Hasta los inicios de la década de 1980, cuando fueron adoptados por muchas oficinas de arquitectura alrededor del mundo, los computadores habían sido el lujo de unas cuantas firmas y espacios académicos. Por ejemplo, desde la década de 1960 firmas emblemáticas tales como Skidmore Owings and Merril (SOM) en los Estados Unidos, ARUP en el Reino Unido, y la de Clorindo Testa en Argentina utilizaron computadores sobre todo para la realización de presupuestos, estimación de cantidades y cálculos estructurales. Fue solo hasta un par de décadas después, con la reducción del precio y del tamaño de los computadores, y con la comercialización de los primeros sistemas de diseño asistido por computador,1 que oficinas más modestas empezaron a adoptarlos para facilitar, primordialmente, las tareas de dibujo. Actualmente, un paradigma emergente de lo digital en la arquitectura se enfoca en el “modelado de información arquitectónica”2 el cual reúne funciones gráficas y de cálculo en entornos digitales que integran descripciones geométricas muy detalladas con capas de información asociada tales como cantidades de materiales, presupuestos y atributos estructurales. Al mismo tiempo, en una tradición que se remonta a los primeros días de la informática, investigadores en el ámbito académico e industrial investigan el potencial de los sistemas interactivos, las simulaciones, los algoritmos y la robótica para automatizar o reconfigurar aspectos del diseño y la construcción arquitectónicas. Claramente, las ideas y los métodos computacionales son factores clave que le han dado forma a las labores materiales e intelectuales de los arquitectos,3 así como a sus aspiraciones.
Este territorio vertiginoso ha sido objeto de estudio por parte de un número creciente de investigadores que han examinado, por ejemplo, los diversos efectos que las herramientas digitales han tenido en el ámbito profesional de los arquitectos,4 los orígenes de estas tecnologías,5 sus implicaciones pedagógicas,6 así como su potencial tanto para el diseño creativo7 como para la eficiencia en materia administrativa.8 Sin embargo, el grueso de estos esfuerzos se ha concentrado en prácticas e instituciones del norte global, razón por la cual nuestra comprensión del papel de lo digital en la arquitectura está limitada por marcos históricos y teóricos que reflejan preocupaciones e intereses propios de estos lugares —principalmente de los Estados Unidos, el Reino Unido y Europa. Esto hace que nuestra comprensión de lo digital cargue consigo supuestos que, si no se hacen explícitos, pueden obstruir importantes interrogantes y campos de análisis.
Por otro lado, si bien en los últimos años han surgido algunos estudios críticos sobre la relación entre arquitectura, diseño y computación, el tratamiento que se le da a estas tecnologías dentro de la arquitectura suele ser de carácter promocional, lo cual supone aceptar a priori la universalidad y conveniencia de estas tecnologías, abrumando disposiciones críticas, o simplemente analíticas. Desde esta perspectiva tecno-céntrica, la cual busca acelerar la diseminación de las tecnologías más recientes, el proceso de adopción tecnológica se presenta como algo unidireccional: un camino lineal entre “metropolis” y “provincia” y (tomando como base la observación de la geógrafa británica Doreen Massey de que en las geografías desiguales del desarrollo la distancia física adquiere una dimensión temporal)9 entre “pasado” y “futuro”. Claramente, ubicar al sur global en este pasado conceptual cierra la posibilidad de imaginar futuros alternativos.10 Por el contrario, en esta edición de Dearq preguntamos: ¿Cómo articular otros relatos sobre diseño y construcción computacional que no ubiquen a las regiones por fuera del norte global como simples receptores de la tecnología y la innovación? ¿Cómo desmantelar ese pasado conceptual que condena a regiones y pueblos enteros a ponerse al día perpetuamente con un futuro aparentemente predeterminado?
