro medio.
Referencias
1 La magnitud geográfica y el número de participantes de este ciclo de protestas del 2019-2020 fue superada, un año después, por las protestas que comenzaron el 28 de abril de 2021.
2 En los estudios sobre violencia, Knöbl y Hoebel (2019) realizan una crítica afín.
3 Dado el peligro, nada fantasioso, de que los militantes estudiantiles encuestados quedaran expuestos a riesgos de seguridad, la información fue anonimizada, la participación fue voluntaria y a cada militante se le dieron a conocer los usos de los resultados de los cuestionarios mediante un formato de consentimiento informado. Por otro lado, si bien dos de los autores del artículo participaron activamente del paro nacional, y esto facilitó el acceso, la generación de confianza y la comprensión de los códigos internos del movimiento estudiantil, se mitigó el riesgo de coerción blanda mediante la estructuración previa de las preguntas del cuestionario por parte de todos los autores.
Carlos Andrés Ramírez es doctor en Filosofía por la Universidad de Heildelberg (Alemania). Politólogo y filósofo de Universidad de los Andes (Colombia). Profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Sus investigaciones tratan sobre teoría política y social, movimientos sociales, religión y política. Últimas publicaciones: “Schelling: filósofo de la contingencia”, estudio introductorio a la traducción del libro de F. W. J. Schelling Introducción a la filosofía moderna, 7-59 (Bogotá: Siglo, 2025); y “Contra la historiografía renegada: epistemología y memorias de la izquierda armada”, Revista Izquierdas 53: 1-25, 2024, http://dx.doi.org/10.4067/s0718-50492024000100237. * ca.ramireze@uniandes.edu.co ✳ http://orcid.org/0000-0002-5192-3409
Pablo Pinazo-Dallenbach es doctor en Economía Agroalimentaria por la Universitat Politècnica de València (España), administrador de empresas y máster en Cooperación al Desarrollo por la Universidad de Valencia (España). Profesor permanente laboral en el Departamento de Proyectos de Ingeniería de la Universitat Politècnica de València (España). Sus investigaciones tratan sobre el impacto social de los proyectos de infraestructura y sobre las barreras al emprendimiento en Latinoamérica. Últimas publicaciones: “Disaster Risk Management, Climate Change Adaptation and the Role of Spatial and Urban Planning: Evidence from European Case Studies” (en coautoría), Natural Hazards, 2024, https://doi.org/10.1007/s11069-024-06448-w; y “Gender, Perceived Insecurity, Corruption Perception, Subjective Norm, and Household Income: A Configurational Approach to Entrepreneurial Intention” (en coautoría), Journal of the Knowledge Economy 15: 5864-5892, 2024, https://doi.org/10.1007/s13132-023-01387-6. * pabpidal@upvnet.upv.es ✳ https://orcid.org/0000-0002-5538-9979
Milena Carolina Rubiano Bran es magíster en Filosofía y politóloga de la Universidad de los Andes (Colombia). Profesional del equipo de enfoques diferenciales de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización. Sus investigaciones tratan sobre construcción de paz y el conflicto armado en Colombia. * mc.rubiano10@uniandes.edu.co ✳ https://orcid.org/0000-0001-9589-1675
Juan Felipe Lombo Albarracín es máster en Estudios Avanzados en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid (España). Especialista en Pedagogía por la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Filósofo y politólogo por la Universidad de los Andes (Colombia). Profesor asistente del Departamento de Ciencia Política y Gobierno de la Fundación Universitaria los Libertadores. * jf.lombo@uniandes.edu.co ✳ https://orcid.org/0000-0002-2611-0756