
Cómo citar: Gómez Lobo, Noemí y Diego Martín Sánchez. "Aprendizaje no binario: talleres de proyectos para una pedagogía ecofeminista". Dearq no. 41 (2025): 115-124. DOI: https://doi.org/10.18389/dearq41.2025.04
Noemí Gómez Lobo
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, España*
Diego Martín Sánchez
Universidad Politécnica de Madrid, España**
Recibido: 1 de diciembre de 2023 | Aceptado: 14 de junio de 2024
Fomentar la diversidad en las escuelas de arquitectura y urbanismo puede lograrse no solo mejorando las cuotas y estableciendo acciones positivas, sino también preparando planes de estudio, metodologías de enseñanza y temáticas para aprender a regenerar entornos más justos e inclusivos que aborden la doble crisis climática y social. El objetivo de una serie de talleres de proyectos, realizados en diferentes universidades de Tokio entre 2020 y 2022, fue releer la ciudad y sus arquitecturas desde una perspectiva de género que desafiara los supuestos binarios e incluyese una conciencia de lo más-que-humano. Este artículo revisa los marcos teóricos utilizados en los estudios para discutir cómo una pedagogía ecofeminista puede establecer proyectos multidisciplinares y multiescalares que desafíen el supuesto de la división.
Palabras clave: ciudad no binaria, ecofeminismo, proyectos arquitectónicos, proyectos urbanos, perspectiva de género, Japón.
La crisis multidimensional que ocupa las agendas urbanas, la cobertura mediática, los currículos universitarios, los festivales de arquitectura y los programas gubernamentales ya ha encontrado su alternativa proactiva: el ecofeminismo. Pensando en los urbanismos y las arquitecturas del futuro, la profesión debe ser consciente de la crisis de biodiversidad y cuidados que experimenta el planeta. Es urgente abordar esta condición actual y rechazar posturas escapistas (Laurino y Cireddu 2023). Los discursos de crecimiento sin fin del siglo XX quedaron obsoletos hace tiempo. Pretender hoy que una obra de arquitectura esté ostensiblemente libre de carga política, que sea un inocente ejercicio formal o un mero virtuosismo intelectual, parece ingenuo (Muxí y Montaner 2023). Las acciones en nuestro entorno incumben las capas sociales y ecológicas, con las que están entrelazadas de manera inevitable. Sin embargo, esta situación no debe obstaculizar la capacidad creativa de los cursos que se imparten en las escuelas de arquitectura. Es más, un escenario de crisis requiere no sólo complejidad en nuestros diagnósticos, mostrando lo que se ha ignorado, sino también valorar las fuerzas potenciales que rompen intrincadas convenciones con el objetivo de mejorar nuestro hábitat común.
En este empeño, las académicas feministas han debatido el género como construcción social, revelando el conjunto de expectativas asociadas al sexo biológico, siempre en relación con su contexto temporal y geográfico (Puleo 2011). A partir de las ciencias sociales, incluidas la etnografía y la antropología, el campo de la arquitectura ha incorporado cuestiones de género en la producción espacial y ha encontrado que los comportamientos estereotipados afectan a toda la ecología de la vida, desde el entorno urbano hasta el doméstico (Muxí 2018). Esta condición ecodependiente no sólo afecta a la vida humana, sino que repercute directamente en todos los seres vivos del hábitat planetario (Pascual y Herrero 2010). Françoise d'Eaubonne (1920-2005) evocó una síntesis de ecologismo y feminismo para identificar la intersección de las dinámicas de poder capitalista y patriarcal con su dominio sobre la naturaleza y las mujeres. El término ecofeminismo, que aparece en su libro de 1974 Le féminisme ou la mort (El feminismo o la muerte), denuncia la sobreexplotación de la naturaleza que conlleva el control de los cuerpos y los territorios (Migliaro 2021). D'Eaubonne aborda la condición no binaria en la sexualidad, y su libro esboza un fructífero marco epistemológico para conceptualizar las prácticas espaciales. No se trata de limitar a las mujeres al ámbito de lo natural, sino de desplazar a los hombres y la producción del foco principal para concentrarse en el cuidado y las acciones que sostienen la vida.