Durante la última década, un grupo de académicos latinoamericanos ha investigado los procesos de adopción del software y tecnologías de fabricación digital por parte de arquitectos y académicos de esta región, así como el surgimiento y consolidación de redes de colaboración internacional e interinstitucional. Por ejemplo, Pablo Herrera, académico y profesor peruano, y sus colaboradores, han hecho un valioso trabajo documentando la influencia de las tecnologías del diseño y la fabricación digital en América Latina, elaborando mapas que muestran los movimientos migratorios de estudiantes Latinoamericanos que regresan a sus países después de completar estudios en universidades de los Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido, para luego monitorear su impacto en universidades y prácticas locales.11 Estas investigaciones han hecho visibles, por ejemplo, el surgimiento de los “fab labs” en la región —laboratorios de fabricación digital inspirados en el proyecto “Fab Lab” iniciado en MIT.12 Haciendo eco de las ideas que acompañan esta iniciativa, estos investigadores han buscado destacar el potencial de estos espacios para estimular la transformación social, económica y política de la región. Entre los beneficios deseados figuran el fomento de una cultura empresarial conforme a los dictados de la denominada “cuarta revolución industrial”;13 oportunidades de colaboración entre artesanos locales, arquitectos y diseñadores conocedores de lo digital; nuevos estilos formales que reinterpretan las tradiciones locales para adaptarlas al zeitgeist14 tecnológico, además de pedagogías infantiles de enfoque tecnológico.15
Esfuerzos conexos han buscado comprender los efectos de las tecnologías digitales en la cultura arquitectónica de América Latina mediante, por ejemplo, análisis bibliométricos. Gabriela Celani y Pedro Veloso, arquitectos e investigadores del diseño y la computación brasileños, han estudiado tendencias regionales en los temas investigación a través de CuminCAD, una base de datos que reúne los trabajos de investigación de varias conferencias y revistas internacionales enfocadas en el diseño digital. Mediante un análisis computacional de los metadatos de miles de artículos, los autores esbozan la evolución de este campo partiendo del movimiento Design Methods, el cual en la década de 1960 aspiraba a convertir el diseño en una práctica más “científica”, hasta esfuerzos más recientes orientados a introducir programas informáticos de diseño paramétrico y maquinaria de fabricación digital en entornos arquitectónicos.16 Otro estudio, de Tássia Borges de Vasconcelos y David Sperling, profesores de arquitectura e investigadores de diseño digital también brasileños, han estudiado esta misma base de datos con el fin de identificar tendencias pedagógicas en América Latina. Estos autores sugieren que el reciente predominio de palabras como “paramétrico” en la producción académica de la región indica un cambio conceptual en el uso del software que deja atrás la digitalización del dibujo y se aproxima hacia la automatización de funciones analíticas, e incluso configuracionales, de ciertos aspectos del diseño arquitectónico.17 Adicionalmente, la base de datos y serie de exposiciones Homo Faber ha contribuído de forma valiosa a destacar las labores de una nueva generación de diseñadores e investigadores latinoamericanos que utilizan medios computacionales, centrándose en las tecnologías de fabricación digital.18
Esfuerzos paralelos en otros contextos del sur han examinado las tecnologías de diseño computacional a través de un lente similar, aunque utilizando diferentes métodos. Por ejemplo, el arquitecto y docente bangladesí A. Q. M. Abdullah y sus coautores han practicado encuestas para estudiar las actitudes de estudiantes hacia la “digitalización” de la enseñanza y la práctica de la arquitectura en ese país del sur de Asia.19 Con el objetivo de identificar estrategias pedagógicas que permitan incorporar más eficazmente estas tecnologías en el programa de estudios de arquitectura, la arquitecta y docente jordana Rana Al-Matarneh, y sus colaboradores, han utilizado una variedad de datos cualitativos para evaluar el estado de adopción del software de diseño asistido por computador en la enseñanza de la arquitectura en Jordania.20 Comparando datos de encuestas elaboradas en 1997 y 2012, el arquitecto y académico Ra’Ed K. QaQuish ha planteado una cuestión similar, sugiriendo que es necesaria una mayor formación en CAD a nivel universitario.21 Con una perspectiva abiertamente regional, el arquitecto y profesor egipcio Muhammad Hegazi, y sus colaboradores, han buscado utilizar métodos informáticos con el propósito de fomentar una identidad regional para la arquitectura árabe, por ejemplo, mediante la codificación y modelación de características matemáticas y geométricas de los diseños islámicos en software de CAD.22 Otros estudios realizados, por ejemplo, en Pakistán,23 así como en Nigeria24 y otros países del continente africano,25 se basan igualmente en la premisa de la conveniencia de los métodos informáticos para estos contextos y en la necesidad de identificar y eliminar los obstáculos para su adopción.
