Desordenando el canon: saberes de lo cotidiano y de la producción colectiva en Colombia
Disrupting the Canon: Everyday Knowledge and Collective Production in Colombia
Disruptindo o cânone: conhecimento da vida quotidiana e produção colectiva na Colômbia
Giovana Suárez Ortiz
Universidad del Quindio, Colombia
http://dx.doi.org/10.25025/perifrasis202516.34.07
Fecha de recepción: 16 de abril de 2024
Fecha de aceptación: 8 de agosto de 2024
Fecha de modificación: 9 de septiembre de 2024
Resumen
El artículo desafía las normas del saber académico al dar voz a los marginados y promover la diversidad de perspectivas en Colombia. Su objetivo es incluir tanto a voces humanas silenciadas como a actores no humanos en la producción de saberes cotidianos y colectivos, traduciendo diferencias al lenguaje convencional y cuestionando la jerarquía de especies. A través de relatos sobre el conflicto armado colombiano, que destacan la resiliencia comunitaria y la importancia de escuchar a las voces marginadas, se busca enriquecer el panorama del conocimiento actual con una mayor inclusión y diversidad de experiencias. El texto presenta narrativas de mujeres de la primera mitad del siglo xx en Colombia y voces recientes de víctimas del conflicto armado, que escuchan el canto de los pájaros y valoran el trabajo de las abejas como fuentes de conocimiento y apoyo.
Palabras clave: no humanos, Colombia, relatos, postconflicto, saberes, producción colectiva, mujeres, siglo xx
Abstract
The article challenges academic knowledge norms by giving voice to the marginalized and promoting diverse perspectives in Colombia. Its aim is to include both silenced human voices and non-human actors in the production of everyday and collective knowledge, translating differences into conventional language and questioning species hierarchies. Through accounts of the Colombian armed conflict, which highlight community resilience and the importance of listening to marginalized voices, it seeks to enrich the current knowledge landscape with greater inclusion and diversity of experiences. The text presents narratives of women from the first half of the 20th century in Colombia and recent voices of conflict victims who listen to the songs of birds and value the work of bees as sources of knowledge and support.
Keywords: non-human, Colombia, narratives, post-conflict, knowledge, collective production, 20th century, women
Resumo
O artigo desafia as normas do saber acadêmico ao dar voz aos marginalizados e promover a diversidade de perspectivas na Colômbia. Seu objetivo é incluir tanto as vozes humanas silenciadas quanto os atores não humanos na produção de saberes cotidianos e coletivos, traduzindo diferenças para a linguagem convencional e questionando a hierarquia das espécies. Através de relatos sobre o conflito armado colombiano, que destacam a resiliência comunitária e a importância de ouvir as vozes marginalizadas, busca-se enriquecer o panorama do conhecimento atual com uma maior inclusão e diversidade de experiências. O texto apresenta narrativas de mulheres da primeira metade do século xx na Colômbia e vozes recentes de vítimas do conflito armado que ouvem o canto dos pássaros e valorizam o trabalho das abelhas como fontes de conhecimento e apoio.
Palavras-chave: não humanos, Colômbia, relatos, pós-conflito, saberes, produção colectiva, mulheres, século xx
Pero ¿qué significa hablar para aquellos a quienes
se nos ha negado acceso a la razón y al conocimiento,
para aquellos a quienes se nos ha considerado enfermos?
¿Con qué voz podemos hablar? ¿Nos prestarán sus voces el jaguar o el cíborg?
Hablar es inventar la lengua del cruce, proyectar la voz en un viaje interestelar:
traducir nuestra diferencia al lenguaje de la norma; mientras continuamos,
en secreto, haciendo proliferar un bla-bla-bla insólito que la ley no entiende.
Paul B. Preciado, Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce
1. Desafiar en canon: reconociendo la ausencia femenina en la filosofía
Antes del siglo xx, en la historia de la filosofía, las mujeres no tienen un lugar destacado ni masivo, y menos aún un reconocimiento explícito de sus colegas hombres. Aunque se han hecho esfuerzos por recuperar las voces de las mujeres en la historia del pensamiento, a menudo estos intentos reproducen el canon filosófico del norte global. Es el caso de obras como Historia de las mujeres filósofas de Gilles Ménage, Mujeres filósofas en la historia de Ingeborg Gleichauf, Ellas pensaron antes de María Luisa Femenias y el número de invierno 2019-2020 del magazín alemán Philosophie con “Philosophinen. Eine andere Geschichte des Denkens”, estos esfuerzos siguen reproduciendo un canon filosófico que excluye a las pensadoras del sur global y limita una visión inclusiva y diversa del pensamiento filosófico.
Se recuerda a Diotima como una figura simbólica en los diálogos platónicos, pero cuya existencia histórica ha sido objeto de debate; también a Rosa Luxemburgo, Simone Weil o a Simone de Beauvoir. Sin embargo, el modo en que suele presentárselas es como excepciones que confirman la regla. En la narrativa de esta historia, ellas no son más que casos singulares rodeadas de ilustres varones, de “testigos modestos”. Sobre la ausencia de las mujeres en el campo filosófico, Geneviève Fraisse comenta: “En una historia simple, y por eso mismo siempre se olvida, nos negamos a pensar, nos burlamos, reímos o callamos. La cuestión de los sexos sigue siendo ajena a la filosofía. Admitamos que es una cuestión política, un tema de desigualdad, discriminación, opresión, violencia… la extranjera o la sirvienta inauguran el lugar donde la mujer puede ejercer la filosofía” (Fraisse, La controversia 26).
