Introducción
El término “public history”, acuñado por Robert Kelley en Estados Unidos en la década de 1970 en la Universidad de California (Santa Bárbara), tiene los signos de una historia exitosa. La historia pública está en la vanguardia de la profesión en Norteamérica y, cada vez más, en otras partes del mundo1. Una serie de libros se han publicado recientemente en inglés y en otros idiomas2. El hecho de que el inglés ya no sea el único idioma al que se acuda para obtener recursos y herramientas demuestra un cambio en el desarrollo de esta área en el mundo. Hoy, la historia pública parece más internacional que nunca; existen programas en Norteamérica, pero también en la mayoría de países europeos, en Brasil, Australia, Nueva Zelanda, Rusia y China. Esta popularidad internacional arroja preguntas sobre su historia y su desarrollo. Sin embargo, las discusiones internacionales sobre este tema enfrentan definiciones del área muy diversas y cambiantes. Estos desacuerdos en su definición han implicado debates constantes, que son parte de la historia del campo, entre historiadores y practicantes3. En mi opinión, la historia pública está basada en tres énfasis particulares: la comunicación de la historia a audiencias no académicas, la participación pública y la aplicación de la metodología histórica en asuntos del presente4. Estos criterios están relacionados con una redefinición más amplia de la profesión de la historia a partir de la década de 1960. De la mano con el surgimiento de internet y el creciente acceso popular al conocimiento han emergido nuevas preguntas sobre el historiador y su rol en la sociedad.
A pesar de su éxito, se conoce muy poco sobre la historia y el desarrollo de la historia pública. La mayoría de artículos los han escrito historiadores norteamericanos que reflexionaron sobre la creación del campo en los setenta5. Muy pocas publicaciones proponen enfoques más amplios, internacionales y comparativos6, lo cual crea la percepción errónea de que las prácticas públicas de la historia nacieron en Estados Unidos en la década de 1970. Lo que nació allí fue la institucionalización de un movimiento, no sus prácticas. De ahí que una perspectiva internacional ayude a ubicar dicha internacionalización en un contexto mucho más amplio y extenso.
Es importante explorar si el movimiento de la historia pública en Estados Unidos tuvo un impacto internacional, así como una internacionalización del movimiento estadounidense, o si el desarrollo de la historia pública en el mundo se ha debido a una revaloración simultánea del rolde los historiadores. En otras palabras, ¿hubo una definición estadounidense de historia pública que se adoptó en los demás países? ¿Bajo qué circunstancias ocurrió? ¿Y qué adaptaciones o traducciones se le hicieron? Una perspectiva internacional y amplia sobre las prácticas públicas de la historia ayudará a comprender las raíces del movimiento y cómo y por qué se desarrolló en ciertos lugares del mundo y en otros no.
Finalmente, la perspectiva internacional plantea preguntas sobre si hoy podemos o no hablar de una historia pública internacional, sobre si esta es construida desde la comunicación, el intercambio y la cooperación entre diferentes lugares del mundo o si estamos presenciando la emergencia de movimientos nacionales desconectados entre sí. Al hacer esto, también necesitamos cuestionarnos sobre los actores, es decir, las personas e instituciones, y cómo estos influenciaron el proceso de internacionalización de la historia pública. Ahora bien, aunque este artículo usa ejemplos de todo el mundo, la comparación principal se centra en Norteamérica y Europa desde 1970.
En su primera parte, este texto presenta las prácticas de historia pública antes del surgimiento del movimiento de historia pública en los setenta, lo que permite entender las raíces en las cuales se desarrolló e institucionalizó la historia pública en la década de 1980. Ese análisis involucra, entonces, los diferentes procesos de internacionalización que se presentaron entre 1980 y 2000. Esta perspectiva internacional demuestra las diversas aproximaciones a la historia pública, pues en la mayoría de países anglosajones en los ochenta, la historia pública se desarrolló más como un campo aplicado y orientado al trabajo por contrato, mientras que el proceso de internacionalización que inició en 2000 parece ser más exitoso, debido a una revaloración general del rol de los historiadores.
1. Las prácticas públicas de la historia antes de la configuración del campo: repensar la torre de marfil
En 1978, el historiador Robert Kelley escribió que “la historia pública se refiere al empleo de historiadores y de métodos históricos fuera de la academia”7. Esta oposición entre historiadores públicos y académicos estaba en el centro de los debates en la década de 1970. Repensando los orígenes del movimiento, Bárbara Howe, miembro y fundadora de este, subrayaba que “algo pasó a partir de ese momento que creó una nueva manera de identificarnos a nosotros mismos”8. La creación de un nuevo historiador público fue, según Wesley Johnson, una respuesta al aislamiento de los historiadores académicos. En 1978, Wesley explicó que “con mayor frecuencia, la academia, en lugar de la sociedad histórica o la arena pública, se volvió el hábitat del historiador, quien literalmente se retiró a la proverbial torre de marfil”9. Desde sus inicios, el movimiento de la historia pública en Estados Unidos reclamó la creación de nuevos historiadores que pudieran quebrar esa “torre de marfil” desde la cual los historiadores académicos venían trabajando. Sin embargo, es necesario diferenciar las prácticas públicas de la historia de su institucionalización en las universidades estadounidenses.
1.1. Las prácticas públicas de la historia y la profesionalización de la historia
Nos equivocaríamos si ubicáramos el nacimiento de las prácticas públicas de la historia en los años setenta en Estados Unidos. Por eso es clave distinguir la historia pública como movimiento que nace en Estados Unidos en los setenta de prácticas públicas de la historia más antiguas. Como historiador, Ian Tyrrell subraya que “los académicos tienden a ver la historia pública como algo nuevo”, pero “las raíces son mucho más profundas [...] durante mucho tiempo los historiadores han abordado problemas públicos”10. Sobran ejemplos de historiadores que participan en debates públicos. Por ejemplo, el historiador Paul Knevel indica que “desde las actividades de los historiadores humanistas italianos del siglo XV, la historiografía occidental había tenido una función pública” y considera a humanistas como Bruni y Guicciardini como “los primeros historiadores públicos europeos ‘modernos’, que usan la historia para mostrar a sus conciudadanos importantes deberes cívicos y los méritos de la ciudad-Estado en que vivían”11. Pero la pregunta no es si esos humanistas eran o no historiadores (públicos), sino aclarar que siempre ha habido presencia de académicos comprometidos públicamente que interactúan con un público amplio. Pero, a pesar de los ejemplos tempranos, es cierto que la profesionalización de la historia que empezó a finales del siglo XIX afectó las relaciones entre los historiadores y el público.
