Introducción
Este texto comienza por reiterar la razón de ser del museo como una institución con valores y principios rectores inscritos en el orden simbólico; y con esa definición como soporte básico, propone una mirada a la interacción entre pandemia y museos desde una perspectiva crítica inserta en el campo museológico. Se analizan, en un primer segmento, los efectos de la contingencia sanitaria del covid-19 en el campo laboral, las sedes, las colecciones y la programación de estas instituciones, con citas a informes sobre datos de realidades medibles a nivel internacional y nacional, elaborados por entidades que las asocian y han investigado el impacto de la pandemia sobre su funcionamiento.
El segundo segmento revisa hechos de intensa cobertura en medios noticiosos sobre las motivaciones expresadas en las manifestaciones sociales en Colombia durante 2020 y 2021. A las situaciones extremas de la realidad socioeconómica endurecida por la pandemia, y a las desmedidas acciones represivas de la fuerza pública como respuesta, en estas revueltas sociales —en la calle como escenario— se agregaron reclamos acerca de otros asuntos de orden simbólico. Irrumpieron sobre todo en Cali y Bogotá las voces y acciones de juventudes exigiendo reivindicaciones de larga latencia sobre imaginarios de identidad y sentidos de pertenencia (a comunidades específicas, al espacio público, la ciudad y el país); o las que, frente a un estado que las ignora, se hicieron sentir con la madurez de subjetividades que se han moldeado en la representación y luchas de comunidades minorizadas. Como casos emblemáticos pueden mencionarse, por ejemplo, los pueblos indígenas exigiendo respeto por sus memorias propias, y otros grupos variados que demandan el reconocimiento de iguales derechos para la diversidad étnica o sexual que representan.
Claramente no pueden esperarse conclusiones sobre un fenómeno social coyuntural de la magnitud de la diseminación del covid-19 y sus efectos sobre los museos, en medio de factores y circunstancias cuyo decurso sigue siendo incierto, y dentro de la envergadura y alcances de este texto. No obstante, el segmento final incluye, de tenor opuesto al de los párrafos anteriores —y enmarcadas en el contexto de una sociedad inmersa en las tensiones que genera la implementación del Acuerdo de Paz— iniciativas concretas de solidaridad inmediata por parte de algunos museos, y discusiones interesantes entre agentes del campo museológico y la academia que, leídas en clave optimista, sugieren un giro categórico de atención a sus comunidades constituyentes.
Museos y Pandemia
Con la ambigüedad propia de los intercambios que incorporan nuestras cualidades sensibles el museo propicia, o habilita, experiencias que ratifican la dimensión dual, individual y colectiva a la vez, que nos inscribe en los dos ámbitos, el de lo personal y el de lo público. Nos convoca a cada uno a pensarnos como grupo. No sorprende entonces que la pandemia, al desconcertarnos como lo ha hecho tanto en lo íntimo como en lo político, haya afectado tan seriamente al museo. Porque la incertidumbre reinante desde 2020 ha intensificado el valor de nuestras conexiones con los otros, de los afectos como entramados que sostienen lo social, y esas tramas sostienen los intercambios significantes. Como en general puede decirse de organizaciones que prestan servicio público, han cambiado las relaciones de trabajo y las actividades con sus comunidades de interés. En un texto redactado a cuatro manos con quien escribe, la directora del Museo Casa Natal del General Santander reflexionaba:
El desempeño de museólogos y artistas se ha visto particularmente afectado por el aislamiento social, porque su accionar cobra sentido en el ámbito de lo público, en el encuentro con el otro. Un otro que es creador, espectador, compañero, cómplice, pero que el miedo ha reducido a potencial peligro, a fuente de contagio, a imagen de enfermedad o muerte. El miedo sacudió la vida de la comunidad artística y museológica, porque el aislamiento pone en riesgo las bases mismas de su lugar en el mundo.1
Tales palabras recuerdan las de Edward Said en “Reflexiones sobre el exilio”, donde describe poéticamente las rupturas del exiliado como “las privaciones que se sienten al no estar con otros en la vivienda comunal”2. La amenaza implícita en un desarraigo extendido ha traído pesares consecuentes para los museos y sus trabajadores que pueden llegar hasta la crudeza de la supervivencia, y en todos los casos, al extrañamiento afectivo, cultural y político que los vincula como individuos y como institución, a la sociedad más amplia. Cuando le preguntamos al director del Museo de Bogotá por los efectos de la contingencia sanitaria sobre su institución, su respuesta inmediata fue “la pérdida de las redes de afectos”3, una certeza intuitivamente subyacente al enfoque de este texto.