El caso del sur global corrobora esta situación. La trillada referencia al concepto de “normalización” en la historia de la filosofía de América Latina no solo excluye a las mujeres, sino que, como muestra Mariana Alvarado en su análisis, la “normalización” se refiere al ejercicio público del oficio de filósofo como profesional académico que adoptó los parámetros epistémicos europeos. Esa dependencia implica una jerarquización geográfica de los productos intelectuales, donde el centro productor tiene más valor que las periferias, como América Latina, y más recientemente países del norte global como EE. UU., y pasa por un negocio editorial atado a los ránkings de las revistas académicas. En este contexto, Alvarado señala que para que esta historia, y peor aún, el proyecto mismo, pudiera realizarse, fue necesario silenciar las voces de las mujeres. Al analizar el intercambio epistolar de Francisco Romero con mujeres marginadas en ámbitos como la literatura y la docencia, Alvarado ofrece ejemplos concretos que ilustran la invisibilización de las mujeres en la historia de la filosofía argentina. Explorando las notas de estas cartas, que revelan las experiencias y contribuciones de estas mujeres al ámbito filosófico, Alvarado destaca el papel fundamental que jugaron en la revisión del panorama de los estudios filosóficos nacionales y latinoamericanos. La interacción epistolar, centrada en las inquietudes y actividades filosóficas expresadas por estas mujeres, se convierte así en un medio para examinar la institucionalización de la filosofía y el impulso que proporcionaron a la disciplina de la historia de las ideas. Este proceso, según lo sugiere Alvarado, contribuyó al establecimiento y consolidación de la filosofía como campo de estudio. Dirigir la mirada hacia estas cartas puede desentrañar las contribuciones significativas de las mujeres a la filosofía argentina y latinoamericana. Estas contribuciones, hasta ahora invisibilizadas y silenciadas por las estructuras dominantes, emergen como elementos cruciales para comprender la riqueza y diversidad de un tipo de ejercicio filosófico en la región. A propósito del proceso de la normalización filosófica en Argentina ella dice:
En el marco de la constitución de ese saber cómo disciplina se le asignaba discursiva y prácticamente un lugar a la mujer y a las mujeres en el entramado de esa construcción que, no sólo respondía a instalar a la filosofía en el espacio atemporal e incontaminado de la academia —al margen de las contradicciones internas que la configuraban y de las tensiones que mantenía con el espacio público— sino que suponía el silencio sobre una red de relaciones y prácticas entre mujeres en el marco de las cuales circulaban artículos, se editaban libros, traducían, transferían, e importaban ideas, aplicaban conceptos, publicaban lo gestado por mujeres. (Alvarado 30)
En Colombia la historia de la filosofía agudiza más ese desconocimiento de las mujeres, debido no solo al desface cronológico respecto a otros países de la región, sino a otros efectos del género como el ingreso tardío de las mujeres a la universidad (Lucía Luque Valderrama fue la primera mujer en graduarse con tesis en 1946 o 1954 —el dato no es certero— de un Programa de Filosofía en Colombia). Pero, de nuevo recordando a Mariana Alvarado, “Pensar la filosofía en singular ya presenta un problema a ser pensado; como si no fuese posible pensar filosofías, tantas como filósofos. De algún modo esto nos llevaría a visibilizar pluralidad de pensamientos. Aún así ‘la’ filosofía se impuso occidental desde un filosofar varonil” (26).
Se debe considerar la historia de la filosofía, evitando los parámetros estrechos y excluyentes de la historia de la normalización. Estos parámetros están ligados al discurso hegemónico humanista occidental, que promueve una imagen del “hombre” como representante universal de lo humano y los valores intelectuales, discursivos y espirituales de la Ilustración. Esta concepción implica una jerarquización de lo humano, que excluye a quienes no se ajustan a esa norma, creando un “Otro” que se opone a lo considerado humano: cuerpo/mente, privado/público, hembra/macho, barbarie/civilización, animal humano/nohumano y muchas otras dicotomías que jerarquizan los saberes sobre el mundo y nuestras propias identidades (Braidotti, “Posthuman Feminist”).
La propuesta de Alvarado de incluir las voces femeninas en la historia de la filosofía argentina se integra con esta necesidad más amplia de cuestionar y trascender las limitaciones binarias impuestas por el discurso hegemónico. Desnormalizar la historia de la filosofía supone desvincularla de la filosofía profesional académica, que históricamente ha privilegiado una perspectiva sexista y patriarcal. La filosofía académica tiende a enfocarse en grandes figuras heroicas y en logros individuales que transforman el pensamiento filosófico internacional, manteniendo un canon que valora las formas técnicas de su vocabulario y la formulación tradicional de sus problemas. Quizá más importante que reescribir la historia de este saber sea evitar el nombre de la filosofía para rodear no solo los problemas de inclusión que he señalado, sino para evitar también los lastres disciplinares que le son propios. Adicionalmente, deshacerse del término filosofía podrá ayudar a desordenar la jerarquía de los saberes y no depender exclusivamente de los títulos universitarios, reconociendo que antes, por ejemplo, de la segunda mitad del siglo xx, las mujeres y otras voces marginadas no tuvieron espacio en este relato oficial. Se debe abrir a una perspectiva que valore la diversidad de experiencias y contribuciones, alejándose del canon hegemónico de la disciplina y buscando una narrativa que incluya y celebre a todas las personas que han influido en el desarrollo de la producción de saberes. Esto es parte de lo que busca este texto.
Y qué tal si se piensa en las inquietudes que atraviesan una revista dirigida en sus primeros números por Ofelia Uribe de Acosta, profesora de colegio que nunca pudo acceder a un título universitario. Esta publicación titulada Revista Agitación femenina, fue editada en la ciudad de Tunja, departamento de Boyacá, Colombia, y publicó 19 números entre 1944 y 1946. Si se atiende a su editorial: “Este órgano de expresión femenina, de orientación diferente a la de sus similares del país, se propone iniciar una seria campaña que agite y haga vibrar la opinión nacional en torno al reconocimiento de las prerrogativas de la ciudadanía a la mujer colombiana” (Agitación Femenina 2). Se trata de una revista con problemas tratados con un vocabulario directo que le hablaba a la situación individual y política de las mujeres y que, a lo largo de sus secciones, procuró entablar un diálogo con otras escritoras y, por supuesto, con sus lectoras por medio de un tipo de saber que a falta de mejor nombre llamaré “saberes de lo cotidiano y de producción colectiva”.