Aunque los historiadores nunca han estado completamente desconectados del público general, sí experimentaron un gran cambio a finales del siglo XIX y comienzos del XX: la Historia se convirtió en una disciplina profesional y científica. En Alemania, Leopold von Ranke fue un modelo inspirador para los nuevos historiadores y para la búsqueda de la objetividad científica basada en fuentes primarias y en análisis factual. Apoyado en una nueva metodología para recuperar hechos y evitar opiniones, el método científico derivó en la profesionalización de la disciplina y cambió tanto la producción histórica como las relaciones entre los historiadores y sus audiencias. La publicación académica se volvió el canal usual de divulgación para los historiadores profesionales; las revistas académicas se centraban en hechos y en eventos; y los nuevos historiadores celebraban las narrativas de historia factual como un “instrumento de liberación de la sofocante temperatura y humedad de los sistemas dominantes”12. Esta evolución provino del deseo de objetividad de los historiadores profesionales y de su necesidad de distanciarse de su tema de estudio. Sin embargo, al hacerlo, participaron en la creciente distancia entre los historiadores académicos y el público amplio: empezaron a dirigirse a audiencias cada vez más específicas, sus pares en la academia, con el objetivo de desplazar el estilo de escritura popular. Esa especialización estuvo en los orígenes de esa torre de marfil que los fundadores de la historia pública intentaron combatir en los setenta. Ahora bien, la profesionalización de la historia a finales del XIX y principios del XX afectó principalmente a los historiadores académicos que trabajaban en las universidades; muchos historiadores continuaban su trabajo a través de prácticas públicas de la historia.
1.2. Las aplicaciones de la historia: la tradición olvidada
El aumento de historiadores académicos y profesionales no debería ocultar el hecho de que muchos historiadores han ejercido en áreas fuera de la educación. Rebecca Conard afirma que las discusiones sobre los usos públicos del pasado tienen una larga historia en Estados Unidos13. Explica cómo, a comienzos del siglo XX, personajes como Franklin Jameson (en el Carnegie Institution de Washington), Herbert Friedenwald (en la Biblioteca del Congreso) y Benjamin Shambaugh (en la Sociedad Histórica del estado de Iowa) proponían el carácter utilitario de hacer historia y defendían “la importancia de usar la historia para explicar asuntos contemporáneos, a fin de hacerla relevante para el presente”14. Esta tendencia se materializó en lo que Shambaugh llamó “historia aplicada”. En 1909, explicó: “No sé si la expresión ‘Historia aplicada’ ha sido empleada hasta ahora por los estudiantes de historia y ciencia política [...] pero creo que ha llegado el momento en que puede usarse con propiedad y con provecho”15.
Aparte de historiadores nombrados en los parques nacionales de Estados Unidos en los años treinta, otros trabajaron con el Ejército16. En un artículo sobre las raíces pragmáticas de la historia pública en Estados Unidos, Conard explica que la Primera Guerra Mundial convirtió las iniciativas de historia militar en “un esfuerzo más serio por documentar varios aspectos de la guerra, mientras esta ocurría”17. Después de 1945, la División Histórica del Departamento de Guerra se “estableció para escribir la historia oficial del Ejército en la Segunda Guerra Mundial” y se convirtió en la Oficina del Jefe de Historia Militar (OCMH), en 195018. Igualmente, en Reino Unido, la Oficina de Guerra, el Almirantazgo y el Comité de Defensa Imperial tuvieron, como Avner Offer explicaba, “sus propias secciones de historia antes de la Primera Guerra Mundial”19. Después de la Segunda Guerra Mundial, este tipo de secciones históricas se extendió a otros departamentos20.
Otros historiadores han trabajado en instituciones locales. El historiador experto en historia oral Ronald Grele señala que “antes del surgimiento de la historia pública, era el movimiento de historia local el que ofrecía la alternativa más completa al trabajo histórico que se realizaba en la academia”21, simbolizado en la creación en 1940 de la American Association for State and Local History. Esos historiadores locales trabajaron principalmente en archivos y sociedades históricos. Ahora bien, los archivos empresariales también se desarrollaron, dado el deseo de las compañías de preservar sus documentos. En Alemania, la empresa Krupp creó archivos internos, ya en 1905, con la ayuda de historiadores. De la misma forma, el historiador William D. Overman se convirtió en empleado permanente de la empresa Firestone Tire and Rubber (Estados Unidos) en 1943, con el objetivo de “establecer el primer archivo corporativo con personal profesional en Estados Unidos”22.
La visión de la historia pública como un movimiento nuevo en los setenta se debió, en parte, al deseo de los miembros fundadores de demostrar la especificidad de su propio movimiento. Muchos historiadores trabajaban fuera de la academia, en archivos, sociedades históricas, parques nacionales, museos, agencias federales o corporaciones. Sin embargo, estos practicantes no eran considerados historiadores profesionales; no había un común denominador acordado para los historiadores fuera de la academia. Los historiadores académicos estaban aislados tanto de las audiencias populares como de los practicantes no profesionales que trabajaban en instituciones locales culturales y políticas. Este aislamiento desencadenó reacciones de algunos historiadores en la década de 1970.
2. La historia de la gente y la historia pública: nuevas aproximaciones en los setenta
“La historia de la historia pública como término y concepto se cuenta en Estados Unidos como una historia interna en la que emisarios estadounidenses la presentan como una práctica al resto del mundo. De hecho, desde 1970 y 1980, muchos países occidentales experimentaron una expansión similar en la profesionalización del patrimonio, la expansión de la interpretación de la historia y también el movimiento de la historia oral, el método que proporcionó el mayor impulso para proyectos comunitarios más amplios”23.
