Palabras del señor presidente de la República, doctor Ernesto Samper Pizano, en el saludo anual del cuerpo diplomático.
Ernesto Samper Pizano
presidente de la República
es
49-51
01/01/1995
01/01/1995
Santafé de Bogotá, D. C. febrero 8 de 1995
Pocas veces, como ahora, los asuntos internacionales habían sido tan determinantes para que un país pudiera alcanzar sus objetivos esenciales. La interdependencia entre las naciones, la globalización de fenómenos que antes eran nacionales, y los increíbles avances en las comunicaciones y el transporte, han llevado a que la mayor parte de los procesos relevantes para una nación se relacionen con eventos que se originan por fuera de sus fronteras.
Aun para un país como Colombia, que durante años se volcó hacia adentro y que tuvo menos migraciones y contactos con el mundo exterior que otras naciones semejantes, hoy en día sus esperanzas tienen una estrecha relación con lo que acontece en otras partes: por eso nos estamos abriendo al mundo. No sólo porque estamos colocados en el ojo del huracán de los grandes asuntos globales, sino porque formamos parte de una misma aldea, en la cual está en juego parte de nuestro destino.
La política exterior de Colombia cambiará para ajustarse a la nueva realidad.
No basta que tengamos relaciones dinámicas con un pequeño conjunto de países: estamos obligados a extender puentes con todas las naciones.
No podemos limitarnos a una visión de corto plazo: tenemos que mirar hacia adelante y prepararnos para horizontes que todavía no alcanzamos a vislumbrar.
No nos conviene anclarnos a viejas concepciones parroquiales: tenemos que involucrarnos en las prácticas más universales que serán típicas del siglo XXI, haciendo familiares palabras y conceptos como competitividad, biodiversidad, buen gobierno.
No es suficiente tener respuestas para los interrogantes de hoy: tenemos que conocer cuáles serán las preguntas del mañana.
La nueva política exterior de Colombia tendrá como parámetros la universalización y la diversificación.
La apertura económica que estamos llevando a cabo no se puede limitar a la búsqueda de un comercio más dinámico con las naciones que tradicionalmente han sido nuestras principales contrapartes.
El Asia pacífica, a la cual nos une el gran océano que durante siglos nos separó y sobre el cual tenemos 1.600 kilómetros de costas, se está constituyendo en el eje principal de las relaciones económicas internacionales. Un eje al cual queremos aproximarnos.
Con Europa, donde con frecuencia encontramos una mejor comprensión de nuestros problemas, esperamos estrechar nuestras relaciones políticas y culturales. La Unión Europea es el segundo socio comercial de Colombia, y existen todavía mayores oportunidades de expansión dentro del régimen de preferencias arancelarias recientemente renovadas como reconocimiento a los esfuerzos que Colombia ha hecho en la lucha contra el narcotráfico.
Con Estados Unidos, aliado natural y geográfico, nos interesa fortalecer nuestros vínculos sobre bases claras de amistad y dignidad, y dentro de una idea ambiciosa de unidad hemisférica.
El mundo en desarrollo no podemos dejarlo a un lado. Las características actuales de las relaciones internacionales demandan la construcción de lazos de solidaridad que nos permitan fortalecer nuestra capacidad de negociación. El Movimiento de Países No Alineados, reorientado hacia una agenda que lo haga relevante para el nuevo siglo que ya se asoma, es un excelente instrumento para construir esos nuevos lazos de solidaridad.
Al enumerar las zonas hacia las cuales nuestra política exterior necesita una presencia renovadora no puedo dejar de lado las naciones americanas, nuestras hermanas. También aquí, en nuestro continente, se requieren nuevos vientos como los que soplaron durante la reciente Cumbre de las Américas convocada por el presidente Clinton. Un esquema de cooperación novedoso, inspirado en los documentos y acuerdos allí elaborados, abrirá para nuestras naciones grandes oportunidades de progreso.
También es hora de repensar, para fortalecerla, la integración latinoamericana y del Caribe. Más que nunca, la unidad de nuestros pueblos es una necesidad para responder a las nuevas realidades que, descritas por el economista Lester Thorow en su reciente visita a Colombia, son las de una época de tránsito de la guerra fría a la guerra comercial.
Formulo votos por un rápido acuerdo que ponga fin al conflicto que ha dividido a Ecuador y Perú. Aún es tiempo de obrar con generosidad y cabeza fría para definir una fórmula de cese al fuego, desmilitarización de las zonas de conflicto y acción neutralizadora de los garantes mientras se llega a un arreglo definitivo. Renuevo a los amigos presidentes de Perú y Ecuador la voluntad mediadora del Gobierno colombiano que hemos venido ejerciendo desde hace varias semanas. Sabemos que la paz es más difícil que la guerra porque para hacer la primera se necesitan dos voluntades y para la segunda con una sola basta. No obstante, tenemos fe en que estos dos países amigos sabrán alcanzar una fórmula de paz duradera como la reclama todo el continente.
