Estados Unidos-América Latina: ¿hacia una mayor cooperación?

Martha Ardila

Politóloga internacionalista. Directora General para Europa del Ministerio de Relaciones Exteriores. Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no comprometen a la institución para la cual trabaja.

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10-17

01/04/1996

01/04/1996

Presentación

Tradicionalmente, las relaciones entre América Latina y los Estados Unidos se han cimentado y ejecutado con base en lineamentos profundamente ideológicos. Sin embargo, en la actualidad, presentan un carácter pragmático y económico. Esto de ninguna manera significa que las relaciones estén libres de conflicto. Persisten temas que ocasionan tensión aunque la gran mayoría de ellos, dentro de una creciente globalización e interdependencia, se orienten hacia la cooperación. Muchas veces las tensiones se originan en torno a la manera de abordar aspectos relacionados con las drogas ilícitas, los derechos humanos, la migración, y en menor medida, con situaciones regionales como la de Cuba.

Estados Unidos requiere de América Latina para lograr una recuperación hegemónica y necesita de mayores flujos de inversión y comercio. De ahí su impulso a la conformación de una zona de libre comercio hemisférica, cuyo propósito se señaló en la Cumbre de las Américas, celebrada en Miami en diciembre de 1994. Sin embargo se carece de consenso y de un criterio uniforme regional frente a este objetivo.

Las relaciones entre Estados Unidos y América Latina han variado a lo largo del siglo veinte. A continuación se presentará una periodización de las relaciones interamericanas.

Periodización de las relaciones interamericanas

Las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina han atravesado diversas etapas:

Expansionista: desde la Independencia hasta 1945

Durante este período, a Estados Unidos le interesó el expansionismo territorial y el control marítimo que garantizara su intercambio comercial. En este sentido, la ubicación geoestratégica de países localizados en el Caribe y Centroamérica acapararon la atención norteamericana. Interesaba la construcción de un canal interoceánico, bien fuera en Nicaragua, el istmo de Tehuantepec o Panamá.

Con miras a la expansión se anexó Lousiana (1803) y las Floridas (1810 y 1821).

Asimismo, de 1853 a 1883 el capital británico penetró en América Latina y permaneció hasta los años veinte cuando fue sustituido por el norteamericano.

Hegemonía norteamericana y bipolaridad mundial: de 1945 a 1960

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en la principal potencia hegemónica mundial. Con el surgimiento de la antigua Unión Soviética y en particular con la fabricación de la bomba atómica, se inició una bipolaridad militar, económica y política que se prolongaría hasta los años sesenta. En este contexto se originaron instituciones militares, políticas y económicas que ampararon y legitimaron las acciones norteamericanas relacionadas con la intervención, entrenamiento de personal y consecución de armas, entre otras. En ellas se fundamentan la Doctrina Traman y el Plan Marshall, la Junta Interamericana de Defensa (1942), el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR (1947), Acuerdos de Asistencia para la Defensa Mutua (1952); y en lo político, la ONU y la OEA (1948) así como en lo económico, se originan el GATT, el FMI, y el Banco Mundial.

Anticomunismo y Reformas: de 1960 a 1970

La Revolución Cubana y la Alianza para el Progreso constituyen los dos hechos más importantes que afectaron las relaciones entre Estados Unidos y América Latina durante este período. Debido a la ubicación geoestratégica cubana, Estados Unidos temía la expansión de la revolución en América Latina, como en efecto sucedió con los liderazgos del Che Guevara y Camilo Torres, y el avance del movimiento armado latinoamericano, basado en la teoría del foco que consistía en que con la existencia de un centro guerrillero se produciría la revolución.

Teniendo presente esta situación, durante el gobierno de John F. Kennedy se implementó una política exterior más pragmática con rasgos mesiánicos y liberales wilsonianos y con cierta tendencia a evitar cambios violentos en la región. La política reformista dirigida hacia América Latina fue paralela a la doctrina contrainsurgente que se aplicaría en Vietnam y, más adelante, en Centroamérica. Por medio de la Alianza para el Progreso se desarrollaron una serie de medidas económicas como la reforma agraria y de vivienda, que equivocadamente se suponía conducirían a cambios políticos e institucionales. No obstante, esta visión mecanicista y causal-lineal fracasó y, por el contrario, la Alianza para el Progreso fortaleció la derecha latinoamericana y fomentó dictaduras militares en la región. El gobierno norteamericano actuó independientemente de las élites latinoamericanas[1].