Lo innovador en este gesto radica en la capacidad de la revista para provocar un cambio en la percepción y en el discurso social. El editorial de la revista revela un compromiso con una agenda de reconocimiento y reivindicación, desafiando las estructuras tradicionales de poder y los marcos limitantes de la época. Este enfoque pone en juego una comprensión más amplia del saber por su apuesta cotidiana y su producción colectiva específicamente en torno a los derechos de las mujeres, al extender su campo más allá de los confines académicos y canónicos. En este sentido, Uribe de Acosta y su revista representan una visión que es inclusiva y pragmática, y que refleja una comprensión de la producción de saber como una herramienta para el cambio y la justicia social.
Más atrás en el tiempo se podría recurrir a las ponencias del IV Congreso Internacional femenino realizado en Bogotá, la capital del país, en diciembre de 1930. El congreso reunió a mujeres de toda Iberoamérica para tratar asuntos tan variados como: educación e higiene, actividades de la mujer en el hogar y en las relaciones de los pueblos hispanoamericanos; la mujer en el arte y en la historia; legislación referente al hogar y a la mujer (El Tiempo 3). “Cada uno de los subtemas de los tópicos —escogidos por las organizadoras del Congreso— indican el campo de acción en el que ellas mismas se reconocían, y permitían comprender que lo que se iba a hablar en dicho congreso y lo que en Colombia estaba ocurriendo —las mujeres como tema frecuente— estaba generando una identidad de mujer en el espacio público” (Suárez Ortiz 120). El hecho de que las mujeres fueran el tema central del congreso sugiere un cambio significativo en la percepción y el reconocimiento de las mujeres en la sociedad de la época. Las ponencias, centradas en asuntos que abarcaban desde la educación hasta la beneficencia, y desde la literatura hasta las ciencias históricas, revelan la diversidad de papeles y contribuciones que las mujeres estaban dispuestas a discutir y explorar en el espacio público. El énfasis en la campaña femenina contra el analfabetismo, los servicios higiénicos de las ciudades, la participación en la beneficencia, la Cruz Roja femenina y otros temas prácticos refleja la conciencia de las mujeres sobre su influencia y capacidad para abordar cuestiones fundamentales en la sociedad. Al tomar la iniciativa en estas áreas, las mujeres no solo estaban desafiando las limitaciones tradicionales impuestas a su participación en el espacio público, sino que también estaban contribuyendo activamente a la configuración y “mejora” de la sociedad, por lo menos desde el punto de vista de la modernización del país. Me refiero en concreto a una serie de prácticas que algunas colombianas desempeñaron en el espacio público y que aún hoy siguen siendo marginales en la historia de la construcción del estado y el desarrollo institucional junto a la construcción de ciudadanías modernas. Pienso por ejemplo en las múltiples tareas desempeñadas en la beneficencia social: introducción a las familias a prácticas de ahorro, lavado de los alimentos, higiene corporal, la formalización del matrimonio con sus efectos legales y otro tipo de acciones en el marco de visitas domiciliarias (Suárez Ortiz). Incluso acciones relativas a la reproducción de saberes textiles en el hogar o técnicos en lugares como la Caja Social de Ahorro, como parte de las ayudas que un grupo de mujeres conocidas como las Benefactoras ofrecían al jesuita español José María Campoamor.
Volviendo al congreso, en este, al incluir la discusión sobre el lugar de las mujeres en la literatura y en las ciencias históricas, también se estaba desafiando las percepciones arraigadas en la tradición de la filosofía occidental, que históricamente había marginado o ignorado las contribuciones de las mujeres en estas esferas, como bien lo recuerdan autoras como Toril Moi en Teoría literaria feminista, Joan Wallach Scott en Género e historia y, como ya se vio, la misma Mariana Alvarado para el caso argentino. Este enfoque más amplio y diverso sugiere un intento deliberado de las mujeres de reclamar su lugar en el ámbito público, no solo como participantes prácticas en la sociedad, sino también como agentes de cambio cultural y académico. En este sentido, el IV Congreso Internacional Femenino1 no solo representó un hito importante en la historia de las mujeres en Colombia, sino también un desafío a las normas y expectativas de la producción de conocimiento al ampliar el alcance de los temas considerados relevantes y valiosos en el discurso público. Este cambio, evidenciado en la selección de subtemas y discusiones del congreso, contribuyó a la construcción de una identidad de mujer más visible en la vida cotidiana de entonces.
Las intervenciones en este espacio desafían los marcos establecidos del pensamiento académico. Geneviève Fraisse señala que “la historia del feminismo participa tanto de la historia política como de la historia del pensamiento, y, con ese título, es un campo de investigaciones especulativas. Permitiendo la constitución de un corpus de textos, esa historia es previa a la constitución de un saber filosófico. Los textos de una historia del feminismo son de naturalezas diversas, literarias, políticas, científicas, etc.; y su homogeneidad mantiene su dotación histórica” (29). Al enfocarse en temas prácticos y cotidianos, las mujeres reconfiguraban lo que se considera valioso en la producción de saber. Estas intervenciones sugieren un pensamiento dinámico y enraizado en las experiencias y necesidades de las mujeres, ampliando así el alcance de saberes no formalizados, y subrayando la importancia de incluir diversas voces en la construcción del conocimiento.
