
Conflictos socioambientales y extractivismo hidroeléctrico en Colombia: una mirada al Oriente de Caldas desde la teoría crítica*
Nicolás Cardona-Arias**
Investigador independiente (Colombia)
Pamela Valencia Mosquera***
Universidad Católica de Pereira y Universidad del Valle (Colombia)
Naturaleza y Sociedad. Desafíos Medioambientales • número 13 • septiembre-diciembre 2025 • pp. 1-24
https://doi.org/10.53010/nys13.07
Recibido: 21 de enero de 2025 | Aceptado: 16 de julio de 2025
Resumen. Este artículo examina los conflictos socioambientales provocados por el extractivismo hidroeléctrico en el oriente de Caldas, Colombia, desde una perspectiva crítica inspirada en la primera generación de la Escuela de Frankfurt. A través de un enfoque histórico-hermenéutico y técnicas cualitativas como entrevistas, observación participante y recolección de fuentes primarias y secundarias, se examina cómo proyectos como Hidromiel I y Miel II, promovidos bajo el discurso del desarrollo sostenible, generan tensiones con las comunidades locales en torno al acceso y uso del agua. El estudio revela que estos conflictos no solo responden a disputas materiales, sino también a visiones contrapuestas sobre el desarrollo y la relación con la naturaleza. Se destaca la emergencia de formas de resistencia campesina articuladas en el Movimiento Ambiental Campesino del Oriente de Caldas (MACO), que propone alternativas territoriales basadas en el cuidado del entorno y la defensa de los bienes comunes. Los hallazgos evidencian que la teoría crítica es una herramienta vigente que devela las lógicas de dominación ambiental y visibiliza las prácticas emancipatorias que surgen desde los territorios.
Palabras clave: extractivismo hidroeléctrico, conflictos socioambientales, desarrollo, oriente de Caldas, Colombia, resistencia campesina, sostenibilidad ambiental crítica.
Socio-environmental conflicts and hydroelectric extractivism in Colombia: a look at eastern Caldas from a critical theory perspective
Abstract. This article examines the socio-environmental conflicts caused by hydroelectric extractivism in eastern Caldas, Colombia, from a critical perspective influenced by the first generation of the Frankfurt School. Using a historical-hermeneutic approach along with qualitative methods such as interviews, participant observation, and the collection of primary and secondary sources, it investigates how projects like Hidromiel I and Miel II, promoted under the discourse of sustainable development, create tensions with local communities over access to and use of water. The study demonstrates that these conflicts are not only reactions to material disputes but also stem from differing visions of development and the relationship with nature. It emphasizes the emergence of various forms of peasant resistance articulated in the Eastern Caldas Peasant Environmental Movement (MACO), which proposes territorial alternatives focused on environmental protection and the conservation of shared resources. The findings show that critical theory is a useful tool for understanding the fundamental logic behind environmental domination and sheds light on the emancipatory practices developing within local territories.
Keywords: hydroelectric extractivism, socio-environmental conflicts, development, eastern Caldas, Colombia, peasant resistance, critical environmental sustainability.
Conflitos socioambientais e extrativismo hidrelétrico na Colômbia: um olhar sobre o Oriente de Caldas a partir de uma perspectiva da teoria crítica
Resumo. Este artigo analisa os conflitos socioambientais provocados pelo extrativismo hidrelétrico no Oriente de Caldas, Colômbia, a partir de uma perspectiva crítica inspirada na primeira geração da Escola de Frankfurt. Por meio de uma abordagem histórico-hermenêutica e de técnicas qualitativas como entrevistas, observação participante e coleta de fontes primárias e secundárias, examina-se como projetos como Hidromiel I e Miel II, promovidos sob o discurso do desenvolvimento sustentável, geram tensões com as comunidades locais em torno do acesso e uso da água. O estudo revela que esses conflitos não se devem apenas a disputas materiais, mas também a visões contrapostas sobre o desenvolvimento e da relação com a natureza. Destaca-se a emergência de formas de resistência camponesa articuladas no Movimento Ambientalista Camponês, que propõe alternativas territoriais baseadas no cuidado com o meio ambiente e na defesa dos bens comuns. Os achados indicam que a teoria crítica é uma ferramenta atual que revela as lógicas de dominação ambiental e torna visíveis as práticas emancipatórias que emergem nos territórios.
Palavras-chave: extrativismo hidrelétrico, conflitos socioambientais, desenvolvimento, Oriente de Caldas, Colômbia, resistência camponesa, sustentabilidade ambiental crítica.
Introducción
Este artículo analiza los conflictos socioambientales derivados del extractivismo hidroeléctrico en el Oriente de Caldas (Colombia) desde una perspectiva crítica fundamentada en los planteamientos de la primera generación de la Escuela de Frankfurt. Esta corriente de pensamiento resulta especialmente pertinente para analizar dos elementos centrales del problema: por un lado, la persistencia de una racionalidad instrumental, que concibe a la naturaleza como mercancía y medio de acumulación de capital1, incluso bajo discursos contemporáneos como el desarrollo sostenible y la sostenibilidad ambiental2; por otro, la emergencia de formas de resistencia campesina que reivindican prácticas de cuidado, defensa del territorio y la protección de la naturaleza desde una relación no mercantilizada con el entorno natural.
De igual manera, el artículo expone cómo el agua —mediada por la ciencia y la técnica— ha sido instrumentalizada en función del carácter práctico de la libertad, propio de la cultura moderna occidental, que se orienta al crecimiento económico como fin último, si se tienen en cuenta las reflexiones de Max Horkheimer, Theodor Adorno y Herbert Marcuse. Asimismo, se examina el conflicto socioambiental en el río La Miel, donde la construcción de un complejo hidroeléctrico ha desatado una disputa entre empresas promotoras de megaproyectos energéticos y la comunidad local, a través del Movimiento Ambiental Campesino del Oriente de Caldas (MACO)3, que defiende una concepción del desarrollo distinta a la visión mercantilista de la naturaleza. Mientras las empresas privadas y promotoras energéticas, amparadas en el discurso del desarrollo sostenible, buscan mantener la escisión entre sujeto y objeto, las comunidades afectadas cuestionan esta separación y promueven la unidad entre humanidad y naturaleza, a través de la defensa y protección de sus territorios.
Para comprender los intereses y significados que movilizan el conflicto socioambiental en torno al río La Miel, el análisis parte de los testimonios de la población afectada, mediante el método histórico-hermenéutico y los fundamentos de la teoría crítica como herramientas de análisis. Para ello, el texto se estructura del siguiente modo: en la primera sección, se presenta el marco teórico, al destacar los aportes de la primera generación de la Escuela de Frankfurt al análisis de los conflictos socioambientales. En la segunda sección, se expone el contexto territorial y los antecedentes del conflicto en el Oriente de Caldas, con énfasis en el caso del río La Miel. En la tercera sección, se describe el enfoque metodológico basado en el método histórico-hermenéutico y en técnicas cualitativas de recolección de información. En la cuarta sección, se analizan y discuten los principales hallazgos a partir de los testimonios de las comunidades afectadas. Finalmente, se plantean las conclusiones, que subrayan los aportes teóricos y prácticos del estudio para la comprensión de las resistencias comunitarias frente al extractivismo hidroeléctrico en Colombia.