La Alianza para el Progreso demostró el fracaso que significa imponer soluciones externas a los problemas domésticos. Su visión global no diferenció, por ejemplo, los movimientos marxistas de los nacionalistas, ocasionando contradicciones en las capas dominantes locales.

Nuevos actores internacionales: de 1970 a 1989

Durante estos años se produjo una serie de cambios en el escenario internacional relacionados con el surgimiento de otras potencias, como Japón y Alemania, y a nivel regional, México y Brasil; la aparición de otros actores como las organizaciones transnacionales y en realidad, una mayor complejización e interdependencia de las relaciones internacionales. El Estado dejó de ser el principal y único actor de las relaciones internacionales.

A su vez se produjo un debilitamiento de Estados Unidos, caracterizado no sólo por el deterioro en su situación económica sino también por su crisis de hegemonía: pérdida de credibilidad, de consenso, es decir de legitimidad. Esta tendencia se vio fortalecida por el "síndrome del Vietnam", los conflictos étnicos y la política norteamericana hacia Centroamérica. Durante los gobiernos de Ronald Reagan se dieron intentos de recomposición hegemónica "a la fuerza", los cuales se verían contrarrestados por las mismas acciones latinoamericanas.

Este contexto debilitó el sistema interamericano que en lo sucesivo se presentaría fraccionado. En esta nueva tendencia inciden dos hechos fundamentalmente. Por una parte, el debilitamiento norteamericano, y por otra, la aparición de nuevos esfuerzos de integración y concertación regional sin la presencia de los Estados Unidos: los grupos de Contadora (1983), Apoyo (1985) y Río (1987). Nace una nueva diplomacia multilateral caracterizada por políticas exteriores latinoamericanas más autónomas, con mayor poder negociador y sin la presencia de los Estados Unidos.

Transición hacia un nuevo "orden" mundial: a partir de 1989

La caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría marcan todo un hito en las relaciones de los Estados Unidos con la América Latina.

Los cambios que están ocurriendo a nivel internacional y la transición hacia un nuevo orden mundial presentan características como la conformación de bloques regionales, la pérdida de importancia de la variable militar y la desideologización, que necesariamente incidirán en ese "nuevo trato" que marcará las relaciones Norte-Sur. Ellas se ubican en un contexto de recesión económica norteamericana y de gran poderío japonés y alemán. Estados Unidos no quiere quedarse atrás dentro de esta tendencia a la regionalización, busca competir con la Unión Europea y adquirir ventajas ante una eventual guerra comercial entre los bloques económicos. De ahí su interés en el acuerdo de libre comercio norteamericano denominado NAFTA, integrado por Estados Unidos, Canadá y México, y en la constitución de una zona de libre comercio de todo el hemisferio americano.

Tanto el nuevo orden mundial como los más recientes lineamientos internacionales colombianos señalan la importancia de la variable económica en las relaciones internacionales, incluso muchas veces asumiendo costos de un marcado economicismo y tecnicismo. Los elementos políticos y diplomáticos no deben descartarse de los análisis y toma de decisiones. Cualquier tema por muy económico que sea, presenta una complejidad y/ o implicaciones políticas. Además, variables políticas, sociales y culturales tienden a adquirir una creciente importancia.

Debilitamiento norteamericano

Estados Unidos ha sido calificado de potencia hegemónica y/o de Estado imperial[2], entendiéndose por ello un liderazgo y una superioridad económica, política y militar. Hoy esta ventaja ha pasado a ser una característica del pasado. A nivel mundial, el deterioro norteamericano parece irreversible.

Este debilitamiento presenta diversas causas, tanto económicas como políticas y sociales, que le llevan a buscar socios latinoamericanos. Varios hechos incidieron en dicha tendencia degeneradora.

En primer lugar, la divergencia y desequilibrio entre el aparato económico y el militar. Desde mediados de la década de los sesenta, Estados Unidos dio demasiada importancia al desarrollo militar, mientras que países como Japón y Alemania ampliaron sus acciones financieras. En segundo lugar, el temor de la expansión comunista en el Tercer Mundo condujo a que Estados Unidos fortaleciera su aparato militar y dejara que sus rivales ganaran espacio en el terreno económico. La clase dirigente norteamericana era consciente de esta situación y por ello apoyó programas de distensión entre los Estados Unidos y la antigua Unión Soviética. En tercer lugar y como consecuencia de lo anterior, el poder económico y hegemónico norteamericano se fue resquebrajando. El déficit fiscal que financiaba el presupuesto militar de los ochenta desfavoreció el capital productivo[3]. En cuarto lugar, complementariamente, procesos revolucionarios o nacionalistas que se dieron en países que habían sido aliados de Estados Unidos, como Nicaragua, Angola y Mozambique, los obligaron a financiar una contrainsurgencia. Actualmente, Estados Unidos presenta una alta deuda externa, una moneda debilitada frente al yen y un sistema financiero acosado por los grandes bancos japoneses.

