Estar quieto no es lo mismo que no hacer nada: la inteligencia artificial y los educadores*
Aquel que quiere permanentemente llegar más alto tiene que
contar con que algún día le invadirá el vértigo.
—Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, 2019
Milton F. Caicedo Becerra
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá (Colombia)
https://orcid.org/0009-0008-0743-3286
Sandra J. Maceta Muñoz
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá (Colombia)
https://orcid.org/0009-0009-3835-3462
Erika L. Ríos Wilches
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá (Colombia)
https://orcid.org/0009-0001-5816-1195
Recepción: 16 de octubre de 2024 | Aceptación: 18 de febrero de 2025 | Publicación: 31 de mayo de 2025
DOI: http://doi.org/10.18175/VyS16.2.2025.4
RESUMEN
El ritmo de la actualidad, afectado en gran medida por el desarrollo acelerado de diversas tecnologías, y entre ellas las diferentes inteligencias artificiales, ha traído consigo una necesidad imperiosa de discutir los riesgos de estas últimas, así como sus grandes posibilidades, especialmente en el campo de la educación. En ese contexto, el presente documento ofrece una reflexión alrededor de estos avances y su funcionalidad para el ejercicio docente latinoamericano a partir de la comprensión de conceptos como el tiempo y la vertiginosidad de la inteligencia artificial (IA). Para alimentar dicha reflexión se conversa con varios autores del campo de la filosofía que se destacan por sus discusiones acerca de los adelantos tecnológicos. Se busca traer a nuestro contexto sus reflexiones para presentar las distintas formas en que los educadores afrontan y asumen su rol en la era de la IA.
PALABRAS CLAVE
inteligencia artificial, educador, tiempo, velocidad.
Being Still Is Not the Same as Doing Nothing: Artificial Intelligence and Teachers
ABSTRACT
The current pace of life, significantly shaped by the accelerated development of various technologies, including different forms of artificial intelligence, has created an urgent need to discuss both the risks and the vast possibilities of the latter, particularly in the field of education. In this context, this paper offers a reflection on the understanding of these advancements and their functionality within Latin American teaching practices, framed by concepts such as time and the fast-paced nature of artificial intelligence (AI) evolution. To enrich this reflection, insights from several philosophers renowned for their discussions on technological progress are considered. The aim is to bring their reflections into our current context, illustrating the diverse ways in which educators confront and embrace their roles in the AI era.
KEYWORDS
artificial intelligence in education, educator, time, pace.
Estar parado não é o mesmo que não fazer nada: inteligência artificial e os educadores
RESUMO
O ritmo atual, influenciado principalmente pelo desenvolvimento acelerado de várias tecnologias, com destaque nas diferentes formas de inteligência artificial (IA), tem trazido uma necessidade urgente de discutir tanto os riscos destas últimas quanto as suas grandes possibilidades, especialmente no campo da educação. Nesse contexto, este documento apresenta uma reflexão sobre a compreensão desses avanços e sua funcionalidade no exercício docente da América Latina, a partir da análise de conceitos como o tempo e a velocidade vertiginosa da IA. Para enriquecer essa reflexão, dialoga-se com diversos autores do campo da filosofia, destacados por suas discussões sobre o progresso tecnológico. Espera-se trazer as reflexões deles ao nosso contexto, para apresentar as diferentes formas como os educadores encaram e assumem seus papéis na era da IA.
PALAVRAS-CHAVE
inteligência artificial na educação, educador, tempo, velocidade.
Introducción
El ritmo de la actualidad, afectado en gran medida por el desarrollo acelerado de diversas tecnologías, y entre ellas las diferentes inteligencias artificiales, ha traído consigo una necesidad imperiosa de discutir los riesgos de estas últimas, así como sus grandes posibilidades, especialmente en el campo de la educación. Sin embargo, en contraste con épocas anteriores, nos encontramos con muy poco tiempo para alcanzar una mejor comprensión de estos avances y su funcionalidad para el ejercicio docente. El educador, dado su rol fundamental en el desarrollo de los estudiantes, y por lo tanto en la conformación de una sociedad, tiene, entre muchas otras, la gran responsabilidad de mantenerse al tanto de los cambios que se dan. Pero lograr esto requiere que el docente cuente con el tiempo suficiente para relacionarse con esos nuevos avances, descubrirlos, aprender a usarlos y experimentar con ellos, de forma tal que pueda aportar desde su propio conocimiento a la conversación y, por qué no, llegar a proponer metodologías novedosas o incluso nuevos modelos de pensamiento.
Este documento discutirá cómo el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) puede ser abordado para estudiar sus posibilidades y límites en el contexto educativo, desde la perspectiva de la necesidad de la observación y el enlentecimiento propuestos por varios autores del campo de la filosofía que han examinado los adelantos tecnológicos, especialmente la IA, y los ritmos de su evolución. A partir de la conversación con estos autores, nuestra propuesta es presentar reflexiones relacionadas con la noción del tiempo, el avance vertiginoso de la IA y cómo los educadores afrontan y asumen estas variables en el contexto escolar actual.
