Las cocinas comunitarias como patrimonio de la protesta social: experiencias del levantamiento indígena y popular en Ecuador, 2022*

Ana María de Veintimilla Donoso**

Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo (Ecuador)

Naturaleza y Sociedad. Desafíos Medioambientales • número 8 • enero-abril 2024 • pp. 150-168

https://doi.org/10.53010/FRIZ6915

Recibido: 27 de agosto de 2023 | Aceptado: 6 de marzo de 2024

Resumen. Este artículo narra el resurgir de las cocinas comunitarias en Ecuador durante el levantamiento nacional de 2022, cuando, una vez más, el movimiento indígena y la ciudadanía se movilizaron para exigir el cumplimiento de sus demandas, entre las que se destaca la de un Ecuador posextractivista. En este contexto, las cocinas comunitarias que se activaron en la ciudad de Quito, fueron un espacio vital para sostener la protesta social y promover el encuentro, la creatividad y la solidaridad. Históricamente, el patrimonio culinario ha sido instrumentalizado por los grupos hegemónicos para reforzar su poder y dominación sobre el resto de la población; sin embargo, como voluntaria en varias cocinas durante los días de la protesta, muestro cómo las cocinas comunitarias son tradiciones contrahegemónicas y tejen sentidos emancipatorios.

Palabras clave: América Latina, cocinas comunitarias, Ecuador, movimiento indígena, protesta social

Community Kitchens as a Heritage of Social Protest: Experiences of the Indigenous and Popular Uprising in Ecuador, 2022

Abstract. This article narrates the resurgence of community kitchens in Ecuador during the 2022 national uprising when, once again, the Indigenous movement and citizens mobilized to demand the fulfillment of their requests, including that of a post-extractivist Ecuador. In this context, the community kitchens activated in the capital city Quito were a vital space for sustaining social protest and promoting encounter, creativity, and solidarity. Historically, culinary heritage has been instrumentalized by hegemonic groups to reinforce their power and domination over the rest of the population; however, as a volunteer in several kitchens during the days of the protest, I show how community kitchens are counter-hegemonic traditions and weave emancipatory meanings.

Keywords: community kitchens, Ecuador, Indigenous movement, Latin America, social protest

Cozinhas comunitárias como patrimônio do protesto social: experiências do levante indígena e popular no Equador, 2022

Resumo. Neste artigo, narra-se o ressurgimento das cozinhas comunitárias no Equador durante o levante nacional de 2022, quando, mais uma vez, o movimento indígena e a cidadania se mobilizaram para exigir o atendimento de suas demandas, inclusive a de um Equador pós-extrativista. Nesse contexto, as cozinhas comunitárias que foram ativadas na cidade de Quito foram um espaço vital para sustentar o protesto social e promover o encontro, a criatividade e a solidariedade. Historicamente, o patrimônio culinário tem sido instrumentalizado por grupos hegemônicos para reforçar seu poder e dominação sobre o restante da população; no entanto, como voluntária em várias cozinhas durante os dias do protesto, mostro como as cozinhas comunitárias são tradições contra-hegemônicas e tecem sentidos emancipatórios.

Palavras-chave: América Latina, cozinhas comunitárias, Equador, movimento indígena, protesto social


América Latina cuenta con extraordinarias, diversas y ricas tradiciones de protesta social, entre ellas las cocinas comunitarias. Referente en el Cono Sur de la década de 1970, esta estrategia de protesta popular se ha adoptado en otros países de la región en distintos momentos históricos. En este artículo, propongo que las cocinas comunitarias sean consideradas patrimonio cultural del pueblo latinoamericano, que se activan en ciertos contextos, como en Ecuador en los levantamientos indígenas y populares nacionales de 2019 y 2022, cuando, adoptando esta tradición, se montan cocinas comunitarias para acoger al movimiento indígena de todo el país. Las cocinas comunitarias como patrimonio de lucha forman parte de la acción política y el poder colectivo, y también son una manifestación y respuesta a la crisis de cuidados y la necesidad de alimento.

América Latina está entre las regiones más desiguales del mundo, lo cual se refleja, entre otras cosas, en un sistemático empobrecimiento de las condiciones de alimentación. En el 2022 se reportó que el 32 % de la población vive en situación de pobreza (Cepal, 2022). Entre el 2019 y el 2021, el 59,7 % de la población vivió hambre, en comparación con el 29,3 % a nivel mundial (FAO et al., 2023). Para el año 2023, el 22,5 % de las personas no contó con los medios suficientes para acceder a una dieta saludable (OPS, 2023). Los impactos del cambio climático, los conflictos y la inflación afectan a las familias campesinas y disminuyen la posibilidad de las personas de acceder a alimentos saludables.

La sistemática vulneración de los derechos sociales y económicos impulsó varias protestas en Chile, Haití y Colombia1 en 2019. En este mismo año, Ecuador vivió un gran levantamiento indígena y popular que denunciaba las medidas económicas neoliberales, la falta de garantías y apoyos para la producción alimentaria campesina, y la intensificación de la imposición minera y petrolera en las zonas rurales. Estas demandas no fueron escuchadas. Debido a esto, en 2022, se da un segundo levantamiento que, como analiza el historiador Pablo Ospina Peralta, refuerza las expresiones de desesperación de las mayorías más empobrecidas del país luego de casi una década de políticas nefastas de ajuste fiscal repetidas, coronada por dos años de una auténtica catástrofe económica provocada por la pandemia del covid-19 (2022, pp. 11 y 12).