Por otra parte, las consecuencias directas del confinamiento, del aislamiento y sus miedos, incluyen efectos tangibles en lo económico, lo espacial (las sedes), la colección, y el modo de vida de sus colaboradores, de suyo generalmente precario. Las mediciones cuantitativas de estas afectaciones sugieren cambios drásticos en las metas y actividades institucionales con el agravante de las diferencias entre países con mayores o menores recursos. Como un breve acercamiento a esta delicada realidad y sus múltiples facetas, recurrimos a un par de análisis de cobertura internacional y nacional sobre el tema.
Sobre la situación internacional
Los informes elaborados por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura y el Consejo Internacional de Museos, (UNESCO e ICOM por sus siglas en inglés), introducen el panorama más amplio sobre los efectos de la crisis sanitaria en el mundo de los museos. Se refieren a datos recabado entre 2020 y 2021, cuando los dramáticos picos de contagios y muertes obligaron al cierre radical de los museos por el confinamiento generalizado. Son números sombríos que talvez en muchos casos específicos han sido superados, pero es obviamente esperable que mediciones sobre las múltiples facetas de reacomodo y ajuste en los museos del mundo estarán condicionadas por los diferentes tiempos de esos procesos frente a las enormes diferencias en las economías nacionales y en la capacidad de gestión de la salud colectiva.
Informe de UNESCO
En su plataforma digital en abril 2020, fecha todavía temprana para la pandemia, la UNESCO publica una apreciación sobre las primeras consecuencias para los museos de la propagación del virus y de las medidas radicales que fueron necesarias. Lo expresa en los siguientes términos:
Se estima que el 90% de los aproximadamente 60.000 museos del mundo se ven obligados a cerrar total o parcialmente sus puertas. Independientemente de su tamaño, ubicación o situación, los museos se enfrentan a retos difíciles, que incluyen la protección de sus colecciones, la garantía de la seguridad y la salud del personal, la resolución de problemas financieros y el mantenimiento del compromiso con su público.4
A comienzos del 2020, la severidad de la pandemia durante los meses del primer período de confinamiento prefigura las duras consecuencias que se harían realidad en los meses siguientes.
Informe del ICOM
El ICOM produjo tres informes, los dos primeros a comienzos de la primavera y del otoño del 2020, y el tercero en la primavera de 2021. Del tercer estudio fechado del 15 de abril al 29 de mayo de 2021, incluimos en los párrafos siguientes algunas de sus conclusiones.5
El 14% de los participantes declararon que parte del personal fue cesado o despedido. El 16.2% declaró que al menos una cuarta parte del personal había sido despedido o cesado entre febrero y septiembre de 2020, cifra que sube a más de la mitad, para el 10.6%. La situación de los profesionales autónomos parece haber mejorado desde abril, pero sigue siendo alarmante: el 10.7% dijeron haber sido despedidos temporalmente, al 16% no les habían renovado el contrato. El sector de los autónomos es muy frágil: el 27.5% está considerando cambiar totalmente de carrera.
Sin duda estabilizar la situación laboral es uno de los mayores retos, y con jerarquía de primer orden, atender a estos datos que, durante la pandemia, desenmascaran la realidad del trabajo “por contrato” en las instituciones museísticas. El ICOM además anuncia:
Es probable que casi todos los museos del mundo tengan que reducir sus recursos y actividades. El 30.9% reducirá su personal permanente, subiendo al 46,1% por contrato independiente y temporal. Aunque los participantes parecen menos preocupados por la reducción de exposiciones (-62.4%), y de programas públicos (-67.4%), la cifra sigue siendo inquietante. El porcentaje que piensan que su museo cerrará de forma permanente baja al 6.1%, pero más del 50% piensan que tendrá que funcionar en horario reducido.
Este informe avanza mostrando profundas diferencias regionales y efectos más pronunciados en los museos más recientes. Como ejemplo, alrededor del 80% de los encuestados manifestó que el cuidado del patrimonio se mantuvo, incluso que habían aumentado las medidas de seguridad y conservación frente a la crisis. Sin embargo, el 15-20% de los encuestados en África, América Latina y el Caribe y los países árabes, consideraron insuficientes las medidas en esas actividades medulares entre las responsabilidades museísticas.