Con el paso del tiempo, más y nuevas herramientas de IA han aparecido o evolucionado, y su uso ha llegado a permear muchos campos, incluyendo el de la educación. Es por eso que los docentes deberían ser capaces de desarrollar propuestas pedagógicas que mantengan tanto la esencia de su área como su pertinencia a futuro, además de contemplar sus necesidades y las de los educandos. Sin embargo, es común que, en el ejercicio de la docencia, dada la presencia constante de diversas variables y tareas inherentes a la profesión, se disponga de muy poco tiempo para la quietud y la contemplación, dos aspectos fundamentales para que cualquier reflexión se dé, ya que las aguas quietas permiten ver el fondo del océano.
De acuerdo con lo planteado se considerarán tres temas que se presentarán en el siguiente orden: primero, la noción del tiempo, entendida desde la filosofía y su interconexión con la pedagogía; luego, el avance de la IA; y, finalmente, cómo los docentes enfrentan y asumen su rol en ese nuevo contexto de cambios vertiginosos.
La noción del tiempo
Con cada avance en la técnica y la tecnología, las nociones de tiempo y espacio se hacen más cortas. Piénsese en el tiempo que se empleaba para llevar cartas de una ciudad a otra o de un país a otro en siglos anteriores: días, semanas, meses. Los modos de transporte y comunicación añaden, también, esa sensación de inmediatez. El teléfono revolucionó la interacción entre las personas y las acercó, con el tiempo se sumaron a este el fax y, en un inicio, las primeras formas de conexión a internet, todo en un mismo dispositivo.
Con el auge informático, la noción de temporalidad se ve aún más reducida y no se ha tardado en derivar en la reconceptualización contemporánea del tiempo desde el campo de la filosofía. Tanta producción de información a nivel mundial y los diversos medios para acceder a ella y obtenerla dan paso a que teóricos y filósofos estudien y reflexionen acerca de cómo es la vivencia del tiempo en las sociedades occidentales.
En el presente, no es raro percibir que o no se tiene tiempo o que lo que se hace con él no es significativo, o bien se siente que se está de lleno perdiendo el poco que se tiene. Todo indica, además, que con el empleo de las IA este sentimiento se profundiza y exacerba de manera generalizada. Véase cuánta energía y tiempo se empleaban para ejecutar una investigación y cómo se llevaba a cabo: desplazarse, consultar información en medios físicos y reducirla a ideas, estructurar un texto, escribirlo, presentarlo; un punto intermedio de avance se empezó a dar con la información que está en formatos distintos al escrito, pero que se somete al mismo proceso cognitivo anteriormente relatado.
En la actualidad, con el uso de las IA muchos procesos cognitivos y creativos se acortan y optimizan, lo que ha hecho que el sujeto comience a sentir angustias que años atrás no experimentaba: la percepción de la velocidad del tiempo es una de estas preocupaciones que empiezan a aparecer en el devenir presente. Dice el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en su texto El aroma del tiempo (2009, p. 9) que no se trata de una aceleración, sino de una dispersión temporal. Los acontecimientos que ocurren dan tumbos sin límite alguno y sin propósito; esto a causa de una atomización que inicia a ser parte de las cosas: se está disperso en un grado tal, que no se siente el transcurrir de los eventos. Tan es así, dice el filósofo Han, que el hombre, atomizado ya, solo vive para sí mismo y lo que alcanza al final de sus días es haber envejecido sin hacerse mayor.
En este presente en el que las actualizaciones y creaciones de software son tan rápidas y en gran cantidad, el ser humano no alcanza a afianzarse en algo cuando ya debe migrar o mutar, no cuenta con el tiempo para analizar o reflexionar porque pronto debe adecuarse a algo nuevo. Ello valida, por tanto, la idea de Han de que el presente se reduce a picos de atención de acontecimientos. A partir de esta idea es que se dilucida en el terreno educativo, por ejemplo, que la educación tradicional es la única de la cual se puede decir algo, las innovaciones educativas son difíciles de aprehender porque no duran lo suficiente como para analizar sus fortalezas o debilidades, ya que se ven reemplazadas por picos de atención novedosos.
De otra parte, lo novedoso no solo hace que el tiempo se disperse, sino que también el concepto de verdad se vea como un algo temporal. La verdad es un fenómeno que requiere de la quietud en el tiempo y en el relato, es decir, precisa de un inicio y un fin, de un enlentecimiento que permita su observación, análisis y cotejo para que tome forma y sea, así, aprehensible por los otros. Pero cuando todo ocurre varias cosas a la vez o de manera simultánea y a gran velocidad, no existe ese espacio para propiciar la sabiduría.
