SÍ SE PUEDE


La historia reciente de la economía colombiana indica la persistencia de su dependencia de los recursos naturales, en particular de los hidrocarburos y, especialmente, del petróleo. En el año 2013 las exportaciones del sector minero-energético ocuparon el 72 % del total de las ventas externas del país, y la renta petrolera del fisco, es decir la porción proveniente de los impuestos directos, más lo dividendos de Ecopetrol alcanzaron a representar la quinta parte de los ingresos del Gobierno Nacional Central.

Semejante panorama, habida cuenta de la pronunciada volatilidad de los precios de los hidrocarburos y los minerales, somete el aparato productivo de la Nación a una preocupante vulnerabilidad.

Resulta apremiante por tanto impulsar la diversificación de la estructura de la actividad económica a partir de nuevos renglones que contribuyan a la generación sostenible de empleo bajo condiciones de competitividad y equidad.

Sin duda, una de las más promisorias ventanas de oportunidad con que cuenta el país se halla en el sector de los agronegocios y la industria alimentaria, a la par del turismo de naturaleza que lo debe acompañar.

Según las proyecciones de la FAO y la OCDE, en 2050 el mundo contará con una población de 9.700 millones de personas, en contraste con los 7.500 millones de hoy, cuya alimentación exigirá un incremento de la producción agrícola del 70 % con relación al nivel alcanzado en 2009. Bajo las condiciones actuales en materia de ciencia y tecnología, ello demandaría un incremento de 900 millones de hectáreas cultivadas sobre la actual frontera agrícola de 1.500 millones. Sin embargo, se estima que solo habría la posibilidad de incorporar 70 millones de hectáreas nuevas. El resto tendría que provenir del cambio técnico, tal como la humanidad logró hacerlo durante los últimos 60 años, a partir de la llamada revolución verde.

La mayor parte de la tierra cultivable de cara al futuro se halla en África y América Latina. Y dentro de América Latina, Colombia ofrece un potencial enorme. En efecto, de 114 millones de hectáreas que constituyen su territorio continental, al menos 22 millones se consideran aptas y óptimas para la producción. Pero sólo 7 millones se cultivan. O sea que en corto tiempo se podría más que triplicar el aporte del agro a la economía.

La Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes, a través de su revista institucional, la Revista de Ingeniería, ha querido sumarse a este cometido, dedicando esta edición al tratamiento del tema. El método seleccionado tras ese propósito es la exposición de un puñado ejemplar de efectos demostrativos. Esto es, de casos exitosos de nuestro país, a través de los cuales los lectores, docentes y estudiantes podrán comprobar que ‘sí se puede’. Para tal efecto, un grupo de profesores de la Facultad se ocupó de visitar y entrevistar a destacados empresarios, estudiosos y analistas del campo, con el objetivo de documentar sus experiencias y exponerlas en los artículos aquí publicados.

Carlos Gustavo Cano en el Foro Agricultura e ingeniería, cultivando futuro. Foto: Oficina de Comunicaciones, Facultad de Ingeniería.

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El profesor Santiago Planas de Martí, investigador del Servicio de Sanidad Vegetal de la Generalidad de Cataluña de Universidad de Lleida, Cataluña (España), escribe sobre agricultura de precisión y protección de cultivos, subrayando la nueva era tecnológica de la actividad en el mundo, altamente intensiva en conocimiento.

Camilo Gómez, David Álvarez, Susan Saavedra y Ricardo Uribe describen el caso de Cartama, un consorcio empresarial de clase mundial que viene impulsando el cultivo de aguacate en Colombia con una clara vocación exportadora.

Johana Husserl y José Manuel Suso presentan el caso de Arroz Blanquita en el Valle del Cauca, un ejemplo no solo de excelencia tecnológica, sino también de responsabilidad social empresarial.

Nicolás Estrada y Juan Manuel Herrera escriben sobre el caso pionero de Guaicaramo en los llanos orientales de Colombia a través de la palma de aceite.

Camilo Franco y Gustavo Barona se refieren al caso de la empresa Bengala Agrícola en el Valle del Cauca, impulsada por el Ingenio Riopaila, dedicada a la producción de piña bajo condiciones de alta eficiencia y competitividad con una visión internacional.

Johann Osma y los hermanos Alejandro y Andrés Sáenz presentan el ejemplar caso del grupo Sáenz Fety en el campo de las estrategias tecnológicas para la incorporación productiva de insumos agrícolas en Colombia.

Andrés Medaglia y Carlos Manuel Uribe exponen cómo Flores El Capiro se ha convertido en líder mundial de la exportación de crisantemos en contenedores marítimos.

Y finalmente, bajo el título “El mapa de la guerra es el mapa de Utopía”, Silvia Estefanía Gamba escribe una reveladora entrevista al Hermano Lasallista Carlos Gabriel Gómez, actual Provincial de esa orden en Colombia, quien inspiró y fundó en Yopal una de las más innovadoras y modernas escuelas de agricultura de nuestra Nación, bajo la consigna de “aprender haciendo y enseñar demostrando”.