La actividad comercial ha sido parte de la historia de la humanidad. Para Fernand Braudel no puede existir sociedad desconectada de sus lógicas de mercado, y así compara el comercio con un trasformador eléctrico, cuando dice que “producen tensión, aceleran el ritmo de intercambio y recargan constantemente la vida humana. . .”.1
La revista Dearq hizo un compendio a través de su convocatoria para la edición número 17, donde los autores, de diversas latitudes, atendieron a la relación entre arquitectura y comercio. La respuesta, sorprendentemente rica en variedad, aporta a la construcción del estado del arte, entre la actividad comercial y sus múltiples manifestaciones arquitectónicas o urbanas.
Desde la inminente e histórica relación comercio-calle, pasando por la exploración de distintos formatos o interfaces arquitectónicas para esta actividad (mercados, centros comerciales, cines, entre otros), hasta llegar a revisar el rol de la publicidad en la comercialización de la arquitectura, esta revista contiene un cuerpo de trabajo e investigación que demuestra el interés y la vigencia de esta temática en diversos contextos.
Para esclarecer un hilo conductor en este cuerpo investigativo, hemos decidido establecer un orden comprendido por tres partes: la primera, dedicada a la lectura diacrónica y sincrónica de los formatos o interfaces arquitectónicas para el comercio, llamada apuntes introductorios. La segunda, que se aproxima a la mirada desde lo urbano en tres contextos y tiempos distintos, pensada como una reflexión desde la ciudad contemporánea. Por último, una aproximación sobre la arquitectura y otros medios como la publicidad.
Apuntes introductorios sobre los formatos arquitectónicos
La definición de espacios, proveniente de la actividad comercial o mercantil, siempre ha sido un elemento fundamental en la estructura urbana de la ciudad. Esto es evidente en los primeros imperios del Mediterráneo, pues se reconocen conjuntos como el ágora en la civilización griega, el foro en los romanos o el bazar para los persas. En la Edad Media, la actividad comercial fue la que generó y configuró las ciudades europeas con expresiones arquitectónicas como el mercado, y la Revolución Industrial modificó el sentido y la expresión de dicha actividad a finales del siglo XIX, perfilando las ciudades a la forma que diariamente vivimos hoy en día.
A partir de este instante, la actividad comercial siempre quedó definida por la influencia tecnológica y en la búsqueda de transformar y serializar la materia prima. Así surgieron los grandes mercados techados y la conexión con infraestructura de transporte.
Más adelante, en la sociedad contemporánea, definida por Charles Jencks como una “Cultura de consumo y de gustos variados”,2 aparece el centro comercial o mall,3 como la manifestación arquitectónica más sofisticada de la actividad comercial.
Nuestro perfil como seres humanos con un sentido trascendente y la necesidad de comunicarnos interactuando en sociedad se dan hoy de manera “preempaquetada”4 en los distintos espacios contenidos.
A diferencia de muchos de los espacios donde el hombre lograba producir estos contactos como la plaza, el parque, la calle, en la actualidad poco a poco han sido suplantados por estos paquetes de consumo masivo, donde se encuentra todo lo que el hombre necesita: desde suplir las necesidades de entretenimiento hasta simplemente salir a ver a las personas caminar.
Aunque el proceso de globalización y la tecnología actual produzcan grandes cambios en la dinámica de los habitantes de la sociedad contemporánea, como la oportunidad de trabajar desde el hogar, de lograr intercambios de información por los medios de comunicación, entre otros, el hombre siempre sentirá la necesidad de salir a despejarse, a vivir el mundo exterior, a comprar.
Por esto, definir las estructuras comerciales como formatos arquitectónicos e interfaces de interacciones sociales equivale a definir ciudad; después de todo “La ciudad ha sido siempre un sitio para comprar”.5 Vale la pena abrir el debate sobre la observación que tienen los autores en la exploración constante de los espacios en los que se produce el comercio y su relación con la arquitectura (espacio propio) y la ciudad (espacio social).
Necesidad de reflexión en la ciudad contemporánea
La ciudad debe seguir siendo explorada. Sin duda, el comercio ha modelado y modificado el modo de vida y la forma de las ciudades durante siglos. Sin embargo, solo bajo la investigación de los fenómenos particulares y singularmente locales, y sobre todo actuales, podremos entender plenamente las lógicas que construyen nuestra realidad. Es necesario quizá entender nuestras maneras de vivir como sociedad y poder determinar formas concretas de actuación o políticas públicas que enmarquen al comercio como el detonante de nuevos escenarios.
Sin embargo “apostar” por esto supone, en las actuales condiciones, una verdadera revolución que a uno se le antoja imposible de abordar si no se dirigen los pasos y las preguntas verdaderamente válidas que hagan posible la inserción de estos formatos arquitectónicos como piezas clave para la ciudad contemporánea.
Otros medios
Por último, como presentación general de esta edición, podremos revisar la relación que existe entre los medios de comunicación (en este caso impresos) y la arquitectura, como una pregunta más amplia. Arquitectura y comercio no es solo la mirada sobre un binomio conceptual, donde la arquitectura espacializa una actividad humana. En este caso, la pregunta llega a fibras más profundas de esta relación estableciendo la caracterización que los medios de publicidad también modelan una caracterización de la arquitectura en un caso concreto.