Hacia una posible definición de acciones urbanas
Es posible pensar esas acciones urbanas [...] como un campo de pruebas, a pequeña escala, de la ciudad que queremos. Una ciudad que constituya un mecanismo de perpetua experimentación, un proceso no acabado, frente a la imagen estática y congelada, como de photo-finish, de la arquitectura y el planeamiento urbanístico habitual. Una ciudad donde imaginar la generación de todo un paisaje que haga uso de los espacios intersticiales.
Gilles Clement, Manifiesto del tercer paisaje
Para nosotros como profesores, las acciones urbanas significan un gran campo de indagación, cuyo estado del arte está aún por construirse.1 Numerosos libros y documentos que las registran pasan casi de inmediato a reportar su puesta en escena, a describir los antecedentes, así como a precisar el proceso de gestión, punto clave para su desarrollo y construcción. Casi todas las publicaciones sobre el tema guardan coherencia con la naturaleza veloz, volátil y urgente que implica “intervenir”, desplegando los datos desde blogs, libros virtuales y otras contracorrientes anacrónicas a los tomos impresos que esperan al lector en un anaquel de biblioteca.
Ha sido imprescindible ubicar la tendencia de acción urbana en medio de un contexto universal para no sentirnos aislados, supremamente originales, ni mucho menos inaugurales desde el Laboratorio Bogotá (LabBog). Somos conscientes de que las prácticas colectivas sobre la ciudad nacen con la ancestral creación de lo público, primero, a través de una lengua que comunique y agrupe y, posteriormente, con el procedimiento complejo de levantar la mayor construcción cultural del hombre que es la ciudad.
Para Mike Lydon,2 los libreros del París del siglo XVI, instalados con sus cajones a orillas del río Sena que vendían las publicaciones de la época sin autorización para ello, son los pioneros de esta estrategia de urbanismo activo. Tal vez en esa misma lógica, actividades de intercambio o trueque en general pueden haber sido esas primeras acciones urbanas que surgen en la Alta Edad Media, en medio de plazas y calles de la ciudad, en medio de lo público.
Conscientes de estos orígenes fundamentales, en el LabBog partimos de la reflexión sobre la ciudad actual, para tratar de establecer, más que respuestas, interrogantes sobre lo que estamos haciendo hoy en nuestro campo de actuación. La línea más dura del urbanismo reciente no ha logrado arrojar los resultados planeados sobre la urbe y sus habitantes, en gran medida porque la construcción de elaborados y minuciosos planes para nuestras ciudades —en el caso colombiano— parece naufragar a cada paso en su avance desde finales del siglo XX. Las normas —necesarias— no han actuado como herramientas suficientes al momento de construir el ansiado orden y la anhelada calidad de vida y belleza. Cada instrumento de planeación se ha desplegado en una multiplicidad tan detallada y confusa como los problemas que querría atacar, motivada prioritariamente por el aspecto económico.
Ninguna estrategia planeadora parece infalible frente a la velocidad de transformación de los fenómenos de nuestras grandes ciudades. Quizás porque ha fallado la creación de un público que entienda, respete y cree con responsabilidad sus formas de aportar en esta construcción conjunta. Las formas y las figuras de gobierno se han pervertido y raras veces provocan confianza o credibilidad entre los habitantes.
Por otra parte, no parece existir un periodo de Gobierno local con suficiente tiempo, recursos y compromiso político para sacar adelante grandes proyectos que complazcan a los habitantes o que, al menos, cumplan con sus promesas expuestas antes de los periodos electorales.3 Y de esos espacios vacíos de poder, de iniciativa, de financiación y de voz, provienen muchas de las frustraciones de los habitantes que en su calidad de ciudadanos mantienen la expectativa de mejorar su vivienda, su barrio, su localidad y su vida, como objetivos de toda forma de construir.