El conjunto de trabajos brevemente reseñados anteriormente ofrece una perspectiva valiosa sobre la forma en que la computación ha sido abordada por educadores y profesionales de la arquitectura y el diseño por fuera del norte global, la cual ha ayudado a motivar este número especial de Dearq. Sin embargo, debido a su énfasis en promover la difusión de las tecnologías digitales, estos estudios dejan de lado las preguntas clave que buscamos confrontar en Otras computaciones. Por esta razón es necesario hacer algunas distinciones críticas. En primer lugar, considerar las tecnologías de diseño computacional como inherentemente positivas y transformadoras de la sociedad cierra posibilidades de análisis, tales como las relativas a la pertinencia de dichas tecnologías a prácticas y contextos específicos, a sus legados históricos y orígenes problemáticos, y a sus fracasos inesperados o efectos indeseados en, por ejemplo, culturas organizacionales y prácticas laborales. En segundo lugar, ver expresiones locales del diseño computacional a través del lente de la difusión tiende a enmarcar prácticas, sitios y personas “locales” en términos de su idoneidad para servir como sujetos, o soportes, de digitalización —lo cual puede hacer invisibles formas de innovación y creatividad que no encajan en patrones tecno-pedagógicos importados. Por último, si bien los mapas, genealogías, y análisis bibliométricos permiten percibir tendencias generales, estos métodos no permiten aproximarse a los detalles, matices y puntos de inflexión en los cuales se cifra la realización de los proyectos tecnológicos. La imagen que surge de estos enfoques es la de una “transferencia” entre un Norte desarrollado y un Sur subdesarrollado el cual persigue una siempre evasiva modernidad digital.
Algunos estudios recientes en ciencia, tecnología y sociedad (CTS), arquitectura y diseño nos ofrecen algunas pistas para evitar estas trampas. Investigadores en estos campos han buscado re-significar los términos “tecnología” y “ciencia” con el fin de incorporar registros por fuera de andamiajes teóricos Occidentales, reconocer el vínculo histórico y actual de algunos de estos proyectos tecnológicos con el militarismo y la explotación, y enfatizar la naturaleza compleja, circunstancial y dialógica del diseño tecnológico y su adopción. Por ejemplo, el académico zimbabuense en CTS Clapperton Mahvunga nos recuerda la asimetría fundamental que subyace en los conceptos de “ciencia”, “tecnología” e “innovación” en virtud de sus orígenes intelectuales y políticos, los cuales están enmarcados por historias que entrelazan el colonialismo y la dominación imperial. De forma valiosa se pregunta qué pueden significar estos términos no “para” África sino “desde” África.26 En este contexto, la descripción que hacen Ron Eglash y Ellen K. Foster del movimiento maker en África, por ejemplo, procura re-especificar, de forma generativa, los laboratorios denominados maker spaces de forma que estos se articulen con imaginarios africanos de innovación, conocimiento matemático, vida en común y representación política.27 Desafiando la presunta universalidad de las soluciones tecnológicas, la investigadora estadounidense en comunicaciones y CTS Anita Say Chan ha explorado la conformación de culturas digitales en el Perú en relación con los esfuerzos del gobierno de este país para interconectar la nación mediante redes digitales y fomentar una clase creativa digital.28 La también estadounidense Morgan Ames, historiadora e investigadora en CTS, ha documentado el despliegue del proyecto basado en MIT One Laptop Per Child (un portátil por cada niño) en Paraguay, y ha desentrañado críticamente algunos de sus fundamentos pedagógicos, ideológicos y políticos.29 Desde una perspectiva diferente, la antropóloga colombo-argentina Tania Pérez-Bustos ha puesto en tela de juicio la dicotomía entre lo artesanal y lo tecnológico, la cual sitúa a la tecnología digital como algo universal, mientras posiciona prácticas artesanales como propias a situaciones y culturas específicas. Apelando a las sensibilidades de