Si se radicaliza el punto de vista y se retrocede una década más, se puede ver que estas inquietudes por la vida cotidiana de las mujeres ya se encontraban plasmadas en los años veinte del siglo pasado. Pueden verse por ejemplo, en la literatura, en las protestas públicas en el senado y en las calles, así como en las actividades de mujeres que narraban historias de desamor, engaño y desilusión por la vida matrimonial, mujeres que reclamaban derechos a la educación, al voto o a la administración de sus propios bienes; mujeres que luchaban como obreras por asuntos tan urgentes como un salario más justo, la protección de los abusos de quienes las supervisaban en las fábricas (abusos que regularmente llegaron a las violaciones sistemáticas) e incluso reclamos para tener acceso al uso de zapatos, pues era común que, sin ningún pudor los manuales de comportamiento, consideraran inadecuado que ellas tan “pobres” emularan a las señoras acomodadas o se entretuvieran en el cuidado de su calzado:
Uno de los defectos de nuestra clase media y obrera —génesis de grandes perturbaciones sociales y de grandes sacrificios— es especialmente el afán inmoderado de igualarse por medio del traje a las clases pudientes. Así les vemos, por ejemplo, llevar sombreros de altos precios, costosas medias de seda, guantes y zapatos caros, todo lo cual para un rico no representa nada, o poca cosa relativamente, pero que, para un obrero o empleado significa en muchas veces el sacrificio del propio alimento y no en pocas del honor. (Sánchez de Mejía 75)
Una historia protagonizada por estas mujeres no sería sola la historia de individuos que revolucionan campos de saber, sino de redes de trabajo mancomunado donde el conocimiento se valora por su carácter colectivo —causas comunes— y su impacto en la situación de las mujeres y otros sectores. Estas investigaciones reflejan la creencia en la capacidad de las mujeres para transformar el mundo, no por resignación, sino por la fuerza propia de su agencia. Si se habla del ejercicio profesional reciente de la filosofía, se encuentran casos de prolíficas filósofas colombianas como Laura Quintana o María del Rosario Acosta. Pero más allá de la filosofía universitaria, están esas escritoras extrañas, filósofas poshumanas, redactoras de libros inconformes con las reglas de las disciplinas: en primer lugar Juliana Borrero con su libro Las Extraterrestres; pero también Catalina Vargas con Limonada. Una investigación paranormal; Fátima Vélez y Powerpaola, con su poemario ilustrado Del porno y las babosas; Carolina López Jiménez y su nóvela web multimedia https://www.retratosvivosdemama.co/; María Paz Guerrero y su libro Dios también es una perra; Diana Obando, Sara Muñoz y Monika Bock con su fanzine Plantas de ciudad; y tantas otras que asumen el reto de ser dignas de nuestro tiempo para poder actuar, parafraseando a Rosi Braidotti, crítica y creativamente.
Si se pudieran integrar todas estas investigaciones, se mostraría la interacción de actrices y actores, es decir, de grupos y no de individuos destacados, que constituyen una polifonía de voces que desordena la jerarquía de los saberes impuesta, invisibilizando no solo la agencia de las mujeres, sino también la de los otros subalternizados por la fuerza de ese “hombre” universal del humanismo, incluidos los no humanos o la gente del día a día, de la que no siempre se tiene una voz para escuchar, pero cuyos testimonios encuentran caminos, a veces horrorosos para ser oídos. Volver al presente y salir del ámbito exclusivo de las voces femeninas puede ser una estrategia para confrontar las formas estandarizadas del discurso técnico universitario. Por ejemplo, los testimonios en Cuando los pájaros no cantaban: historias del conflicto armado en Colombia (tomo testimonial 6) amplían las fuentes de lo que se considera un saber legítimo. Esto enmarca la reflexión del texto en torno a las voces no escuchadas dentro del proyecto de “paz total” en Colombia, acuñado por el gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez. Este proyecto busca lograr una paz duradera, resolviendo el conflicto armado con grupos insurgentes y abordando las causas profundas, como la desigualdad socioeconómica y la falta de acceso a la tierra. El título del tomo sugiere una conexión entre la actividad no humana y nuestra comprensión del tiempo, donde el retorno de los pájaros simboliza un nuevo tiempo en la historia del conflicto.
Más aún, la posibilidad de articular estos testimonios con las inquietudes por la vida cotidiana de las mujeres de los años veinte del siglo pasado, con las que participaron en el IV Congreso Internacional Femenino o con aquellas que apoyaron a Ofelia Uribe de Acosta en su revista Agitación femenina, tiene que ver con el ejercicio de comprensión de todas estas expresiones como formas de conocimiento, como saberes de lo cotidiano y de la producción colectiva. Estas acciones no se limitan a la reflexión individual en campos académicos, sino que surgen de la experiencia colectiva y de las luchas cotidianas. En este contexto, las investigaciones actuales sobre redes de trabajo mancomunado resaltan la relevancia de un saber colectivo que se construye en torno a causas comunes y tiene impactos específicos en la situación de las mujeres y otros sectores de la sociedad. Estas investigaciones van más allá de la aceptación resignada de las condiciones tradicionales, mostrando la fuerza de la agencia femenina para transformar el mundo. La interacción de estos grupos, y no como individuos destacados, forma una polifonía de voces que desordena la jerarquía de los saberes impuestos por el discurso hegemónico. Esta ampliación de los saberes visibiliza la agencia de las mujeres y de otros grupos subalternizados, incluyendo los no humanos y personas comunes cuyas voces a menudo son marginadas. Raquel Gutiérrez Aguilar en Horizontes comunitario-populares: producción de lo común más allá de las políticas estado-céntricas explora cómo las políticas de lo común surgen de las prácticas diarias y la deliberación colectiva, contrastando con las dinámicas de acumulación capitalista y poder estatal. Estas prácticas no solo defienden lo común, sino que se resisten al despojo y la enajenación producidos por el Estado, promoviendo nuevas formas de convivencia y organización social. Gutiérrez resalta la diversidad de estas políticas, que permiten a las comunidades construir realidades alternativas a los modelos tradicionales de gobierno. Esta perspectiva resuena con el objetivo del presente artículo, que examina cómo el IV Congreso Internacional Femenino y los relatos testimoniales del tomo Cuando los pájaros no cantaban apelan a causas comunes y colectivas. Ambos buscan visibilizar las experiencias y luchas compartidas, conectando las prácticas del cotidiano con una resistencia contra las estructuras dominantes y abriendo espacios para nuevas narrativas y formas de conocimiento.