La teoría crítica frente a los proyectos extractivos de carácter energético
Los fundamentos teóricos de la primera generación de la Escuela de Frankfurt permiten analizar críticamente los proyectos extractivistas en tiempos de neoliberalismo y globalización. El uso técnico e instrumental de la razón ha conducido a los países a la explotación de la naturaleza en función de la acumulación de capital; con ello, se crean y expanden proyectos extractivos que, en nombre del desarrollo sostenible y el interés general, promueven la apropiación y transformación de los territorios, lo que ha generado tensiones y conflictos socioambientales. De este modo, la teoría crítica permite evidenciar cómo el extractivismo no solo implica una forma de explotación de la naturaleza, sino que también reproduce relaciones de poder y discursos que invisibilizan las voces de las comunidades que resisten a las lógicas de mercantilización de la vida.
En relación con lo anterior, el hombre, en su intento por superar las cosmovisiones medievales que explicaban los fenómenos naturales como producto de la divina providencia desde una perspectiva judeocristiana, depositó su fe en la ciencia y la técnica; la primera como medio para conocer la naturaleza; y la segunda como instrumento para dominarla. De esta manera, en una época como la Modernidad, todo parece indicar que “la nave se ha quedado sin piloto”, como afirman Horkheimer y Adorno (1969) al referirse a la crisis de la cultura moderna, desatada por el crecimiento desenfrenado del capital, el uso instrumental de la razón y las relaciones de producción capitalistas que emergen en el siglo XIX, aspectos que se consolidan en la era posindustrial y se debilitan en el contexto de la economía neoliberal y extractivista durante el siglo XXI.
La Ilustración, como movimiento cultural y proyecto político que surge en el siglo XVIII en países como Francia, Alemania e Inglaterra, jugó un papel fundamental en la configuración de la modernidad. Su propósito fue racionalizar el encantamiento del mundo mediante el conocimiento técnico y científico, al desplazar el pensamiento religioso para instaurar una razón moderna como guía de libertad. Sin embargo, este ideal derivó en una racionalidad práctica centrada en el beneficio económico y la competencia por el poder, lo que —según Horkheimer (2003)— amenaza con aniquilar los valores humanos, como ha quedado demostrado a lo largo de sucesivas crisis económicas y sociales.
El éxito y el equilibrio económico condujeron al despliegue cuantitativo de la ciencia y la técnica, en detrimento de los factores cualitativos que incluyen tanto a la humanidad como a la naturaleza. En este sentido, se ha dado paso a la aplicación acrítica de técnicas para la transformación del medio ambiente, con el fin de convertirla en un producto fácilmente intercambiable en el mercado, lo cual pone en riesgo la conservación del medio ambiente que poco a poco deja de ser primordial. Para Marcuse (1993), lo anterior hace parte del incremento de los cambios cuantitativos y técnicos, en detrimento de los cualitativos y culturales. Los aspectos cuantitativos, propios de la sociedad moderna, aluden al dominio de la racionalidad tecnológica y la administración de la producción capitalista, que coaccionan con creciente intensidad la autonomía y la naturaleza, impulsadas por la exigencia del superdesarrollo, el cual desemboca, inevitablemente, en destrucción.
Por consiguiente, la noción moderna de racionalidad instrumental fue y sigue siendo el pilar de la cultura capitalista-industrial (Horkheimer, 1973). Se trata de una cultura basada en un conocimiento orientado a desarrollar formas cada vez más eficientes de gobernar la naturaleza y ponerla al servicio de la humanidad. Esta lógica produce una ruptura entre la sociedad y la naturaleza, al posicionar a la primera como agente externo, distinto y especialmente superior respecto de la segunda, a la que transforma y destruye. En esta línea, Marcuse (1993) advierte que el método científico, al proyectar un universo centrado en la dominación de la naturaleza, contribuye también a reproducir formas de dominación sobre los propios seres humanos, al integrar dicha naturaleza dominada en un aparato técnico que, si bien mejora ciertos aspectos de la vida, también impone mecanismos de subordinación.
El control de la naturaleza, ligado a la dominación de la humanidad, se ha hecho efectivo a través de un desarrollo tecnológico que produce cambios notables en la base biofísica del planeta y que, como consecuencia, produce la fractura en el equilibrio ecológico (Penagos, Parra y Granados, 2022), impulsada por el auge de tecnologías que permitieron aprovechar los bienes de la naturaleza para realizar múltiples labores en reducido tiempo y con el menor esfuerzo.
En este contexto, resulta fundamental ampliar la mirada crítica al incorporar aportes de autores latinoamericanos contemporáneos, quienes han profundizado en los efectos del extractivismo como régimen de acumulación y forma de dominación territorial. Investigadores como Gudynas (2011), Acosta (2012) y Svampa (2019) han señalado que el modelo extractivista en América Latina no solo opera mediante la apropiación intensiva de bienes naturales, sino que reconfigura las relaciones entre Estado, mercado y comunidades.
Desde una perspectiva situada, estos autores advierten sobre la consolidación de un neoextractivismo estatal-corporativo que, si bien se presenta como fuente de desarrollo y progreso, reproduce lógicas de despojo, subordinación ecológica y vulneración de los derechos de las comunidades locales, especialmente en territorios de alta riqueza ambiental como los andinos y amazónicos. En este orden de ideas, Svampa (2019) señala cómo el extractivismo lleva consigo tensiones que se agudizan con el surgimiento de nuevas formas de movilización y participación que dan cuenta de los diversos relacionamientos que tienen las comunidades con la tierra y la naturaleza:
Una de las consecuencias de la actual inflexión extractivista es la explosión de conflictos socioambientales, visible en la potenciación de las luchas ancestrales por la tierra, protagonizadas por movimientos indígenas y campesinos, así como en el surgimiento de nuevas formas de movilización y participación ciudadana, centradas en la defensa de lo común, la biodiversidad y el ambiente (Svampa, 2019, p. 31).
Esta línea de pensamiento propuesta por Maristella Svampa enriquece la teoría crítica europea clásica como herramienta de análisis, en tanto permite explicar los conflictos socioambientales actuales en el Sur Global, no solo desde sus efectos negativos, sino también a partir de la necesidad de replantear el modelo de desarrollo dominante, al tener en cuenta el surgimiento de nuevos movimientos socioambientales que defienden el territorio como espacio de vida.