El docente, por ejemplo, se ve inmerso en movimientos que hacen pensar en el dicho popular de “no se puede estar en misa y repicando”. Lo novedoso y lo cotidiano deben asumirse para estar en sintonía con los estudiantes y despertar su atención: hay que, de un lado, profesar un conocimiento básico de algún saber, a la vez que se determina qué es pertinente ahora y qué ya no de ese saber; y, de otro, estar a la vanguardia tecnológica (lo que incluye la IA) para no ser rebasado por los estudiantes (que sí la pueden estar utilizando para realizar los ejercicios propuestos). Esto nos lleva a una pregunta: ¿cómo propiciar, entonces, aprendizajes significativos que les puedan ser útiles a los estudiantes y que partan de lo novedoso y lo cotidiano o del entretenimiento?
El progreso tecnológico, según la concepción de Heidegger, parte de “la transformación del hombre y la tecnología al añadir un elemento fundamental: la libertad” (Aranda Anzaldo, 1988, p. 1). La tecnología existe en tanto hay cultura, es por ella que el ser humano adquiere la capacidad de investigar desinhibida y sistemáticamente. En este sentido, la tecnología produce nuevos medios para lograr viejos propósitos, a la vez que fomenta la aparición de nuevos propósitos y necesidades.
Es así como la tecnología moderna representa el fundamento de la libertad generalizada. Este progreso nos libera de las ataduras tradicionales, lo cual contribuye a eliminar las diferencias sociales. La IA permite reducir las brechas existentes entre clases, al estar al alcance de cualquier persona aun con limitaciones, tales como el dominio del idioma, el acceso a la tecnología, el contexto cultural y económico, entre otras. Sin embargo, esa posibilidad del acceso libre al conocimiento —sin fronteras y que permee todas las esferas de la vida cotidiana— coloca a las personas en una “condición de profundo desarraigo con la consecuente pérdida de orientación y tranquilidad espiritual” (Aranda Anzaldo, 1988, p. 3).
Ahora bien, es importante rescatar que la tecnología se orienta hacia el futuro, en tanto que la innovación y el cambio son esenciales para el progreso de los pueblos. Las necesidades derivadas de la tecnología y la sociedad son consecuencia de un proceso de transformación histórica, que ha invitado a formular parámetros que reglamenten los usos de estas herramientas con el fin de hacer de la tecnología y sus avances la base de desarrollo concienciado para las sociedades. Se busca así una parametrización en la que prime la libertad y no el control, que desde la ética la información sea masificada sin restricciones y sus usos puedan ser diversificados según el bien común.
La libertad que confiere el uso de la tecnología debe estar mediada por la relación que se establece entre la persona que requiere de la herramienta (instrumentos, equipos, plataformas, redes, entre otros) y el uso que le otorgue. En esta instancia, el vínculo con la tecnología, según Heidegger, deber ser libre en tanto abre nuestro ser a la esencia de esta, y ello se logra a través del estado de conciencia, entre el estar presente y la toma de decisiones. Estas decisiones son entendidas como las acciones que los usuarios realizan al emplear las herramientas tecnológicas en las actividades cotidianas. Actualmente, los avances en la infraestructura de los equipos, así como en el desarrollo de software, hardware, programas, aplicaciones y plataformas (que además permiten la producción y consumo de contenido masivo), hacen que la visión se vuelva totalmente antropológica, porque la tecnología pasa a ser el medio para lograr los fines y, a su vez, es una actividad humana. Es allí donde al perseguir fines y medios, como afirma Heidegger, “predomina la instrumentalidad, domina la causalidad” (Aranda Anzaldo, 1988, p. 6). A propósito de este punto, el autor determina cuatro tipos de causas:
Para comprender mejor las causas expuestas por Heidegger, entendiendo el avance de la tecnología y su uso en el contexto educativo, veamos el siguiente ejemplo.
Pensemos en los computadores de mesa y portátiles que se ven comúnmente en las salas de informática en las instituciones educativas o que son llevados por los mismos estudiantes y docentes como herramienta para tomar apuntes o desarrollar actividades de clase. Estos objetos tienen un fin en sí mismos cuando se usan para desarrollar distintas tareas académicas, como realizar cálculos en Excel o programas afines, o cuando se emplean para actividades de ocio (escuchar música y ver videos o películas, etc.). Teniendo en cuenta este contexto, las causas se pueden explicar de esta manera:
la causa material de los computadores son los materiales que componen estos objetos (metales, plástico, vidrio y silicio);
la causa formal son las formas que se les dan a estos objetos en su fabricación, que en su mayoría son rectangulares o cuadrados;
la causa final hace referencia al uso que se le da al objeto, en este caso, aunque el diseño del computador varía en su causa formal (el de mesa incluye una pantalla con soporte que le da estabilidad, un teclado y mouse, mientras que el portátil integra estos elementos, lo que permite que el usuario pueda mantener el equipo en el regazo y trabajar desde cualquier parte porque su batería no necesita conexión al tomacorriente de manera permanente), la causa final de ambos es la misma, esto es, procesar información, hacer cálculos y operaciones lógicas, y generar resultados;
por último, la causa eficiente alude a los efectos que producen estos dispositivos, que al usarse en ámbitos educativos facilitan a los docentes la organización y sistematización de información, así como la optimización del tiempo para preparar clases con actividades innovadoras y la evaluación del rendimiento de los estudiantes.
