Introducción
Más de 2500 millones de personas en el mundo no tienen acceso a saneamiento básico. Son más de 120 millones de latinoamericanos sin acceso a servicios mejorados de saneamiento principalmente en el sector rural. Menos del 15 % de las aguas residuales domésticas del continente no son tratadas adecuadamente y los impactos de la contaminación los sienten los grupos más pobres y vulnerables (WSP-LAC, 2007). La falta de acceso a agua potable y servicios de saneamiento tienen un impacto social directo sobre el deterioro de las condiciones de salud y nutrición de la población más vulnerable, y un impacto ambiental adverso en la preservación de los recursos naturales y el medio ambiente.
El desafío de cambiar esta situación es inmenso pero no imposible. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015 plantea como uno de sus objetivos de desarrollo sostenible para erradicar la pobreza garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos. (ODS No. 6). Los lineamientos de política sectorial establecidos en la Ley 1955 de 2019, Plan Nacional de Desarrollo 2018 -2022 “Pacto por Colombia, pacto por la equidad”, busca la universalización de los servicios públicos, propendiendo por el aumento sostenido de coberturas y disminución de las brechas urbanas y rurales de acceso al abastecimiento de agua y el saneamiento básico.
Este artículo busca evidenciar la paradoja de la disponibilidad de agua de mala calidad en el sector rural colombiano y sus consecuencias. El autor pretende además plantear reflexiones y proponer acciones concretas con el fin de cumplir el objetivo de desarrollo sostenible mencionado, y los lineamientos de la política sectorial de agua y saneamiento que cierren las brechas entre el sector rural y urbano redundando en mejor calidad de vida, nutrición y salud para la población más vulnerable. En el artículo se resume la oferta hídrica del país en términos de dotación per cápita y se compara con la demanda por sectores mostrando claramente la riqueza hídrica del país en términos de cantidad del agua.
Adicionalmente, se describe en detalle la problemática de la contaminación hídrica en Colombia a partir de la experiencia del autor obtenida en estudios detallados de monitoreo, caracterización y modelación de la calidad del agua en ríos de Colombia. Posteriormente, se analizan las consecuencias de la paradoja de la alta oferta hídrica pero de mala calidad que se presenta en la mayoría de zonas rurales del país. El análisis se realiza en términos de los conflictos uso – calidad del agua que se generan, los impactos en salud pública y ecosistémica y la necesidad prioritaria de inversión en infraestructura de tratamiento de aguas residuales. Finalmente, se concluye con acciones posibles entre las cuales están la necesidad de priorización de la inversión en infraestructura, la implementación de políticas que mejoren la gobernanza del agua y la articulación de los esfuerzos que se realizan en el sector, la aplicación de la ciencia y la toma de conciencia, y la necesidad de capacitación de la población rural en sistemas descentralizados de potabilización y tratamiento de las aguas residuales servidas.
Oferta hídrica en Colombia
Colombia es un país rico en la cantidad de recursos hídricos de los cuales dispone. La escorrentía que drena por los ríos al océano Pacífico, el mar Caribe y los ríos Orinoco y Amazonas supera, en un año hidrológico promedio, los 64.000 metros cúbicos por segundo, y el país cuenta con reservas permanentes de aguas subterráneas que superan los 5000 kilómetros cúbicos (ENA, IDEAM, 2018). En comparación, en países del Mediterráneo o del Medio Oriente los ríos llegan secos al mar o a las fronteras con otros países, y en ellos los acuíferos se han sobre-explotado.
El rendimiento hídrico de 56 litros/segundo/kilómetro cuadrado en Colombia es más del doble del valor promedio latinoamericano (21 L/s/km2) y casi seis veces el valor promedio mundial (10 L/s/km2) (ENA, IDEAM, 2018).
La oferta hídrica total superficial (OHTS) del país para un año hidrológico promedio calculada en forma de dotación per cápita supera los 114 metros cúbicos por habitante por día si se tiene en cuenta la población actual del país de 48’258.494 habitantes. Esta oferta, 114 m3/hab/día, no deja dudas de la gran abundancia de los recursos hídricos del país. Considérese por comparación que 0,150 m3/hab/día o 150 litros/hab/día corresponde a una dotación suficiente de agua por persona en una ciudad. Incluso, si se tiene en cuenta la oferta hídrica disponible superficial, descontando el caudal ambiental (ENA, IDEAM, 2018), la cantidad de agua superficial resultante en Colombia expresada como dotación es muy abundante cercana a 68 m3/hab/día. Esto, nuevamente valga decirlo, sin contar con las reservas de agua subterránea. Si bien esta oferta es variable espacial y temporalmente en Colombia, este valor es un indicativo claro de la riqueza hídrica de la cual nos preciamos en el país.
