INTRODUCCIÓN
El cronotopo, según lo define Mikhaïl Bakhtine, es “la corrélation essentielle des rapports spatio-temporels, la fusion des indices spatiaux et temporels en un tout intelligible et concret 1 ” (237). Para el famoso teórico ruso en que nos basamos esencialmente aquí para definir esta noción, el cronotopo tiene una importancia capital para los géneros literarios (narrativos, poéticos, etc.), porque estos, debido a su heteromorfismo, están determinados por el cronotopo. Si “le temps apparaît comme le principe dominant des oeuvres littéraires, en tant que catégorie de la forme et du contenu, le chronotope établit aussi (pour une grande part) l’image de l’homme en littérature, image toujours essentiellement spatio-temporelle 2 (238). El cronotopo parece entonces determinar la unidad artística de una obra literaria en sus relaciones con la realidad. Pero Bakhtine reconoce que existen varios cronotopos (es decir, del camino, de la naturaleza, del idilio familiar, etc.) que se presentan como los centros organizadores de los principales acontecimientos contenidos en el tema de la novela. Considera también que “tous les éléments abstraits du roman à savoir les généralisations philosophiques et sociales, les idées, l’analyse des causes et des effets, etc. gravitent autour du chronotope… [parce qu’] il sert de point principal pour le déroulement des « scènes » du roman 3 ” (391). El teórico comparte la idea según la cual en la articulación de las obras literarias de los tiempos modernos se toma en cuenta tanto los cronotopos del mundo representado como los de los lectores y de los creadores de obras. Dicho de otro modo, la interacción del mundo representante y del representado se cumple en ello igualmente porque:
L’oeuvre et le monde dont elle donne l’image pénètrent dans le monde réel et l’enrichissent. Et le monde réel pénètre dans l’oeuvre et dans le monde qu’elle représente, tant au moment de sa création, que par la suite, renouvelant continuellement l’oeuvre au moyen de la perception créative des auditeurslecteurs. Ce processus d’échanges est, par lui-même, chronotopique, de toute évidence : il s’accomplit dans un monde social qui évolue selon l’Histoire, mais jamais séparé de l’espace historique changeant 4 (394)
Si cada tema, siempre siguiendo a Bakhtine, puede tener su cronotopo propio, en este artículo vamos a focalizarnos esencialmente sobre la imagen del barco, o sea de las pateras de fortuna que algunos “migrantes clandestinos” usan para intentar cruzar el Mediterráneo con destino a Europa / Occidente. A propósito de barcos, Paul Gilroy en que nos apoyamos esencialmente aquí analiza, como varios negros africanos, “l’image des navires en mouvement au travers des espaces séparant l’Europe, l’Amérique, l’Afrique et les Caraïbes comme … un symbole-pivot … 5 ” (19). Según él:
L’image du navire — un système en mouvement, micropolitique, microculturel et vivant — revêt une importance particulière pour des raisons historiques et théoriques …. Les navires attirent immédiatement l’attention sur le « passage du milieu », sur les différents projets d’un retour rédempteur à la patrie africaine, sur la circulation des idées et des activistes ainsi que sur le déplacement d’objets culturels et politiques fondamentaux : tracts, livres, disques et chœurs 6 (19)
El Atlántico negro del que habla Gilroy y que es, para él, “esta formación internacional y transcultural”, constituye uno de los cronotopos predominantes de la novela El Metro de Donato Ndongo. Pero antes de seguir con eso, vamos a presentar un poco el autor Donato Ndongo (y su obra), que es uno de los escritores más emblemáticos de la literatura de Guinea Ecuatorial, único país ex colonia de España en África subsahariana (especialmente en el Golfo de Guinea).