los CTS hacia prácticas situadas de diseño tecnológico,30 Pérez-Bustos examina críticamente proyectos que combinan los textiles y las tecnologías digitales haciendo hincapié en la especificidad material y cultural de su diseño, revelándolo como una práctica artesanal.31 Explorando preguntas similares, el académico en diseño y computación Daniel Cardoso Llach, co-editor de este número, ha estudiado los sistemas diseño asistido por computador como artefactos históricos con raíces en el militarismo estadounidense, y como vehículos de concepciones culturalmente específicas de las labores del diseño y la construcción. A través de un estudio etnográfico de una consultoría de diseño y construcción en un país del Medio Oriente, su trabajo además documenta conflictos que surgen del intento de coordinar digitalmente el diseño y la construcción de un proyecto, desestabilizando así narrativas sobre la supuesta centralidad y universalidad de estas tecnologías.32 Además, el Grupo Colaborativo sobre Historia y Teoría de la Arquitectura Global (GAHTC, por su sigla en inglés) ha contribuido a desafiar la autoridad epistemológica de los relatos anglo-europeos sobre la historia de la arquitectura generando materiales didácticos destinados a enriquecer los cursos de historia con perspectivas globales. Entre ellos figuran, por ejemplo, materiales didácticos que abarcan tradiciones urbanas y arquitectónicas islámicas, del Sur de Asia, de África occidental y prehispánicas.33
Una serie de estudios recientes sobre la historia de los medios aporta herramientas adicionales para re-imaginar las geografías conceptuales de la computación en la arquitectura y el diseño. Estos parten de observar que, si bien existe una tendencia a comprender y explicar la tecnología y el conocimiento como elementos esenciales de la formación del norte global contemporáneo, no suele aplicarse la misma lógica a los relatos históricos de las geografías del Sur. Para hacer frente a este desequilibrio, historias informáticas recientes de América Latina y Oceanía, por ejemplo, se han centrado en los avances de estas regiones, enriqueciendo las genealogías convencionales del desarrollo tecnológico que generalmente se han centrado en un puñado de instituciones y precursores. Estas han ayudado a reformar campos diversos, tales como la música digital, la economía computacional, los gráficos por computador y la cibernética. El músico e historiador australiano Paul Doornbusch, por ejemplo, ha documentado cómo en 1949, en Melbourne, un equipo dirigido por Trevor Pearcey creó el CSIRAC, una computadora de tubos al vacío que se utilizó sistemáticamente para explorar tópicos sonoros y musicales;34 el economista neozelandés Alan Bollard ha observado cómo el también inventor neozelandés William Phillips creó en Londres la computadora MONIAC, una máquina para modelar dinámicas macroeconómicas a partir de un circuito fluídico.35 El académico y artista de medios colombiano Andrés Burbano, co-editor de este número, ha mostrado cómo en ese mismo año, 1949, el artista vanguardista brasileño Geraldo de Barros creó en São Paulo una serie de fotos experimentales utilizando tarjetas perforadas en lugar de negativos fotográficos.36 La académica estadounidense en CTS Eden Medina ha documentado cómo un sistema cibernético a gran escala, una especie de proto-Internet, fue desarrollado en Chile a finales de la década de 1960, durante el gobierno de Salvador Allende, para ayudar a administrar la economía del país. Este proyecto fue dirigido por el cibernético británico Stafford Beer y el científico chileno Fernando Flores, entre otros.37 El artista, ingeniero y académico australiano Stephen Jones ha expuesto los primeros desarrollos de gráficos y música por computador en Australia, adoptando explícitamente su mirada como artista.38 Estas historias no son coincidencias, ni rarezas, sino más bien pruebas del complicado entrelazamiento histórico de las tecnologías con múltiples campos académicos y creativos —un entrelazamiento que siempre está moldeado por especificidades geoculturales e históricas.
