Una ética del cohabitar para la conservación biocultural de los ríos*
Ricardo Rozzi**
University of North Texas (Estados Unidos)
Universidad de Magallanes, Cape Horn International Center (CHIC) (Chile)
Traducción del inglés al español por María Mercedes Andrade
Naturaleza y Sociedad. Desafíos Medioambientales • número 3 • mayo-agosto2022 • pp. 59-73
https://doi.org/10.53010/nys3.03
Recibido: 14 de marzo de 2022 | Aceptado: 2 de septiembre de 2022
Resumen. Durante el siglo XX, una multitud de ríos fueron bombeados, canalizados, estratificados, represados y desviados. Cursos y cuerpos de agua muy diversos (ríos, arroyos, lagos, humedales, esteros y acuíferos) se transformaron con fines de riego agrícola, energía, abastecimiento de zonas urbanas o simplemente para favorecer intereses económicos. Estas transformaciones fueron impulsadas por una mentalidad heredada de la modernidad que ha llevado a entender y explotar los ríos como meros canales de agua o fuentes de energía para centrales hidroeléctricas. Esta concepción unidimensional continúa promoviendo la conversión de los ríos en canales pavimentados y/o su obstrucción para la construcción de grandes represas hidroeléctricas en todo el mundo. En este artículo utilizo el marco conceptual de las 3H (hábitos, hábitats, cohabitantes) de mi ética biocultural para criticar el problemático hábito moderno de canalizar indiscriminadamente cursos de agua, que conduce a la proliferación de hábitats homogéneos (surcados por cursos de agua cautivos) y conlleva el sufrimiento o la eliminación de miríadas de cohabitantes. Estos incluyen tanto la exuberante diversidad biológica que habita los ríos (peces de agua dulce, insectos, plantas, algas y bacterias) como la rica diversidad cultural de comunidades humanas que cohabitan en las cuencas hidrográficas. El modelo de las 3H puede guiarnos complementariamente para proteger y regenerar conexiones de las sociedades humanas con los ríos, y transformar así no solo los hábitats biofísicos, sino también nuestra cultura simbólica y material. En el texto exploro cómo la perspectiva de mi ética biocultural sustenta y es sustentada por: i) la revalorización filosófica del concepto de meandro desarrollada por la pensadora ambiental Irene Klaver; ii) metodologías científicas innovadoras para el estudio de la biota fluvial propuestas por la ecóloga dulceacuícola Tamara Contador; iii) la reciente atribución legal de derechos bioculturales a los ríos en Colombia, Nueva Zelanda e India; y iv) expresiones de poetas indígenas y otros artistas que comunican las profundas interconexiones río-humano. Por un lado, la adopción de la ética biocultural nos exige abandonar una mentalidad unidimensional para abrazar formas ancestrales y nuevas de pensamiento sistémico, contextual, complejo y dinámico para comprender y valorar los ríos. Por otro lado, nos invita a cultivar hábitos de cuidado de los hábitats ribereños donde cohabitamos con diversos cohabitantes (humanos y otros-que-humanos) cuyo bienestar procuramos. Así, emerge una ética del cohabitar que nos orienta a valorar y defender la conservación biocultural de los ríos.
Palabras clave: cambio global, derechos bioculturales, ecosistemas, ética biocultural, justicia socioambiental
An ethic of co-inhabitation for the biocultural conservation of rivers
Abstract. During the 20th century, numerous rivers were pumped, channeled, stratified, dammed, and diverted. Diverse water courses and bodies (rivers, streams, lakes, wetlands, estuaries, and aquifers) were transformed for agricultural irrigation and energy purposes, supplying urban areas or simply favoring economic interests. These transformations were driven by a mentality inherited from modernity that has led to understanding and exploiting rivers as mere water channels or fuel for hydroelectric power plants. This one-dimensional mentality continues to promote the conversion of rivers into paved channels and/or their clogging by constructing large hydroelectric dams worldwide. In this article, I use the conceptual framework of the “3Hs” (Habits, Habitats, co-in-Habitants) of my biocultural ethics to criticize the problematic modern habit of indiscriminately channeling water courses, which leads to the proliferation of homogeneous habitats (crossed by captive water courses) that entail the suffering or elimination of myriads of co-inhabitants. These co-inhabitants include both the exuberant biological diversity that inhabits rivers (freshwater fish, insects, plants, algae, and bacteria) and the rich cultural diversity of human communities that co-inhabit watersheds. In addition, the “3Hs” model of my biocultural ethics can guide us to protect and/or regenerate connections between human societies and rivers, transforming not only biophysical habitats but also our symbolic and material culture. I explore how the perspective of my biocultural ethics supports and is supported by: (i) the philosophical revaluation of the concept of meander developed by environmental thinker Irene Klaver; (ii) innovative scientific methodologies to study river biota proposed by freshwater ecologist Tamara Contador; (iii) the recent legal attribution of biocultural rights to rivers in Colombia, New Zealand, and India; and (iv) expressions of indigenous poets and other artists that communicate deep river-human interconnections. On the one hand, adopting my proposed biocultural ethics requires us to abandon a one-dimensional mentality to embrace ancient and new forms of systemic, contextual, complex, and dynamic thinking to understand and value rivers. On the other, we must cultivate habits of care for riparian habitats where we co-inhabit with various co-inhabitants (humans and other-than-humans), seeking their well-being. Thus, an ethic of co-inhabitation emerges that guides us to value and defend the biocultural conservation of rivers.