La incorporación de actores no humanos y de la gente del día a día ofrece una perspectiva diversa de la historia y el conocimiento, influyendo en nuestra comprensión del conflicto y los procesos de modernización en Colombia. Este enfoque se refleja claramente en los relatos testimoniales del informe Cuando los pájaros no cantaban. En particular, la relación del regreso del canto de los pájaros y la aspiración de una paz duradera subraya cómo las actividades no humanas pueden enriquecer nuestra visión del tiempo, sugiriendo una visión más contextualizada del conflicto.
Los distintos aspectos de la violencia que han surgido a lo largo del conflicto armado en Colombia, como el desplazamiento forzado y el despojo, no solo han alterado la estructura de la propiedad de la tierra y el uso de los suelos, sino que también han afectado las relaciones comunitarias, las dinámicas familiares, sociales y políticas en las zonas rurales. Además, han acelerado el proceso de urbanización del país, exacerbando las condiciones de empobrecimiento y marginación en los barrios periféricos de las ciudades (“Colombia adentro. Colección de relatos territoriales del conflicto armado”). Las estadísticas revelan el impacto devastador en la vida de las personas y en el entorno natural. Así, los relatos escogidos se examinarán para ilustrar cómo otras narrativas pueden desafiar la jerarquía de las especies y estimular la reflexión sobre nuestra propia diversidad. Se destaca la importancia del trabajo colectivo y la inclusión de protagonistas no humanos en la escritura y en las voces testimoniales.
2. Voces no humanas y saberes de lo cotidiano y la producción colectiva
En esta segunda parte del texto, exploro cómo la literatura feminista poshumana desafía la jerarquía de especies, redefiniendo roles tradicionales y permitiendo que otros cuerpos ocupen posiciones que históricamente les han sido negadas. La noción de escrituras feministas posthumanas se aborda como una herramienta para cuestionar los supuestos antropocéntricos presentes en la tradición filosófica y literaria. En estos proyectos, el problema radica en un tipo de humanismo antropocéntrico que sitúa al ser humano, y más específicamente al “hombre”, en el centro de la existencia, marginalizando y explotando tanto a otros seres humanos como a seres no humanos y elementos naturales. Este enfoque —literatura feminista poshumana— destaca la importancia de reconocer y valorar la diversidad de identidades y experiencias, incluyendo a seres sintientes no humanos y elementos naturales.
En el contexto actual, donde la tecnología y la producción automatizada influyen profundamente en la sociedad, los conceptos de “hombre” como medida universal de lo humano y el Antropos como símbolo de una especie excepcional ya no pueden reclamar una posición central y exclusiva. La condición poshumana sugiere la necesidad de explorar enfoques de pensamiento y conocimiento más allá de las limitaciones impuestas por estas nociones tradicionales. Braidotti, en su obra Feminismo posthumano, destaca que el sujeto humano, lejos de ser una solución, a menudo es parte del problema en la convergencia poshumana, especialmente debido al humanismo antropocentrista que ha guiado el desarrollo irresponsable. Este enfoque antropocentrista pone al ser humano en el centro del universo, justificando la explotación de recursos naturales y otros seres vivos en aras del progreso. Esta visión ha contribuido significativamente a los cambios climáticos, ya que promueve un desarrollo que ignora las interconexiones y dependencias entre los humanos y el resto del ecosistema. Al centrarse en los intereses humanos por encima de todo, este tipo de humanismo ha llevado a prácticas que degradan el medio ambiente y amenazan la sostenibilidad del planeta. En contraste, el feminismo poshumano aboga por un replanteamiento de estas relaciones, promoviendo una visión más inclusiva y responsable que reconozca el valor intrínseco de todos los seres y elementos naturales.
Ahora, al vincular estas expresiones narrativas tan diversas, la perspectiva poshumana sirve como un marco conceptual que trasciende las divisiones tradicionales entre lo humano y lo no humano. Las obras de las autoras mencionadas desafiaban el discurso hegemónico al trastocar conceptos arraigados en la tradición filosófica, permitiendo que otros cuerpos y perspectivas reclamen un lugar legítimo en la narrativa. La literatura feminista poshumana, por lo tanto, se presenta como una forma de perlaboración, concepto descrito por De Toro, que implica una reescritura subversiva, que para el caso que examino refiere al cuestionamiento de la jerarquía de las especies. Al desafiar la centralidad del “hombre”, se abren espacios para nuevas formas de comprensión y expresión, contribuyendo así a un cambio profundo en la percepción y valoración de la diversidad en la experiencia humana y no humana.
Volviendo al tomo 6 del informe de la comisión de la verdad, se encuentra la justificación de su título (Cuando los pájaros no cantaban), tomado de una voz campesina: “Entonces había un instante de silencio, un ‘vacío del sonido’ luego de un bombazo, una explosión o un grito. El Gran Silencio, como se amplía en la introducción al ‘Libro de las devastaciones’, es una de las figuras asociadas a la catástrofe. No en vano en muchas sociedades el origen del cosmos o el orden del mundo se da mediante un ‘evento sonoro’: un soplo, una gran explosión, un suspiro divino” (31). Para José, la voz campesina referida en la cita, la violencia tenía una conexión con el vacío, con la transformación de los paisajes, es decir, con la ausencia de sonidos y la extrañeza de los olores. Las historias contenidas en este libro están impregnadas de ese tipo de ausencias; el tomo está compuesto por: “El libro de las anticipaciones”, “El libro de las devastaciones y la vida” y “El libro del porvenir”; en la introducción general del tomo nos cuentan que este sigue una dinámica similar a la de textos sagrados en los que las personas o las sociedades regresan de forma ritual, sumergiéndose en la profundidad de sus palabras, en este caso para curar los daños que la guerra efectuó en las personas, el territorio y otros seres sintientes (31).