En su conjunto, estos esfuerzos provenientes de los estudios de CTS y la historia de los medios, la arquitectura y la tecnología ofrecen indicios para pensar en las innovaciones arquitectónicas y de diseño de América Latina y del resto del sur global como epistemológicamente autónomas. Por un lado, ayudan a entender los desarrollos tecnológicos del norte global en su especificidad cultural, política y material cuestionando por tanto su supuesta universalidad. Por el otro, cultivan una sensibilidad hacia prácticas que no encajan en prescripciones tecnológicas importadas, ayudando a hacer visibles sinergias entre formas locales de pensamiento, diseño e invención, y lo que Mavhunga llama ideas y métodos “entrantes”.
De acuerdo con estas perspectivas, este número de Dearq enfocado en Otras Computaciones propone un cambio en el alcance y énfasis de los estudios del giro digital (digital turn en el original) en la arquitectura y el diseño.39 Centrándose en América Latina y otros contextos del Sur, esta publicación imagina estos lugares geográficos no como nuevos territorios para descubrir, explorar o extraer materias primas empíricas, ni como nuevos mercados para la exportación de soluciones tecnológicas, sino más bien como terrenos en los que el proyecto de la computación arquitectónica se desarrolla de forma crucial, y desde los cuales adoptar una posición crítica privilegiada sobre este. Al mismo tiempo, busca hacer posible un pensamiento dialógico acerca de las dinámicas del diseño y la adopción de las tecnologías. El proyecto de la modernidad no puede verse simplemente a través del lente del saqueo y la dominación colonial. Como nos recuerda el historiador postcolonial indio Dipesh Chakrabarti, en los contextos del Sur los ideales modernos se han blandido a menudo para resistir, o subvertir, dinámicas colonialistas.40 Por lo tanto, al pensar en las modernidades siempre incompletas del sur global41 es importante dejar espacio para las apropiaciones generativas, los diálogos y las subversiones. Siguiendo a Mahvunga,42 en lugar de preguntarnos qué significa la computación y el software “para” la arquitectura y el diseño en el sur global, este número se pregunta qué pueden significar estas tecnologías “desde” allá.
