hart.10987

La expulsión de los Duques

José Ruíz Díaz

Artista e investigador independiente

DOI: https://doi.org/10.25025/hart.10987

El 28 de mayo de 2021 un grupo de manifestantes derribó en Ibagué el monumento al fundador de la ciudad, Andrés López de Galarza, ubicado en una glorieta cercana a la Universidad del Tolima. El monumento estaba compuesto por un busto en bronce embebido en una estructura de cemento, ubicada junto a dos astas para izar las banderas de la ciudad y el país. El derribamiento ocurrió en el marco de las protestas del Paro Nacional en contra del gobierno de Iván Duque, que iniciaron el 28 de abril con el derribamiento en Cali del monumento a Sebastián de Belalcázar por parte de miembros de la comunidad indígena misak. Antes de su caída el monumento a Galarza había sido incendiado e intervenido con pintura en múltiples ocasiones; cuando cayó su cabeza en el pedestal se leía “Fuera Duque”. Aunque la sentencia hacía referencia al presidente, la consigna parecía estar dirigida al hombre de cuello rizado (gorguera) y casco metálico (morrión) rematado por un penacho. Galarza nunca tuvo el título nobiliario de duque, como ningún otro de los conquistadores que llegaron a la región; no obstante, para cualquier persona esos hombres de medias largas, pantalones bombachos y armaduras relucientes —como los representan en los libros escolares de historia— bien podrían ser duques, un término ajeno a nuestro contexto, pero que nos resulta bastante familiar. Que el presidente contra el cual se convocaron cientos de marchas en todo el país tuviera por apellido un título nobiliario adjudicado por la Corona es una extraordinaria coincidencia que sirve para entender las disputas alrededor de la memoria que suscitaron la destrucción, intervención y construcción de monumentos en el marco del Paro Nacional.

En repetidas ocasiones varios grupos de manifestantes intentaron sin éxito destruir el monumento a Galarza; su forma y tipo de construcciónlo hacían especialmente difícil de derrumbar, contrario a los bronces de Belalcázar en Cali y Popayán, o el de Gonzalo Jiménez de Quesada en Bogotá, que con varias cuerdas y el número indicado de personas pudieron ser derribados de sus pedestales. Para desprender a Galarza de su estructura fue necesario romper el cemento alrededor de la cabeza con cinceles y martillos. Luego, con varios fierros metálicos que se utilizaron como palancas, se forzaron los anclajes que unían al bronce con el cemento. Cuando la cabeza cayó fue arrastrada hasta la calle por los manifestantes donde recibió varios impactos de las tanquetas antidisturbios. Horas después, la cabeza fue arrastrada cuesta arriba hasta la universidad, donde acampaba una minga de la comunidad indígena nasa.El objetivo de los manifestantes era entregarle la cabeza del fundador de laciudad —conocido como el pacificador del Valle de las Lanzas— a los líderes de la minga, como una forma de justicia simbólica por los abusos cometidos contra los pueblos originarios de los que descienden los miembros de la comunidad nasa. La minga rechazó la cabeza al no considerar el acto como propio y sus líderes respondieron que la destrucción de símbolos coloniales no hacía parte de sus estrategias para reivindicar sus luchas sociales, como sí ocurre con la comunidad misak.

Los días posteriores al derribamiento de Galarza su cabeza deambuló por el campus de la Universidad del Tolima, entre el parqueadero de la rectoría y la portería por la que ingresó. Cada traslado implicaba el esfuerzo físico de varias personas; el cuerpo del decapitado era una masa humana sometida al peso de la colonización. En la entrada de la universidad el grupo que lideró el derribamiento construyó una jaula en la que apresaron a Galarza mientras esperaba un juicio simbólico que ocurriría en los días posteriores. Ante la negativa de la minga de recibir la cabeza, varios estudiantes se propusieron organizar un cabildo abierto para decidir qué hacer con el monumento y efectuar un jui- cio por los actos cometidos por Galarza y sus contemporáneos. En representación del sentenciado estaría su efigie, cuyo cuerpo ya había sido agredido.Una noche antes del juicio un grupo de encapuchados ingresó a la universidady arrastró la cabeza hasta la entrada de un salón de clases; desde el interior extendieron una extensión eléctrica para conectar una pulidora con la que cercenaron la cabeza del conquistador. La mutilación empezó por la nariz y la cabeza, luego intentaron dividir el rostro en dos, pero los discos de la pulidora se rompían por el grosor del bronce; en el proceso una de las personas se cortó la mano. La destrucción por partes del monumento era motivada por una premisa económica: por los ojos de Galarza ofrecían 200 000 pesos y cada pedazo pequeño de bronce lo pagaban en 15 000 pesos. Muchos querían un fragmento de Galarza porque lo consideraban un trofeo de guerra. No era claro si la “guerra” a la que se referían era la que habían librado los pueblos originarios o el conflicto entre los manifestantes y los organismos policiales durante las jornadas de paro. Ocurría lo mismo que con la pregunta: ¿a cuál Duque quieren expulsar?