Demanda hídrica en Colombia
De acuerdo con el ENA (IDEAM, 2018) la oferta hídrica del país asciende a 37.287,1 millones de metros cúbicos por año. De los cuales el 43,1 % corresponde a la demanda agrícola, el 8,2 % a la demanda pecuaria, el 8,1% a la demanda piscícola, el 2,9 % a la demanda industrial, el 1,2 % al sector de la construcción, el 1,8 % al sector minero, el 1,6 % al sector de hidrocarburos, el 24,3 % al sector de energía, el 1,5 % al sector servicios y el 7,4 % al sector doméstico.
En términos de dotación per cápita, la demanda doméstica corresponde a 0,157 m3/hab/día (157 L/hab/día) y la demanda hídrica total del país a 2,117 m3/hab/día (2117 L/hab/día). Estas cifras muestran claramente que la oferta hídrica disponible superficial en un año hidrológico promedio supera por más de 30 veces la demanda (68/2.117), ratificando nuevamente la riqueza hídrica del país.
Esta riqueza es más evidente en años hidrológicos húmedos por las inundaciones y menos evidente en algunas zonas del país en años secos por la escasez de agua. No obstante, a pesar de la variación espacial y temporal de los recursos hídricos, en Colombia, con estas cifras, no deberían presentarse problemas en la gestión de la oferta hídrica para atender la demanda de todos los sectores.
Sin embargo, el concepto de agua disponible no debería considerar solamente el aspecto de cantidad sino también el de calidad del agua. De hecho, si el agua no cumple los estándares de calidad del agua estipulados en la norma, ésta no puede ser empleada para los diferentes usos tales como potabilización, riego agrícola con o sin restricciones, uso pecuario, recreativo e industrial entre otros. En Colombia, los estándares de calidad del agua para los diferentes usos están reglamentados aún en el Decreto 1594 de 1984 del Ministerio de Salud a pesar de que la mayoría de artículos de dicho decreto han sido derogados.
Problemática de la contaminación hídrica en Colombia
Pocas personas del común y gobernantes tienen conciencia de la problemática actual de la contaminación hídrica en Colombia debido a la percepción de la riqueza hídrica del país descrita anteriormente, y a los múltiples problemas sociales y ambientales que demandan atención del Gobierno nacional y los gobernantes locales. No obstante, a juicio del autor este problema debe resolverse prioritariamente pues limita efectivamente los usos del agua, genera impactos adversos en los recursos naturales y el medio ambiente y consecuencias graves en salud pública de los más pobres y vulnerables. El abastecimiento de agua potable y el acceso a servicios de saneamiento son necesarios para mejorar la calidad de vida, el bienestar, asegurar la salud y la nutrición de las personas y reducir la pobreza con la cual no hay desarrollo sostenible.
El deterioro de la calidad del agua superficial y subterránea del país es el resultado de múltiples causas y fuentes de contaminación. Entre ellas se encuentran el atraso en las coberturas de acueducto, alcantarillado y sistemas de tratamiento de aguas residuales domésticas; la contaminación de las aguas nacionales que no admiten vertimientos tales como cabeceras de los ríos y acuíferos; vertimientos industriales sin el tratamiento adecuado a las mismas fuentes receptoras; vertimiento de basura y desechos sólidos; vertimientos accidentales por rotura de oleoductos y volcamiento de vehículos a cuerpos de agua; y la contaminación que genera toda la escorrentía difusa. Escorrentía que drena en época de lluvias desde las zonas agrícolas, urbanas y mineras a los ríos, lagos, lagunas y embalses transportando sedimentos orgánicos e inorgánicos con metales pesados y sustancias tóxicas orgánicas disueltas y adsorbidas a dichos sedimentos (Figura 1).
Las consecuencias de la mala calidad del agua son evidentes en problemas de eutrofización de embalses, ríos y canales debido al alto contenido de nutrientes inorgánicos (nitrógeno amoniacal y nitratos, y fósforo soluble reactivo); son evidentes en problemas de sedimentación acelerada de embalses; son evidentes en ríos y embalses que presentan condiciones anóxicas causadas por la pérdida de oxígeno disuelto en la oxidación de la materia orgánica y la nitrificación entre otros procesos; son evidentes en las fuentes receptoras, cuyo primer uso, el estético, no se cumple por la presencia de todo tipo de basuras y desechos sólidos y líquidos vertidos a los cuerpos de agua incluyendo llantas, enseres, tensoactivos que generan espuma, grasas, aceites e hidrocarburos.