Keywords: biocultural ethic, biocultural rights, ecosystems, global change, social-environmental justice
Uma ética do coabitar para a conservação biocultural dos rios
Resumo. Durante o século XX, inúmeros rios foram bombeados, canalizados, estratificados, represados e transpostos. Cursos e corpos d’água muito diversos (rios, arroios, lagos, áreas úmidas, estuários e aquíferos) foram transformados para a agricultura de irrigação, energia, abastecimento de áreas urbanas ou simplesmente para favorecer interesses econômicos. Essas transformações foram impulsionadas por uma mentalidade herdada da modernidade que levou a entender e explorar os rios como meros canais de água ou combustível para a produção de energia. Essa mentalidade unidimensional continua promovendo a conversão dos rios em canais pavimentados e/ou obstrução pela construção de grandes usinas hidroelétricas em todo o mundo. Neste artigo, utilizo o referencial conceitual das “3Hs” (hábitos, hábitats, coabitantes) de minha ética biocultural para criticar o problemático hábito moderno de canalizar indiscriminadamente cursos de água que conduz à proliferação de hábitats homogêneos (singrados por cursos de água cativos) que implica o sofrimento ou eliminação de visões de coabitantes. Estes incluem tanto a exuberante biodiversidade biológica que habita os rios (peixes de água doce, insetos, plantas, algas e bactérias) quanto a rica diversidade cultural de comunidades humanas que coabitam nas bacias hidrográficas. De forma complementar, o modelo das 3Hs de minha ética biocultural pode ser um guia para a proteção ou regeneração das conexões das sociedades humanas com os rios, transformando não somente os hábitats biofísicos, mas também nossa cultura simbólica e material. Neste texto, exploro como a perspectiva de minha ética biocultural justifica e é justificada 1) pela revalorização filosófica do conceito de meandro desenvolvida pela pensadora ambiental Irene Klaver; 2) pelas metodologias científicas inovadoras para estudar a biota fluvial propostas pela ecologista dulciaquícolas Tamara Contador; 3) pela recente atribuição legal de direitos bioculturais aos rios na Colômbia, na Nova Zelândia e na Índia, e 4) pelas expressões de poetas indígenas e outros artistas que comunicam as profundas interconexões rio-humano. Por um lado, a adoção da ética biocultural nos exige abandonar uma mentalidade unidimensional para abraçar formas ancestrais e novas de pensamento sistêmico, contextual, complexo e dinâmico a fim de compreender e valorizar os rios. Por outro, devemos cultivar hábitos de cuidado dos habitats ribeirinhos onde coabitamos com diversos coabitantes humanos e outros-que-humanos, cujo bem-estar procuramos. Assim, emerge uma ética de coabitar que nos orienta a valorizar e defender a conservação biocultural dos rios.
Palavras-chave: ecossistemas, ética biocultural, direitos bioculturais, justiça socioambiental, mudança global
…sueños y pasos que me unían
a la voz del río,
seres en movimiento,
golpes de luz en la historia,
tercetos encendidos como lámparas.
El pan y la sangre cantaban
con la voz nocturna del agua.
