Patrimonio y paisajes culturales en el territorio andino, los páramos suramericanos y el Altiplano Cundiboyacense de Colombia*
Mauren Jurado**
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (Colombia)
Naturaleza y Sociedad. Desafíos Medioambientales • número 12 • mayo-agosto 2025 • pp. 1-22
https://doi.org/10.53010/nys12.05
Recibido: 15 de octubre de 2024 | Aceptado: 13 de marzo de 2025
Resumen. Este análisis documental examina las diversas formas de entender e interpretar el concepto de paisaje en relación con patrimonio cultural en territorios andinos, como los páramos de Suramérica y el Altiplano Cundiboyacense en Colombia, durante la última década (2010 – 2020). Se identifican diferencias en las dinámicas en los espacios declarados como paisajes culturales, influenciadas por las formas en que se viven, habitan y recorren, así como por las iniciativas que reglamentan su protección y salvaguardia. En los páramos de Suramérica, existe una tensión entre las instituciones ambientales y gubernamentales, y las organizaciones comunitarias que los habitan, debido a las condiciones particulares de estos territorios como reservas ambientales. Estos lugares, que constituyen el 2 % del territorio del planeta, se caracterizan por ser nacientes de agua y requieren de una atención especial. Sin embargo, hasta el momento, no cuentan con la protección suficiente frente a la explotación minera, el turismo como principal actividad económica y la extensión de la frontera agrícola, además de la falta de reconocimiento de las comunidades que los habitan. Actualmente, se busca concertar entre las distintas partes y conciliar una interrelación corresponsable, para garantizar su protección, al integrar las dinámicas ambientales indígenas y campesinas que aún son desconocidas como patrimonio cultural inmaterial de estos entornos. En el altiplano cundiboyacense colombiano, que alberga el 50 % de los páramos, se han implementado diferentes iniciativas para armonizar las normas legislativas gubernamentales con las formas de organización social de las comunidades que allí residen. Estas iniciativas tienen el potencial de fortalecer nuevas economías basadas en la riqueza del territorio, el ecosistema y los saberes de sus habitantes, constituyéndose como alternativas en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, la falta de articulación de las dinámicas socioculturales ha impedido su consolidación.
Palabras clave: patrimonio, paisajes culturales, territorio andino, páramos suramericanos, altiplano cundiboyacense.
Heritage and cultural landscapes in the Andean territory, the South American paramos, and the Altiplano Cundiboyacense of Colombia
Abstract. This documentary analysis examines the diverse ways of understanding and interpreting the concept of landscape in relation to cultural heritage in Andean territories, such as South American paramos and the Altiplano Cundiboyacense in Colombia, during the last decade (2010–2020). Differences are identified in the dynamics in the spaces declared as cultural landscapes, influenced by how they are lived, inhabited, and traveled through, as well as by the initiatives that regulate their protection and safeguarding. In the paramos of South America, there is tension between environmental and governmental institutions and the community organizations that inhabit them, due to the specific conditions of these territories as environmental reserves. These territories, making up 2% of the planet’s territory, are characterized by their water sources and require special attention. However, to date, they have not been sufficiently protected against mining exploitation, tourism as the main economic activity, and the extension of the agricultural frontier, in addition to the lack of recognition of the communities inhabiting them. Currently, the aim is to reach an agreement among the different parties and reconcile a co-responsible interrelationship to guarantee their protection by integrating Indigenous and peasant environmental dynamics that are still unknown as intangible cultural heritage of these environments. In the Colombian Altiplano Cundiboyacense, home to 50% of the paramos, various initiatives have been implemented to harmonize government legislation with the forms of social organization of the communities living there. These initiatives have the potential to strengthen new economies based on the richness of the territory, the ecosystem, and the knowledge of its inhabitants, constituting alternatives in the fight against climate change. However, the lack of articulation of socio-cultural dynamics has prevented their consolidation.
Keywords: heritage, cultural landscapes, Andean territory, South American paramos, Altiplano Cundiboyacense.
Patrimônio e paisagens culturais no território andino, nos páramos sul-americanos e no Altiplano Cundiboyacense da Colômbia
Resumo. Nesta análise documental, examinam-se as diferentes formas de entender e interpretar o conceito de paisagem em relação ao patrimônio cultural em territórios andinos — como os páramos sul-americanos e o Altiplano Cundiboyacense da Colômbia — no período de 2010 a 2020. Identificam-se diferenças na dinâmica dos espaços declarados como paisagens culturais, influenciadas pelas formas como são vividos, habitados e percorridos, bem como pelas iniciativas que regulam sua proteção e salvaguarda. Nos páramos da América do Sul, observa-se uma tensão entre as instituições ambientais e governamentais e as organizações comunitárias que os habitam, devido às condições particulares desses territórios como reservas ambientais. Esses territórios, que representam 2% da superfície terrestre, caracterizam-se por suas fontes de água e requerem atenção especial. No entanto, até o momento, não têm recebido proteção suficiente ante a exploração mineral, o turismo como principal atividade econômica e a expansão da fronteira agrícola, além da ausência de reconhecimento das comunidades que os habitam. Atualmente, busca-se estabelecer acordos entre as diferentes partes e promover uma inter-relação corresponsável, para garantir sua proteção, integrando as dinâmicas ambientais indígenas e camponesas, ainda não reconhecidas como patrimônio cultural imaterial desses territórios. No Altiplano Cundiboyacense colombiano, que abriga 50% dos páramos, implementaram-se diferentes iniciativas para harmonizar as normas legislativas governamentais com as formas de organização social das comunidades locais. Essas iniciativas têm potencial para fortalecer novas economias baseadas na riqueza territorial, no ecossistema e nos saberes tradicionais de seus habitantes, configurando-se como alternativas na luta contra as mudanças climáticas. No entanto, a falta de articulação das dinâmicas socioculturais tem impedido sua consolidação.
