LA METODOLOGÍA EN LOS TIEMPOS DE LA POSMODERNIDAD

BASES PARA UN NUEVO LIBRO DE METODOLOGÍA EN CIENCIAS SOCIALES

Rodolfo Masías Núñez

Profesor Asociado y director de la maestría en Ciencia Política, Departamento de Ciencia Política, Universidad de los Andes.

El objetivo fundamental del texto es identificar los elementos constitutivos del saber metodológico para dar cuenta de los cambios en dicho campo en los tiempos de la postmodernidad. La pluralidad social, la coexistencia de paradigmas y la crítica a la linealidad progresista son algunos de los elementos señalados por el autor para identificar a la metodología como una construcción social. El texto concluye con la definición de unas nuevas reglas del saber metodológico que parten de la no neutralidad paradigmática y técnica.

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The central objective of this text is to identify the constitutive elements of methodological knowledge and the changes that have occurred in this field during postmodern times. The author highlights social pluralism, the coexistence of paradigms and the critique of progressive linearity as three traits that point to methodology as a social construct. The article concludes with the description of new rules for methodological knowledge based upon paradigmatic and technical non-neutrality.

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01/01/2002

01/01/2002

En este artículo trato de elaborar unas bases para la comprensión de las transformaciones y acuerdos más recientes (con sus implicaciones en la investigación y en la enseñanza) en lo que llamo el campo del saber metodológico[1]. Por tal, de acuerdo con Bourdieu (1990, 1998), entiendo un ámbito estructurado de relaciones sociales jerárquicas en el que hay: a) estrategias de juego, b) juegos de lenguaje, c) una simbólica, y d) unos bienes por los que se lucha. Desde un punto de vista de la sociología, el metodológico no es un campo distinto en estos aspectos a cualquier otro que surja en la vida social. Es, además, devenido, específico y relativamente autónomo, distinguible a la luz de una visión histórica y, a la vez, integrante del conjunto de las otras áreas de saber especializado que conforman las ciencias sociales. Como campo y al igual, por ejemplo, que la llamada teoría social, el metodológico tiene su propia historia de conformación, sus épocas de debate y ruptura, de perspectivas hegemónicas, así como sus momentos de claridad y oscuridad. En adelante, se reconstruirán preferentemente esos elementos clave que dan sentido a sus cambios más recientes.

LA REIDENTIFICACIÓN DÉLAS CIENCIAS NATURALES

Recientemente, buena parte de las ideas acerca de la refundación obligada del campo del saber metodológico han provenido del mundo de las ciencias naturales, aunque parezca paradójico. Las críticas y propuestas sobre una nueva identidad en la metodología de las ciencias sociales se asientan, se complementan, en realidad, coinciden perfectamente con las propias perspectivas reidentificadoras de las ciencias naturales.

Para entender este fenómeno no hay que hablar mucho de los aportes anteriores de Kuhn, Feyerabend o Lakatos respecto de la mitología, las formas de legitimación y las posibilidades de escribir una historia diferente de la ciencia en el sentido de más humana, menos fantástica y menos progresiva en su desarrollo[2]; es más importante mencionar qué piensan los nuevos científicos de las ciencias naturales, como Prigogine y Stengers (1983) y cómo esos pensamientos han hecho eco en su entorno.

El movimiento que repiensa el ser de las ciencias naturales se caracteriza por intentar humanizarlas o por reconocer, a veces algo tácitamente, más sus parecidos que sus diferencias con las ciencias sociales. Se puede hablar del nuevo planteamiento de la objetividad (ya no como fidelidad al objeto), de la reconceptualización de la exactitud del conocimiento (menos como una distinción de naturaleza y más como una gradación), y del uso y papel de la interpretación en las disciplinas "duras", de la realidad y consecuencias de los fenómenos irreversibles y de la imposibilidad de toda determinación (que implica hablar de causalidad como metáfora), al igual que de los cuestionamientos al uso instrumental y controlador de la naturaleza y la sociedad por parte de la ciencia. Si bien no hegemónico, hay un nuevo espíritu, una nueva sensibilidad que no admite considerar que la ciencia ocupa el lugar de Dios, ni el de los hombres, suplantándolos, como tampoco que es el saber dirimente por excelencia[3].

En esta circunstancia hay quienes hablan del ocaso de la cultura científica. Un fenómeno que revela el desplazamiento de su ubicación privilegiada a una posición equivalente a la de otros "saberes" o "culturas", en el sentido de cuerpos de conocimiento reveladores y significadores del mundo. La ciencia se habría tornado menos importante por la conciencia de sus propias debilidades, al empezar a verla más como un fenómeno social que como un hecho divino; como un proceso social y no como una entidad ahistórica. La ciencia es vista como una construcción social y por ende también discursiva. Holton califica este movimiento como la rebelión contra la ciencia en el final del siglo XX, el que considera es un desafío para su propia legitimidad (Holton, 1998)[4].