En el presente año se cumplen 50 años de la creación de la Organización de las Naciones Unidas. Diversas instituciones están estudiando propuestas con relación a una eventual reforma de la Carta de San Francisco que ponga a tono la Organización con el mundo de hoy. Mientras en sus inicios la Organización tenía 45 miembros, entre los cuales estaba Colombia, hoy el número se ha elevado a 185. Es necesario acomodar las instituciones del sistema a la nueva institución.
Desde la firma de la Carta de San Francisco, Colombia ha compartido sus ideales esenciales y ha luchado por ellos con firmeza y convicción. Ahora, cuando se inicia su segundo cincuentenario, de la misma manera trabajaremos por su democratización y actualización. De alguna manera, el fin de la guerra fría le ha abierto a la comunidad de las naciones la oportunidad que soñaron los redactores de la Carta de San Francisco y que fue postergada por el conflicto por la hegemonía mundial entre los grandes actores de la "guerra fría".
Cooperación y solidaridad, en efecto, han dejado de ser términos retóricos e idealistas para formar parte de la realidad del mundo contemporáneo.
Cooperación y solidaridad son, precisamente, las guías de la acción que llevará a cabo Colombia como presidente del Movimiento de Países No Alineados desde el próximo mes de octubre.
Los conceptos que en 1955 sirvieron como base para la creación del Movimiento han sido superados por las realidades. El colonialismo y el Apartheid son afortunadamente especies en vías de extinción, y el fin de la guerra fría hace difícil la concepción del no alineamiento.
Sin embargo, la búsqueda de un sistema internacional justo no solamente está vigente sino es más necesaria que nunca. Es cierto que ha habido una transformación fundamental en las relaciones Este-Oeste, pero también lo es que persisten grandes diferencias sociales y económicas entre el Norte y el Sur. Una nueva solidaridad entre los países en vía de desarrollo es fundamental para darle efectividad al proceso de cooperación que demandan los nuevos tiempos.
Tenemos que dejar atrás el conflicto como eje central de la acción del Movimiento, y remplazarlo por un concepto moderno de cooperación. Tenemos además que convenir una nueva agenda.
Los grandes asuntos de la agenda global deben asumirse desde una perspectiva de Sur. Así lo requiere la búsqueda de un sistema justo y equilibrado de comercio, la ejecución de un sistema alternativo de desarrollo que tenga como prioridad acabar con la pobreza, la lucha contra el narcotráfico, la defensa del medio ambiente y la transferencia de conocimiento, ciencia y tecnología, para citar sólo algunos temas.
Una labor renovada de los No Alineados, en esta dirección, será una nueva contribución a la paz entre las naciones, como en su momento lo fueron la lucha contra el apartheid y contra el colonialismo.
Permítanme, para finalizar, referirme a uno de estos asuntos globales que requieren de una mejor acción global de parte de toda la comunidad internacional: el problema de las drogas ilícitas. Más que ningún otro, este es un asunto en el cual su naturaleza se ha internacionalizado más rápidamente que sus soluciones. El consumo, el tráfico y las ganancias siguen aumentando a pesar de las acciones que a altísimos costos, han llevado a cabo naciones como Colombia.
Ante esta irritante realidad, surge la tentación de caer en recriminaciones mutuas que, con el ánimo de buscar transferir a otras espaldas la carga que demanda la lucha de cada quien, sólo nos alejan de la solución de la crisis. Los estupefacientes ilícitos se vinculan en una larga cadena de eslabones de países, procesos y personas: la producción de materia prima, la transformación, la distribución, el consumo, el lavado de dólares, la desviación de precursores químicos y el comercio de las armas que disparan los narcoterroristas.
Si alguna lección dejan las frustraciones de las estadísticas crecientes que en todos los órdenes están mostrando las actividades relacionadas con la droga, es que la cooperación internacional tiene que mejorar para que sea más efectiva. El compromiso de todas las naciones a este respecto será un objetivo de la política internacional para el cual trabajaremos sin limitación alguna.
Ayer presenté las bases de la Política Antidrogas de mi gobierno, queremos convenir con los países que ustedes representan formas efectivas de cooperación externa para asociarnos todos en esta gran batalla que es una batalla de la humanidad por su propia supervivencia y la de sus jóvenes.
Señores embajadores, señoras y señores:
Colombia es un país que basa su comportamiento internacional en la defensa de principios esenciales: la solución pacífica de los conflictos, la no intervención, la defensa del derecho internacional y la libre determinación de los pueblos.
No somos un peligro para nadie: somos aliados de todas las causas nobles.
Me siento orgulloso de ser colombiano, y de ser presidente de mi país, porque conozco el inmenso potencial de nuestra clase trabajadora, la inagotable creatividad de nuestra mente colectiva, y nuestra capacidad, cercana a lo heroico, para superar las adversidades.
También me siento orgulloso, en el país de García Márquez, de nuestra capacidad para soñar y de convertir los sueños en realidad. La realización del sueño de un mundo más justo, pacífico e igualitario, contará siempre con Colombia como un soldado ansioso de entrar en la batalla.
Muchas gracias.