Sobre la situación nacional
Incluiremos ahora información recabada por el Programa de Fortalecimiento de Museos, entidad adscrita al Ministerio de Cultura de Colombia, y por la Mesa Temática de Museos de Bogotá, adscrita al Instituto Distrital de Patrimonio Cultural de la Alcaldía de Bogotá. La Mesa de Museos es definida como “un espacio de participación que hace parte del Sistema Distrital de Cultura; tiene representación en el Consejo Distrital de Arte, Cultura y Patrimonio, así como en el Consejo Distrital de Infraestructura Cultural y en la Mesa de Ley de Espectáculos Públicos”. 6
Reporte del Programa Fortalecimiento de Museos, Mincultura
De los tres informes llevados a cabo por el Programa Fortalecimiento de Museos, son llamativos algunos datos del Segundo Reporte,7 relativos a la situación financiera de 135 museos (61 públicos, 61 privados, 12 mixtos, y 1 sin responder) recopilados del 21 al 30 de abril de 2020. A la pregunta: ¿Cuánto dejó de percibir financieramente el museo hasta este momento debido al cierre de emergencia?, las respuestas fueron:
El panorama general de pérdidas del 70 al 100% de sus ingresos, de un porcentaje próximo al 20 % de museos públicos, resulta una diferencia notable con el alto número de museos privados que declara aumento de sus ingresos. Sin duda este es un dato que abre varias vías de investigación futuras, pero paradójicamente desde ya nos permite llamar la atención sobre algunas consecuencias positivas que también se deben a la pandemia, especialmente una de la cual la mayoría de los trabajadores de museos hemos sido testigos y partícipes. Nos referimos al beneficio de la adopción y adaptación rápidas de plataformas online para la comunicación audiovisual masiva de programación en nuevos formatos, una capacidad instalada que representa un punto de inflexión notable en la actividad museística de cara al futuro.
Informe de la Mesa de Museos de Bogotá
Con el título Situación de los museos de Bogotá durante la pandemia covid-19, La Mesa Temática de Museos presentó un panorama de su estatuto legal y sus tipos de la vinculación laboral. Con base en la operación estadística realizada sobre 62 museos de la ciudad, concluye que 34 son públicos y 28 privados, y entre todos vinculan laboralmente a más de 1.000 personas. Durante 2019 recibieron 5.000.000 de visitantes que, en su mayoría, pagaron entrada (rubro muy afectado por el confinamiento, como todos podemos sospechar).8
Una aclaración importante de este análisis es la que resulta del cotejo de los datos recabados en esta ocasión, con la realidad institucional antes de la pandemia. El informe aclara que los museos ya eran débiles en capacidad instalada y gestión. Los números indican que 62% de las debilidades descritas en los análisis ya existían, y se asocian a falta de recursos humanos, financieros y de infraestructura; asimismo, que las debilidades en gestión (en especial divulgación y promoción) ya eran notorias como problemas de planeación estratégica y relacionamiento de las instituciones.
Así como la amenaza, mortal para los museos, de la negación de la posibilidad de mostrar y de comunicar disparó el recurso antes subvalorado de las posibilidades de nuevas tecnologías, podríamos aspirar a que algunos problemas crónicos de los museos, al ser ventilados por el huracán de un problema de la magnitud de la pandemia, puedan ser ahora mirables desde perspectivas renovadas que permitan salidas impensadas hasta hace un par de años. En ese espíritu observamos un rasgo nuevo en nuestra reflexión siguiente sobre protestas sociales y museos, en tiempos signados por el covid-19.
Pensar sobre Museos y Pandemia en Colombia
La panorámica sobre la actualidad colombiana que los informes revelan sugiere al menos dos tareas pendientes, dos vacíos en las dependencias a cargo de aspectos cruciales de la actividad museística nacional. El primer vacío aparece con la inexistencia de una instancia gubernamental rectora, dotada en concordancia con la madurez del pensamiento museológico nacional y las actividades museísticas; agencia tal que genere consensuadamente con los agentes del campo, las políticas públicas y planes estratégicos específicos para regir, apoyar y monitorear las actividades de los museos. Al Programa de Fortalecimiento de Museos que es parte del Ministerio de Cultura y está adscrito al Museo Nacional, se le reconoce una labor encomiable en muchos asuntos que son parte de esas responsabilidades, pero no es la instancia de la envergadura y jerarquía de una Dirección de Museos en ese Ministerio, u otra equivalente.
