
Rumbos para la investigación-intervención de trabajo social ambiental en la gestión comunitaria del agua
Yurica Gutiérrez Cuellar*
Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá (Colombia)
Julián David Calderón Núñez**
Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá (Colombia)
Naturaleza y Sociedad. Desafíos Medioambientales • número 11 • enero-abril 2024 • pp. 155-175
https://doi.org/10.53010/nys11.07
Recibido: 16 de septiembre de 2024 | Aceptado: 16 de octubre de 2024
Resumen. El ambiente es un asunto que se encuentra íntimamente ligado a problemas que nos impactan profundamente como sociedad y sujetos, en tanto se relaciona con la accesibilidad a recursos esenciales para la vida como el agua. Este artículo contiene una reconstrucción de los sentidos para la intervención en trabajo social en torno al problema del acceso desigual al agua en Colombia, retomando el enfoque de la ecología política, mediante la metodología de investigación social documental, con un enfoque cualitativo y usando la técnica de revisión de información. Para ello, abordamos la historia ambiental en Colombia y realizamos la revisión de cuatro casos: La Calera, Dosquebradas, Dagua y Bogotá. Se concluye que la gestión colectiva del agua, la gestación de procesos de educación ambiental y la conformación de organizaciones comunitarias, fortalecidas por el componente político, son ejercicios interventivos fundamentales para el manejo equitativo del recurso hídrico.
Palabras clave: intervención-investigación, trabajo social ambiental, problema socioambiental, gestión colectiva del agua, organizaciones comunitarias, educación ambiental, acceso desigual al agua, ecología política.
Directions for environmental social work research-intervention in community water management
Abstract. The environment is an issue intimately linked to problems with a profound impact on us as a society and subjects, given that it is related to accessibility to essential resources for life, such as water. This article presents a reconstruction of meanings for social work intervention around the problem of unequal access to water in Colombia, taking up the political ecology approach, using the documentary social research methodology with a qualitative approach and the information review technique. For this purpose, we address the environmental history of Colombia and review four cases: La Calera, Dosquebradas, Dagua, and Bogotá. The study concludes that collective water management, the generation of environmental education processes, and the formation of community organizations—strengthened by the political component—are fundamental intervention exercises for the equitable management of water resources.
Keywords: intervention-research, environmental social work, socio-environmental problem, collective water management, community organizations, environmental education, unequal access to water, political ecology.
Caminhos para a pesquisa-intervenção do trabalho social ambiental na gestão comunitária da água
Resumo. O meio ambiente está intimamente ligado a questões que impactam profundamente a sociedade e os indivíduos, uma vez que se refere à acessibilidade de recursos essenciais para a vida, como a água. Este artigo propõe uma reconstrução dos significados associados à intervenção no trabalho social ante o problema do acesso desigual à água na Colômbia, adotando a abordagem da ecologia política. A pesquisa é conduzida por meio da metodologia da pesquisa social documental, com uma abordagem qualitativa e usando a técnica de revisão de informações. Para isso, abordamos a história ambiental da Colômbia e analisamos quatro casos: La Calera, Dosquebradas, Dagua e Bogotá. Concluímos que a gestão coletiva da água, a implementação de processos de educação ambiental e a formação de organizações comunitárias, fortalecidas pelo componente político, são intervenções essenciais para a gestão equitativa dos recursos hídricos.
Palavras-chave: pesquisa-intervenção, trabalho social ambiental, problema socioambiental, gestão coletiva da água, organizações comunitárias, educação ambiental, acesso desigual à água, ecologia política.
El trabajo social ambiental es agente de la intervención-investigación sentida y con sentido en Colombia, al pensar y actuar sobre los desafíos que representa el problema del acceso desigual al agua en el país. Frente a este problema, el trabajo social interviene al impulsar y generar prácticas de cuidado por medio de la gestión comunitaria y la educación ambiental, entre otras. Dichas prácticas de investigación-intervención ayudan a afrontar la explotación y conservación del agua en el país, al estimular la formación de colectivos que la gestionan de manera comunitaria. De este modo, se generan estrategias de cuidado ambiental y un pensamiento crítico-reflexivo que cuestione aquellos intereses que someten dicho recurso a su explotación indiscriminada. Asimismo, la investigación-intervención en trabajo social ambiental propende por la defensa de la vida de sujetos y comunidades históricamente invisibilizadas.
De esta manera, el trabajo social ambiental reconoce las influencias de la colonialidad, que ha moldeado la manera en que entendemos el acceso al agua. En este contexto es de vital importancia analizar cómo las dinámicas del poder económico y político enmarcan los conflictos socioambientales, tal como lo plantea el enfoque de la ecología política en la era del Capitaloceno. En este marco, un aporte crucial del trabajo social ambiental para la movilización y cohesión social en torno al ambiente es la búsqueda de una comunidad imaginada (Bauman, 2003), que refleja el anhelo colectivo por un futuro más amoroso, equitativo y consciente de nuestras interacciones con el entorno y con los demás.
Para profundizar en torno al problema socioambiental del acceso desigual al agua, abordamos cuatro puntos. Los tres primeros abordan los siguientes temas: el imaginario ideal de la comunidad imaginada (Bauman, 2023); algunas anotaciones históricas sobre los dilemas ambientales en Colombia; y la construcción de un enfoque para la comprensión del tema ambiental (enmarcado en dos categorías: Capitaloceno y ecología política). Estos primeros esbozos son la base sobre la cual enfocamos el cuarto punto: el análisis de las fuentes revisadas sobre el problema del acceso desigual al agua en Colombia y las intervenciones relacionadas, a partir de la revisión de cuatro casos: La Calera, Dosquebradas, Dagua y Bogotá, extraídos de artículos de las revistas Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia, Prospectiva y Perspectivas, entre otras.
Se siguió la metodología de la investigación social documental con enfoque cualitativo, mediante la técnica de revisión de documentos, que se realizó con las siguientes delimitaciones temporales, espaciales y disciplinares: se revisó material del año 2002 al año 2021, con artículos que corresponden al contexto de Colombia en los municipios de La Calera (Cundinamarca), Dosquebradas (Pereira), Dagua (Valle del Cauca) y Bogotá (localidades de Bosa y Sumapaz); y en la búsqueda, se priorizó el abordaje de revistas de trabajo social.