El panorama no es el mejor: iniciamos nuestra reflexión justamente en esos espacios vacíos, en estas brechas dejadas u olvidadas, porque una acción urbana nace necesariamente allí. Constituye la posibilidad renovadora y el deber emocionante de hacer algo por la ciudad que se habita, por tener un efecto en la comunidad que se interviene, por dar valor a un espacio anónimo, por mejorar las condiciones de vida en un lugar; a través de ella, cualquier ciudadano tiene la oportunidad de reclamar su espacio y promover una actitud desde lo local, apropiándose de ella y experimentándola a través de su propia actividad.
SUNA
Para acceder al barrio Egipto, localizado al oriente de Bogotá sobre los cerros, es necesario subir muchas escaleras, por lo cual la intervención sobre cualquiera de estas afecta a toda la comunidad. Este grupo de estudiantes de la Universidad de los Andes buscó mediante una acción urbana consistente en limpiar el lugar, darle color a la escalera y localizar mobiliario ocasional, dar vida y sentido de pertenencia a un espacio que podía calificarse como oscuro y sin atractivo.
PARADEROS PARA LIBROS PARA PARQUES (PPP)
Desde el año 1996, los PPP se empezaron a instalar por Bogotá y actualmente se han multiplicado por diversas ciudades del país. Creados para acercar la lectura a los ciudadanos, los PPP también han ido transformando los espacios públicos en los que abre sus puertas cargadas de historias para todas las edades.
Como urbanismo activo, consecuentemente la acción no proviene “de arriba”, sino que se cuela ascendentemente, a contracorriente, desde la menor escala, desde el “bajo perfil” y la iniciativa individual o colectiva.4 Involucra con coherencia otra forma de pensar, de proyectar, de comunicar y de conocer la ciudad, recuperando el sentido común y la voluntad de cambio.
Ante el olvido, la indiferencia y la incapacidad administrativa de los gobiernos de la ciudad, las acciones urbanas son una palanca que contradice o complementa el papel que tradicionalmente han venido ejerciendo durante las últimas décadas los urbanistas y arquitectos, como especialistas, y los políticos, como gobernantes. A la luz de los hechos y de la fuerza que van cobrando las actuaciones voluntarias de las comunidades sobre su entorno, parte de nuestra misión como arquitectos hoy parece requerir menos tecnocracia y vanidad. Tal vez debamos considerar que somos llamados frente a esta realidad, más como orquestadores que como consultores especializados.5
Llevar a cabo una acción urbana implica crear, es decir, hacer a partir de la nada, fundar, establecer y ser consciente de lo efímero que esto conlleva. Implica, en términos de lo urbano, salir a la calle, conocer del entorno, sus condiciones y habitantes, su relación y posición con respecto a la ciudad; por lo tanto, es abrirse a las diferencias y convertir las flaquezas en fortalezas. Finalmente, se trata de ver la oportunidad de cambio a través de mi incursión en un grupo para dar la voz a otros. Para los académicos implica también rescatar la ciudad como objeto práctico de estudio, a veces olvidado por obvio.
Lydon atribuye el surgimiento de esta “nueva ola de proyectos tácticos” —tal como denomina a las acciones urbanas— a la recesión económica mundial, así como a los cambios demográficos acelarados y al internet como “herramienta para desarrollar la economía cívica”, porque permite compartir experiencias y procesos, incentiva la conciencia sobre lo público y ayuda a identificar cuestiones pequeñas, pero urgentes.6
El ciudadano activo en los revolucionarios años sesenta
Durante la década de los sesenta, la forma generalizada de planear y construir la ciudad ordenada e higiénica se revisa desde múltiples disciplinas que colaboran codo a codo con los especialistas en la planeación del territorio. En esos años se precipitó una situación de crisis, ya que, aun cuando la ciudad presentaba múltiples lugares sobre los cuales actuar, se había dejado de lado gran parte de los aspectos más importantes de la realidad; esto evidenció la necesidad de realizar nuevos trabajos en los cuales el urbanismo se conectara directamente con los problemas contemporáneos de la ciudad —físicos y sociales— y que los procesos de planeación se basaran en el conocimiento detallado de cada realidad.
