Cómo citar: Bergera, Iñaki. "Siza en Panticosa. Poética del abandono". Dearq no. 37 (2023): 116-136. DOI: https://doi.org/10.18389/dearq37.2023.10

Siza en Panticosa. Poética del abandono

Iñaki Bergera

info@bergeraphoto.com

Fotógrafo y comisario

Escuela de Ingeniería y Arquitectura.
Universidad de Zaragoza, España

Figura 1

No es fácil encontrar un enclave donde se plasme con tanta intensidad la relación —tensionada en este caso— entre arquitectura y territorio. En realidad, Panticosa es más que un territorio o un lugar: es un paisaje como tal, construido a partir de esa hibridación entre una naturaleza excelsa y la construcción y antropización humana. El Balneario de Panticosa se ubica en una cubeta granítica a 1630 metros de altitud en el corazón del Pirineo aragonés (España). Se trata de un entorno geológica y morfológicamente cincelado durante siglos por los glaciares y que hoy es depositario de aguas termales minero-medicinales, manantiales, ibones y caudalosos torrentes.

Se tiene noticia de la existencia de los baños desde mediados del siglo XVII, y durante más de cuatro siglos el devenir de esta instalación balnearia ha terminado por construir la memoria de una aventura apasionante, narrada por sus cronistas —turistas, enfermos de tuberculosis, fotógrafos y artistas— que viajaban hasta allí —incluso hasta hace poco menos de un siglo el largo desplazamiento y el complicado acceso en caballería o diligencia era el comienzo mismo de la aventura— en busca de la salud, el ocio o el glamur. Pero la historia del balneario es un drama sublime, lleno de riqueza y vitalidad en sus etapas de máximo esplendor a comienzos del siglo XX y lastrado, a su vez, por los fracasos y desastres derivados en ocasiones por la fuerza de la naturaleza —los aludes de nieve han barrido en no pocas ocasiones parte de sus instalaciones—, los incendios, el declive de la actividad turística debido a una mala gestión o, recientemente, por un desproporcionado intento de transformación que lo ha convertido parcialmente a un espacio de ruina y abandono.

La memoria de Panticosa es, a su vez y por fortuna, una memoria ilustrada, conservada fotográficamente en colecciones institucionales como la Biblioteca Nacional, el Instituto Ramón y Cajal o la Diputación de Huesca y en diversas colecciones particulares.1 El primer reportaje fotográfico, así como la primera planimetría del complejo, data de 1865. Desde entonces, numerosos fotógrafos nacionales y extranjeros han acudido hasta allí para documentar —mediante álbumes, tarjetas postales o vistas estereoscópicas— su arquitectura, cascadas y montañas, así como para levantar acta en imágenes de la vida y la actividad de quienes acudían a sus instalaciones: los templetes de las fuentes medicinales, las casas de baños, los hoteles y villas para turistas y empleados, el casino, la iglesia, los comercios y hasta un matadero.

Las fotografías de los años cincuenta del siglo XX muestran seguramente sus últimos momentos de vitalidad, convertido el balneario en una suerte de equipada ciudad de veraneo familiar, descanso y deporte, entonces sí de fácil acceso. Pero la crisis de los años sesenta y la imposibilidad de conservar económicamente los edificios condujo al cierre del balneario en 1979, convertido en un melancólico escenario frecuentado desde entonces por "domingueros", excursionistas y montañeros. La inmobiliaria Nozar —propiedad de la familia Nozaleda— puso fin a esta situación en el año 2000, al comprar el decrépito establecimiento para reconvertirlo en un lujoso centro turístico internacional, un resort que implicaba el derribo de la mayor parte de los antiguos hoteles y la restauración de los viejos edificios del balneario y la construcción de nuevos alojamientos, dotaciones y servicios: una inversión de más de sesenta millones de euros que iba a dar empleo directo a más de cuatrocientas personas.

A rebufo del llamado efecto Guggenheim (inaugurado en Bilbao en 1997), la impostada bonanza económica del boom inmobiliario español otorgó, por parte de inversores, promotores y políticos, una confianza ciega en la arquitectura de autor y, por tanto, en los llamados arquitectos del star system.2 Y el balneario brindaba una oportunidad propicia; se llamó a dos premios Pritzker para ello: Rafael Moneo, quien recibió el encargo de la ampliación y restauración del Casino y el Gran Hotel, y el portugués Álvaro Siza, quien fue contratado para proyectar el Centro de Alto Rendimiento Deportivo (CAR) —protagonista visual de esta historia— y un apartahotel. Belén Moneo con Jeff Brock y Jesús Manzanares se encargarían, respectivamente, de construir un nuevo edificio termal y un gran aparcamiento.

Pero la historia —más bien un cuento de hadas visto desde la perspectiva actual— no tuvo un final feliz. La gran crisis económica internacional, y particularmente el estallido de la burbuja inmobiliaria en España, llevó al traste este quimérico proyecto. En 2008, de un día para otro, Nozar entró en quiebra por la falta de crédito y todas las obras del balneario quedaron paralizadas y corrieron distinta suerte. Algunas de las instalaciones como el Gran Hotel o el edificio termal ya estaban en uso y debieron cerrar temporalmente. Otras se quedaron interrumpidas en fase de estructura, como el apartahotel o parte del aparcamiento ubicado a la entrada del recinto, y las obras del edificio de Siza se paralizaron totalmente, cuando apenas quedaban poco más que acabados, pintura, remates y equipamiento para entregar la obra. Este potente y elegante proyecto, construido concienzudamente con una doble piel de hormigón, quedaba así abandonando a su suerte y a merced de una naturaleza hambrienta de recuperar lo que era suyo.