Estas causas son las que actualmente permean el uso de la tecnología. Aunque pocas veces somos conscientes de ellas, en el ámbito educativo debemos tener especial cuidado de no omitirlas, puesto que hacerlo implicaría obstaculizar el proceso de reflexión, y ello usurparía la libertad que nos confiere el conocimiento. El verdadero peligro de la tecnología, parafraseando a Heidegger (1954/1994, pp. 25-28), es el camino a la revelación y el conocimiento, que finalmente en la labor del educador cubre las maneras en que se emplean y se usan las herramientas para educar en cualquier contexto, sea formal, informal, público o privado.
Por otra parte, Heidegger indica que “lo grave y peligroso se encuentra en que el hombre deje de pensar, deje de ‘estribar su esencia en el recuerdo’” (énfasis en el original, Cárdenas Arenas, 2005, p. 109), en otras palabras: si el ser humano pierde la curiosidad, la capacidad de asombro, no ejercita la memoria y deja de aprender, los avances tecnológicos podrían reemplazarlo al memorizar, automatizar y realizar las demás actividades cognitivas que este suele poner en práctica en su cotidianidad. Cabe resaltar que los avances tecnológicos relacionados especialmente con la IA desde hace tiempo han venido desarrollándose para perfeccionar modelos de programación y algoritmos que son empleados de diversas maneras. Actualmente, páginas como Educaplay, Wordwall, Perplexity, Suno, Voki, Bouncy Balls y Bamboozle, entre otras, ponen su programación al servicio de facilitar al docente la creación de actividades de enseñanza de forma innovadora, en contraste con prácticas en las que se recurre únicamente al uso del tablero y un marcador para explicar un tema.
Si el educador hace uso de estas herramientas sin planear el fin de las actividades, da paso libre a que la máquina piense por él e incurre en el peligro mencionado por Heidegger, razón por la cual es importante que el ser humano no pierda su esencia y sea consciente del uso que quiera dar a los avances tecnológicos dentro de su campo de acción. Educar implica no solo aplicar conocimiento y estrategias para orientar el proceso de aprendizaje, sino ser responsable con la información, herramientas y pautas involucradas en la enseñanza de cualquier temática.
Es por ello que, si no hay un propósito claro por parte del usuario (educador en este caso), las herramientas mencionadas anteriormente, que incluyen la IA, pueden tomar su lugar en el mundo. En efecto, al relegarse a mero ordenador de la información, el usuario deja de lado su rol como pensador, y ello suprimiría en el ser humano la oportunidad de descubrir por cuenta propia las causas que dan origen a su realidad. Como resultado, se advierte que el acto de pensar involucrado en un uso sin propósito de las herramientas no sería efectivo, no buscaría crear ni transformar, y perdería su carácter proveniente del ser, su esencia, para convertirse en un pensamiento fluctuante Ese pensamiento sin moldearse puede ser conducido directamente a la dominación y el control de masas, porque al ser superficial dará pie a que las máquinas y los desarrollos tecnológicos, en el evento de que tomen el control, ocasionen la pérdida de la capacidad de discernimiento y análisis en las personas y, con ello, de la posibilidad de reflexionar. Todo esto no hace más que resaltar la razón por la cual la labor de los educadores es primordial, dado que deben trabajar para evitar una ruptura en los procesos que permiten al ser humano ser el creador de las máquinas y no al revés.
Los postulados de Zygmunt Bauman (2013) consignados en su libro Sobre la educación en un mundo líquido anudan perfectamente con lo que se ha expuesto hasta este punto. El autor hace referencia a un mundo líquido donde el ser y sus instituciones ya no cuentan con estructuras fijas y perennes, sino que sufren cambios rápidos que obedecen al capitalismo salvaje. Cabe agregar aquí como ejemplo la forma improvisada en la que instituciones académicas alteran los currículos en las escuelas y colegios debido a los resultados en alguna prueba nacional o internacional en particular. Así, este tipo de cambios se advierten como acciones que hacen que todo esté a la merced de las circunstancias y sus presuntas necesidades. Vivir en la incertidumbre diría el pensador.
Esta falta de certeza cobra relevancia, ya que es una característica constante de la actualidad, tan llena de prisa. Los estudiantes y los maestros ya no pueden confiar en un futuro predecible o en una carrera profesional estable. La educación, que solía preparar a las personas para una trayectoria laboral y una vida estructurada, ahora debe enfrentar un mundo en el que los trabajos cambian rápidamente, y los roles y responsabilidades también.
Así, Bauman critica la idea de que la educación debe enfocarse en preparar a los jóvenes para un sector específico del mercado laboral, dado que es extremadamente volátil. En lugar de ello, aboga por una educación que fomente la adaptabilidad y la capacidad crítica para enfrentar la incertidumbre. Cabe resaltar que esta se hace más profunda cuando la IA empieza a realizar actividades de creación y de respuesta a cualquier interrogante, un escenario que despierta la sensación de que es capaz de “pensar”.