Extractivismo hídrico y sostenibilidad ambiental
Algunas de las tecnologías que se emplean en la actualidad requieren energía para su funcionamiento, lo que implica un intercambio metabólico de apropiación energética proveniente de la naturaleza, mediante la edificación de diferentes tipos de infraestructuras (Toledo, 2013). En este sentido, se han desarrollado diversas formas que viabilizan dicha apropiación, y es la electricidad una de las alternativas empleadas. No obstante, existen distintos métodos para su generación, es decir, modos en que las sociedades han construido estructuras colectivas para aprovechar la energía proveniente del medio ambiente.
En el caso colombiano, predominan cuatro fuentes de energía para producir electricidad: geotérmica, que aprovecha el calor que se encuentra en el interior de la tierra en los fluidos subterráneos; solar, que se obtiene a partir de la radiación electromagnética proveniente del sol a través de paneles solares que la almacenan para luego distribuirla; eólica, en la que se aprovechan las corrientes de viento (energía cinética) para convertirla en electricidad con el uso de generadores, y la energía hidroeléctrica, fuente predominante en Colombia (64%) (Cifuentes et al., 2020).
Respecto a esta última, se trata de la fuente de energía más destacada en el proceso de apropiación del metabolismo social a nivel nacional. Su origen se remonta al año 1881, en la ciudad de Goldaming, distrito de Waverley, Inglaterra, donde se aprovechó la energía en movimiento del agua mediante infraestructura diseñada para la generación de electricidad, y se replicó en pequeñas centrales en países como Estados Unidos y Francia (Ramos-Gutiérrez y Montenegro-Fragoso, 2012). A finales del siglo XIX y principios del XX, las minicentrales hidroeléctricas fueron fundamentales en las zonas rurales y recobraron protagonismo tras las crisis energéticas de 1973 y 1979 (Viñuales, 2011).
Colombia no fue ajena a esta dinámica, pues el crecimiento demográfico y un modelo de desarrollo extractivista y neoliberal impulsó la búsqueda de nuevas fuentes de energía (Defensoría del Pueblo, 2017; Viviescas, 2014). Así, se evidencia cómo ciertos fenómenos ejercen una presión creciente sobre la naturaleza, en tiempos en que, como advierte Forrester (2002), todo parece convertirse en inversión y el planeta en un territorio entregado al deseo humano.
Así, la “neurosis del lucro” y el “afán de la ganancia” se materializan en la mercantilización de los bienes comunes, la privatización de fuentes hídricas y la degradación de los territorios, donde se prioriza la acumulación de capital por encima de la protección de los ecosistemas y las dinámicas comunitarias. En países como Colombia, Brasil, Perú y Ecuador, este afán de lucro se traduce en la expansión de la frontera extractiva sobre territorios indígenas y campesinas, así como en áreas de alta biodiversidad, mediante la instalación de megaproyectos mineros e hidroeléctricos, y monocultivos a gran escala. En Latinoamérica, las lógicas de la economía globalizada desencadenan conflictos socioambientales por la puesta en marcha de proyectos de orden neoliberal impulsados por la Organización Mundial del Comercio. Estos proyectos apuntan a la expansión de mega obras de carácter hidroeléctrico para el aprovechamiento de los recursos naturales (Gutiérrez y Villalobos, 2020).
Diversas investigaciones han documentado cómo los proyectos extractivos, especialmente hidroeléctricos, generan procesos de despojo, reconfiguración territorial y resistencias comunitarias. En países como Argentina, Perú y Brasil se han identificado patrones comunes en torno a la imposición institucional de estos proyectos, la fragmentación del tejido social y la emergencia de movimientos socioambientales (McNeish, 2018; Svampa, 2019).
En Colombia, las investigaciones sobre extractivismo destacan la necesidad de incorporar los planes de ordenamiento y gestión de cuencas (POMCA) en los marcos metodológicos y escalas de investigación socioambiental (Serrano-Canalejo et al., 2019). Esto cobra relevancia dado que, durante los años noventa, el país enfrentó una crisis energética que impulsó el uso de fuentes no convencionales, como las hidroeléctricas, consolidadas como principal fuente de provisión de energía (Martínez, 2014; Osorio, 2017).
El uso de este tipo de estructuras se intensificó, cuando empezaron a ser consideradas fuentes de energía limpia y renovable por parte de empresas privadas y centrales hidroeléctricas, legalmente constituidas y dispuestas a participar en proyectos de extracción minero-energética, bajo discursos como el de desarrollo sostenible que, desde la perspectiva de Bebbington (2007), “manejan nociones optimistas acerca del desarrollo minero-energético sobre la base de que constituyen una prioridad nacional” (p. 132).
El caso del Oriente de Caldas se sitúa en un momento clave para la expansión del sector energético colombiano. Según el Plan Energético Nacional 2023-2050, se proyecta un aumento sostenido de la infraestructura hidroeléctrica en regiones con alta sensibilidad ecológica y social (UPME, 2020). Paralelamente, el Plan Nacional de Desarrollo 2022–2026 enfatiza el crecimiento verde como eje estratégico, aunque persisten tensiones entre las metas de transición energética y las demandas territoriales de autonomía (Departamento Nacional de Planeación [DNP], 2023).
Este modelo de desarrollo y sostenibilidad ambiental se justifica en una de las nociones pragmáticas que Bebbington (2009) discute críticamente. El autor analiza la propuesta de Serageldin y Steer (1994, como se citó en Bebbington, 2008), quienes argumentan que la sostenibilidad puede entenderse como la posibilidad de intercambiar distintos tipos de capital (natural, producido, humano y social), siempre que el stock total se mantenga constante. Según esta lógica, un desarrollo sería considerado sostenible incluso si implica una reducción considerable del capital natural, en la medida en que dicho costo se compense con un aumento en otras formas de capital. Esta perspectiva, que denominan “sostenibilidad sensible”, plantea que la destrucción del capital natural en un lugar puede ser aceptable si se compensa con su regeneración en otros espacios.
De acuerdo con lo anterior, las centrales y promotoras energéticas que hacen presencia en Colombia se caracterizan por promover un discurso que defiende el desarrollo sostenible, que, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), se concibe como una estrategia orientada a mejorar la calidad de vida sin superar el límite de carga de los ecosistemas que la sustentan. Dicho límite, según la UNESCO (2007, como se citó en Macedo y Salgado, 2007), corresponde al potencial del ecosistema para sostener y mantener, de manera simultánea, su productividad, adaptabilidad y capacidad de renovación.
En cuanto a esta definición, el desarrollo se asocia al aumento del nivel socioeconómico en los territorios y al mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes, sin que implique afectar el ecosistema, que debe conservar su capacidad de productividad, adaptabilidad y renovación. Estos elementos podrían alcanzarse mediante la oferta de empleo a los pobladores de las regiones intervenidas por las promotoras de macroproyectos, así como mediante la capacitación de las comunidades, que posteriormente son gestionadas como mano de obra en la ejecución de sus propias iniciativas minero energéticas.