En 2022, frente a la negativa del Estado de cumplir con las demandas2 recogidas por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), resultado del levantamiento de 2019, el Movimiento Indígena llama a un segundo levantamiento que dura 18 días, el más largo del siglo en la memoria del país.

El levantamiento indígena y popular en Ecuador, 2022

En Ecuador, la pobreza a nivel nacional se ubica en el 27 %; y la pobreza extrema en 10,8 %. La población rural es la más afectada, con un índice de pobreza en 46,6 % y de 22,6 % en el caso de pobreza extrema (INEC, 2023). A pesar de ser un país de ingreso mediano, Ecuador es el segundo país en América Latina y el Caribe con mayor prevalencia de desnutrición crónica en niños y niñas después de Guatemala (Naciones Unidas Ecuador, 2022). Son también las comunidades rurales quienes están sufriendo las más graves consecuencias de la malnutrición. En estos territorios, el 28,7 % de niños y niñas menores de cinco años padecen de desnutrición crónica infantil o retraso en el crecimiento3 (Naciones Unidas Ecuador, 2022); a la vez, cerca del 63,3 % de los adultos y el 9,8 % de los niños4 tienen sobrepeso y obesidad, lo que pone en grave riesgo su expectativa de vida (FAO et al., 2023).

El rechazo a eliminar el subsidio al diésel, entre otras exigencias, fue uno de los detonantes del levantamiento de 2022, porque esto implicaba un golpe a la economía de los sectores empobrecidos. El incremento del precio de este combustible significaba, por consiguiente, encarecer los costos de la producción campesina y de los productos de primera necesidad, situación que resultaba insostenible sin una política de focalización de subsidios a sectores vulnerables.

En Ecuador en el 2022, la canasta familiar básica alcanzó un precio de 735 dólares5. Tomando en cuenta que el salario básico es de 425 dólares y que más de la mitad (el 53,3 %) de las personas trabaja en la informalidad y sin seguridad social, el resultado es que el 69 % de los hogares no puede cubrir la canasta (INEC, 2023; Torres, 2022). Los trabajadores del campo son quienes perciben los ingresos más bajos; en el 2022, su salario fue de 198 dólares aproximadamente, a pesar de ser quienes más aportan a la economía del país (“El ingreso de los trabajadores agrícolas…”, 2023)6. Estos datos expresan las consecuencias de las desigualdades y de la distribución inequitativa de la riqueza respecto de las condiciones de alimentación, nutrición, salud y acceso a una vida digna y plena para las familias y comunidades.

Otra exigencia del levantamiento de 2022 fue, como declara la líder amazónica Neumonte Nenquimo7, el respeto a la decisión de mantener los territorios de pueblos y nacionalidades indígenas libres de petróleo y minería (Amazon Frontlines, 2021).

El movimiento indígena y popular cuestiona profundamente el modelo económico hegemónico y el mandato que modela la política en Ecuador, que ha priorizado el extractivismo, apostándole a la explotación petrolera y minera, y a la agroindustria, lo que implica la apropiación y explotación de los bienes comunes, y graves amenazas para los tejidos agrobioalimentarios. En lugar de facilitar políticas de apoyo y fomento de la agricultura campesina y el bienestar de la población, más de 50 años de explotación petrolera han dejado impactos irreversibles, sobre todo para los pueblos y la selva amazónica (Acosta, 2009; Larrea Maldonado, 2022; Nuñez et al., 2023). Estos territorios indígenas y campesinos que sostienen la soberanía alimentaria impactados por más de cuatro décadas de explotación petrolera, vuelven a verse gravemente amenazados por la entrada de las empresas mineras y las actividades de exploración de mediados del siglo pasado.

Hoy existe casi un millón de hectáreas concesionadas para proyectos mineros (el 3,6 % del territorio). Se destaca el megaproyecto minero Mirador en tierras de pueblos amazónicos, que amenaza las fuentes de agua, tierra, aire y alimentos (Chicaiza y Yánez, 2013).

En las palabras de Blanca Chancosa, líder histórica del movimiento indígena,

los gobiernos de turno siguen ofreciendo territorios en sacrificio a las empresas extractivistas, violando la Constitución y vulnerando los derechos colectivos. Amenazando la reproducción de la vida y la naturaleza, despojando a las comunidades de sus territorios, alterando, acaparando y contaminando el agua, los ríos y sus cauces. (Comunicación personal, 18 de abril de 2023)

El levantamiento nacional de 2022 terminó con graves pérdidas humanas: nueve personas fallecidas, un promedio de 318 personas heridas, 199 detenciones y cientos de procesos judiciales abiertos para criminalizar la protesta social (Alianza DDHH, 2022).

La profunda conciencia de la sociedad ecuatoriana sobre la crisis económica, política y ambiental, así como sobre los desafíos para el movimiento social, que demostraron los levantamientos, se conjugó con la de la capacidad de acción política y poder colectivo, expresado también en sostener el fuego vivo de las cocinas comunitarias.