Palavras-chave: patrimônio, paisagens culturais, território andino, páramos sul-americanos, Altiplano Cundiboyacense.
Introducción
De acuerdo con la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO (1972), un paisaje cultural es definido como un territorio donde convergen el patrimonio cultural material e inmaterial. En 2003, la misma organización amplió la definición al incluir la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial (PCI) para fortalecer el vínculo de los grupos de comunidades que habitan o recorren los espacios culturales (UNESCO, 2003). Desde entonces, ha surgido la necesidad de adoptar una perspectiva que considere las relaciones entre diferentes ámbitos y proponga medidas para la protección, la salvaguardia y reglamentación de estos patrimonios.
En esta revisión documental se establecen tres apartados generales. El primero destaca la necesidad de continuar la conceptualización de los paisajes culturales, como categoría teórica. Se referencian diversos autores que, a partir de términos como geografía, territorio y paisaje, establecen variados mecanismos de atribución de valores patrimoniales al espacio habitado y a las dinámicas que fomenta su recorrido. Así mismo, se subraya la importancia de la valoración de las declaratorias, los elementos jurídicos y las normativas, en relación a los valores fundamentales que permiten reconocer estos espacios como legado de la humanidad.
El segundo apartado, prioriza la importancia que tienen los Andes, cuya ubicación privilegia elementos de importancia ambiental, geográfica y cultural, y que, en gran parte de su extensión, no se establece todavía una delimitación territorial. Por tal motivo, se sintetizan algunas características fundamentales para una mirada cultural, lo que permite relacionar elementos vinculados con la ubicación local y su implicación a nivel global.
Y, por último, en el tercer apartado, se menciona al Altiplano Cundiboyacense de Colombia, que constituye un paisaje geográfico donde se encuentra el 50 % de los páramos del planeta, con grandes sistemas de nacientes de agua. Estos paisajes de gran riqueza ecológica e hídrica se encuentran inmersos en diversas tensiones que han derivado en la falta de una reglamentación clara y objetiva del territorio. Por lo tanto, requieren elementos para establecer maneras de abordar su diversidad desde lo jurídico para concertar una respectiva conservación de su legado y memoria. Por ello, el patrimonio cultural se propone como un escenario que puede contribuir al ordenamiento jurídico y territorial, acorde con las realidades de las comunidades, tal como lo establecen las reglamentaciones sobre el paisaje cultural.
Marco metodológico
En la actualidad, la protección de los territorios tiene una gran relevancia ambiental, geográfica y cultural. Por esta razón, se han establecido mecanismos de conservación y ordenamiento jurisdiccional, que contribuyen a mitigar las divergencias generadas por las relaciones entre los elementos legislativos, gubernamentales y la organización de las comunidades que se ubican en cada una de estas delimitaciones. Por tal motivo, el objetivo es reconocer los elementos que componen la categoría de paisaje cultural, analizada por diversos autores y pensadores, a partir de las relaciones que se establecen en los elementos de nominación y acciones presentes en la legislación del patrimonio cultural durante la década del 2010 a 2020. En esa vía, se buscan diferentes ámbitos y características que puedan ser articuladas en el caso de los Andes, para remarcar la importancia que tienen para la humanidad.
Dada la singularidad geográfica, ambiental y cultural del Altiplano Cundiboyacense en Colombia, se presenta como ejemplo para analizar la construcción de nuevos conceptos a partir de la categoría de paisaje cultural. Esto permite facilitar mecanismos de gestión, organizar las diferentes miradas que se otorgan a los páramos, y promover una legislación concertada y aceptada de acuerdo con las dinámicas territoriales y las comunidades que las habitan.
Por ende, esta revisión bibliográfica está compuesta por 50 artículos y 9 libros en 3 temas específicos: el patrimonio cultural, la relación con el territorio y la conservación de los páramos. La búsqueda se realizó desde las bases de datos provenientes de RedaLyC, Dialnet, SciELO, las bibliotecas de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) y bibliotecas privadas pertenecientes a profesores de la universidad y a la autora.
Se observa que, la mayoría de las investigaciones son de carácter cualitativo, con un fuerte componente etnográfico, dado que cuenta con la participación de colectivos campesinos. En contraste, hay un número reducido de fuentes con análisis cuantitativos, donde se realizan ejercicios estadísticos de los paisajes culturales y su función dentro del ámbito cultural. Se espera que este documento pueda fortalecer las nuevas maneras para abordar e implementar el manejo y la comprensión del patrimonio cultural en los páramos.
Patrimonio cultural
Imagen 1. Trayecto a la Laguna del Oro. Tasco, Boyacá. Páramo de Pisba. Fuente: Diego Danilo Vargas.
Con el reconocimiento de la inmaterialidad de la cultura como herencia patrimonial, se establecen cuatro posturas en torno al alcance de las declaratorias sobre los valores significativos de las comunidades en los paisajes culturales. La primera, es la que defiende los lineamientos institucionales como una forma de conservar el carácter del legado de la humanidad. Muriel (2016) lo describe como un “desarrollo” en la legislación, las normativas, los convenios y las recomendaciones, o como un “objeto” de gobierno, en el que el patrimonio aparece como una “realidad social relevante”.