La perspectiva de Bauman también aplica al empleo de las IA y lo que ellas generan en sus usuarios, en tanto que plantea retos como la necesidad de tomarse un momento para comprender y valorar lo que el paso desbocado del tiempo, con sus avances, usos, maneras y formas del mundo virtual, tiene para el ser humano. La tecnología sería solo el resultado de una investigación que no surge de un proceso de reflexión, sino que avanza a la par de los acontecimientos, como ocurre en esta sociedad que progresa vertiginosamente hacia un “futuro incierto”, que en apariencia escapa del pasado para tratar de mejorar el presente. Ahora bien, de acuerdo con lo anterior, se puede observar el papel tan complejo de la educación como garante de la transmisión de conocimientos básicos en diversas áreas del saber, que ha de estar a la vez a la vanguardia informática y temática. Los currículos se deben reinventar constantemente, sin posibilidad de tener quietud para poder analizar procesos o estrategias. Parece que, para los miembros de la comunidad educativa, todo es urgente y necesario de aplicar según estudios y pruebas nacionales e internacionales.
A manera de síntesis de este apartado, destacamos la necesidad de contar con la contemplación en medio de la presente “atomización temporal” (Han, 2009, p. 3), pues es imperativa para generar cualquier tipo de reflexión válida y, medianamente, duradera. Puede ser que la IA posibilite ese espacio para el enlentecimiento y que no desate la carrera de querer estar a la par con ella, al fin y al cabo, su función es mejorar la eficiencia y la productividad humana. Por ello, es importante que el educador haga uso de estas herramientas desde una formación suficiente alrededor del cómo, el porqué y el para qué son diseñadas. El tiempo cumple un rol en todo esto, dado que es contando con él que la contemplación ocurre. No está mal estar quieto si esa quietud es el escenario en el que se originan hallazgos y descubrimientos; históricamente está demostrado que los avances tecnológicos que el ser humano ha alcanzado no han sido logrados en días, todo requiere tiempo para ser desarrollado, incluso la IA.
Lo vertiginoso de la IA
La historia de la IA está llena de aristas de acuerdo con los campos que han estado involucrados en su desarrollo, entre los que podemos incluir la academia, la política, la economía y el entretenimiento. El propósito general en que coinciden es crear una inteligencia al servicio de las personas para mejorar su eficiencia y productividad. Desde los tiempos de Turing y su famoso test1 hasta el lanzamiento de las últimas inteligencias artificiales generativas, la búsqueda de la creación de una tecnología que imite el pensamiento humano ha llevado a crear herramientas que sobrepasan lo que se podría haber esperado en los tiempos de René Descartes (cuyas ideas fundamentan muchos de los desarrollos en lo que a IA se refiere) o John McCarthy (a quien se le atribuye, no sin oposición, la creación del término inteligencia artificial, mencionado por primera vez en la Conferencia de Dartmouth en 1956), pero aun así no han alcanzado el objetivo inicial.
En su libro No-cosas (2021) en el capítulo que aborda el tema de la IA, Byung-Chul Han expresa lo siguiente: “La inteligencia artificial no puede pensar porque no se le pone la carne de gallina. Le falta la dimensión afectivo-analógica, la emoción que los datos y la información no pueden comportar” (p. 37). El autor cuestiona si el objetivo de tan vieja data de crear una inteligencia que piense como el ser humano será alcanzado en algún momento y, si así fuera, se pregunta qué pasaría. Su cuestionamiento toma relevancia en el campo docente hoy más que nunca cuando, por ejemplo, en cualquier escenario educativo en que se evalúe un conocimiento y el educando no acierte en la respuesta, sus expresiones faciales, tono de voz y hasta la postura corporal permiten identificar su estado anímico como reacción frente a la situación. En contraste, si al hacer una pregunta a una máquina falla en su respuesta, ni la emoción ni la percepción ante el error son detectables. Esto se resume claramente en la siguiente idea, parafraseando a Han: la inteligencia humana es la manifestación de estados alterados del ánimo, es propia de un ente vivo porque puede expresar emociones, mientras que el sistema inteligente ni siquiera está consciente de su existencia.
Es importante entender, para el propósito de este texto, que hemos estado rodeados por las IA desde hace muchos años. Pero es hasta ahora que se hace más notoria su presencia debido a su avance vertiginoso, que obedece en parte al desarrollo de los videojuegos y sus tarjetas gráficas (GPU), así como al fácil acceso a los datos. Adicionalmente, la necesidad de las compañías de probar y mejorar sus IA y el contexto de la alta competencia hicieron que esta tecnología cobrara mayor notoriedad. Los usuarios, sin saberlo, motivados por la novedad y la curiosidad, han dado apoyo a ese crecimiento impetuoso al alimentarla con sus datos. Lo gratuito no es tan gratuito, se están entregando datos a cambio de hacer uso de las plataformas, páginas web y redes sociales, las cuales se han masificado de tal manera que se normaliza la recopilación de información de los usuarios. En este sentido, es importante resaltar que en la actualidad el mayor capital económico y cultural son los datos (big data), que ahora gracias a internet se encuentran al alcance de las compañías que desarrollan la IA y también de aquellas que se interesan por incorporarla en sus actividades.