Anotaciones sobre los dilemas ambientales en Colombia desde una perspectiva histórica
Para contextualizar la intervención de trabajo social, hacemos algunas anotaciones sobre la historia ambiental en Colombia. Y es que este campo, atravesado por la pregunta sobre la reciprocidad de la relación humano-ambiente, aún se encuentra en construcción. Su escasa consolidación institucional y académica deja entrever algunas influencias para su emergencia: en primer lugar, los annales (a partir de 1929), que son una escuela caracterizada por su multidisciplinariedad, en la que la historia y la geografía dieron luz a la geohistoria (que surge alrededor de los ochenta en Estados Unidos y Europa), al tejer análisis históricos con los territorios y adentrarse en la comprensión de las maneras como la economía impacta en los paisajes (Gallini, 2005, p. 9).
En segundo lugar, la ecología, que se desarrolló como “el estudio de las relaciones entre organismos y entre estos y su ambiente abiótico” (Oxford Concise Diccionary of Ecology, pp. 369-406; citado por Gallini, 2005, p. 9); en donde el ambiente se ubica al mismo nivel en relación con otros organismos. Sin embargo, “las historias ambientales escritas por ecólogos históricos o en general científicos naturales tienden a ser páginas sin huella humana, ni rastro de interacción social, y con escasa apreciación del papel de la cultura como actor histórico” (Gallini, 2005, p. 12). De allí que disciplinas como el trabajo social tengan mucho que aportar a la comprensión del componente histórico del ambiente, así como para la aplicación de una investigación-intervención más precisa en este campo.
Desde la perspectiva del trabajo social, la historia ambiental es “el estudio de las interacciones entre sociedades humanas y el medio natural a lo largo del tiempo, y de las consecuencias que de ellas se derivan para ambos” (Alimonda, 2015, p. 4). De manera que, la relación histórica ambiente-sociedad en Colombia ha estado atravesada por hitos como la industrialización, que aumentó la explotación desmesurada de recursos como el agua; y la Constitución Política de 1991, en la que “se propuso la prevalencia del equilibrio ecológico y el medio ambiente sano sobre el desarrollo económico” (Amaya, 2021).
En tercer lugar, la emergencia de la “economía verde” en el plan de desarrollo “Todos por un nuevo país” (2014-2018) que busca integrar la sostenibilidad en el modelo industrial. No obstante, sus principios se basan en perpetuar un modelo económico que defiende la explotación desmesurada de los recursos naturales. Finalmente, los movimientos sociales han logrado que se dé reconocimiento constitucional de áreas protegidas a algunos ecosistemas, como el de Piedras en el departamento de Tolima (Arias, 2023, p. 12). Sumado a esto, desde el año 2007, se iniciaron procesos de consultas populares con el fin de generar acciones no violentas con incidencia política en el rumbo de la economía y el uso de los recursos en territorio colombiano (Jiménez, 2020, p. 61).
Este punto de partida nos ayuda a comprender que “la naturaleza es coautora de nuestras historias” (Cronon, 2002, p. 61). Entendiendo la historia ambiental en Colombia desde esta mirada, se intercepta con el fenómeno del epistemicidio, que se define como “la destrucción de conocimientos ligada a la destrucción de personas” (Grosfoguel, 2013, p. 34). Un caso que nos ilustra la existencia de los epistemicidios es el del sistema Chingaza en Colombia. Según Méndez (2022), allí se han excluido a los(as) campesinos(as) de las decisiones sobre los ecosistemas que por décadas han habitado, por medio del señalamiento de sus prácticas tradicionales y la imposición de la perspectiva empresarial para el manejo del recurso hídrico (p. 153).
Por otra parte, los epistemicidios emergen dentro de lo que Wallerstein denominaría sistema-mundo. Según Martínez (2011) el sistema-mundo es:
una creación social, con una historia, con orígenes que deben ser explicados, mecanismos presentes que deben ser delineados y cuya inevitable crisis terminal necesita ser advertida (...) este sistema mundo estaba localizado en una parte del globo, principalmente en parte de Europa y de América. Con el tiempo, se expandió hasta abarcar todo el mundo (p. 216).
Esto se traduce en que la historia ambiental en Colombia es problemática en cuanto a aquellos hitos en los cuales se excluyen las voces, cosmovisiones y conocimientos de comunidades y personas, que difieren de la mirada eurocéntrica del mundo, como lo ejemplificamos en el caso del sistema Chingaza (Méndez, 2022). Adicionalmente, la colonización histórica del conocimiento y la imposición de estructuras modernas en el sistema-mundo es característico en el campo educativo, en donde el epistemicidio simbólico invisibiliza conocimientos, sujetos, comunidades y/o disciplinas específicas. En otras palabras, se trata de la destrucción de saberes, ligada a la inexistencia simbólica de los sujetos que los poseen.
Otro fenómeno con el que se intercepta la historia ambiental en Colombia es la colonialidad, nacida de la pugna por las riquezas ecológicas de los territorios colombianos. Esto nos lleva a comprender que el problema ambiental está vigente desde la Conquista. Ahora bien, ¿cómo descolonizar las imposiciones ambientales, emergidas desde la Colonia? Una posible respuesta a esta pregunta se realiza desde la ecología política feminista, perspectiva desde la cual no es posible hablar de justicia ambiental o justicia territorial sin reconocer que la noción capitalista de la naturaleza se evidencia de manera diferenciada sobre las mujeres, por las construcciones sociales de sus relaciones y sus cuerpos feminizados.
En ese sentido, descolonizar las imposiciones históricas dictaminadas sobre las mujeres implica, por ejemplo, el reconocimiento de las intersecciones entre género y naturaleza; la revalorización y patrimonialización de saberes ancestrales desde miradas como la ecofeminista; y la emergencia de resistencias comunitarias lideradas por mujeres (Quintana, 2023). Teniendo en cuenta lo mencionado, reconstruir estas herencias desde la intervención de trabajo social ambiental se puede realizar a partir del surgimiento de movimientos sociales y organizaciones comunitarias que resistan, produzcan conocimientos y se hagan escuchar en un mundo profundamente erosionado.
