Introducción
La carrera 3a fue el eje de transformación de la ciudad de Ibagué hacia los preceptos urbanísticos arquitectónicos republicanos, dada su condición de conector entre los dos espacios públicos que delimitaban la ciudad a finales del siglo XIX. El primero de estos espacios fue la plaza principal o fundacional (actualmente plaza de Bolívar), la cual se ubicaba en el extremo occidental la ciudad. En el límite oriental se encontraba la plazuela de Santa Librada, correspondiente a la actual intersección entre la calle 15 y la carrera 3a. Estas dos plazas se utilizaban como mercados públicos, entre los cuales se ubicaba la plaza colonial de Santo Domingo, transformada en parque Murillo Toro en tiempos republicanos (fig. 1).
Figura 1.
Carrera 3a con sus principales espacios públicos, calles y edificaciones comerciales. Fuente: elaboración propia sobre el plano de crecimiento urbano de Ibagué en 1940 del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC)

A su alrededor se concentraba la población, las actividades comerciales y las construcciones institucionales. En sus espacios públicos gravitaban la Alcaldía, el Seminario, la Catedral, la Gobernación y el Colegio Nacional de San Simón, primera construcción historicista de la ciudad (1893), ubicada en la intersección de la carrera de La Pola (actualmente calle 11) y la calle del Comercio (actualmente carrera 3a) (fig. 1).1
La carrera 3a conserva su condición de principal eje comercial, histórico, patrimonial y peatonal de la ciudad. Sin embargo, no existen estudios sobre sus transformaciones urbanísticas ni arquitectónicas, motivo por el cual el grupo de investigación de Estudios de Arquitectura y Ciudad (E.ArC) decidió acometerlo. Para ello se planteó una investigación de carácter histórico, cuya delimitación espacial correspondió con la ubicación de la plaza de Bolívar y la plazuela de Santa Librada. El recorte cronológico se basó en el inicio y el final del historicismo en Ibagué, datos que se hallaron durante la fase exploratoria de estudio.
Acerca de la procedencia de la información para determinar los procesos edilicios en la ciudad, el primer paso de esta investigación fue la recuperación digital de la cartografía y las fotografías presentes en los archivos municipales, además de 200 escrituras notariales directamente relacionadas con la zona de estudio. Como siguiente paso, se seleccionó el material específicamente relacionado con la vía analizada y se determinaron los nombres históricos de las diversas vías, las características de sus inmuebles y las interacciones sociales que permitieron su desarrollo, lo cual condujo a focalizar el estudio en la relación entre el comercio, el urbanismo y la arquitectura.
Con respecto a los planos arquitectónicos originales, estuvieron adjuntos y enunciados en las escrituras, pero se extrajeron sistemáticamente de ellas por motivos indeterminados y actualmente su ubicación es desconocida. Por esta causa, es imposible realizar un análisis interior de las construcciones, excepto por las dimensiones y materiales descritos en las escrituras. Para suplir estos vacíos, se decidió comparar los datos presentes en las escrituras con las fotografías en los archivos históricos y las notas de las publicaciones periódicas de la época. La interacción de estos datos condujo a identificar las principales características de esta vía céntrica de la ciudad y sus principales transformaciones derivadas de las actividades comerciales.
Esta secuencia de acciones condujo a comprender las particularidades locales en cuanto a las estrategias del desarrollo del historicismo arquitectónico y urbanístico en Ibagué, las cuales evidencian un trabajo conjunto entre el Gobierno, los terratenientes y la burguesía. La inclusión de estas relaciones cimentó las condiciones financieras para el desarrollo que se planteó a comienzos del siglo XX, en directa relación con las dinámicas nacionales e internacionales.