Siza diseñó el CAR pensando en amortiguar su impacto visual en el territorio, gracias a la ubicación de una gran parte de su amplio programa a nivel de sótano y a sus cubiertas planas ajardinadas. Los 3400 metros cuadrados de parcela se ocuparon en tres niveles: el de acceso, con la recepción, el restaurante y un salón; el primer nivel, donde se ubican más de veinte habitaciones, y un nivel subterráneo, con el spa, la pista polideportiva, el gimnasio y los vestuarios. La potente y quebrada volumetría resultante —las crujías superiores del introvertido edificio se pliegan y cierran sobre sí mismas— dialoga con la sobriedad y el dinamismo de los espacios interiores recorridos en rampa hasta la terraza exterior superior y tensionados siempre por la presencia de la luz que se vierte al interior por huecos y lucernarios.3

En diciembre de 2011 accedí por primera vez, con los permisos oportunos, al interior del CAR. Comenzaba así la serie Standstill Architecture, un proyecto fotográfico personal desarrollado durante más de diez años, centrado en documentar visualmente la realidad del Balneario de Panticosa, un particular paisaje del abandono y la ruina, un sistémico conflicto entre arquitectura y territorio, cartografiado visualmente por una mirada personal —artística, en este sentido— que huye tanto de la denuncia o la crítica exacerbada como de la melancolía. Mi trabajo fotográfico encontraba en este contexto otro buen ejemplo de estas arquitecturas en suspenso, piezas inacabadas4 que dejan paso al tiempo para que transforme su latencia en herida y su espera en deterioro.5

Con la mirada propia de quien es a la par arquitecto y fotógrafo, el proyecto documenta, mediante una narrativa aséptica y respetuosa, las contradicciones y tensiones existentes entre las lícitas pretensiones formales, constructivas y materiales de la arquitectura de Siza y sus conflictos dialécticos con un territorio exacerbado, imbuido todo de esa cierta poética trascendente que cualquier proceso de ruina y abandono conlleva. Se trataba de volver y revisitar el espacio exterior e interior para levantar una patética acta de las inexorables cicatrices y huellas que el paso del tiempo iba dejando, como capas superpuestas, sobre el alma del edificio: falsos techos desmoronados, vidrios y carpinterías rotas, revestimientos verticales derruidos, suelos levantados y una materialidad trasformada por la humedad y los procesos de pudrición.

La inexorable acción de la naturaleza y el clima sobre esos abandonados espacios de la pulcritud aportan el argumentario para una narrativa visual diferente, fuera del radar, del espacio arquitectónico. Como si de un maravilloso pecio hundido en el mar se tratase, contemplar estas intensas imágenes nos incita —una vez sacudida la lástima que nos produce el hecho en sí— a reconsiderar críticamente los procesos que desencadenan y gestionan la ejecución de los proyectos y la ética que ha de ponderar la transformación del territorio por parte de la arquitectura, al tiempo que nos reconcilia con el valor de la buena arquitectura, que mantiene sus elegantes esencias, incluso enmascaradas en su ruina.

bibliografía

  1. "Álvaro Siza 2001-2008". 2008a. El Croquis, n.º 140: 256-269.
  2. "Álvaro Siza". 2008b. En Blanco, n.º 1: 72-89.
  3. Bergera, Iñaki. 2018. Twentysix (Abandoned) Gasoline Stations. Madrid: Trama.
  4. Moix, Llàtzer. 2010. Arquitectura milagrosa: Hazañas de los arquitectos estrella en la España del Guggenheim. Barcelona: Anagrama.
  5. Tudelilla, Chus, ed. 2022. Los Baños de Panticosa: El elogio del agua. Huesca: Diputación de Huesca.
  6. Unfinished. Ideas, Images and Projects from the Spanish Pavilion at the 15th Venice Architecture Biennale. 2018. New York: Actar Publishers.
  7. Unfinished. XV Muestra Internacional de Arquitectura. 2016. Madrid: Ministerio de Fomento-Fundación Arquia.

1 La mejor recopilación de fotografías históricas del balneario, junto con las fotografías del proyecto "Standstill Architecture", a cargo de Iñaki Bergera, se pueden encontrar en el catálogo de la exposición en Tudelilla (2022).

2 Una buena síntesis periodística de esta etapa de la arquitectura española se puede encontrar en el libro de Moix (2010), Arquitectura milagrosa. Hazañas de los arquitectos estrella en la España del Guggenheim.

3 Se puede encontrar información y planimetría completa del edificio en "Álvaro Siza 2001-2008" (2008a, 256-269) y "Álvaro Siza" (2008b, 72-89).

4 Parte del proyecto Standstill Architecture se incluyó en la exposición colectiva Unfinished, del Pabellón español de la Bienal de Venecia 2016. Véanse: Unfinished. Ideas, images and projects from the Spanish Pavilion at the 15th Venice Architecture Biennale (2018) y Unfinished. XV Muestra Internacional de Arquitectura (2016).

5 Otro de los proyectos que ejemplifican bien mi interés por las arquitecturas abandonadas es la serie "Twentysix (Abandoned) Gasoline Stations", un homenaje implícito a la obra referencial de Ed Ruscha. Véase: Bergera (2018).