Las Consecuencias del acuerdo Reagan-Gorbachov en Francia ¿La era de las paradojas?
Christian Boudier
Investigador y profesor del Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo.
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12-14
01/01/1988
01/01/1988
El Acuerdo de Washington permitió un espectáculo paradójico en Europa: mientras se celebra el Tratado desde varios sectores en l ¿os países acostumbrados a unas discordias internas en el campo de la estrategia, la firma del mismo es objeto de un vivo debate político en Francia, país del consenso nuclear desde la retirada de la organización militar do la OTAN. en 1966.
Los protagonistas, que no responden a la tradicional división derecha-izquierda, cuestionan la suerte de la estrategia de disuasión francesa en una Europa que parece dispuesta a la desnuclearización: el Presidente de la República Francois Mitterrand aprueba el acuerdo pues permite volver a la concepción inicial de la disuasión nuclear masiva, cuya meta es impedir la guerra, apoyándose únicamente sobre la amenaza de las armas nucleares estratégicas.
Otros dirigentes como el Ministro de la Defensa, A. Giraud, y uno de los principales candidatos a la presidencia, R. Barre, condenan el acuerdo con firmeza, pues según ellos, debilita el acoplamiento Estados Unidos-Europa, y la estrategia de replica graduada de la O.T.A.N. Se trata entonces para Francia de reconstruir un escalón nuclear intermedio para occidente con suficiente credibilidad: el ministro de Defensa propuso por ejemplo. una modificación del Programa Hades para fabricar misiles "muitigolpes" en lugar de "preestratégicos". El concepto francés de "último aviso" incluido en una disuasión masiva, sería entonces reemplazado por el de "batalla nuclear" a varios niveles. A la hora cuando el ministro ce Defensa aprueba por primera vez la replica graduada, sería otra paradoja histórica que Francia se acercara a esta estrategia mientras la O.T.A.N parece alejarse de ella.
En realidad conviene matizar las consecuencias estratégicas para Francia según el curso dado al acuerdo: la dinámica del Tratado de Washington (eliminación de los misiles Pershing y S.S. 20 de 1000 a 5000 kilómetros de alcance) deberían permitir una Segunda Opción Zero (500 a 1000 kilómetros de alcance). En este caso, el peligro estaría concentrado en las dos Alemanias, con la presencia de misiles a muy corto alcance (menos de 500 kilómetros). El inconveniente de estas armas es que son capaces únicamente de matar a Alemanes del Oeste y del Este ("The shorter the range, the deader the Germans"); podrían entonces aumentar las tendencias al pacifismo y al neutralismo de la República Federal, en razón a la Óstpoütik.
Dado que esas armas parecen asustar más a los países protegidos que disuadir a la URSS, Francia teme una Triple Opción Zero que suprimiría la última barrera propia nuclear en Europa, poniendo su propia fuerza en primera fila. Además, amenazaría la estrategia de la Alianza Atlántica, pues sería confrontada a la superioridad del Pacto de Varsovia en el campo del armamento convencional. Así. París esta decidido a oponerse a cualquier negociación que propondría una supresión del armamento nuclear táctico en Europa a cambio de una reducción de las fuerzas clásicas soviéticas. En ese campo Gorbachov tiene, en efecto muchas herramientas: un informe de la Unión Europea Occidental (U.E.O.) de noviembre de 1987. Muestra que la evaluación de las fuerzas soviéticas es exagerada, que ciertos modos de cálculo son aberrantes, y que muchos de los tanques son anticuados. Sin embargo, esas cifras ofrecen a Gorbachov la oportunidad de hacer irresistibles ofertas de desarme convencional en Europa, sin que la potencia real del ejército rojo sea debilitada.
El motivo de la crisis entre Paris y Bonn podría ser la consecuencia del riesgo de una Triple Opción Zero. No obstante, el argumento de la reducción de la presencia militar estadounidense en Europa representa un motivo actual de fortalecimiento del eje franco-alemán.
Si algunos dirigentes se atreven a evocar la Conferencia de Munich de 1983 para caracterizar el acuerdo de Washington la referencia más corriente y aceptada parecer ser la de Yalta: la desnuclearización se hace sin Europa, sin tener en cuenta sus imperativos de seguridad.