Lo anterior implica —de acuerdo con Bebbington (2009)— que dichas centrales adoptan un modelo de desarrollo y sostenibilidad sensible, en el que se establece la siguiente lógica racional (de carácter instrumental): si el capital natural (como los ríos, el petróleo, los minerales y la tierra) resulta considerablemente afectado o disminuido, podría ser reemplazado mediante el aumento de cultivos a través de la implementación de proyectos productivos a cargo de las comunidades, la inversión de mano de obra y la generación de empleo en actividades orientadas a mitigar las afectaciones ambientales.
En consecuencia, el extractivismo se inscribe dentro del discurso de la sostenibilidad ambiental cuando los proyectos hidroeléctricos son presentados como alternativas de energía limpia, al justificar la apropiación del agua en nombre de la transición energética y la generación de empleo. Sin embargo, mientras dicho discurso se utiliza para legitimar el extractivismo hídrico, en muchos casos genera insostenibilidad social y ambiental, lo que amplía las desigualdades y ocasiona daños irreversibles en los territorios.
Contexto y delimitación del estudio

Figura 1. Localización de la cuenca hidrográfica del río La Miel. Fuente: adaptado de Google Maps (2025)
En la actualidad, en el río La Miel (ubicado en el departamento de Caldas, Colombia) existe un complejo hidroeléctrico conformado por distintos proyectos destinados a satisfacer una alta demanda de energía. Entre ellos se encuentran dos trasvases ubicados en los ríos Manso y Guarinó que, mediante el desvío de su cauce hacia el río La Miel, abastecen de energía a las Pequeñas Centrales Hidroeléctricas (PCH), así como a los proyectos Hidromiel I, El Edén y Miel II4, este último con licencia ambiental vigente y a la espera de un socio estratégico que decida invertir en él para permitir su ejecución. En relación con Hidromiel I y el Edén, se ha registrado lo siguiente:
Desde que inició la construcción de El Edén, se generó una disminución del caudal en algunas quebradas, como fue el caso de la quebrada La Balastrera que presentó un descenso de 5 a 1,5 litros por segundo, aproximadamente. Esto fue confirmado por el informe técnico n.º 500-13-116 del 30 de mayo de 2014, donde Corpocaldas reporta secamiento de quebradas en las veredas La Balastrera, Cerro Bravo, La Costa, El Bosque, las Brisas y La Primavera; veredas por donde pasa el túnel de conducción, afectando 80 familias de campesinos que dependen del agua para el desarrollo de sus actividades domésticas y productivas (Osorio y Cifuentes, 2020, p. 189).
En este contexto, los daños ambientales —como la contaminación y disminución del agua, consecuencias frecuentes del extractivismo hídrico—, junto con la constante vulneración del derecho al territorio de las comunidades que habitan, trabajan y protegen sus principales áreas de influencia, constituyen algunas de las consecuencias colaterales de estos proyectos.
Marco metodológico
Este estudio se enmarca en un enfoque cualitativo e interpretativo, orientado al análisis de las dinámicas del conflicto socioambiental derivado del extractivismo hidroeléctrico en el Oriente de Caldas (Colombia), así como de los procesos de organización y resistencia comunitaria articulados en MACO, grupo conformado por habitantes de los municipios de Samaná, Pensilvania y Victoria.
Por ello, se adoptó una perspectiva hermenéutica que combina la comprensión de los sentidos y significados en torno al desarrollo y el territorio, construidos por los propios sujetos (Ricoeur y González, 2013). Esta articulación metodológica permite interpretar el conflicto, no solo como un enfrentamiento de intereses materiales, sino como una disputa por significados, cosmovisiones y formas de relación con la naturaleza, moldeadas por lógicas de dominación económica, ambiental y territorial.
La hermenéutica crítica posibilita una aproximación situada y reflexiva, al reconocer a los actores sociales como productores de sentido en sus narrativas. Por ello, el trabajo de campo se concibió como un proceso dialógico y ético, desarrollado entre septiembre de 2021 y julio de 2022, que incluyó entrevistas semiestructuradas, observación participante y revisión documental.
Las entrevistas se dirigieron a actores estratégicos vinculados al conflicto socioambiental: cuatro líderes comunitarios de movimientos sociales, dos integrantes activos del MACO, dos concejales ambientalistas y dos personas vinculadas a la Promotora de Energía (un funcionario y un contratista). La selección de participantes se realizó mediante muestreo intencional y criterios de máxima variación (Patton, 2002), que priorizan la diversidad de trayectorias, posturas frente al conflicto y niveles de involucramiento comunitario e institucional.
El contacto con las personas entrevistadas se logró mediante referencias de líderes locales, redes comunitarias y la participación en eventos públicos durante el trabajo de campo. Las entrevistas se realizaron de manera presencial, en espacios acordados por los participantes, con una duración promedio de 60 minutos. Se empleó un guion semiestructurado basado en las categorías teóricas del estudio, con flexibilidad para incorporar preguntas emergentes. En todos los casos se obtuvo consentimiento informado verbal y escrito, para garantizar la confidencialidad, el anonimato y el manejo seguro de los datos. Además, la observación participante incluyó presenciar actividades de MACO como asambleas, foros, movilizaciones sociales y reuniones entre representantes comunitarios y delegados de organizaciones ambientales de otras regiones del país.
Para darle contexto al conflicto, la revisión de fuentes secundarias partió de documentos institucionales, artículos científicos, informes técnicos, reportes de prensa y estudios previos. La búsqueda se realizó en motores académicos como Google Scholar, SciELO, Redalyc y Dialnet, así como en repositorios de universidades nacionales e internacionales (EAFIT, Universidad Nacional de Colombia, Universidad de Zaragoza, entre otras). También se consultaron sitios oficiales como el de la Defensoría del Pueblo de Colombia y el Banco Mundial, junto con editoriales académicas de referencia como Taurus, el Fondo de Cultura Económica y Columbia University Press.
El análisis de la información se desarrolló de forma manual, siguiendo un enfoque inductivo-deductivo, crítico y reflexivo. Se partió de un conjunto de categorías analíticas definidas a partir del marco teórico (a priori): extractivismo hídrico, racionalidad instrumental, conflicto socioambiental, resistencia ambiental campesina, desarrollo y territorio; y además de las derivadas del análisis de datos (a posteriori). La teoría crítica orientó este proceso mediante estrategias de análisis de contenido (Bardin, 2002) y del discurso (Fairclough, 2003), con el propósito de identificar estructuras narrativas y dispositivos de poder presentes en relatos, documentos y prácticas observadas.
A continuación, en la tabla 1, se presenta una matriz de análisis cualitativo que sintetiza la ruta metodológica implementada en el presente estudio. Esta matriz, construida a partir del trabajo de campo y el enfoque hermenéutico-crítico adoptado, articula las dimensiones clave del fenómeno investigado —extractivismo y sostenibilidad, resistencia comunitaria y disputas en torno al desarrollo—, con las categorías analíticas definidas desde el marco teórico y las subcategorías emergentes derivadas del análisis de los datos. Asimismo, se evidencian las técnicas utilizadas y los criterios hermenéuticos-críticos que guiaron la interpretación.