Dentro de la perspectiva del ecofeminismo constructivista, Yayo Herrero (2023) menciona que no hay producción sin reproducción y viceversa: los cuidados exigidos a las mujeres son la base del excedente capitalista y de la reproducción social. Recuerda que, al separar la producción de la reproducción, el patriarcado ha creado una falsa libertad que ignora los parámetros ecológicos. En todo el mundo, la crisis del COVID-19 demostró que en el desempeño de las tareas cotidianas las desigualdades de género no eran un fenómeno del pasado, sino que sólo exacerbaban las deficiencias existentes en nuestro entorno construido. Nuestras viviendas estaban mal equipadas para albergar lugares de trabajo remotos, y la zonificación urbana tenía consecuencias dramáticas para quienes necesitaban cubrir necesidades básicas. Al mismo tiempo, el virus nos enseñó a cuestionar la "normalidad" como condición permanente (Herrero y Gago 2023). En una especie de simulacro de emergencia, el frenesí humano se calmó y las condiciones medioambientales mejoraron, produciendo una mayor calidad del aire y mejores condiciones para los seres vivos o la polinización.
Los periodos de crisis deben ayudarnos a reflexionar críticamente sobre nuestro entorno vital. La pandemia sirvió de catalizador para una serie de talleres de proyectos de máster en arquitectura destinados a redescubrir las premisas jerárquicas que dan forma a una mega urbe. En seis semestres entre 2020 y 2022, exploramos las intersecciones entre el género, el cuidado, lo más-que-humano y la ciudad, hacia la conceptualización de un Tokio post-COVID. Utilizando lo doméstico, lo urbano y el paisaje como casos de estudio, este artículo toma el marco teórico del ecofeminismo y lo aplica para revisar la pedagogía llevada a cabo en estos cursos. Aunque las escalas y los temas diferían, todos seguían la misma metodología: al inicio del curso, un breve estudio socioecológico registraba los binarismos implícitos en las tipologías urbano-arquitectónicas a rediseñar, la identificación de una barrera clave que marca lo binario y, por último, la propuesta de estrategias para superar esta condición, llegando finalmente a una arquitectura no binaria que difumina los límites impuestos de lo productivo y lo reproductivo.
Todos los cursos impartidos se centraron en entrelazar investigación y diseño, afrontando el reto creativo de perturbar las relaciones de poder presentes en la configuración de la ciudad moderna. Para superar modelos binarios, ya agotados, el estudiantado identificó las fallas y las latencias en el ámbito urbano tokiota, con énfasis en sus modos de vida. En los distintos cursos, se aprendió de los patrones de subsistencia existentes, se diagnosticaron tipologías arquitectónicas y se utilizaron nociones ecofeministas sobre los comunes. Siguiendo las palabras de Silvia Federici: "[…] tanto para las mujeres como para los hombres, es crucial dar un paso y reconectar nuestra realidad con esta parte de la historia, a fin de desmantelar la arquitectura generizada de nuestras vidas y de reconstruir nuestros hogares y nuestras vidas como comunes" (2018).
Tomando como punto de partida el ámbito doméstico, dos de los cursos de máster se centraron en el diseño de casas unifamiliares, una unidad esencial en la composición del paisaje urbano japonés. Limpiar, cocinar, lavar y secar la ropa son actividades cotidianas relacionadas con el hogar. Este conjunto de trabajos, conocidos como tareas domésticas (kaji), junto con el cuidado de los niños y los abuelos, se han asignado estereotipadamente a las mujeres, con lo cual se ha consolidado un imaginario de la domesticidad que se equipara al de la feminidad. Las normas de género se han convertido en formas de género, y la tipología de la casa y su distribución ilustran cómo las preconcepciones sociales se materializan en configuraciones espaciales. Aunque la persistencia de estos roles pueda considerarse un modelo obsoleto en una ciudad contemporánea y dinámica como Tokio, estadísticas recientes demuestran que la mayor parte del trabajo doméstico sigue en manos de las mujeres. En el curso debatimos el diseño de la casa japonesa desde una perspectiva de género, que cuestionara códigos espaciales enquistados. Como profesionales de la arquitectura, ¿cómo podemos corregir los desequilibrios de modelos anticuados? ¿Cómo podemos reinventar el espacio doméstico prestando atención a los cuidados? ¿Cómo diseñar una casa en la que coexistan prácticas reproductivas y productivas?