Cocinas comunitarias y protesta social en América Latina

Resuena en la protesta social en América Latina, a viva voz y en las calles, la consigna:

Hasta que la dignidad se haga costumbre8

La tradición de las ollas comunes camina colorida, diversa y plural por América Latina desde hace tiempo. Es un referente de la protesta social en el Cono Sur, en el contexto de las dictaduras de la década de 1970, periodo cargado por gravísimas violaciones a los derechos humanos y por la implementación de un modelo económico neoliberal que empobreció y vulneró las condiciones de vida y la dignidad de la población. Frente a este embate, las ollas comunes fueron una estrategia potente de organización social y sirvieron para sostener la lucha. Esta estrategia persiste y se renueva en la protesta social latinoamericana contemporánea.

El estallido social en Chile en 2019, protagonizado principalmente por estudiantes, revivió la memoria de las ollas comunes de tiempos de la dictadura y, una vez más, sirvieron de acogida y sostén de la protesta. Así también, en Ecuador, se montaron cocinas comunitarias en los levantamientos nacionales en 2019 y 2022. Ahora en 2024, la protesta de las ollas vacías en Argentina retoma esta larga tradición para denunciar los cortes en el gasto social del nuevo Gobierno y exigir alimentos para las ollas populares9. Las ollas comunes, las cocinas comunitarias, las ollas vacías y el cacerolazo10, entre otras denominaciones, han sido estrategias de protesta social del pueblo latinoamericano para alimentar la protesta, rechazar abusos, denunciar políticas que violan los derechos y expresar desacuerdo y oposición a la desvalorización de las demandas colectivas.

Lucia Sepúlveda11 describe las ollas populares como “una herencia trasferida a las nuevas generaciones” y manifiesta con emoción que, en la protesta social en 2019 en Chile, “las ollas comunes resurgieron como estrategia de los y las jóvenes para denunciar la perpetuación de la desigualdad económica y la injusticia social” (Instituto de Estudios Ecologistas, 2020).

Clarissa Hardy, autora del libro Hambre + dignidad = ollas comunes, publicado en 1986, anota que, además y más allá de resolver la necesidad de comer, las ollas comunes significaban cocinar en conjunto. Describe además cómo esos procesos y dinámicas en que se organizaban las personas en las ollas comunes iban creando cambios tanto a nivel humano y personal como colectivo. Parafraseando a Hardy, las ollas comunes son una forma de organización social, una dinámica de convivencia y participación, espacios de tejer relaciones creando identidades colectivas que van más allá de las tareas y la repartición de raciones.

En 2019 —casi cinco décadas más tarde— María Belén en el contexto de la protesta social en Chile anota:

El llevar las cocinas, comedores comunitarios a los escenarios de marcha y protesta es un ejemplo de coherencia colectiva y del deseo de transformar un sistema discriminatorio e insensato. Convocar a comidas para conocerse e intercambiar proyectos puede ser una estrategia eficiente para fortalecer lazos comunitarios. Las mujeres son sobre todo las que más participan de estas iniciativas y de la transformación. (2019, s. p.)

Si bien no es el objetivo aquí comparar distintos momentos de protesta social en América Latina, cada uno con sus matices, existen también conexiones comunes inherentes a esta forma de lucha en distintos contextos de la región. Las ollas comunes en Chile en tiempo de dictadura fueron promovidas por la organización de los sectores populares de bajos ingresos para satisfacer las necesidades básicas —como la alimentación— de las familias chilenas afectadas gravemente por los ajustes y crisis económica. En este proceso, se fortaleció la organización social base para la protesta. En 2019 se revivió esta estrategia en otro momento histórico para sostener el estallido social.

En Ecuador, en los levantamientos de 2019 y luego en 2022, se organizó la ciudadanía; vecinos de diferentes barrios de Quito; colectivos ecologistas, feministas, agroecológicos y culturales; comunas indígenas urbanas; y comunidades cristianas; entre otros, con el fin de levantar cocinas comunitarias y acoger, dar refugio, ofrecer un lugar para el descanso, para el encuentro en la diversidad y para la unión, un espacio solidario y comunitario entre el campo y la ciudad en el contexto de la protesta social.

Las cocinas comunitarias en Quito en el levantamiento de 2022: espacios del encuentro en la diversidad

Las cocinas comunitarias se reavivan en el levantamiento nacional indígena y popular de 2022 en Quito para exigir el cumplimiento de las demandas del levantamiento de 2019. Fortalecidas por los aprendizajes adquiridos, se organizan 29 cocinas comunitarias, con 1 182 voluntarios identificados, que elaboraron más de 396 850 raciones en las jornadas de protesta12 (La Poderosa, como se citó en Peralta, 2022, secc. Warmis unidas por el pueblo, párr. 13).

Las cocinas comunitarias evidenciaron cuestiones clave resultado de reflexiones colectivas que se dieron en los días del levantamiento y que se irán describiendo en este apartado. Se trata de reflexiones compartidas con integrantes de la organización a la que pertenezco13 y producto mi propia observación y participación, sobre todo en la cocina comunitaria que se levantó en la Casa de las Misioneras Lauritas, del barrio de La Gasca.