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Dimensión de análisis |
Categorías analíticas |
Subcategorías emergentes |
Técnicas utilizadas |
Criterios hermenéuticos-críticos |
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Extractivismo y sostenibilidad |
Extractivismo hídrico |
Impactos socioecológicos del desarrollo |
Entrevistas semiestructuradas Prensa Análisis documental Observación participante |
Comprender cómo el modelo extractivista transforma el territorio y el ambiente desde lógicas de dominio y rentabilidad |
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Racionalidad instrumental |
Ecología política |
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Conflicto socioambiental |
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Resistencia y organización comunitaria |
Resistencia ambiental |
Tejido social |
Observación participante Participación en foros y marchas Revisión bibiliográfica Diario de campo |
Reconocer la agencia de los actores locales como productores de sentido y prácticas de defensa del territorio |
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Resistencia ambiental campesina |
Organización comunitaria |
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Territorio |
Memoria ambiental campesina |
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Disputas en torno al desarrollo |
Desarrollo |
Visiones del desarrollo |
Análisis del discurso |
Identificar tensiones entre discursos institucionales de desarrollo y cosmovisiones comunitarias basadas en la defensa del bien común y la sostenibilidad desde lo local |
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Racionalidad instrumental |
Imaginarios alternativos |
Entrevistas |
Tabla 2. Matriz de análisis cualitativo. Fuente: elaboración propia.
Resultados: la resistencia ambiental campesina en el Oriente de Caldas
Los hallazgos se organizan en cuatro ejes que articulan categorías teóricas y emergentes: impactos del extractivismo, disputas por el desarrollo, formas de resistencia y visiones territoriales alternativas. Esta estructura permite interpretar el conflicto socioambiental en el Oriente de Caldas no solo como una disputa material, sino también simbólica, reconstruida a partir de las voces, prácticas y sentidos de los actores involucrados.
Impactos socioecológicos del extractivismo hidroeléctrico
El aprovechamiento de fuentes de energía limpia y renovable se presenta como una vía principal para la obtención de electricidad. Sin embargo, se ha demostrado que genera graves impactos en los ecosistemas y en las comunidades intervenidas. A pesar de las metodologías implementadas para mitigar riesgos, persisten efectos como la disminución del caudal ecológico, la desaparición de quebradas y fuentes hídricas por infiltraciones subterráneas, el desplazamiento forzoso por falta de agua y cambios en la vocación productiva de los territorios.
Frente a este panorama, actualmente existen formas organizativas que hacen resistencia y establecen maneras paralelas de situarse en el mundo y relacionarse con el medio ambiente. Son modos alternos que proponen opciones para vincularse con la naturaleza de manera más solidaria, de tal modo que se logre una armonía con el hábitat, lo que viabiliza la producción y reproducción de los ecosistemas, y sus expresiones de vida.
Como resultado de los impactos socioecológicos que generan las economías extractivas, además de las visiones alternativas sobre el desarrollo y la sostenibilidad ambiental, se implementan metodologías inspiradas en la teoría crítica y en perspectivas propias de América Latina. Desde la academia —en especial en el campo de las ciencias humanas, los estudios territoriales y, en las últimas décadas, el pensamiento poscolonial— se reconoce que el desarrollo es un discurso dominante construido desde la posición de ventaja de las potencias de la modernidad europea. Por ello, autores como Escobar (2016) insisten en la necesidad de construir, desde las Epistemologías del Sur, visiones propias que reconozcan la diversidad de formas de entender el mundo y otorgar significado a la existencia, lo que legitima las luchas de los pueblos como realidades distintas a las prácticas heredadas de Occidente.
En esta línea, experiencias internacionales, como las resistencias de las comunidades Mapuche en Chile y Sioux en Estados Unidos, muestran cómo la defensa del territorio y de los ecosistemas frente a megaproyectos energéticos es parte de una lucha global (Calderón y Castells, 2019). En ambos casos, el cuestionamiento central ha sido la amenaza de contaminación de fuentes hídricas, lo que conecta directamente con los riesgos identificados en el Oriente de Caldas, donde el agua constituye un elemento vital para la vida campesina y la sostenibilidad ecológica.
Siguiendo esta línea argumentativa, Valencia (2007) afirma que:
Frente a estas visiones del mundo se construyen, reconstruyen y deconstruyen otras visiones que emergen desde las concepciones complejas, no lineales de la trama de la vida, que ubican a las comunidades humanas como un hilo de la trama, con relaciones magmáticas y biocéntricas con las demás alteridades. Visiones construidas también desde las resistencias, participaciones y conspiraciones de los ciudadanos frente a las formas de apropiación y mercantilización, que impone una realidad científico-técnica de lo vivo, que reduce la trama de la vida y con ello a los seres humanos a meros objetos económicos (p. 36).
En este sentido, lo señalado por Valencia permite comprender que el extractivismo hidroeléctrico en el oriente de Caldas no solo responde a una lógica nacional de aprovechamiento intensivo de los recursos naturales, sino que también se manifiesta en dinámicas locales que reproducen relaciones de poder asimétricas entre empresas, Estado y comunidades. Esta perspectiva ayuda a interpretar los conflictos socioambientales de la región como el resultado de un modelo de desarrollo que prioriza la rentabilidad energética sobre la sostenibilidad ecológica y los derechos colectivos, de modo que genera impactos que van desde la alteración de ecosistemas estratégicos hasta la afectación de prácticas y saberes campesinos ligados al territorio.
Disputas por el sentido del desarrollo y la sostenibilidad
A los territorios más desiguales de Colombia —aunque ricos en bienes naturales— llega el discurso del desarrollo sostenible, que ejerce una presión asimiladora que arrastra a áreas protegidas y a comunidades campesinas hacia una visión de mundo donde el progreso, la razón moderna y los proyectos minero-energéticos se erigen como faros de desarrollo. Sin embargo, su implementación genera afectaciones ambientales y vulneraciones de derechos humanos, dado que priorizan a empresas privadas y multinacionales por encima de las comunidades que defienden sus territorios y bienes comunes.
De esta manera, el conflicto socioambiental que en la actualidad se vive en el Oriente de Caldas—tras el complejo hidroeléctrico del río La Miel—, se expresa a través de una serie de yuxtaposiciones que responden a distintas representaciones y significados sobre los modelos existentes de desarrollo y sostenibilidad ambiental, como los que se acercan a una visión más extractivista e instrumental, sugerida por potencias económicas y estandarizada bajo los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), distanciados de las realidades territoriales de las comunidades campesinas que luchan por el cuidado y defensa de la naturaleza.
En el marco de dicho conflicto, participan actores sociales que operan a diferentes escalas. Por una parte, se encuentran las representaciones y significados que tienen algunos líderes sociales y comunitarios sobre el cuidado del agua y el territorio. Por otra, las promotoras energéticas, cuya versión sobre proyectos como Miel II es optimista debido a sus intereses como empresa estratégica para la administración de energía, al argumentar que sus proyectos promueven la energía limpia y aportan a la mitigación del cambio climático.