La segunda perspectiva integra el valor intangible de los colectivos como elementos indispensables para la valoración del patrimonio. Los elementos de inclusión en las Listas Representativas del Patrimonio Cultural Inmaterial (LRPCI) tienen un componente gubernamental basado en las dinámicas de los portadores de saberes y las manifestaciones inmateriales vinculadas a los inmuebles. Esto implica que no se limita únicamente a los términos externos o estéticos de “lo bello”, pues excluiría el reconocimiento de la esencia de los elementos simbólicos de las tradiciones y de la representatividad que tiene determinado lugar. En palabras de Pietro Clemente se encuentra que:
Nuestra competencia estriba en estudiar cómo las comunidades y los actores sociales viven las prácticas, negocian sus representaciones, y por lo tanto cuándo un grupo social siente una práctica como propia, como “bien”, la estabiliza o la cambia. No nos corresponde afirmar nada sin el estudio directo sobre el terreno y sin el análisis concreto de las dinámicas culturales. Esto hace que, no nos propongamos lo que otros agentes, que declaran la intocabilidad en nombre de lo bello, de la humanidad o de la cultura (Clemente, 2010, p. 34).
Un tercer acercamiento propone una comprensión más diversa de lo patrimonial, desde los lineamientos de la salvaguardia, sin afectar el sentido de otros legados reconocidos al interior de las colectividades o minorías culturales. Esto permite la presencia de variadas formas de entender la heredad cultural, en un tránsito dinámico que permanece vivo en formas cotidianas y sentidas con reconocimiento del peso histórico como valor agregado, al guardar una memoria de determinados sucesos culturales. Muriel (2016) señala la importancia de los contextos que tiene la patrimonialización, porque permite rastrear en el tiempo y hacer presentes las memorias de otras épocas que contribuyen en la comprensión de lo que hoy se denomina como patrimonio cultural.
La cuarta tendencia destaca la necesidad de generar nuevos lineamientos para la valoración patrimonial, que permitan un reconocimiento que no vulnere ni relegue el valor simbólico de los legados, simplemente por cumplir normativas. Por ejemplo, Ester Massó Guijarro (2016) propone una descolonización conceptual, al sugerir que “en aras de su uso al servicio de la justicia y que acabe siendo, en fin, un patrimonio subalterno, se proponga un híbrido entre lo material y lo inmaterial, con la finalidad de generar elementos holísticos” (p. 1281).
En síntesis, estos cuatro lineamientos se encuentran en constantes tensiones, discusiones y puntos de encuentro al posibilitar la generación de diferentes formas de visibilizar y dinamizar los legados culturales. A la vez, permiten fortalecer la legitimidad de las costumbres de las comunidades que habitan los territorios, para que se proponga en cada caso una salvaguardia real del patrimonio como paisajes culturales.
Patrimonio cultural y su relación con el territorio y el paisaje
El patrimonio cultural, en relación al territorio y el paisaje, tiene distintas visiones que parten de los usos y valoraciones del espacio físico, así como las interrelaciones de los colectivos en las diferentes formas de habitarlo. Se pueden identificar dos valoraciones principales. La primera proviene del grupo local, que aborda su patrimonio diariamente, ya que es el lugar donde viven cotidianamente. La segunda valoración es la que otorgan los visitantes o turistas, como grupos o colectivos que recorren el patrimonio de un lugar específico en corto tiempo.
Desde el punto de vista geográfico, Somoza (2017) habla sobre el patrimonio cultural, “como una realidad dinámica, sensible, valorizable, generacionalmente transmisible e inserta en el entorno” (p. 233). Joaquín Molano complementa el concepto y establece la importancia de la valoración del territorio que determina las condiciones de un lugar habitado:
El concepto territorio hace posible la integralidad de la geografía en tanto proyecta miradas convergentes y comprensivas de las espacialidades de las sociedades, reconoce las huellas de las culturas y los procesos continuos de la producción social del espacio geográfico (Molano, 2012, p. 41).
Por lo tanto, es posible considerar que la geografía está compuesta por la ubicación del territorio y el lugar habitado por las comunidades. Allí se integran las relaciones y características de sus legados y memorias. Estos elementos culturales constituyen y construyen diferentes formas de ordenar y recorrer tanto el espacio físico como los valores simbólicos que fundamentan las características de poblaciones rurales o urbanas.
Otra manera de habitar temporalmente el territorio es como visitante. Este acceso con sentido turístico permite reconocer y recorrer otros lugares con la oportunidad de contemplarlos. Julio Bodí (2013) establece que el patrimonio genera valor simbólico y económico bajo ciertas condiciones de producción, donde el paisaje es visibilizado desde los valores culturales, pero también puede ser contemplado como un espacio para el ocio. En este contexto, surgen nuevas dinámicas que no están exentas de tensiones entre los actores sociales implicados.
El paisaje está determinado como aquello visible del paso del tiempo en un territorio y, simultáneamente, como una abstracción, en la que permanecen las huellas de los grupos humanos que han habitado un lugar. Existe una simbiosis entre la naturaleza y su topografía, en relación con las casas, caminos, senderos, puentes, monumentos, que conforman un legado histórico. Más allá de las infraestructuras y la materialidad de lo visible, Adriana Gómez (2010) establece que “el paisaje es determinante en la construcción de las culturas e identidades colectivas y es un importante instrumento de interpretación del territorio” (p. 3).
Esto permite destacar la gran importancia de las valoraciones y acciones de ordenamiento territorial o de patrimonialización en los territorios. Para ello, se establecen como base fundamental la mayoría de los aspectos del paisaje. Con esto, se busca que los discursos de los diferentes elementos culturales emerjan de las realidades propias y no se impongan desde actos legislativos externos que, muchas veces, no son compatibles con la verdadera esencia del lugar que delimitan.