El historicismo como agente de transformación urbanística
Hasta 1886, Ibagué fue una pequeña villa colonial, cuya importancia radicaba en ser un lugar de descanso entre Bogotá y Popayán.2 A partir de su nombramiento como capital departamental, concentró las instituciones administrativas, las actividades comerciales y las migraciones del campo a la ciudad derivadas de los continuos conflictos sociales del siglo XIX, circunstancias que triplicaron su población en 50 años, al pasar de 10.000 habitantes en 1851 a 24.500 en 1900.3
Esta explosión demográfica generó un crecimiento urbano espontáneo, dos veces más grande que Fusagasugá y dos veces más pobre.4 En consecuencia, la ciudad repitió las características urbanas coloniales que pueden sintetizarse en la prolongación de las calles estrechas, elaboradas con tierra apisonada; angostos andenes de ladrillo y piedra carentes de arborización; el predominio de las construcciones en tapia pisada y adobe con revoque irregular, al igual que los filos de los vanos con marquetería en madera. Las cubiertas, con fuertes pendientes, eran elaboradas en palma de murrapo y, en algunos casos, en teja de barro (fig. 2).
Los ejemplos abordados
Las tres primeras edificaciones historicistas en las cuales se acopló el uso comercial fueron el Colegio de San Simón (1893), el Pasaje Ramírez (1910) y el Teatro Torres (1915), todas ellas a lo largo de la carrera 3a. Se abordan sus características principales en este apartado, atendiendo a su orden cronológico de creación, luego de lo cual se explica la estructura social y económica que condujo a su construcción, haciendo hincapié en su separación de los preceptos coloniales.
El Colegio de San Simón
Dentro del entorno urbano colonial de Ibagué, la Nación inició una transformación drástica con la construcción del Colegio Nacional de San Simón, en 1893, por el arquitecto Leopoldo Villa.5 En medio de la estética colonial, se alzó el edificio historicista, profuso en ornamentos, con zócalo estereotomizado (emulando las dilataciones de la roca en el concreto), con la esquina enmarcada por columnas jónicas y la cubierta oculta por el parapeto y los tímpanos (fig. 3). Con su construcción quedó claro el nuevo momento de las instituciones nacionales y de sus valores estéticos, al menos hasta que el caos de la Guerra de los Mil Días (1899-1902) detuvo el proceso edilicio y transformó el colegio en cuartel de fusilamientos.6
El uso educativo del edificio de San Simón amalgamó rápidamente el comercio y alojó en su primera planta al Almacén París, fundado por el comerciante antioqueño Laureano Calle Cadavid.7 En la esquina del edificio se encontraba el acceso al almacén, sobre el cual se ubicó el aviso publicitario, cuyas características gráficas guardaron correspondencia con los principios de continuidad de las fachadas y las líneas de composición que se reglamentaron durante la Reforma de París.
El Pasaje Ramírez
Durante los años siguientes a la construcción del colegio, se erigieron edificios historicistas en los sectores de expansión de la ciudad; mientras que la carrera 3a conservaba sus condiciones coloniales, ambiente del cual emergía la singularidad del Colegio de San Simón. Este panorama cambió en 1910, cuando se construyó el Pasaje Ramírez, a tres cuadras del Colegio de San Simón. Pocos vestigios quedan del pasaje: 1) en las páginas publicitarias de las escrituras notariales se enuncia su nomenclatura urbana, lo cual permitió ubicarlo en el plano de 1935. 2) Al buscar en la colección de fotografías de la Biblioteca Darío Echandía, se encontró su fachada occidental, frente al edificio del Banco de Bogotá (fig. 4).8
A pesar de la escasez de datos exclusivamente arquitectónicos, las actividades y las dinámicas que se encuentran en las fuentes permiten determinar que el Pasaje Ramírez fue la adaptación local del modelo urbanístico francés que, durante la prefectura del barón de Haussmann, favoreció el desarrollo de las actividades comerciales y sociales de la burguesía a través de los modelos del bulevar y el gran almacén.9 Allí se encuentra el motor de la ciudad para configurar el paso de las condiciones estéticas y funcionales coloniales a las republicanas, que coinciden con el ámbito de transformación parisina de la ciudad medieval a la historicista.