Por otra parte, los problemas ambientales vienen de problemas sociales, humanos y ecosistémicos históricos e imperantes en la contemporaneidad. Dicho de otra manera, a la luz de hoy, lo que no ha cambiado, e inclusive, se ha fortalecido “es la presentación de lo ambiental como un problema del presente, que, por lo tanto, requiere ‘soluciones’ nuevas y por inventar” (Gallini, 2005, p. 18).
Esto es algo que compete hoy más que nunca a los(as) trabajadores(as) sociales, en tanto se trata de asuntos que, a lo largo de la historia, han sido dominio de las ciencias naturales; y de interés para politólogos, economistas y expertos de clima, suelos, ecología vegetal, geología, zoología, entre otros campos. Estas disciplinas han actuado en la formulación de agendas políticas, debido a la afectación de comunidades internacionales, nacionales y locales (Gallini, 2005). Partiendo de allí, el trabajo social tiene la potencialidad de generar intervenciones y alternativas novedosas, de cara a una historia de la intervención ambiental dominada por otras disciplinas. Algunas de estas son: impulsar la cohesión de organizaciones comunitarias; aportar en la consolidación de movimientos socioambientales; y dar a conocer los derechos que tienen las comunidades en aras de su defensa.
Para continuar, retomando la idea de lo ambiental como un problema del presente, entendemos esta problemática como un conjunto de problemas sociales, referidos al ambiente, que se encuentran relacionados con la nueva cuestión social. Franceschi (2014) hace referencia a la nueva cuestión social como el régimen del capitalismo contemporáneo, que destruye sin piedad los sistemas de regulación y protección que se habían construido alrededor del trabajo (Castel, 2005), generando una crisis de identidades colectivas, producto de la organización del mundo y la utilización de recursos como el agua en torno a intereses mercantiles.
Por otra parte, el problema socioambiental vendría a ser una situación —contextual y temporalmente delimitada— que impacta negativamente a una comunidad, ser humano, ser vivo y/o ecosistema determinado, al violar valores (provenientes de saberes locales) y transgredir, por ejemplo, el acceso equitativo al agua. Finalmente, el conflicto socioambiental está referido a desacuerdos entre actores específicos, por ejemplo, por el acceso desigual al agua. Según Alimonda (2017), los conflictos se han constituido históricamente como ejes para la deconstrucción de la perspectiva dominante, incorporando una heterarquía de conflictos. De manera que:
No se trata apenas de una crisis ambiental, sino de cuestionamientos fragmentarios, localizados, puntuales, pero al mismo tiempo generalizados y concluyentes, que atraviesan las definiciones de lo ambiental como un ámbito específico de conflicto y de discursividad, y que abarcan, como un todo, al conjunto del proyecto moderno (o del modelo de desarrollo vigente) (p. 20)
Finalmente, el conflicto socioambiental, en palabras de Veloza (2018):
indaga por las tensiones en las que distintos actores (incluyendo públicos y privados) con intereses contrapuestos entran en confrontación o disputa por las formas de concebir el desarrollo y relacionarse con la naturaleza. Para Toledo (2011, p. 158) “cuando el conflicto es generado por la forma de uso de los recursos naturales o cuando las comunidades se ven directamente afectadas por los impactos derivados de un determinado proyecto (Orellana, 1999, citado por Walter, 2009) o actividad territorial se denomina conflicto socioambiental” (Sabattini, 1997; Sosa, 2005; Novo, 2012). Así, un conflicto ambiental se origina cuando la territorialidad de un actor niega o constriñe el uso, la apropiación o el significado atribuido a la naturaleza por parte de otro actor, generando una lucha por valores, estatus, poder o acceso a recursos escasos (p. 487).
Teniendo en cuenta estas definiciones, reconocemos los siguientes problemas sociales alrededor de la problemática del agua: escasez por minería y usos intensivos e indiscriminados (agricultura, cultivo de aguacate, entre otros); contaminación de diversos orígenes (sobre todo industrial); impactos al recurso hídrico por el cambio climático, desplazamiento de comunidades por construcción de represas y proyectos hidroeléctricos; y acceso desigual al agua. De manera general, la existencia de estos problemas socioambientales atenta contra la vida de las personas, comunidades y ecosistemas y también contra sus identidades tejidas en comunión con los territorios que habitan.
Partiendo de lo anterior, y enfocando nuestro análisis en el problema de acceso desigual al agua, indagamos sobre las formas en que se ha intervenido —donde se destacan la gestión colectiva del agua y el fortalecimiento del tejido social—. Esto tomando como base los casos de la Calera, Dosquebradas, Dagua y Bogotá, hallados en nuestra búsqueda documental.
Mantener viva la esperanza con miras a un ideal de comunidad
El ambiente es un asunto íntimamente ligado a problemas que nos atañen como sujetos políticos, entendiendo la relación naturaleza-sociedad como indisoluble. Pese a que las cosmologías occidentales comprenden esta relación como escindida, ubicando al ser humano en un lugar de dominio frente a la naturaleza y desvalorizando otros aspectos considerados más “acercados” al ambiente, tales como lo femenino y los sentires, “allí donde nosotros introducimos el lenguaje articulado y la bipedia como criterios decisivos de la humanidad, otras culturas prefieren optar por categorías más globalizadoras” (Descola, 1998, p. 226). Existen, entonces, dos perspectivas para la comprensión de la relación entre naturaleza y sociedad: una hegemónica y otra no occidental. La primera fragmenta el vínculo entre los seres humanos con su entorno, mientras en la segunda, seres vivos y no vivos se interconectan de manera holística. Es esta última mirada es la que nos interesa rescatar para pensar el tema ambiental desde el trabajo social.