En este orden de ideas, resulta fundamental reconocer que, dentro de un mismo territorio, pueden coexistir antagonismos que, desde una perspectiva sociológica, operan como factores de socialización y articulación. Esta unidad no se configura como una síntesis de elementos opuestos, sino como una confluencia de situaciones, y una convergencia de impresiones disímiles, cuya expresión más intensa se manifiesta en los conflictos socioambientales, como los que se presentan en el Oriente de Caldas.
Organización comunitaria y formas de resistencia campesina
Frente a las consecuencias del extractivismo y los discursos que lo legitiman, las comunidades campesinas del Oriente de Caldas han generado respuestas organizativas que reivindican otras formas de habitar y cuidar el territorio.
En esta región, la comunidad campesina —afectada por el complejo hidroeléctrico y por proyectos como el de Miel II— han construido lazos de solidaridad bajo la configuración de MACO, que propone formas alternativas de desarrollo para su región, al tener en cuenta las actividades productivas que históricamente se han fomentado en la zona (como la siembra de café), la vocación de los suelos y el aprovechamiento de los bienes naturales desde una perspectiva limpia, renovable y amigable con el planeta.
Ante los daños causados por los proyectos hidroeléctricos, este movimiento ha expresado su inconformidad y preocupación. Por ejemplo, uno de sus líderes campesinos califica de desastre los complejos hidroeléctricos del río La Miel y La Miel II:
Esto es un desastre… porque yo tengo familia en Bolivia [corregimiento del municipio de Pensilvania] donde hicieron el proyecto El Edén ¿y sabe qué pasó?… yo cogí mi moto y salí y me fui a visitar a mi familia…y me llevé la sorpresa de ver un carrotanque en la carretera… no ve que le están llevando el agua a la gente por el proyecto que hizo la hidroeléctrica, se secó el agua… ¡ay señor bendito! el desastre va a ser más grande (Informante 01, comunicación personal, abril de 2022).
Lo anterior refleja la perspectiva de algunos líderes campesinos del Oriente de Caldas, respecto a la magnitud de los impactos ambientales causados por el complejo hidroeléctrico del río La Miel. Esta visión se vincula con el capital simbólico5 que las comunidades construyen a partir del significado atribuido al agua y al territorio, lo cual configura una relación con la naturaleza solidaria y alternativa frente a la racionalidad moderna. Esta última, aunque frecuentemente multicultural, se orienta hacia la creación y reproducción de la biodiversidad bajo lógicas que no siempre coinciden con las prácticas locales. Al respecto, Calderón y Castells (2019) plantean:
Se generan disputas por el sentido de desarrollo territorial (…) abriendo un abanico que comprende desde aquellos que cuestionan y se oponen a la lógica extractiva (como los pueblos originarios) hasta quienes consideran que es un pilar del modelo de desarrollo a largo plazo (el Estado en sus diferentes niveles, empresarios y funcionarios). Esto genera incertidumbre sobre la evolución de la dinámica territorial, en particular, ante los conflictos ambientales que pueden derivar en confrontaciones más violentas (Calderón y Castells, 2019, pp. 69-70).
Las prácticas e intereses en el marco de los conflictos socioambientales pueden derivar en múltiples sentidos y significados sobre el desarrollo, que se activan en el momento en que los actores implicados singularizan su territorio con procesos identitarios que provienen de posturas y situaciones de resistencia; ante hechos que afectan la vida cotidiana en los lugares, como la ejecución de proyectos extractivistas. En tal sentido, MACO ha reiterado su rechazo público frente a los proyectos que comercializan el agua; lo que ha causado una organización política de varios campesinos del área de influencia del Proyecto Hidroeléctrico Miel II, para resistir ante las nuevas iniciativas de extracción de bienes naturales.
La resistencia social campesina que actualmente ejerce MACO se manifiesta no solo en expresiones culturales (como la celebración de Marchas-Carnaval), sino también en formas de participación ciudadana orientadas a la reivindicación de derechos y la implementación de mecanismos para su defensa. Estas acciones incluyen plantones, movilizaciones, estrategias pedagógicas y recursos judiciales. Para los campesinos organizados políticamente en la región, esta resistencia se sustenta en la convicción de que no existe un único modelo de desarrollo.
Un ejemplo de ello fue la primera Marcha-Carnaval del Oriente de Caldas, realizada el 23 de octubre de 2021, en la que participaron comunidades de Victoria, Samaná, Marquetalia, Pensilvania, La Dorada y Manizales. El objetivo fue manifestar su preocupación por las posibles afectaciones ambientales que generaría la propuesta energética de Miel II —un proyecto aproximadamente 3,3 veces más pequeño que Miel I—. La protesta pacífica reunió cerca de 100 personas que, mediante actividades lúdicas y artísticas, expresaron su descontento frente a un proyecto que podría reducir las corrientes de agua y afectar ríos como La Miel y Tenerife, así como sus afluentes Santa Rita, Las Ánimas, La Cristalina y El Piñal (La Patria, 2021).
Alternativas desde el territorio: visiones campesinas y saberes críticos
Finalmente, los testimonios recogidos permiten visibilizar las concepciones alternativas de desarrollo y sostenibilidad que emergen desde los territorios, a partir de las experiencias, saberes y memorias de las comunidades campesinas.
El desarrollo, aunque ha adoptado formas diversas según el contexto de cada país —especialmente en América Latina, donde muchas realidades no encajan en las categorías modernas de progreso, Ilustración o industrialización acelerada—, aún representa un eje central para las comunidades. Desde la teoría crítica y los movimientos sociales, se ha buscado resignificar este concepto, para dotarlo de un sentido más humano y vinculado a la naturaleza.
El Oriente de Caldas se configura como una región receptora de iniciativas extractivas, debido a su alta riqueza hídrica y a la promoción de proyectos considerados limpios y renovables. No obstante, la investigación en campo ha demostrado impactos negativos —en muchos casos irreversibles— tanto en el ámbito social como ecológico. Un ejemplo de ello es el desplazamiento asociado al cambio climático y al modelo de desarrollo impuesto, derivado de la implementación de proyectos minero-energéticos e hidroeléctricos orientados a la apropiación de bienes rurales y comunes, como el agua (Valencia y Munévar, 2014, p. 34). La experiencia de los conflictos socioambientales tiende a intensificarse cuando grupos organizados o colectivos defienden elementos comunes (como el territorio y el cuidado de la naturaleza) frente a los intereses particulares de empresas privadas o actores que promueven una visión occidentalizada del desarrollo, centrada en la mercantilización de los bienes comunes.