El Teatro Torres
El tercero de los edificios en los cuales se desarrollaron las funciones comerciales derivadas del modelo francés fue el Teatro Torres, cuya construcción comenzó en 1915 por iniciativa del poeta y empresario Roberto Torres Vargas, quien compró el terreno sobre el que el arquitecto Arturo Jaramillo Concha diseñó el edificio, en el cual se observan las técnicas historicistas de la estereotomía, las molduras y el parapeto o muro para ocultar el tejado, descritas en el apartado referido al Colegio de San Simón (fig. 5).10
Aunque este ejemplo arquitectónico carece de planos, al igual que la mayoría de los edificios de la época, la recolección de datos sobre los grupos sociales involucrados en su construcción permitió el entendimiento del sistema de financiación de las obras locales. Así, se comprendió que acometer la creación de un escenario de espectáculos como el Teatro Torres en una ciudad sin una fuerte economía fue un trabajo que necesitó la gestión de diversos fondos: 1) en lo público, el municipio facilitó un bajo precio de compra y apoyó financieramente la operación comercial del “desvencijado” teatro municipal. 2) Los fondos privados del reconocido comerciante Roberto Torres Vargas se sumaron a los aportados por el municipio. 3) Los recursos públicos fueron canalizados a través de la figura de la Junta de Mejoras, una organización civil encargada de realizar la veeduría de las obras públicas en la ciudad. Su naturaleza civil y la independencia de sus acciones permitieron la conformación del músculo financiero para la construcción del teatro.
La Junta de Mejoras
El origen de la junta de veedurías civiles para las obras públicas se encuentra en la creación de la Sociedad de Embellecimiento, en 1905, cuya denominación cambió a Junta de Mejoras, en 1915, a la cual pertenecían los hombres “cultos” de la ciudad, como los hermanos Eduardo y Roberto Torres Vargas, el primero de los cuales fue nombrado director de la Biblioteca Municipal, en 1910.11 La designación de los miembros de la junta para ocupar cargos públicos y la adquisición del viejo Teatro Municipal por parte de Roberto Torres Vargas, en 1915, ayudado por los recursos gubernamentales, muestra la directa relación entre el Estado, sus veedurías representadas en la Junta de Embellecimiento y la burguesía local, que canalizó los recursos estatales a través del modelo de juntas para el usufructo privado.
Al respecto, es preciso anotar que la amistad entre el Estado y la burguesía era pública y aprobada socialmente, como se evidencia en los periódicos de la época, cuyas páginas celebraban las cualidades de los empresarios que ejecutaban las obras para la administración municipal. Este apoyo estatal estaba justificado por el firme propósito de desarrollar y transformar la ciudad atendiendo al paradigma de la estética universal parisina, basada en el comercio como imagen de progreso, libertad y diversión.12 Sus características fueron: 1) la generación de bulevares o calles comerciales, para lo cual se ampliaron los andenes y se ambientaron con vegetación y mobiliario; 2) la conversión de plazas en parques, a través de la naturaleza, el mobiliario y la instalación de monumentos escultóricos, y 3) la creación de íconos arquitectónicos a partir de los cuales se unificaron las líneas de composición de las fachadas.13
En síntesis, la conversión de la Junta de Mejoras en el principal contratista urbanístico y arquitectónico del Gobierno determinó el rumbo estético de la ciudad con el enfoque de la arquitectura historicista derivada de la Reforma de París. Su fortaleza como asociación de destacados profesionales locales condujo a la ruptura de la dependencia de los ingenieros y arquitectos extranjeros e inició la transformación de la ciudad hacia el modelo comercial.14
Influencia del desarrollo industrial en la transformación urbanística y arquitectónica