Como ejemplos de las culturas que propenden por el uso de categorías globalizadoras presentamos dos comunidades del Amazonas: los achuar del Ecuador y los makuna de Colombia, estudiadas por Descola (1988), al valorar la naturaleza como un continuum de las relaciones humanas. Desde su perspectiva, las relaciones intersubjetivas entre seres humanos y sus maneras de vincularse con lo no humano se integran en un mismo universo relacional. Son estas miradas continuas de la relación naturaleza-sociedad y de las relaciones intersubjetivas ejemplos de las perspectivas que acoge la práctica de un trabajo social ambiental, que es sentido en tanto persigue una utopía relacional: la comunidad del sentimiento cálido, aquella colectividad imaginada e ideal de la que habla Bauman (2003) en su obra Obertura, o bienvenidos a la comunidad elusiva.
Como seres humanos, anhelamos vivir en dicha comunidad, deseando creer que es posible vislumbrar un lugar impregnado de amor en el que nos relacionemos con confianza plena en los(as) otro(as). Sin embargo, Bauman (2018) hace un contraste entre la comunidad imaginada frente a la realmente existente. Esta última se teje sobre la base de una ilusoria seguridad cimentada en el miedo, lo que exacerba la emergencia contextual de un egoísmo social, que crea sujetos indiferentes, crueles e insensibles frente a las experiencias de un otro humano o no humano.
En el seno del capitalismo emerge, entonces, una sociedad realmente existente, caracterizada por la incertidumbre y la falta de cohesión comunitaria, se trata de una sociedad fragmentada desde el eje colectivo hasta el individual en la que prevalece la vinculación superficial con otros(as) y los intereses individuales sobre los colectivos. A pesar de eso, es necesario mantener viva la esperanza utópica de llegar a construir aquella comunidad que nos impulse a lograr algo distinto y más cálido en el relacionamiento con los(as) otros(as), con el fin de mantener vivo el tejido social y con un movimiento vital que nos convoque en torno a la resolución de los problemas socioambientales.
En esta labor, de manera general, cobra sentido la intervención de un trabajo social ambiental que funcione como una fuente ético-política rica para generar transformaciones sociales diferenciadas, comunitarias e individuales, al mantener viva la esperanza de cambio socioambiental y justicia en las personas, por medio de la educación para el cuidado colectivo de los recursos naturales, de los(as) otros(as) y de sí mismos(as). Dicho de otra manera, el trabajo social ambiental es participante en la construcción de comunidades e individuos sentidamente cohesionados entre sí, formados para creer que se puede soñar otros mundos posibles y construir vínculos más fraternos que utilitarios con otros(as) humanos y no humanos. De esta manera, el trabajo social ambiental es agente activo en el desentrañamiento de los distintos problemas y conflictos ambientales existentes.
Aplicar el enfoque de la ecología política en la era del Capitaloceno para pensar la intervención de un trabajo social ambiental
Ahora bien, para pensar la intervención del trabajo social ambiental, vale la pena preguntarse, retomando a Ulloa (2017), ¿es la época del Antropoceno o del Capitaloceno? “Antropoceno” es un concepto en construcción entendido por algunos científicos como la era geológica contemporánea en la que el ser humano es el principal responsable de los cambios ambientales. Su inicio, diría Ulloa, es el deseo, ya que el impulso humano por alcanzar satisfacción en sus posesiones o estatus individuales se ha convertido en el motor del sistema capitalista. En ese sentido, el deseo individual intenso, por ejemplo, de poder económico, lleva a la explotación de otros/as y a la desigualdad. Así el sistema capitalista lleva a que los individuos impongan su deseo particular sobre los intereses colectivos y el bien común.
Según Zamora et al. (2016), esta mirada apunta a que “la especie humana se ha convertido en una fuerza impulsora de cambios de orden planetario, entre otras cosas, por el elevado número de individuos y por la magnitud de las acciones que intervienen en los procesos biogeoquímicos” (p. 68). Sin embargo, en las ciencias sociales, ha ocurrido un giro epistemológico, teórico, metodológico y político que ha dado lugar a la emergencia de miradas críticas frente al Antropoceno, como la que propone Malm (2015):
La ciencia del clima, la política y el discurso están constantemente formulados en la narrativa del Antropoceno: pensamiento de especies, la humanidad-criticada, una indiferenciada autoflagelación colectiva, un llamamiento a la población de los consumidores en general a cambiar de conducta, y otras piruetas ideológicas que sólo sirven para ocultar al conductor. Interpretar ciertas relaciones sociales como propiedades naturales de las especies no es nada nuevo. Deshistorizar, universalizar, eternizar y naturalizar un modo específico de producción de un determinado tiempo y lugar son las estrategias clásicas de legitimación ideológica. Bloquean cualquier perspectiva de cambio (Malm 2015, p. 4; en Ulloa 2017, p. 63).
Esta crítica visibiliza que la relación ambiente-sociedad no se puede reducir a la perspectiva del Antropoceno, que enmarca las transformaciones ambientales en el cambio de conductas individuales, deshistorizando y descontextualizando los problemas que surgen en dicho campo. En contraste, encontramos la mirada del Capitaloceno, que analiza las relaciones con lo no humano bajo procesos capitalistas, centrados en acciones humanas atravesadas por relaciones desiguales de poder político y económico (Ulloa, 2017). En ese sentido, ubicarnos en el Capitaloceno aporta un análisis políticamente más holístico de la relación naturaleza-sociedad, ya que, primero, visibiliza la influencia del sistema capitalista (sus relaciones desiguales en términos de poder político, económico o social) en la emergencia de problemas socioambientales, como el acceso desigual al agua. Segundo, visibiliza la responsabilidad de la industria frente a la degradación ambiental y la influencia del sistema en la generación de patrones de consumo exacerbado. Esto, unido al enfoque de la ecología política, aporta al reconocimiento de la relación económica entre ambiente y sociedad como gran causante del daño ecológico, entendiendo que se encuentra permeada por el sistema capitalista.