A partir de los diferentes análisis sobre el paisaje, como la mirada topográfica que describe la ubicación de los elementos que la componen, la valoración estética, el análisis de las relaciones y las acciones que suceden al interior de los territorios, Florencio Zoido (2012) establece que esta noción se presenta de forma abierta y “está adquiriendo nuevos sentidos y dimensiones”. Así mismo, coincide con el concepto de patrimonio cultural inmaterial ligado a la “tradición viva”, término indispensable para indicar que las comunidades también están inmersas en una constante dinámica de adaptación, cambio y nuevas formas de constituir la cultura. Por lo tanto, las formas de habitar los espacios culturales son legados de identidad en interacción; elementos necesarios para generar una mirada acorde con la realidad en permanente articulación y resignificación. Por su parte, Ester Valdés (2017) propone la apreciación del paisaje como la relación existente entre las cualidades de las formas del territorio, la entidad ecológica y su función. Es un lugar creador de identidad, donde los valores ecológicos, identitarios y simbólicos y la forma como logran conmover al individuo, le permiten una nueva mirada para dejar de comprender a la tierra como objeto de consumo. Si bien, existen acciones de interrelación económica y social, es fundamental entender que cada territorio constituye una lectura cultural e histórica, atravesada, no solo por elementos comerciales o de explotación de recursos naturales, sino por un relato que permite la comprensión de la otredad como cultura. Para sus residentes, dicha narrativa conforma un lugar de arraigo, y para los visitantes un recorrido a nuevos espacios culturales.
Desde la ruralidad, Prada, Riesco y Herrero (2013) proponen la categoría de “paisaje agrario como espacio patrimonial”. Se compone por las relaciones que las comunidades humanas han establecido a lo largo de la historia con un territorio y que organizan las formas de habitar. Esto incluye aspectos como la disposición para construir las casas, la definición de los espacios, las maneras de demarcar los calendarios de siembra, la producción de alimentos y la generación de límites físicos que protejan la integridad de los habitantes de acuerdo a cada época y amenaza. De dicha forma, se establecen memorias plasmadas en la transformación del paisaje.
Entonces, es distinta la valoración de una experiencia en un espacio deshabitado donde se contempla únicamente a la naturaleza, frente a la visión de un lugar que integra uno o más colectivos de personas que tienen lenguajes y símbolos de comunicación. Esther Valdez (2017) indica que el paisaje “es el espacio de la memoria metafísica de la humanidad y nos devuelve la imagen de lo que somos como humanidad” (p. 4). La apreciación permite evaluar las cualidades de un territorio, y a la vez, reunir los valores de distintas generaciones que lo han habitado.
Zamora (2011) analiza el territorio y el paisaje como lugares habitados y visitados, al considerar que el patrimonio cultural debe permitir estrategias de desarrollo integral basadas en el reconocimiento y la participación de todos los sectores implicados. Estas estrategias deben superar la simple transformación del patrimonio en recurso para la industria turística. En ese sentido, Hernández (2011) señala que la proliferación de rutas turísticas e itinerarios culturales como un fenómeno global, necesita de una visión holística del patrimonio, que promueva su puesta en valor como conjunto, dada la amenaza que representan las narrativas sobre la reelaboración de nuevas imágenes y significados de los lugares. Para lograrlo, es preciso buscar elementos sugestivos que, en la mayoría de los casos, son ajenos a las poblaciones que habitan dichos entornos. Esto genera la imposición de relatos y programas, que solo contribuyen al entretenimiento de los visitantes y a la pérdida de las auténticas manifestaciones culturales.
Desde la valoración del patrimonio cultural, es posible proponer la construcción de una mirada territorial, en la que la geografía aborde cada una de las dimensiones espaciales y sociales. Por un lado, debe comprender el sentido de interrelación de los habitantes y su cultura; por otro, el paisaje como esa huella que narra a los visitantes las formas en que se habita el territorio. Este diálogo debe fortalecer los intereses tanto de los habitantes como de los visitantes o turistas.
Paisaje, turismo y relaciones patrimoniales
Definir el valor patrimonial de un paisaje tiene varias connotaciones que han aparecido a lo largo del tiempo, relacionado con la necesidad de visibilizar la importancia de las comunidades y de generar desarrollo económico asociado a actividades turísticas. Florencio Zoido hace énfasis en una regulación de las decisiones que se tomen frente a los legados culturales y manifiesta que:
el deseo o la reivindicación de mantener todos los paisajes, basados en los valores patrimoniales naturales y/o culturales presentes en todo territorio, debe dar paso a una idea más abierta de la protección, es decir a actuaciones gestoras y de ordenación que sean también capaces de contribuir a la salvaguarda de los diferentes valores presentes en cada lugar (Zoido, 2012, p. 12).
Por tanto, las acciones de patrimonialización deben tener en cuenta que, si los paisajes culturales pueden representar una forma de dinamizar los territorios, resulta imperativo establecer estrategias que permitan la salvaguardia y el cuidado en los discursos que se otorgan para los recorridos o relatos dados a los atractivos turísticos. Legislativamente, se deben generar mecanismos que puedan visibilizar los valores identitarios, en articulación con cada comunidad que habita los diferentes espacios culturales. Es preciso que primen las diferentes narrativas locales, acordes con los imaginarios de sus habitantes y que eviten ser guiones acomodados que solo buscan un reconocimiento económico.
Cabe señalar que, a partir de las características naturales del paisaje y de varios elementos culturales, Bodí (2013) defiende los procesos de patrimonialización al argumentar que son el fruto de negociaciones entre los distintos agentes implicados. Al crear un valor simbólico, se puede generar un valor económico que afiance la relación entre identidad y legitimidad, promoviendo el desarrollo. De igual manera, Zamora (2011) establece que “al nominar algo como patrimonio se está fundando la genealogía de un pueblo, su historia cultural y su identidad” (p. 105). Es una expresión genuina de una sociedad que tiene la posibilidad de negociar distintas perspectivas culturales. Por el contrario, Corbera (2016) indica que la patrimonialización es promovida por grupos de “expertos en paisaje” que se convierten en los constructores de los discursos, las imágenes y las representatividades del territorio. Por lo tanto, se corre el gran riesgo de vulnerar las manifestaciones culturales, ajustándolas a una simple idea de recrear la interpretación superficial que se tiene de la comunidad.