Luego de la Guerra de los Mil Días (1899-1902), el Gobierno municipal generó inventarios para conocer su riqueza e implementó modelos para recaudar dinero e invertirlo en obras públicas. Los recaudos estatales se invertían en el desarrollo agroindustrial en concordancia con los propósitos nacionales de fortalecer el modelo agroexportador y, desde allí, reinvertir los excedentes en el mejoramiento de la infraestructura industrial como paso inicial para la transformación urbana. Las obras se materializaron a través de la Junta de Mejoras, a partir de 1910, con la creación de la biblioteca municipal y el museo público, equipamientos urbanos enfocados en la cultura y directamente relacionados con el modelo del espectáculo parisino.15
Estas dinámicas son evidentes en las exposiciones nacionales realizadas en 1880, 1881, 1899 y 1907, las cuales fueron copias de las exposiciones internacionales de Londres, París y Chicago durante el siglo XIX.16 La exposición nacional de 1907 en Bogotá conllevó la unión de los avances en agroindustria y arquitectura a través de la creación de pabellones, modelo que se reprodujo en Ibagué con la primera exposición agrícola de 1909.17 De este modo, las exposiciones agroindustriales convocaron a los gremios de industriales y comerciantes para que invirtieran en el desarrollo urbano, cambiando las dinámicas de las décadas anteriores, durante las cuales los excedentes de capital se reinvertían exclusivamente en las actividades agrarias, por lo cual en la ciudad perduraron y dominaron las características coloniales. Así, la tecnificación del sector agrario y su refuerzo con los pabellones de exposición generó un fenómeno de identificación del desarrollo industrial con el historicismo de principios del siglo XX.
La generación de confianza inversionista propulsó el desarrollo del sector empresarial en la ciudad, como se puede rastrear en las actividades comerciales de los grandes terratenientes de finales del siglo XIX, cuyos excedentes de capital se reinvirtieron en la creación de barrios, empresas de servicios públicos, periódicos y establecimientos comerciales.18 El modelo de desarrollo urbano implementado a principios del siglo XX consistió en que los empresarios bogotanos llegaron a Ibagué para las exposiciones agroindustriales locales y conformaron empresas junto con los terratenientes ibaguereños, los miembros de las entidades estatales y diversos comerciantes, induciendo la arquitectura historicista bogotana en Ibagué.19
El crecimiento de la clase empresarial condujo al desarrollo de escenarios propios de la burguesía, como los salones de té, los clubes y los pasajes comerciales. La base para la reconfiguración urbana a partir del desarrollo comercial fue “la racionalización de los flu-jos, tanto de público como de mercancía y personal”, evidentes en la preponderancia que se otorgó a la calle del Comercio (actualmente carrera 3a), alrededor de la cual se estructuraron en Ibagué las actividades lúdicas, educativas, políticas y sociales que tuvieron como base el desarrollo económico de la burguesía y cuyos resultados fueron el Teatro Tolima, la biblioteca municipal, el museo público, los pasajes comerciales y los centros sociales. Es preciso entonces observar el corazón de la transformación de la ciudad hacia el ideal de la burguesía, abordando una de las fotografías de la antigua calle del Comercio para mostrar sus características evolutivas con respecto a las técnicas de embellecimiento utilizadas durante el periodo republicano (fig. 6).
Las técnicas de embellecimiento aportadas por el historicismo
A ambos lados de la figura 6 se observan construcciones de dos pisos: la de la izquierda correspondiente al Teatro Torres (actualmente Teatro Tolima), y la de la derecha, al Banco Social del Tolima, construido en 1916 (actualmente plazoleta Darío Echandía).20 Los dos carecen de características coloniales. Por ejemplo, no tienen los aleros que identificaron la arquitectura colonial y fueron reemplazados por la estrategia de parapetos para ocultar la cubierta; sus muros son lisos, como consecuencia de la técnicas que incluyeron morteros con agregados de cemento, a diferencia de las técnicas de cal y canto, bareque y tierra apisonada que generaron muros con textura irregular durante la mayor parte del periodo colonial.