Sin embargo, las consecuencias de la mala calidad del agua son menos evidentes por el transporte y la transmisión de organismos patógeno (virus y bacterias principalmente) que causan enfermedades entéricas en las poblaciones ribereñas más pobres y vulnerables. Las consecuencias son menos evidentes en la contaminación con organismos patógenos y sustancias tóxicas del agua usada para riego agrícola de hortalizas, fresas, cultivos de pancoger, que causan enfermedades a la población. Son menos evidentes en sustancias tóxicas que se bio-acumulan en toda la cadena alimenticia, como el metil mercurio en peces, causando problemas serios de salud en humanos, como la enfermedad de Minamata, y en otras especies. También son menos evidentes los impactos de la mala calidad del agua en los servicios ambientales que se dejan de prestar y que pocas veces son valorados económicamente en forma correcta.
El autor ha participado directamente en el monitoreo, caracterización y modelación de la calidad del agua del río Bogotá (Uniandes-EAAB, 2003; Unal-EAAB, 2011), el río Magdalena (Uniandes-Acuagyr, 2004), el Canal del Dique (Unal-Cormagdalena, 2011), la región de La Mojana (Unal-DNP, 2012), los ríos de montaña Teusacá, Subachoque y Lenguazaque (Unal-Vicerrectoría de investigación, 2012), el río Anchicayá (Uniandes-EPSA, 2015), los ríos urbanos Torca, Salitre, Fucha y Tunjuelo (Uniandes-SDA, 2016), los embalses de Muña y Bajo Anchicayá, entre otros. En estos proyectos se han documentado los problemas de calidad del agua evidentes y menos evidentes mencionados como se registra en algunas fotos de la Figura 2.
Figura 2.
Ejemplos de contaminación hídrica doméstica, industrial y por basuras. Fotografías: Luis Alejandro Camacho.

Descarga doméstica STAR Municipio de Chía

Descarga industrial mataderos Río Tunjuelo Autopista Sur

Fumigación cultivos de papa en páramo

Vertimiento de basura Río Teusacá
A juicio del autor hay un gran desconocimiento del alcance del problema de falta de acceso a agua potable y contaminación hídrica que se traduce en falta de conciencia de la población y de sus gobernantes. Ahora, durante la actual pandemia del Covid-19, empezamos como sociedad a darnos cuenta del poder del agua potable y la importancia del lavado de manos en la reducción de la transmisión de enfermedades. Y, hoy en día, millones de personas en zonas rurales e incluso en ciudades capitales como Santa Marta y cabeceras municipales, el agua potable simplemente no llega o no fluye con la continuidad que se requiere. Es en estos momentos en los que varias personas pensamos que el atraso en la cobertura de agua potable y servicios de saneamiento básico mejorados, incluyendo las actividades complementarias de tratamiento de las aguas residuales, no tiene razón de ser (Sanitation and water for all, 2020). La inversión en esta infraestructura es inversión en salud. Eso lo aprendimos como humanidad desde la época del cólera en 1854 en Londres y con el nacimiento de la ingeniería sanitaria, la cual no ha llegado –170 años después– a los más pobres y vulnerables en algunas ciudades y en el sector rural colombiano (Johnson, 2006; Morris, 2008).
Coberturas de acueducto, alcantarillado y sistemas de tratamiento de aguas residuales
De acuerdo con el Estudio Sectorial de los Servicios Públicos Domiciliarios de Acueducto y Alcantarillado (Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, SSPD, 2018) y del Sistema Único de Información (SUI) de esta entidad, que cuenta con la información reportada por los municipios para el año 2018, la cobertura nacional para el servicio público de acueducto es del 87,54 % en el área urbana y del 34,95 % en el área rural. No menos importantes son los indicadores de agua no contabilizada (valor muy alto de 40 % para Colombia), la continuidad del servicio, que presenta altas variaciones en el territorio (10 - 24 horas de suministro/día), y la calidad relativamente buena del agua de consumo suministrada de acuerdo con lo esperado en un acueducto (86,2 % de la población urbana del país, durante el año 2018, contó con acceso a agua clasificada como apta para consumo humano “sin riesgo”, con un Índice de Riesgo de Calidad del Agua, IRCA, de 3,4). No obstante, debe resaltarse que existen municipios con acueductos que suministran agua clasificada inviable sanitariamente o con alto riesgo, lo cual es realmente inadmisible.
