La experiencia de conocer un lugar y su arquitectura no requiere necesariamente un viaje físico. Puede producirse a través de libros, textos, planos e imágenes. Esta clase de viaje es “un encuentro de algo que andábamos buscando, sin saber qué es con exactitud”.1 El viaje se acompaña de la acción de mirar, distinta a la de ver, pues esta última “alude más a una determinada capacidad, y mirar a cierto acto consciente y deliberado: ciertamente, vemos todo lo que miramos pero no miramos todo lo que vemos; basta tener los ojos abiertos para ver, pero para mirar necesitamos ejercer, en alguna medida, la voluntad”.2
Al hilo del lema de este número de la revista Dearq, “Colombia desde afuera”, este artículo plantea viajar y mirar, desde afuera, a través de la propuesta del arquitecto y fotógrafo brasileño Leonardo Finotti. Desde afuera, expresa la condición externa de la mirada del fotógrafo, el modo en que se percibe la realidad por medio la fotografía, a través de los ojos del artista y, también, alude a la distancia temporal que separa la construcción de las obras de la construcción visual de las fotografías.
El escrito comienza con unas breves líneas acerca de la relación de la arquitectura y la fotografía y aborda el nacimiento de la figura del arquitecto fotógrafo, orientación profesional que se origina en la profunda relación entre ambos oficios. En este contexto se enmarca el trabajo Leonardo Finotti y su personal visión con respecto a la fotografía de arquitectura. Finalmente, se intenta orientar al observador con algunas notas de la cuidadosa selección de imágenes que él propone.
La arquitectura y la fotografía han estado estrechamente ligadas desde el nacimiento de esta última, en el siglo XIX, con el daguerrotipo.3 A partir de esa época, la arquitectura fue el objetivo predilecto de los fotógrafos porque, además de sus singularidades plásticas y formales, su condición de objeto estático facilitaba la búsqueda del mejor ángulo e iluminación. Philip Morton Shand4, crítico de arquitectura inglés, afirmaba que, desde la década de 1930, sin la fotografía, la arquitectura moderna no habría podido transmitirse y cuestionaba si la fotografía originaba los nuevos planteamientos formales de la arquitectura o viceversa. Sin duda, ambas artes se desarrollaron en forma paralela a mediados del siglo XX y, como consecuencia de ello, se originó una serie de relaciones simbióticas entre arquitecto y fotógrafo que dieron origen al nacimiento de los arquitectos-fotógrafos.
En Colombia se dieron relaciones fructíferas entre los arquitectos y fotógrafos Rudolf Schrimpff, Saúl Orduz, Leo Matiz y Paul Beer, entre otros, cuyo trabajo ha sido publicado recientemente en la exposición Bogotá en la mirada de 10 fotógrafos. Todos ellos documentaron la arquitectura y la ciudad realizada entre 1950 y 1970 a través de sus imágenes y legaron un valioso testimonio de la arquitectura moderna en la capital colombiana. Todos ellos han aportado una visión propia, a partir de su interpretación y su experiencia. En esa misma muestra, también se exhibió el trabajo de Germán Téllez, uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX en Colombia, que estudió arquitectura e inició, después, su carrera como fotógrafo.
A propósito de la condición de arquitecto-fotógrafo, Germán Téllez afirmaba que la dualidad entre arquitectura y fotografía generaba una lucha íntima entre los criterios del arquitecto en su búsqueda por el control de las imágenes y la continua rebeldía de estas frente a las limitaciones temáticas de la arquitectura.5 Sin duda alguna, todo arquitecto tiene su propio modo de mirar, observar y analizar un edificio, pero el fotógrafo se esfuerza por hallar encuadres que, de algún modo, expliquen la experiencia espacial vivida y transmitan aquello que quieren demostrar.
Casi setenta años después del inicio de la modernidad arquitectónica en América Latina, Leonardo Finotti puso el punto de mira de su cámara sobre ella. Estudió arquitectura en Brasil y, más tarde, encaminó su profesión a la fotografía, entendida como otra manera de proyectar, a través del lente fotográfico, como hiciera Germán Téllez tiempo atrás. Finotti considera que tanto la profesión de fotógrafo como la arquitectura, en el fondo, tienen un fin común: la construcción de un proyecto, ya sea a través de la luz o con los materiales.
Finotti fotógrafo busca traducir y proyectar una espacialidad en las dos dimensiones de la fotografía y se plantea cómo lograr la tridimensionalidad dentro de un solo plano, a modo de crear composiciones plásticas en dos dimensiones. Explica que, con el tiempo, se ha ido decantando hacia la producción de fotos francas, lo que se traduce en fugas y efectos compositivos poco exagerados.
Otra característica de su fotografía es que asume las condiciones climáticas del instante en que realiza la toma, sin esperar al momento del día más idóneo, pues para él el presente es lo primordial. Se trata de fotografías realistas que incorporan a la imagen el ambiente del entorno físico y social que la ha transformado con el paso del tiempo. Incorporan la escala humana, las escenas de la vida cotidiana y las infraestructuras que rodean el edificio, de manera que sitúa la obra en un contexto real y no ideal.
Leonardo Finotti propone analogías visuales entre Bogotá y Medellín en este viaje a Colombia a través de la imagen. Comparar las imágenes nos permite encontrar diferencias, semejanzas, relaciones y certezas y, a su vez, reconocer las singularidades de cada una de las imágenes confrontadas. Es un ejercicio visual en el cual las analogías pueden registrarse desde la arquitectura, la composición de la imagen y, también, a partir de rasgos subjetivos.
Desde el punto de vista arquitectónico, Finotti establece comparaciones entre la arquitectura y el paisaje, entre la arquitectura y la ciudad y entre el espacio interior y el espacio exterior. Pero también es capaz de acortar la distancia temporal, al comparar la arquitectura ‘clásica’, como la de Rogelio Salmona o la de Germán Samper, con la obra de arquitectos más recientes, hallando analogías y diferencias. Esta comparación aventurada le permite establecer una serie de reflexiones sobre la continuidad, la ruptura y la identidad de la arquitectura producida en las dos ciudades colombianas.
Desde aspectos compositivos, plantea dos formatos: el rectangular y el cuadrado. Este último constituye la vía de exploración que Finotti ha trabajado con cierta intensidad en los últimos años: a partir de una foto rectangular, recompone y vuelve a pensar la fotografía, dando como resultado una nueva creación fotográfica. En las imágenes (formato cuadrado o rectangular) propone juegos de construcciones visuales ordenados y estructurados a partir de la forma, la geometría, las sombras y las texturas: texturas desde la cercanía y desde la lejanía.
Para él, una buena fotografía de arquitectura debe comunicar una particularidad concreta de un proyecto, sin perder su globalidad. Cuando proyecta una fotografía, la piensa como parte de una totalidad que transmitirá su visión. El conjunto de imágenes, él las denomina ensayo, donde cada fotografía formará parte de un discurso. De ese modo, “la obra fotográfica […] es una obra abierta, necesariamente abierta, obra vivida que adquiere una dimensión nueva y un destino nuevo en cada realización: y la historia de la obra también está viva, porque cada recepción puede ser una nueva recreación”.6
Desde otro tiempo, desde otros ojos, desde otro lugar, el ensayo visual que propone Leonardo Finotti nos permite reconocer y conocer una serie de aspectos específicos de la arquitectura de Bogotá y Medellín y, a su vez, construye un discurso fotográfico autónomo.







