Sección: Política Mundial
El acuerdo Reagan-Gorbachov y América Latina
Francisco Leal Buitrago* y Juan Gabriel Tokatlian**
* Director, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia.
** Director. Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes.
La crisis económica por la que atraviesa el mundo no ha encontrado ningún principio de solución. Aunque teóricamente se puede vislumbrar un mejor ambiente para una salida al problema, con decisiones como un nuevo pacto que reemplace los principios establecidos desde 1944 en Bretton Woods adicionados con los acuerdos del GATT. las incertidumbres hacen que el régimen capitalista que determina el curso del planeta se aferré a los cánones con que ha operado al menos en los últimos 40 años. La aguda situación económica desfavorable de los Estados Unidos, condimentada por el rápido deterioro de la imagen del presidente Reagan, ha obligado a reducir el malgasto, comenzando por el presupuesto militar. Esta necesidad ha propiciado la incubación de medidas que en un contexto conservador aparecen como drásticas y que presentan perspectivas que pueden inducir una reducción en los estrambóticos gastos militares. Tal es. en forma simple, el cuadro norteamericano que desembocó en la reciente firma de un convenio en Washington que puede revertir la tendencia armamentista observada hasta ahora desde la Segunda Guerra Mundial.
La economía soviética, a su vez, no ha podido sustraerse de lo que ocurre en el mundo capitalista. No obstante algunos intentos autárquicos con sus aliados, la URSS hace parte orgánica del sistema dominante. El solo hecho de competir en el plano militar trastoca todo el engranaje de su organización social. Y hasta allí llegan los efectos de la recesión, despertando necesidades de revisión de sus rígidos patrones de concepción socialista. Como en la crisis norteamericana, las pretensiones de solución económica del nuevo gobierno soviético exigen una redistribución de sus excesivos gastos militares. Pero para que ello pudiera tener cierta viabilidad se requeriría un cambio de concepción, no sólo dentro de las fronteras del Estado, sino en las mismas consideraciones estratégicas planetarias. Este es el indudable gran logro del nuevo líder soviético, que ha podido compaginar con su iniciativa los intereses de su país con los anteriores irreconciliables de los Estados Unidos, en una decisión bilateral que involucra por sus efectos a todo un universo cada vez más integrado como sistema.
En síntesis, no todos los efectos de una mala situación económica pueden ser negativos. Al menos en el plano político, sus consecuencias pueden llegar a ser constructivas, dando cabida a que bajo mejores circunstancias en el campo de las confrontaciones del poder, el futuro económico pueda ser más halagüeño. Mirado en forma positiva, esto es lo que parece haber acontecido a raíz del convenio de desarme de los misiles de mediano y cortó alcance.
La combinación de ingredientes esenciales
Este "pacto histórico es. sin duda, el resultado de varios factores que, en forma entrecruzada y compleja, condujeron a la firma del acuerdo Reagan-Gorbachov. En primer lugar, ya hicimos mención a una variable estructura fundamental: las economías de las dos superpotencias no muestran la posibilidad de sostener, permanentemente, una carrera armamentista que lentamente desangra a las dos sociedades.
En segundo lugar, el elemento "prestigio" jugó un papel importante. Gorbachov que había tomado la iniciativa desde la cumbre de Islandia a finales de 1986, necesitaba reasegurar su imagen de conciliador, hombre de paz y hábil diplomático. El tratado firmado fortalece aún más su prestigio internacional y definitivamente lo coloca como el líder soviético más lúcido e intrépido de las últimas décadas. Ronald Reagan, por su lado, necesitaba recuperar el terreno perdido y modificar una imagen mundial y doméstica gradualmente erosionada por su aparente falta de voluntad para propiciar el desarme y por las consecuencias del escándalo Irán-Contras.
En tercer lugar, están las consideraciones sociales. En las dos superpotencias así como en Europa (Occidental y Oriental), los movimientos a favor del desarme, la coexistencia y la distensión fueron ganando espacio y generando mecanismos de presión que no podían pasar inadvertidos para los diversos gobiernos. Multitudinarias manifestaciones, contactos bilaterales de pueblo a pueblo, eventos científicos y culturales, sin distinción de países y sistemas, fueron creando unos canales de expresión social que decididamente influirían sobre las diferentes administraciones.
En cuarto lugar, los factores políticos también intervinieron. Cada mandatario actuó en función de sus propias realidades nacionales políticas y partidistas. Reagan deseaba dejar una "herencia" de paz capitalizable por el partido republicano en las próximas elecciones. Gorbachov requeriría consolidar su control político interno, aislando a los elementos duros y más ideológicos a nivel del partido y en el Kremlln. Para ambos, el pragmatismo por sobre las ideologías era más importante y para ello actuaron con una alta cuota de realismo.