3. Tres relatos
Exploraré, en consonancia con el análisis de la literatura feminista poshumana, algunos relatos testimoniales presentes en Cuando los pájaros no cantaban. Este recorrido permitirá identificar imágenes y simbolismos que, al ser vinculados con la reescritura subversiva de la jerarquía de las especies, contribuirán a la conceptualización de una paz total. Al examinar estos relatos testimoniales, se trazará una ruta de lectura que no solo enriquecerá el concepto de paz total, sino que también ofrecerá reflexiones sobre la concepción del conocimiento, sus contenidos y los medios a través de los cuales se adquiere. Este análisis se conecta con el objetivo más amplio del artículo de ampliar lo que se entiende por Saberes de lo cotidiano y de producción colectiva. En la primera parte del texto, se exploró cómo el IV Congreso Internacional Femenino amplió la comprensión de la filosofía al incluir voces diversas de mujeres. Así, el examen de los testimonios en Cuando los pájaros no cantaban no solo profundiza en la inclusión de las experiencias de los seres sintientes no humanos, sino que también desafía las jerarquías tradicionales de conocimiento, contribuyendo a una visión más inclusiva y equitativa de la historia y el pensamiento, al referir no solo los sectores humanos no incluidos en las formalizaciones del saber, sino incluso a animales no humanos.
Quisiera enfatizar en la necesidad de tomarse en serio estos relatos, en particular a aquello que enseñan: las narraciones evidencian que las perspectivas y experiencias de las personas están enraizadas en su posición social, su género, su racialización, su clase y su ubicación geográfica, entre otros factores, algo evidente que nos obliga a rechazar las narraciones que reducen a sus relatores a la figura jurídica de la víctima, a la ciudadanía caracterizada por unos derechos abstractos. En otros términos, asumir las posiciones y perspectivas que recoge el tomo 6 nos obliga a moldear cómo se comprende el mundo y cómo se construye el conocimiento: “Colectivamente, un pueblo oprimido puede contemplar su historia y reconocer que no solo hubo opresión, sino también heridas autoinfligidas, que hubo ruptura de promesas, injusticia, fraude; no podemos tener historia si queremos oír sólo relatos de nuestros mejores momentos, de nuestras horas más bellas” (Rich 143). Así mismo, los relatos acá escogidos desafían las visiones monolíticas y universalistas, muestran que no hay una sola manera de ver las afectaciones del conflicto; a través de estos relatos se abre un espacio para la diversidad de voces humanas y no humanas, y perspectivas encarnadas del conflicto. En palabras de María del Rosario Acosta: “La tarea es de escucha, porque no se trata de encontrar palabras en nombre de quienes han pasado por formas traumáticas de violencia. Se trata más bien de buscar maneras de escuchar los modos como quienes sobreviven logran comunicar experiencias que resultan de —y que a la vez relatan— una destrucción profunda de los mecanismos que puedan hacerlas audibles y, por lo tanto, legibles y creíbles en un mundo compartido por el que todes somos responsables” (110). En resumen, estos relatos se generan desde una posición específica y en un contexto determinado, reconociendo la influencia de factores sociales, políticos y culturales en la producción del conocimiento y destacando la importancia de la diversidad de perspectivas y la responsabilidad ética en su uso. El primer relato se titula “En el campo le daban interpretaciones a eso” y se encuentra en el apartado Emisarios de la naturaleza, que hace parte del “Libro de las anticipaciones”. Contada por un campesino tolimense que tuvo que migrar al Valle del Cauca, la historia se sumerge en una reflexión sobre la infancia de este campesino en el campo y cómo la presencia constante de la guerra deja una huella imborrable en la vida rural. En este contexto de miedo, el campesino relata una serie de eventos que podrían interpretarse como presagios de las desgracias que se avecinaban. De aquí tomo la primera serie de imágenes sobre las que apoyaré mi reflexión:
el sol … envuelto en un círculo rojo
… un árbol da unas flores rojas
Un pájaro tres pies se puso a cantar
Al pasar un buen rato, volvió. (Comisión de la Verdad 81)
Las imágenes del pájaro tres pies y el cielo envuelto en un círculo rojo son anticipaciones. Estas anticipaciones, profundamente enraizadas en las creencias populares, también reflejan el reconocimiento que algunas comunidades dan a la conexión entre la vida humana, el cielo y los animales no humanos, todo parte de una misma naturaleza. El cuclillo crespín, conocido popularmente como “tres pies” en Colombia, es un ave solitaria que habita en Centro y Sudamérica. Con su plumaje gris-castaño y su característico canto de dos o tres notas, este pájaro es visto en algunas zonas rurales como un presagio de muerte o tragedia. En el relato del campesino, los elementos interpretados como presagios muestran que los animales no humanos, como el cuclillo crespín, poseen la capacidad de percibir y comprender los cambios sutiles en su entorno, incluso antes de que ocurran eventos significativos.
La anticipación de las desgracias a través del pájaro tres pies y el cielo envuelto en un círculo rojo desafía la concepción lineal del tiempo. Se podría considerar que existen dimensiones del tiempo que escapan a una comprensión convencional y que permiten intuir y anticipar eventos futuros. La relación entre la literatura feminista poshumana y estos relatos testimoniales se revela, así como una exploración más profunda de las complejidades de nuestra conexión con el tiempo y el entorno.