Miho Hamaguchi (1949) ya se ocupó de estas cuestiones en su libro Nihon jūtaku no hōkensei (El feudalismo de las casas japonesas), en el cual afirmó que la casa es un instrumento fundamental para mejorar la posición de la mujer como parte de un avance hacia la democratización profunda de Japón después de la Segunda Guerra Mundial. El país experimentó una clara división entre las acciones de trabajar y vivir, traducidas en asignaciones de género. Al igual que en los contextos occidentales, el ama de casa japonesa de posguerra realizaba todas las actividades de cuidado, con la vivienda enmarcada como el reino de la mujer —previamente una unidad productiva para la clase trabajadora— y un bien de representación para la alta burguesía, antes la élite samurái. En la visión de Hamaguchi, la igualdad sólo podía alcanzarse replanteando los rituales del estatus patriarcal y abandonando el sistema jerárquico de la época feudal, muy arraigado en la articulación espacial residencial. Reflexionando sobre estos temas, al inicio de curso se debatieron cuestiones clave para sacudir los cimientos de lo que se da por sentado: ¿está el diseño de la casa libre de supuestos de género, o el arquitecto, al pensar en la vivienda, proyecta códigos sociales en configuraciones espaciales?
Figura 1_ Portadas de las guías docentes de los distintos talleres de proyectos analizados en este artículo. Fuente: elaboración propia.
Durante el periodo de crecimiento económico de Japón, el diseño de las viviendas estuvo acompañado por el imaginario de la familia nuclear y, por tanto, de los roles de género desempeñados por cada miembro de la casa. Desde principios del siglo XXI, más de la mitad de la población nipona vive en este formato familiar, formado convencionalmente por una pareja con pocos hijos. Sin embargo, han surgido nuevos tipos de familia en la conformación del tejido social (Tsukamoto 2017). Como nos recuerda la pensadora feminista y socióloga Chizuko Ueno (2002), a pesar de una mayor diversidad, el diseño de las casas suele estar obsoleto en las relaciones espaciales que propone. A menudo sigue una retórica heredada de "nLDK" ("n" por el número de dormitorios, "L" por la sala de estar, "DK" por comedor-cocina) que restringe las posibilidades de habitar y privilegia algunas actividades mientras oculta otras. En Negotiating Domesticity, editado por Hilde Heynen y Gülsüm Baydar, se advierte que [e]stas 'fuerzas discursivas' se sostienen y apoyan a su vez a través de los patrones espaciales en los que han cristalizado. Elementos espaciales como el 'dormitorio principal', la 'cocina racional' o 'el estudio' tienen implicaciones en términos de género, ya que su presencia y denominación no problemática en la casa subraya la expectativa de que será habitada por un matrimonio, con la mujer experta cocinera y el marido amante de su intimidad (Heynen y Baydar 2005, 24; trad. propia). Siguiendo este planteamiento, durante el curso pensamos en cómo diseñar una casa centrándonos en —pero sin limitarnos a— tres estancias de la casa japonesa cargadas de género: la cocina, el dormitorio principal y el estudio.
Los textos de referencia fueron acompañados de otros formatos para poder imaginar mejor las realidades de la familia nuclear en Japón a lo largo del tiempo. De la comedia al drama, con la casa como escenario principal, se añadió al temario una lista de películas recomendadas para desarrollar una radiografía sociológica centrada en el análisis crítico de los roles de género que cada miembro de la familia desempeña en el espacio doméstico: Yasujiro Ozu, Tokyo monogatari (1953); Yoshimitsu Morita, Kazoku Gemu (1983); Gakuryu Ishii, Gyakufunsha kazoku (1984); Naomi Kawase, Ni tsutsumarete (1992); Kiyoshi Kurosawa, Tokyo Sonata (2008); Miwa Nishikawa, Nagai iiwake (2016).
Figura 2_ Casa sin género. "Nueva forma marital" Proyecto de Sota Maeda. 2020. Profesorado: Noemí Gómez Lobo y Fuminori Nousaku.