Es en este espíritu que los materiales reunidos en esta publicación interrogan ámbitos de diseño computacional en el sur global. Estos comprenden ocho artículos de investigación revisados por pares, un ensayo invitado, dos secciones con contenidos visuales sobre proyectos y un epílogo. Los artículos académicos revisados por pares responden a la convocatoria del número examinando expresiones históricas y contemporáneas de la computación en contextos del Sur a través de una variedad de lentes metodológicos —desde lo histórico y etnográfico a estudios de caso. Evitando abordar lo digital con un enfoque centrado en acelerar su transferencia y diseminación, cada autor explora estos sistemas como preguntas abiertas, y no como respuestas en y por sí mismas. Los cuatro artículos que abren el número comparten una actitud inquisitiva que se vale de las herramientas del historiador y del etnógrafo para iluminar aspectos históricos y socio-técnicos del diseño computacional. A la luz de un estudio etnográfico llevado a cabo en una fábrica equipada con máquinas de control numérico (CNC por su sigla en inglés) en Ahmedabad, India, Megha Chand Inglis muestra cómo las distinciones convencionales entre lo manual y lo digital y, entre tradición y futuro, son insuficientes para comprender la confusa modernidad de la producción arquitectónica actual. Su artículo ofrece retratos detallados de tres actores que participan en el diseño y la construcción de un templo indio en Londres, dando vívida cuenta de sus experiencias, así como de su entrelazamiento con una cadena global que conecta —mediante labores materiales y digitales— la Inglaterra rural con la ciudad más grande de la provincia de Gujarat. Examinando materiales pedagógicos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica en la década de 1970, Natalia Solano-Meza revela cómo ideas y métodos computacionales llegaron a encarnar la aspiración de llevar la racionalidad técnica a un contexto tropical. Documentando las raíces de esos experimentos en ideas desarrolladas en una rama de la cibernética británica, y reflexionando sobre sus legados, su artículo ofrece materiales para reflexionar sobre la forma en que las ideas computacionales han servido para trazar caminos coloniales y desarrollistas para la educación y la práctica arquitectónica en contextos del Sur, instigando a la vez experiencias pedagógicas y proyectos prácticos inesperados. A través de una detallada lectura visual e histórica de un emblemático edificio moderno en Argel, Amina Rezoug y Mine Ozkar observan cómo la transformación gradual del edificio por parte de sus habitantes desafía tanto su diseño original como su historiografía. Las autoras hacen uso ingenioso de un formalismo clásico del diseño computacional, las gramáticas de forma,43 para documentar no sólo la forma del edificio, sino su evolución. A partir de un rico estudio etnográfico de la artesanía del curvado de alambre practicada en el Carnaval de Trinidad y Tobago, Vernelle Noel nos lleva a imaginar nuevas articulaciones de lo artesanal y lo digital. El artículo documenta el desarrollo de una herramienta de diseño computacional basada en su estudio de esta técnica, la cual está desapareciendo como resultado del cambio generacional y otros factores. Así, Noel propone una serie de principios para guiar el desarrollo de herramientas de diseño con la participación de artesanos y comunidades con el fin de ayudar a documentar y recuperar sus conocimientos.
Mediante un análisis riguroso de proyectos, los cuatro artículos siguientes ayudan a entender prácticas contemporáneas de diseño computacional en contextos del Sur. Ampliando su ambicioso proyecto de documentar la adopción de tecnologías digitales en Latinoamérica, David Sperling, Pablo Herrera y Rodrigo Scheeren revisan críticamente una serie de proyectos recientes de arquitectura y diseño que hacen uso de la fabricación digital en la región. Respondiendo a la convocatoria para este número, su análisis acude a herramientas de los estudios de CTS y del pensamiento post-colonial para explorar diversas configuraciones de lo digital en la arquitectura y el diseño en América Latina —desde los “fab labs” hasta el surgimiento de comunidades de artesanía digital— haciendo énfasis en prácticas de hacking y otras estrategias que parten de lo colectivo. A través de la discusión de una serie de proyectos que exploran la intersección del espacio urbano y las plataformas digitales, Pablo de Soto reflexiona sobre la historia y las aspiraciones del grupo activista Hackitectura de España, grupo del cual él mismo fue integrante. En sus proyectos, castillos