La ciudad se organiza

Contrario a la idea de que hay pocas, o incluso de que no existen, formas de organización social en la ciudad y de que las personas y los distintos sectores sociales están desligados o viven aislados, el contexto de protesta evidenció una fuerte capacidad de organización. Esto muestra que frente a ciertos escenarios las personas y grupos se organizan, resurgen, se activan y ponen en acción formas de cooperación.

Las cocinas comunitarias activaron un mosaico de actores para acoger a los manifestantes durante el levantamiento

Las comunas de Quito, los vecinos de diversos barrios, colectivos ecologistas, estudiantes, feministas, organizaciones sociales, redes agroecológicas, activistas, médicos, nutricionistas, chefs y ciclistas, entre otros, se juntan en solidaridad a la protesta, en respaldo al movimiento indígena y haciendo eco de sus demandas.

Las cocinas comunitarias fueron espacios de encuentro

Al entrar a las cocinas se veía la diversidad de rostros, el barrullo alrededor de la tarea de pelar el zapallo, las ollashirviendo, el vapor de las lentejas cocinándose, las pilas de platos sucios para lavar entre las sonrisas exhaustas de voluntarios y vecinos, el ir y venir de alimentos y enseres entre varias manos, la llegada de manifestantes abatidos por la jornada y los gases tóxicos de la calle, los colchones para el descanso, montones de cobijas para asegurar el cobijo, aliento.

(Diario de campo, 2022)14

En las cocinas convergieron diversidad de personas, organizaciones y colectivos urbanos, además vecinos de los barrios, quienes pocas veces, o incluso nunca, habían participado en la protesta social. La comida, como observa Sofía Camacho15, una de las voluntarias, fue “un punto de unión, un punto de encuentro y un puente propiciador de intercambios y alegría” (como se citó en Macías, 2019, secc. Sofía Camacho, 22 años, párr. 2).

Sobre lo aprendido, ella comenta:

Gracias a la comida me vi rodeada de un sinfín de hombres y mujeres de todas las edades, admirables e incansables, con quienes tuve la dicha de “compartir el mismo pan”, a quienes con alegría puedo llamar compañeros. (párr. 3)

Una voluntaria e integrante del Comité de Usuarios de Mercado (CUM) ¡Qué Rico es Comer Sano y de Nuestra Tierra!, Diana Cabascango, contó que trabajadores de servicios de entrega como Uber se ofrecieron como voluntarios para llevar raciones de comida en sus bicicletas a los manifestantes que estaban en primera línea, recibiendo fuertes ataques de gases y bombas. La mayoría de los trabajadores de servicios de entrega son migrantes venezolanos. Así, este encuentro es relevante, porque cuestiona la carga de xenofobia y racismo que las personas tienen frente a esta población.

Las cocinas comunitarias también hablan de diversidad alimentaria

Son espacios que invitan a la creatividad. Allí se preparan las comidas con los alimentos que están a la mano y que, a la vez, mostraron de quiénes depende hoy el acceso a una alimentación diversa y popular en la ciudad. El 60 % de alimentos que consumen los ecuatorianos provienen de la agricultura familiar campesina, las comunidades rurales son quienes alimentan a la población (FAO, 2022). Sin embargo, como se mencionó anteriormente, son las áreas donde se concentran los mayores y más graves niveles de empobrecimiento, inseguridad alimentaria, poco acceso a bienes y servicios (salud, educación, agua potable y saneamiento), escaso acceso a trabajo y salarios dignos, y poco reconocimiento del Estado.

Gran parte de la variedad de alimentos que nutrieron las cocinas comunitarias se produjeron en las comunas de la Provincia de Pichincha y el Distrito Metropolitano de Quito (DMQ), territorio que comprende una extensión de 9 536 km2 concentrado en su mayoría en zonas rurales (84 %). Esta geografía alberga diversos ecosistemas, sistemas alimentarios e hídricos, y alimentos como maíz y caña, cereales, frutas y productos de origen animal (Instituto Ecuatoriano Espacial [IEE], 2013, como se citó en MDMQ, 2019). Las comunas y sus organizaciones, como el pueblo Kitu Kara, según el antropólogo Jeremy Rayner, “tienen una larga trayectoria histórica de lucha por el reconocimiento cultural y territorial, los derechos colectivos y los derechos a la producción y apropiación democrática del espacio” (2022, p. 27), así como un papel central en cuanto a garantizar la soberanía alimentaria.

La sede de la organización del pueblo Kitu Kara cobijó a una de las cocinas comunitarias que, con la colaboración de otras organizaciones y colectivos, vecinos, entregaron 2 000 raciones diarias en los días de la protesta. Esto dio muestra del tejido solidario que sostiene la democracia y lo vital de la organización social, histórica y comunitaria en la construcción del derecho a la ciudad.

Además, se recibieron donaciones de alimentos de vecinos de los barrios, de los mercados y ferias de Quito, de organizaciones sin fines de lucro y de donantes de otras provincias que, frente a la imposibilidad de entrar a la ciudad por las vías bloqueadas, contribuían con dinero para comprar alimentos en los mercados de la ciudad.