De esta forma, surgió una crítica que, en palabras de Françoise Choay, rechazó el urbanismo dominado por lo imaginario y buscó en la realidad la base del trabajo urbano introduciendo la necesidad de realizar análisis de gran cantidad de información, previos a cualquier intervención sobre la ciudad. Así, los ideales urbanísticos dejaron de ser impuestos a priori y a partir de este momento surgen de la realidad misma.
La ciudad empezó entonces a estudiarse, analizarse y proyectarse parte a parte, de manera fragmentaria y flexible, buscando resultados a corto plazo, adaptándose a las circunstancias particulares de cada lugar. Se reconoció como una obra susceptible de estudio intelectual, de análisis que permitieran una nueva interpretación de los elementos urbanos y una nueva definición de estos.
Disciplinas como la sociología, la historia, la geografía, la antropología, la ecología, las artes y la economía, enriquecieron el planteamiento de nuevas soluciones para la ciudad durante los años sesenta, y arquitectos y urbanistas se apoyaron en ciencias y artes que ahora retomaban la puesta en escena de la ciudad y contribuían a su lectura e intervención. La insurrección intelectual amplió el campo de acción de la arquitectura y el urbanismo y consolidó al análisis que mira la realidad como una práctica de gran importancia.
Estas nuevas aproximaciones se cimentaron sobre el hecho de reconocer la real dimensión del espacio visible de la ciudad, para hacer evidente que este contiene valores simbólicos y de identidad que se suman a los formales y funcionales, lo cual le puede llegar a conferir significados especiales a las distintas partes que constituyen la urbe. Así, también la realidad urbana dejó de verse exclusivamente como resultado de un proceso evolutivo natural científicamente regulado, para comprenderse como un producto artificial realizado por el hombre, propenso a un desarrollo aleatorio y difícil de predecir
EL TRéBOL
“El Trébol de todas y todos” se creó a finales del 2014 en el barrio Ciudad de Cali en la localidad de Kennedy en Bogotá con apoyo del colectivo Arquitectura Expandida. Es un proceso de autogestión y autoconstrucción del espacio común y social, basado en la recuperación de un espacio comunitario existente que había caído en el abandono. Las ruinas de columnas de concreto y algunos muros se convirtieron en los cimientos de este nuevo espacio. La resistencia de los vecinos y amigos del proyecto a través de las redes sociales, no permitió que “el trébol” fuera cerrado por el IDEP
Actualmente, a través de su página en Facebook se puede seguir la vitalidad y actividad de este nuevo escenario cultural y social.
El resultado durante estos años revolucionarios fue múltiple, como los puntos de partida que lo generaron: la visión sobre la arquitectura desde otros puntos de vista, la consideración y estudio de la imagen, la sociedad y el paisaje urbano, las relaciones retomadas entre la geografía, los elementos construidos, su historia y evolución, entre otros, que suministraron al urbanismo una diversidad de métodos de análisis y aproximaciones al diseño antes no explorados y ubicaron al ciudadano dentro de un papel activo e imprescindible en la construcción de su hábitat.
Es un momento coyuntural y prolífico en propuestas, donde se reconoce que los hechos urbanos tienen gran complejidad y que, por lo tanto, las posibilidades de intervenirlos son muchas; un tiempo en que la tarea de suplir las carencias de la ciudad se resolvió a partir de los aprendizajes que el pasado físico y cultural daba.
La vigencia de la Internacional Situacionista: el momento vivido directamente
A partir de ahora, proponemos una organización autónoma de los productores de la nueva cultura, independiente de las organizaciones políticas y sindicales que existen en este momento, pues nosotros negamos la capacidad de organizar otra cosa que el acondicionamiento de lo existente.