Hacia el fondo pueden observarse, a la izquierda, dos típicas casas coloniales, con muros de textura heterogénea derivados de la técnica del bahareque, los marcos de madera decorada de las ventanas y el alero de cubierta proyectado sobre el andén. En las casas que aparecen en la parte derecha de la fotografía se observan varias técnicas del paradigma estético republicano o eclecticismo historicista (revival en inglés), es decir, la fusión de estilos de la Antigüedad con absoluta libertad para que los arquitectos de finales del siglo XIX y comienzos del XX expresaran sus ideas con las proporciones clásicas y el refinamiento del siglo XIX.
Las técnicas aportadas por los principios estéticos historicistas que pueden apreciarse en la figura 6 fueron:
• El trabajo del zócalo adosado al muro colonial. El texturado de los zócalos se realizó aprovechando la versatilidad del mortero con base en el cemento que comenzaba a hacerse popular, por lo cual puede encontrarse la técnica de concreto abujardado (o agujereado con la bujarda), el mortero chispeado (o arrojado sobre la superficie hasta generar una altura similar) y el estereotomizado (o con dilataciones para simular obras de cantería), que utilizó tanto el abujardado como el chispeado.
• La inclusión de arcos de medio punto en los vanos ortogonales coloniales, lo cual implicó la implementación estructural de las dovelas en adobe para reemplazar el dintel de madera.
• Las alfajías (o molduras bajo las ventanas), para las cuales se mezcló yeso y mortero, que permiten hacer extensivos los marcos alrededor de los vanos, conjugando las concavidades y convexidades características del Barroco.
• La inclusión de pilastras (o columnas proyectadas sobre los muros) como elementos compositivos clásicos, que extrovierten la estructura que durante la época colonial estuvo embebida en los muros.21
• La generación de las molduras de cornisa, que sirven como ménsulas compositivas para demarcar la franja en que comenzaba el alero o el entablamento cásico.
• A diferencia del Teatro Tolima y el Banco Social del Tolima, estas casas “bordadas” carecieron del parapeto que ocultaba la cubierta al peatón, y con ello se “embellecía” el paisaje urbano.22 Bajo estas remodelaciones externas, o bordado, permanecieron las características de la arquitectura colonial; el mejoramiento y embellecimiento las hizo pertenecer a los ideales de las primeras décadas del siglo XX.
Con estas técnicas aplicadas a varias obras arquitectónicas ibaguereñas, se puede utilizar la fotografía evocada y con ella resumir, en los dos edificios laterales de dos pisos, las innovaciones del eclecticismo historicista, en las que se observan los zócalos estereotomizados, las pilastras que recorren con fuerza el edificio, las molduras alrededor de los vanos, el muro de cornisa con diversas molduras y los remates en formas de bulbos, chapiteles o piñas (fig. 7).
La referencia a París como paradigma urbano mundial
En la planta baja del Teatro Torres funcionó el Almacén Italiano, cuyo lema era la “importación directa”, lo cual permite la interrelación con el Almacén París, que funcionó en la planta baja del Colegio Nacional de San Simón (fig. 8). Aunque no se conservan planos ni fotografías que describan el interior de las construcciones mencionadas, el paradigma europeo es claro y se enriquece al comprender los conceptos de mejoras y embellecimiento que se enunciaron respecto de las sociedades civiles en el apartado anterior.
Figura 8.
Detalles. Almacén Italiano en la planta baja del Teatro Torres (a la izquierda) y Almacén París en la planta baja del Teatro Torres (a la derecha). Fuente: BDE

El concepto de embellecer implicó la caducidad del paradigma estético colonial, pues la arquitectura del Antiguo Régimen fue percibida como desagradable. Este concepto inicial permite también entender que el propósito era conformar una ciudad que deleitara visualmente a sus ciudadanos, como argumento de la arquitectura historicista cuya referencia era Francia, en especial París, y por extensión Europa.23
El cambio del concepto de embellecimiento, en 1905, al de mejoras, en 1915, condujo a las siguientes apreciaciones: 1) el deseo de embellecer la ciudad a partir de la estética historicista europea se transformó en el propósito de mejorar la ciudad mediante la optimización de los procesos a partir de la máquina. 2) Este cambio de nombre no fue deliberado, pues coincide con la generación de los reglamentos para los automotores, los mercados públicos, la construcción de puentes, la nomenclatura de la ciudad y la reestructuración administrativa de la Gobernación.24 3) Como consecuencia, este conjunto de sucesos que determinó el cambio conceptual del embellecimiento hacia la mejoría significó que la transformación de la ciudad se sustentó desde la base de que la nueva arquitectura europea era, además de bella, más salubre y eficiente, agregando a lo bello el concepto de lo mejor. 4) De este modo, se sustentó la imagen historicista de la ciudad como hermosa, salubre y eficiente.