Ahora bien, si se quiere entender qué hay detrás de la IA y su funcionamiento, es indispensable tener conocimiento acerca de los fundamentos sobre cómo esta aprende y se desarrolla. Al respecto, a continuación, se presentan de forma muy breve las definiciones de los tipos de aprendizaje de la IA, así como la definición de big data.
Los últimos logros tecnológicos relacionados con procesamiento de datos, así como los que tienen que ver con capacidades de las máquinas, posibilitaron en conjunto los grandes avances a los que nos vemos enfrentados y que generan esa sensación de ola, aun cuando ya mucho de eso existía, solo no en tan gran dimensión.
“El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados” (Kundera, 2008, p. 36). Lo vertiginoso de la IA llega a generar confusión, desequilibrio y desorientación sobre todo por la falta de conocimiento y la desinformación. Pero todo esto no es más que un resultado de la carencia de tiempo para explorar y descubrir lo desconocido. El docente guía en la oscuridad, pero ¿cómo puede guiar por un camino que no conoce? El vértigo supone movimiento circular y, en el contexto de la IA, llega a transformarse en un bucle en el que se impide el pensamiento, porque se pretende construir y hacer y generar al mismo ritmo al que van los avances tecnológicos; y las tendencias que rigen los modelos educativos de las naciones latinoamericanas no quedan fuera, son arrastradas también.
El título de la conferencia del escritor Carl Honoré “En un mundo adicto a la velocidad, la lentitud es un superpoder” denota que la conversación sobre lo vertiginoso ya se venía dando en otras esferas. La cultura de la prisa está basada en un aspecto muy profundo: la certeza de la muerte. Esta cultura, con técnicas y artefactos cada vez más precisos y tiempos más cortos, trae consigo un concepto que se ha popularizado también a gran velocidad: la ansiedad. La percepción del paso del día o la noche, del minuto o del segundo, así como la experiencia de tocar o el deslizar la pantalla, se da velozmente y solo se tiene tiempo para cosas superficiales, lo que nos aparta de cuestionamientos profundos sobre el ser y la existencia. En palabras de Honoré, “[e]stamos tan marinados en esta cultura de la velocidad y de la prisa que con mucha frecuencia perdemos de vista el enorme daño que nos está ocasionando” (Aprendamos Juntos 2030, 2020).
La velocidad se relaciona con la capacidad de adquirir y producir. En este contexto, se podría pensar que el uso de las IA generativas sería de gran ayuda, dado que permitiría alejarse de tareas monótonas y repetitivas y, además, daría libertad al ser humano para que realice otras actividades que permitan y reflejen su existencia plena. Sin embargo, “hoy, todo el mundo sufre la enfermedad del tiempo[,] pertenecemos al mismo culto a la velocidad” (Honoré, 2024, p. 3). En esta carrera contra el reloj los propósitos se alcanzan de manera superflua y no real, pues lo real significa involucrarse, tomarse un momento para experimentar, meditar y reflexionar.
El nobel de física 2024, por su aporte al desarrollo de la IA con respecto al aprendizaje automático y al aprendizaje profundo, Geoffrey Hinton, hace alusión al peligro del avance vertiginoso de la IA en una entrevista con la revista Times (2024), idea que repitió tras recibir el premio: “No tenemos experiencia sobre lo que es tener cosas más inteligentes que nosotros” (Henshall, 2024, p. 24), a lo que agregó la importancia de poner atención a la amenaza de que las cosas se salgan de nuestras manos debido a la rapidez de los avances en el campo, “[m]e preocupa que el resultado general de esto pueda ser que sistemas más inteligentes que nosotros acaben tomando el control” (Nobel Prize, 2024). Esto, en resumen, subraya la necesidad de disponer tiempo para estudiar el campo más a profundidad, y los docentes no estamos exentos de ello.
Otros autores que se destacan por opiniones similares al respecto son Éric Sadin en su texto La inteligencia artificial o el desafío del siglo (2020) y Paul Virilio en entrevistas para la tesis doctoral Resistencia a la tecnología y recuperación del cuerpo (Sánchez Tappan, 2021). Sadin indica que, en el afán de desarrollar y crear, el ser humano está contribuyendo al debilitamiento de sus habilidades y facultades y al incremento de la pereza intelectual por culpa de los dispositivos tecnológicos a los que les ha concedido gran poder. Por su parte, Virilio se refiere a la velocidad con la que se dan las innovaciones en diversos sectores y que han generado en muchos casos graves accidentes y catástrofes como, por ejemplo, las nucleares. Igualmente, el autor destaca la paradoja de que la velocidad extrema puede llevar a una desaceleración en la capacidad de reacción humana, lo que se traduce en un gran riesgo para la sociedad moderna.