Como James Gardner y Paula Hamilton lo explicaron en su introducción al Oxford Handbook of Public History, es necesario establecer la creación del movimiento de la historia pública en Estados Unidos en un contexto más amplio, más internacional y comparativo. En la década de 1970, muchos historiadores ya habían mostrado interés en nuevos temas y nuevas colaboraciones.
2.1. Historia oral e historia de la gente: nueva participación pública
Aunque la historia oral tiene una larga historia y se desarrollaron grandes proyectos en Estados Unidos en los treinta24, fue en la década de los sesenta cuando se evidenció un profundo desarrollo en el campo en todo el mundo25. Studs Terkel, en Estados Unidos, así como Alessandro Portelli y Luisa Passerini, en Italia, sacaron a la luz las experiencias de personas a las que la corriente principal de la escritura de la historia había ignorado26. Los historiadores de la historia oral consideran que el pasado está mediado por la propia percepción íntima del narrador y por la permanencia de la memoria colectiva27. Alessandro Portelli, por ejemplo, ha estudiado las memorias colectivas a través de la historia oral de la comunidad de trabajadores siderúrgicos en Terni (Italia) y de los mineros en el condado de Harlan (Kentucky)28. Por su producción colaborativa, en la que historiadores y narradores hacen historia, la historia oral contribuyó a la reconsideración de la participación de públicos. El interés del historiador oral en narradores y comunidades explica por qué algunos de ellos, como Ronald Grele y, más tarde, Michael Frisch, intervinieron en debates sobre la participación de los públicos en la historia29. El auge de la historia oral simboliza nuevas corrientes en la historiografía de la década de 1960 —historia social, historia desde abajo, historia de las personas o historia ascendente—, que se han trasladado del estudio de las élites a un enfoque centrado en la gente común y en las minorías étnicas. Sin embargo, el impacto de las nuevas corrientes historiográficas sobre la práctica pública resultó más significativo en Europa, que en Norteamérica.
Por ejemplo, derivadas de sus posiciones políticas, en las décadas de 1960 y 1970 algunos historiadores marxistas desarrollaron nuevas prácticas comprometidas con el público. En Gran Bretaña, aunque el término historia pública se empezó a utilizar hasta hace muy poco, surgieron nuevos enfoques de participación pública en la década de 197030. El historiador Raphael Samuel creó el Taller de Historia en Ruskin College (una institución sindical de educación para adultos, en Oxford, Gran Bretaña). El enfoque que Samuel adoptó surgió del “deseo de disminuir la autoridad de la historia académica y, por lo tanto, de una mayor democratización del estudio y los usos de la historia”31. El enfoque de Raphael Samuel, que no sólo dio un rol público a los historiadores académicos sino que también dio voz a los grupos sociales menos representados, fue, en términos de procesos participativos, más radical que el movimiento de historia pública en Estados Unidos32. Como argumenta Paul Knevel, “los principales miembros del Taller de Historia desarrollaron algunas ideas muy influyentes sobre ‘compartir la autoridad’; y dieron un nuevo impulso a la práctica de la historia local, los estudios comunitarios y la historia oral”33. Cuando compara las prácticas históricas en Estados Unidos y Gran Bretaña, Ian Tyrrell enfatiza que “la tradición británica facilitó el registro popular y de la clase trabajadora de sus propias experiencias históricas e implicó contribuciones importantes para este proceso por parte de los sindicatos, la educación obrera y los grupos de historia local”34. En 1996 se creó una Maestría en Historia Pública en el Ruskin College, como una sucesora del enfoque del Taller de Historia centrado en la historia desde abajo35.
En los sesenta, algunos historiadores también propusieron proyectos importantes de comunicación dirigida a públicos amplios. Empezando en 1969, estudiantes y profesores de la Universidad de Lovaina (Bélgica) organizaron “Clio 70”, cuyo propósito era divulgar narrativas históricas fuera del aula para audiencias más amplias a través de medios de comunicación36. Uno de los resultados de este proyecto fue la creación de Fonderie (el Museo de Industria y Trabajo de la región de Bruselas) en 1980, un espacio que conectaba historiadores y audiencias populares. Por otra parte, medios como la televisión también les ofrecieron nuevas oportunidades a los historiadores. En Holanda, el historiador y director del Instituto Estatal de Documentación de Guerra Loe de Jong publicó The Kingdom of the Netherlands during World War II (catorce volúmenes, publicados entre 1969 y 1991) y produjo The Occupation, que se transmitió en televisión entre 1960 y 196537. Estas nuevas posibilidades de comunicación crearon oportunidades para actividades de historia pública. De ahí que la perspectiva internacional sobre las prácticas públicas de la historia muestre que la creación del movimiento de historia pública en Estados Unidos en la década de 1970 no fue el único proceso de revalorización del papel del historiador. Menos basada en la historia radical y el activismo, la especificidad del movimiento norteamericano, sin embargo, fue su capacidad para institucionalizar las prácticas públicas y proponer una nueva formación académica.
2.2. Nacimiento e institucionalización del movimiento de Historia pública en Estados Unidos
Como ya lo indiqué, Robert Kelley acuñó el término “public history” en los setenta, en la Universidad de California (Santa Bárbara). Esto marcó un paso importante para la institucionalización del movimiento en Estados Unidos. El enfoque de las prácticas públicas de la historia fue significativamente diferente del enfoque del movimiento de Historia desde abajo, propuesto por Samuel en Gran Bretaña. Como era profesor universitario, historiador del medioambiente, consultor y testigo experto en asuntos relacionados con el derecho al agua, Kelley simbolizaba un intento por redefinir la profesión del historiador para incluir su aplicación práctica. Los miembros fundadores del movimiento vieron este esfuerzo como un nuevo comienzo. En el primer volumen de la revista The Public Historian, Wesley Johnson afirmó que “Es raro que una profesión sea testigo del nacimiento de un nuevo campo, sobre todo cuando esa especialización es Historia [...] Sin embargo, este es un año en que la disciplina de la historia está viendo emerger un nuevo campo, la Historia pública”38. El contexto es crucial para comprender cómo se desarrolló el movimiento de historia pública en Estados Unidos.