La puesta en valor del paisaje se ha institucionalizado a través del turismo, convirtiéndose en el eje generador de nuevas economías que buscan atraer el mayor número de visitantes. Cebrián (2013) describe los cambios de los paisajes rurales, motivados por la financiación de la Unión Europea a iniciativas que generan desarrollos económicos locales. En estos espacios, la vocación agropecuaria se ve relegada por una actividad comercial turística, que se impone sobre las estructuras económicas tradicionales.
Otro carácter de afectación patrimonial de las actividades turísticas son los grandes impactos en las dinámicas socioeconómicas que repercuten en el ámbito cultural de las poblaciones. Hernández (2011) expone un ejemplo en el que se buscó la articulación del turismo en una guía sistematizada, siguiendo los lineamientos del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS, por sus siglas en inglés). Inicialmente, se pensó en la conservación de los paisajes a mediante la creación de lugares específicos para las dinámicas turísticas. Sin embargo, debido a la necesidad de ampliar la diversidad de lugares para la oferta de visitantes, gran parte de los condados, pueblos y provincias se articularon para cambiar las narrativas locales. En consecuencia, muchos colectivos reinventaron el relato de su identidad, para adaptarse a una nueva forma de actividad y producción económica.
Por último, Manuel Corbera describe las tensiones que se han generado a partir del uso de la patrimonialización para fortalecer economías turísticas, que, si bien son concertadas con las comunidades, no cuentan con dinámicas que busquen la protección de la identidad rural o local y que, por lo tanto, pueden entrar en conflicto:
Los nuevos espacios gentrificados ofrecen, desde luego una buena calidad de vida para quien pueda pagarlos o incluso visitarlos. No olvidemos, por otra parte, que en muchos casos la restauración paisajística se produce sobre espacios de reconversión de actividades (industriales, mineros, incluso agrícolas) que conllevan abandono y empobrecimiento de las poblaciones locales (igual que en el caso de la gentrificación urbana) (Corbera, 2016, p. 22).
A partir de lo anterior, se pueden identificar varias problemáticas relacionadas con las actividades comerciales ejercidas desde la óptica del turismo. Por tal motivo, es necesario establecer mecanismos para que las actividades implementadas bajo esta lógica comercial, no se conviertan en acciones que perjudiquen o se posicionen por encima de las dinámicas de las comunidades locales. Es importante considerar que las articulaciones comerciales que emergen de ese tejido cultural pueden ser, en ocasiones, desafortunadas, al implementar una nueva economía basada en relatos que favorecen el atractivo para gran número de visitantes.
Esto podría causar acciones de mercadeo agresivo que promuevan únicamente la venta de servicios que benefician económicamente a operadores y agencias turísticas, o a grandes firmas de constructoras o inmobiliarias de finca raíz, que establecen la compra y venta de predios. Aquellos visitantes que por su solvencia económica establecen una segunda vivienda vacacional en estos espacios, van relegando poco a poco la identidad local. Lo anterior impulsa un cambio en la valoración patrimonial del territorio, asociándolo por un nuevo atractivo basado en el nivel económico de los nuevos propietarios. En últimas, se deja un panorama de abandono y cambio abrupto de la vocación económica.
Otro panorama respecto a los paisajes y territorios, está relacionado con la falta de ordenamiento territorial en la cordillera de los Andes. Esta zona está determinada por las altas montañas de nieves perpetuas y ecosistemas de páramo que son de gran importancia para la humanidad, por constituir la mayor área de territorios productores de agua. Además, poseen el mayor número de diversidad en paisajes y especies de fauna y flora. Frente a estas miradas desde el patrimonio cultural, se generan los siguientes interrogantes: ¿cuáles son las estrategias para valorar los territorios de páramos del planeta?, ¿cuáles son las formas de establecer criterios de delimitación cultural, que permita el acceso de visitantes a territorios de páramo habitados?
Cabe señalar que, en la revisión bibliográfica sobre las diferentes dinámicas que se han acercado a las comunidades andinas para establecer nuevas formas de valorar la interrelación de los territorios de montaña, se encuentran los lineamientos propuestos en los tres congresos internacionales de páramos. En estos espacios se busca articular las categorías medioambientales de los páramos con la normatividad las instituciones nacionales. Además, se genera una metodología de encuentro para reconocer el patrimonio y las comunidades como base para redactar los lineamientos establecerán el patrimonio cultural de los Andes.
El concepto de territorio y paisaje en los Andes
“Antes que la peluca y la casaca fueron los ríos, ríos arteriales: fueron las cordilleras, en cuya onda raída el cóndor o la nieve parecían inmóviles: fue la humedad y la espesura, el trueno sin nombre todavía, las pampas planetarias”
Pablo Neruda
Imagen 2. Laguna del Oro. Tasco Boyacá. Páramo de Pisba. Fuente: Diego Danilo Vargas.
La cordillera de los Andes se extiende a lo largo del sur del continente de América, al atravesar Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. La altitud de sus montañas comprende desde los 2 800 m s. n. m. donde se ubican los páramos, hasta las cumbres de nieves perpetuas del pico del Aconcagua a los 6 962 m s. n. m. Este territorio andino, en buena parte, está ubicado en la zona tropical del Ecuador. No presenta estaciones, pero sí un variado clima debido a su ubicación geográfica. Molano (2012) define su carácter especial así: “se trata de montañas con especificidad propia debido a factores de ubicación, evolución, composición, coberturas, poblamiento y simbolización” (p. 10).