Como muestra del deterioro económico norteamericano y la pérdida de competitividad frente a Alemania y Japón, se observa que en 1951 Estados Unidos controlaba el 19,4 por ciento del total de las exportaciones de los países capitalistas, para los sesenta comienza a declinar, a mediados de los setenta apenas controla el 13% y hacia 1985 desciende al 12,4%. Por el lado de las importaciones, comienza a recibir cada vez más productos y el desempleo llega a aumentar al 10%[4].

El ciclo recesivo que se inicia en 1990 tiene como principales causas el alza en las tasas de interés internacionales surgida por la necesidad de financiación de la Alemania reunificada; la situación petrolera; la disminución en la producción de automóviles y en la construcción; y la caída del producto interno bruto. Asimismo, a partir de 1989, el crecimiento económico de Estados Unidos ha sido muy lento, por debajo de los rendimientos del Japón y Alemania[5].

Los nuevos recursos de poder y la pérdida de importancia de la variable militar en las relaciones internacionales conducen necesariamente a que Estados Unidos pierda importancia en el concierto mundial. En gran medida, la Cumbre de las Américas significó para el presidente Clinton un logro de su política exterior al haber reunido 34 jefes de Estado y de gobierno, fijando una declaración de principios y un plan de acción. A su vez, la relevancia de lo económico sobre lo político y lo militar hace que deba consultar cualquier decisión con sus dos rivales, Japón y Alemania. Este proceso hace parte de la consolidación de un sistema multipolar e interdependiente, del surgimiento de nuevas potencias y del desarrollo de una nueva realidad internacional.

Por su parte, la profunda marginalización de los grupos minoritarios y el resurgimiento de conflictos étnicos a nivel interno hace tambalear la estabilidad política norteamericana. La ampliación de este conflicto a los negros, asiáticos e hispanos, constituye un buen ejemplo de esta situación.

Coyuntura electoral

Resulta prematuro hacer predicciones sobre el resultado electoral de las próximas elecciones presidenciales norteamericanas, no obstante los contendores tienden a clarificarse en torno al actual presidente Bill Clinton y a Robert Dole. Las ideas del ultraderechista republicano Pat Buchanan pierden eco.

Las divergencias existen pero no parecen del todo notorias en temas relaciones con la migración, la salud, el presupuesto, la reforma tributaria, el comercio, y a nivel internacional, la recuperación y afianzamiento del liderazgo norteamericano, y la situación cada vez más conflictiva de sus relaciones con Cuba y China.

Las drogas ilícitas ocupan un lugar especial y de importancia tanto en lo interno como en lo externo y se han convertido en un tema de campaña electoral y de política doméstica. En ese sentido, el presidente Clinton ha tratado de imponer su posición en aquellos países más vulnerables afectados por las drogas ilícitas, y de manera complementaria, ha resurgido el tema de la extradición. En diversos escenarios, principalmente en aquellos donde se realiza un seguimiento a los compromisos adquiridos en la Cumbre de las Américas ha sido notoria la posición de Estados Unidos frente al narcotráfico. Igualmente, de manera unilateral, se descertificó a Colombia en su lucha contra las drogas ilícitas, se anunció la congelación de cuentas de presumibles narcotraficantes, y se realizaron amenazas comerciales[6].

Apertura y democracia

La década de los ochenta ha sido ampliamente reconocida como la "década perdida" para América Latina (aumento de la deuda externa, disminución de las exportaciones, deterioro de los términos de intercambio y fuga de capital), razón por la cual la región se vuelve más vulnerable frente a presiones externas. Si en lo económico fueron años difíciles, lo contrario ocurrió respecto a la democratización: avanzaron procesos electorales en el Cono Sur, se reincorporaron algunos grupos alzados en armas a la vida civil, y se lograron algunas reformas institucionales importantes.

