Editorial
DOI: https://doi.org/10.25025/hart20.2025.00
El lanzamiento de H-ART n.º 20 marca un hito en nuestra historia: no solo representa una cifra significativa —haber llegado a dos decenas de ediciones publicadas de forma constante desde el 2017, año de su fundación—, sino que nos acerca a su primera década de existencia. Es importante recordar que la revista comenzó con dos números anuales y que, desde 2022, publicamos tres al año, pues cada vez recibimos más materiales, así como propuestas variadas sobre los contenidos para los dossiers. Por otro lado, con este número, nuestros lectores notarán una novedad: inauguramos una nueva estética en la portada. Hasta ahora, habíamos apostado por enfatizar el nombre de la revista, variando los colores de la carátula, pero manteniendo un diseño geométrico que destacara las letras H-ART. Ahora que esta sigla y su significado —como lo expliqué recientemente en el blog— ha adquirido cierto reconocimiento, quisimos darle un giro a su identidad visual: de aquí en adelante, las cubiertas incluirán una imagen que anuncie los contenidos de cada número. En esta ocasión, se trata de una fotografía de la obra “Efigies” de la serie Naturaleza viva (ca.1994-1995), de Cecilia Ordóñez, la artista invitada.
Este número está compuesto por un dossier llamado “Historias de la cerámica en Colombia”, que edité junto con las artistas ceramistas Paula Acosta y Olga García. En la introducción, reflexionamos sobre el lugar que ocupa la cerámica en la historia del arte en general y subrayamos la necesidad de desarrollar más estudios académicos sobre esta práctica en Colombia. De forma similar a lo que sucede con ciertos medios, como las artes textiles, la cerámica ha sido frecuentemente tildada de “arte menor”, de artesanía o de objeto utilitario, por lo que suele quedar relegada a los márgenes —o incluso ser ignorada— en las narrativas canónicas de la historia del arte. Por esta razón, podríamos decir que este dossier dialoga con el número “Intervenciones suaves” (H-ART n.º 6, 2020), dedicado al tejido, y que los dossiers temáticos están pensados para destacar temas que requieren una atención especial. Así, “Historias de la cerámica en Colombia” es tanto una apuesta como una invitación a descubrir historias y casos específicos sobre la cerámica en el país.
Además de una entrevista a Cecilia Ordóñez y una curaduría sobre su obra —incluida en la sección “En los límites”, disponible únicamente en versión digital—, el dossier reúne seis artículos que abarcan diferentes momentos y problemas de la cerámica producida en el territorio colombiano a lo largo de varios siglos. Abrimos con un artículo de Natalia Lozada, titulado “Tatuajes en barro cocido: arte y metamorfosis en pintaderas cerámicas precoloniales del Medio Orinoco”. A partir del estudio de un grupo de pintaderas —amuletos y sellos usados para pintura corporal— excavadas en la frontera entre Colombia y Venezuela, en el Medio Orinoco, Lozada propone que estas piezas funcionaban como “objetos artísticos cuya estética permite hablar de la identidad de sus portadores”. Le sigue la investigación de Lucas Morales sobre el periodo colonial: “La ‘razón de la loza’: la vida y la presencia de la cerámica en la cultura material y visual en el Virreinato de la Nueva Granada, siglos XVII-XIX”. Morales teoriza sobre el concepto de cosa y recurre a fuentes primarias, como inventarios y testamentos, para dar cuenta de la diversidad de funciones que podían tener los objetos cerámicos domésticos —en la casa, pero también en contextos públicos— en la construcción de una identidad local.
Los dos artículos siguientes se centran en la obra de artistas individuales de dos generaciones distintas —Beatriz Daza y Cecilia Ordóñez—, ambas consideradas hitos en la historia de la cerámica contemporánea en Colombia. En “Los objetos melancólicos de Beatriz Daza”, Nicolás Perilla Reyes explora el lugar de la melancolía en la práctica artística de Daza. Apoyado en referentes teóricos y en la percepción de críticos y artistas que comentaron su obra en los años sesenta, Perilla analiza cómo Daza “abrió un nuevo capítulo en la historia de las emociones en el arte colombiano”. Por su parte, en “Diálogos materiales en la obra de Cecilia Ordóñez: una experiencia sensorial”, María Angélica Pérez Peñaloza reflexiona sobre el proceso y la materialidad en dos obras específicas de Ordóñez, “Polo Norte” y “Animales marinos”, ambas hechas en porcelana.