Los pueblos y nacionalidades indígenas y sus organizaciones de la Provincia de Pichincha y el DMQ cumplen un papel muy importante en la configuración social, política y ambiental de la ciudad. Por ejemplo, aportan al cuidado de la diversidad ecológica que incluye a los sistemas agroalimentarios del cinturón verde de Quito y a la vez proveen alimentos necesarios para la ciudad.

Las cocinas comunitarias, además de ser lugar de preparación de comidas, fueron espacios para pensar la diversidad y la diferencia

Las cocinas invitaron a reflexionar el sentido de la interculturalidad y la plurinacionalidad en Ecuador. El hecho de compartir en las cocinas comunitarias mostró que no se puede partir de la concepción de una sola nación, sino de un país conformado por muchas nacionalidades, muchos pueblos y comunidades diversas, así como por muchas cocinas, lo que también se expresaba en las calles durante la protesta social.

Así, algo muy interesante de las experiencias de las cocinas comunitarias fue que, al generar una atmósfera donde prevalecía la solidaridad, el cuidado colectivo y el respeto, los voluntarios en ese compartir con diferentes manifestantes de varias partes del país fueron planificando comidas adecuadas, ricas y nutritivas, abiertos a aprender de los demás y de otras costumbres culinarias, en la medida de las posibilidades. En este sentido, fue importante el aporte con el que contaron algunas cocinas comunitarias, de voluntarios, líderes indígenas, cocineras, chefs, nutricionistas e integrantes de colectivos agroecológicos, entre otros. También se pudo atender las necesidades de los niños, mujeres y ancianos que vinieron del campo, con comidas más acordes con sus costumbres y con la etapa de sus vidas.

Las cocinas comunitarias muestran una comunidad del cuidado a través del alimento, algo tan vital y cotidiano, pero también clave para la transformación social. Entre las reivindicaciones históricas del movimiento indígena en Ecuador, en especial desde la década de 1990, son centrales las demandas por las garantías para la alimentación; el reconocimiento de plurinacionalidad; la vida digna sostenida en las economías campesinas; y el acceso a la tierra y al agua en territorios libres de contaminación16. Así, en el marco de urgencia ecológica que vive la humanidad debido a la imposición de un modelo económico que mercantiliza los pueblos y la naturaleza, los valores que se sostienen en la solidaridad, redes de cuidado y la defensa de los derechos colectivos son centrales.

Las cocinas comunitarias sostuvieron la lucha social alimentando, aliviando el cansancio de la protesta y restableciendo el ánimo. Algunas de las expresiones de voluntarios plasmadas en publicaciones de Facebook (2022) mostraban estos aspectos de las cocinas. Así, cuando llegaban las delegaciones de otras regiones, “la comida era una forma de dar la bienvenida”. Y “en medio del dolor y las lágrimas, entrar a la cocina y recibir un plato de comida sacaba sonrisas”17.

En las cocinas comunitarias se vio el encuentro, lo plural de la lucha entre las mujeres que estaban en las calles y alimentaban el fuego. La crónica “Una comunidad creada por mujeres”, de Gabriela Sinchi Gómez Toasa18, narra algunos de los sucesos del levantamiento de 2019, que se conectan con el de 2022. La narración empieza con la Marcha de las Mujeres, donde Nancy Bedón, presidenta de la Unión de Organizaciones Campesinas de Esmeraldas (UOCE), a viva voz anuncia: “¡Somos mujeres plurales, plurales, plurales compañeras! Aquí estamos […] esto no es un levantamiento solo de un sector, esto es de todas” (como se citó en Gómez Toasa, 2020, secc. 1, párr. 3).

Mujeres indígenas, mestizas, afrodescendientes, obreras, campesinas, urbanas, periodistas, estudiantes y feministas “tejieron sus palabras y sus acciones en clave de comunidad, en una de las jornadas de protesta más grandes de los últimos años” (Gómez Toasa, 2020, secc. 1, párr. 6).

En el mismo relato cuenta la historia de dos mujeres que levantan una cocina comunitaria en el barrio San José de Monjas. Se trata de Laura, dirigente indígena, y Susana, propietaria de un restaurante, quienes junto con sus hijas y otras mujeres permanecieron cocinando 24 horas, durante todos días que duró el levantamiento (2020, seccs. 5 y 6).

Como relata Gómez Toasa:

A Susana y Laura les une el barrio en el que conviven, donde hicieron vecindad, pero [en el paro] les unió algo más: la empatía por otras mujeres, y en especial con otras mujeres madres. En medio de la violencia construyeron acciones desde la ternura para atender a las mujeres mamás y sus wawas19 que habían llegado para protestar. […] Una sopa, un plato tan sencillo, las unió en un acto contundente. (2020, secc. 6, párr. 4)

La autora escribe un fragmento de su conversación con Susana, que expresa el sentir de una lucha compartida y la sensibilidad sobre la diversidad y la diferencia a través de la comida. Relata cómo las dos mujeres comenzaron a cocinar comidas que consumieron las compañeras venidas del campo, y la valorización de los alimentos campesinos, alimentos frescos y sanos, como el maíz, los granos frescos y dulces, las raíces y tubérculos —papas, camotes y yucas, entre otros—, para preparar sopas, coladas y estofados que restablecieran el ánimo y aliviaran el hambre y el cansancio. Como reflexiona Blanca Chancosa, el papel de las mujeres en la defensa de sus territorios es también la defensa por los derechos de las mujeres, por lo derechos colectivos y al alimento.