Donato Francisco Ndongo-Bidyogo Makina nació el 12 de diciembre de 1950 en Niefang (precisamente en Alèn Efack) en la parte continental Rio Muni de la República de Guinea Ecuatorial. Escritor y periodista, es autor de varios libros, entre ellos las novelas Las tinieblas de tu memoria negra (1987, reeditada por Ediciones del Bronce en 2000), Los poderes de la tempestad (1997) y El Metro (2007), y diversos ensayos, entre los que destacan Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial (1977) y España en Guinea (1998), además de relatos y numerosos trabajos sobre temas históricos, culturales y políticos. En 1984 publicó la primera Antología de la literatura guineana y en 2000 la segunda Literatura de Guinea Ecuatorial (Antología), coeditada con Mbare Ngom. Ndongo ha sido director adjunto del Colegio Mayor Nuestra Señora de África de Madrid y del Centro Cultural Hispano-Guineano de Malabo (capital de Guinea Ecuatorial), y Director del Centro de Estudios Africanos en la Universidad de Murcia (España). Fue también delegado de la Agencia EFE en África central durante ocho años y profesor visitante en la Universidad de Missouri-Columbia en Estados Unidos. Como profesor y conferenciante ha recorrido España, varios países africanos, Estados Unidos, Puerto Rico y Argentina. Actualmente vive en España (Murcia) por razones políticas desde hace casi 50 años. Donato Ndongo 7 está, pues, en el centro del proceso de creación de la literatura de Guinea Ecuatorial, avalado por su inmensa pero poco conocida producción artística. Una producción que poco a poco sale de sus “tinieblas” con las respectivas traducciones al francés y al inglés de su primera novela Las tinieblas de tu memoria negra, al inglés y al italiano de su relato corto El sueño (1973), y al italiano de su última novela El Metro. Su obra narrativa es también objeto de múltiples estudios, tesinas y tesis doctorales 8 .
Dicho esto, la idea del Atlántico negro de Gilroy (como la de El Metro de Donato Ndongo) puede ser utilizada para mostrar la estructura de la diáspora africana repartida en el hemisferio occidental. En palabras de Gilroy:
Une prise en compte de l’Atlantique considérée comme un système culturel et politique a été imposé à l’historiographie et à l’histoire intellectuelle noire par la matrice économique et historique où l’esclavage des plantations — « le capitalisme mis à nu » — constituait un moment particulier. L’histoire de l’Atlantique noir, continuellement enchevêtrée par les mouvements des Noirs — non seulement en tant que marchandises mais aussi de par leur engagement dans différentes luttes pour l’émancipation, l’autonomie et la citoyenneté —, nous fournit une possibilité de réexamen des problèmes de la nationalité, de la localisation géographique, de l’identité et de la mémoire historique 9 . (33-35)
Para el crítico, los barcos constituían no solo los medios concretos de transporte para alcanzar unos puntos diseminados en el mundo atlántico, sino también unos elementos móviles, unos espacios en desplazamiento en el intervalo separando los lugares fijos que empalmaban. Por eso, considera que es necesario percibirlos como unas unidades culturales y políticas, en vez de considerarlos como la encarnación abstracta del comercio triangular. Gilroy afirma también: “Ils étaient même davantage — un moyen de transmission des opinions politiques subversives, et peut-être un mode distinct de production culturelle. Le bateau fournit l’occasion d’explorer la manière dont s’articulent les histoires discontinues des ports anglais, ces interfaces qui lui donnaient accès à un plus vaste monde 10 ” (35). Podemos decir que los barcos remiten al fenómeno de la trata de esclavos negros y a su relación con la llamada industrialización / modernidad. Es decir, el mero hecho de ver unos llamados migrantes clandestinos especialmente subsaharianos embarcar hoy en cualquier barco y/o piragua de fortuna da una posibilidad de “reconceptualización” de las relaciones complejas que existen entre la modernidad y lo que pasa por ser su “prehistoria”. Según Greenblatt, “Cela oriente différemment les spéculations sur le lieu où la modernité elle-même prend sa source, obligeant à prendre en compte le fait qu’elle repose sur des relations avec l’étranger qui à la fois fondent et tempèrent l’embarras de nos conceptions de la civilisation occidentale 11 ” (ctd. en Gilroy 35). El barco es sin duda alguna el primero de los cronotopos originales de la modernidad a través de la historia del Atlántico negro y de la de toda la diáspora africana viviendo en Europa / Occidente.