El dossier cierra con dos textos que se acercan a las prácticas de mujeres alfareras en distintas regiones del país: una comunidad indígena en la Amazonía y un grupo campesino en la zona andina. El texto de José Gabriel Dávila Romero y Claire Marie Hélène Thérèse Françoise Davigo, “Churichiga wii arü ügü: historias de la cerámica tikuna-mägutá de San Martín de Amacayacu”, documenta la alfarería tikuna en relación con la formación de mujeres de la comunidad de San Martín de Amacayacu, en la Amazonía colombiana. Aporta, además, relatos inéditos de varios mayores sobre los orígenes de esta tradición cerámica. Por su parte, en “‘Desde los antiguos’: el lugar del barro y el fuego en Tuaté, Boyacá (Colombia)”, Edwin Gabriel Avella Faura, Leonardo Bravo Niño, Neil Avella González y Manuela Avella que conforman el colectivo Ojo de Agua dan cuenta del conocimiento ancestral de las alfareras del pueblo de Tuaté, en contraste con lugares como Ráquira, de la misma región, cuya cerámica ha entrado en las lógicas vinculadas con el turismo y el comercio. La relación con el entorno natural, así como las tensiones entre la “tradición” y las tecnologías industriales, son los ejes de esta reflexión, en la que el análisis de fuentes etnohistóricas ilumina nuestra comprensión del desarrollo de prácticas centenarias en una región donde el barro “es dotado de vida propia”. Ambos artículos señalan la vulnerabilidad de estas tradiciones, que, por diversas razones, están ad portas de la desaparición.
En la sección “Crítica”, incluimos un texto revisado de Fernando Uhía, titulado “Doxa ceramística”, en el que reflexiona sobre la obra de Bernardo Montoya presentada en la exposición Piroplástica, que tuvo lugar en el 2024.A través de un diálogo con la filosofía, Uhía se pregunta por el lugar de lo humano en la tierra y el cosmos, situando las pequeñas esferas cerámicas de Montoya—que, a su vez, se recomponen en una multiplicidad de formas de diversos tamaños— sobre un terreno existencial.
Nuestro número también incluye, como es usual, tres reseñas —dos de las cuales ya habían sido publicadas en línea—: se trata de una exposición y de dos libros recientes. En el escrito titulado “El reto de curar lo íntimo: haceres y deshaceres en la obra de Nijolė Šivickas”, Sofía Castañeda jala los hilos conceptuales de una exhibición que tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (mambo) en el 2024. Llamada Estudio, esta muestra giraba en torno al taller de la artista lituana, también conocida como Nicole de Mockus (1925-2018), quien llegó a Colombia a mediados del siglo xx y desarrolló una obra con materiales diversos, en donde la arcilla cumplió un papel preponderante. María Clara Bernal reseña el primer volumen de The Image of the Black in Latin American and Caribbean Art (Book 1: From Colony to Nation), editado por David Bindman, Alejandro de la Fuente y Henry Louis Gates, Jr. Publicado por Harvard University Press en el 2024, este tomo, que reúne capítulos de distintos autores, incluye estudios de caso sobre las representaciones de personas africanas o afrodescendientes en América Latina y el Caribe, desde el periodo colonial hasta los inicios de las naciones independientes en el siglo xix. Por último, Próspero Carbonell reseña el libro de Juliane Noth, Transmedial Landscapes and Modern Chinese Painting, también publicado por Harvard University Press (2022), destacando la forma en que la autora explora el concepto de innovación y la combinación de medios y prácticas diversas en el arte chino de los años treinta.
Como siempre, pero de manera aún más especial en esta ocasión, quisiera agradecer a quienes han hecho posible la existencia de nuestra revista y de este número en particular. En primer lugar, a la fundadora de la publicación, María Clara Bernal, quien ha seguido colaborando de muchas formas con este proyecto, y a su equipo original —conformado principalmente por Ana María Zapata—, así como al comité editorial que ha acompañado el crecimiento de la revista durante estos ocho años. Nuestro equipo actual, integrado por Laura Bolívar, Laura Bernal y Matilde Uribe (monitora del programa de Historia del Arte), ha sido clave para seguir dinamizando los contenidos de la revista a través de HART+ —nuestro espacio digital— y avanzar en el proceso de indexación.
Este dossier no habría sido posible sin la excelente disposición de nuestras dos editoras invitadas —Paula Acosta y Olga García—, ni sin la generosidad de nuestra artista invitada, Cecilia Ordóñez. Cecilia no solo nos abrió las puertasde su casa-taller en numerosas ocasiones, sino que accedió a ser entrevistada y autorizó el uso de las fotografías que aparecen en diferentes secciones de la revista. Por otro lado, el Banco de Archivos Digitales de Artes en Colombia (badac) de la Facultad de Artes y Humanidades ha sido siempre un colaborador cercano y en oportunidades anteriores hemos cocreado piezas digitales o multimedia. Para este dossier, la inventiva de María Juliana Vargas y de Angélica Pérez fue fundamental en la curaduría de la obra de Cecilia Ordóñez que aparece en la sección “En los límites”.
Por último, un agradecimiento muy especial a todas las personas que trabajan tras bambalinas, sin cuya labor esta revista no vería la luz: desde la Decanatura de la Facultad de Artes y Humanidades y la Dirección del Departamento de Historia del Arte, encabezada por Darío Velandia, hasta los evaluadores y pares ciegos, los correctores de estilo, los diseñadores y los impresores, quienes transforman nuestros contenidos en una publicación palpable y nos acompañan en cada paso de la actividad editorial cotidiana.
Patricia Zalamea
Editora