El segundo vacío —imbricado en la implementación del Acuerdo de Paz— debe cumplir el mandato legal que inscribe al quehacer museológico como agente vital en el entorno de la implementación de lo acordado. En 2011, la Ley 1448, Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, garantiza la centralidad a las víctimas del conflicto armado en los procesos de justicia transicional, y en ese mandato crea el Centro Nacional de Memoria Histórica. Por decreto igualmente, el Centro ha de crear el Museo Nacional de la Memoria, todo lo cual ha ocupado por una década el centro más activo de actividad en torno a una institución museológica nacional. No solo es el museo más importante que se está desarrollando en el país, sino lo es quizás en toda América Latina. El proceso de su creación ha de superar las erráticas situaciones de los últimos años, y asumir su lugar como formidable laboratorio para la teorización y actividades museísticas del país en general. Avanzan lentamente los procesos que permitirían, en ambos casos, un grado de madurez del conocimiento sobre los museos nacionales y una ruta fluida y estrechamente conectada a las víctimas y al país en general para la creación del Museo Nacional de la Memoria. Ante esas ausencias es difícil imaginar el crecimiento orgánico de los museos en el futuro en Colombia, y sin embargo, la mirada retrospectiva de los hechos que abordamos como tópico central de este trabajo ratifica la especial responsabilidad histórica que de todas maneras tiene enfrente.
Valores y estrategias de museos en las calles colombianas
Desde su origen la existencia del museo se fundamenta en la creatividad y sus resultados; en las respuestas a la constante necesidad humana de nuevas formas de expresar vivencias (¿urgencias?) que estimulan la imaginación de algo nuevo, creaciones cargadas de simbolismos apreciables por las cualidades sensibles de los otros. La institución asume las tareas de guardar, cuidar e interpretar, compartir y propiciar la visión crítica, de los contenidos simbólicos de objetos, registros, o archivos de procesos que testimonian ese paso creativo de la necesidad al símbolo. Sin minimizar el hecho de que la contingencia sanitaria exacerbó las durezas de la realidad socioeconómica de las mayorías (lo cual generó presiones que rebasaron la capacidad de espera de los pueblos por respuestas a sus reclamos y por tanto las protestas sociales proliferaron en medio de la pandemia del covid-19), lo que se quiere enfatizar acá es la importancia de valores simbólicos vinculados a imaginarios aglutinadores de comunidades, como demandas en las manifestaciones sociales. Se trata de un énfasis que suscita insoslayable reflexión por parte de los museólogos al inscribirse frontalmente en sus dominios.
Demandas de ese tenor venían gestándose internacionalmente entre comunidades minorizadas, incluso a veces naciones cuyas heridas colectivas se avivaron con las reflexiones y discusiones sobre situaciones poscoloniales alrededor del mundo. Como una especie de ola planetaria hermanando movimientos que van desde “Rhodes must fall”, en Suráfrica en 2015, hasta “Blacks lives matter” en Estados Unidos; y más cerca, las irrupciones ya en tiempos de pandemia en Chile en 2020, y las citadas en Colombia, los reclamos emergieron desde latencias históricas, o de reciente surgimiento, y recurrieron a medios del arte como el performance, el baile, el teatro, y por supuesto el grafiti. Tal como aparece en la página web Noticias de la Universidad de Antioquia, la periodista Natalia Piedrahita, ofrece una pertinente cita a la socióloga Catalina Tabares Ochoa, profesora de la misma Universidad, quien sostiene:
[…] las palabras se agotan cuando su contenido es meramente retórico y entonces cobran gran valor otros lenguajes, estéticos, poéticos y de la imagen. La política nos obliga hoy a pensar en estos lenguajes. El arte entonces reclama su función política y aparece como experiencia que condensa aquello que nos es común como seres humanos.9
Las palabras agotadas no habían conseguido comunicar, o quizás hacer oír, sus cargas semánticas, y los contenidos sensibles encontraron otros medios para emerger. En las protestas de Cali y Bogotá, por ejemplo, surgieron el rechazo a lo que dicen de manera oblicua los monumentos públicos, o claramente, el desconocimiento que implican de las culturas y la memoria de los pueblos afros o indígenas, o la falta de reconocimiento de la diversidad sexual. Todos estos temas que revelan imaginarios compartidos, tradiciones culturales ancestrales vulneradas, e injusticias en el entramado social donde se insertan ciertas comunidades, se hicieron sentir a través de lenguajes artísticos y con la violencia directa sobre los símbolos que monumentalizan la sordera en el espacio público. Y al hacerlo aluden al museo que debería ser, por antonomasia, uno de los lugares más idóneos para problematizar y procesar esos reclamos individual y colectivamente.