Cada estudiante pensó en diversos grupos e individuos de la comunidad: una pareja trabajadora con dos hijos, una abuela, un estudiante universitario con mascotas, una madre soltera con su bebé o una pareja queer. Los proyectos subvertían convenciones al desafiar las relaciones de secuencia y visibilidad entre los espacios clave cargados de género, y replantear el diseño según los nuevos tipos de familia, mediante modificaciones en el equilibrio vida-trabajo cristalizado en la sociedad japonesa contemporánea. Los proyectos abordaron el diseño de la casa desde un punto de vista revelador, en el cual se revisaban las dinámicas de poder implícitas en la arquitectura residencial, que contravenían reglas espaciales ocultas y reimaginaban nuevas formas de vivir hacia una casa sin género.
Figura 3_ Maquetas y panel de presentación de "Trabajo doméstico: formas de vida sin género", 2021. Profesorado: Noemí Gómez Lobo y Fuminori Nousaku.
La pandemia provocó un replanteamiento urgente de nuestros imaginarios más arraigados sobre cómo se desarrollan los comportamientos productivos y reproductivos en nuestras ciudades. El primero de los cursos de la serie "La ciudad no binaria"1 versó sobre híbridos entre vivir y trabajar en Tokio (2020), sólo se pudo realizar online, y respondía a la situación de confinamiento en la que se hallaba inmersa la ciudad en aquel momento. Una sensación inquietante entró en el aula virtual al iniciar el estudio con el fotograma de los cubículos de oficinas en la película de Jacques Tati Playtime y la vista aérea de casas suburbanas en Levittown. Aunque muy conocidas y naturalizadas, ambas son increíblemente artificiales. Representan una invención moderna: la ruptura entre trabajar y vivir que demuestra una realidad omnipresente de las economías neoliberales (Spain 1992). Ambas imágenes hablan de un modo de vida muy orquestado, dos esferas diferentes que suceden de forma simultánea, pero por separado. Representan el resultado de sistemas sociales, políticos y económicos materializados en tipologías edificatorias y tejidos urbanos. Sintetizan una de las premisas esenciales del paradigma del siglo XX: la división del trabajo. Parafraseando a Dolores Hayden (1980), surge la pregunta central del estudio: ¿Cómo sería una ciudad no binaria?
Pier Vittorio Aureli y Maria Shéhérazade Giudici (2019) fundamentan la explicación de esta escisión en la noción de propiedad que etiqueta las cosas como privadas o públicas, dejando fuera los estados intermedios relacionados con las prácticas comunitarias. La vida nómada animó a la gente a organizarse en redes, pero cuando se constituyeron los asentamientos, la estructura social se fue haciendo cada vez más jerárquica. Esta política de la propiedad pasó a materializarse en elementos como muros, vallas o tabiques, que marcaban límites claros. Las funciones quedaron segregadas, asociando el trabajo productivo como negocio rentable y la vida reproductiva como actividades relacionadas con el cuidado. En palabras de Aureli y Giudici, "la división del trabajo en función del género se veía reforzada por la subdivisión interna de la casa, en la que los rituales de hospitalidad, dominados por los hombres, estaban claramente separados de las actividades reproductivas dirigidas por las mujeres" (2019; trad. propia). Tokio no es diferente de esta historia. Tras la Segunda Guerra Mundial, el rápido crecimiento económico introdujo nuevos roles de modernidad, encarnados en los bien conocidos trabajador asalariado y ama de casa. El primero pertenecía a la esfera laboral y se desplazaba a diario en trenes abarrotados a las oficinas de los rascacielos de los centros corporativos. La segunda, vinculada a la esfera doméstica, permanecía en barrios residenciales, al cuidado de los niños y yendo en su bicicleta "Mamachari" a la tienda de alimentación. Aunque el siglo XXI ha traído estilos de vida alternativos que superan la rigidez de este estereotipo, el urbanismo y la arquitectura siguen moldeados por la presunción de división.