La historia pública se creó, principalmente, en oposición a lo que se percibía como una historia académica tradicional que ignoraba al público. En un principio se definió simplemente como el tipo de historia que se hacía fuera del salón de clases39. Wesley Johnson explicaba que “el desarrollo de la Historia pública como un campo especial de la historia, sin embargo, se deriva de un conjunto diferente de presunciones. Asume que las habilidades y los métodos históricos son necesarios ahora fuera de la academia”40. Como lo indica el nombre de la revista —The Public Historian—, los miembros fundadores del movimiento de historia pública se proponían crear un nuevo historiador. De hecho, Johnson afirmaba que “se necesita un nuevo tipo de profesional: el historiador público”41. Pero la realidad era más compleja: muchos partidarios de la historia pública en Estados Unidos (Robert Kelley, Wesley Johnson y Joel Tarr, entre otros) tenían cargos académicos en universidades, y sus propios perfiles demostraban que la oposición radical era bastante artificial. El movimiento de la historia pública surgió del deseo de ofrecer nuevos programas académicos a fin de entrenar a los estudiantes de historia para trabajar fuera de la educación.
En el contexto de la depresión económica de los setenta, las universidades entraron en una gran crisis laboral. La escasez de trabajos académicos permanentes llevó a muchos programas de doctorado en Estados Unidos a reducir el número de estudiantes, y los empleos en la educación superior disminuyeron drásticamente. Había demasiados historiadores para muy pocos trabajos en la academia. Para 1977, la crisis había alcanzado tal nivel, que las principales instituciones históricas establecieron programas y comités para proporcionar nuevas respuestas, y con suerte nuevas oportunidades, para los historiadores. El Comité Nacional de Coordinación para la Promoción de la Historia se creó en 1977: se centró en asuntos de la carrera profesional y, por tanto, trabajó en la creación de puentes entre las universidades y los mundos no académicos. La historia pública apareció entonces como una posible solución a esa crisis laboral, pues el tropismo vocacional de la formación en historia pública coincidía perfectamente con este contexto de diversificación en la educación superior. En síntesis, la crisis laboral alentó la institucionalización de la historia pública a través de programas de formación universitaria.
En 1978, mientras que reconocía que “la variedad de sectores puede sugerir que la Historia pública es una colección de subcampos no relacionados”, Wesley Johnson explicaba que “este no es el caso cuando se examina desde el punto de vista del entrenamiento de los historiadores”42. Hasta cierto punto, la unidad del movimiento de historia pública se derivaba de su conexión con la formación universitaria. Por caso, Kelley solicitó una subvención de la Fundación Rockefeller para crear un programa que fomentara los vínculos entre la historia y las políticas públicas43. El primer programa de posgrado en Historia Pública se abrió en la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB) en 1976. Además de este primer programa universitario, Johnson utilizó parte de la subvención para publicar en 1978 la primera edición de The Public Historian. También recibió recursos del Arizona Humanities Council para organizar varias conferencias sobre historia pública44; realizadas entre 1978 y 1980, estas conferencias contribuyeron a la creación en 1979 del National Council on Public History (NCPH). Así, la nueva asociación, la revista y la creación de programas universitarios institucionalizaron la historia pública como un campo específico de estudio.
El movimiento de historia pública se definió en la larga tradición de la historia aplicada en Estados Unidos. Asimismo, la historia aplicada y la historia pública se han usado a menudo de manera intercambiable, la primera más centrada en el uso de la historia en temas políticos actuales, mientras que la segunda incluye además la comunicación y la participación de audiencias ampliadas. Por ejemplo, Kelley percibió que la capacitación en historia pública debía enfocarse, en primer lugar, hacia posiciones en oficinas gubernamentales y cargos relacionados con formulación de políticas públicas. No se debe olvidar que Kelley trabajó como experto en políticas públicas y asuntos ambientales. En su introducción al primer volumen de The Public Historian, Wesley Johnson enumeró los ocho sectores en los que generalmente trabajan los historiadores públicos. Aunque incluyó instituciones vinculadas a la historia, como museos y archivos, evidentemente hizo hincapié en la administración gubernamental y en los negocios corporativos como los dos campos principales45. Este enfoque en las políticas públicas y el mundo corporativo reflejó el perfil de los padres fundadores, Kelley y Johnson, quienes, de manera paralela a sus posiciones académicas, habían trabajado como consultores, más que con la gestión del patrimonio. En un artículo de 1981 sobre historia aplicada, Joel Tarr, director del programa de Historia Aplicada de la Universidad Carnegie Mellon, reconoció que el programa “no estaba principalmente relacionado con registros o artefactos, o con llegar a un público más amplio mediante nuevos métodos de presentación”46.
El nacimiento del movimiento de historia pública en Estados Unidos tuvo lugar como parte de un contexto más amplio de revaluación del papel de los historiadores. La especificidad del movimiento estadounidense fue su capacidad para desarrollar una rápida institucionalización de la historia pública a través de programas universitarios, una revista y una institución que daba credibilidad al movimiento y creaba una identidad para los nuevos historiadores (públicos). Este enfoque en los usos de la historia para la política pública y los asuntos corporativos tendría consecuencias en la manera como los historiadores fuera de Estados Unidos reaccionaron a la expansión de la historia pública.
3. Internacionalización de la historia aplicada en la década de 1980: un enfoque anglosajón, orientado al trabajo por contrato y vocacional
Mientras la institucionalización del campo progresaba en Estados Unidos en los 70 y 80, el término “public history” recibía ecos en diferentes partes del mundo. La concepción que sobre la historia pública estadounidense tenían historiadores en Europa, Australia y otras partes del mundo era informada por su propia comprensión del papel cambiante de los historiadores. La historia pública se consideraba usualmente un modelo de pensamiento estadounidense. En 1984, el historiador Henry Rousso se preguntaba: “nacida en Estados Unidos, la historia pública está cruzando el Atlántico. ¿Es el futuro de la historia?”47. Después, en Australia, Graeme Davison afirmaba que la historia pública era informada en buena medida por el movimiento estadounidense de historia pública48. Esta percepción de que la historia pública era un modelo estadounidense se deriva, en parte, de un deseo de los historiadores estadounidenses de darle una perspectiva internacional a la historia pública.