El robo de la olla de la cocina comunitaria de la Comuna de San Miguel del Común

En las cocinas comunitarias también se vivieron momentos difíciles. Varias cocinas fueron duramente controladas y desmanteladas por la policía. Una de las expresiones más sorprendentes de estos actos fue el caso del robo de una olla de la cocina comunitaria de la Comuna de San Miguel del Común, a manos de la policía.

La violencia y la indolencia con la que operan los gobiernos en la represión de la protesta social, no pudieron frente a lo potente de las cocinas comunitarias, que promueven otras relaciones y principios, para así lograr que las demandas y exigencias sean escuchadas y atendidas. Este acontecimiento generó reflexiones como la de Franklin Simbaña, presidente de la Comuna de San Miguel del Común:

Las ollas populares reflejan el espíritu organizativo y de resistencia de las comunas y comunidades. Son un espacio donde no solo se preparan y cocinan los alimentos, sino también donde se sostienen las luchas y, por ende, la vida misma. En las ollas se sostienen crisis, necesidades; se articulan redes y relaciones interpersonales y organizativas. (Como se citó en Peralta, 2022, secc. Devolver la olla comunitaria, párr. 5)

Pedro Amaru, integrante del Colectivo de Base y voluntario de la olla comunitaria de la Comuna de San Miguel, sostiene:

Desde las ollas populares, las mingas comunitarias, la solidaridad y el apañe colectivo, las y los comuneros sostuvieron y sostienen la vida en la comuna. Las mujeres y hombres cocinaron alimentos frente al alto costo de la vida y frente a un gobierno que “decidió ir en contra del pueblo, fomentar las desigualdades y ahondar, aún más, los privilegios de los ostentados, de los poderosos, de los empresarios”. (Como se citó en Peralta, 2022, secc. Devolver la olla comunitaria, párr. 5)

Los intentos de desmantelamiento de las cocinas y el robo de la olla visibilizaron el abuso de poder y la violencia que se vivían en las calles en esos días, así como las formas en que se criminaliza la lucha en Ecuador y en América Latina. Evidenciaron también que, para el poder, desmontar las cocinas comunitarias era clave para debilitar la protesta.

Junto a estos actos circulaban noticias falsas sobre el supuesto origen fraudulento del financiamiento para sostener las cocinas comunitarias, cuando en realidad fue la solidaridad y el esfuerzo de muchos sectores y organizaciones lo que garantizó el sostenimiento de estos espacios. Como solución al robo de la olla, varios colectivos se organizaron para reponerla. Como anota Pedro Amaru, “la lucha continúa y estamos atentos a que no se sigan violando la identidad colectiva y las demandas populares, estamos atentos a que este país se pueda construir de una mejor forma” (como se citó en Peralta, 2022, secc. Devolver la olla comunitaria, párr. 1).

Hasta el fin de las jornadas, las cocinas comunitarias acogieron y alimentaron a los manifestantes con un profundo compromiso que se fue cocinando en el proceso.

Las cocinas comunitarias como patrimonio de la lucha

Las tradiciones políticas de lucha son un patrimonio del pueblo latinoamericano. En un sentido amplio, la política responde a un conjunto de actividades que se asocian con la toma de decisiones en grupo u otras formas de relaciones de poder entre individuos (Leftwich, 2004). También es el arte, doctrina o práctica que promueve la participación ciudadana al poseer la capacidad de distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para garantizar el bien común (Leftwich, 2004). Para Hannah Arendt (2018), el poder concierne al número de individuos capaces de organizarse y actuar en común acuerdo para lograr llevar a cabo acciones y proyectos que den origen a algo nuevo en el mundo.

Sarah Bak-Geller, Raúl Matta y Charles-Édouard de Suremain (2019), en el libro Patrimonios Alimentarios. Entre consensos y tensiones, aportan claves para una mirada crítica del patrimonio alimentario, donde resaltan su carácter político, además de las tensiones y conflictos que lo componen. Así, hablar del patrimonio no solo se refiere a un pasado que se va condensando; es un fenómeno que nos permite pensar el contexto global y las crisis alimentarias que lo componen en la contemporaneidad, y además comprender en distintos niveles, locales, nacionales y globales, qué pasa con la alimentación y quiénes están en condiciones de desigualdad (Guzmán, 2019, como se citó en BakGeller et al., 2019).

En un sentido emancipatorio, que resuena con las cocinas comunitarias, el patrimonio recurre a estrategias de tipo contrahegemónico. Estas reivindican, en el caso de los levantamientos indígenas populares, los derechos colectivos fundamentales y la justicia, entre estos el derecho a la organización y a la protesta social, y el derecho a la alimentación.

Comprender de manera crítica, dinámica y política el patrimonio nos permite profundizar y fortalecer procesos que se construyen desde abajo, desde la subalternidad y desde las demandas sociales para la defensa de todas las justicias con base en procesos consensuados y que ponen en el centro la defensa de los derechos y de la dignidad, beneficiando a todos los grupos sociales en sus luchas (Bak-Geller et al., 2019).