El urbanismo moderno divide la ciudad en función de las actividades económicas, distribuyendo distintos patrones laborales en el territorio. Mientras que los centros empresariales e industriales corresponden a una mano de obra en su mayoría masculina dedicada a los negocios, la logística, la construcción y la industria manufacturera, las zonas residenciales y comerciales corresponden a una mano de obra femenina dedicada a las tareas domésticas, los cuidados, los servicios y las industrias del entretenimiento. Los trabajos cargados de género están inscritos en las geografías de Tokio y quedan ensamblados por el sistema de trenes de cercanías en el que la línea JR Yamanote funciona como una frontera difusa (Koh, Tsukamoto y Nishizawa 2010). Bajo esta condición, el estudiantado seleccionó dos emplazamientos: un lugar actualmente concebido para trabajar (en el distrito de negocios, dentro de la línea Yamanote), y un lugar para vivir (en la zona residencial suburbana, fuera de la línea Yamanote).
Figura 4_ Ciudad no binaria: híbridos de trabajo y vivienda en Tokio. Propuesta "Hackeando la suburbia" de Nana Kibuchi. 2020. Profesorado: Noemí Gómez Lobo y Masatoshi Hirai.
En el siguiente estudio, "Ciudad no binaria: modos de vida en Tokio después del COVID-19" (2020), seguimos con la división del trabajo como una de las premisas que marca el paradigma del siglo XX. A los conocidos binarios de la era moderna (mujeres/hombres, privado/público, dentro/fuera, naturaleza/cultura), la pandemia añadió uno nuevo relacionado con el trabajo: esencial/no esencial. A pesar de presentar matices según cada país, comúnmente se entiende por "trabajo esencial" aquellas actividades que se consideran necesarias para el mantenimiento de la vida. Esta definición resuena con las nociones políticas de Hannah Arendt de "labor" frente a "trabajo" (Arendt 2005) y los conceptos de Ivan Illich de "trabajo asalariado" frente a "trabajo fantasma" (Illich 1980). Según Arendt, "labor" corresponde a las acciones relacionadas con el cuerpo que sostienen la vida (los humanos como animales laborans), mientras que el "trabajo" se refiere a aquellas ocupaciones basadas en construcciones artificiales que trascienden la pura necesidad (los humanos como homo faber). Para Illich, el "trabajo fantasma" es un malestar capitalista que se refiere a la "servidumbre no remunerada" que "no contribuye a la subsistencia" causada por una "división económica de los sexos sin precedentes" (Illich 1980, 107).
Figura 5_ Ciudad no binaria: Modos de vida en Tokio después del COVID-19. Propuesta "La edad no es un obstáculo" de Akane Saito, Eduard Hauska, Hyuga Obana, Satoru Ito. 2020. Profesorado: Noemí Gómez Lobo y Yoshiharu Tsukamoto.
La pandemia del COVID-19 evidenció las disparidades sociales existentes en función del trabajo. La consigna de "quedarse en casa" obligó a los empleados a alterar sus rutinas diarias y a trabajar a distancia, desde sus hogares. Sin embargo, para muchas personas era imposible evitar el contacto físico con los demás. Los cuerpos que realizaban tareas vitales debían permanecer en los mismos espacios. ¿Quiénes eran entonces estos "trabajadores esenciales"? Irónicamente, la mayoría de los tratados como desechables durante la "normalidad" convencional. Son el grupo demográfico que sobrevive con contratos temporales y salarios bajos. Quien atiende en el supermercado, reparte el pedido de "Uber-eats", limpia instalaciones, conduce para Amazon, auxilia en enfermería o atiende la casa de forma no asalariada. Es decir: las personas que alimentan, que curan y que cuidan.
Gracias a reconocer que este fenómeno está entrelazado con cuestiones socioambientales, en la "Ciudad no binaria: arquitecturas alimentarias que nutren Tokio" (2021) cuestionamos nuestro vínculo con la alimentación. La forma en que comemos configura nuestro hábitat, al tiempo que establece fuertes divisiones dependientes de parámetros de eficiencia e industrialización. Sustentar a una ciudad viene acompañado del supuesto binario de lo rural como lugar de producción frente a lo urbano como lugar de consumo. Sin embargo, diferentes crisis ponen al descubierto las vulnerabilidades de nuestros sistemas alimentarios actuales. Desde la cocina hasta el supermercado, la arquitectura funciona como un recipiente para estas prácticas relacionadas con la comida.
Figura 6_ Ciudad no binaria: arquitecturas alimentarias que nutren Tokio. Propuesta "Urban Guerrilla Farming" de Jianhang Jiang. Profesorado: Noemí Gómez Lobo y Masatoshi Hirai.