Por eso, el tratado entre los dos bloques es percibido de manera consensual como la "palanca que impone el coletazo" (J. Chirac) en el campo de la defensa europea. Dentro de lo que seria la tercera potencia militar en el mundo, el papel de Francia provoca un debate en materia nuclear. En el campo del armamento clásico, el consenso se hace acerca de la necesidad de construir una defensa convencional europea lo suficientemente disuasiva para enfrentar al Pacto de Varsovia: de aquí la profundización del ej e franco-alemán (maniobras comunes — "Gorrión Intrépido"— entre los dos ejércitos), la cooperación creciente con España e Italia para reforzar la OTAN en la cuenta del Mediterráneo (el motivo de esa consolidación es, también, el surgimiento de una nueva fuente de tensión para Europa debido al integrismo islámico y las crisis en África)y los proyectos de colaboración en la industria de las armas.
En cuanto a lo nuclear, el debate sobre el papel de Francia refleja lo enunciado sobre la estrategia de disuasión: los partidarios de la réplica graduada quisieran que Francia se hiciera cargo de la protección de Europa con misiles tácticos que serían desplegados en Alemania Federal.
Los otros, entre los cuales está el Presidente Mitterrand, dudan de la capacidad de las armas tácticas francesas para defender Europa (tanto más cuanto que asustan a los alemanas). y proponen un regreso a la disuasión masiva.
Sin embargo, esa opción no sería sinónimo de ostracismo y aislamiento: Francia puede seguir manteniendo la ambigüedad sobre la definición de sus "intereses vitales", que Paris pueda ampliar hasta el Elba.
Pero no podría ir más allá ya que lo nuclear-estratégico por naturaleza parece excluir la alianza militar tradicional cuando un Estado puede temer las represalias masivas. Además, Francia no quiere involucrarse en una protección automática que provocaría unas controversias inagotables sobre su propia credibilidad (ver, la literatura sobre el "paraguas" norteamericano) e imaginar los debates sobre lo que será técnicamente la "sombrilla" francesa. y tampoco puede compartir la responsabilidad de una "doble llave" con la República Federal de Alemania, en caso de defensa nuclear europea. El propio Presidente de la República dijo, recientemente, que rechazaría todo lo que podría afectar la credibilidad de la disuasión y en primer lugar la extensión de la garantía nuclear a la República Federal.
Por eso, no se puede esperar más, en ese campo, que un acuerdo como el reciente, que prevé una consulta previa automática de Boon por Francia, en caso de utilización de sus armas nucleares tácticas.
En realidad, muchos expertos en Francia consideran esas discusiones vanas (incluso peligrosas porque cuestionan la disuasión de los Estados Unidos y sirven así a la URSS cuya meta estratégica desde los cincuentas es romper el acoplamiento entre Europa y Washington). El Tratado de eliminación de las fuerzas nucleares intermedias no tiene, de hecho, consecuencias fundamentales para la defensa de Europa ni tampoco para Francia.
Primero, porque la desnuclearización es sobre todo un discurso y se necesitan muchos años para cumplir y averiguar esa primera opción zero. Además, el escudo nuclear de Europa no se reduce a los cohetes Pershing (hay también por ejemplo misiles nucleares en los submarinos), y siguen existiendo las fuerzas disuasivas de Inglaterra y Francia.
Segundo, porque el acoplamiento Estados Unidos-Europa no está más afectado que antes por el Acuerdo de Washington: sobre el viejo continente permanecen 300.000 soldados americanos y también fuerzas nucleares de corto alcance. Los Pershings fueron una respuesta a la presión de los S.S. soviéticos, y es un error ver en ellos el único símbolo de la protección norteamericana.
Por último, la disuasión nuclear es sobre todo una cuestión psicológica de voluntad: por eso, lo importante no es la ubicación geográfica de misiles sino la determinación política de los Estados Unidos de defender a Europa. Así. los misiles Tomahawk (4.000 a 5.000 kilómetros de alcance) sobre algunos barcos son muy viables para la defensa de Europa, incluso más que los Pershing ya que la utilización de esas armas no necesitaría la autorización del canciller alemán.
A modo de conclusión, convendría destacar de nuevo esta cita de Raymond Aron que decía en 1962: "La disuasión es una prueba de voluntades de la que la técnica de armamento y de los vehículos vectores determina las condiciones mas no la salida".