Pablo Neruda, “El río”1
Con este poema imaginativo, el premio Nobel chileno Pablo Neruda expresó las profundas interconexiones entre los atributos biofísicos y culturales de los ríos. Con el fin de percibir estas interconexiones bioculturales, el poeta escucha “la voz del río”. La sensibilidad poética de Neruda es consistente con una comprensión ecológica de los ecosistemas de los ríos, los cuales transportan nutrientes y les proporcionan a los humanos y otros seres vivientes hábitats esenciales. Los ríos fluyen a través de paisajes heterogéneos y surten corredores biológicos para algas, plantas, insectos y otros invertebrados, así como para peces, aves y otros vertebrados. También transportan nutrientes minerales esenciales de las tierras altas a la costa. Los ríos son las arterias que conectan las montañas y otras tierras con el mar. Estas arterias fluviales han sostenido la vida de diversas culturas en diferentes continentes y épocas. Sin embargo, las formas complejas en las que los ríos integran elementos biofísicos y culturales no son capturadas por las narrativas del progreso que hemos heredado del siglo XX. Basándose en ellas, los ríos han sido entendidos y explotados como simples canales acuáticos. Estos relatos no logran comprender y valorar las interconexiones biológicas y culturales (es decir, bioculturales), que son vitales no solo para los organismos de agua dulce sino también para la vida humana.
En este artículo critico la visión que considera los ríos solo como canales de agua o fuentes de energía para plantas hidroeléctricas. Contrasto esta visión, que es problemática por su unidimensionalidad, con otras ontologías sobre los ríos que inspiran políticas socioambientales novedosas, las cuales le dan valor a las ricas diversidades biológicas y culturales, así como sus interrelaciones (es decir, la diversidad biocultural). Con una comprensión biocultural de los ríos podemos comprenderlos y cuidarlos como ecosistemas que proporcionan hábitats esenciales para el bienestar de comunidades humanas y de otros seres vivientes. Con este fin, propongo el marco conceptual de las 3H (hábitos, hábitats y cohabitantes) de mi ética biocultural, bajo la cual valoramos y defendemos las conexiones vitales entre los ecosistemas de los ríos y las culturas humanas.
Respaldada por diversas disciplinas y formas complementarias de conocimiento que sustentan nuevas formas de gestión y gobernanza de los ecosistemas fluviales, una comprensión biocultural de los ríos está presente en las ciencias y filosofías contemporáneas y en las tradiciones culturales de las comunidades indígenas y locales que han habitado durante mucho tiempo los ecosistemas fluviales (Santafe-Troncoso y Loring, 2021). Estas comunidades establecen relaciones dialécticas de cohabitación con los ríos, que han dado lugar a múltiples expresiones culturales, simbólicas y materiales. Basado en una comprensión de las interconexiones bioculturales que sustentan el bienestar de las comunidades humanas y otros seres vivos, propongo una ética de cohabitación con los ríos. Aunque en este artículo me centro en los ríos, espero que el modelo heurístico de las 3H de la ética biocultural pueda contribuir a examinar y resolver problemas complejos de cambio climático (y, más ampliamente, de cambio socioambiental global, por ejemplo, crisis del agua, degradación de hábitats y desplazamiento de comunidades locales de sus territorios), que generan crecientes problemas de pobreza e inequidad, así como pérdidas aceleradas de diversidad biológica y cultural.
Ontologías fluviales
Los ríos son mucho más que meros canales de agua. Son comunidades bioculturales donde se ensamblan elementos biológicos y culturales. Los ríos representan relaciones ancestrales con los pueblos originarios. La mayoría de las culturas han surgido asociadas a ellos. Hoy en día, los ríos tienen relaciones complejas con las prácticas contemporáneas de ganadería, agricultura, minería, energía y urbanización (Naciones Unidas, 2014). Observados desde una perspectiva biocultural, los ríos pueden invitarnos a revalorar su importancia en la vida. Nos animan a repensar críticamente (y transformar) el concepto unidimensional que los considera como simples flujos de agua. Esta mentalidad ha promovido la conversión de los ríos en canales pavimentados y diseñados desde la modernidad.
La concepción unidimensional de los ríos es un mito, y uno perjudicial. Hoy en día, muchos gobiernos afirman que, si no se construyen presas o canales, el agua de los ríos se pierde de manera irreversible cuando llega al mar. El expresidente de Perú, Alan García, escribió un impopular artículo titulado “El síndrome del perro del hortelano” (2007), donde expresa críticas porque hoy en día “los ríos que bajan a uno y otro lado de la cordillera son una fortuna que se va al mar sin producir energía eléctrica” (p. 3) debido a que las comunidades locales tienen recursos que no explotan y no permiten que nadie más explote. Su visión expresa el espíritu modernista e individualista de Thomas Hobbes, quien no fue capaz de entender la interdependencia entre culturas y ríos.