Con el propósito de profundizar en la epistemología ecofeminista, "Ciudad no binaria: Repensar las arquitecturas institucionales" (2022) cuestionó la segmentación de muchos aspectos convivenciales de la vida urbana que siguen el objetivo de mejorar la eficiencia mediante el mero funcionalismo. El desarrollo de diversas tipologías arquitectónicas (escuelas, hospitales, residencias para mayores, guarderías, ayuntamientos, etc.) desde el siglo XIX hasta la actualidad ha contribuido en gran medida a la sociedad, garantizando el acceso a la educación y la atención sanitaria a toda ciudadanía y no sólo a las élites más privilegiadas. Sin embargo, sigue siendo un sistema que aporta soluciones muy estandarizadas. Estas "arquitecturas institucionales" carecen de capacidad para responder con flexibilidad a las diversas condiciones sociales. Al mismo tiempo, el ritmo del cambio en la forma de trabajar se está acelerando y los costes medioambientales están creando retos que no pueden abordarse dentro del marco tradicional. Evitando la lógica de lo "institucional" y sus sistemas rígidos, el curso exploró estrategias de diseño que entendían las tareas reproductivas (educar, cuidar, formar, apoyar) como base de los diseños arquitectónicos.
Al comprender la situación existente, los cursos de "ciudad no binaria" fundamentaron la propuesta de diseño como específica de la red de agentes y del lugar en el que se sitúa. Mediante un trabajo colectivo consignado en un cuaderno de investigación, se realizó un primer diagnóstico de las características espaciales de las tipologías seleccionadas para desvelar sus principios de diseño, los supuestos binarios incrustados en sus morfologías y sus posibles aportaciones. A continuación, para identificar interdependencias fue crucial llevar a cabo un cuidadoso proceso de cartografía, que superponía mapas topográficos e históricos con la ecología de los modos de vida. A fin de entrelazar la investigación rigurosa con el diseño, se utilizaron dos colores para cartografiar las actividades productivas y reproductivas que tenían lugar en los emplazamientos seleccionados, de modo que se probaran nuevas habilidades de dibujo mediante el uso de texturas, tramas y diferentes opacidades. El marco no binario se propuso como una crítica de la polarizada estructura urbana y así detectar cómo podían fusionarse los dos colores.
Con el empleo de distintos métodos de relación para superar las barreras causadas por la división del trabajo, el estudiantado desafió los modelos dicotómicos y pudo desplegar una diversa gama de intervenciones, desde hackear urbanizaciones suburbanas hasta edificios corporativos, al insertar dispositivos de cuidado en zonas industriales, redescubrir callejones para activar bienes comunes productivos, parasitar estructuras existentes, realizar actividades de agricultura urbana o reimaginar un espacio público sin edad. Sus propuestas mostraron cómo habían aprendido de las prácticas vitales llevadas a cabo en cada lugar, con la creación de híbridos mediante el cruce de escalas y multifuncionales que concilian producción y cuidados. Los proyectos entendían la arquitectura como un esfuerzo complejo que implica ir más allá del objeto para incidir en el ecosistema social en el que se sitúa.
Los siguientes talleres de proyectos se centraron en la noción de los comunes, basada en la comprensión del mantenimiento como una práctica de cuidado que mejora las interacciones con otros seres vivos. Desde el comienzo de la era moderna, los habitantes de las ciudades se han ido desconectando del entorno natural, y por ello han pasado a depender en gran medida de productos industriales. La supeditación a los servicios prestados por grandes entidades ha provocado la pérdida de la conectividad y las habilidades que vinculan a la ciudadanía con el territorio. Además, la degradación ecológica derivada de modelos extractivistas perjudica la biocapacidad del planeta. Tras esta crisis, potenciar los bienes comunes urbanos es fundamental para tejer conexiones entre habitantes y recursos en entornos densamente construidos. Desde una perspectiva ecofeminista, este concepto de bienes comunes urbanos se refiere a un amplio conjunto de recursos naturales y culturales finitos que tanto humanos como no humanos comparten en la ciudad. En un sistema ecológico compartido, la gobernanza trasciende la visión antropocéntrica para considerar la circularidad que beneficia a otras especies.