No es una sorpresa que el símbolo del barco / navío sea uno de los cronotopos que Donato Ndongo usa muy a menudo en sus novelas para describir unas circunstancias bastante particulares de la vida de sus héroes / antihéroes. El autor ecuato-guineano es uno de los escasos escritores negro africanos en la actualidad que se interesan por el tema de la esclavitud de los negros en sus producciones literarias. En su primera novela, Las tinieblas de tu memoria negra (1987), el protagonista principal, el niño innominado, viaja por vía marítima acompañado por el padre Ortiz, quien le va a matricular en el seminario de Banapá en Santa Isabel (actualmente Malabo). En cuanto a Los poderes de la tempestad (1997), su segunda novela, aunque los acontecimientos ocurran en unas circunstancias peligrosas y muy arriesgadas, el abogado (su amigo y el militar) se va de Malabo, durante la operación de evasión de la cárcel de Blavis, usando una barca de fortuna con destino a Camerún. Podemos extender aquí estos ejemplos a su relato corto La travesía (1977), donde Donato Ndongo se refiere al barco como medio de transporte de los esclavos negros a las Américas.
En El Metro (2007), Lambert Obama Ondo va a vivir una doble experiencia del uso del barco para cruzar el mar, y cada una de estas ocurre en unas condiciones difíciles, traduciendo así el miedo y la inseguridad del protagonista principal. Obama Ondo, cabe decirlo, a quien la vida quitó primero la madre y el primer amor, más tarde toda la familia y finalmente todo lo que le daba el sentimiento de pertenecer a una cultura, una identidad y a un grupo humano bien definido. Decíamos pues doble experiencia porque el protagonista principal cogió primero, como polizón, un barco que transportaba madera de Douala (Camerún) a Dakar (Senegal). Y de Dakar persiguió su periplo hacia Europa utilizando esta vez una piragua de fortuna de El Aaïun a las playas de las islas canarias en España. Donato Ndongo, en esta perspectiva, se aleja de la creencia popular según la cual el itinerario de los migrantes africanos sigue siempre un movimiento rectilíneo en el espacio y en el tiempo, es decir, que su itinerario se va directamente de África a Europa. El escritor ecuato-guineano contradice este punto de vista simple y lineal de la migración por la discontinuidad de las estancias más o menos largas de su protagonista principal. En efecto, Obama Ondo se fue primero de su innominada aldea de la región de Mbalmayo a Yaoundé (capital política del Camerún) y Douala (capital económica) para llegar después a Dakar (donde permaneció más de un año). De Dakar emigró finalmente a España. En este sentido, Chad Montuori parece tener razón cuando afirma que:
Ndongo-Bidyogo proves that Europe is only a dot within the migration circuit that is composed of middle passages and seasonal moves, all in constant flux. It is through his travels that Lambert’s ethnic and gender identity begin to undergo a transformation. Ndongo-Bidyogo is quick to criticize the Pan- African absolutist idea of unity and fraternity amongst his fellow Africans. Lambert realizes his fellow Africans perceive him as the “other” because of his place of origin.
En lo que se refiere al primer viaje, o sea, la primera experiencia del barco / navío de Obama Ondo, el narrador cuenta el acontecimiento en los siguientes términos:
Notó, desde su refugio, como el barco soltaba amarras y empezaba a moverse. No estaba seguro del país de destino …. Tampoco tenía ninguna idea, siquiera aproximada, del tiempo que duraría la travesía, o si tocaría algún puerto intermedio. … A medida que el buque iniciaba su derrota y ganaba velocidad, Obama Ondo fue siendo presa de los pensamientos más sombríos. Afloraban impetuosas a su mente historias repetidas entre sus compañeros del puerto, de naufragios atribuidos a la codicia de capitanes y armadores desaprensivos que sobrecargaban los navíos, y no podía evitar imaginar que la nave se abismaba lentísimamente hacia las profundidades insondables del mar. (286-287)