A su vez, de acuerdo con la información reportada para el año 2018, la cobertura nacional para el servicio público de alcantarillado es del 82,84 % para el área urbana y de 14,36 % para el área rural (SSPD, 2018). Esto muestra que para este servicio la brecha entre el sector rural y urbano es aún mayor que para el servicio de acueducto. No obstante, estos indicadores pueden mostrar subvaloración, puesto que en el sector rural se utilizan soluciones alternativas para la disposición de residuos líquidos, tales como pozos sépticos, letrinas, filtros percoladores, entre otros, que no se enmarcan en las acciones de vigilancia de la SSPD y por lo tanto no se registran en el SUI (SSPD, 2018).
Para la vigencia 2018 se identificaron 699 Sistemas de Tratamiento de Aguas Residuales (STAR) en el país (SSPD, 2018). De acuerdo con la información disponible de 278 STAR se estimó que la capacidad instalada de tratamiento de aguas residuales en estos sistemas corresponde a 49,60 metros cúbicos por segundo (m3/s). Finalmente, se reporta que el caudal total tratado por los prestadores del servicio público de alcantarillado a cargo de los STAR urbanos y rurales del país, fue de 28,95 m3/s (SSPD, 2018). Considerando la demanda doméstica de 87,4 m3/s y un factor de retorno de 0,85 de aguas servidas, el caudal estimado de aguas residuales domésticas del país resulta ser de 74,4 m3/s. En este escenario la cobertura de tratamiento de aguas residuales se estima en 38,9 % para 2018.
Desafortunadamente, a 2018 no se conoce la información relevante de los STAR, tal como el porcentaje de remoción real de materia orgánica, sólidos suspendidos totales, nutrientes y demás determinantes. Tampoco se conocen el nivel de operación ni la cobertura del sistema de alcantarillado que llega al sistema. Esto es muy importante, pues la calidad del agua del efluente de un tratamiento primario es muy diferente al de un tratamiento terciario con desinfección, por ejemplo. Si se tiene en cuenta que los STAR construidos en varios municipios no tratan la totalidad del agua residual producida, y que se desconoce el estado real de funcionamiento y operación de la mayoría de estos sistemas, el estimativo de cobertura de población con acceso a tratamiento de aguas residuales puede llegar a ser considerablemente inferior. Como referencia se menciona que el cubrimiento es aproximadamente del 25 % de la población con tratamientos primarios en Bogotá, Cali y Medellín. La cobertura estimada en Barranquilla es del 20 %. Por esta razón, se estima que la cobertura efectiva de STAR en el país puede alcanzar solo entre el 15 % y 20 % con tratamientos incompletos que no resuelven la problemática de la calidad del agua de las fuentes receptoras aguas abajo (MAVDT, 2004). Nótese que bajos niveles de tratamiento de las aguas residuales no resuelven los problemas de contaminación por organismos patógenos y sustancias tóxicas que constituyen el alto riesgo de enfermedades entéricas en el país.
Contaminación de cabeceras y acuíferos
La legislación colombiana, desde el Código Nacional de Recursos Naturales, distingue las aguas entre aquellas que admiten y aquellas que no admiten vertimientos. Entre las segundas se encuentran sabiamente las cabeceras de los ríos y los acuíferos de aguas subterráneas, las cuales por lo tanto no deberían presentar contaminación. No obstante, está ocurriendo contaminación en páramos (González et al., 2019; Fernández et al., 2018) con la expansión de la frontera agrícola de papa y la fumigación con herbicidas y plaguicidas y el uso de fertilizantes que contaminan los ríos y quebradas a través de la contaminación difusa (Figura 2). La legislación no define desafortunadamente la longitud de una cabecera. Como ejemplo se presenta el caso del río Bogotá, que tiene una longitud de 380 kilómetros y a 10 kilómetros de su nacimiento (menos del 3 % de su longitud) ya ha recibido la descarga de las aguas residuales del municipio de Villapinzón. Como se menciona más adelante la estrategia de saneamiento hídrico debe priorizarse de arriba hacia aguas abajo y el río Bogotá es un claro ejemplo de lo que no debe ocurrir. El primer municipio sobre el río es el único que aún no tiene planta de tratamiento de aguas residuales.
Contaminación industrial y vertimientos ilegales
El recorrido cuidadoso a lo largo de los ríos permite identificar en Colombia vertimientos industriales ilegales y vertimientos industriales legales que no deberían tener una licencia ambiental. En la experiencia del autor, es el caso de los ríos Teusacá, Subachoque, Bogotá, Tunjuelo, Fucha, Salitre, Torca, Magdalena, por poner solo algunos ejemplos (Figura 2). En este caso las industrias que se lucran por los productos que producen y comercializan deberían realizar el tratamiento de sus aguas servidas como parte del proceso productivo. Así lo exige la legislación colombiana. Desafortunadamente en muchos casos el control ambiental en Colombia es muy deficiente por parte de las autoridades por falta de recursos y otras razones.