La práctica del diseño está influenciada por cómo los planificadores —que suelen ser hombres— entienden la relación entre seres humanos y el amplio mundo circundante, que incluye otras formas de vida. La arquitectura y el urbanismo ya no pueden permitirse un raciocinio basado en premisas acomodadas y consumistas, sino que debe avanzar hacia una lógica de reparación y coexistencia. Sin una ruptura absoluta con la práctica actual pero que aborde el tejido físico real de la ciudad, parece urgente reimaginar bienes comunes capaces de dar cabida a necesidades multitemporales y multiespecies. Surgen así una serie de preguntas relevantes para el estudio: ¿Cómo podría desarrollarse una comprensión interespecie de la arquitectura y el urbanismo, en la que los humanos no sean los únicos beneficiarios? ¿Cuáles son las condiciones que garantizan la coexistencia con otros seres vivos al tiempo que enriquecen los bienes comunes urbanos? En este contexto, la silvicultura urbana surge como una práctica interdisciplinar implicada en la planificación, gestión y mantenimiento de las infraestructuras verdes metropolitanas. De este modo, presenta un marco crítico para alterar las barreras implícitas que conforman nuestras relaciones con los recursos naturales en la ciudad, como son: (1) el ámbito de la naturaleza se sitúa en el mundo rural; (2) la naturaleza en la ciudad no es productiva, sino estética; (3) los parques son sólo la ausencia de lo construido; (4) la silvicultura urbana no es más que el mantenimiento de los árboles por profesionales; (5) el valor material de los árboles se limita a la madera; (6) las casas de madera no son bosques urbanos; (7) el diseño arquitectónico debe ser exclusivamente específico del lugar. Desde una postura ecofeminista, este taller se centró en la silvicultura urbana como práctica de cuidado que, al recircular diversos recursos materiales producidos en el mantenimiento de los árboles, tiene el potencial de crear relaciones entre habitantes y bosques urbanos.
El estudiantado exploró el parque Mizumoto, en el barrio de Katsushika de Tokio, como caso de estudio para descubrir ensamblajes latentes más allá de lo humano, rediseñando pabellones existentes como posibles prototipos arquitectónicos. Visitaron el parque y sus alrededores en busca de recursos forestales como troncos, ramas, hojas, semillas, plantones, cortezas, frutos o madera recuperada. Prestaron especial atención a la accesibilidad de estos recursos y a los actores que acceden a ellos: profesionales, vecinos y agentes no humanos, al igual que identificaron aquellas limitaciones que restringen sus interacciones. Tras este análisis, diseñaron una red forestal urbana para un futuro escenario interespecie a corto, medio y largo plazo. Con base en las tipologías de elementos de silvicultura urbana existentes en el parque, tales como cobertizos de herramientas, pilas de compost, viveros de árboles, o agricultura comunitaria, situaron su red de interacciones, diseñada con antelación, en áreas específicas dentro del parque, de modo que realizaron sus actividades simbióticamente con el entorno.
Figura 7_ Bienes comunes más que humanos. 2021. Profesorado: Diego Martín Sánchez y Fuminori Nousaku.
El taller produjo una amplia gama de elementos inventivos de silvicultura urbana. Un grupo de estudiantes se centró en la conservación de la metasecuoya, que se creía extinguida en la zona. Las propuestas espaciales consistían en la participación de los visitantes en el mantenimiento, reproducción y regeneración de la especie, así como en el apoyo a otras especies autóctonas y actividades recreativas. Mientras que otro equipo diseñó prototipos que utilizaban la descomposición microbiótica, la fitodepuración de plantas acuáticas y la intensificación de los hábitats de aves migratorias. Con la aplicación de una retícula espacial en el vivero abierto existente y sus diversas especies, otro proyecto propuso una serie de pabellones que permitieran actividades de cuidado cotidiano compartidas, como cocinar, limpiar y coser. Por último, la colaboración entre los estudiantes generó un ensamblaje situado construyendo bienes comunes más-que-humanos en el conjunto del parque tokiota.