También es significativo reconocer algunas reacciones positivas del campo a la devastación coyuntural, además de discusiones sobre museos y memorias propiciadas desde la academia. Entre las primeras destaca la experiencia puntual del Museo Casa de la Memoria de Medellín10, al cual se le reconoce su trayectoria de fuertes relaciones de confianza con víctimas del conflicto armado, y en general, comunidades desfavorecidas en la ciudad. Durante el confinamiento el museo fue escogido por la Alcaldía de Medellín para las siguientes labores:
Comunicación: los miembros del equipo del museo están presentes en el terreno, escuchando y evaluando las necesidades de los miembros de la comunidad y transmitiéndolas a la administración. Refugio: el equipo del museo trabaja para enviar a personas sin hogar a albergues temporales construidos por la ciudad […]. Salud: el equipo del museo está recibiendo formación en temas de prevención, reducción y tratamiento de la infección; ellos transfieren dichos conocimientos a las personas de la comunidad que no tienen acceso a ellos. Comida: el personal del museo también está distribuyendo alimentos a aquellas personas que no pueden trabajar debido a la cuarentena.
Experiencias similares atravesaron el territorio nacional según registra la encuesta (ya citada como instrumento base de sus tres informes) realizada por el Programa de Fortalecimiento de Museos en abril de 2020. De allí se insertan algunos de los testimonios de trabajadores de museos:
“Hicimos colectas de insumos de consumo para distribuir entre familias identificadas con necesidades básicas del municipio” (Museo Médico de la Lepra del Sanatorio de Agua De Dios Cundinamarca). “Apoyamos con mercado a vendedores ambulantes cuyo lugar de trabajo asiduo era el Museo” (Casa Museo Rafael Núñez Cartagena). “Elaboramos y donamos máscaras protectoras para el personal de salud de las ESE y Hospital de Boyacá” (Museo de Historia de la Medicina y la Salud, UPTC Tunja). “Pusimos a disposición de la comunidad hospitalaria parte de la infraestructura expositiva del museo, para servicios hospitalarios” (Museo de la Sociedad de Cirugía de Bogotá). “Hemos compartido semillas para sembrar, y mercados, a tres familias de la vereda que son de muy bajos recursos” (Museo Campesino, Gachancipá, Cundinamarca). “Fabricamos alcohol para desinfección” (Agroparque Sabio Mutis, La Mesa, Cundinamarca).11
Es alentador observar en esas frases de profesionales de los museos encuestados, muchos de ellos pequeñas instituciones, la sensibilidad y agilidad para adecuar los recursos propios de sus perfiles institucionales, a retos o carencias generados por la pandemia en la sociedad donde se insertan. Se infiere la pasión por lo que hacen y la mística del trabajo que puede apreciarse en muchos trabajadores de museos en el sur global.12
La academia afín a los museos también ha respondido a la importancia de valores culturales en juego durante los movimientos sociales. Nos limitaremos acá a una muestra de eventos teóricos que se han concretado en actividades auspiciadas por la Alianza Colombiana de Museos (en adelante La Alianza), la Maestría en Museología y Gestión del Patrimonio (en adelante MMGP) y la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.