Cambios espaciales y conceptuales de la calle del Comercio
Al analizar las correspondencias entre las transformaciones urbanas, los estilos arquitectónicos y los usos de los inmuebles, es notoria en esta fotografía la ausencia de establecimientos comerciales a lo largo de la vía, cuya explicación corresponde con la siguiente línea argumental:
1) La calle del Comercio fue la denominación para la principal vía de acceso de mercancías a la ciudad en tiempos coloniales. Su destino era la plaza principal, hoy plaza de Bolívar, en la cual se realizaba el mercado agropecuario, motivo por el cual los establecimientos comerciales se concentraban alrededor de la plaza, no a lo largo de la vía.
2) Entendida la denominación colonial de calle del Comercio como ruta de abastecimiento de productos, no como espacio de locales comerciales, pudo apreciarse durante la investigación que su localización cambió de acuerdo con las diversas rutas para el suministro de mercancías, según lo evidenciado en la cartografía y las escrituras estudiadas. Así, inicialmente la calle del Comercio fue la actual calle 10, ruta por la que ingresaban las mercancías a la ciudad y desembocaba estratégicamente en la plaza fundacional. Cuando se urbanizó la zona alrededor de la calle 10, la denominación de calle del Comercio pasó a la carrera 5a o carretera a Bogotá, ubicada fuera del perímetro urbano, por lo cual no existían locales comerciales a su alrededor. Cuando se denominó calle del Comercio a la carrera 3a, vía dentro del perímetro urbano, se evidencia un cambio conceptual en el que el modelo del bulevar, o calle comercial parisina, fue introducido en las ciudades colombianas (fig. 9).
3) A principios del siglo XX, cuando fue tomada la fotografía que se estudió en el apartado anterior sobre las técnicas aportadas por el historicismo, las dinámicas comerciales coloniales aún se conservaban, en la estrechez de los andenes, la ausencia de arborización y la concentración de locales comerciales alrededor de las plazas. Sin embargo, la denominación de la carrera 3a como calle del Comercio, la construcción del Colegio de San Simón, el Teatro Torres y el Pasaje Ramírez muestran el momento exacto en que los conceptos comerciales en los niveles urbanístico y arquitectónico pasaron del mercado colonial al gran almacén republicano.
La estética urbana y su dependencia de la nueva burguesía
El fin de este sistema de embellecimiento de la ciudad desde el concepto generado por los comerciantes consta de la superposición de los dos temas abordados: las técnicas arquitectónicas y los paradigmas estéticos. El primero es paralelo a la existencia del Teatro Torres, que fue adquirido por la administración gubernamental en 1926 y reemplazado en 1938 siguiendo los planos de la firma Cuéllar Serrano Gómez, los cuales ejecutó el ingeniero italiano Antonio Bernardi, en 1940, y que borró el estilo historicista del teatro Torres para convertirlo en el Teatro Tolima de estilo Art Déco.25 En este caso, la bella arquitectura historicista del mundo del espectáculo fue reemplazada la elegante y eficiente arquitectura Déco del nuevo espectáculo (fig. 10).
Figura 10.
Fachada Déco del Teatro Tolima y algunos detalles ornamentales. Vectorización de Janeth Restrepo

El segundo punto de finalización del historicismo en la Calle del Comercio corresponde a los paradigmas estéticos, a partir de los cuales se comprueban los cambios de poder, al pasar de un eclecticismo de inspiración francesa a un Déco de origen norteamericano. En ese sentido, la discreta publicidad adosada a los muros historicistas cambió a la luminosa y protagonista publicidad de cajas iluminadas Déco.