Tomaré una serie de imágenes del relato La masacre de las gallinas, incluido en “Libro de las devastaciones y la vida”, específicamente en el apartado Diálogos con la naturaleza. Este relato aparece en Fragmentos del río en Paisajes que cambian, en el cuaderno I Los lugares rotos:
…un arroz, dizque el… “cica-8”
un arroz pintado
dedos colorados
masacre de gallinas
careta y evitar el roce del veneno. (Comisión de la Verdad 141)
Desde una mirada en la que los protagonistas no son los animales humanos, este relato revela una historia de manipulación y devastación en el ámbito agrícola. Narra la introducción del “cica-8”, una nueva variedad de arroz en el Chocó, promovida en 1981 por el Proyecto de Desarrollo Integral Agrícola Rural (DIAR), un programa conjunto entre los gobiernos colombiano y holandés. Este proyecto, que combinó la introducción del “cica-8” con créditos en especie, asistencia técnica y formación de asociaciones de productores, se presentó como una solución revolucionaria para aumentar los ingresos de los campesinos, logrando un éxito inmediato en la región del medio Atrato.
Aquí, los agricultores aparecen como agentes de cambio, llevando consigo una semilla de arroz aparentemente prometedora: el “cica-8”, con un color rojizo distintivo e inmunizada contra animales y plagas. Entusiasmados y confiados en la promesa de mayores ganancias, comienzan a sembrar esta semilla en sus tierras. Sin embargo, pronto descubren que el arroz no solo afecta negativamente su economía, sino que resulta ser un veneno letal para las gallinas de la región. Inicialmente, atribuyen esta masacre avícola a una peste, pero luego finalmente se revela que el grano rojizo es el verdadero culpable, lo que lleva a la comunidad a cuestionar por qué todo lo que les traen parece perjudicarlos y destruir su sustento.
El relato El legado de las abejas, que hace parte de Territorios de la escucha del “Libro del porvenir”, cuenta la historia de una mujer que, escapando de las amenazas de los paramilitares, se unió a un grupo de víctimas para iniciar un proyecto apícola en Arauca. La historia que narra la mujer se centró en la producción sostenible y en la educación ambiental. Aquí la serie de imágenes que extraigo de la narración:
… mujeres que aparecían en el listado
… esa guerra fue terror
… nosotros nacemos de ese terror
La guerra afectó también la naturaleza
Nada de esto funciona si no tenemos un trabajo en comunidad
… las que verdaderamente nos ayudan son las abejas. (Comisión de la Verdad 462-463)
La importancia de las abejas para el ciclo vital del ecosistema es el eje central del relato. La protagonista narra cómo, a pesar de estar en las listas de señalados del paramilitarismo y vivir con el temor constante a ser asesinada, logra encontrar una conexión especial con las abejas y su labor de polinización. A través de la creación de la asociación Granja Integral Tamarindo (Granita), junto con otras familias afectadas por el conflicto, encuentran en la apicultura una forma de reconstruir sus vidas y su comunidad. Con el tiempo, el proyecto se expande, generando empleo y momentos de esparcimiento para personas desplazadas, y fomentando la conciencia ambiental. Las abejas se configuran en un símbolo de organización y cooperación, que inspira a la comunidad a trabajar en equipo con los insectos como parte del mismo entorno. A medida que el proyecto prospera, se vislumbra la posibilidad de un futuro sostenible basado en el “oro amarillo” de la miel, en contraposición al dañino “oro negro” del petróleo. Sin embargo, persiste el temor de que el regreso de la guerra amenace todo lo logrado y ponga en peligro el legado positivo que se espera dejar a las futuras generaciones.
4. Conclusiones
Más allá de las tensiones interpretativas, de la urgencia que supone la rentabilidad de las cosechas para la subsistencia de las familias o de la situación ambigua que significa la convivencia con animales no humanos que trabajan para que los animales humanos puedan sobrevivir, quise mostrar cómo muchas comunidades elaboran relatos sobre sí mismas. Estos relatos están muy cerca de las inquietudes académicas sobre los límites de los humanismos, sobre la estrechez del establecimiento de individualidades con figuras como las ciudadanías y los derechos humanos o de la incapacidad organizativa de aspectos institucionales como la legislación estatal.
Hace décadas que en la academia buscamos descifrar cómo acercarnos al mundo por medio de conocimientos diversos, cómo hacer visible las distintas formas comunitarias y sus tipos de saber, enfrentando las crisis sociales, ecológicas, económicas y políticas de nuestro tiempo. Pero quizá solo se deba resignar la pretensión de una solución universal e invertir la lógica del intelectual comprometido que enseña a las comunidades, ese testigo modesto, para concentrarse en la capacidad de escuchar y aprender lo que esas comunidades tienen para ofrecer, no solo como contenidos de conocimiento sobre los territorios, sino como mecanismos de resolución de conflictos y formas de convivencia cotidiana: entender por ejemplo, cómo el cielo y el canto de los pájaros pueden hablar de un futuro que, en tanto humanos, resulta inaprensible; aceptar que la introducción de otros tecnológicos bajo el signo de la productividad no es justificable por sí misma; reconocer la necesidad de una convivencia que implique la existencia de otros no humanos que aportan valor con su trabajo y su capacidad de hacer prosperar la vida de un ecosistema. Estas reflexiones, abordadas también en enfoques posestructuralistas, feministas, decoloniales y anticoloniales, han demostrado que no se trata solo de escuchar a los actores, sino de crear juntamente con ellos a través de mediaciones que involucran cruces, traducciones y composiciones.