Imagen 1. José Ruíz Díaz, Amanecerá Caído, 2021. Cortesía del autor.

Imagen 2. José Ruíz Díaz, Amanecerá Caído, 2021. Cortesía del autor.

Imagen 3. José Ruíz Díaz, Amanecerá Mutilado, 2021. Cortesía del autor.

Imagen 4. José Ruíz Díaz, Amanecerá Mutilado, 2021. Cortesía del autor.

Este recuento sobre el monumento a Galarza en Ibagué hace parte del proyecto La historia se escribe en futura, que desarrollé en 2021 sobre los derribamientos, intervenciones y construcción de monumentos en el marco del Estallido Social colombiano. Durante varias semanas viajé por el centro y sur del país para hacer levantamientos gráficos y escritos de algunos de los monumentos intervenidos durante las protestas; en este ejercicio imitaba las metodologías usadas por los investigadores forenses. ¿Qué tipo de cuerda utilizaron para derribar al fundador de Bogotá de su pedestal?, era el tipo de preguntas que me hice. Sobre cada uno de los monumentos “levantados” (como se dice en la terminología forense) produje un impreso que repartía en el lugar donde ocurrían los derribamientos y en las plazas donde se congregaban los manifestantes. Todos los textos en los carteles están escritos en futuro simple, el tiempo verbal de las promesas arquitectónicas y políticas: “aquí se construirá”, “lascondiciones de vida mejorarán” o “el país progresará”. Para la diagramación utilicé la tipografía Futura, que refiere al tiempo verbal empleado y a los proyectos de modernidad que configuraron nuestro futuro, bajo los que fue diseñada la fuente en la década de 1920; la utopía de la modernidad, que es nuestro presente, fracasó. Mi objetivo era confrontar distintas temporalidades en el ejercicio de hacer memoria, tal como ocurría con el derribamiento de los monumentos.

La historia se escribe en futura está compuesto por los carteles Amanecerá caído, sobre el derribamiento de Gonzalo Jiménez de Quesada en Bogotá; Amanecerá quemado (hecho en colaboración con Arturo Salazar), sobre la quema del Monumento a los Héroes en Bogotá; Amanecerá mutilado (hecho en colaboración con Claudia Supelano-Gross), sobre la caída y mutilación de Andrés López de Galarza en Ibagué; Aquí se construirá, sobre la construcción del Monumento a la Resistencia en Cali (hecho en colaboración con Johan Samboni); y Aquí comenzará, sobre la caída de Sebastián de Belalcázar en Popayán (hecho en colaboración con Julieth Morales). El origen de la serie es una fotocopia con el esquema de la caída de Belalcázar el 28 de abril; este esquema fue impreso posteriormente por Calipso Press en risografía para recaudar recursos que fueron donados al Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC).

A los pocos días de mi llegada a Ibagué ocurrió el juicio simbólico contra Galarza convocado por los estudiantes, al cual asistieron profesores, líderes de grupos estudiantiles, representantes de la alcaldía y público general. Entre las propuestas más llamativas estaban las de continuar con la mutilación, almacenar la cabeza en un depósito —como si se tratara de un destierro— o enterrarla completa o parcialmente en el campus de la universidad y sembrar un árbol nativo encima. La pregunta que se planteó al inicio del juicio era: ¿qué memoria queremos construir alrededor de esta figura? Para algunos la respuesta era violentar el cuerpo inanimado hasta destruirlo como una venganza por la violencia ejercida sobre otros cuerpos. Para otros el monumento semidestruido daba cuenta de un proceso de reflexión histórica y su exhibición en un centro de memoria permitía continuar con esa reflexión. En ambos casos se partía de la premisa de que a raíz de las manifestaciones hubo un punto de inflexión en la forma como nos relacionamos con los relatos de poder, por lo que cierro con la idea que inicia el texto: ¿cuál es el Duque que se buscaba derribar? ¿El que está entronizado en los relatos de Nación o el representante de los grupos sociales y económicos que mantienen el control político?