Desde el comienzo, el Consejo Nacional de Historia Pública (NCPH) previó una asociación internacional. Wesley Johnson, historiador de África, definido por Peter Beck como “una especie de misionero viajero que predica el evangelio de la historia pública”, fue un agente activo de la internacionalización de la historia pública49. De 1981 a 1983, Johnson realizó varias giras internacionales durante las cuales enumeró los diferentes programas que tenían componentes de historia pública. Por ejemplo, en Italia encontró el Istituto per la Scienza dell’ Amministrazione Pubblica, dirigido por historiadores, a fin de capacitar a los servidores públicos en las responsabilidades administrativas50. En 1981, aprovechó la oportunidad de una reunión sobre África e historia colonial en el Instituto Francés de Historia Contemporánea (Institut d’Histoire du Temps Présent) para presentar la historia pública51. Conoció al historiador francés François Bédarida, que se convertiría en uno de los exponentes de la historia pública en Europa. En 1983, Johnson también visitó países africanos como Costa de Marfil y Nigeria52. Del mismo modo, ya en 1983, la quinta reunión anual del NCPH se celebró en Waterloo (Canadá)53. En la sesión de apertura, Johnson hizo hincapié en que había señales de que el movimiento se estaba volviendo más internacional54. De hecho, algunos historiadores europeos —como Peter Beck, que presentó un trabajo titulado “The British Potential of Public History”55— participaron en la conferencia y en las discusiones internacionales56. Beck recuerda que “la asistencia a las conferencias del NCPH en Chicago (1982) y Waterloo (1983) lo puso en contacto personal con Wes Johnson, Bob Kelley y Darlene Roth, entre otros”57. Sin embargo, es fundamental reconocer que Europa no estaba desprovista de historiadores comprometidos con la práctica pública de la historia. Los exponentes estadounidenses de la historia pública no inventaron las prácticas públicas de la historia ni las llevaron a Europa.
Cuando Johnson visitó Europa a principios de la década de 1980, algunos historiadores ya estaban acostumbrados a la historia aplicada. A inicios de los setenta, el historiador económico británico Michael Drake organizó una serie de conferencias sobre estudios históricos aplicados, que dieron lugar a la publicación del Applied Historical Studies: An Introductory Reader, en 1973. Los estudios históricos aplicados se centraban principalmente en datos económicos y estadísticos. La visión de Drake de que estos estudios “proporcionaban ‘respuestas históricas a preguntas básicamente no históricas’” fue muy similar a la concepción estadounidense de la historia pública respaldada por Kelley y Johnson58. Esta proximidad de los dos enfoques explica los vínculos entre los historiadores estadounidenses y los británicos.
El historiador británico Anthony Sutcliffe conoció a Wesley Johnson durante una reunión de historiadores urbanos en 1980, en la conferencia de la American Historical Association. Él vio “la mutua y comprensible empatía entre la historia pública y la historia urbana en Norteamérica”59 y enfatizó en que él “percibía un interés común y potencialmente constructivo entre la historia pública y la disciplina de la historia social y económica que, en sus manifestaciones distintivas en Gran Bretaña, ya reconocía algunas perspectivas de la historia pública”60. Así, cuando a principios de los ochenta Michael Drake sugirió organizar un nuevo comité de historia económica, Sutcliffe se encargó de conectarlo con el nuevo movimiento estadounidense de historia pública. Cuando el comité discutió un reporte sobre historia económica y social en 1981, invitaron a Wesley Johnson como evaluador61. Mediante la aplicación de la historia a la política económica y urbana, algunos historiadores europeos contribuyeron a la internacionalización de la historia pública.
Por medio del British Social Science Research Council, Sutcliff organizó una conferencia sobre historia aplicada en la Universidad Erasmus (Róterdam), en septiembre de 1982. Esta conferencia reunió a historiadores de Reino Unido, Holanda, Francia, y a Wesley Johnson, de Estados Unidos62. Como lo indica Sutcliff, “la pregunta principal planteada en Róterdam era si una mayor convergencia de conocimientos históricos y preocupaciones contemporáneas beneficiaría a la sociedad”63. Cercana a la definición de historia pública propuesta por Kelley y Johnson, la conferencia se centró en los usos de la historia en la política pública y, en algún grado, en las empresas privadas64. Sin embargo, no se discutió demasiado sobre gestión del patrimonio o instituciones culturales. A través del prisma de los historiadores económicos y urbanos, la recepción del movimiento de historia pública en Europa prácticamente ignoró los públicos, en cuanto audiencias, y se centró en la aplicación de la historia a la política pública. Así, cuando Sutcliff trató de desarrollar la historia pública en la Universidad de Sheffield, propuso crear un Centro de Estudios Históricos Aplicados65. Tal como lo explica Paul Knevel, tanto la conferencia de Róterdam como la discusión general sobre historia pública “eludieron quizás el tema más intrigante de todos: ¿qué es lo público de la historia pública?”66. Este acercamiento a las historias pública y aplicada también dio lugar a reacciones más escépticas en otros países como Francia.
4. Entre la demanda social y la resistencia académica: la percepción francesa
4.1. La historia pública como historia aplicada y de los negocios
La percepción de la historia pública en Francia en la década de 1980 arroja luz sobre su complejo proceso de internacionalización. Encarnada por Marc Bloch y la Escuela Annales, Francia tenía una larga tradición de historiadores comprometidos públicamente, y, por eso, no es de extrañar que el desarrollo del movimiento en Estados Unidos no permaneciera desapercibido. En 1984, el historiador francés Henry Rousso publicó un artículo sobre la historia pública y su posible desarrollo en Francia67. Hizo hincapié en que la historia pública plantea problemas y preguntas que los historiadores franceses han estado tratando con respecto a una creciente “demanda social” del Estado, los sindicatos, los partidos políticos, las asociaciones o las personas68. Sin embargo, Rousso también explicó que el término “public history” no podía traducirse al francés, debido a la concepción inherente del campo en Estados Unidos69, y confesó que casi nadie sabía sobre esta área70. Él mismo había aprendido acerca de historia pública y aplicada de Wesley Johnson, quien visitó el Instituto de Investigación Contemporánea en 198171. Al cuestionar el acto de “importar la historia pública de Estados Unidos”, su artículo, en sí mismo, invitaba a los historiadores a reflexionar no sólo sobre la definición de historia pública, sino más ampliamente sobre el papel de los historiadores en Francia72.