Dichas características geográficas determinan condiciones atmosféricas particulares debido a la altitud de las montañas. Estos ecosistemas poseen una gran diversidad de paisajes que han sido habitados y recorridos por diferentes culturas indígenas y pobladores mestizos a partir de la colonización española. Tienen un gran valor histórico, arqueológico y antropológico, fundamental para el reconocimiento patrimonial de las identidades latinoamericanas. En la actualidad, existe una deuda histórica y de reivindicación de su valor, ya que solo se han reconocido ciertos lugares ubicados en Perú, como Machu Picchu y la montaña de siete colores, y en Bolivia, los páramos visibles en la vía al gran Salar.
No hay por parte de la UNESCO una valoración de los páramos de los Andes. Tampoco existen inclusiones a la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial (LRPCI) para las manifestaciones culturales presentes en estos paisajes. En la Declaración de los Derechos de los Campesinos de Naciones Unidas, se hace un reconocimiento tanto a los derechos de las comunidades campesinas e indígenas, valorando su legado, prácticas y saberes; como a las relaciones ancestrales de cuidado con sus territorios, ligadas al arraigo a su cultura.
Hofstede, Segarra y Mena (2003) establecieron la importancia de una mirada territorial de estos ecosistemas, ubicados en mayor porcentaje en los Andes. Posteriormente, Hofstede et al. (2014) publica un documento que reconoce los páramos andinos y el impacto que afrontan debido al cambio climático global. En dicho texto establece la construcción de un socioecosistema que parte de las características geográficas, biológicas (flora y fauna), sociales (grupos que habitan estos paisajes y territorios), institucionales (entidades implicadas en la delimitación) y aspectos relacionados con la tenencia y el uso del páramo en Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Costa Rica y Panamá. Esta investigación es resultado del proyecto regional “Comunidades de los Páramos” financiado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Finlandia (MAEF) y ejecutado por la Oficina Regional para América del Sur de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en alianza con Tropenbos Internacional Colombia, el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt (Colombia), el Instituto de Montana (Perú) y la Fundación Ecociencia (Ecuador). A partir de la mirada de análisis, dicho documento establece que:
A pesar de los importantes avances en la última década, la investigación acerca de la dimensión humana del páramo sigue siendo insuficiente. La creciente atención sobre las condiciones sociales y económicas de la población asociada al páramo y la conciencia de que el manejo del páramo implica gestión participativa de un paisaje con muchos aspectos culturales (…) Los estudios sociales que se han implementado recientemente son importantes para entender el funcionamiento del socioecosistema, pero no son descriptivos y no son suficientes para poder orientar políticas de gestión de páramo (Hofstede et al., 2014, p. 99).
Dadas las dimensiones humanas del páramo, que ha podido establecer Hofstede en sus recorridos por los Andes, es necesario elaborar inventarios y planes de salvaguardia de los valores del patrimonio cultural e inmaterial de sus manifestaciones, tanto de las comunidades como de los recursos ambientales, geográficos, históricos y económicos que lo definen como un lugar habitado.
En ese sentido, más allá de adoptar una perspectiva legislativa, es fundamental articular las diferentes cosmogonías. Es necesario considerar las formas de gestión del territorio y, especialmente, las acciones que puedan fortalecer todas sus dimensiones socioculturales. Cada uno de los Estados que posee esta riqueza patrimonial puede resignificar la dignidad y proporcionar apoyo económico. Esto permitiría la subsistencia de estos ecosistemas a lo largo de la historia, incluso en condiciones desfavorables para sus habitantes.
En relación a los paisajes culturales de páramo, Elías Mujica Barreda establece la importancia que tiene un reconocimiento de nivel mundial para su conservación, y concluye que aún falta establecer los elementos patrimoniales a la luz de los lineamientos históricos y culturales:
Si bien hemos avanzado mucho durante los últimos años en el tema de la identidad cultural en el páramo, la cuestión de la identidad histórica es una deuda pendiente. Nuestros conocimientos sobre los procesos históricos sociales, económicos y culturales siguen muy restringidos en el tiempo, y conocemos muy poco sobre las formas como este ecosistema clave para la vida andina contribuyó para el desarrollo de las sociedades andinas y la conformación de sus identidades (Mujica, 2011, p. 57).
Por otro lado, Sebastián Rubiano (2015), consultor del Instituto de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt en Colombia, planteó la necesidad de incorporar la adaptación al cambio climático como eje transversal para la legislación internacional de páramos, basándose en el análisis de las condiciones de estos territorios y sus comunidades. Concluye que existe una deuda histórica en cuanto a políticas agrarias, la marginación de los campesinos y la negación de su estatus como sujetos de derechos. En un reconocimiento al valor de esta herencia cultural de la humanidad sugiere:
Establecer una regulación coherente con la protección de los páramos que al mismo tiempo sea sensible a los distintos tipos de usos agropecuarios en la alta montaña y coherente con la protección de los derechos de las comunidades campesinas que los habitan, es urgente generar más información social, económica y cultural sobre los modos de vida, los sistemas productivos, así como sobre el potencial de la agricultura familiar sostenible como estrategia de adaptación al cambio climático (Rubiano, 2015).
La Unión Internacional para el Cuidado de la Naturaleza (UICIN) en diálogo con las comunidades del páramo, establece las bases para atender a los llamados de conservación de la cordillera de los Andes (Lozano, 2015). A su vez, reconoce el valor de las comunidades “paramunas” quienes “consideran al páramo como un territorio en donde el ambiente se conjuga con las personas” y visibiliza un profundo sentido del lugar, ya que el páramo tiene gran relevancia en sus vidas, “es su hogar, su ámbito de supervivencia, su razón de ser”.