Además, aquel primer viaje fue muy difícil e interminable para el protagonista principal, porque no solo tenía que aguantar el mal olor que emanaba de una mezcla del aceite con la humedad del mar, sino también soportar el hambre y la sed durante aquellos largos días de viaje. Como Obama Ondo se había escondido dentro de la madera que transportaba el barco, acabó por perder la noción del tiempo, pues ya no sabía cuándo se levantaba ni se ponía el sol. Las dificultades de aquel primer viaje en un barco dan la razón al narrador cuando afirma que “no estaba encadenado de pies y de manos, pero experimentaba las mismas sensaciones que los esclavos en aquellos barcos negreros de un tiempo anterior” (291). Así pues, cómo no hablar del barco como cronotopo en un contexto de recrudecimiento de las “migrances 12 ” (Diop y Traoré 7) si, como dice Coussy, “lancé sur ces eaux néfastes, le bateau fait, la plupart du temps, figure symbolique d’embarcation à la fois lourde et mal dirigée et donne lieu à des métaphores inquiétantes 13 ” (18). Estas metáforas inquietantes perseguirán y se intensificarán durante el segundo viaje de Obama Ondo hacia España, su destino final. En efecto, al contrario del barco que transportaba la madera y que parecía más bien con buenas prestaciones porque era capaz de arrancar solo, la piragua construida por el propio protagonista principal (había aprendido la carpintería durante su larga estancia en Dakar) en El Aaïun necesitaba que “algunos empujaban la patera mar adentro. El patrón accionó el motor, subieron rápidos los que habían empujado, y la embarcación se puso en marcha con una pequeña cabriola” (335). Si desde su escondite en el barco que le llevaba de Douala a Dakar Obama Ondo “hubiera querido ver el cielo, el sol o las estrellas, medir con la vista la inmensidad del Atlántico, … ser acariciado por la suave brisa … ver cómo cruzaban otros barcos allá en el horizonte, … sentir la proximidad de otros seres humanos, escuchar sus palabras, oírles gritar” (290), en la patera que le conducía hacia su Eldorado:
Un marroquí enjuto y bigotudo … les conminaba con gestos enérgicos a que se arrimaran más unos a otros, hasta que quedaron apiñados. Apenas podían moverse. … El brillo generoso de los rayos de la luna iluminaba los rostros severos de los ocupantes de la patera. No hablaban. No se movían. Estaban como petrificados, anhelosos y expectantes, los ojos fijos en el patrón … (333-334)
Podemos leer también lo que sigue:
Se encontraban ahora solos entre el mar y el cielo. … Mucho, demasiado tiempo para estar expuestos a cualquier percance, alejada toda posibilidad de hallar socorro o protección …. Mucho, demasiado tiempo padeciendo los fríos de la noche, los vientos del mar, el sol inclemente. … Eran demasiados: treinta y seis personas hacinadas en una embarcación preparada para una decena. … La embarcación se notaba sobrecargada y se hacía alarmante remontar cada ola; las aguas se acercaban peligrosamente a los bordes, y en caso de tormenta, de lluvia, de circunstancias imprevistas y adversas, parecía muy razonable pensar que volcarían. El riesgo era excesivo, y no tenían ninguna salida ante eventuales contingencias. (335-336)
Entonces, el símbolo de esta embarcación de fortuna remite a los barcos también sobrecargados de los esclavistas de antaño. Donato Ndongo utiliza aquí esta imagen para mostrar el peligro, la precariedad de los migrantes clandestinos en el mar donde, según afirma Coussy, “L’on se perd et l’on crie en vain en regardant les planches pourrir et les bateaux passer dans le brouillard sans jamais s’arrêter. Egarés dans ces immensités, les personnages de ces drames métaphysiques se considèrent comme d’éternels naufragés qui ne savent pas où ils vont et surtout où ils vont accoster 14 ” (17). El conductor del barco comúnmente llamado el “passeur 15 ” que lleva a los migrantes clandestinos hacia este “umbral fatídico”, desempeña finalmente en toda esa historia un papel sumamente importante. Sus actuaciones sin lástima para con los migrantes remiten forzosamente a los tratos inhumanos y deshumanizantes que los negreros infligían a los esclavos en los barcos / navíos (pensamos particularmente aquí, por ejemplo, a los esclavos llamados ‘rebeldes’ o enfermos que los esclavistas echaban al mar). Ahora bien, a ese personaje particular y únicamente a él, los migrantes clandestinos confían en último extremo su triste, sino ya que parece ser el único que tiene las llaves del mar (del desierto y de las montañas) que tienen que cruzar para llegar a su imaginario Eldorado euro-occidental.