Los pueblos y nacionalidades del Ecuador, después del levantamiento de 2022, demandaron al Estado enfrentar el hambre y garantizar la alimentación universal, con especial reconocimiento y prioridad para la agricultura familiar campesina y agroecológica. También exigieron cumplir con las garantías para el acceso a alimentos para el pueblo, apoyar comedores y cocinas comunitarias con base en circuitos de alimentos campesinos a precios justos, para así impulsar las economías sustentables; y, por último, garantizar estrategias y herramientas de lucha.

La mirada expresada aquí de la problemática que desata la protesta habla así de conflictos ecosociales. La desigualdad social es la otra cara de la moneda del desequilibrio ecológico. A mayor desposesión de bienes comunes, a mayor ampliación de las fronteras petroleras, mineras y del agronegocio, se va profundizando el colapso ecológico y, con ello, se afectan el equilibrio social, la vida y las fuentes de subsistencia de las que dependen los pueblos y nacionalidades de las selvas, de los bosques, de los páramos y montañas, de las costas y de los barrios populares en las ciudades. La protesta social visibilizó que la exclusión social y las asimetrías de clase están ligadas e interrelacionadas con la distribución desigual de los recursos y los conflictos por su acceso. Por ello, a las demandas de subsidios focalizados para garantizar la producción campesina, la vida digna y el acceso a alimentos, se suman las de parar todas las formas de extractivismo que amenazan los pueblos y territorios de pueblos y nacionalidades.

A pesar de la represión e imposición del modelo económico de desarrollo que prioriza el capital sobre la vida de los pueblos, la protesta activó mecanismos de carácter social que promueven la cooperación, la organización y la solidaridad para garantizar el bien común. Además, alertó sobre las graves amenazas de la explotación minera y petrolera en el contexto de la crisis planetaria y la urgencia de parar y repensar la dependencia de la extracción de combustibles fósiles y minerales, junto con proponer las claves para una transformación ecosocial justa. Finalmente, los 18 días de levantamiento fueron alimentados por el fuego de las cocinas comunitarias, hasta que se exigió al poder ejecutivo sentarse a la mesa para oír las demandas. Estas demandas contienen trayectorias históricas de lucha, que han ido nutriendo las claves para avanzar hacia la restauración del equilibrio social, ecológico y climático sobre la base de todas las justicias.

Para concluir, sostengo que las cocinas comunitarias como patrimonio de lucha social tendrían que ser promovidas y garantizadas, así como las demandas de los pueblos y nacionalidades en el Ecuador y en toda América Latina.

Referencias

Acosta, A. (2009). La maldición de la abundancia. Ediciones Abya Yala.

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Notas

* Este artículo surgió luego del levantamiento nacional del 2022 en Quito, y a partir de mi participación y observación participante en varias de las cocinas comunitarias que se instalaron en la ciudad, particularmente en el barrio de La Gasca y en la Universidad Central del Ecuador. Es un trabajo independiente que no cuenta con ningún tipo de financiamiento.

   Aunque reconozco la importancia del lenguaje inclusivo y estoy de acuerdo con su uso, en este artículo no lo emplearé con el fin de facilitar la fluidez de la lectura. En todo caso, las personas y los grupos a los que me refiero comprenden los diferentes géneros, como es el caso, por ejemplo, de cuando se habla de los manifestantes del levantamiento, salvo cuando especifico que aludo solo a hombres, mujeres u otros en particular.

** Antropóloga, integrante del colectivo Acción Ecológica e Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo (Ecuador). Miembro del grupo de trabajo de Ecologías Políticas del Sur de Clacso. Sus líneas de investigación son antropología de la alimentación y la nutrición, salud colectiva y pueblos indígenas, diagnóstico nutricional en colectividades; y organizaciones de mujeres en la construcción de la autonomía alimentaria. Entre sus últimas publicaciones se encuentran “Racismo en los servicios de salud. La medicina indígena como clave para la salud colectiva” en el 2021, y “Somos semillas. Soberanía alimentaria en la pandemia, clave para tejer el futuro desde los pueblos”, publicada por Ediciones Abya Yala en 2024. anamaria.veintimilla@estudiosecologistas.org

1 En el caso de la sociedad chilena, el motor del estallido social fue la asfixia económica producida por la privatización de los derechos sociales; estudiar, ir al médico o transportarse se convirtieron en privilegios inaccesibles para la mayoría (Calderón Castillo et al., 2019). En Colombia, la sociedad reclama libertades con democracia social y económica, negadas por la enorme desigualdad y la represión neoliberal. El pueblo de Haití exige salir de la dominación neocolonial a la que está sometido, marcada por la ocupación militar de fuerzas extranjeras, la manipulación del Fondo Monetario Internacional y por el respaldo externo a una élite corrupta que sostiene tales condiciones (Calderón Castillo et al., 2019).

2 Para conocer las demandas, véase Conaie (2022).

3 Durante el levantamiento de 2022, que será descrito más adelante, médicos de la Universidad Central del Ecuador brindaron atención a niños, mujeres y ancianos que llegaron a la capital de comunidades rurales. En este proceso se atendieron 450 niños y niñas, y se constató que el 80 % sufría de desnutrición crónica (“La desnutrición se evidenció…”, 2022).