medievales se entremezclan con instalaciones abandonadas para la investigación nuclear y se exploran las fronteras terrestres y marítimas a través de software y hardware de código abierto. Así, exponen la ambición del colectivo de utilizar sistemas computacionales abiertos para repensar categorías espaciales convencionales. Concretamente, el artículo propone el wiki, la plaza y la sala de control como nuevos espacios híbridos que comprenden componentes tanto digitales como físicos. Tomando a la iglesia de Nuestra Señora del Valle, legado del arquitecto español Félix Candela como caso de estudio, Diego Navarro-Mateu, Oriol Carrasco y Ana Cocho-Bermejo esbozan una metodología computacional para el análisis geométrico de edificios históricos. Su metodología combina de manera experta el diseño paramétrico y los métodos de ingeniería inversa y utiliza un algoritmo genético para investigar y re-describir los paraboloides hiperbólicos que distinguen la arquitectura de Candela. De especial interés es el uso de métodos algorítmicos para el estudio histórico-analítico, más que para la exploración formal o estructural. Siguiendo una tradición del uso de la computación como un medio para la planeación participativa a niveles arquitectónico y urbano, Camilo Andrés Cifuentes Quin y Carlos Alberto Nader Manrique documentan su proyecto para aprovechar la flexibilidad del diseño digital y los sistemas combinatorios con el fin de intervenir en viviendas precarias en asentamientos urbanos semiformales de Bogotá, Colombia. Su proyecto muestra cómo herramientas de diseño generativo pueden ponerse al servicio de desafíos y comunidades locales. Un ensayo invitado escrito por el artista, ingeniero y académico australiano Stephen Jones, el cual esboza la historia de la computación gráfica en Australia desde 1949 en adelante, complementa los artículos de investigación del número. Enfocado en dos de las primeras computadoras de Australia, el CSIRAC y el SILLIAC, Jones presenta un panorama vívido de la materialización de la imagen computarizada, su tránsito desde el diagnóstico de sistemas a la visualización científica y la función que ella ejerció preparando el terreno para múltiples aplicaciones gráficas en otros ámbitos prácticos y artísticos como, por ejemplo, el pronóstico del tiempo, la música y los juegos. El artículo está ilustrado con fotografías y capturas de pantalla históricas las cuales resaltan una historia que a menudo se ha centrado en las contribuciones de las instituciones de los Estados Unidos y el Reino Unido. Cerrando la sección de investigación, un epílogo del historiador francés de la arquitectura y la tecnología Antoine Picon reflexiona sobre los artículos y sobre la importancia de generar nuevos relatos sobre lo digital en arquitectura.
La sección de Proyectos curada por el arquitecto colombiano David Rodríguez Vargas reúne expresiones de lo computacional en lo lo arquitectónico, lo artístico y lo pedagógico. Estas ilustran cómo prácticas del Sur se han apropiado, transformado, hackeado, o desarrollado sus propias tecnologías del diseño computacional. Exponiendo proyectos desarrollados en Australia, Brasil, Chile Colombia, Indonesia y Nepal la sección hace énfasis en aspectos locales y comunitarios de la computación, así como en aplicaciones culturalmente situadas de sistemas formales y de fabricación digital. Cerrando el número, la sección de Creación presenta la obra del artista y compositor colombiano Julián Jaramillo a través de tres proyectos recientes que utilizan tecnologías de localización para enriquecer el espacio urbano con capas sonoras: The Smartphone Ensemble (2015), The AirQ Jacket (2016), y Lumina Nocte (2016). Estos proyectos exploran nuevas formas de interacción con los dispositivos móviles, así como con el espacio urbano, sugiriendo nuevas formas de intervenir y estudiar dichos entornos. Mediante el uso de códigos QR, los lectores de Dearq podrán escuchar fragmentos de estos proyectos.
Los materiales reunidos en Otras computaciones no ofrecen un mapa o catálogo exhaustivo —esto no es posible ni tampoco necesario— sino fragmentos de una imagen compleja en continua evolución. En su conjunto, proponen una reorientación de la investigación arquitectónica y del diseño hacia relatos que en lugar de dar por sentadas desestabilizan la universalidad y centralidad de los sistemas tecnológicos. En resumen, este número nos invita a prestar cuidadosa atención a la especificidad histórica, material y estética de los sistemas informáticos y así cambiar nuestro enfoque de una computación universal hacia computaciones plurales y situadas.