Pero si los maltratos de los passeurs para con los migrantes pueden remitir a los tratos inhumanos y deshumanizantes de los negreros de antaño, nos recuerdan también las primeras formas de esclavización de los árabes / musulmanes en África. Cabe decir que los árabes fueron los primeros esclavistas en África subsahariana y su esclavización fue tan cruel y deshumanizante como la de los que podemos llamar sus tardíos sucesores, los occidentales. La esclavitud llevada por los árabes / musulmanes tuvo lugar entre los siglos VI-XIX, y la principal forma de captura de los esclavos era la razia 16 . Los esclavos capturados eran vendidos en los mercados de esclavos como Tombuctu, Gao, El-Facher, Kano, etc. Los esclavos vendidos emprendían entonces una larga y dura travesía del desierto del Sahara (huelga decir que su mortalidad era importante) caminando millares de kilómetros hasta algunas ciudades del Norte de África y de Arabia donde eran vendidos de nuevo. Claro está, las dos formas de esclavización (árabo-occidental) cumplían básicamente los mismos papeles crueles para con los esclavos (la esclavización árabe habría sido caracterizada particularmente por una castración exagerada de los esclavos varones). Pero si en el continente americano los descendentes de los esclavos (aunque sean minoritarios) se calculan en millones de ciudadanos americanos, en el caso del mundo árabe la presencia de los esclavos procedentes de África subsahariana parece dejar sus huellas solo en la genética de las poblaciones del norte.
Los candidatos a la migración pagan pues al passeur a veces todas sus economías y provisiones esperando así romper con su pasado. Consciente de los peligros del mar, Obama Ondo se confió exclusivamente durante sus dos viajes al amparo de sus antepasados como lo muestra la siguiente cita:
Obama Ondo se agarró con fe al vaticinio de su abuelo, el dignísimo y siempre admirado jefe Ebang Motuù, no te angusties, hijo, llegarás sano y salvo al lejano puerto de destino. Y aunque también suplicó el amparo de sus otros espíritus protectores, sobre todo al de su madre, la siempre recordada Dorothée Oyana, lo hizo sin temor, desterrando de sí cualquier asomo de miedo, pues sabía que estaría permanentemente resguardado de todo mal … (334)
Claro está, la travesía del mar con ayuda de una piragua de fortuna es para Obama Ondo una suerte de “ruta del esclavo”, que hace de él, por usar el concepto propuesto por Glissant, un “migrante desnudo” (2005). Es decir, la travesía le despoja, como individuo, de su identidad y de su historia, y le transforma en una mera mano de obra que explota a pedir de boca el feroz mecanismo de la economía global. Eso puede justificar la decisión tomada por Obama Ondo de declararse liberiano a su llegada en España, porque aquella emblemática decisión visiblemente vació el protagonista principal de su propia identidad aunque este se agarró voluntariamente a su verdadero nombre:
Era esencial acentuar su condición de iletrado, limitarse a ser sólo un mísero negro analfabeto, un africano infeliz que no conocía ninguna lengua europea, un pobre víctima que huía de la miseria y de las guerras que asolaban su tierra, que había arrostrado todas las penurias para acogerse a su hospitalidad, superar su infortunio y vivir tranquilo como un hombre de bien. (356)
Pero si Obama Ondo se fio del amparo de sus antepasados y que lo salvaron de todo peligro durante sus diferentes viajes, no pasó lo mismo con varios de sus compañeros de fortuna. En efecto, el protagonista principal vio a muchos de ellos perecer ahogados, especialmente durante la segunda travesía, sea echándose por la borda atemorizados, o ahogados (pensamos aquí a su compañero senegalés llamado Ndiaye quien, al contrario de Obama Ondo, no sabía nadar) a solo unos metros de la playa de las islas canarias, cuando el capitán / conductor volcó adrede la patera porque no quería ser capturado por los guardias costeros españoles. En palabras de Lavou, Obama Ondo empezó así su aventura europea escapando a la muerte (248). No cabe duda, es por esos riesgos extremos durante la travesía que Obama Ondo se preguntó, como algunos de sus compañeros clandestinos, si era realmente necesario migrar:
¿Merecía la pena arrostrar tantas penalidades por un futuro incierto? ¿Hubiera sido más conveniente seguir resistiendo en su país, presentando batalla a la diversidad, o perecer de una vez, quizá de una enfermedad penosa, … o molido a palos por la policía, o sacrificado en un festín de brujos, o resignarse a la miseria, a su sino, a la existencia a la que había sido predestinado, pero consolado por el amor de los suyos y llorado por sus deudos? ¿Era éste el duro precio que debía pagar por intentar sustraerse al propio destino? (291)
Pero según afirma O’connor:
In this modern Middle Passage 17 Obama has come to symbolise the African“Everyman” and, in this respect, Ndongo is also evidencing a continuity between the phenomenon of the Black Atlantic as outlined by Paul Gilroy (1993) and what we coulddescribe as the new “Black Mediterranean”. Furthermore, the dialectic between a forced journey and that made of “free will” becomes deconstructed once we consider theHobson’s choice many Africans are faced with.