[...] ¿Cuáles deberán ser los rasgos principales de la nueva cultura, sobre todo en comparación con el arte antiguo? Contra el espectáculo, la cultura situacionista realizada introduce la participación total. Contra el arte conservado, es una organización del momento vivido directamente.Contra el arte fragmentario, será una práctica global que contenga a la vez todos los elementos utilizados.Manifiesto Internacional Situacionista, 17 de mayo de 1960
La Internacional Situacionista y el trabajo de Guy Debord7 representan, desde finales de la década de los cincuenta, una inagotable cantera de inspiración para el urbanismo estratégico, al plantear dudas antes que declaraciones sobre la condición de habitar la ciudad. Debord, inspirado a su vez en la acción del flâneur baudeleriano del siglo XIX, reconstruye puntos de reflexión sobre la calle como el espacio del caminante y del “no lugar”8 como escenario de su intervención. En el Manifiesto de la Internacional Situacionista se invoca un cambio de sentido llevado a cabo a través de la experiencia, de la conformación de “escuelas” diferentes y de la simultaneidad. Se proponen, en síntesis, una “revolución en el comportamiento” y un “urbanismo unitario dinámico”, gestado por un nuevo personaje urbano revolucionario: el situacionista.
Esta vanguardia inspira a diferentes grupos de arquitectos que en su momento confían en una arquitectura y un urbanismo posibles de ser intervenidos desde su propia posición originariamente situacionista, en la cual el habitante forma parte de una realidad y, por lo tanto, su acción la modifica es instrumento de su propio aprendizaje.
La literatura y la experimentación que surgen a partir de este momento constituyen un banco magnífico que restituye la mirada hacia el espacio público de la ciudad, así como a las relaciones e intercambios vecinales. Venturi, Lynch, Cullen, Panerai, Jacobs, el Team X, Alexander, Aldo van Eyck y, posteriormente, Solà-Morales y Kollhaas, por citar solo a algunos, sugieren adoptar la ciudad como ese lugar situacionista de experimentación, observación, análisis y aprendizaje.
A través de esta mirada, los espacios intersticiales ya nunca más serán vacíos, pues adquieren durante esta década la connotación de posibilidad. Ya no se verán solamente como esos residuos arrojados por la arquitectura hacia el espacio urbano, ahora conforman las oquedades a través de las cuales arquitectos, residentes y activistas se congregan para construir y mejorar su entorno urbano inmediato.9
Salir a caminar por la ciudad es la primera ac-ción urbana que se ejerce en los cursos del área de ciudad en la Universidad de los Andes. Mirarpara luego ver. Describir, elaborar inventarios,oír y escuchar; registrar en notas, para luego,en grupo construir un saber práctico acerca de la calle, la plaza, la arquitectura, la actividad y la gente.
Algunas veces cambiamos nuestro punto de vista de caminante, al subirnos a una bicicleta.En las imágenes una visita al Museo de Arte Moderno de Bogotá y un recorrido en bicicleta por el centro de la ciudad.
Urbanismo de abajo hacia arriba
La ciudad es [...] el lugar de la producción contemporánea inmaterial. Una producción más allá de las fábricas, basada en redes, proyectos colaborativos, manifestaciones culturales, aprovechamiento de espacios residuales y organizaciones en forma de enjambre.10
Paolo Virno, Gramática de la multitud
Aldo van Eyck afirma, en 1959, que “El funcionalismo ha matado la creatividad”. Reclama de la tecnocracia predominante, la presencia del ser humano, y subraya el significado del edificio, más allá de suplir la sumatoria de sus funciones: “la arquitectura tiene que facilitar la actividad humana y promover la interacción social”.11
El urbanismo ejercido desde arriba,12 el de los grandes planes y propuestas sobre la ciudad, tecnócrata y funcional, continúa siendo insuficiente para solucionar los problemas que aquejan a la ciudad contemporánea que ha ganado complejidad, riqueza en formas y contactos, coexistencia de dinámicas y contradicciones. Es necesario actuar sobre ella a través de diferentes estrategias y aproximaciones, mezclando escalas, formas de actuación y formas creativas de participación para lograr un máximo efecto con una mínima intervención que la haga posible. Como lo dice Manuel de Solà-Morales, se trata de ejercer “una nueva urbanidad de lo material, hecha de tacto y de visión, de sensaciones y sugerencias”.13
La intervención urbana debería propender no solo a grandes proyectos públicos y privados, sino a planes, programas y directrices desde la administración. Es necesario que se apoye en otras estrategias de actuación e intervención que nacen de lo particular, de iniciativas que no buscan grandes soluciones, sino pequeñas intervenciones —entendidas como operaciones—, que provocan contactos e identidades, que aunque locales llegan a tener un efecto urbano reproducible.