Los proyectos de infraestructura hídrica a gran escala se convirtieron en paradigmas del siglo XX. Los ríos fueron bombeados, canalizados, estratificados, represados y desviados. Diversos cuerpos de agua (ríos, arroyos, lagos, humedales, estuarios y acuíferos) se transformaron con fines unidimensionales de riego agrícola y energía, suministro de áreas urbanas, o simplemente para favorecer los intereses económicos (Kibel, 2007). La Comisión Mundial de Represas (World Commission on Dams, WCD) ha estimado que, entre 1945 y 2000, 80 millones de personas fueron desalojadas en todo el mundo para construir grandes represas, lo cual afectó principalmente a los pueblos indígenas y a las minorías étnicas que fueron obligados a migrar de sus territorios ancestrales inundados (WCD, 2000; Johnston, 2012). En consecuencia, más de quinientos millones de personas que dependen de los ríos han perdido sus hábitats y hábitos de vida y, como resultado, su bienestar se ha degradado (Richter et al., 2010). La transformación de lagos, ríos y acuíferos naturales genera un impacto significativo y pérdidas drásticas en la diversidad hidroecológica, biológica y cultural: las masas de agua “han fluido” homogeneizadas hasta el siglo XXI.
Al utilizar el modelo de las 3H (hábitos, hábitats y cohabitantes) de la ética biocultural (Rozzi, 2012), podemos distinguir cómo el hábito de canalizar cursos de agua ha llevado a hábitats homogéneos, caracterizados por canales pavimentados, con la consecuente eliminación de comunidades ancestrales de cohabitantes (humanos y otros-que-humanos)2. De manera complementaria, al valorar los vínculos indisociables entre diversos cohabitantes, sus hábitos de vida y hábitats compartidos, el modelo de las 3H puede guiarnos para reconectar a las sociedades humanas con los ríos. Los ríos que fluyen libremente pueden transformar tanto nuestras mentalidades como los hábitats biológicos. Adoptar una ética biocultural nos inspira a revalorar y defender nuestras relaciones multifacéticas con ellos. Al fluir con los ríos y sus comunidades de vida, la práctica de una ética biocultural se convierte en una ética del cohabitar para los “guardianes”3 de los ríos. Esta ética nos exige cuidar los hábitats y el bienestar de diversos cohabitantes humanos y otros-que-humanos.
Para facilitar una comprensión biocultural de la relevancia del curso natural de los ríos, me remito a la filósofa Irene Klaver (2018), quien revalora el concepto de meandro o el serpenteo sinuoso de las aguas. Desde la modernidad temprana, los ríos han sido homogeneizados a través de canales para el transporte fluvial comercial, la determinación de límites de propiedad y la planificación urbana. Serpentear tomó una connotación negativa, como sinónimo de deambular sin rumbo y de divagar a través de discusiones interminables, perturbando así el concepto moderno de progreso (Rozzi et al., 1998). Sin embargo, a finales del siglo XX, los valores ecológicos y culturales del serpentear comenzaron a ser comprendidos nuevamente (Klaver, 2013). Klaver ha contrastado la mentalidad unidimensional del progreso con las formas emergentes de pensamiento que (re)valorizan las interconexiones bioculturales integradas en los meandros de los ríos. En palabras de Klaver (2018):
[El pensamiento unidimensional y la consiguiente] homogeneización y enfoque utilitario con respecto al agua se presentan como un ejemplo poderoso y útil del modelo de ética biocultural de las 3H de Ricardo Rozzi (2013): muestra un hábito (represar, canalizar, vender y desviar cursos de agua) que lleva a hábitats homogéneos (infraestructura, “lechos de río” pavimentados o de concreto y acueductos) con una consiguiente reducción de las comunidades de cohabitantes. Un enfoque de las 3H permite una reorientación hacia la reconexión con los ríos y la revalorización, revitalización y reimaginación de las relaciones fluviales dentro de los procesos de conservación biocultural y diversificación cultural. Este nuevo hábito cultural, que incluye una mentalidad biocultural, diversificaría los hábitats y ampliaría el espectro de la supervivencia y el bienestar de los cohabitantes. (p. 50)
Para ayudar a repensar los ríos, Klaver se ha centrado en dos componentes clave de ellos: el meandro y la fluviósfera. Interrelaciona sus dimensiones conceptuales y materiales, destacando así sus dinámicas interactivas. La reconceptualización de los ríos por parte de Klaver resuena con el poema de Neruda “El río” y con mi enfoque sistémico y contextual biocultural que integra las dimensiones culturales biofísicas, materiales y simbólico-lingüísticas de los ríos y otros hábitats. En su análisis de los ríos como sistemas bioculturales, Klaver (2013) combina componentes ontológicos, epistemológicos, políticos, culturales y fenomenológicos, al afirmar que:
Crear prácticas, lugares y tecnologías cotidianas, [que reconectan]... amplía la noción de ética en la dirección de ethos, actitud o hábito, que en su forma latina está relacionada con habitare, vivir en un lugar (Rozzi et al., 2008). Los humanos como seres situados están in situ, en un lugar o sitio determinado. Este sentido expandido de ética como ethos significa que nuestro esfuerzo de vincular ecología y filosofía también tiene componentes ontológicos (que exploran el ámbito del ser), epistemológicos, políticos, culturales y experienciales. Esto proporciona herramientas adicionales para conceptualizar y practicar formas de pensar y trabajar juntos como ecólogos y filósofos. (p. 89)
La filosofía de Klaver transita de la ontología a una ética fundamentada en espacios materiales y culturales. El pensamiento analógico vincula las formas biogeofísicas del meandro del río con las formas no lineales del pensamiento complejo. Las nuevas comprensiones del caos y la complejidad4 han permitido revalorar el meandro para percibir los ríos como algo más que canales de agua o líneas azules dibujadas en los mapas (Klaver, 2012). Los ríos tienen un influjo (o influencia) sobre la geología, el aire, los suelos, los grupos de seres vivos y las culturas que cohabitan en ellos. Recíprocamente, los ríos reciben los influjos de estos dominios biológicos y culturales. Estos flujos (o influencias) recíprocos expresan la naturaleza biocultural de los ríos.
Los ríos crean sus propias hidrósferas, biósferas y atmósferas, sosteniendo intrincadas redes de relaciones en una “ciudadanía hidráulica”, tal y como explica el antropólogo ambiental Nikhil Anand (2017). El concepto de ciudadanía hidráulica implica una noción de responsabilidad y nos ayuda teórica y prácticamente a integrar las dimensiones biológicas, sociales, políticas, estéticas, emocionales y culturales en nuestras relaciones de cohabitación con los ríos.
Al considerar a diversos seres vivos como cohabitantes, la ecóloga dulceacuícola chilena Tamara Contador ha desarrollado nuevos métodos para estudiar los “bichitos de los ríos” (Contador et al., 2018, p. 193). Los invertebrados de agua dulce no se capturan para colecciones científicas, sino que se observan y conservan cuidadosamente en sus hábitats. No son considerados meros objetos de estudio, sino sujetos; es decir, seres con su propio interés y capacidad de sentir dolor y placer (Rozzi, 2019). La visión de Contador reconoce no solo el valor instrumental de los invertebrados y de los ríos, sino también sus valores relacionales intrínsecos y múltiples (Contador et al., 2018). Orientados hacia una ética biocultural, los científicos comprenden, valoran y se relacionan con los bichitos de los ríos como cohabitantes.
Las cosmovisiones ancestrales indígenas acerca de los ríos y sus comunidades de vida convergen con formas de comprensión y valoración de las ciencias contemporáneas y la ética biocultural. Como expresó el poeta mapuche Leonel Lienlaf (1989):
Mañkean ñi dungu Umagtuken lafken pewmamu ina nepeken challwa nepenmu. Ayeken kümemew, Ngümaken mawünmew feley ta ñi mongen, feley ta ñi nütram fewla umagtuan. |
El sueño de Mañkean Mi risa es el sol del mediodía, mis lágrimas las vertientes, mi dormir es el descanso del amor y mi despertar la vida de los peces. Es así mi existir, es así mi palabra y las aguas me continúan cantando. |
Leonel Lienlaf expresa en su poema bilingüe (en mapudungun y español) la conciencia de una genealogía común de cohabitantes humanos y no humanos, cuyos flujos de energía y materia están interconectados. Con una perspectiva biocultural, podemos afirmar que:
Los seres humanos y otros seres caminan juntos. El dolor de uno es el dolor del otro. El agua de los manantiales es el agua de las lágrimas. La diversidad biológica y la diversidad cultural fluyen juntas. El dolor y el bienestar de los seres humanos y otros seres vivos y no vivos van de la mano (Rozzi, 2001). En el pasado y hoy en día, tanto en culturas indígenas como occidentales subalternas encontramos que los hábitos humanos están conectados a la comunidad biocultural de cohabitantes. Esta conexión parece ser la norma, en cambio la desconexión actual de la sociedad global parece ser una excepción, pero una excepción que hoy en día es dominante y necesita ser rectificada. (Rozzi, 2013, p. 25)
Al adoptar y asumir una ética biocultural, transformamos los modelos geométricos y homogeneizadores de los ríos, los cuales son renovados por una comprensión y apreciación de la complejidad e indeterminación de los flujos (Klaver, 2013; Rozzi, 2021). No solo fluye el agua, sino también las dinámicas de las sociedades y sus relaciones de cohabitación con diversas comunidades bioculturales de animales, plantas, sedimentos, infraestructura, capital, energía, turistas, dinero e intercambios materiales y culturales. Esta comprensión nos invita a establecer nuevas formas de relación con los ríos, fomentando su conservación biocultural fundamentada en una ética de cohabitación.