En sociedades como las latinoamericanas, el desarrollo suele imponerse bajo la presión asimiladora del progreso, articulado desde escalas espaciales y territoriales que no necesariamente responden a las realidades locales. Estos discursos, promovidos por países con altos niveles de consumo, tienden a ignorar las particularidades históricas y culturales de las regiones receptoras. Por ello, la comprensión del desarrollo y el progreso requiere, ante todo, un análisis espacio-temporal y territorial que considere las diversas formas en que estos conceptos son vividos y reinterpretados por sociedades, comunidades y grupos étnicos.
Así, cuando el uso industrial y moderno de la naturaleza entra en tensión con otras formas de habitar el territorio y de representar el paisaje, la relación entre lo humano y lo natural adquiere nuevos significados. Esta transformación implica un desplazamiento desde las lógicas extractivistas hacia concepciones sustentadas en capitales simbólicos y culturales alternativos. Tal reconfiguración genera una necesidad epistémica: hacer justicia al derecho al territorio y a sus bienes naturales, al trascender el discurso moderno de la instrumentalización. Este enfoque permite explicar la diversidad de procesos y relaciones que actualmente se construyen con el medio ambiente6, vigentes a través de prácticas de apropiación territorial por parte de comunidades campesinas, como las del Oriente de Caldas. En este contexto, líderes y lideresas comunitarias expresan percepciones sobre el río La Miel que se distancian de las nociones de desarrollo sostenible y extractivismo:
El río la Miel para mi es una representación de todos los samaneños, es la naturaleza, es la vida misma (Informante 02, comunicación personal, abril de 2022).
Para mí el río La Miel es el mayor tesoro que tenemos en el Oriente de Caldas, no se podría comparar con ninguna mina de oro, no se podría comparar con ninguna riqueza (Informante 03, comunicación personal, abril de 2022).
Al respecto, el concepto de la sostenibilidad proviene de la Universidad del siglo XXI, espacio que, según Maya (2015), se ha caracterizado durante décadas por “fomentar por igual la elitización de la ciencia, el desprecio al conocimiento popular y utilizar la especialización como un arma de competencia social” (p. 26). Sin embargo, la academia busca posicionarse como agente de transformación social mediante el uso de metodologías colaborativas con enfoque crítico-social. Esta orientación representa una apuesta científica y académica que cuestiona y trasciende las concepciones tradicionales del rol del científico social como observador externo a las realidades de las comunidades, colectivos, movimientos y organizaciones sociales. En este sentido, dicha transformación puede contribuir a una comprensión más profunda de los procesos sociales, al reconocer que la teoría —y en particular la teoría crítica— constituye un elemento indispensable, aunque no suficiente, para la transformación de la realidad (Horkheimer, 2003).
De esta forma, se avanza hacia un tipo de investigación en el que el conocimiento y la acción se articulan en una relación dialéctica y crítica. En este proceso, el saber adquirido no solo permite generar transformaciones, sino también construir nuevos conceptos o visibilizar problemáticas frecuentemente ocultas o matizadas por discursos dominantes que requieren ser revisados y construirse en comunidad, como el del desarrollo.
Discusión
Los hallazgos empíricos del Oriente de Caldas revelan una tensión estructural entre el discurso hegemónico del desarrollo sostenible y las formas alternativas de concebir la vida y el territorio desde las comunidades campesinas. Tal como lo anticipa la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, especialmente en su crítica a la racionalidad instrumental (Horkheimer, 1973; Marcuse, 1993), los proyectos hidroeléctricos responden a una lógica técnica de dominación de la naturaleza, bajo la fachada de progreso y sostenibilidad. Esta racionalidad —presentada como neutra y eficiente— oculta las estructuras de poder que subordinan tanto a la naturaleza como a las comunidades que históricamente la habitan.
El discurso del desarrollo sostenible, adoptado por las promotoras energéticas, constituye un dispositivo ideológico que legitima el despojo de bienes comunes como el agua, bajo nociones funcionalistas de equilibrio ambiental (Bebbington, 2009; Macedo y Salgado, 2007). En este sentido, el relato de los líderes y lideresas campesinas, así como las prácticas de resistencia articuladas desde MACO, exponen los límites de dicha retórica, al denunciar sus impactos materiales y simbólicos: desplazamiento, degradación ambiental, ruptura del tejido social y pérdida de autonomía territorial.
Desde el enfoque hermenéutico crítico adoptado, es evidente que el conflicto no solo se expresa como una disputa material por recursos, sino como una pugna de sentidos en torno al concepto mismo de desarrollo. Esta interpretación está alineada con lo planteado por Svampa (2019) y Gudynas (2011), quienes señalan que los conflictos socioambientales en América Latina revelan una inflexión epistémica y política, donde los sujetos colectivos (como MACO) no solo resisten proyectos extractivos, sino que también proponen formas alternativas de existencia, ancladas en la defensa de la vida, la tierra y la biodiversidad.
Así, la resistencia campesina observada en el Oriente de Caldas puede ser comprendida como una praxis crítica que desborda las categorías clásicas de la teoría del conflicto. En lugar de asumir una posición reactiva, las comunidades despliegan estrategias simbólicas, culturales y jurídicas que configuran un horizonte emancipatorio frente a la lógica instrumental. Estas estrategias incluyen la reapropiación del lenguaje, la resignificación del territorio, la movilización colectiva y el ejercicio de derechos, prácticas que se constituyen en formas de contra-poder7.
De esta manera, el trabajo de campo evidencia que los postulados de la teoría crítica no solo ofrecen herramientas para diagnosticar las condiciones de dominación, sino que también permiten hallar las posibilidades de transformación social cuando son articulados a procesos organizativos concretos. La crítica de la razón instrumental no se limita a un ejercicio teórico, sino que cobra sentido pleno cuando se encarna en la experiencia de comunidades que disputan el modelo civilizatorio dominante y proponen otros mundos posibles.
Conclusiones
Los fundamentos de la teoría crítica —inspirados en la primera generación de la Escuela de Frankfurt— llevan a la comprensión y reconocimiento de las consecuencias de la razón instrumental en territorios como el Oriente de Caldas que, ante la presencia de proyectos hidroeléctricos, han sufrido daños irreparables en sus comunidades y ecosistemas. La crítica a esta racionalidad —entendida como forma dominante de relación con la naturaleza heredada de la Modernidad— permite desentrañar las lógicas de poder, dominación y mercantilización subyacentes en iniciativas y megaobras impulsadas bajo discursos de desarrollo sostenible y transición energética. Frente a ello, comunidades organizadas en movimientos como MACO, se oponen al extractivismo hídrico desde visiones de cuidado y defensa de los bienes comunes, al constituir formas organizativas comunitarias que confrontan las lógicas empresariales sobre la naturaleza.
Por consiguiente, este estudio aporta al debate sobre el desarrollo, al mostrar que no puede concebirse como una noción universal y homogénea, sino como una construcción social situada y diversa, anclada en las múltiples formas de habitar y defender el territorio. La crítica a los discursos de desarrollo y sostenibilidad permite identificar las prácticas que legitiman el extractivismo y abre posibilidades para su reformulación, desde las necesidades de los territorios y la valoración de su diversidad.