Los ríos y la disposición de basuras
El problema de la disposición de basuras, desechos sólidos y líquidos en cuerpos de agua es un problema cultural. No hace sentido a una persona educada utilizar los ríos para la evacuación de este tipo de desechos como si fueran alcantarillas. Se requiere educación ambiental, concientización y control ambiental y social. No más desechos a los ríos, no más llantas, enseres, cadáveres y animales muertos (Figura 2). Es necesaria la educación desde la casa que nos enseñe a eliminar vertimientos de aceites y grasas vertidos al lavaplatos, uñas y dispositivos sanitarios vertidos al inodoro, basura de calles barridas hacia la alcantarilla.
La contaminación doméstica
El tratamiento del 39,8 % nominal de las aguas residuales domésticas en el país no es suficiente y menos un tratamiento que efectivamente está entre el 15 % y 20 %. Gran parte de los 699 STAR en el país presentan deficiencias en cuanto a su capacidad y no cumplen con el proceso completo de tratamiento. El objetivo último en el tratamiento de vertimientos a las fuentes receptoras debe ser alcanzar estándares de calidad que no presenten conflictos con los usos actuales y prospectivos del agua ni efectos nocivos a la salud pública. Si no se cumple este objetivo no está siendo efectivo el uso de los recursos en la infraestructura correspondiente.
Escorrentía difusa en zonas agrícolas, urbanas y mineras
En Colombia no hemos resuelto el problema de contaminación de fuentes puntuales de vertimientos domésticos y determinantes convencionales y realizamos aún vertimientos industriales de sustancias tóxicas a nuestros ríos y otros cuerpos de agua. Además, desafortunadamente, se están presentando problemas de contaminación difusa por escorrentía durante eventos de lluvia en zonas agrícolas y urbanas y en zonas de explotación minera, los cuales son más difíciles de resolver. Sin embargo, no es imposible resolverlos, y existen alternativas que demandan nuestra voluntad, convicción y capacitación. En zonas urbanas estas alternativas tienen que ver con sistemas de drenaje urbano sostenibles desde el control en la fuente en el hogar hasta el control local y regional (Jiménez et al., 2019). En zonas agrícolas y mineras tienen que ver con el mantenimiento de los bosques de galería y las zonas de bio-retención en la ronda hídrica que debe preservarse, entre otros. Los humedales de tratamiento y otras alternativas en zonas rurales son posibles. Se trata de innovar e introducir y compartir tecnologías alternativas apropiadas que hagan el proceso menos costoso y más efectivo.
La paradoja y sus consecuencias
Es una gran paradoja vivir en un país con una riqueza hídrica demostrada en cantidad, cuya oferta hídrica disponible superficial, descontando el caudal ambiental y las reservas subterráneas, supera treinta veces la demanda hídrica de todos los sectores de la economía del país, y no tener agua “realmente disponible” que cumpla con los estándares de calidad que no presenten conflictos con los usos actuales y prospectivos del agua ni efectos nocivos a la salud pública.
Los problemas de contaminación descritos limitan la disponibilidad del uso del agua causando conflictos uso – calidad, causan el deterioro de los recursos naturales y el medio ambiente, y lo que es más grave, causan problemas de salud pública en la población más pobre y vulnerable. La inversión en saneamiento hídrico literalmente corresponde a invertir en prevención en salud, bienestar, calidad de vida y nutrición, y no hacerlo es una externalidad negativa que transfiere altos costos al sector salud en tratamiento y medicinas, y a la economía en pérdidas laborales y de servicios ambientales, entre otros. Resolver el problema del acceso al agua potable y a los servicios de saneamiento con la actividad complementaria de tratamiento de las aguas residuales es resolver una parte importante de las desigualdades y la pobreza.
Conflictos uso – calidad del agua
En Colombia, la mala calidad del agua debido a los problemas de contaminación descritos genera conflictos de uso – calidad en vastas regiones y corrientes. Esto significa que se está empleando el agua sin cumplir el estándar de calidad requerido para su uso. Se utiliza para potabilización sin ser apta para este fin, o para riego agrícola, o uso recreativo o preservación ecológica. Estos conflictos constituyen un alto riesgo potencial para la salud y son la causa de gran parte de las enfermedades entéricas en países latinoamericanos en desarrollo como el nuestro. Además, la mala calidad del agua genera impactos en la preservación de los recursos naturales y el medio ambiente que reducen los servicios ambientales que prestan las corrientes, otros cuerpos de agua lénticos y humedales. Los economistas son capaces de valorar adecuadamente estos servicios y responder preguntar tales como: ¿cómo valorar los servicios ambientales de un río adecuadamente? ¿Cuánto vale un río, un embalse, un humedal, una ciénaga limpios y los beneficios y servicios que prestarían? ¿Es el beneficio mayor al costo de saneamiento? Santos y Camacho (2013) describen para el caso del río Bogotá cómo utilizar el índice canadiense de calidad del agua para tener en cuenta los conflictos uso calidad del agua y clasificar la fuente receptora de acuerdo con su uso potencial.