En quinto lugar, las cuestiones estratégicas también cumplieron un papel central. La Unión Soviética rompe, de alguna manera, el bloqueo que se había producido con la instalación de misiles norteamericanos en el corazón europeo y el acercamiento chino-norteamericano desde mediados de la década de los setenta. Se distensiona el frente occidental, se tienden puentes nuevamente con Estados Unidos luego de los acuerdos Salt II, nunca rectificados por el Congreso norteamericano, y se disminuye el fortalecimiento del eje Pekín-Washington. Por su parte, Estados Unidos logro' que no se incluyeran en las conversaciones las fuerzas disuasivas propias de Gran Bretaña y Francia, las armas nucleares tácticas de hasta 311 millas de alcance, ni los bombarderos F-111 capaces de transportar y lanzar cargas nucleares en Europa Oriental. No se agrieta, por lo tanto, la alianza occidental de la OTAN, se redujo el nivel de tensión en el epicentro europeo, manteniendo ventajas [1]considerables en los sistemas tácticos aire-tierra y en términos de fuerzas navales respecto al Pacto de Varsovia. Ello explica, en gran parte, por qué el tema de la superioridad convencional del bloque socialista no significó una barrera infranqueable para los acuerdos
Por último, en términos tecnológicos se está frente a una gran transformación de profundas implicaciones. El desarrollo naval de ambas superpotencias está desplazando la concentración sobre fuerzas terrestres como primera línea de posible combate. Los desarrollos en el campo aéreo, y en particular en el espacio con sistemas defensivos de una inmensa complejidad, está concentrando mayores recursos: en especial en Estados Unidos con el proyecto de la Iniciativa de Defensa Estratégica. De allí la insistencia soviética en que Estados Unidos cumpla con los requisitos del Tratado de Misiles Antibalísticos (A.B.M.) de 1972 por los próximos 10 años.
La lucha por el avance y la ventaja tecnológica en el campo militar se convertirá en la fuerza motriz para impulsar un retorno a la supremacía militar norteamericana, lo cual preocupa a los soviéticos. Por el momento no hay ni vencederos ni vencidos en este terreno, pero en ese campo se dirimirá el futuro de paz o no de la humanidad.1
¿Es Probable el Condominio?
Con marcado interés, los ocho presidentes latinoamericanos, reunidos en la reciente Cumbre de Acapulco, sostuvieron en el documento final del encuentro que observaban "con beneplácito los avances en las negociaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética para lograr acuerdos en materia de eliminación de proyectiles nucleares de corto y mediano alcance"; los cuales finalmente se consumaron con el acuerdo Reagan-Gorbachov. "Sin embargo —añaden— estos esfuerzos se hacen al mareen del sistema multilateral y. en especial, de la Conferencia de Desarme de Ginebra (en la cual existe representación latinoamericana). Por lo tanto, deberán complementarse con un esfuerzo de los mecanismos multilaterales contenidos en la Carta de las Naciones Unidas, con miras a la efectiva participación de toda la comunidad internacional en la seguridad, la preservación de la paz y la cooperación".2
A esta evidente preocupación por el debilitamiento de los instrumentos y conductos multilaterales, en favor de canales y procesos bilaterales a nivel de las superpotencias, se agrega el hecho de que ya se ha tornado casi permanente en las últimas cumbres URSS-EEUU. incluir en su agenda los así denominados "conflictos regionales". Con poca información y mucha especulación, se desconoce a ciencia cierta no sólo el contenido de las discusiones sobre este tema, sino también el grado de compromiso alcanzado entre las partes. Una hipótesis optimista es que por ese medio se logra una distensión efectiva en los diversos escenarios de confrontación en el Tercer Mundo. Lo evidente es. no obstante, que en la actualidad no hay ningún conflicto regional iniciado en la década de los setenta que se haya reducido o resuelto.
Ello abre dos alternativas: que estos enfrentamientos ya exacerbados por años de combate y desangre continúen durante esta década, sin alterar el balance de poder Este-Oeste (ni, en forma concomitante, hallar soluciones a la raíz Norte-Sur de la mayoría de ellos), o que estemos asistiendo al comienzo de un nuevo periodo. Este privilegiaría una lógica transaccional a nivel de las grandes potencias, para neutralizar determinados conflictos con una racionalidad de reciprocidad de acuerdo a sus históricas áreas de influencia.