Lo que está detrás de la reidentificación de las ciencias naturales y de las ciencias que las consideraron sus paradigmas, es la tentativa por un cambio radical de actitud del hombre hacia el mundo y hacia el saber y sus caminos. Deben cuestionarse los métodos únicos, generalizadores y objetivantes; las consecuencias reduccionistas y homogenizantes de su uso, para intentar una visión que contenga una capacidad para ver las cosas como otros las ven: más empática, que pueda aprehender el pluralismo del mundo, que comprenda más y explique menos. Se necesita liberarse de la mediación de la ciencia para conocer directamente las cosas, al tiempo que desarrollar mayor confianza en la propia subjetividad. La humanidad, si se quiere, debe relativizar su dependencia secular del discurso de la ciencia.

La ciencia natural y especialmente la física, ha atravesado por verdaderas conmociones a lo largo del siglo XX. Prigogine, en su brillante trabajo en que hace una revisión crítica de las principales ideas-fuerza de ésta, sugiere la conformación de una nueva racionalidad que dé cuenta del universo con más cautela y profundidad. Según él, "... tanto en dinámica clásica como en física cuántica las leyes fundamentales ahora expresan posibilidades, no certidumbres". Y continúa diciendo que: "Llegamos así a la frontera de nuestros conocimientos en un ámbito donde razonamiento físico y especulación se delimitan con dificultad." (Prigogine, 1997: 11).

Todas estas transformaciones en la conciencia sobre la índole y utilidad de la ciencia tienen repercusiones en el campo de lo propiamente metodológico, particularmente en ciencias sociales. Tanto la historia de la ciencia misma, como los debates epistemológicos recientes han de conformar la transmisión (enseñanza) de conocimientos y la práctica de la investigación, de modo que se sustenten con mayor fuerza en este contexto.

LAS HISTORIAS ECLÉCTICAS DE LAS CIENCIAS SOCIALES

En el campo de la epistemología y metodología de las ciencias sociales se experimenta una honda convicción por volver a escribir su historia. Hay un consenso en la actualidad por revisar y sustituir las narrativas clásicas y convencionales, por muchísimos años aceptadas. Ciertamente las narrativas que hay dentro de esta convicción renovadora dan cuenta de unos principios diferentes (una ética y valores alternativos), a veces inéditos en este campo. De acuerdo con ello, no son ni pueden ser historias maniqueístas, tampoco son lineales y progresivas, mucho menos quieren ser incompletas, como tampoco injustas o parcializadas. Si se quiere, la historia del desarrollo de la metodología en ciencias sociales no debe ser ni ocultadora ni alienante; no para la venta, sino para la reflexión. Esta historia da cuenta de momentos de perspectivas metodológicas hegemónicas y, simultáneamente, a veces a la sombra, de un desarrollo de perspectivas competitivas y críticas[5]. Una idea más kuhneana de la historia, en términos de secuencias de hegemonías paradigmáticas, con desarrollos paralelos de otros ejemplos, se entiende como la manera más adecuada de considerar el decurso del campo metodológico.

En esta mirada, se entiende porqué cada vez se ha extendido más en el tiempo el origen de las llamadas metodologías cualitativas. Su génesis no está en la famosa "Batalla del método" alemana, protagonizada por Rickert, Weber y Dilthey, entre otros[6]. En esa medida, si esta perspectiva es fuerte, se debe a que hunde sus raíces en tradiciones filosóficas que nos remontan a los griegos, en particular a los principios de la filosofía aristotélica. Para ser verdad, ni las metodologías cuantitativas, ni las cualitativas son producciones recientes. Pero ello no es tal vez el mayor reto; la cuestión está en cómo contar, en detalle y sin olvidos crasos, el proceso que va desde ese origen remoto hasta nuestros días. Cuando se repara en las transiciones, rupturas y nuevas formulaciones de los a veces viejos problemas del conocimiento de la realidad social, se aproxima a la complejidad de un asunto que por muchos años fue tremendamente simplificado. Cuando se explora en las convicciones y en los esfuerzos de los pensadores por aclarar sus postulados, sea de uno o de otro sector, se entiende que los problemas metodológicos nunca han sido fáciles de resolver, a diferencia de la forma como los manuales más famosos lo hicieron parecer. En esta historia nueva se hace perfectamente comprensible el simplismo y el ocaso del uso de manuales[7].