Esto no implica negar la necesidad de progreso en regiones como el Oriente de Caldas, sino llamar a que este avance parta del reconocimiento de la diversidad territorial, al evitar reproducir modelos extractivos que subordinan la vida a la rentabilidad. Se requiere una transformación ética, epistémica y política que reconozca el conocimiento de las comunidades, su autonomía y la construcción de horizontes de vida más allá de la racionalidad técnica dominante. Así, la teoría crítica desde su vigencia permite comprender la estructura del conflicto socioambiental y dotar de sentido político a las voces que, como las de MACO, resisten la devastación y abren posibilidades para imaginar mundos más justos, sostenibles y solidarios.
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* Este artículo es uno de los resultados del trabajo desarrollado a través del Programa de Investigación: “Reconstrucción del tejido social en zonas de posconflicto en Colombia”, Código SIGP: 57579, con el Proyecto “Modelo ecosistémico de mejoramiento rural y construcción de paz: instalación de capacidades locales”, Código SIGP: 58960. Fue financiado en el marco de la convocatoria Colombia Científica, Contrato No FP44842-213-2018. Se contó con el consentimiento informado de todos los participantes y se han tomado las medidas necesarias para respetar el derecho a la privacidad de las personas involucradas.
** Nicolás Cardona-Arias. Sociólogo, Universidad de Caldas (Colombia). Grupo de investigación: Estudios Jurídicos y Sociojurídicos. Contribución: recolección y análisis de datos. Últimas publicaciones: Cardona–Arias, N. (2023). “Degradación de una existencia ya marginada”. Proyecto de intervención urbana en la Comuna San José, en Manizales, Colombia. Revista Científica Profundidad Construyendo Futuro, 19(19), 69–78. https://doi.org/10.22463/24221783.4054; Castaño, J. D., Muñoz-Villareal, E., Silva-González, J., Ramírez, M., Cardona-Arias, N. y Valencia, J. G. (2022). Cartilla: Impactos de las Hidroeléctricas en Caldas. Colección Estudios de Paz y Posconflicto. nicolascardonaar2000@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4803-4704.
*** Pamela Valencia Mosquera. Magíster en Filosofía, doctoranda en Estudios Territoriales de la Universidad de Caldas. Docente e investigadora de la Universidad Católica de Pereira y de la Universidad del Valle. Contribución: recolección y análisis de datos. Grupo de investigación: Desarrollo Regional Sostenible. Últimas publicaciones: Valencia, P. M. (2025). Ambivalencia y complejidad territorial ante conflictos socioambientales en el Oriente de Caldas. FORUM. Revista Departamento Ciencia Política, 27. 2025. https://doi.org/10.15446/frdcp.n27.113348; Ramírez, M., Valencia, P. M. y Cardona-Arias, N. (2023). Movilización y resistencia campesina a lo largo del río La Miel. En: Luchas por el agua en Caldas. Juntanza campesina y académica en la construcción de la paz ambiental. Tirant lo Blanch - Programa Colombia Científica. Reconstrucción del Tejido Social en Zonas de Posconflicto en Colombia (libro en revisión de diseño para impresión y publicación). pamela.valencia@ucaldas.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5216-2541
1 El método histórico hermenéutico combina una dimensión crítico-social (que implica entender e interpretar la intersubjetividad) y una dimensión crítica-racional (que pasa por la reconstrucción del discurso), con el objetivo de ofrecer una forma rigurosa de investigar fenómenos culturales o sociales, para contribuir a la comprensión de su origen (histórico) y estructura subyacente (Habermas, 1996).
2 Desde la perspectiva de autores como Bebbington (2007), el desarrollo sostenible y la sostenibilidad ambiental, si bien nacen de preocupaciones por el medio ambiente y la justicia social, en la práctica son usados por empresas privadas para justificar proyectos extractivos. Los discursos de desarrollo sostenible prometen participación de las comunidades y beneficios locales (como la generación de empleo). No obstante, las decisiones clave se toman sin el consentimiento real de las poblaciones afectadas, tal como sucedió en Hidroituango (presentado como proyecto emblemático de desarrollo, pero causante de desplazamiento, alteración del ecosistema del río Cauca y pérdida de medios de vida para las comunidades).
3 Es un movimiento social campesino que integra personas de los municipios de Pensilvania, Samaná, Marquetalia y Victoria. Entre sus objetivos se encuentra la protección del territorio, debido a las consecuencias socioecológicas que algunos proyectos ya han dejado en la región y una cosmovisión ligada al cuidado del agua para su uso en la producción agrícola.
4 En la actualidad, se pretende construir un nuevo proyecto hidroeléctrico —la Central Hidroeléctrica Miel II—, que podría traer consecuencias a cinco municipios de la región: Samaná, Marquetalia, Manzanares, Pensilvania y Victoria. El proyecto hidroeléctrico Miel II proyectaba iniciar operaciones para el año 2024 mediante la construcción de un túnel de aproximadamente 9 km, con una generación de 120 MW —equivalentes al 3 % de la energía del país—. Dentro de los posibles riesgos y afectaciones socioambientales cabe mencionar la disminución de la cantidad del caudal del río La Miel, la desaparición de quebradas, los cambios en el uso del suelo y el riesgo de que se presenten desplazamientos por el desarrollo.
5 Desde la perspectiva de Pierre Bourdieu, el capital simbólico es “cualquier propiedad (capital, físico, económico, cultural, social) percibida por agentes sociales cuyas categorías de percepción [...] les permiten distinguirla, conocerla y reconocerla, conferirle algún valor” (Santana, 2019, p. 78). En este caso, la comunidad campesina del Oriente de Caldas, organizada en MACO, le atribuye al agua y al territorio un valor que trasciende la instrumentalización de la naturaleza.
6 Aunque Habermas no ha realizado un análisis exhaustivo sobre las discusiones poscoloniales que incluyen los debates sobre el desarrollo, sí ofrece la posibilidad, desde la acción comunicativa, de interpretar las subjetividades encontradas en el marco de los conflictos socioambientales, cuando existen diversos significados e intereses en torno a uno de los factores sociales que crean unidad o desacuerdos como el desarrollo. Respecto a esto, “la investigación hermenéutica abre o nos alumbra la realidad bajo la guía de un interés por el mantenimiento y ampliación de la intersubjetividad de un entendimiento posible, enderezado a orientar la acción. La comprensión del sentido se endereza, por su propia estructura a un consenso posible entre los agentes en el marco de una autocomprensión recibida” (Habermas, 1996, p. 41).
7 El concepto de “contra-poder” hace referencia a las formas colectivas de resistencia que se oponen a las estructuras de dominación desde lógicas no institucionalizadas (Castells, 2012; Holloway, 2002). Desde la teoría crítica, esta noción se inscribe en la preocupación por la emancipación frente a formas de racionalidad que han subordinado la vida a la lógica instrumental (Horkheimer, 1973; Marcuse, 1993).