Gorbachov fue enfático al señalar que la "coexistencia" no equivalía a la "convergencia". Esto es acertado si se interpreta como la no transformación interna del modelo socioeconómico soviético a favor de una lógica de mercado o la irrenunciable existencia de un esquema socialista: Sin embargo, un mecanismo de "corresponsabilidad" de los asuntos mundiales ( lo cual implica el definitivo reconocimiento norteamericano del status de superpotencia de la Unión Soviética y la enorme dificultad de recomponer su hegemonía restricta en la política mundial podría conducir a una suerte de condominio flexible con zonas vitales para ambas par: áreas intermedias y márgenes periféricos, trasladándose el epicentro de control conflictivo del Atlántico hacia el Pacífico, a través de un despliegue de mayor poderío naval de ambas superpotencias. Este escenario —no descartable— sin embargo es difícil de materializar. Las estrategias más sofisticadas fracasan a la luz de las profundas transformaciones que van sacudiendo las relaciones internacionales contemporáneas.
¿Más Autonomía para América Latina?
Quizás con excepción de Europa Occidental, los efectos del tratado entre Reagan y Gorbachov son fundamentalmente políticos. No obstante las motivaciones económicas que la crisis del dólar como patrón monetario internacional y la implementación de la perestroika tuvieron sobre la gestación del tratado, y a pesar de la reorganización militar europea que parece emerger a partir de su implementación. las consecuencias que se ven venir son típicamente políticas, al menos a nivel de las expectativas. Cabe acotar que estos resultados políticos también pueden abrir las puertas a un mayor acercamiento económico comercial entre Latinoamérica y el bloque socialista.
Para el contexto latinoamericano es posible prever que la identificación de sus conflictos domésticos con la confrontación Este-Oeste sufra una diferenciación, con lo cual se podría dar un gran paso para un claro mejoramiento. El caso centroamericano y caribeño es el más notorio. La injerencia real y supuesta de las dos .grandes potencias ha impedido que se pueda llegar a una solución. Nicaragua seguramente logre alcanzar la mínima autonomía requerida para implementar una democracia, cuestión que redundará en beneficio de conflictivos países como El Salvador. Honduras y Guatemala. Y probablemente se podrá abrir paso la idea de que Cuba comience a recuperar su largamente negada condición de país latinoamericano.
En cuanto a los esfuerzos de democratización en Suramérica, podrían contar con una mayor seguridad en sus iniciativas, pues los gobiernos dictatoriales ya no podrán contar entre sus estímulos la defensa a toda costa del concepto de civilización occidental reforzado por la guerra fría. A partir de los países que han salido de sus dictaduras y de aquellos que las han eludido, como Colombia y Venezuela, sería factible asegurar también la relativa independencia de la política exterior de México, sin que sea interrumpida, como lo ha sido en los últimos años, por la polarización del conflicto centroamericano. Con ello, se abriría la posibilidad de que los ensayos que le han hecho de transitorios grupos internacionales, como Contadora y el más permanente del Grupo de los Ocho, tenga la oportunidad de establecerse con menores prevenciones de las grandes potencias. Sin duda, los periodos más álgidos de guerra fría han limitado las acciones reivindicativas de las naciones dependientes. Por eso, la distensión que se presagia facilitaría una mayor libertad de acción a América Latina. No obstante en el piano económico se podría intensificar una tendencia que comenzó a tomar forma en la presente década: dos Latinoamérica. la una centroamericana y mexicana, cada vez más integrada económicamente al hemisferio norte (EEUU y Canadá), y la otra, suramericana, con posibles mayores grados de inserción diferencial en la economía mundial.3
Por otra parte, y a pesar de la exclusividad en el protagonismo y la decisión ejercidas por Estados Unidos y la Unión Soviética en el proceso del tratado, que se manifestaría en la posibilidad del condominio, la tendencia hacia la formación de nuevos centros de poder mundial puede acrecentarse. El debilitamiento económico norteamericano frente a Europa, Japón y otras naciones menores emergentes, y la prioridad que los soviéticos parecen estarle dando a su reestructuración interior, dan pie para pensar que los países de América Latina tengan mejores perspectivas para mirar más autónomamente hacia Europa e incluso hacia el Pacífico. Naturalmente que las ataduras de su enorme deuda externa dificultaran sus movimientos en forma separada de los Estados Unidos, pero una definición más clara y menos estrecha de las zonas de influencia de los dos colosos militares, como consecuencia de su distensión política, facilitarán posibles soluciones al endeudamiento con mayor participación de otras latitudes.