Los tratados de metodología actuales parten siempre de una historia y una sociología de las ideas en el campo y, como veremos después, se esfuerzan por comprender cómo es que llegamos a una actualidad diversa y dispersa caracterizada por una coexistencia paradigmática, al punto de haberse fortalecido los planteamientos de convergencia y complementación metodológica al momento de investigar[8]. A la par, este talante renovado se muestra menos normativo, pues no evidencia la forma inequívoca de hacer las cosas en investigación, sino que sugiere cómo pueden hacerse, sin pretensiones, quizás, de alcanzar alguna verdad incuestionable.

Es difícil empezar ahora un tratado de metodología a la manera de Bunge en su Investigación científica. Dice así: "La ciencia es un estilo de pensamiento y de acción: precisamente el más reciente, el más universal y el más provechoso de todos los estilos (Bunge, 1989: 19). De partida están las creencias, están los valores. Frente al poder comparativo de la ciencia no queda más que la adhesión. Pero ello ha cambiado. Los recientes trabajos de metodología empiezan reconociendo paradigmas, aceptando la diferencia, se enfrascan en su posible clasificación, en el número de ellos, al tiempo que parten de la premisa de que toda decisión metodológica concreta supone compromisos de fondo paradigmáticos. En esto hay que estar de acuerdo: a muy pocos se les ocurre enseñar o mostrar en qué consiste lo metodológico sin antes hacer conciencia en que hay paradigmas y metodologías diversas no siempre conciliables. Necesitamos adhesiones metodológicas reflexivas, en tanto, al momento de investigar, es preciso saber a qué paradigma respondemos y cuáles son sus límites. La antigüedad metodológica se ufanaba y esforzaba por introyectar la línea correcta; en esto no era diferente a cualquier sectarismo. Su discurso político tenía la aparente virtud de distinguir con facilidad la ciencia de la no-ciencia, la objetividad de la subjetividad, el método único y la racionalidad perfecta, además de proponer un ideal de científico-persona inexistente. La investigación concreta se convertía, así, en la aplicación fácil y mecánica de unos postulados que se daban por probados y fiables siempre. Por contrapartida, ahora se tiende a la creatividad: los problemas metodológicos a resolver son desafíos a la imaginación, a la renovación y a la búsqueda de soluciones que no siempre coinciden con el acervo de conocimientos. El dilema acción-estructura, resuelto en los últimos años en la teoría social confiriéndole su verdadero peso a la subjetividad y la capacidad de elección de los agentes sociales, se ve reflejado en la voluntad contemporánea cuando considera todo acopio solamente como unos constreñimientos que orientan pero no determinan la acción de los agentes que investigan. La metodología, como el conjunto de las recetas a seguir al pie de la letra, está sí en ocaso.

CONSIDERACIONES SOBRE LAS METODOLOGÍAS CUALITATIVAS Y CUANTITATIVAS

Partiendo del concepto de campo y paradigma se hace más visible y comprensible el debate entre metodologías cuantitativas y cualitativas en ciencias sociales. Los actores del campo metodológico juegan formando bandos o equipos y tratan de defender sus ideas utilizando los mismos medios que los actores "no especializados" (legos). En los últimos años tanto los cualitativitas como los cuantitativitas, han querido hacer reinantes sus perspectivas. La lucha y competencia ha sido dura y se ha basado en el principio de no-pertinencia. Este consiste en imputar una falta total de adecuación de determinados postulados metodológicos en el área de la investigación concreta: los fenómenos sociales no pueden ser comprendidos cabalmente con números versus la subjetividad no puede tomarse como evidencia objetiva. En el fondo se ha querido o mantener el estatuto más añejo del paradigma cuantitativo, o su reemplazo total por el cualitativo.

En lo que compete a la enseñanza en metodología hay que superar esta falsa y dogmática disputa. Hay que mostrar, seguramente con más detalle y profundidad, cómo es que llegamos a una polémica que no parece ser tan fundamental como se le  presenta. Un o una estudiante deberá reflexionar sobre estas cosas: a) La autoridad en el campo metodológico siempre es relativa y constructiva socialmente, es decir, no es unificada ni única, no existe quién tenga la última palabra. Cuando ello es así es porque existe un campo que está organizado en torno a esa autoridad o porque en éste, por algún tipo de acuerdo, se llegó al consenso sobre su superioridad, b) Aún como fuere, el paradigma cuantitativo está seriamente cuestionado, sus rivales son poderosos y cada vez más aceptados, c) La polémica, que contiene ciertamente un sustrato ontológico y epistemológico, también se explica como resultado de ciertos énfasis en la formación profesional. Para ponerlo de manera simple: los economistas y politólogos, término medio, son enseñados en cuantificar y objetificar; y los antropólogos, término medio, lo son en interpretar el mundo subjetivo, d) Finalmente, no hay que ser investigador cualitativo o cuantitativo, ninguno es ideal de identidad, no se puede tomar partido. Es desde el problema de investigación y su objeto de conocimiento de donde se deriva la perspectiva metodológica pertinente.