Efectos en salud pública
De acuerdo con la OMS, 2006; CEPIS/OPS/OMS, 2002; OMS/UNICEF 2000, en países en desarrollo como Colombia, el mayor problema asociado con la contaminación hídrica es la descarga de organismos patógenos y sustancias tóxicas, particularmente en ríos y acuíferos.
Los principales impactos asociados con el sector de agua potable y saneamiento en el país y las zonas rurales se relacionan con la salud pública. La falta de acceso a servicios de agua potable y alcantarillado, unido a bajos niveles económicos y falta de educación e higiene, conforman un cuadro de alto riesgo para la salud de la población, especialmente para la infantil. La poca disponibilidad de agua potable, la contaminación con residuos fecales, e inadecuados hábitos de higiene personal están asociados con enfermedades diarreicas, hepatitis A, tifoidea, cólera, y shigellosis, entre otras. Enfermedades como las diarreicas tienen un costo económico significativo y están asociadas con dolor físico particularmente para la población infantil (MAVDT, 2004).
Enfermedades como cólera, tifoidea, shigellosis requieren medicamentos como antibióticos y exigen hospitalización. Al costo de los tratamientos médicos de enfermedades como la hepatitis, el cólera o la tifoidea se debe adicionar el costo de la pérdida laboral. Las pérdidas de días de trabajo en enfermedades como el cólera están entre 8 a 35 días, hepatitis A de 10 a 15, shigellosis entre 4 y 8, amebiasis de 2 a 10, y tifoidea de 5 a 20 (MAVDT, 2004).
En Colombia, de 1991 a 1997 se registraron entre 4’400.000 y 3’500.000 casos de enfermedades diarreicas respectivamente. El costo de tratamiento de cada enfermedad se estimó en USD 30 y el costo de la pérdida de días de trabajo en USD 60. Por lo tanto, el costo anual asociado con la morbilidad de índole diarreica anual oscila entre USD 315 y 400 millones. A una tasa de descuento del 10 % anual, el valor presente neto del costo asociado se estima en más de USD 3000 millones (MAVDT, 2004).
Tratamiento de aguas residuales y prevención de salud
Por la razón anterior invertir en infraestructura de saneamiento es invertir en la prevención y transmisión de enfermedades de origen hídrico.
El ENA (IDEAM, numeral 7.2, 2018) inspirado en el Estudio Nacional de Equidad en Salud Ambiental (Enesa, MSPS-OMS, 2019), demuestra con dos ejemplos que “…la desigualdad en el acceso al agua potable y servicios de saneamiento explica desigualdades en la salud de las personas” y concluye que: “…siendo estas desigualdades injustas y evitables, es una prioridad nacional subsanarlas”. Se presentan en este estudio dos escenarios ilustrativos de la desigualdad en salud determinada por la desigualdad en el acceso a agua en Colombia. El primer escenario ilustra la desigualdad en el riesgo de muerte materna y el segundo, en el riesgo de morir antes de cumplir cinco años de edad debido a una enfermedad diarreica aguda. Con esta evidencia, se destaca en el estudio el rol determinante que el acceso al agua tiene para la salud y la equidad en Colombia.
Un ejemplo más reciente es la pandemia del Covid-19 durante la cual se ha hecho evidente para la mayoría de los habitantes la importancia que tienen el abastecimiento de agua potable para el lavado de manos y el tratamiento de las aguas residuales como mecanismos efectivos para prevenir la transmisión de los virus, bacterias y otros organismos patógenos como el Coronavirus.
Acciones posibles
A continuación, se resumen algunas reflexiones del autor y acciones posibles para solucionar la paradoja planteada y resolver los problemas de contaminación hídrica en Colombia con énfasis en el sector rural.