Derechos bioculturales de los ríos en las constituciones del siglo XXI
Para emprender la conservación biocultural de los ríos, es necesario entenderlos como bienes comunes. Debemos eliminar la prevalencia de los derechos individuales y adoptar los derechos comunes (Harvey, 2008). El agua proporciona la materialidad, el medio y el marco para pensar y cohabitar en común. Con este fin, varios países han adoptado recientemente un marco legal de derechos bioculturales en sus constituciones (Berros, 2021; González-Morales, 2022).
El nuevo constitucionalismo latinoamericano ha ampliado y transformado la comprensión de los derechos ambientales (Berros, 2021; González-Morales, 2022). Tal como ha documentado el filósofo ambiental J. Baird Callicott (2017), reconocer los valores (y derechos) de la naturaleza forma parte de las visiones del mundo de múltiples pueblos y tradiciones culturales. Este nuevo constitucionalismo define principios de gobernanza y acciones ante fenómenos críticos, como el cambio climático y la disminución de los recursos naturales. Quiero llamar la atención sobre el hecho de que, para abordar cuestiones relacionadas con los derechos y la soberanía de las comunidades indígenas y otras comunidades locales, este nuevo constitucionalismo debería considerar la justicia intercultural tanto como la justicia entre especies (Rozzi, 2018).
Algunos eventos históricos recientes que expresan el cambio de la visión unidimensional con respecto a los ríos corresponden a la atribución de derechos bioculturales al río Atrato en la Constitución colombiana en 2016, al río Whanganui en un acuerdo de Nueva Zelanda en 2017 y a los ríos Ganges y Yamuna por la Alta Corte de Uttarakhand en India en 2017. Más recientemente, en 2020, un movimiento social en Chile exigió un plebiscito para generar un nuevo texto constitucional que incluyera la mejora de nuestra relación con la naturaleza.
En medio de la actual crisis ecológica y climática que estamos experimentando a escala nacional e internacional, cuando afirmamos los derechos de los ríos y la naturaleza, estamos instaurando una (re)conexión de la sociedad global con el mundo natural. Un primer paso es la afirmación de la diversidad biocultural existente. Un segundo paso es la implementación de los derechos bioculturales de los ríos y otros ecosistemas a través de las relaciones de cuidado emprendidas por las comunidades, especialmente por los pueblos originarios, los pescadores y otras comunidades locales, científicos, autoridades, educadores y el público en general (Macpherson et al., 2020).
A finales de la década de 1970, el jurista checo Karel Vašák (1977) identificó tres generaciones de derechos humanos, paralelas a las ideas centrales de la Revolución francesa. La primera generación está vinculada al concepto de libertad e incluye los derechos políticos y civiles fundamentales. La segunda está relacionada con la noción de igualdad y consta de derechos económicos, sociales y culturales. La tercera está conectada al concepto de solidaridad y contiene los derechos de los pueblos indígenas y de la naturaleza. Tomando prestadas las tres generaciones de derechos, el derecho a vivir en un ambiente saludable reconoce la relación entre la salud de los seres humanos y otros seres vivos que cohabitan con ríos, montañas, bosques, mares y otros ecosistemas.
Esta perspectiva biocultural ha contribuido a abrir el derecho occidental a diferentes formas de concebir el agua y los ríos. En el caso del río Atrato en Colombia, la Sentencia Constitucional T-622 que atribuye derechos bioculturales al río resultó del activismo de científicos, jueces y otros profesionales, y en general, del papel sustancial desempeñado por comunidades étnicas y locales que habían sido tradicionalmente excluidas. Sus cosmovisiones y conocimientos territorializados formaron parte del proceso de toma de decisiones y fueron una fuente creativa para nuevos mecanismos de protección del agua. La Corte colombiana basó su fallo en el reconocimiento de la naturaleza relacional y sistémica entre el río y las comunidades afrocolombianas, indígenas y mestizas que cohabitan en él. La declaración de derechos bioculturales permitió el reconocimiento de la interdependencia histórica y cotidiana entre estas comunidades, el río y la biodiversidad. Además, se valoró la existencia de conocimientos y prácticas de vida muy importantes y se reconsideraron críticamente procedimientos disruptivos, como la minería de oro (González-Morales, 2022).