Es precisamente en el barco que llevaba madera y en la patera donde Obama Ondo empezó a cavilar profundamente sobre el neocolonialismo 18 y el mal gobierno en África poscolonial. El protagonista principal comprendió mejor durante la travesía que esos dos factores y otros más obligan la juventud africana a huir del continente. Pensamos en cambio que su migración no es tan “libre albedrío” como lo indica O’connor. La juventud negra africana no tiene obligatoriamente “l’esprit migrateur 19 ”, pero parece empujada a la migración, sea paulatinamente por la fuerza, o violentamente, por los dirigentes políticos que la amordazan, la obligan al paro permanente, la entregan a las guerras, etc. Toda esa juventud (pensamos aquí a los ecuato-guineanos que siguen viviendo en exilio y que parecen ser víctimas de la inmensa riqueza especialmente petrolera de su país) es víctima del mecanismo desaprensivo del neocolonialismo en materia de derechos humanos. Este neocolonialismo opera en la mayoría de los países del continente africano y, en general, en los países llamados subdesarrollados o en vía de desarrollo. Lo más impresionante es que, paradójicamente, como migrante clandestino o ilegal, la misma juventud sigue siendo víctima de un súper sistema capitalista que le impone la injusticia global de la que creía escaparse. En realidad, según afirma Sayad, el migrante constituye para el sistema capitalista: “Une exportation de force de travail, sans plus. Il est une sorte de main-d’oeuvre disponible pour être utilisée et disponible parce que non utilisée sur place en Afrique. C’est la définition de l’émigré, constitué d’abord comme chômeur et, ensuite, comme chômeur qui émigre pour cesser d’être chômeur, rien de plus et rien d’autre que cela” 20 (20).
Mientras los migrantes clandestinos (viviendo ya en condiciones a veces precarias) hacen todo para vivir en total discreción, o sea lo más posiblemente invisibles, aparecen sobre todo en período de crisis económica como unos verdaderos chivos expiatorios. En efecto, en período de crisis económica se vuelven en potenciales / verdaderos competidores de los desempleados nacionales de los países de acogida que tienen tendencia a conformarse con algunos trabajos antes abandonados. Cabe decir también que en la actualidad varios líderes africanos, en vez de mejorar la vida de sus propios ciudadanos durante su mandato, se preocupan más bien por los socios capitalistas y las llamadas agencias de notación a los que creen deber mucho. Traoré y Diop catalogan esto como “el caso típico en el que el control político escapa a los electos y a sus electores” (58). Afirman también que:
La notion même de résistance doit changer de forme comme de contenu. J’entends par là que résister, ça ne doit plus simplement consister à défier au niveau national tel ou tel dictateur. Il s’agit aussi et surtout, à l’heure de la mondialisation néolibérale, de déconstruire le modèle de coopération sécrétant à la fois l’insécurité économique — source de toutes les autres — et de museler les chiens de garde locaux. … Le dévoiement de nos institutions résulte en grande partie de la politique du « moins d’Etat » et de son corollaire, la privatisation des biens et des services publics au détriment des populations 21 . (81-153)
Es importante recordar aquí que el proceso de dispersión multisecular de los negros constituye hoy día el zócalo de lo que se designa generalmente como los tiempos modernos.