Existe un asunto adicional sobre el que también hay que reflexionar: el referente a la variedad paradigmática. Se puede estar de acuerdo con la existencia de paradigmas, en su inconmensurabilidad y sobre cómo dan sentido a la comprensión del campo metodológico; en lo que es difícil coincidir es sobre cuántos y cuáles son. Históricamente, este análisis ha ido cambiando. Se ha pasado de un discurso binario que precisa y argumenta la existencia de dos grandes paradigmas en ciencias sociales (cuantitativo vs. cualitativo) a otros que clasifican tres o cuatro. Crabstree y Miller, en un trabajo bastante influyente (1992), hablan de tres paradigmas, muy coincidentes con la versión habermasiana sobre el punto. Las ciencias sociales se constituirían y contrapondrían entre el paradigma de la "Imaginación materialista", el de la "Indagación constructivista" y el de la "Indagación crítica". Por su parte, Guba y Lincoln (1994), reconocen cuatro: el positivismo, el pospositivismo, lo que se llamaría la teoría crítica y anexos (neomarxismo, feminismo e indagación participativa) y el constructivismo (Piaget, por delante, junto con la fenomenología social de Schutz y la etnometodología de Garfinkel). No es el lugar aquí para explicar sus cualidades distintivas; vale la pena sí resaltar la diversidad que conforma el campo metodológico.

LOS INTENTOS DE INTEGRACIÓN METODOLÓGICA

El reto más reciente, luego de todas las críticas vistas, específicamente de las clasificaciones binarias, es el de la integración metodológica. Se puede decir que la superación de este reto es el capítulo final de la historia del campo metodológico, hasta nuevo aviso. Para decirlo de otro modo: si antes se buscaba y defendía la diferencia y la disputa, ahora tiene un lugar la búsqueda de integración y convergencia, en un espíritu tolerante. Este intento supone que las diferencias no son tan radicales o que los paradigmas no son tan excluyentes y que, en el plano estrictamente de las decisiones metodológicas, es posible complementar, combinar o triangular, como técnicamente se le llama a tal proceso[9].

La integración es el correlato de la influencia posmoderna en el campo de la metodología[10]. Tengo la sensación de que sin un espíritu posmoderno continuaría la imposibilidad de diálogo. Sin embargo, el arribo de esta sensibilidad es productivo por varias razones. En un talante posmoderno es acertado sentenciar que la metodología no escapa a una razón discursiva: debe tratarse como un discurso que no produce necesariamente verdades incuestionables, aunque en su interior haya quienes poseen una voluntad de verdad, tomando el concepto de Foucault. Como tal, el discurso predominante quiere legitimarse, forma parte de unas relaciones de poder y se afinca en su ideología; excepto quizás en sus desarrollos más recientes, es funcional o correspondiente al discurso de la modernidad, envuelto en la narrativa de progreso de la especie humana. La metodología por mucho tiempo ha contribuido con esa narrativa que crea una ficción sobre el devenir, en el sentido de que hay formas más eficaces y eficientes de conocer la realidad y que, por ello, progresamos. La influencia posmoderna deja abierta la posibilidad de otras maneras de conocer o de revelar, desmonopolizando esta responsabilidad del campo metodológico; su llegada a éste es lo que permite comprender la fascinación por el conocer literario, el acercarse a la novela porque reconstruye y revela con menos protocolos de investigación, la mirada a la orilla del procedimiento policiaco, el llamado paradigma indiciario de Ginzburg (1986,1989), donde la intuición y la huella de los indicios van creando un proceso de investigación del cual sólo se sabe que empieza, pero no cómo ni por dónde continúa, ni en qué resultados termina.

La metodología, desprovista así de su halo suprahumano, menos racional y planificada, se hace más asequible y comprensible, se la entiende y se la considera. Vistas en sus mecanismos discursivos se revela que las disputas pueden ser menos esencialistas, puesto que estos son elementos relativos. Desde este punto de vista no hay cómo hablar de metodología en singular.