Al valorar la problemática ambiental de los páramos y la deuda histórica en el reconocimiento de su importancia para la humanidad, es necesario legislar con base en los distintos instrumentos nacionales, internacionales y tratados de la UNESCO para proteger estos entornos como patrimonio cultural. Estas legislaciones deben fundamentarse en los derechos humanos, específicamente en el acceso al agua potable, la alimentación, la salud y al disfrute del máximo nivel de vida posible. Para lograrlo, es preciso que las normativas derivadas de este ejercicio contemplen las características particulares de los Andes como un ecosistema donde sus habitantes puedan visibilizar sus narrativas y formas de vida.
En síntesis, es fundamental la mediación de los elementos jurídicos propuestos por las políticas del patrimonio cultural. Sin embargo, estas políticas deben establecerse a partir de las propuestas derivadas de las comunidades locales, para evitar perpetuar la colonización ejercida por dinámicas económicas, como el turismo, que imponen relatos de confort en los territorios. En su lugar, es esencial que incluyan una reivindicación de los verdaderos criterios de valoración. Las tradiciones, organizaciones culturales y cosmogonías presentes en cada espacio pueden fortalecer sus dinámicas en una actualidad política que requiere los saberes del cuidado ambiental que poseen los campesinos y paramunos de los Andes, como una forma de articular y concebir nuevas definiciones sobre los paisajes culturales.
Habitantes de páramo del Altiplano Cundiboyacense: herencia de un sistema cultural en torno al cuidado de las nacientes de agua
“Campesinas de la tierra, campesinos.
Aunque yo no haya pasado a sus parcelas a llevar ningún presente,
sí estoy muy agradecido por la yuca, por el plátano y el trigo.
Y estoy muy adolorido
porque aquí desde mi casa, no miré pa’ la montaña
más que a ver amaneceres.
Y a la vez que tú me dabas alimento
te mataban en la guerra y yo te di tan solo olvido”
Edson Velandia (2019)
Imagen 3. Valle de frailejones. Laguna del Oro. Tasco Boyacá. Páramo de Pisba. Fuente: Diego Danilo Vargas.
Colombia posee el 50 % de los páramos del mundo, caracterizados por ser ecosistemas de alta montaña que presentan una gran diversidad de frailejones, otras plantas endémicas y animales nativos. Estos territorios poseen innumerables nacientes de agua y lagunas habitados por comunidades indígenas y campesinos. Administrativamente, la regulación de estos territorios está delegada al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el Ministerio de las Culturas, los Artes y los Saberes, el Instituto Humboldt y las corporaciones autónomas regionales (CAR).
La mayor parte de los sistemas de páramo de Colombia se encuentran en el Altiplano Cundiboyacense, conformado por dos departamentos: Cundinamarca (donde está el Páramo de Sumapaz, reconocido como el más extenso del mundo) y Boyacá. Allí se establecen siete complejos de páramos: Pisba, Bijagual-Mamapacha, Cocuy, Guantiva-La Rusia, Rabanal, Iguaque-Merchán y Siscunsí.
En el año 2003, Colombia se subscribió a la convención de la UNESCO por medio de la Ley 1185 de 2008 que regula el patrimonio cultural de la nación, y la Ley 1930 que establece las disposiciones para la gestión integral de los páramos en Colombia. Sin embargo, se han identificado problemáticas derivadas de la falta de regulación legislativa, la intervención y destrucción del territorio debido a la extracción minera y de hidrocarburos, según una contundente investigación realizada por Rubiano (2015) para el Instituto Humboldt. Por ende, se modificó la Ley 1185 por medio del Decreto 2358 de 2019, que dispone nuevos lineamientos para la regulación del patrimonio cultural y la clasificación de los paisajes culturales.
En ese sentido, el Instituto Humboldt propuso varias medidas de cuidado y protección de los ecosistemas y de sus habitantes y, junto con los delegados internacionales, solicitaba urgentemente una revisión jurídica del impacto de un drástico desalojo de los colectivos que habitan los páramos. Producto de esas sugerencias y acuerdos de los congresos, se generaron las reformas actuales a la legislación sobre los paisajes culturales. De allí se derivó la Ley 1930 de 2018, que regula las disposiciones para la gestión integral de los páramos en Colombia y la Resolución 1294 de 2021, que establece lineamientos para el desarrollo de actividades agropecuarias de bajo impacto y acciones ambientales sostenibles en los páramos.
Debido a las constantes manifestaciones y medidas normativas establecidas para mitigar el cambio climático a nivel planetario, los temas ambientales han tomado gran importancia. En este contexto se ha puesto la mirada en la protección del paisaje andino. A nivel internacional, se han realizado tres congresos sobre páramos: el primero en Paipa, municipio ubicado en el departamento de Boyacá, Colombia, en mayo de 2002; el segundo en la ciudad de Loja, Ecuador, en julio de 2009; y el tercero en Bogotá, Colombia, en julio de 2017. A partir de estos encuentros internacionales, que contaron con la presencia y participación de las comunidades que habitan las altas montañas, se registró la necesidad de generar nuevos lineamientos para reconocer los valores culturales y patrimoniales de los habitantes de los páramos, reflejados en las memorias, análisis y solicitudes derivados de estos espacios.