Entre las nuevas posibilidades de prácticas públicas de historia para historiadores en la Francia de los ochenta estaba la consultoría histórica. Félix Torres y la creación de Public Histoire73 —la primera compañía francesa de consultoría histórica—, en 1983, representaron esas nuevas prácticas. Public Histoire muestra la conexión entre los historiadores franceses y los estadounidenses. En un viaje a Estados Unidos en 1982, el historiador Félix Torres fue a la Universidad de California, en Santa Bárbara, para conocer a Wesley Johnson. Tras su regreso a Francia, y convencido por Johnson, Torres decidió usar el término “public history”74. A través de Public Histoire, Torres se especializó en consultoría histórica —especialmente en manejo de archivos— para empresas privadas. La forma en que percibía la historia pública era muy cercana a los desarrollos anglosajones en historia económica y aplicada.
Junto con el historiador económico Maurice Hamon —que también estaba a cargo de los archivos de la compañía francesa Saint-Gobain—, Torres organizó la primera conferencia sobre historia aplicada en Blois (Francia), en 198575. Al igual que en Gran Bretaña, la historia pública se entendió en Francia como historia aplicada, y principalmente comprendía consultores en historia que trabajaban, por contrato, para empresas. Cuando la historiadora francesa Sylvie Lefranc afirmaba, en un artículo en 1995, que “la historia pública, como una nueva práctica que viene de Estados Unidos, floreció en Francia en la década de 1980” se refería al aumento de los servicios de consultoría ofrecidos por los historiadores a las empresas76. Para muchos historiadores franceses, el enfoque en la consultoría significaba que la historia pública se entendía en gran medida como historia comercial y por contrato. Lefranc concluyó que el contexto de recepción de la historia pública en Francia en la década de 1980 era mucho menos favorable que en Estados Unidos77.
Wesley Johnson notó reticencia e incluso críticas a los usos de la historia durante sus viajes. Recordó que algunos estudiantes y profesores alemanes se mostraron escépticos en relación con que los “historiadores trabajaran para corporaciones comerciales” y abiertamente hostiles a “la idea de que los historiadores trabajaran con agencias del Gobierno federal”78. Las críticas se centraban en el hecho de que las narrativas históricas se convertirían en un producto y que, como todo producto, se usarían para propósitos mercantiles. Así mismo, en Francia también había temor por los usos del pasado con propósitos comerciales y políticos. En 1984, Rousso citó al famoso historiador francés Pierre Chaunu, quien acababa de argumentar que la única investigación histórica real era la investigación fundamental (en oposición a la aplicada), basada en la búsqueda de la verdad absoluta79. Y, aunque la búsqueda de la objetividad pura ya se había debatido en los ochenta, los usos de la historia seguían siendo un tabú. Las referencias a los usos públicos del pasado se hicieron más críticas en la década de los dos mil y se asociaron incluso con la corrupción de la independencia histórica. El Comité de Vigilance face aux Usages Publics de l’Histoire (Comité de vigilancia contra los usos públicos de la historia), claramente enfocado en los usos de la historia, fue fundado en 2005 por tres historiadores para aclarar las relaciones entre historia, memoria y política80. El Comité cuestionó correctamente la manipulación del pasado con fines políticos y surgió como una respuesta a la propuesta del Gobierno francés de alentar a los maestros de escuela a explicar el aspecto positivo de la colonización francesa. El Manifiesto del Comité, en 2005, hizo una clara distinción entre la historia académica y la memoria pública81. Y aunque el Comité y el Manifiesto deben entenderse en el contexto particular de las leyes conmemorativas de 2005, sí revelaron una desconfianza general hacia el uso y la producción de la historia por parte de actores no académicos. Los obstáculos vinieron, en parte, de una percepción de la historia pública aplicada a cuestiones no académicas y actuales, pero también de la intención estadounidense de crear un nuevo tipo de historiador.
5. De un modelo norteamericano de historia aplicada a un enfoque internacional de historia pública
La internacionalización del movimiento de historia pública recibió otro estímulo en los últimos años. Este proceso se facilitó gracias a una redefinición del campo en Estados Unidos, así como a un contexto mucho más favorable y a una verdadera perspectiva internacional de la historia pública.
5.1. Cambiar de perspectiva: de historia aplicada a historia pública
Las definiciones de historia pública han cambiado con el tiempo. Aunque los usos y las aplicaciones de la historia siguen siendo centrales para la historia pública93, los practicantes proponen ahora definiciones más diversas. Como señala Knevel, “en la década de1990, las perspectivas de todos esos historiadores europeos y estadounidenses se fusionarían y la historia pública estadounidense se redefiniría como ‘historia para el público, sobre el público y hecha por el público’”94. Este movimiento fue parte de un nuevo enfoque en el público y las audiencias por parte de las instituciones culturales. Representados en la “nueva museología”, los practicantes propusieron ubicar a los visitantes en el centro del proceso95, lo que ha despertado un nuevo interés en modos de comunicación para audiencias no académicas. Los medios (películas, podcasts, videojuegos o storytelling) y las instituciones culturales (museos, archivos, parques) están más presentes en los debates de la historia pública de lo que lo estuvieron, para Wesley Johnson y otros estadounidenses partidarios de la historia pública, a fines de los setenta. Presentar la historia a veces se considera más importante que aplicarla96. El paso de una historia aplicada orientada hacia negocios corporativos y usos gubernamentales del pasado (criticada por muchos historiadores académicos europeos en la década de 1980) a una historia pública basada en la comunicación del pasado a grandes audiencias tuvo consecuencias en la internacionalización del campo. En algunos aspectos, muchos historiadores académicos, si bien no podían aceptar trabajar para gobiernos y empresas corporativas, sí se inclinaban a comunicar su investigación a un público más amplio.