En la coyuntura actual, la nueva crisis mexicana y su impacto a nivel regional aumenta la vulnerabilidad de América Latina, que se traduce en la pérdida de credibilidad para que permanezcan y lleguen nuevas inversiones.

Las características señaladas para los años ochenta y noventa se acompañan con la implementación de un modelo neoliberal basado en la apertura e internacionalización de las economías, unas más tempranas, como la chilena y/ o la mexicana, ya comienzan a mostrar resultados. Así mismo se constituyen bloques de integración subregional como Mercosur, Grupo de los Tres, NAFTA, y la revitalización del Grupo Andino. En un comienzo este proceso de integración se dio con base en la proximidad geográfica, la producción de algún producto en particular y/o la necesidad de un mayor intercambio comercial entre economías complementarias.

Para los noventa, Estados Unidos cambia la visión que tenía de América Latina debido a que necesita aumentar sus inversiones y el comercio, y en ese sentido la región juega un papel importante para su recuperación[7]. La gran oportunidad para la revitalización de su economía no se encuentra exclusivamente en el Japón o en los demás países de industrialización reciente ubicados en la cuenca del Pacífico, sino en la apertura económica latinoamericana.

Es importante tener en cuenta que el modelo neoliberal impulsado comienza a ser cuestionado incluso por el mismo sector privado, y que empresas principalmente relacionadas con las comunicaciones, que fueron privatizadas, continúan presentando pérdidas y niveles de ineficiencia.

América Latina carece de interés para países diferentes a los Estados Unidos. Ni Europa ni el Pacífico parecen prestar atención real a la región[8].

La Unión Europea centra sus esfuerzos en el proceso de unificación y en los cambios ocurridos en el bloque oriental, y su interés hacia América Latina se ha orientado hacia el apoyo a la redemocratización en el Cono Sur y Centroamérica. En cuanto al Pacífico, y en particular al Japón, sus acciones se han orientado selectivamente al capital financiero y hacia países como Brasil, México y Chile.

En su relación con América Latina, los países europeos tienden a privilegiar los subgrupos regionales. Muy recientemente, se han profundizado sus vínculos económicos y comerciales, principalmente con Mercosur. En cuanto a la Comunidad Andina, debido al Sistema Generalizado de Preferencias y con ello al Régimen de Droga, gran parte de los productos andinos ingresan al mercado europeo con arancel cero y libres de cupos y cuotas. Es por ello que a diferencia de Mercosur, el principal objetivo de la comunidad andina se orienta a la profundización de sus relaciones políticas[9].

Durante los últimos años, se ha venido dando una recuperación económica de la región y en un comienzo, la CEPAL no dudó en calificar los noventa, como la "década de la esperanza". No obstante se teme que la misma apertura económica y las medidas de ajuste que conlleva, conduzcan a una serie de manifestaciones de inconformidad no siempre espontáneas sino que muchas de ellas presentan características orgánicas y de mayor consenso. Los casos de México, Venezuela y Perú significan el inicio de un rechazo a la situación actual. Muy probablemente se desarrollen diversas fuentes de poder parapartidistas (o por fuera de los partidos políticos) que exijan una mayor participación del Estado, entendiéndose por ello, funciones relacionadas con la supervisión y coordinación, es decir el desempeño de ciertos retos institucionales.

No obstante, la apertura y la internacionalización de la economía de manera tan acelerada han hecho tambalear la democracia en países como México. Los sucesos ocurridos en Chiapas a partir de enero de 1994 constituyen el mejor ejemplo en este sentido. Son a su vez un llamado de atención para el resto de los países latinoamericanos cuyos gobiernos deberán colocar mayor atención al desarrollo social y a la democracia con equidad.

Las anteriores características conducen necesariamente a señalar que la democracia no puede ser solamente política sino que América Latina requiere una democracia económica y una vinculación entre ambas. Asimismo, Estados Unidos debe contribuir a su consolidación.

Cooperación, integración[10] e interdependencia

En la actualidad, las relaciones entre Estados Unidos y América Latina se caracterizan por su cooperación e interdependencia. Ellas tenderán a ser más equitativas que aquellas que predominaron a lo largo de todo el siglo veinte. Se presentará cooperación aunque también puntos de conflicto.