Esto resulta crucial en el momento de posconflicto que vive el país, para ayudar a fortalecer los esquemas de reparación y no repetición en diversos lugares del territorio nacional, incluso aquellos en que la intensidad y los efectos del conflicto o no fueron muy altos o apenas han sido visibilizados. Bien lo ha dicho Rosi Braidotti: “Los retos de nuestro tiempo exigen que encontremos formas apropiadas de imputabilidad para nuestros grandes progresos y a la vez que ofrezcamos resistencias contra las injusticias y los peligros del presente, ejercitando nuestro pensamiento fuera de las categorías convencionales de análisis” (El conocimiento posthumano, 52). No será posible pensar una paz total si no se entiende que la totalidad está compuesta por humanos, no humanos y otros tecnológicos que pueden vivir en una armonía hecha de tensiones cotidianas, y esto probablemente no tiene que ver solo con el conflicto armado en Colombia. Rosi Braidotti se refiere al “continuum naturaleza-cultura” como un concepto que desafía la aproximación socioconstructivista, que ha sido ampliamente aceptada. En lugar de postular una distinción categórica entre la naturaleza (el dato) y la cultura (lo construido), este continuo subraya una interconexión constante y dinámica entre estos dos aspectos. Bajo esta perspectiva, se reconoce que la naturaleza y la cultura están intrincadamente entrelazadas y se influyen mutuamente de maneras complejas. Este enfoque cuestiona la noción de que la realidad social está completamente construida por el ser humano y sugiere que se debe considerar cómo la naturaleza y la cultura interactúan para dar forma a las identidades, instituciones y prácticas sociales.
Las narrativas presentadas, tanto de mujeres que han sido excluidas de la historia de la filosofía como las de las voces campesinas, abordan la noción continuum naturaleza/cultura, que Braidotti propone para desdibujar las fronteras entre lo natural y lo cultural. Estos relatos reflejan cómo las experiencias humanas están profundamente entrelazadas con su entorno natural. En este sentido, María Mies resalta cómo la explotación de las mujeres campesinas está vinculada a la explotación de la naturaleza, mostrando que ambas opresiones están interconectadas en las dinámicas de poder y explotación rural. Las voces no académicas, al narrar desde su perspectiva particular, desafiaban la tradicional graduación de conocimiento académico, proponiendo una visión inclusiva y diversa del saber. Estas narrativas aportan a la comprensión de las complejidades de la vida humana y natural, subrayando la necesidad de reconocer la pluralidad de visiones y experiencias para una comprensión más completa del mundo. Las voces no académicas presentan narrativas que evidencian la interdependencia entre naturaleza y cultura, desafiando la jerarquía del conocimiento y proponiendo una visión más integrada y diversa de la existencia humana. En las voces de las mujeres escritoras y las voces campesinas, no se limitan simplemente a la descripción de la vida en la naturaleza o la construcción cultural de identidades, sino que muestran cómo ambas dimensiones están intrincadamente entrelazadas. Las mujeres escritoras pueden revelar cómo su relación con la naturaleza influye en sus identidades y cómo sus identidades, a su vez, impactan en la forma en que interactúan con la naturaleza. Del mismo modo, las voces campesinas en Cuando los pájaros no cantaban pueden ilustrar cómo la vida en la naturaleza y la construcción de sus realidades culturales están en constante diálogo. Esto puede manifestarse en sus tradiciones, costumbres y prácticas que reflejan una comprensión profunda y arraigada de la interdependencia entre el entorno natural y la cultura. Además, es un camino para tener en cuenta cuando se piensa en obtener saberes de lo cotidiano y producción colectiva.
En este artículo se examinaron dos iniciativas clave: el IV Congreso Internacional Femenino y algunos relatos testimoniales del tomo Cuando los pájaros no cantaban. Rescatar la memoria de las mujeres en el IV Congreso Internacional Femenino, se relacionan con el poshumanismo al desafiar la centralidad del ser humano reducido a la masculinidad heteromórfica y ampliar la visión de las interacciones entre humanos y no humanos. El poshumanismo ofrece una perspectiva para cuestionar las jerarquías tradicionales entre humanos y no humanos, pero al aplicar esta perspectiva a las memorias rescatadas de las mujeres colombianas, se revela una capa adicional de comprensión. El IV Congreso y el tomo no solo destacan las luchas y contribuciones de las mujeres, sino que también documentan cómo estas experiencias se entrelazan con las realidades de los seres no humanos, mostrando una conexión tangible y vivencial que el poshumanismo por sí solo podría no captar completamente.
Estas memorias permiten ver cómo las experiencias de las mujeres y sus prácticas comunitarias están íntimamente ligadas a las dinámicas de su entorno. Mientras el poshumanismo ofrece un marco teórico para desafiar el antropocentrismo, las memorias rescatadas proporcionan un entendimiento de cómo estas relaciones se concretan en la vida diaria. En lugar de ser una visión abstracta, estas memorias de las intervenciones de las mujeres colombianas en el IV Congreso Internacional Femenino muestran las formas específicas en que las mujeres han interactuado y resistido frente a la explotación y la opresión en sus contextos locales. Así, los saberes de lo cotidiano y de la producción colectiva desde Colombia ofrecen una perspectiva valiosa que complementa el poshumanismo, al iluminar cómo las experiencias diarias y las resistencias locales modelan nuestras comprensiones de la relación entre humanos y no humanos. Esto enriquece la visión del poshumanismo, al anclarla en prácticas concretas y experiencias vividas que revelan la complejidad de las interacciones y las luchas en contextos específicos.
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1. Cito algunos de esos subtemas con el fin de mostrar cuán lejos estaban las mujeres del IV Congreso de la tradición de la filosofía occidental: campaña femenina contra el analfabetismo, servicios higiénicos de las ciudades, la mujer en la beneficencia, la cruz roja femenina, la mujer en las relaciones de los pueblos latinos, la mujer en la literatura, la mujer en las ciencias históricas.
* gsuarez@uniquindio.edu.co, Doctor Philosophiae, Leipzig Universitât.