Nota Editorial


Las protestas multitudinarias que empezaron en Colombia en 2019, especialmente el denominado Paro Nacional de 2021, fueron el escenario de movilización de miles de manifestantes con una fuerte presencia del sector sindical pero también de los estudiantes universitarios y la población civil en general. Los grupos fueron objeto de represión violenta y desmedida por parte de la policía y fuerzas armadas amparadas por el gobierno nacional bajo la teoría de que se trataba de protestas infiltradas por la guerrilla y por la delincuencia organizada. La desinformación, tanto en los medios de comunicación como en los reportes oficiales, ha hecho de esta situación algo aún más peligroso. Aunque las cifras son confusas, el medio independiente Vorágine estima que tan solo entre el 28 de abril y el 15 de junio de 2021, 1790 personas fueron heridas, dentro de las cuales están decenas de jóvenes a quienes la policía les disparó balas de goma en los ojos, como afirma este medio: “Mucho tienen de simbólico esos disparos de los policías destripadores de ojos, justo contra quienes insisten en mirar al país de modos distintos, reclamando con vehemencia sus derechos.” La violencia de género también ha sido una constante, con cifras de violaciones y abusos contra mujeres y la comunidad LGBTI, así como las desapariciones y asesinatos.

El episodio colombiano no está aislado y de hecho es una de las tantas movilizaciones civiles que se han dado a nivel global en los últimos años, desde Hong-Kong y Myanmar, pasando por Estados Unidos y, sin ir más lejos, Chile. El movimiento social de protesta que ha sido tan vulnerado ha tenido una de sus salidas en el arte. Esta vez no se trata solo de pensar en arte de denuncia o arte comprometido, los márgenes del arte se han ampliado hasta el punto de que no reconocemos con claridad sus límites o si en realidad los tiene en estas circunstancias. Como afirma el teórico de arte, Nikos Papastergiadis en el mundo contemporáneo “Art does not enjoy a privileged autonomy and detachment from the social. What remains under contention is the way it is dependent on and implicated within social forces.”

Al analizar su propio proceso creativo el artista británico Jeremy Deller afirma “I went from being an artist who makes things, to being an artist who makes things happen.” La relación entre arte y sociedad en la contemporaneidad ha pasado de pensar en movimientos artísticos como lo fueron el Constructivismo ruso, el Futurismo e incluso movimientos anti arte como Fluxus para mostrar que no se trata solo de arte comprometido sino de una transformación en el orden social que pone el énfasis en la creación participativa, el enfrentamiento al poder represivo, la utilización de los medios masivos de comunicación y las redes sociales como “caballo de troya”, las intervenciones urbanas y muchos otros espacios de la cotidianeidad que están más conectados a la gente que una muestra en la galería o el museo.

Desde obras de artistas reconocidos como Doris Salcedo en su exposición/espacio de memoria “Vidas robadas”-- que aparece reseñada por el profesor Elkin Rubiano en nuestra revista-- hasta las manifestaciones comunitarias como los murales, las acciones, la gráfica instalada en el entorno urbano y la música que se toma las calles, los intelectuales y artistas han abordado la protesta como resistencia desde la construcción y la creación. Estas manifestaciones en su mayoría efímeras atestiguan sobre la agencia del arte y exigen de la disciplina de la historia y teoría del arte una reflexión que produzca ecos y de cuenta de la imposibilidad de separar arte y vida en nuestro mundo en crisis. Los artículos en este número 11 de H-ART elaboran sobre arte que no está solamente anclado en la práctica social, sino que es en sí una praxis social. En medio de la revolución civil lo que en general estudiamos los historiadores del arte como el contexto de la obra se convierte en la materia prima de esta. Aunque el arte ha desarrollado este mecanismo notoriamente desde mediados del siglo XX la elaboración teórica se ha demorado en ser creativa sobre la forma como nombramos estas manifestaciones que evaden al mundo del arte como lo conocemos.

En este contexto decidimos abrir un espacio para diferentes investigaciones y exploraciones del arte de protesta. A mediados del 2021, y en medio de las diferentes protestas del Paro Nacional en Colombia, convocamos propuestas que pudieran atestiguar sobre la capacidad de agencia del arte y exige de nuestra disciplina una reflexión que produzca ecos. Los autores de este número hacen un verdadero esfuerzo de estabilizar temporalmente lo fugitivo del arte de la protesta y darle el espacio de reflexión en donde se puedan entender los efectos, afectos e impacto de las obras. En esta ocasión contamos con dos intervenciones especiales: un artículo de nuestra autora invitada, la historiadora del arte Isabel Cristina Ramírez y un artículo en versión bilingüe del grupo de investigación TRansHisTorIA. Publicamos también ocho artículos resultado de nuestra convocatoria así como una entrevista especial a la artista Maria Margarita Jiménez. Así mismo dedicamos un espacio a una nota biográfica del artista colombiano Antonio Inginio Caro quien falleció recientemente.