Orientados por una ética biocultural, los “guardianes” aplican los derechos bioculturales para proteger los vínculos vitales entre los hábitos de vida de las comunidades de cohabitantes y sus hábitats compartidos. De esta manera, estos derechos defienden las relaciones indisociables entre la diversidad biológica y cultural. La Corte Constitucional de Colombia expresa esta visión biocultural en los siguientes términos:
Los denominados derechos bioculturales, en su definición más simple, hacen referencia a los derechos que tienen las comunidades étnicas a administrar y a ejercer tutela de manera autónoma sobre sus territorios -de acuerdo con sus propias leyes, costumbres- y los recursos naturales que conforman su hábitat, en donde se desarrolla su cultura, sus tradiciones y su forma de vida con base en la especial relación que tienen con el medio ambiente y la biodiversidad. En efecto, estos derechos resultan del reconocimiento de la profunda e intrínseca conexión que existe entre la naturaleza, sus recursos y la cultura de las comunidades étnicas e indígenas que los habitan, los cuales son interdependientes entre sí y no pueden comprenderse aisladamente. (Sentencia T-622, 2016)
De esta manera, se reconfigura la noción y ejercicio de los derechos del medioambiente, pues reconoce a entidades del ecosistema como sujetos de derecho y define que su amparo se derive de la acción de tutela por custodios de la naturaleza para implementar los derechos bioculturales. El reconocimiento de los ríos y los ecosistemas relacionados como personas o sujetos legales está emergiendo rápidamente como un mecanismo en prácticas transnacionales disponibles para los gobiernos que buscan una gestión más efectiva y colaborativa de los recursos naturales. Los ríos están resurgiendo gracias a tres nuevos conceptos y prácticas. En primer lugar, la conservación biológica y la restauración ecológica. Por ejemplo, hoy en día, los meandros y los cauces de agua a menudo son restaurados por las mismas empresas de ingeniería que canalizaron los cauces de agua en el siglo XX (Seal, 2012; Zeedyk y Clothier, 2014). En segundo lugar, las expresiones simbólico-lingüísticas de una nueva imaginación biocultural nos invitan a escuchar a los ríos, tal como escribió el poeta chileno Pablo Neruda (1954), “sueños […] me unían a la voz del río”. La ética biocultural ofrece a la sociedad global una orientación para cohabitar con los ríos, producir pan y evitar derramamiento de sangre, parafraseando a Neruda (1954). En tercer lugar, las innovaciones institucionales y políticas están introduciendo un cambio normativo en el pensamiento sobre cómo definimos y protegemos legalmente el mundo natural. Desde 2006, los gobiernos de todo el mundo han adoptado disposiciones legales (leyes y fallos judiciales) reconociendo a “la naturaleza” como “sujeto con derechos inalienables” (Kauffman y Martin, 2018). Las normas y estructuras de gobernanza que unen a los humanos y la naturaleza han sido durante mucho tiempo defendidas por los pueblos indígenas. Como explicó la líder de la Nación Ponca de Oklahoma, Casey Camp Horinek, en su discurso de apertura en el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza en Quito, Ecuador, en 2014, “Si bebiste agua esta mañana, entonces debes reconocer y entender que no hay separación entre los humanos y la Tierra” (Camp Horinek, 2017, p. 12). En Colombia, India y otros países, con el fin de justificar el reconocimiento de los Derechos de la Madre Tierra y los ríos como sujetos de derechos, los jueces han incorporado las cosmovisiones y valores indígenas, así como los conceptos filosóficos y argumentos normativos que circulan globalmente y son proporcionados por redes transnacionales de abogados dedicados al derecho ambiental, activistas, movimientos sociales y organizaciones globales (Berros, 2021).