Ana Patricia Quintana Ramírez (2008) retoma el enfoque de la ecología política en su tesis doctoral titulada “El conflicto por la gestión del servicio de acueducto en Dosquebradas (Risaralda-Colombia). Un estudio desde la ecología política”. Aquí, sintetiza que desde esta perspectiva se busca superar la relación dicotómica entre naturaleza y cultura, así como los determinismos de esta última, ya que:
sitúa en el centro del análisis la dimensión política de la naturaleza y la relación entre desarrollo económico y ambiente (...) e introduce un nuevo punto de vista en el estudio de las relaciones entre los seres humanos y el entorno al integrar en el análisis las relaciones entre economía, ecología y poder, subrayando la importancia del contexto histórico, político y social que enmarca y es consecuencia de la gestión del medio ambiente (Santamarina, 2008:169; Vaccaro y Beltran, 2007:15-17; citado por Quintana 2008: 63) Ecología y política son dos conceptos que parecen denotar aspectos contrapuestos de la realidad, pero en su integración delimitan el análisis de unas condiciones articuladas de la biología y la ciencia social, que se enmarcan en contextos históricos de manejo del poder y decisión para el uso y apropiación de los recursos naturales (p. 64).
En suma, el análisis de lo ambiental, desde el enfoque de la ecología política en el Capitaloceno, posibilita una comprensión holística, inherentemente interdisciplinaria, del problema del acceso desigual al agua. Desde esta mirada, hay posibilidades para los análisis desde el trabajo social ambiental, y más cuando el eje investigativo de nuestra profesión no se desliga de la intervención profesional. Nuestro alcance trasciende la comprensión teórica de los problemas ambientales para intervenir con mayor rigor, sentido y cercanía con las personas, comunidades y territorios concretamente afectados e históricamente invisibilizados.
Para concretar, el trabajo social ambiental aporta en la investigación para la intervención de problemas socioambientales, como el acceso desigual al agua, desde el enfoque de la ecología política en la era del Capitaloceno, desde las siguientes acciones de investigación-intervención: primero, el análisis crítico de las estructuras de poder, al tener en cuenta las desigualdades en términos políticos, sociales y económicos para el análisis de los problemas socioambientales existentes. Segundo, al fomentar la participación comunitaria, la cohesión social y la educación de los sujetos en términos ético-políticos y de cuidado ambiental y comunitario. Tercero, al integrar conocimientos de distintas disciplinas, facilitando la articulación de lo social, lo económico y lo ecológico. Y cuarto, al integrar análisis más holísticos y sentidos en sus propuestas y acciones de intervención.
Experiencias, reflexiones y desafíos frente al problema socioambiental del acceso desigual al agua en Colombia: algunos casos documentados
En la investigación social documental con enfoque cualitativo realizada, en busca de fuentes referentes al problema socioambiental de acceso desigual al agua en Colombia, y las propuestas de intervención que se han generado, hicimos una revisión de las siguientes revistas: Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia, Prospectiva de la Universidad del Valle, Palobra de la Universidad de Cartagena y Trabajo Social de la Universidad de La Salle. Las revistas se eligieron por ser producidas en el campo disciplinar del trabajo social y albergan en sus publicaciones casos de interés para hacer el análisis documental en torno a la investigación-intervención del trabajo social ambiental en la gestión comunitaria del agua.
A lo largo de dicha revisión, examinamos los números 1 al 19 (1998 al 2017), y de los volúmenes 20 al 26 (2018 al 2024) de la revista Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia. Encontramos en el volumen 24, tres artículos relacionados: “‘Tinanica’, un enredo multiespecie: apuntes sobre el cuidado y la defensa de un humedal en el sur de Bogotá” (Vargas, 2022); “Aproximaciones al ensamblaje del agua desde el manejo de la alta montaña, caso de un sector del sistema Chingaza en Colombia” (Méndez, 2022); y una reseña del trabajo adelantado por Ana Patricia Quintana Ramírez en Dosquebradas: “Gestión colectiva del agua. Caso: Asociación Municipal de Acueductos Comunitarios de Dosquebradas” (Barrera, 2022).
Asimismo, en la revista Prospectiva realizamos una revisión bibliográfica documental desde el número 1 al 37 (1994 al 2024), y hallamos dos artículos relacionados en los números 34 y 11, titulados respectivamente: “Retos y Oportunidades de la Gestión Comunitaria del Agua en la ruralidad de la Cuenca Alta del río Cauca, Colombia, bajo la pandemia del COVID-19”; y “Las asociaciones de usuarios de agua: un mecanismo participativo de manejo adecuado del recurso hídrico. Experiencia en el municipio de Dagua” (Castro-Muñoz y Salcedo-Jiménez, 2006). En cuanto a la revista Palobra, revisamos los 23 números que se han publicado (2000 al 2014) y encontramos un artículo del volumen 21 que nos da pistas para comprender la organización comunitaria, enfocada al análisis de los casos colombianos. Este artículo se titula “Organización comunitaria frente a las lógicas del desarrollo: resistencia en defensa de los bienes comunes en los casos de Playa Potrero y la zona protectora El Chayote” (Araya y Rojas, 2021). Finalmente, en la revista Trabajo Social de la Universidad de La Salle, se encontró un artículo relacionado que se titula: “Luchas y contradicciones por el control del agua. Estudio de caso en los corregimientos de Betania y Nazareth, Región Sumapaz en el periodo comprendido entre 2008 y 2012” (Sánchez et al., 2013).
De manera transversal, en las fuentes revisadas, se corrobora la importancia de las organizaciones sociales y colectivas que garantizan el acceso al agua, producto de la ausencia de una intervención estatal efectiva. El trabajo social ambiental tiene un lugar de gran relevancia en torno a la intervención del ambiente por diversos motivos que se recogen de las fuentes revisadas: primero, es un tema relacionado con las prácticas de cuidado (Vargas, 2022), transversales a la identidad de nuestra disciplina, y se analizan desde perspectivas como la feminista. Para Vargas (2022), “el amor en tanto afecto es una conexión parcial entre mujer y humedal. Son un lugar, pero ambos se extienden más allá de Tinanica, pues, aunque en el encuentro que implica el cuidado se hacen uno, son más que eso” (p. 72). Así, ubica a la mujer en un lugar relevante frente al cuidado del humedal. En segundo lugar, reconoce y potencia la organización social, comunitaria y las asociaciones de usuarios como estrategias para el cuidado y la preservación colectiva de recursos como el agua (Barrera, 2022; Castro-Muñoz y Salcedo-Jiménez, 2006).