Este artículo ha revisado el ecofeminismo como marco teórico significativo para abordar los retos ecosociales y su aplicabilidad en la enseñanza de la arquitectura. Para ello, ha examinado una metodología pedagógica no binaria, diseñada ad-hoc para una serie de cursos impartidos en varias universidades japonesas, pero que sería al mismo tiempo adaptable a diferentes contextos, escalas y temas. La flexibilidad se consigue en primer lugar cuestionando suposiciones binarias arraigadas en cada contexto. Una vez identificadas las barreras, se buscan las estrategias de diseño que disuelven o replantean las distintas dicotomías. Los estudiantes trabajaron simultáneamente de forma transescalar para abarcar actividades que incluyeran la exploración de estadísticas socioeconómicas, la crítica de tipologías arquitectónicas, la cartografía etnográfica de barrios enteros y el estudio en profundidad de espacios, herramientas y especies. En este sentido, se produjo un cambio en los cursos de máster, cuyo enfoque pasó de centrarse sólo en la casa o el hábitat para las personas a incluir preocupaciones más allá de lo humano.
Dada la diversidad de fuentes, el acto de dibujar surgió como el medio transversal y propositivo necesario para desarrollar un diálogo colectivo tanto sobre el proceso como sobre los resultados. Aunque pueda parecer un oxímoron dado el marco no binario de la propuesta, en los estudios sólo se utilizaron dos colores. Resultaron útiles para diagnosticar e identificar las materializaciones de dicotomías, y los binarios subyacentes al diseño arquitectónico en la ciudad. Pudimos rastrear cómo el proyecto era capaz de trastocar y superar distintas barreras. El objetivo no era contrastar, sino equilibrar y superponer estos dos matices para mostrar los potenciales superpuestos del proyecto. La expresión personal se transmitió mediante el grosor de línea, texturas y tramas utilizadas. Minimizar la paleta de colores fue un método de desafiar los modos convencionales de representación, así como de dar agencia al dibujo como herramienta crítica.
Una de las limitaciones de este estudio es que los cursos tuvieron lugar en un único escenario, la ciudad japonesa. No obstante, la adaptabilidad de la metodología permite extenderla a otros contextos en busca de futuros escenarios no binarios. Por ejemplo, zonas rurales, lugares donde la emergencia ecosocial sea evidente o proyectos territoriales de mayor envergadura. También sería beneficioso examinar temas similares, como la vivienda o el trabajo, en distintas ubicaciones geográficas para identificar patrones o desviaciones respecto a trayectorias anteriores.
Cabe señalar que todos los cursos tuvieron lugar durante la pandemia del COVID-19 y a lo largo de los dos años siguientes. Este contexto resultó especialmente fértil para cuestionar en tiempo real las barreras que se abordaban en los talleres de proyectos. Aunque esta crisis concreta esté superada, la experiencia ha demostrado la relevancia de la perspectiva ecofeminista y su aplicación a través de la metodología del aprendizaje no binario como agente de creatividad en la búsqueda de pedagogías más comprometidas. Los proyectos del estudiantado, cuyo foco de diseño iba de la vivienda al paisaje, despertaban actividades liminales o placeres hedonistas que emergían en las periferias de lo normativo. Los estudios produjeron un borrador proyectual de una "ciudad de los cuidados", expresión tomada del título del libro de Izaskun Chinchilla (2020), que considera no sólo al individuo productivo asalariado sino también a cuerpos diversos que encuentran sus propios lugares en el ámbito urbano. Entendiendo la arquitectura como un esfuerzo complejo que cruza escalas e implica ir más allá del objeto, en los cursos emergieron proyectos urbano-arquitectónicos no binarios que reconocen las realidades en las que los ámbitos productivos y reproductivos de nuestras vidas no son mutuamente excluyentes.
* Esta publicación fue desarrollada durante la estancia postdoctoral en la UPV/EHU, financiada por las Ayudas Margarita Salas para la formación de jóvenes doctores de la Unión Europea-Next Generation EU.
** La publicación es parte de la ayuda JDC2022-049425-I, financiada por MCIN/AEI/10.13039/501100011033 y por la Unión Europea NextGenerationEU/PRTR.
1 Véase "La ciudad no binaria" de los profesores Noemí Gómez Lobo y Yoshiharu Tsukamoto. Vídeos y dibujos disponibles en https://www.behaviorology.jp/ y https://vimeo.com/user129679524.