1. Priorización
La solución de un problema costoso y complejo debe comenzar por ejercicios rigurosos de evaluación y priorización de alternativas y definición de escenarios viables. Los recursos para invertir en tratamiento de aguas residuales son limitados. Por esta razón es necesario priorizar las inversiones. Debe establecerse primero por qué es necesario tratar, y a qué nivel, teniendo en cuenta una visión integral de cuenca, la cantidad y calidad del agua residual producida, la capacidad de asimilación de la fuente receptora y sus usos aguas abajo. La priorización del saneamiento de corrientes y cuencas hidrográficas en las cuales hay afectación de la salud pública parece ser la opción más clara, aunque también la de sistemas con afectaciones considerables en bienes y servicios prestados y donde la valoración económica y ambiental lo determine. Al respecto, “…es urgente retomar el rumbo de los planes nacionales prioritarios de inversión en tratamiento de aguas residuales y saneamiento hídrico…” (Conclusiones – XXII Seminario Nacional de Hidráulica e Hidrología – La crisis del agua - SCI, agosto 26, 2016).
El saneamiento hídrico de una corriente debe priorizarse y realizarse de arriba hacia aguas abajo. Hay tres razones principales para hacerlo: primero, aguas arriba el río tiene menor caudal y menor capacidad de asimilación de vertimientos; segundo, se afectan los servicios ambientales y usos del agua del río desde aguas arriba; y tercero, los costos de saneamiento y potabilización –si no se hacen los tratamientos aguas arriba– son mayores aguas abajo. Este es el caso, por ejemplo, del río Bogotá en Tibitoc, donde los costos de potabilización deben incluir, además de la remoción de nutrientes y materia orgánica, la remoción de manganeso Mn+2 reducido aguas arriba por presentarse condiciones anóxicas en la corriente por la contaminación doméstica del municipio de Villapinzón y las curtiembres.
El diseño de un plan de saneamiento o de un esquema de tratamiento de aguas vertidas a una fuente receptora es un problema que puede ser complejo y, con el fin de obtener soluciones técnicas apropiadas y costo-efectivas, los ingenieros y técnicos estamos en la obligación de proponer la aplicación de las mejores tecnologías disponibles. Los modelos de transporte de contaminantes y de calidad del agua permiten dimensionar y diseñar soluciones estructurales (e.g. plantas de tratamiento) y no estructurales (e.g. tecnologías de producción más limpias) requeridas para alcanzar estándares de calidad de agua bajo diferentes niveles de contaminación y/o tratamiento.
Trabajos de modelación de la calidad del agua y de priorización de la inversión en tratamiento de aguas residuales a nivel nacional han sido desarrollados por Barrera et al., (2005), Raciny y Camacho (2006), y Rojas y Camacho (2013), entre muchos otros. El trabajo pionero de Barrera et al., (2005) muestra claramente que los problemas de calidad del agua en Colombia que limitan sus usos a escala nacional están relacionados con organismos patógenos y no con materia orgánica, nutrientes y otros determinantes convencionales (Figura 3a). El trabajo de Rojas y Camacho (2013), por su parte, muestra la localización de la población en zonas de bajo factor de asimilación y por ende alta contaminación (Figura 3b). Es también, por ejemplo, el caso del río Bogotá que con un caudal cercano a 40 m3/s drena las aguas residuales sin tratamiento de cerca de 7,5 millones de habitantes.
2. Políticas y acciones
Los actores políticos deben tener conciencia, determinación, convicción y voluntad para resolver los problemas de contaminación. Los esfuerzos de saneamiento hídrico deben darse coordinadamente de acuerdo con la priorización que se establezca. Los instrumentos de gestión del recurso hídrico en Colombia son suficientes pero ¿cómo articular adecuadamente el POMCA, los POT, los PORH, los PSMV, los PUEA para que éstos se constituyan en herramientas e instrumentos efectivos de administración y gestión integral del recurso hídrico? Es necesaria la implementación de mecanismos dirigidos a la conformación de esquemas regionales, de focalización de recursos, y programas para el acceso a los servicios en área rural y uso eficiente de tecnologías de tratamiento de aguas residuales.
Los esfuerzos de saneamiento hídrico –cuando se realizan– están desarticulados. Hay un problema de gobernanza. Pero la mayor limitación es la falta de conciencia y conocimiento de la problemática por la mayoría de habitantes e, incluso, por los gobernantes. Por lo tanto, no hay presión de la sociedad para que los problemas de contaminación sean resueltos y, en consecuencia, no existe aún en el país la voluntad política para hacerlo como ocurrió en Londres 1854, o en Estados Unidos con el Water Act de 1970. Hay mayor conciencia de las inundaciones y el cambio climático que de la contaminación hídrica que limita efectivamente los usos del agua y causa costosos problemas de salud pública.