Olga Lucía Méndez propone una revisión de las contradicciones en la valoración de los páramos, a partir del análisis en estos encuentros internacionales:
(…) la implementación de la delimitación de páramos, para analizar la práctica de la anti política, en la cual juegan tensiones y contradicciones, como el reconocimiento del campesino en su vínculo con la alta montaña y, al tiempo, el desconocimiento, en la complejidad de dicha relación, para efectos de un relacionamiento diferente con el Estado (Méndez, 2018, p. 324).
Queda entonces la perspectiva de toma de decisiones desde el patrimonio cultural de los Andes. Aunque las comunidades paramunas ya se visibilizan como fuertes colectivos organizados que habitan las altas montañas y poseen un patrimonio cultural vivo y vigente, la legislación estatal es aún temerosa en cuanto al reconocimiento de los derechos territoriales de estas comunidades. A pesar de los grandes esfuerzos por consolidar estudios culturales y ambientales, aún no se permite la existencia de un aparato administrativo que fortalezca sus legados de permanencia y cuidado del páramo. Esta falta de regulación deja el territorio del agua y la biodiversidad del planeta en el olvido y la pobreza. Según los Estados y la UNESCO, todavía falta establecer, de quién y para quién son los territorios de páramos y su legado patrimonial. Mientras tanto, las comunidades paramunas continúan a la espera de ser visibilizadas y que, a partir de la dinámica de patrimonio cultural, se realicen planes de protección y salvaguardia, en lugar de concesiones mineras a las multinacionales.
Conclusiones
A partir de la revisión documental realizada es posible establecer una contundente definición de las categorías de patrimonio cultural, paisaje, paisaje cultural, territorio, turismo y páramo. Esto ha permitido definir mecanismos de concertación entre los ámbitos de la legislación y las comunidades, para facilitar la gestión de las localidades y su relación con acciones para la protección y salvaguardia de los valores de sus manifestaciones culturales.
Además, es necesario establecer las dinámicas turísticas a partir de un fortalecimiento de las economías locales. Se deben hacer tanto los inventarios de patrimonio cultural, como los planes especiales de salvaguardia (PES) y los planes especiales de manejo y protección (PEMP), en acuerdo con las dinámicas cotidianas, saberes, legados culturales y patrimoniales de cada territorio con una mirada geográfica que reconozca su valor y su divulgación a visitantes y turistas.
Las nuevas miradas territoriales que se adopten para los páramos de los Andes deben partir de un reconocimiento en cada una de las naciones, al iniciar acciones legislativas que consideren el respeto y la salvaguardia de los habitantes de estos territorios. Las normativas no pueden negar las dinámicas autónomas, propias y tradicionales de las comunidades indígenas y campesinas, que han mantenido relaciones de conservación y respeto con estos ecosistemas. Es precisamente la necesidad de una mediación, que permita el reconocimiento de los pueblos y sus saberes de habitar estos paisajes, donde los instrumentos de consolidación de los documentos y expedientes del patrimonio cultural, contribuyen a generar ese puente en la articulación política del valor de los paisajes y territorios de páramos en el mundo. Es imposible establecer un paisaje cultural o una patrimonialización de los páramos y aún en mayor medida implementar un serio desarrollo turístico en los Andes, mientras las problemáticas de tenencia de territorios y la negación de los derechos de las comunidades que habitan sus montañas sean un elemento de la imposición de actos legislativos nacionales que prácticamente niegan su existencia cultural.
Los páramos ubicados en los Andes cuentan con una gran riqueza en ámbitos ecológicos, ambientales, culturales y, por lo tanto, requieren con urgencia, un reconocimiento a las comunidades indígenas y campesinas que los habitan, por medio de la implementación de acciones que visibilicen su memoria, arraigo e importancia histórica, así como los legados de constitución del territorio como un lugar geográfico habitado. El patrimonio cultural está llamado a establecer los mecanismos que faciliten los diálogos entre las entidades gubernamentales con las comunidades. Es necesario constituir una verdadera reglamentación que dignifique y visibilice la riqueza de las tradiciones en los páramos como un legado para la humanidad. Dicha reglamentación podría convertirse en un elemento mediador, que proponga soluciones a las tensiones territoriales existentes en los sitios y lugares de interés y memoria cultural.
Por su parte, las comunidades del Altiplano Cundiboyacense en Colombia, han iniciado acciones de diálogo con las entidades gubernamentales, en los encuentros internacionales de páramos. Su participación tiene el objetivo de establecer propuestas de desarrollo alrededor del cuidado de las nacientes de agua y los ecosistemas de páramo. La finalidad es que estas intervenciones deriven en regulaciones legislativas que permitan solucionar la ausencia de planes y programas, así como el olvido gubernamental.
Finalmente, los páramos pueden ofrecer soluciones significativas a la crisis del calentamiento global. El estudio de las relaciones culturales y ambientales dentro de las comunidades que los habitan proporciona nuevas miradas para establecer acuerdos relacionados sobre el ordenamiento territorial, la protección y preservación de los legados que promueven el cuidado del planeta. Por ejemplo, estas comunidades han desarrollado asociaciones de acueductos comunitarios, con dinámicas de cuidado del agua y sostenibilidad, que pueden servir de modelo para la legislación en torno a la protección de estos ecosistemas. Por lo tanto, es crucial que la UNESCO, en alianza con los países aliados, implementen y articulen medidas para declarar como patrimonio estos entornos y sus comunidades, dada su importancia para la humanidad.
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* Este artículo es resultado de la revisión bibliográfica del proyecto de investigación en curso titulado “Valores del Patrimonio Cultural Inmaterial de las Organizaciones comunitarias de los acueductos veredales de los Páramos de Tasco y Toquilla en Boyacá”. Se ha realizado en el marco de la Maestría en Patrimonio Cultural de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, UPTC.
** Magister en Patrimonio Cultural de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, UPTC. maurenjurado@gmail.com