Tal como lo mencionan Castro-Muñoz y Salcedo-Jiménez (2006), en la Constitución de 1991 se buscó incentivar la participación comunitaria en la política, por medio de mecanismos como la consulta popular, el referendo y el cabildo abierto. Teniendo en cuenta esto, la educación de las comunidades en torno al conocimiento de estos mecanismos y su aplicación lleva a que se fortalezcan las organizaciones sociales. Tal es el caso de la AMAC, que se caracteriza, según Quintana (2005) por
una gran capacidad de convocatoria, y es símbolo de unidad y respaldo entre la mayoría de sus afiliados. [...] es vista por las demás organizaciones sociales de la región con las cuales interactúa, como el principal actor social con acción ambiental en el municipio de Dosquebradas (p. 145).
Como tercer punto, desde un eje ético-político, el trabajo social aporta a la cohesión y fortalecimiento de las organizaciones sociales. En ese sentido, “la intervención-investigación del Trabajo Social en la dimensión ambiental es un área del conocimiento y un imperativo ético-político” (Quintana, 2005, p. 66). En cuarto lugar, esta disciplina tiene un campo de intervención importante en el proceso de formulación de políticas públicas, que necesitan evaluarse en casos como el de las Organizaciones Comunitarias Gestoras del Agua y Saneamiento (OCGAS) (Blanco-Moreno et al., 2022). Finalmente, tres herramientas transversales para la intervención en trabajo social son la educación ambiental, la acción crítica-reflexiva de la relación naturaleza-cultura y la concepción patrimonial de la naturaleza (Quintana, 2019).
A continuación, mencionamos algunos de los aportes específicos a la intervención en trabajo social ambiental, que hace cada uno de los(as) autores(as). Vargas (2022) establece una relación entre las prácticas de cuidado y la defensa del humedal de Tibanica a través de la etnografía multiespecie, el feminismo y los estudios sociales. Aquí se evidencia un vínculo con la gestión ambiental debido a las interacciones entre diferentes especies y su entorno, lo que permite su sostenimiento ecológico. Gracias a ello, identificamos que defender la diversidad de vida en un ecosistema, sus relaciones de dependencia y patrones naturales de distribución son fundamentales para su cuidado. La defensa del humedal por medio de acciones de cuidado influye, de manera indirecta, en el problema de acceso desigual al agua, ya que este ecosistema suple agua potable a sectores de la ciudad de Bogotá como Bosa.
En ese sentido, Vargas (2022) provee herramientas para la intervención del trabajo social ambiental: primero, pone en evidencia que la investigación-intervención de lo ambiental requiere de un trabajo interdisciplinar que posibilite tanto la aplicación de estudios multiespecie como el planteamiento de estrategias de conservación; segundo, muestra la importancia de la generación de prácticas que potencien la cohesión social entre los(as) habitantes de una comunidad y su ambiente.
Sobre el primer aporte, la autora menciona que los estudios sociales funcionan como guía para la conservación de hábitats, la restauración de ecosistemas degradados y la comprensión de las necesidades de diferentes especies, lo que da como resultado estrategias efectivas para proteger la biodiversidad. Por otra parte, los estudios multiespecie contribuyen a la planificación espacial, dando pautas para el uso del suelo y la identificación de áreas sobre las que se necesiten gestionar estrategias de conservación (Vargas, 2022). Esto, en últimas, permite evaluar la efectividad de las políticas y prácticas de gestión ambiental y/o realizar modificaciones de ser necesarias. De manera que el trabajo social puede hacer visibles aquellas prácticas a mejorar en las estrategias de conservación aplicadas, al involucrar a las comunidades en los procesos de evaluación para asegurar que sus voces sean escuchadas y sus necesidades atendidas. Asimismo, el trabajo social puede realizar evaluaciones de impacto continuas, a través de las cuales se midan los efectos de las políticas tanto en el ambiente como en las comunidades.
Acerca del segundo aporte, encontramos la creación de relaciones recíprocas con el humedal por parte de la lideresa ambiental y los habitantes del sector. Por otra parte, el papel de agencia de la organización colectiva Germinamos fue fundamental para cuidar el humedal (Vargas, 2022). Definimos las relaciones recíprocas como aquel vínculo del ser humano con el ambiente, en el que existe dinamismo y bidireccionalidad. De manera que, como dice Vargas (2022),
no solo coevolucionamos juntos, sino que este devenir-con implica la construcción material de parentescos, lo que es volver la mirada al otro con responsabilidad y respeto, y de este modo figurar nuevas historias, historias de colaboración, historias de agencia mutua, en las que el otro no es un objeto para observar sino un agente capaz de afectar distintos procesos (p. 68).
Otra mirada más empresarial de la intervención en el tema ambiental la encontramos en el análisis que realiza Méndez (2022) sobre el sistema Chingaza, específicamente en la cuenca alta de río Blanco. La autora hace un aporte más deductivo ejemplificado en los proyectos INAP (iniciativa para la adaptación al cambio climático) y CPP (corredor para la conservación de páramos), cuyos objetivos son: primero, por parte del INAP, abordar los desafíos del cambio climático en los páramos de Colombia, debido a que son ecosistemas vulnerables y esenciales para la regulación del agua. En segundo lugar, el CPP conecta las distintas áreas de este ecosistema para conservar su biodiversidad y funciones ecosistémicas, por medio de la creación de corredores ecológicos que potencien el ejercicio de prácticas sostenibles en las zonas circundantes.
Si bien, ambos proyectos están relacionados con la gestión del agua en la alta montaña y tienen como objetivo proteger los recursos naturales del sistema Chingaza, el proyecto INAP es aquel que desarrolla estrategias de adaptación para proteger los ecosistemas y garantizar el suministro de agua a las comunidades locales (Méndez, 2022). De manera transversal, en estos proyectos se evidencia la urgencia de articular una verdadera participación comunitaria, ante miradas interventivas tan centralizadas y exclusivamente tecnificadas como estas, en las que persisten conocimientos, narrativas y prácticas que perpetúan patrones fragmentadores y jerárquicos en el acceso al agua.