Muchas veces las soluciones técnicas a los problemas de contaminación ya existen, se han inventado y son propuestas en el país, pero éstas deben priorizarse e implementarse diligentemente. En la mayoría de problemas de contaminación la inclusión social es necesaria y parte de la solución. Si no se involucra a la comunidad no hay solución sostenible a largo plazo. El caso de las curtiembres de Villapinzón en el río Bogotá, o de San Benito en el río Tunjuelo, o del río Pasto son un ejemplo claro de esto.
Los problemas de contaminación en Colombia se resolverán cuando se priorice la inversión por criterios de salud pública, cuando la comunidad lo considere una prioridad y demande soluciones, cuando exista la voluntad política necesaria, cuando se valoren los servicios ambientales de los ríos adecuadamente y se demuestre que la inversión en saneamiento es una inversión y no un costo, y los beneficios son mayores a dicha inversión, cuando se consideren las cuencas como prioritarias, o se declare la emergencia sanitaria. No deberíamos tener que llegar –como está ocurriendo– a sentencias del Consejo de Estado que resuelvan el problema de falta de gobernanza del agua, sienten las nuevas bases de políticas públicas y pretendan definir los lineamientos requeridos para la solución del problema de saneamiento hídrico. Deberíamos entender que todos los ríos son sujetos de derecho sin requerirse una sentencia de la Corte Constitucional para cada uno de ellos.
3. Falta ciencia y conciencia
Falta consciencia y conocimiento de la problemática de la contaminación a nivel general de la población. Pero, además, la ciencia, la innovación, y la buena ingeniería son necesarias en las soluciones ambientales alternativas, que sean eficientes y de bajo costo en el sector rural colombiano. Tanto en campañas de concientización y educación ambiental, como en el aporte de la ciencia y la innovación, la academia puede ayudar. Deberían trabajar mancomunadamente con los ministerios e institutos de investigación como el IDEAM, Humboldt e INVEMAR, entre otros. Algunas alianzas han dado muy buenos frutos en el pasado, por ejemplo, el convenio entre la Universidad de los Andes y el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial – MAVDT en 2001 que realizó la priorización de la inversión en tratamiento y dio origen al CONPES y correspondiente Plan Nacional Decadal de Inversión en Tratamiento de Aguas Residuales (MAVDT, 2004). Plan que desafortunadamente a 2020 no ha realizado las inversiones en infraestructura prioritaria del país y muestra ya un rezago de 16 años en su ejecución.
Por otra parte, la capacitación general del SINA es prioritaria así como su des-politización. En los aspectos de capacitación la academia tiene un papel preponderante por llevar a cabo.
4. Sistemas descentralizados de tratamiento
La capacitación masiva de campesinos y líderes comunales en la construcción comunitaria de sistemas descentralizados de tratamiento es necesaria. Nuevamente la academia es la llamada a ayudar en forma articulada con los ministerios e institutos gubernamentales. Una posibilidad por seguir son los cursos masivos abiertos en línea (MOOC, por sus siglas en inglés), un ejemplo es el MOOC de Agua: Abundancia en América Latina en medio de la escasez Mundial (Uniandes-BID) que, en su cuarta cohorte, ha superado los 30.000 participantes, de los cuales 9000 han finalizado satisfactoriamente la capacitación respectiva.
Conclusión y proposición
A medida que las sociedades se mueven de economías primitivas y agrarias a economías desarrolladas, el énfasis en el control de la calidad del agua se mueve de la supervivencia a la sostenibilidad. Mientras las preocupaciones de la calidad del agua en el presente en Colombia están guiadas por la solución de problemas de “basuras, malos olores y muerte”, esperamos que los esfuerzos futuros estén dictados por características de alto orden tales como mejor calidad de vida, salud, nutrición, turismo, comercio y erradicación de las desigualdades de acceso al agua potable y los servicios de saneamiento básico que incluyan las actividades “complementarias” de tratamiento de aguas residuales y ayuden a erradicar la pobreza como parte del desarrollo sostenible.
Es necesario cambiar la paradoja de la gran riqueza hídrica de agua de mala calidad del agua por una verdadera riqueza de agua disponible con la calidad adecuada para sus diferentes usos, que no presente conflictos en los servicios ambientales prestados, ni impactos en la salud pública de los habitantes. Tenemos herramientas y acciones por desarrollar y los retos y desafíos pueden cumplirse con el concurso decidido de la academia y los ciudadanos de todos los sectores. La priorización de los recursos, las políticas claras y acciones propuestas en este artículo; y la inclusión social y acciones colectivas, la conciencia a partir del conocimiento de la problemática, la ciencia y la innovación y capacitación masiva en el sector rural en sistemas descentralizados de tratamiento son acciones posibles que deberían implementarse diligentemente.