A manera de presentación de la actitud proactiva de La Alianza frente a la contingencia sanitaria, citamos el origen descrito en su Manifiesto, según el cual la organización “nace como respuesta a la intensificación de la crisis de nuestras instituciones, causada por la cuarentena ordenada por las autoridades a raíz de la emergencia sanitaria global del 2020”.13 Se define como un observatorio de los efectos contingentes sobre patrimonios tangibles e intangibles en Colombia, y se organiza con el apoyo y mentoría de la MMGP de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.14 La Alianza es un conglomerado de base abierta que reúne a museólogos e instituciones con el objetivo de pensar críticamente el campo museológico como agente de la realidad nacional. En los dos años iniciales de sus actividades ha convocado protagonistas de realidades puntuales en los territorios apartados, que se cotejan con las experiencias urbanas de otros participantes para tejer una trama nacional de múltiples matices.
Es importante notar, entre los primeros en responder a su llamado, a quienes conforman la Red Colombiana de Lugares de Memoria. Más allá de sus diferencias, y justamente con su diversidad como fortaleza, la Red aporta experiencias de un conjunto de organizaciones museísticas libres del trauma de origen que separa a los museos de sus públicos.15 Los saberes y patrimonios que cohesionan esta Red de 36 organizaciones diseminadas en territorios asolados por la violencia en distintos rincones del país, sus imaginarios y valores ligados a experiencias que son lamentablemente dolorosas en su mayoría, sustentan y fomentan, relaciones afectivas con las comunidades de las cuales son parte inmanente. La Red integra a víctimas del conflicto armado y sus propias estrategias de supervivencia.
Además del establecimiento de nexos cercanos con la Red y el seguimiento a los avatares de la. Creación del Museo Nacional de la Memoria, durante el paro nacional, La Alianza ha propiciado lecturas de las manifestaciones culturales y comunitarias en Cali y Bogotá, y ha fructificado su cercanía con la MMGP en el reforzamiento del compromiso de los museólogos en formación con la realidad contextual.
Precisamente un trabajo de compilación sobre los hechos de orden simbólico más comentados durante la pandemia, realizado y autorizado para su inclusión acá, por el Profesor Juan Carlos Arroyo con sus estudiantes de la MMGP, nos permite mostrar una síntesis de los hechos ocurridos y los autores o participantes involucrados en esos hechos. La magnitud e importancia de lo ocurrido se revela en el extracto textual que se transcribe de dicho trabajo académico:
Fecha. Título del evento
Autores o participantes
7/05/2021. Derriban estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada en la plazoleta del Rosario, Bogotá
Pueblo Misak y Misak / Guambianos
http://guiaenbogota.com/monumento-a-gonzalo-jimenez-de-quesada/
7/09/2020. Tiñen de rojo el canal del Eje Ambiental como protesta por las masacres ocurridas durante el Paro Nacional, en Bogotá.
Colectivos de artistas
12/05/2021. Renombran la Avenida Jiménez de Bogotá, en honor al pueblo indígena Misak.
Misak / manifestantes
https://conexioncapital.co/jovenes-renombran-la-conocida-avenida-jimenezcomo-avenida-misak/
12/05/2021 Hacen intervenciones artísticas en medio de un plantón masivo en el Monumento a Los Héroes en Bogotá.
Manifestantes y artistas
1/05/2021. Derriban Monumento a General Antonio Nariño en la Plaza de Nariño de Pasto.
Manifestantes
https://www.elpais.com.co/colombia/derriban-estatua-de-antonio-narino-enpasto.html
28/04/2021 Derriban estatua del expresidente Misael Pastrana en Neiva.
Manifestantes
28/04/2021. Derriban el Monumento a Sebastián de Belalcázar en Cali.
Los Misak y el artista Alvaro Márquez
4/05/2021. El portal de las Américas, en Bogotá, ahora es reconocido como el Portal de La Resistencia.
Manifestantes
Frente a la centralidad que venimos señalando de valores culturales en las calles colombianas, la Facultad de Artes de la Universidad Nacional y la MMGP han realizado diversos eventos académicos como foros y conversatorios, algunos todavía en desarrollo, entre los cuales destaca el ciclo realizado en torno al proyecto RE [SIGNIFICAR] el diseño de la plazoleta de la Avenida el Dorado con carrera 68. Este proyecto, realizado por convenio de Participación - Formación entre el Ministerio de Cultura y la Facultad de Artes (que acoge a la MMGP), de la UNAL, sede Bogotá, tiene el objetivo de preparar la convocatoria de un concurso arquitectónico para remodelar la plaza en donde estaban ubicadas las esculturas de Isabel La Católica y Cristóbal Colón, en la Calle 26, las cuales fueron retiradas de sus pedestales por la Alcaldía precisamente en prevención de su potencial derrumbamiento luego de un intento por parte del pueblo Misak.