DesMóntate
Alrededor de la Universidad de los Andes, en la calle que une el Campus con el edificio Santo Domingo, la competencia por el espacio entre peatones y vehículos es evidente. Un grupo de estudiantes propuso entonces una acción que buscaba durante un día quitar una parte de la calzada al vehículo para que los peatones se apropiaran de este; el resultado fue una fiesta en que muchos participaron mostrando su apoyo a la acción.
#TuCalleTuCasa: Acción Urbana desarrollada en el marco del proyecto 100 en 1 Día / Bogotá, en la cual se evidencia la vocación de la calle como espacio de encuentro social y se propone que la ciudad como la casa, deben ser cuidadas por sus habitantes.
Tal como lo afirma Richard Sennet, para tener mejores ciudades, estas deben convertirse en sistemas abiertos, donde: “cualesquiera virtudes de eficiencia, seguridad o sociabilidad que logren las personas, las logrará en virtud de su propia agencia”.14 En este sentido, el habitante de la ciudad asume el papel de un ser político que agencia su propio hábitat en beneficio directo e inmediato de él y su comunidad. Este conjunto de individuos de la ciudad abierta no espera al estado proteccionista para solucionar problemas del vecindario.
En algunas ciudades europeas y norteamericanas, estas iniciativas que surgen de la población anónima en forma de acciones y que abordan temas que no caben en los grandes planes urbanos y de desarrollo son observadas y seguidas por las administraciones, pues constituyen la revelación de las necesidades que finalmente agrupan a las comunidades y que las dota de fuerza política. Allí se cuecen las iniciativas políticas que reclamarán los votantes, el nuevo público crítico-activo de la gran ciudad.
Desde y hacia una escala humana
Salir al espacio y encontrarse con otros. Salir al espacio público a través de los talleres como manera de poner a prueba las ideas producidas durante las sesiones teóricas; poner los pies en la calle como exploración, puesta en cuestión, apropiación y alteración de los espacios urbanos. Encontrarse con otros para generar un conocimiento compartido.
Ana Méndez de Andés, Urbanacción
Al lograr este efecto político, las acciones urbanas pueden comprenderse como “acupuntura urbana”,15 ya que parten de la localización de puntos sensibles como estrategia de tratamiento. El acierto en el lugar de actuación —como punto que estimule las energías del tejido urbano— puede resaltar los distintos elementos de la ciudad, sus formas físicas y las relaciones entre las comunidades que la habitan. Por esta razón, la acupuntura no tiene que ver con la dimensión de la intervención, sino con su estrategia, tal como lo anota Solà-Morales.
Dentro de estas intervenciones existen unas que, al definirse como menores, están ubicadas en tejidos locales e implican un mínimo coste económico para ser realizadas por ciudadanos del común y estar en contacto inmediato con la comunidad que las habita.
En la ciudad de hoy —que contiene lugares, comunidades, estructuras, historias, memorias, recorridos y situaciones—, las acciones urbanas, concebidas como técnica terapéutica, hacen posible la construcción de tejidos físicos y sociales a partir de la apropiación de lo público y lo colectivo. Las actuaciones puntuales localizadas sobre el espacio de propiedad pública y privada, que parten del trabajo con la comunidad y dejan un sello en esta, reactivan, trasforman estos espacios y les otorgan nuevos significados; su propósito último es convertir a la comunidad en protagonista de la construcción de la acción, apropiándose del espacio y protegiéndolo a futuro.