Estos proyectos para la conservación del páramo de Chingaza se destacan por el control de vías políticas, la primacía de la experticia técnica y su preeminencia sobre lo político. En ese sentido, el agua se convierte en un producto al que es posible acceder exclusivamente a través de una empresa. Las personas se ven como simples beneficiarias que son presionadas por los contratistas para vincularse a los procesos de formación, que son requisitos para la contratación de servicios y el favorecimiento ante las implementaciones de planes empresariales que afectan sus hogares.
En contraste, Barrera (2022) realiza una reseña del trabajo adelantado por la profesora Ana Patricia Quintana, en el que se aborda el tema de la gestión colectiva del agua por parte de la asociación municipal de acueductos comunitarios de Dosquebradas (AMAC). Allí, analiza problemas referentes a la disponibilidad, escasez y el creciente aumento de su consumo, en donde se refleja la apropiación del recurso hídrico por parte de la comunidad en la construcción de acueductos comunitarios.
En este caso, la AMAC ha logrado consolidarse como una organización de segundo nivel integrada por otras asociaciones y fundaciones que también administran los sistemas de abastecimiento. Allí, se impulsa una participación e involucramiento de carácter político para la optimización del funcionamiento del agua y de los roles de la gente en su gestión (Barrera, 2022). En resumen, esta fuente pone en evidencia la importancia de generar cohesión social entre los individuos integrantes de una comunidad y su ambiente, para pensar la intervención del trabajo social ambiental.
Asimismo, para Castro-Muñoz y Salcedo-Jiménez (2006) las asociaciones de usuarios de agua son mecanismos participativos para el manejo de este recurso en el municipio de Dagua (Colombia). Dichas asociaciones, en principio, fueron la alternativa planteada para la gestión adecuada del recurso hídrico, ya que su intención principal es convocar e integrar a la comunidad en los procesos de toma de decisiones relacionadas con el agua, además de generar las condiciones necesarias para su conservación.
Estos mecanismos participativos han logrado garantizar un uso sostenible y responsable del recurso hídrico, ya que la participación activa de la comunidad en la toma de decisiones ha sido crucial para lograr una gestión equitativa del agua. Asimismo, se evidencian diversas formas de resistencia frente a las dinámicas del capitalismo, ya que surgen en respuesta a la explotación de los bienes comunes y son una alternativa para convivir de manera sostenible en el territorio. Este estudio ejemplifica la autogestión comunitaria de los recursos naturales y la toma de decisiones colectivas en pro de su sostenibilidad a largo plazo. Las asociaciones de usuarios de agua son una primera herramienta e iniciativa valiosa para el acceso equitativo al recurso hídrico. Las organizaciones comunitarias, según Araya y Rojas (2021), tienen un enfoque integral que combina educación, participación, alianzas y acciones concretas, con el fin de fortalecer la capacidad de agencia de la comunidad y enfrentar los desafíos que obstruyen un futuro sostenible. Además, la memoria histórica de estos procesos de organización es crucial para comprender el vínculo hacia los recursos naturales y el desencanto con las propuestas de desarrollo económico e intenciones de las grandes industrias.
Por esta línea, Blanco-Moreno et al. (2022) se enfocan principalmente en la gestión comunitaria del agua, siendo protagonistas las Organizaciones Comunitarias Gestoras del Agua y Saneamiento (OCGAS) en la cuenca alta del río Cauca. Estas organizaciones comunitarias cumplen un papel determinante a nivel local, ya que conocen plenamente las necesidades específicas de la comunidad y tienen la agencia para adaptar acciones según sus circunstancias. La formación de organizaciones comunitarias para la protección y gestión de los recursos naturales es una estrategia que fortalece el equilibrio entre el desarrollo económico y la conservación ambiental (Soler y Sanchez, 2013). Asimismo, vemos en este caso, que las organizaciones sociales tienen el potencial de aportar al mantenimiento, reparación preventiva y correctiva de infraestructuras de agua como tanques, tuberías o sistemas de bombeo. También, lideran la difusión de prácticas adecuadas de uso del agua y saneamiento entre los miembros de la comunidad, incluyendo la higiene personal, la disposición de residuos y la conservación del recurso hídrico.
De manera adicional, más allá de enmarcarse en el contexto de la pandemia de COVID 19, los problemas de las OCGAS estaban relacionados con un contexto estructural que superaba la emergencia sanitaria. Considerando esto, se destaca la necesidad de establecer una política pública específica para estas organizaciones, que reconozca sus particularidades, además de garantizarles el acceso al agua en las zonas rurales (Blanco-Moreno et al., 2022). En ese sentido, implementar estrategias y políticas que puedan dar continuidad a la conformación de organizaciones gestoras del recurso hídrico, garantiza la distribución de agua. Este es otro eje de intervención clave para el trabajo social ambiental: la participación de los(as) trabajadores(as) sociales en la visibilización, formulación y puesta en marcha de políticas públicas.
De manera adicional, Sánchez et al. (2013) aluden a varias estrategias y enfoques para la intervención de lo ambiental desde la educación ambiental. Dichos procesos pedagógicos van de la mano con actividades de capacitación y empoderamiento, cuyo horizonte es dotar de herramientas y habilidades a los miembros de la comunidad para que participen activamente en la defensa del ambiente. Un ejemplo de esto es la generación de liderazgos, para lograr una toma de decisiones ampliamente informada.
Entre las actividades que Sánchez et al. (2013) destacan de la educación ambiental está la sensibilización, para informar a la comunidad sobre los bienes comunes y por qué su conservación le beneficia a largo plazo, por medio de talleres, charlas y campañas referentes a la protección de los recursos naturales. Algunos ejemplos de acciones concretas que se mencionan en el texto son actividades como limpieza de playas, planes de reforestación, monitoreo de calidad del agua y organización de eventos comunitarios para celebrar y promover la conservación de los ecosistemas.
Tales actividades incentivan la participación de la comunidad en la toma de decisiones relacionadas con sus bienes comunes, como los espacios de diálogo y consultas. En ese sentido, es importante el fortalecimiento de redes y alianzas, es decir, la colaboración con otras organizaciones, instituciones y movimientos sociales que compartan objetivos similares y que amplifiquen la voz de la comunidad.