Las instituciones académicas han priorizado la labor de difusión orientada a involucrar a los ciudadanos en el tema. Los hechos públicos en contra de distintos monumentos han dejado claro que la apropiación colectiva es fundamental para que la identificación con aquello que se monumentaliza —que pasa por las memorias e imaginarios compartidos— sea garante del respeto y la conservación debidas. La apropiación es la garantía para mantener vivas las memorias colectivas en el espacio público. Es por eso por lo que en los eventos difundidos online por los canales digitales de la Facultad de Artes de la UNAL y de La Alianza, arquitectos, urbanistas, sociólogos, historiadores, y museólogos, han analizado cuestionamientos medulares de los procesos sociales que se manifestaron públicamente en el derribamiento de símbolos instalados en las plazas y calles de la ciudad.
Algunos de los títulos bastante dicientes de esos eventos fueron: ¿Nos avergüenza nuestro patrimonio? El monumento a Isabel la Católica y Cristóbal Colon en Bogotá; El Museo de la Memoria después del negacionismo; Esculturas itinerantes y nuevos espacios públicos; Monumento e hito urbano: una hipótesis; Hacemos presencia. Recomendaciones para la (auto)representación de poblaciones en el espacio público, entre otros. La difusión de las posturas de los expertos ha buscado involucrar a comunidades del sector y a los ciudadanos bogotanos, partícipes o testigos, de los reclamos colectivos. Foros como esos pueden estimular el procesamiento de asuntos que pueden tornarse en campo de cultivo de situaciones sociales problemáticas, que luego han de emerger abruptamente desde el interior de las comunidades que se sienten vulneradas. Obviamente no pretendemos asegurar que tal difusión garantice soluciones, pero si puede verse como indicio de activación del campo museológico, orientada a servir a sus comunidades constituyentes, en tanto compromiso misional convertido en obligación ética por la contingencia sanitaria. Más aun, es esperable en este caso de un proceso académico rigurosamente elaborado e implementado, que empiecen a obtenerse respuestas orientadoras a la pregunta central del museo contemporáneo: ¿de que estrategias y medios puede valerse el museo para el logro de la apropiación colectiva —desarrollo y efectos transformadores incluidos— de respuestas a problemas sociales que nos importan como bios politikos (Hanna Arendt dixit)?
Son los ejemplos anteriores los que permiten pensar que la museología colombiana no ha dejado pasar inadvertida la cadena de hechos públicos que hemos querido hilar en estas reflexiones, los daños causados y los retos futuros que la pandemia ha impuesto en la vida de los museos. Hemos revisado casos específicos dentro de muchos otros que podrían registrase por parte de otros agentes del campo museológico nacional, que también han mostrado su potencial de aporte en la construcción colectiva de resultados que debe caracterizar al museo16. Todas esas acciones adquieren relevancia en tanto es posible especular que, si bien la elusiva reconexión horizontal museo-comunidad sigue siendo en muchos casos una quimera, la comunión de intereses entre el museo y la calle suscitada por la pandemia puede funcionar como punto de inflexión para estimular esa reconexión en Colombia. En la frágil conjunción de voluntades requerida por un país empeñado en lograr la paz después de un conflicto armado de tan larga existencia, el museo ostenta el potencial de apoyo que le otorga la experticia acumulada —por mandato central de su misión— en el reconocimiento de las memorias colectivas y sus manifestaciones culturales, como centro fundamental de toda la cadena de resistencia, resiliencia, reparación y no repetición que el país necesita procesar. El museo contemporáneo atesora experiencias valiosas porque trabaja con colectividades aglutinadas por imaginarios y valores comunes, hace lecturas de realidades situadas en las cuales el reconocimiento y respeto del otro son insoslayables, reconoce y analiza rémoras hoy desenmascaradas por pensadores y activistas de la decolonialidad y de la diversidad y los derechos de grupos minorizados, y maneja la transmisión de contenidos a través de objetos y situaciones significantes como códigos de lenguajes que apelan a las cualidades sensibles de los otros, en tanto su razón de ser se inscribe en el orden de lo simbólico. Con tales experticias el campo museológico hoy en Colombia está llamado a ser significativamente útil.