A lo largo de toda su historia, la política exterior norteamericana ha ido acompañada de un sentimiento mesiánico que identifica los valores políticos, los principios económicos y el estilo de vida norteamericanos, con los de toda la humanidad. A su vez, la democracia y la libertad han constituido sus principales baluartes que han servido de justificación para intervenir en diversas áreas del orbe, bien de manera directa o utilizando el derecho a la injerencia.

Los Estados Unidos requieren de América Latina, en especial de potencias medias regionales como México, Brasil, Venezuela y Colombia, para su recuperación económica y política. A su vez, las políticas exteriores latinoamericanas han variado y se muestran más autónomas y con mayor poder negociador.

Estos dos aspectos, por un lado la necesidad norteamericana de aumentar sus inversiones y comercio con la región, y por otro, la ampliación y estrechamientos de vínculos con diferentes países, conduce a que las relaciones entre Estados Unidos y América Latina requieren de una colaboración mutua.

El nuevo orden mundial trajo consigo un marcado economicismo y una pérdida de importancia de los aspectos ideológicos y políticos de las relaciones internacionales. La alta prioridad de lo económico otorga relevancia a los temas comerciales dentro de un contexto de conformación de bloques regionales, y de euforia por la firma de acuerdos de libre comercio. En la coyuntura actual se requiere rescatar el énfasis en los temas políticos, sociales y culturales.

Área de libre comercio de las Américas (ALCA)

En las relaciones de Estados Unidos con América Latina, el principal tema comercial lo constituye la conformación de una amplia zona de libre comercio de todo el hemisferio americano. En la Cumbre de las Américas (1994), el presidente Clinton señaló el año 2005 como fecha límite para constituir la tan anhelada zona e indicó que Chile sería el próximo miembro del NAFTA.

Desde hace varios años se ha impulsado la realización de una serie de reformas económicas y políticas en todo el continente. No obstante, la receptibilidad, situación interna y voluntad política de cada gobernante en particular, ha llevado a una mayor heterogeneidad regional. Estas medidas no se han desarrollado con la misma intensidad sino que han variado a lo largo del continente.

En la reunión de Denver (1995) se definieron los principios en los que se basaría el ALCA y se establecieron los grupos de trabajo. De manera complementaria en la de Cartagena (marzo, 1996), también se enfatizó en la necesidad de maximizar la apertura de los mercados mediante altos niveles de disciplina, y en la coherencia del ALCA con las disposiciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC). El ALCA será una zona de libre comercio con un acuerdo de segunda generación que se refiere a bienes, relaciones comerciales, inversión, propiedad intelectual, procesos aduaneros y normas de origen. Por su parte, las actividades de los grupos de trabajo se orientaron al acceso a mercados, procesos aduaneros y reglas de origen, inversiones, normas y barreras técnicas al comercio, y medidas sanitarias y fitosanitarias.

Los países latinoamericanos carecen de consenso respecto a la estrategia que se adoptaría para llegar a esta zona de libre comercio. Hay diversas opiniones e intereses involucrados. Asimismo, a Estados Unidos, que ha sido el principal impulsor del ALCA, le falta claridad conceptual y afronta oposición dentro de estamentos sociales y políticos, como también entre los propios candidatos a la presidencia de ese país. En este sentido, a nivel latinoamericano sobresalen la tendencia a la ampliación del NAFTA, y la otra, liderada por el Brasil, relacionada con la ampliación de Mercosur.

El proceso de conformación de una zona de libre comercio es bastante complejo y lo es aún más si se concibe la integración de manera más amplia con la inclusión de temas sociales, políticos y culturales. El objetivo de la integración americana tomará aún años en cristalizarse y más bien, lo que parece más cercano es la conformación y fortalecimiento de sub-bloques regionales reunidos por su proximidad geográfica, intereses económicos y/o políticos en común, y la creación de una zona de libre comercio hemisférica. Cada uno de estos bloques tendrá su inserción en el contexto global y en sus relaciones con los Estados Unidos.

Otros temas de interés

Las drogas ilícitas son otro tema de gran interés para las relaciones interamericanas, presentándose una marcada preponderancia del tema del narcotráfico en las relaciones con los Estados Unidos. La Cumbre de las Américas plantea una estrategia hemisférica amplia y coordinada para reducir el consumo y la producción de estupefacientes. En esta reunión, se lograron una serie de acuerdos sobre este tema, entre los que vale la pena resaltar la propuesta colombiana relacionada con la realización de una Cumbre contra el lavado de activos y delitos conexos. En ella se enfatiza en la necesidad de crear las condiciones propicias para lograr un mayor desarrollo económico y social en los países afectados, y a su vez, penalizar las conductas delictivas.