No es secreto que los países protagonistas del desarrollo de diversas tecnologías son el punto de partida en lo que se refiere a políticas para su creación, desarrollo e implementación. A través de las diferentes organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, ellos mismos proponen postulados, decálogos y documentos que guían la conversación. Infortunadamente, la gran velocidad a la que esas transformaciones ocurren abre una gran brecha entre el momento que una nueva herramienta aparece y su apropiación por parte de los usuarios. Como mencionamos anteriormente, no hay tiempo suficiente para la observación, análisis de utilidades y riesgos, e integración apropiada al campo específico que le atañe.
El contexto latinoamericano no es ajeno a los efectos del desarrollo acelerado de las tecnologías, y los gobiernos en su afán de mantenerse al día terminan en muchos casos replicando información o lineamientos sin tener el suficiente tiempo para recoger datos esenciales que permitan crear propuestas que respondan a las necesidades del país y sus habitantes. Hay naciones, como Chile, que evidencian mayores avances, mientras que otras iniciaron tardíamente el trabajo de integración de las IA a las actividades del Estado, que no es tarea sencilla. De acuerdo con lo que indica la Unesco en su informe del 2021, se destaca la importancia de este trabajo en tres aspectos fundamentales: aprender con la IA, aprender sobre la IA y prepararse para la IA, asuntos que implican una gran inversión económica, de espacio y tiempo tanto para la investigación en el campo y formación de personal, como para las herramientas que permitan mejor comprensión y aprovechamiento.
El año 2024 ha sido bastante productivo para Colombia en cuanto a propuestas de leyes o artículos de ley o reformas en lo que a IA se refiere. Estas iniciativas tienen enfoques que van desde la seguridad, protección, promoción y supervisión hasta la ética del uso de estas tecnologías. Como resultado del número de propuestas presentadas se decidió crear una comisión especial para generar un solo documento que las contemple a todas o a las de mayor pertinencia. Al respecto, es de esperar que estas nuevas políticas apoyen y aporten a una conversación mejor construida que posibilite además que los docentes tengan el espacio para sentarse y pensar.
Aun cuando hay avance en el aspecto legislativo, las investigaciones formales en el campo son escasas. En su investigación sobre IA y educación, Azzam y Charles (2024) resaltan la necesidad imperiosa de estudiar más a fondo los efectos del uso de IA en el aula de clase, teniendo en cuenta género, situación socioeconómica, espacios sincrónicos y asincrónicos, uso de la IA en la escuela primaria y las relaciones de los docentes con esta tecnología. Todos son temas que invitan a la exploración y que probablemente requerirán más de unas cuantas semanas de trabajo, algunos seguramente años, antes de arrojar resultados confiables.
El quehacer docente ante la IA
En un mundo donde las constantes son la falta de tiempo y la disipación temporal, el avance y el surgimiento de las herramientas tecnológicas ahorran tiempo y energía humana, pero en detrimento del proceso de enseñanza-aprendizaje. Por ejemplo, en el campo de la enseñanza las IA permiten desarrollar planeaciones de clase, generar actividades para abordar una temática y encontrar diferentes posturas y referentes teóricos. Esto conlleva que el docente comprenda cómo usar la IA de forma útil. Sin embargo, a la par, se generan riesgos como el del componente ético, que lo llama a decidir si se debe usar lo generado por las IA sin evaluar su pertinencia de acuerdo con el contexto en el que se va a emplear o sin discriminación alguna. Es decir, si el docente ha de asumir lo que la IA le arroje.
De otra parte, y en lo que respecta a los estudiantes, es posible identificar cómo ellos se abandonan a la IA, en muchos casos dependen absolutamente de ella y consumen como verdad la información que es generada. De este modo, surge el concepto de superficialidad cognitiva, que se refleja en las palabras del autor Nicholas Carr (2010)2:
Lo que parece estar haciendo la Red es fragmentar mi capacidad de concentración y contemplación. Tanto si estoy conectado como si no, mi mente ahora espera recibir información tal y como la distribuye la Red: en una corriente rápida de partículas. (p. 14)
Les cedemos, entonces, el trabajo de ser “inteligentes” a las máquinas. Se ve aquí que docentes y estudiantes pueden ser negativamente afectados si no hay conocimiento previo tanto de las posibilidades como de los riesgos del uso de la IA. Se resalta, además, la necesidad latente de la contemplación e incluso del ocio para rumiar ideas y que esto de pie a formular propuestas viables, nuevos modelos o replanteamientos que permitan alimentar el quehacer educativo.
Bauman y Leoncini (2023, p. 24) describen cómo “la vida líquida es una vida de constantes nuevos comienzos” y cómo esta fragmentación impulsa a las personas a mantenerse en movimiento constante, en búsqueda de actualización y relevancia en un entorno competitivo. Este fenómeno está profundamente relacionado con la velocidad de la época contemporánea, en la que las tecnologías digitales fomentan un ritmo de vida acelerado que dificulta la reflexión y la construcción de vínculos duraderos. No es de extrañar, por tanto, que se experimente una constante ansiedad y la autopercepción de falta de realización personal.