El acuerdo Reagan-Gorbachov vuelve a colocar sobre la mesa de discusión la necesaria colaboración y concertación latinoamericana para maximizar su margen de acción y de inserción mundial. La realidad del Grupo de los Ocho demuestra una clara tendencia en esa dirección. No obstante, lo que deseamos poner de relieve es la imperiosa necesidad de generar un régimen de seguridad latinoamericana. Como bien señala el experto chileno Augusto Varas, se trataría de "un sistema de seguridad regional propio, producto de una resolución endógena, que no trate de lograr un papel protagónico de América del Sur en materias estratégicas, sino una cooperación, protegiendo y al mismo tiempo desarrollando intereses comunes de largo plazo en el plano de la defensa".4
Ello implicaría buscar mecanismos para un entendimiento regional en la reducción del gasto bélico y la posibilidad de ir pensando en formas integradoras de producción de armamento defensivo y para fines de defensa externa de la región. Igualmente, habría que establecer un sistema regional obligatorio para la solución pacífica de conflictos y controversias, un decidido compromiso multilateral de no participación en la disputa global Este-Oeste, y la ratificación por todos los países de la región del Tratado de Tlatelolco para la proscripción de las armas nucleares en América Latina. para evitar que ninguna de las superpotencias esgrima el argumento de una falta de consenso y compromiso regional para transportar naves con armamento nuclear, entre otras medidas.
Existen varios instrumentos internacionales a los que la totalidad de América Latina debería adherir. En el caso colombiano, nos referimos al Protocolo de Ginebra sobre la prohibición del uso bélico de gases asfixiantes, venenosos y otros y sobre métodos de guerra bacteriológica, el Tratado que prohíbe el uso de armas convencionales exclusivamente dañinas o no discriminatorias. Al mismo tiempo, se podrían ratificar otros instrumentos como el Tratado de prohibición parcial de experimentos nucleares en la atmósfera, en el espacio exterior o bajo el agua, el Tratado sobre principios que rigen la exploración y otros usos del espacio exterior, incluidos la luna y otros cuerpos celestes, y el Tratado que prohíbe la instalación de armas nucleares u otras armas de destrucción masiva en el lecho, el suelo o el subsuelo del mar.
Distensión en Colombia
La posibilidad de un diálogo directo entre los mandatarios de las dos superpotencias y la concreción de acuerdos norteamericano-soviéticos impulsan la expectativa de una mayor distensión y una menor polarización internacional. El realismo y el pragmatismo se impusieron sobre las visiones maniqueístas y las concepciones hiperideologizadas. Las negociaciones superaron los escollos que se temían y permitieron descongelar una atmósfera internacional cercana a los periodos mas calientes de la "guerra fría".
Si existe la posibilidad de una señal hacia el entorno mundial, de un mensaje que pudiera transferirse a otras latitudes, ce una necesidad de diálogo y no polarización que podría trasladarse a diferentes escenanos, entonces sena valioso considerar el significado de esta última cumbre Reagan-Gorbachov para Colombia.
Probablemente, la nueva situación internacional creada por los recientes acuerdos brinde la oportunidad interna de reflexionar en torno a la morigeración de posiciones y tácticas, a la no transferencia doméstica del conflicto Este Oeste, a un llamado a la distensión y el diálogo.
Culturalmente (esto es. en términos del apoyo e impulso a la democracia, al pluralismo, al respeto de los derechos humanos, a la convivencia de ideologías y pensamientos, a las libertades, derechos y garantías de los ciudadanos, entre otros) Colombia pertenece a Occidente, pero no puede asumir un compromiso estratégico que recorte su poder negociador internacional y su margen de inserción diversificada en el concierto de naciones o que lesione sus legítimos intereses nacionales
En la página 253 del reciente informe de la Comisión de Estudios sóbrela Violencia 5 se recomienda como un hecho que ayudaría a distensionar la situación política interna rechazando la vía armada como alternativa de toma de poder, la visita al país del líder Mijail Gorbachov dentro del marco del periplo que realizará en1988 por varios países latinoamericanos. Esto oxigenaría el clima político, reforzaría las gestiones de paz del gobierno, advertiría a los sectores más duros e intransigentes sobre la necesidad de una vía pacifica y legitima de lucha política, y brindaría al país una enorme proyección internacional.
En un clima de distensión mundial, la confrontación militar interna perdería su sentido, siempre y cuando las fuerzas renuentes al cambio den vía libre a reformas que posibiliten un espacio de convivencia democrática.
1. El contenido del Acuerdo Reagan-Gorbachov se puede leer en la Sección Documentos de esta publicación.
2. Ver el Documento Oficial del Grupo de los Ocho, México, noviembre de 1967 121 páginas).
3. Este argumento lo desarrolla ampliamente Carlos Rico en su ensayo "Crisis ¿y recomposición? de la hegemonía norteamericana. Algunas reflexiones en torno a la coyuntura internacional en la segunda mitad de los ochenta. En Luís Maira (ed.) ¿Una Nueva Hegemonía Norteamericana? Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano. 1986.
4.Augusto Varas, "De la Competencia a la Cooperación Militar en América Latina", en Augusto Varas (comp.) Paz. Desarme y Desarrollo en América Latina. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, P 13