El tema de los derechos humanos es otro aspecto que acapara la atención de muchos de los países latinoamericanos y de los Estados Unidos en particular. Desde mediados de 1993, la importancia que los Estados Unidos le otorga al tema de los derechos humanos, quedó claramente señalada en el discurso del Secretario de Estado Warren Christoper, ante el Consejo de las Américas (mayo, 1993) en el cual se hace alusión a la promoción de la democracia y los derechos humanos con clara influencia en aspectos como el comercio y la inversión.

Existen diversas organizaciones como Amnistía Internacional, Américas Watch y WOLA que tienen gran incidencia en el Congreso estadounidense. Asimismo, organizaciones privadas como las ONG, influyen en las decisiones gubernamentales especialmente durante los gobiernos demócratas. De ahí la importancia de lo que señalen los informes de los organismos que velan por la situación de los derechos humanos.

De igual manera, el desarrollo sostenible es un tema que ha venido adquiriendo importancia en las relaciones interamericanas. Desde la iniciativa para las Américas planteada por el expresidente George Bush en 1991 y la Cumbre de la Tierra de Río (1992), se plantea una relación entre medio ambiente y desarrollo, que ha conducido a una mayor claridad de los gobiernos regionales frente a este tema, hasta el punto de que la estrategia centroamericana se basa principalmente en una alianza para el desarrollo sostenible.

En la Cumbre de las Américas, partiendo de la Agenda 21 y de la Convención Marco sobre Cambio Climático, se enfatizó en la necesidad de buscar una mayor cooperación entre los países del hemisferio con el objetivo de prevenir y controlar la contaminación, proteger los ecosistemas, emplear de manera sostenible los recursos biológicos, y fomentar la producción y el uso de la energía.

Por su parte, los temas regionales continúan siendo prioritarios para la política exterior norteamericana. Ellos giran en torno al avance de la democracia en la región. No hay que olvidar que ese país ha utilizado la democracia como baluarte de su política exterior, y que gran parte de sus intervenciones han sido justificadas con esa ideología. Siguiendo esa dirección, países como Haití, Guatemala, Perú y Cuba acaparan su atención.

En cierto sentido, la atención de Clinton parecería centrarse en la democracia política, es decir, la estabilidad política y el respeto a los procesos electorales. En el proceso de negociación para la cumbre de Miami, se habló de la "democracia preventiva", categoría que hizo temer a muchos de los países latinoamericanos, debido a las posibilidades de injerencia que la misma proporcionaría.

A manera de conclusión

Las relaciones interamericanas han variado durante los últimos años. Tanto los Estados Unidos como América Latina se muestran mucho más pragmáticos y receptivos para negociar. Asimismo, los cambios ocurridos en el escenario internacional y las mismas tendencias que se perciben, inciden en la visión de ambas partes. Muchos temas que anteriormente eran ocasión de conflicto, como las drogas ilícitas y la migración, en la actualidad se dialogan conduciendo a concretar acuerdos de cooperación.

Las relaciones de los Estados Unidos con el Caribe han sido mucho más tensas que con el resto de los países latinoamericanos. La presencia de Cuba, y anteriormente de Guatemala (hasta la intervención de 1954), de República Dominicana (hasta 1965). Nicaragua y Granada, en el contexto de la Guerra Fría, hicieron temer a los norteamericanos. La situación actual ha variado y ya ni siquiera se percibe a Cuba como una amenaza para su seguridad nacional. En este sentido, el Caribe ha perdido importancia para los Estados Unidos. El espacio dejado tanto por este país como por la antigua Unión Soviética será aprovechado por potencias medias regionales que han buscado una mayor proyección en el Gran Caribe.

Por otra parte, la misma concepción de los procesos de integración ha variado. En la actualidad se concibe que ellos deben sobrepasar el ámbito netamente comercial y económico, e incluir temas políticos, sociales y culturales. Estos espacios deben ser aprovechados para concertar los grandes temas de la agenda internacional. Dentro de este proceso el papel del Estado debe ser el de coordinador y supervisor de las acciones internacionales en amplia concordancia con la política doméstica.