Todos los lugares urbanos, desde el centro histórico consolidado hasta las periferias precarias y sin estructura, con calles inconclusas o con ocupaciones parciales, invitan a una acción urbana que les da fuerza no solo a los aspectos físicos, sino a las relaciones y contactos entre los habitantes. La experiencia en grupo sobre la ciudad misma se lleva a cabo; es aprehendida con algo más que diagnósticos, trazados de planos o datos estadísticos. Se devela una ciudad que late más allá de lo cotidianamente conocido, que trasciende la forma construida. Se presenta como una magnífica obra de arte: un escenario para quien la recorre andando, mirando por entre sus fisuras, deteniéndose para sentir su sonido, su textura, su narración y su delirio. Cuando esto es “revelado”, en adelante se mirarán con respeto y aprecio aquellos vacíos, rincones, lugares anónimos o deteriorados como potenciales espacios para actuar y convertir en puntos posibles para una acción colectiva.
Un jardín, una silla, una esquina, un parque. Intervención de recuperación de zonas verdes en el parque Espinoza: siembra de grama y plantas para delimitar el espacio, empedrado de caminos, diseño y ensamble de asientos con madera de estibas desmonatadas; en el marco del curso Teorías Urbanas, Departamento de Arquitectura, Universidad de los Andes.
Así, en la acción urbana, el ciudadano cobra la máxima categoría. De su iniciativa surgen las ideas de cambio, la voluntad de construcción y posiblemente la capacidad de gestión de un proyecto. Como precursor, descubre y reinventa. Es capaz de explorar los recursos y de entender y acoger las condiciones de su entorno. Al ser administrador, mide la inversión y descubre el reciclaje de recursos y sus posibilidades. Finalmente, este ciudadano activo es consciente de lo fugaz y definitivo de su acción y actúa consecuentemente como usuario temporal.
Estos ciudadanos-actores urbanos desean que su ciudad sea algo más que el espacio donde viven de forma higiénica y ordenada de acuerdo con una política pública. Como habitantes y votantes, ganan criterio y capacidad de participación en las decisiones municipales. No son ya ingenuos y maleables frente a las propuestas de candidatos, pues aprenden a cuidar su entorno y reconocen los beneficios de vivir en ciudades que cada vez más los tengan en cuenta.
Con la ciudad sí se juega16
No debemos pedirle al niño que descubra la ciudad si no estamos dispuestos a que la ciudad redescubra al niño.
Aldo van Eyck
Valorar “las otras formas” de la ciudad o, en palabras de Gordon Cullen, desatar una deseable “reacción emocional” por conocer la ciudad desde su experiencia, es el objetivo último de una acción urbana. Es posible que lo más emocionante de esta forma de relación activa con la ciudad sea descubrir que siempre ha estado allí: “al alcance de la mano”.
Rodrigo Pérez de Arce nos señala las barricadas de París en mayo de 1968 como “ese détournement urbano masivo” que perturbó las actividades y la forma de usar la calle, como expresión de la utopía situacionista. Y trascendiendo ese vínculo entre calle, comunidad, revolución y materialización, propone la reflexión sobre el significado que subyace más allá de la arquitectura:
Sea como fuere, en el espíritu de esos agitados días surgió la famosa invocación “Sous les pavés, la plage!” (“Bajo los adoquines, ¡la playa!”), llamado profundamente antiurbano que proponía recuperar el estrato del suelo primigenio como arena lúdica. Para lograrlo solo se necesitaba desmantelar el sostén de la calle, su corteza dura de adoquinados y morteros, precisamente aquella que había prestado servicio alguna vez al juego. Por extensión se podría colegir que, así como el adventure playground surgía de los escombros de la guerra, la remoción de la pesada e inmóvil fábrica urbana, daría paso al suelo libre. Despojado de la ciudad, el territorio quedaría entonces enteramente disponible a perpetuidad, una extensa playa de arena para el disfrute del juego.17
Una rayuela para Niza
A través de la implementación de una acción lúdica, un grupo de estudiantes propusieron a los vecinos de este barrio del norte de Bogotá, el dibujo de una rayuela “infinita” que uniera a la comunidad en torno al juego. La elaboración de la acción y su uso cotidiano propone devolver la calle al peatón.