En su artículo “Estética de la visibilización. La propuesta visual de la campaña de Francia Márquez” Isabel Cristina Ramírez analiza la propuesta visual de la candidata vicepresidencial de Colombia por el Pacto Histórico Francia Márquez, quien se ha caracterizado por utilizar sus atuendos, las artes gráficas y la música como un lugar de encuentro con la gente y de afirmación de los valores de las negritudes y las minorías generalmente marginalizadas en el país.

El artículo bilingüe de este número fue enviado por el grupo TRansHisTorIA conformado por los investigadores María Sol Barón y Camilo Ordóñez. En el texto titulado “Colombia 1971: Trabajadores del Arte Revolucionario y movimiento estudiantil” los autores entretejen las disciplinas de la historia, la historia del arte y los estudios visuales para reconstruir la manera en que las prácticas políticas y artísticas confluyeron en la consolidación de las nuevas izquierdas en Colombia.

En el artículo titulado “Reclamar el paisaje como un bien común en la Bélgica urbanizada: La protesta Raveel op de Leie situada en el contexto sociopolítico de las décadas de 1960 y 1970 en Bélgica” Senne Schraeyen explora cómo el artista belga Roger Raveel, a través de inserciones en el paisaje, participa en los discursos políticos, sociales y ambientales hasta tener profundas implicaciones en las leyes belgas. Por su parte, Caroline Prévost, investiga la evolución del muralismo en latinoamérica en la actualidad. A través de un análisis geográfico y temporal dual la autora analiza cuatro manifiestos mexicanos y argentinos publicados en 1924, 1958, 2020 y 2021 para identificar los cambios y continuidades de dos generaciones de artistas muralistas. En el artículo “Resistirse a mirar en otra dirección: Mensajes luminosos en épocas de distanciamiento social”, Nicole Cartier explora el rol del arte de protesta en el contexto del distanciamiento social causado por la pandemia del COVID-19 a través del análisis de las proyecciones caseras del grupo La Nueva Banda de la Terraza, en Medellín, Colombia.En ¨Monumentos a la disidencia: Modelos 3D de la revuelta social en Chile por el colectivo de artistas Antes del Olvido¨ Matthias Pfaller explora cómo el colectivo Antes del Olvido documenta espacios de la protesta en forma de modelos 3D en Chile en el año 2019. A través de este análisis el autor investiga la importancia del artivismo y de su conservación en los modelos 3D. Por su parte, Ricardo Bustamante explora en su artículo “Los camisas blancas: vigilantes de la memoria” diferentes episodios de censura artistica durante el Paro Nacional en Colombia en el 2021.

Presentamos también dos artículos que abordan situaciones de protesta desde la música. “Un canto por la justicia: la composición colaborativa en respuesta a la brutalidad” de Ian Middleton nos ofrece la narración de la composición colaborativa de una canción que nació en respuesta a la represión letal de las manifestaciones ocurridas en Cali, Colombia en el año 2021. En “¡Enciendan la música, apeguen la guerra! Insurgencias creativas desde la segunda línea” Natalia Becerra explora las tramas sonoras que se producen en medio de la protesta, específicamente las experiencias sonoras del colectivo la Segunda Línea en Colombia. A partir de estas exploraciones, la autora analiza el rol de la música como un lenguaje clave de la resistencia y la transformación social.

El número incluye también una conversación entre nuestra editora y la artista Maria Margarita Jiménez, quien narra cómo sus diferentes experiencias con arte protesta y activismo social ha marcado su trabajo artístico y su labor docente en diferentes proyectos y colaboraciones.

La publicación del número once de H-ART tiene un carácter especial pues se produjo con esfuerzos adicionales en periodo de pandemia. Por este motivo, agradecemos especialmente a la decana de la Facultad de Artes y Humanidades Andrea Lozano y al director del Departamento de Historia del Arte Darío Velandia por su apoyo a nuestra publicación, a los miembros del Comité Editorial y Científico de la revista, a los autores y colaboradores que participaron en este número y especialmente a la profesora Maria Margarita Jiménez por concedernos la entrevista para este número.

Dedicamos este número a las víctimas de la represión y de las medidas violentas durante las protestas del Paro Nacional en Colombia, 2021.