CONCLUSIÓN
En resumidas cuentas, podemos decir que el cronotopo ocupa un lugar importantísimo en la literatura en general y en las novelas de Donato Ndongo-Bidyogo en particular. En El Metro, se enfoca más sobre el cronotopo del barco o sea de las embarcaciones de fortuna que usan algunos migrantes africanos clandestinos para alcanzar el Eldorado eurooccidental. El escritor ecuato-guineano quiere así llamar la atención de los dirigentes africanos que obligan la juventud a huir y también la de los occidentales para que dejen de estigmatizar África como un continente “inmóvil” y definitivamente “negro” mientras representan Europa / Occidente como el único Eldorado posible. Para un autor comprometido como Donato Ndongo, la literatura desempeña un papel de despierto de las conciencias. En El Metro, intenta desanimar nuevos candidatos a la migración a través del relato de las peripecias de su protagonista principal, Lambert Obama Ondo. Este último se vio obligado a abandonar su pueblo natal con destino a España / Europa donde será asesinado por tres skinheads / neonazis. Las causas de su migración están relacionadas esencialmente, por una parte, con la caducidad de algunas leyes tradicionales ancestrales y por lo tanto incomprensibles por una mayoría de la juventud africana y, por otra, con el mal gobierno, la corrupción generalizada, etc. que reinan en varios países africanos. En el caso específico de Obama Ondo, fue obligado a renunciar a su matrimonio con su bien querida Anne Mengue para salvar meramente el amor (la romanza) nacido entre su propio padre Guy Ondo Ebang y Jeanne Bikie, la madre de Anne Mengue.
Dicho esto, aunque la migración masiva de la juventud hacia Europa / Occidente está bien difundida en el mundo, despierta recuerdos dolorosos en el caso particular del migrante negro africano poscolonial. Las “migrances” actuales de la juventud negra africana desamparada hacia Europa / Occidente remiten a la circulación de los esclavos negros africanos a través de los tres continentes que son África, Europa y América (fenómeno conocido bajo el tristemente famoso nombre del comercio triangular). Dicha circulación euro-occidental de los esclavos negros fue precedida por la esclavización árabe en África. Al llegar a la conclusión de que la descolonización del imaginario no tuvo lugar después de la descolonización política en África, los discursos poscoloniales se han definido como un doble proceso, de “deconstrucción y de (re)construcción”. Se trata, según dice Akassi, de: “Deconstrucción de las prácticas discursivas que sirvieron de mecanismos de conquista y luego de dominación de los pueblos colonizados y esclavizados. Reconstrucción del sujeto cultural colonizado que … se reducirá al caso del sujeto cultural negro” (66). Para este crítico, está claro que en el nuevo milenio nos encontramos frente a “figuras de reproducción”, que reproducen las prácticas sociales coloniales (de violencia estructural) y los “discursos coloniales mitificadores”. Dichas figuras, que llamamos neocolonos, son locales y detentadoras del poder real (de coerción) y lo definen todo en el “nuevo contrato sociopolítico y cultural” en África posindependentista. Definen, siempre siguiendo a Akassi, la nación y la identidad sin nadie, pero imponen su representación unívoca a todos (68). El individuo contemporáneo que “explota al Otro” ya no es el colonizador europeo sino más bien “le frère” (el hermano) africano / negro que lo ha sustituido. Los neocolonos construyen pues: “Mecanismos de explotación de bienes materiales y de seres humanos, de discriminación y de dominación perenne mediante discursos mitificadores (autenticidad, integración / globalización, derechos humanos, etc.), que el sujeto poscolonial cuestiona constantemente por medio de un metadiscurso narrativo” (83).
Urge, entonces, una descolonización del imaginario africano, imaginario colonizado desde hace siglos por los discursos de justificación de las plantaciones y de las colonias (con su corolario de racismo, de xenofobia y de discriminación). El individuo contemporáneo africano se ve obligado a huir, abandonar su país o se inscribe en la denuncia de las taras de los poderes neocoloniales. Pero al encontrarse en el mundo occidental, donde a priori podría suponerse que el espacio se habría refigurado por la relación colonial y por la “inter-nacionalización de las relaciones humanas y de las identidades” (Bhabha ctd. en Akassi 80), por los discursos sobre la globalización o aldea global y su avatar, el “ciudadano del mundo”, se da cuenta de que los hechos son otros y que esos discursos son mitos, más que realidades.