La metáfora de la playa como espacio vacío donde todo puede pasar, ese umbral entre la tierra y el agua, un límite ondulante, permanentemente cambiante, extenso y llano, es inspirador como subsuelo público de la ciudad, posibilidad infinita de interacción lúdica y de provocación emocional y anticonsumista.
En este sentido, vuelve a ser el arquitecto holandés Aldo van Eyck quien, a través del diseño de zonas de juego, presenta las intervenciones espaciales arquitectónicas más expresivas de este momento decisivo de los años sesenta: “el paso desde la organización jerárquica del espacio defendida por los modernos arquitectos funcionalistas a una arquitectura de ‘abajo a arriba' que tenía por objeto dotar, literalmente, de espacio a la imaginación”.18
En este contexto estructuralista, cuando Aldo van Eyck pensaba en la construcción de sus áreas de juego, se contraponía al racionalismo, hecho que significaba formar un público activo para quien la calle es utilizada y apropiada con naturalidad desde los primeros años. Para este holandés, los niños resultan ser los habitantes ideales, porque están dispuestos a explorar, a experimentar, a servir dentro del papel del juego como esos caminantes situacionistas de bolsillos vacíos que reivindicaban el disfrute de lo público. Más adelante, para van Eyck esos niños serán adultos participativos, constructores de su entorno de manera creativa, crítica y natural.19
La importancia que toma el juego dentro de la acción urbana es fundamental como estrategia, pues solo en el juego se asume el experimento colectivo, tiene unas reglas y roles precisos y todo aquel que participa puede ganar ejerciendo sus facultades, habilidades o conocimiento. Para el holandés, además las áreas de juego “constituían una oportunidad de poner a prueba sus ideas sobre la arquitectura, la imaginación y la relatividad. [...] las zonas de juego diseñadas por van Eyck eran ejercicios de composición no jerárquica”.20
La acción urbana intermediada por la lúdica y por la creatividad puede llegar a generar espacios precursores, leves apariciones en medio de la ciudad, inspiradoras y creativas, que enseñan o recuerdan lo olvidado. Donde antes no había nada, puede llegar a existir un centro de barrio, un lugar de encuentro, una señal para la memoria.
Los proyectos resultantes de acciones urbanas se caracterizan no solo por ser creativos, sino por ser únicos, pues al surgir de las condiciones específicas de una comunidad, nacen de sus necesidades y deseos y se adaptan a unas condiciones locales. Su progreso y permanencia dependen de innumerables factores tan inestables como la ciudad misma. Si estas construcciones físicas, sociales, culturales se mantienen y sobreviven a lo largo del tiempo, puede llegar a ser un experimento de gran riqueza, que posiblemente influirá más allá de su ámbito local o sectorial.21
Alternativas para gestionar las acciones urbanas propuestas desde el LabBog
La reflexión sobre las acciones urbanas está en construcción. El estado del arte, el inventario y clasificación, lo afirmado en el Primer Foro de Acciones Urbanas y las primeras actuaciones a través de los cursos, nos permite proponer alternativas para que esta forma de actuación se arraigue en la academia y trascienda sus límites.
Con esto, invitamos a los estudiantes a dejar las aulas y salir a la ciudad a reconocer su “campo de batalla” en compañía de otros, como emprendiendo un viaje hacia lo desconocido inmediato que resulta revelador, porque el conocimiento logra fijarse profundamente a través de la experiencia.
La emoción resuena en la escena y reverbera a través del tiempo; es el fin último de la arquitectura que construye ciudad, ese cordón umbilical que nos vincula sentimentalmente con su espacio y nos hace comprender su naturaleza. Cuando esa conexión se establece, sabemos que podemos identificamos con el lugar, es decir, que el lugar y nosotros mismos somos al fin, uno solo. La civilidad y la urbanidad pueden, en este instante, ser ejercidas.