Sin lugar a dudas, la Cumbre de las Américas marcó un hito en las relaciones interamericanas. Una iniciativa de este tipo no se realizaba en el continente desde la Cumbre Hemisférica de Punta del Este en 1967, que por cierto no superó el nivel meramente retórico de los mandatarios. En cambio, los jefes de Estado y de gobierno de 34 países del continente americano que se reunieron en el estado de Florida, suscribieron una Declaración de Principios y un Plan de Acción, y definieron una nueva agenda entre Estados Unidos y América Latina, de manera particular en temas relacionados con el comercio, la democracia, las drogas y el medio ambiente. Reuniones posteriores y recientes en materia de comercio, drogas, justicia, corrupción y ciencia y tecnología, muestran un claro interés por hacer seguimiento a los compromisos adquiridos, y se orientan hacia el fortalecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina.



[1]     Abraham F. Lowenthal, 1991, Exporting Democracy: The United States and Latin America, Baltimore, Johns Hopkins University Press.

[2]    Petras y Morley definen el Estado imperial como "esos cuerpos ejecutivos o agencias de gobierno encargados de promocionar y proteger la expansión del capital a través de las fronteras estatales por la comunidad corporativa multinacional con cede en el centro imperial", en James Petras y Morris Morley, 1990, US Hegemony Under Siege: Class, politics and Development in Latin America, New York, Verso. Los Estados Unidos constituyeron un Estado imperial en cuanto: a) controlaron el capital y se encargaron de suministrar préstamos y subsidios; y b) conformaron un aparato coercitivo con supremacía militar. Se define un Estado como imperial por su superioridad económica y por la proyección del poder proveniente de la reproducción del capital.

Respecto al futuro americano, puede consultarse: Susan Strange, 1991, "The future of the American empire" en Perspectives on World Politics, London, Edited by Richard little and Michael Smith.

[3]     Petras y Morley, Ibid.

[4]     Cesáreo Morales, 1988, "El futuro de la seguridad nacional en la relación económica con los Estados Unidos" en Raúl Benítez M. y otros (compiladores), Viejos desafíos nuevas perspectivas, México, D.F., Coordinación de Humanidades UNAM y Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa. Respecto al deterioro norteamericano también puede consultarse Álvaro Gutiérrez, 1992, Japón, Alemania y la crisis norteamericana, Bogotá, Elektra

[5]    Osvaldo Rosales, 1991, "La economía política de los Estados Unidos 1990-1991: fortaleza política y debilidad económica" en Cono Sur, Vol X, No. 6, Santiago de Chile, nov-dic).

[6]     Respecto al proceso electoral puede consultarse Andrés Franco, "Elecciones 1996 en Estados Unidos: temas, perspectivas y costos", en Estrategia, marzo 31-abril 15 de 1996.

[7]    Respecto a los nuevos intereses norteamericanos, puede consultarse: Jeffrey E. Garten, "Is America Abandoning Multilateral Trade? en Foreign Affairs, Nov. -Dic. 1995. También a Robert S. Chase, Emily B. Hill, Paul Kennedy, "Pivotal States and U.S. Strategy", en Foreign Affaire, Ene.-Feb. 1996.

[8]     Respecto al tema de la Unión Europea puede consultarse a Fernando Giraldo, "La Unión Europea aún no es sinónimo de consolidación continental", en Colombia Internacional, No. 31, Bogotá, Centro de Estudios internacionales de la Universidad de los Andes, Oct.-Dic. 1995.

[9]     Respecto a las relaciones América Latina-Unión Europea, puede consultarse: IRELA, América Latina y la cooperación económica con la Unión Europea, Madrid, 1995.

[10]   Respecto al tema de la integración puede consultarse a Martha Ardila, "Hacia una nueva visión de la integración" en Revista Javeriana, No. Dic. 1995. También a Andrés Franco y Francisco Robles, "Integración: un marco teórico", en Colombia Internacional, No. 30, Santafé de Bogotá, abril-junio de 1995.

Según los grados de integración, se pueden distinguir:

1- Área de preferencias aduaneras. Se refiere a las rebajas arancelarias. Se ubican los acuerdos de alcance parcial;

2- Zona de libre comercio. Eliminación de barreras arancelarias, cada Estado mantiene su política comercial.

3- Unión Aduanera. Disminución de aranceles y/o desmonte de barreras no arancelarias.

4- Mercado Común. Los miembros o socios comerciales tratan de establecer mecanismos para garantizar la libre movilización y ubicación de personas, empresas, capitales y servicios.

5- Unión Económica. Es la armonización de políticas económicas sin unificación de monedas;

6- Unión Total, Moneda Única.