Estas redes abren paso a acciones legales y políticas a través de las cuales se logra el cumplimiento de los derechos relacionados con los bienes comunes, para el planteamiento de políticas públicas que promuevan la sostenibilidad de la naturaleza. Esto requiere el ejercicio de una comunicación efectiva, dada a través de los medios de comunicación locales, de manera que se impulsen acciones de la comunidad que garanticen la formación de múltiples redes virtuales y canales de flujo informativo.
Además, Sánchez et al. (2013) presentan un estudio desarrollado en los corregimientos de Betania y Nazareth en la región de Sumapaz. Allí se reitera el papel del agua como un bien común para las comunidades locales. Por otro lado, se manifiestan las intenciones de los sectores privados sobre el recurso hídrico, con el objetivo de transformarlo y comercializarlo según las dinámicas del mercado.
Este estudio identifica a los actores involucrados en la gestión del agua en Sumapaz y describe las acciones que cada uno llevó a cabo para aprovechar la riqueza hídrica presente en la región (Soler y Sánchez, 2013). De igual modo, analiza las luchas y contradicciones que surgen en torno al control y acceso al agua. Ahora bien, se destaca la importancia de considerar tanto los aspectos sociales como los económicos en la gestión de los bienes comunes, al definir la participación de la comunidad como el pilar fundamental para lograr un equilibrio entre la explotación y la conservación del agua en la región.
La intención de esta propuesta es fomentar prácticas más conscientes e implementar tecnologías que sean más eficientes para el uso del agua, como sistemas de riego por goteo, reutilización de aguas grises y captación de aguas lluvia. Para lograr tal equilibrio se proponen varias estrategias: en primer lugar, se encuentra la gestión sostenible, cuyo objetivo es implementar prácticas de uso responsable del agua en sectores como la agricultura, industria y el consumo doméstico. Allí se incluyen procesos de monitoreo y regulación del uso para evitar la sobreexplotación. En segundo lugar, se encuentra la educación y concienciación, que son estrategias informativas planteadas para que la comunidad conozca la importancia del agua y cómo su uso afecta el ambiente (Soler y Sánchez, 2013).
Finalmente, Sánchez et al. (2013) reiteran la importancia de la participación comunitaria en la toma de decisiones sobre el uso del agua y la conservación de fuentes como ríos, lagos y acuíferos. A raíz de esto, la formación de las asociaciones de usuarios y la colaboración local son esenciales. Los(as) autores(as) resaltan la transversalidad de políticas que posibiliten establecer regulaciones que promuevan la conservación del agua. En tercer lugar, destacan la relevancia de la investigación científica, cuya finalidad es comprender y evaluar el estado del recurso hídrico, aplicando estrategias de monitoreo constante y facilitando su ajuste en caso de ser necesario. Finalmente, propone un enfoque integral, de responsabilidad compartida, para lograr un equilibrio entre la explotación y la conservación del agua. Así, ejercicios como la investigación científica (desde un enfoque integral) son relevantes en el trabajo social ambiental, pues evidencia los avances logrados en materia social en torno a este tema, para darles continuidad o retomar sus ideas clave para una aplicación futura en otros escenarios.
A manera de cierre
El acceso desigual al agua, un recurso de vital importancia para la vida humana y de los ecosistemas, es un problema que encaran las organizaciones sociales, en respuesta a situaciones de injusticia y vulnerabilidad vital. Vemos que, sin duda, impulsar a una comunidad para que se organice en torno a la gestión colectiva del agua, es una herramienta de intervención crucial frente al problema del acceso desigual a este recurso. Es precisamente alrededor de estos ejercicios de reconfiguración colectiva que la intervención del trabajo social ambiental fortalece los vínculos sociales entre las personas que habitan los distintos territorios. Sumado a esto, aporta en la formulación de políticas públicas, la puesta en marcha de una investigación-intervención interdisciplinar y el ejercicio de una educación ambiental.
En ese sentido, el trabajo social ambiental, como respuesta al problema del acceso desigual al agua en Colombia, se enfoca en su gestión colectiva como forma de intervención. Ahora bien, para responder al cómo se aplica a las distintas realidades, con prácticas de cuidado y un enfoque de ecología política que permite cuestionar las relaciones de poder que buscan monopolizar el acceso a dicho recurso. Dichas prácticas de cuidado se traducen en ejercicios práctico-profesionales como: primero, el fortalecimiento de las organizaciones sociales desde un eje ético-político que visibilice el reconocimiento y valor de las identidades colectivas desde un enfoque de la ecología política. Y, en segundo lugar, la cimentación de procesos de educación ambiental, los cuales implican la acción crítica-reflexiva de la relación naturaleza-sociedad por parte de las comunidades.
Estas prácticas de cuidado pueden potenciar la formulación y ejecución de políticas públicas, lo cual aporta en el fortalecimiento de la concepción patrimonial de la naturaleza y a su conservación. Finalmente, dentro del ejercicio disciplinar de trabajo social ambiental, es fundamental llevar a cabo una investigación-intervención interdisciplinar que reconozca no solo los conocimientos expertos, sino también los saberes empíricos.
Por lo tanto, es imperante la intervención del trabajo social ambiental, ante un problema que nos afecta en distintos niveles (subjetivos y sociales) y que tienen incidencia global. Queda mucho por proponer desde nuestra disciplina, para el ejercicio de una intervención social ambiental sentida y con sentido, al priorizar la gestión de una cultura de cuidado por el agua, retratada en acciones concretas que le den un ímpetu de amor y dador de vida a nuestro quehacer profesional.
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* Estudiante de últimos semestres del programa de Trabajo Social, en la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Con experiencia en investigación, como estudiante auxiliar en el laboratorio de investigación Mary Richmond, y cursos relacionados con fundamentos de Ciencias Sociales, epistemología, ambiente, entre otros. Hace parte del centro de pensamiento en Educación superior y el grupo de investigación IDCARÁN; con interés por temas de educación, ambiente e interculturalidad. ygutierrezc@unal.edu.co
** Estudiante de últimos semestres del programa de Trabajo Social, en la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Hace parte del semillero COAMSUS y tiene interés en los temas de educación, ambiente y arte-terapia. jucalderonn@unal.edu.co