Este aspecto de incremento de la visibilidad publicitaria es relevante, porque sintetiza la correspondencia entre la arquitectura y el comercio, en cuanto:
1) La continuidad de las líneas de composición de las fachadas historicistas implicó la discreción de la publicidad para conservar la homogeneidad urbana planteada durante la Reforma de París.
2) La espectacularidad del Art Déco y su enfoque en las actividades comerciales de la burguesía condujo a la preponderancia de la publicidad iluminada sobre la continuidad visual urbana.
3) La mesurada arquitectura historicista y el urbanismo de la contemplación de la belleza transformaron la carrera 3a en un bulevar propicio para las actividades sociales de la nueva burguesía de origen agrario, cuyos escenarios fueron los centros culturales y los pasajes comerciales.
4) La implementación de la eficiencia del futuro, representado en la iluminación de los avisos comerciales, junto con la introducción del automóvil como triunfo de la máquina, derivaron en la creación de una calle comercial enfocada en el tránsito con fines comerciales, más que para la reunión.
5) Esta preponderancia del comercio, evidente en el protagonismo de los avisos publicitarios, presenta a la arquitectura como una superficie publicitaria, como una subsidiaria del comercio, con lo cual la arquitectura colonial y el historicismo revelaron su desarticulación con el nuevo modelo comercial urbano, impulsado por las tendencias modernas de mediados del siglo XX (fig. 11)
Conclusiones
El tránsito del sistema colonial al historicista en el urbanismo y la arquitectura de la calle del Comercio en Ibagué permite observar la relación entre los modelos comerciales planteados por el Estado y su repercusión en el orden social. La estructura financiera estatal propulsó la conformación de una nueva clase social que pudiera apalancar el desarrollo industrial nacional, en consonancia con los desarrollos europeos. La transferencia tecnológica se realizó a través de las exposiciones nacionales, como eco de las exposiciones internacionales, a partir de las cuales se vinculó simbólicamente el historicismo arquitectónico con el progreso económico y social.
La arquitectura colonial, que perduró en tiempos republicanos, reflejó los medios artesanales de producción latifundista propios del Antiguo Régimen de la colonia española en América. Así mismo, la arquitectura historicista fue el símbolo del ingreso del país al orden comercial mundial mediante la implementación de la producción agroindustrial. La transformación de los espacios de producción y comercialización de las mercancías se rastrean a partir del cambio de ubicación de la calle del Comercio, cuyo concepto pasó de la vía colonial de transporte de productos, al de eje comercial y social durante la República.
El modelo de bulevar desplazó la importancia comercial de las plazas públicas, al transformarlas en parques, situó el comercio alrededor de la calle y la dotó de connotaciones sociales burguesas. Así, localmente se adaptó el gran almacén parisino al pasaje comercial, una calle privada dentro de la cual se podían realizar las actividades sociales y comerciales para una clase social específica. Consecuentemente, los centros de espectáculo funcionaron como grandes espacios exclusivos para la reunión de la burguesía alrededor del arte y el comercio como símbolos de la cultura y el progreso europeo. De este modo, se conformó la atmósfera para un nuevo estilo de vida que aunó la exuberancia del historicismo al modelo agroindustrial republicano y a la prosperidad de las nuevas clases sociales.
La importancia ascendente del comercio como factor de desarrollo puede rastrearse a través de la relación entre la publicidad como factor de transformación del paisaje urbano. Se observa una ciudad colonial con escasos avisos publicitarios, luego una ciudad historicista con avisos discretos y, finalmente, una ciudad moderna en la cual los avisos de neón son protagónicos, junto con los demás avances tecnológicos como el automóvil. Así, los factores comerciales se encargaron de transformar la ciudad hacia un embellecimiento, cuyo enfoque pasó de la arquitectura hacia la superposición y preponderancia publicitaria.