LAS NUEVAS REGLAS DEL SABER METODOLÓGICO

La refundación del campo metodológico supone también hablar de unas nuevas reglas de juego, entendidas como formas de proceder, guías para la acción, no necesariamente como "normas" con connotaciones restrictivas. Es que el riesgo de sentirse en el vacío, en la anomia donde todo puede valer, es muy grande. Refundar el campo no es negarlo, anularlo o destruirlo. Estas reglas podrían ser, entre otras:

1. Es preciso distinguir ciencia y saber. Como dice Bericat, "La ciencia constituye solamente una forma potencialmente racional y empíricamente contrastable que los humanos tenemos de conocer el mundo en tanto mundo instrumental del humano. El saber, por el contrario, habla de nuestra posición en el mundo, de la relación que el yo ha de instituir con su interioridad y exterioridad, relación que escapa a consideraciones científicas. La ciencia está en el saber necesario, pero no es el saber" (Bericat, 1998: 93).

2. Aplicando los términos de la teoría de la estructuración de Giddens, el método es una realización práctica de los actores involucrados en un interés de conocimiento. Es resultado, a su vez, de las negociaciones producidas en la experiencia de investigación. Es una construcción cambiante en el sentido de su estructuración permanente. Por consiguiente, la regla es no absolutizar el método, no cosificarlo, no dejarlo de ver como una producción constante y negociada.

3. Las elecciones técnicas no son neutrales paradigmáticamente, comportan compromisos epistemológicos y ontológicos de los cuales hay que tener conciencia, pues son su marco de acción. No hay elección en el vado ni cómo esconder la adhesión aunque no sea reflexiva. De ahí que sea mejor decidir con conocimiento de causa y fundamento.

4. Coherente con lo anterior, no puede haber una no-conciencia paradigmática. Al menos sin conciencia no se podrán encontrar los límites del conocimiento producido.

Bericat, Eduardo. La integración de los métodos cuantitativo y cualitativo en la investigación social. Significado y medida, Barcelona: Ariel sociológica, 1998.

Bourdieu, Pierre. Sociología y cultura, México: Grijalbo-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990.

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Bunge, Mario. La investigación científica, su estrategia y su filosofía, Barcelona: Ariel, 1989.

Crabtree, B. F. y W. L. Miller (eds.). Doing qualitative research, London: Sage, 1992.

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Vasilachis De Gialdino, Irene. Métodos cualitativos I. Los problemas teórico-epistemológicos, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1993.



[1]    Estas transformaciones y consensos desde mi punto de vista empiezan a tomar fuerza a mediados de los años ochenta y se vuelven visibles y potentes durante los noventa, al menos en América Latina. Ciertamente tienen que ver en esta parte del mundo con el fenómeno de ocaso del marxismo como horizonte o paradigma en la producción de las ciencias sociales y con lo que de manera gruesa se llama la aurora de las perspectivas culturalistas.

[2]    Ver sobre estos autores: Kuhn (1975), Feyerabend (1974), Lakatos (1987).

[3]    En efecto, este tema produce mucha controversia y división en las comunidades académicas. Son divisiones al interior de disciplinas y entre disciplinas. No obstante, se constata que, como tema de discusión, es un asunto que ya no puede pasarse por alto

[4]   La ciencia no puede apoyar su legitimidad y reconocimiento con los argumentos del pasado: infalibilidad, exactitud permanente, objetividad, neutralidad política, desinterés por lo prosaico, amor al conocimiento por el conocimiento, entre otros.

[5]    Ver Mardones (1991) y Vasilachis de Gialdino (1993), entre otros. Para el primer autor existen dos grandes fuentes históricas en la ciencia: una, que llama la tradición aristotélica; y otra, la tradición galileana. En la primera estarían prefigurados los principios o bases de los posteriores desarrollos en el terreno de las metodologías cualitativas.

[6]    Una magnífica versión de este episodio de las ciencias sociales puede encontrarse en Rossi (1982). Hasta hace poco el gran hito en la discusión sobre la naturaleza epistemológica y metodológica de las ciencias sociales se consideraba esta polémica de finales del siglo XIX comienzos del siglo XX.

[7]     Se puede hacer recuerdo con dos manuales clásicos, de uso generalizado en los años 60 y 70: Goode y Hatt (1986) [1952] y Selltiz y otros (1976) [1959].

[8]     Pueden verse varios textos importantes en esta línea: King, Keohane y Verba (1994), Valles (1997) y Delgado y Gutiérrez (1998).

[9]   Véase Bericat (1998). Este libro es una reflexión muy elaborada, crítica y prepositiva sobre el tema.

[10]  Sobre los retos y los aspectos positivos del posmodernismo en metodología, véase González (1999). Aquí, si bien se analizan las implicaciones en la historia, se logra presentar lo más sustantivo del espíritu posmoderno y sus aciertos