La casa de la lluvia de ideas
Esta intervención del colectivo Arquitectura Expandida, es un espacio cultural autogestionado y autoconstruido por la comunidad de un barrio marginal de Bogotá que tiene como fin fortalecer el sentido comunitario del espacio colectivo del barrio y ofrecer respuesta a la carencia de equipamientos cercanos.
Carlos García Vásquez, a partir de su reflexión sobre la ciudad de Sevilla, en España, y su autoaprendizaje urbano, en el marco del Primer Foro Internacional de Acciones Urbanas, mencionó tres opciones que consideramos fundamentales aquí. Las plantea como alternativas a los modelos de desarrollo inspirados por la ciudad global o por las “arquitecturas cinco estrellas” y las incluimos como las tres primeras del listado que aquí presentamos a manera de conclusión:
Es necesario hacer ciudades más modestas, que utilicen de manera razonable sus escasos recursos financieros.
Hay que cultivar sociedades participativas y generosas, que pongan sus iniciativas al servicio de la ciudad.
Se deben formar arquitectos más creativos, que respondan a problemas cotidianos con soluciones inesperadas.
La acción urbana como espacio de reeducación y de estimulación para la construcción colectiva de la ciudad provoca sensibilidad y moviliza a los ciudadanos hacia su ciudad transformada.
La nueva posición del ciudadano es la del habitante político que ya no se conforma con ser un pasivo observador, sino que dialécticamente activa la construcción de su entorno.
La estructura jerárquica dominada por un solo individuo se desvanece en la acción urbana, pues el intercambio de papeles le es connatural.
Los procesos de participación son imprescindibles aquí. Los propietarios de terrenos y edificios, los colectivos, los socioestratégicos, los líderes locales, así como la administración de la ciudad desde las alcaldías locales pueden llegar a ser los agentes que facilitan el acceso a los espacios donde se construya una acción urbana, siempre y cuando se gestione una red básica de organización en la cual todos sumen.
La autoorganización, la autorresponsabilidad y la capacidad de determinación son cualidades que se van revelando en este proceso libre y democrático, en el cual participa la mayor diversidad de público.
La contribución de grupos de inmigrantes, de colectivos temáticos y de otras agrupaciones profesionales, laborales o etarias encuentran en el espacio de las acciones urbanas un lugar para construir un motivo común a todos. Es natural la interdisciplinariedad.22
Eso hace imprescindible contar con actitudes y habilidades externas que provoquen diferentes y creativas posiciones acerca de la forma de desarrollar la acción.
El arquitecto, sin abandonar su autonomía disciplinar, trabaja cada vez más en proyectos culturales, de manera colaborativa con artistas, sociólogos, antropólogos y humanistas.23 Incluir a los líderes locales, las autoridades municipales, los colectivos y las asociaciones es clave para lograr un resultado concertado, una construcción colectiva.
La ganancia que se obtiene supera el beneficio de lucro, y se ve reflejada en la construcción de valores humanos, de comunidad y de cultura.
La gestión de la acción implica una inversión inicial mínima y una implicación personal máxima.
Los lugares donde se puede actuar son zonas libres, verdes, parques, lugares disponibles para la cultura, el deporte, el encuentro y las tendencias más contemporáneas de colectividad, los lotes vacíos y abandonos, los solares residuales.
Algunos de los posibles problemas que se enfrentan al momento de emprender una acción urbana pueden ser la rigidez de las leyes de uso y ocupación del suelo, las normas sobrediseñadas, la condición de ilegalidad de la acción, el desconocimiento de la propiedad del suelo, la manipulación política de las iniciativas creativas, la superficialidad y el facilismo en las propuestas para actuar y un largo e impredecible etcétera.
Las acciones urbanas se mueven a través de las redes sociales, recientes espacios abiertos y colectivos que, coherentemente con estas, expresan y mueven las iniciativas de los actores, con el mínimo de presupuesto, la máxima velocidad y el más eficiente canal de divulgación.