4 Según este informe, el porcentaje de niños menores de 5 años con sobrepeso pasó del 4,5 % en el 2000 al 9,8 % en el 2020. Los impactos inmediatos que produce el sobrepeso incluyen dificultades respiratorias, mayor riesgo de fracturas, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, resistencia a la insulina y efectos psicológicos; a largo plazo, mayor riesgo de padecer enfermedades no transmisibles, depresión y reducción del rendimiento escolar.

5 Es necesario aclarar que la canasta familiar básica es un conjunto de bienes y servicios imprescindibles para satisfacer las necesidades básicas de un hogar compuesto por 4 miembros con ١,٦ perceptores de ingresos, que ganan la remuneración básica unificada.

6 La agricultura familiar en el Ecuador es una de las principales fuentes de empleo e ingreso para la población rural, sin embargo, su importancia económica ha sido relegada a un segundo plano, por la dependencia y apuesta del Estado por la producción-exportación de petróleo. No obstante, según el 30 % de la población es considerada como rural y el 25% de la población económicamente activa (PEA) se encuentra vinculada a las actividades agropecuarias (Martínez, 2013, como se citó en FAO, 2022).

7 Neumonte Nenquino, líder de nacionalidad huaoraní, es ganadora del Premio Ambiental Goldman 2020 por liderar las acciones contra la extracción de petróleo en la región.

8 Esta consigna es una de las que más se ha repetido durante las movilizaciones sociales en Chile y Colombia, y se escuchó igualmente en los levantamientos indígenas populares en Ecuador. Sin embargo, surgió en México en 2017, en palabras de Jacinta Francisco Marcial y de su hija, Estela Hernández, en un discurso que denunciaba la grave violación de derechos de la que fueron víctimas ellas dos y otras mujeres indígenas hñähñú (u otomí) por parte del Gobierno mexicano, luego de haberlas acusado y encarcelado por un secuestro que no cometieron. El discurso de Jacinta y Estela acabó con la consigna “En pie de lucha por nuestra patria, por la vida y por la humanidad. Hasta que la dignidad se haga costumbre” (Estela Hernández, como se citó en Cruz, 2017, secc. Estela, párr. 9).

9 En Argentina, en 2024, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) realizó una jornada nacional de Ollas Vacías, bajo la consigna “La única necesidad y urgencia es el hambre”, debido a la situación crítica de falta de alimentos en comedores, merenderos y ollas populares en todo el país, por las medidas de ajuste del Gobierno de Milei y el aumento permanente de los precios de los alimentos que ponen en riesgo el derecho a la alimentación de millones de personas (“Se realizó la jornada nacional Ollas Vacías…”, 2024).

10 En América Latina, el cacerolazo ocurrió por primera vez en Chile, en contra del Gobierno de Salvador Allende y a causa de la crisis económica; fue organizado por sectores de derecha contrarios al Gobierno (“Cacerolazos, una protesta…”, 2015). Tras casi una década de dictadura de Augusto Pinochet, los sectores populares de izquierda se apropiaron de esta forma de protesta, como una manera denunciar y a la vez evitar la represión en las calles, porque salían a protestar desde sus balcones. El cacerolazo en Chile ha sonado también en oposición a la construcción de un gran proyecto hidroeléctrico en la Patagonia, en el Gobierno de Sebastián Piñera; y en varios momentos de protesta estudiantil para denunciar la violencia y represión del Gobierno. En este y muchos otros ejemplos, los pueblos de toda América Latina salen a las calles y balcones de sus casas a golpear sus cacerolas para protestar (Pecoraro, 2012).

11 Feminista, periodista, activista e integrante de la plataforma Mejor sin TLC y del proceso de la Constituyente en Chile.

12 En este artículo, me referiré a la experiencia de las cocinas comunitarias en Quito durante el levantamiento nacional de 2022. Sin embargo, vale anotar que en otras ciudades del país también se organizaron cocinas comunitarias en este periodo.

13 Pertenezco a la organización Acción Ecológica e Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo, Ecuador, que desde 1986 viene realizando acciones de denuncia sobre las actividades de explotación y contaminación de la naturaleza y apoyando la defensa de los derechos de los pueblos y la naturaleza junto con el movimiento social, así como a organizaciones en la región y a nivel internacional.

14 Apuntes durante mi participación en la cocina comunitaria de la Casa de las Misioneras Lauritas, en el barrio de La Gasca, en junio de 2022.

15 Voluntaria en la cocina comunitaria que se armó en la Universidad Católica, en Quito, durante las jornadas nocturnas en el levantamiento nacional de 2019.

16 Para profundizar véanse Almeida et al. (1992) y Conaie (2020).

17 En este artículo, omitiré los nombres de las personas que opinaron en publicaciones de Facebook sobre sus experiencias como voluntarios en las cocinas comunitarias con el fin de proteger su privacidad.

18 Comunicadora comunitaria, educadora popular, productora radial y articulista del medio Digital Wambra.ec

19 Palabra kichwa para decir hijo, hijo, niño o niña.