Australia ofrece un ejemplo vívido de ello: los historiadores australianos Paula Hamilton y Paul Ashton, dos de los miembros fundadores del movimiento de historia pública en su país, asistieron a las conferencias de la NCPH en los ochenta e hicieron parte del breve comité interno sobre la historia pública internacional97. La historia pública se desarrolló en Australia a finales de los ochenta, y en 1992, la Asociación Australiana de Historiadores Profesionales lanzó la revista Public History Review, que, junto con The Public Historian, se convirtió en una de las principales revistas en el campo. Sin embargo, más allá del enfoque económico y de política pública en Europa, el primer programa australiano en la Universidad de Tecnología en Sídney “tenía una inflexión mediática y un compromiso político con el conocimiento accesible, en lugar de una orientación para proporcionar más trabajos a los graduados (aunque este era un factor)”98. Hamilton escribió que “el consultor que ayudó en la elaboración del curso original en 1987-1988 fue Peppino Ortoleva, de la compañía Cliomedia, en Italia, que se especializa en comisiones históricas que utilizan medios visuales, especialmente cine y video, y todavía opera desde Turín”99. Comunicar la historia —más que ofrecer consultorías— influyó en el desarrollo de la historia pública en Australia y coincidió con el paso de la aplicación de la historia a los problemas actuales a su comunicación a un público más amplio.
Comunicar la historia a audiencias no académicas se volvió aún más más importante, ya que las universidades experimentaron un gran cambio estructural. Debido a la disminución de la financiación pública, estas instituciones han tenido la presión de encontrar recursos alternativos, y una solución ha sido la de cultivar redes con socios no académicos, ya sean empresas o comunidades locales. Gardner y Hamilton escriben que “la historia pública británica ha florecido rápidamente a principios del siglo XXI, impulsada en parte por las políticas de educación superior del gobierno conservador que reconocen el ‘impacto’ social o comunitario como un componente de la financiación universitaria”100. La historia pública representa una forma en la que historiadores académicos pueden demostrar su compromiso con la comunidad y el impacto de su divulgación. El exdirector del Instituto de Historia Contemporánea de Francia Henry Rousso notó la diversificación de los fondos: si bien la financiación estatal representó la mayor parte del presupuesto del Instituto en su creación en 1978, se firmaron más y más contratos de consultoría en la década de 1990101. En la actualidad existe la expectativa de que los académicos se relacionen con comunidades y socios externos diversos. Esta tendencia explica por qué el enfoque de la historia pública en la comunicación del conocimiento a grandes audiencias recibió una mejor recepción en los años noventa y dos mil.
5.2. La Federación Internacional para la Historia Pública (IFPH)
El interés norteamericano en la historia pública internacional, encarnado por Wesley Johnson en la década de 1980, no se desvaneció. En 1996 se formó un comité internacional del NCPH con el fin de evaluar la necesidad y las formas de lograr una discusión internacional sobre las prácticas públicas de la historia102. Su creación estuvo vinculada al tema de la conferencia anual del NCPH de 1998 —internacional, multicultural, interdisciplinaria— y al discurso de Jannelle Warren-Findley, su presidenta103. Sin embargo, llevó más de una década desarrollar la dimensión internacional de la historia pública. En 2009, un grupo de historiadores públicos estableció un grupo de trabajo dentro del NCPH para internacionalizarla104. Si bien el equipo trabajó dentro del NCPH, su objetivo fue, desde el principio, ir más allá de Norteamérica. Anna Adamek, presidenta de este equipo, señala que el comité internacional debía trabajar como una sección del Comité Internacional de Ciencias Históricas, que reúne a organizaciones históricas de todo el mundo105. El comité se nombró formalmente Federación Internacional para la Historia Pública (International Federation for Public History, IFPH) en 2010 y, aunque incluyó a antiguos practicantes de la historia pública en Estados Unidos, como Arnita Jones o Jim Gardner, demostró un nuevo proceso de internacionalización.
Este desarrollo de la IFPH concuerda con un contexto global de preguntas sobre el papel cambiante de los historiadores. En la Universidad de Liverpool (Reino Unido) se organizó una conferencia internacional sobre historia pública en 2008106. La historia pública también se desarrolló en Brasil107: se creó la Rede Brasileira de História Pública (red brasileña de historia pública), que congregó a varios profesionales de este campo108. En 2014, organizaron un simposio sobre historia pública internacional109. En síntesis, las redes de historia pública comenzaron a crecer en diferentes contextos y la IFPH contribuyó a su conexión. Un ejemplo de ello es que en su conferencia anual de 2016, en Bogotá (Colombia), la IFPH recibió a más de trescientos participantes provenientes de cuarenta países110.
A diferencia de la internacionalización de los ochenta, el proceso en la década de 2010 fue mucho más estructurado y menos controlado por los historiadores norteamericanos. La IFPH ahora es una institución separada de la NCPH, tiene más de 250 miembros y su propia junta directiva internacional111. El hecho de que sólo uno de cada siete miembros de su Junta Directiva esté trabajando en Estados Unidos demuestra cómo la historia pública internacional se está independizando de su contraparte norteamericana. La diversidad de esos perfiles también contribuye al desarrollo de la historia pública en países de habla no inglesa.
5.3. El futuro de la historia pública internacional
Cada semestre, propicio discusiones entre mis estudiantes de historia pública y compañeros de otros programas de historia pública en Europa (Irlanda, Alemania, Francia e Italia). En ellas, los estudiantes descubren diversos enfoques y retos que los historiadores enfrentan en Europa. Gracias a esas discusiones internacionales es posible señalar semejanzas y diferencias. Un recurso clave para la internacionalización de la historia pública es la transferibilidad de las habilidades del historiador, pues aprender cómo realizar un documental o una exhibición en línea puede aplicarse en muchos contextos culturales. Por ejemplo, en 2014, el programa de Historia Pública del Trinity College, en Dublín (Irlanda), estaba conformado por más de un tercio de estudiantes no irlandeses, incluidos varios norteamericanos. Esa es una muestra de la diversificación de la demanda en la formación de la historia pública. Sin embargo, su internacionalización también se enfrenta a retos lingüísticos.