El reconocimiento de derechos a un sujeto no humano ha sido respaldado por la comprensión de la conectividad de los ríos con las comunidades que desarrollan sus vidas alrededor de ellos. No se trata de la protección ensimismada de un río, la cual busca separar a las comunidades humanas del concepto mismo de la naturaleza, sino de algo que contribuye a su comprensión simbiótica. Hoy en día, los ríos y sus meandros nos convocan a comportarnos bajo una ética biocultural que fluya en procesos políticos y deliberaciones sociales para integrar dimensiones biológicas, culturales, tecnológicas y políticas en una dinámica continua. Con sus meandros, los ríos fluyen a través de los hábitats más lentamente, infiltrando profundidades biofísicas y culturales. Los guardianes de los ríos pueden escuchar los murmullos del flujo lento y las comunidades bióticas, así como las múltiples comunidades humanas, incluyendo sus voces vernáculas, científicas, poéticas y legislativas. Los meandros nos abren hacia horizontes de reunión con los ríos y la conservación biocultural. Como afirma el antropólogo y kayakista Jens Benöhr, es “a través de la articulación entre las comunidades y la generación de un vínculo activo con los ríos, que podremos cohabitar mediante las ciencias, los deportes y el turismo” (Lynch, 2018, p. 19).
En los albores de la civilización occidental, el filósofo presocrático Heráclito nos advirtió que nadie se baña dos veces en el mismo río (Kahn, 1979). En diferentes momentos, encontraremos aguas y materiales sedimentarios distintos. Estos cambios a veces son imposibles de discernir y otras veces son evidentes. Aunque es imposible devolver cualquier río a una configuración anterior, las palabras de Heráclito nos animan a tomar medidas para que las aguas de los ríos fluyan libremente, claramente, con respeto y de manera asombrosa, llevando bienestar a la comunidad de cohabitantes —de diversas culturas y especies— generosamente nutrida por estas arterias que atraviesan nuestros hábitats compartidos. Para respetar estos flujos serpenteantes, propongo una ética biocultural de cohabitación con los ríos que exige justicia inter-culturas e inter-especies.
Agradecimientos
Agradezco la traducción de María Mercedes Andrade, las ediciones de Paloma González, junto a los valiosos comentarios críticos de los revisores anónimos, la orientación editorial de Martha Lux y Daniela Morales (Universidad de los Andes, Colombia) y la revisión del texto en inglés por Kelli Moses (Universidad de Magallanes, Chile). También aprecio el intercambio de ideas con Irene Klaver, Tamara Contador y Valentina González, quienes han estimulado el desarrollo de los conceptos planteados en este artículo. Este trabajo ha sido apoyado por el Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) - ANID/BASAL (PFB210018).
Referencias
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Berros, M.V. (2021). Challenges for the implementation of the rights of nature: Ecuador and Bolivia as the first instances of an expanding movement. Latin American Perspectives, 48(3), 192-205. https://doi.org/10.1177%2F0094582X211004898
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Notas
* Este artículo fue preparado entre 2020 y 2022 como parte del programa de investigación del Sub-Antarctic Biocultural Conservation Program de la University of North Texas, Estados Unidos, y el Cape Horn International Center (CHIC) - ANID/BASAL (PFB210018), de la Universidad de Magallanes, Chile.
** Ph.D. en Ecología, y M.A. en Filosofía, University of Connecticut, Estados Unidos. Actualmente es Profesor Titular en el Departamento de Filosofía y Religión, University of North Texas, Estados Unidos, y Director del Cape Horn International Center (CHIC), Universidad de Magallanes, Chile. Últimas publicaciones: “Taxonomic Chauvinism, no More! Antidotes from Hume, Darwin, and Biocultural Ethics, publicado en Environmental Ethics, 41(3), 253-288, https://doi.org/10.5840/enviroethics201941325 y “Biocultural Homogenization: A Wicked Problem in the Anthropocene”, en From Biocultural Homogenization to Biocultural Conservation (R. Rozzi, R. H. Jr. May, F. S. III Chapin, F. Massardo, M. Gavin, I. Klaver, A. Pauchard, M. A. Núñez y D. Simberloff [eds.]), Ecology and Ethics book series, vol. 3, Springer, pp. 21-47). ricardo.rozzi@unt.edu
1 Tomado de “El río”, por Pablo Neruda (1954). https://neruda.uchile.cl/obra/obrauvasyelviento2.html
2 El concepto de cohabitante es central en una ética biocultural. Así como el concepto de compañero alude a compartir el pan (del latín, cum = con; panis = pan), el término cohabitante se refiere a compartir un hábitat, lo cual implica procesos ecológico-evolutivos, así como un deber ético de cuidar el hábitat. Por lo tanto, el concepto de cohabitante es tanto descriptivo como normativo (Rozzi, 2018).
3 El término guardianes fue adoptado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia en la Resolución 0907 del 22 de mayo de 2018, con la cual se decreta la creación de “la Comisión de Guardianes del río Atrato en el marco del cumplimiento de la Sentencia T-622 de 2016 de la Corte Constitucional y se toman otras determinaciones”.
4 Law y Urry (2005), citados en Klaver (2012).