Con muy pocas excepciones, la mayoría de la literatura sobre historia pública está escrita en inglés112. Aunque se ha desarrollado en su mayoría en países de habla inglesa como Canadá, Australia y Nueva Zelanda —en parte, a consecuencia de su expansión desde Estados Unidos—, la IFPH ha aportado a la internacionalización del campo. Existen muchos recursos en otros idiomas sobre diversas prácticas públicas como la historia oral, la práctica en museos y la historia digital. Sin embargo, estos tienden a estar desconectados entre sí y con el campo más amplio de la historia pública. Por esa razón, la IFPH conformó un comité para crear una base de datos de recursos relacionados con la enseñanza de la historia pública en ocho idiomas (alemán, italiano, francés, español, holandés, polaco, portugués e inglés). El énfasis en nuevas lenguas se articula con el intento de la IFPH de desarrollar la historia pública en países con lenguas diferentes al inglés.
Por primera vez, en 2017, la conferencia de la IFPH se organizó en colaboración con una asociación nacional: la Asociación Italiana de Historia Pública (IAPH)113. Creada en 2016, la IAPH es la primera asociación nacional de historia pública en Europa, y la IFPH se involucró altamente en su creación y desarrollo. Durante la conferencia anual de la IFPH en 2015, organizada en Jinan (China) a través del Comité Internacional de Ciencias Históricas, el presidente de la IFPH, Serge Noiret, y Andrea Giardina114 discutieron sobre el desarrollo de la historia pública en Italia y sobre la posibilidad de crear una asociación en ese país115. El historiador belga Noiret, presidente de la IFPH desde su creación, ha estado trabajando en Italia desde la década de 1980, relacionándose profundamente con las redes de historiadores italianos y contribuyendo en gran medida al desarrollo de la historia pública116. Su perfil internacional, que incluye su trabajo en el European University Institute (Italia), aportó al desarrollo de la historia pública en Italia a través de redes internacionales.
A diferencia del proceso de internacionalización de la década de 1980, que intentó principalmente difundir un enfoque específico de la historia pública en Estados Unidos, este nuevo proceso articula diversas concepciones locales y nacionales del campo de estudio, pues sus definiciones y enfoques varían de acuerdo con los contextos culturales. El proceso de internacionalización está basado, en menor medida que en los ochenta, en la difusión del enfoque norteamericano y, en cambio, se apoya más en prácticas locales. Es clave anotar que ni la IFPH ni la IAPH proponen una única definición de historia pública117. Por ejemplo, mientras que el término en inglés “public history” se traduce en francés (histoire publique) y en portugués (história pública) —en parte debido a la reticencia a usar conceptos ingleses y norteamericanos—, otros programas en Italia (Associazione Italiana di Public History), Alemania u Holanda mantienen la expresión inglesa118. En Italia, un argumento para mantener el término en inglés era el de conectar prácticas en Italia con una red internacional más amplia de historia pública119. Y, como lo explica Noiret, “las personas están abiertas al campo en Italia y no tienen ningún problema en importar soluciones de otros países y readaptarlas localmente”120. Aparte de esto, explica que, a diferencia de Francia, en donde París es omnipresente, Italia depende de “una red muy articulada de comunidades regionales y urbanas descentralizadas, que tienen muchas instituciones culturales territoriales que trabajan con el pasado”121. Esos actores son socios de la historia pública.
Otros ejemplos demuestran que la internacionalización de la historia pública reside en los contextos locales. En comparación con Estados Unidos, “Italia tiene un pasado mucho más largo con el cual lidiar y la historia pública ofrece una gama más amplia de temas y prácticas sobre la historia antigua, medieval y de la temprana modernidad”122. Así, mucho más que en Norteamérica, la arqueología pública ha tenido un rol en la constitución del campo de la historia pública en Italia. Además, la creación de una asociación italiana para la historia pública se basó, más que en Estados Unidos, en un proceso de arriba hacia abajo. La IAPH refleja la jerarquía de las asociaciones históricas en Italia. Bajo la supervisión directa del Departamento de Patrimonio, el Consejo Italiano para los Estudios Históricos (Giunta centrale per gli studi storici) reúne a la mayoría de asociaciones de historia en Italia. Creada por este Consejo, la Asociación Italiana de Historia Pública inicialmente se concibió más como un consejo de asociación que como una asociación de miembros123, y su propósito no fue crear un nuevo historiador, como lo proponían los padres fundadores norteamericanos en los ochenta, sino agrupar historiadores que ejercieran la historia en público.
El objetivo es, más bien, reunir historiadores que practican historia pública (historia oral, arqueología pública, historia digital, entre otras) o entrenar nuevos historiadores con habilidades para lo público. El foco en profesionales, más que en la historia pública de la academia, explica por qué la Junta de la recién creada Asociación Italiana tiene pocos historiadores con posiciones académicas124. Queda por ver si la Asociación Italiana de Historia Pública convencerá a suficientes historiadores académicos para desarrollar la historia pública como formación universitaria.
Conclusión
El nacimiento y desarrollo de la historia pública estuvieron inherentemente atados al cambio en el rol de los historiadores. Aunque el término se inventó en Estados Unidos en la década de 1970, la historia pública como una revaloración del uso y de la comunicación de la historia resuena en muchos países y contextos. Las prácticas públicas de la historia no son nuevas y muchos historiadores reconocen hoy que han estado haciendo historia pública sin saberlo. La particularidad de la experiencia norteamericana fue la capacidad de los miembros fundadores de institucionalizar el movimiento de la historia pública a través de programas de formación académica en las universidades. A pesar de que en los ochenta crearon un modelo norteamericano de historia pública, basado en los usos de la historia, el proceso de internacionalización no consistió en una simple difusión y recepción de los criterios estadounidenses. Si esta internacionalización falló principalmente en esa década fue, en parte, por la alta especificidad del enfoque norteamericano de historia pública, pero también por el limitado número de historiadores académicos europeos con experiencia fuera del campo de la educación, que hubieran podido apoyar el desarrollo de la historia pública en las universidades. En cambio, el reciente éxito de la historia pública internacional se debe a una definición enriquecida de esta y a un contexto favorable, en el cual comunicar la historia a un público ampliado se ha convertido en una forma novedosa de validar la investigación académica: internacionalizar la historia pública está creando espacios de discusión e intercambio, en los cuales un enfoque práctico y vocacional (en Norteamérica) podría colaborar con las discusiones más teóricas en Europa para comprender mejor el papel cambiante de los historiadores en las sociedades contemporáneas.