Siguiendo las ideas planteadas por Bauman y Leoncini en su libro Generación líquida: transformaciones en la era 3.0 (2023), en lo referente a la velocidad como fuerza definitoria de la modernidad líquida, la estabilidad se convierte en un elemento negativo. Esta idea refleja cómo la rapidez con la que las innovaciones y los cambios culturales emergen crea una presión social para adaptarse aceleradamente, muchas veces sacrificando la profundidad por la inmediatez. Este planteamiento resulta relevante actualmente, pues el tiempo parece comprimirse por la exigencia de respuestas instantáneas en contextos laborales, educativos y personales, lo que resulta en que la constancia y la disciplina para la consecución de objetivos sean complejas de alcanzar. Se desean resultados inmediatos; y, con fuentes de información ilimitadas que pueden tener o no validez, el ser humano termina colapsando y no haciendo nada… porque como dice el dicho: el que mucho abarca poco aprieta.
En este punto se encuentran los países en los que el acercamiento a los avances tecnológicos no se ha logrado de manera adecuada, en ellos los cambios vertiginosos llevan a la educación a procesos automatizados ligados a la rapidez, fuera de las posibilidades de reflexión. En contraste, los países más desarrollados tecnológicamente se transforman, han cambiado la libertad por la tiranía, el poder y el control por parte del Estado, y han asentido a que “el incremento de la información facilite una educación uniforme” (Aranda Anzaldo, 1988, p. 4) en un mundo que se envuelve en una masificación absurda dentro de una oleada de información.
Es allí donde es imperante que los educadores tengan la posibilidad de disponer de espacios de formación previos a la inmersión en el uso de las herramientas tecnológicas, que les permitan contar con una base teórico-práctica para desarrollar estrategias y pautas de enseñanza en beneficio de sus educandos, que no solo respondan a un mercado. Esto permitiría tener momentos de autogestión, análisis y reflexión que evidencien el avance de la tecnología, sus aciertos, desaciertos y posibilidades de mejora en entornos de educación continua, a distancia, sincrónica o asincrónica.
No se trata, entonces, de definir un enfoque específico que deba orientar la labor del educador, sino más bien de plantear la posibilidad de conectar otros campos a la educación o derivar nuevos ámbitos de ella, como la cultura gamer y geek, en los que se integre la tecnología como una herramienta creada por el ser humano para su beneficio, sin darle el control y la autogestión que lleva al riesgo o peligro. A este respecto se refieren Bengio et al. (2024): “El progreso rápido e impredecible también significa que los esfuerzos de reducción de riesgos deben ser proactivos” (p. 4), tarea que no solo atañe a los desarrolladores de IA, pues incluimos acá también a los educadores. Zimmerman (2018) contribuye a esta conversación señalando que en la docencia es necesaria una vigilancia constante que revise los riesgos, independientemente de la postura positiva o negativa que se tenga hacia las IA (p. 24), a la par que se articulan objetivos que respondan a las necesidades educativas.
Se propone que el educador intente alejarse de la tecnofobia y tecnofilia absolutas para que de forma objetiva y con conocimiento, dependiendo el contexto donde se encuentre, sepa incluir nuevas tecnologías y herramientas desde una perspectiva significativa. Esto último porque se debe tener en consideración que no es lo mismo exponer con ayuda de la tecnología cómo germina una planta desde una pantalla o un laboratorio a estudiantes de la ciudad que explicarle a un alumno en el campo este mismo proceso. Lo que para una persona puede ser útil para la otra no, dado que sus experiencias y contextos de vida son distintos.
El desarrollo de la tecnología con el tiempo se ha dado pasando del perfeccionamiento de procesos a la entrega de resultados de manera inmediata:
[H]emos vivido el desarrollo vertiginoso de internet, de los buscadores y de las posibilidades que ofrecen. Nos hemos acostumbrado deprisa, pero la verdad es que nadie (salvo los que trabajaban en la construcción de la red) se había imaginado la rapidez con la que ese tipo de servicios estarían disponibles. (Bronner, 2022, p. 43)
Por ello los avances tecnológicos son vistos por los educadores como herramientas que brindan nuevas e innovadoras estrategias didácticas para aplicar en el aula, sin realizar el análisis respectivo de su uso, implicaciones o consecuencias. Desde su punto de vista esta inmediatez es la manera más eficiente de optimizar el tiempo que normalmente implica planear, organizar y plantear una actividad, razón por la cual la tecnología brinda la posibilidad de encontrar múltiples alternativas y posibilidades a un clic de distancia.
Es en este punto que la frase del título de este artículo estar quieto toma gran relevancia: estar quieto se refiere al espacio en silencio que promueve la observación y reflexión vigilante, que a su vez permite que procesos cognitivos tales como la percepción, la atención y el pensamiento se lleven a cabo en su máxima expresión. Todos estos procesos demandan un gran esfuerzo y requieren tiempo para que rindan algún fruto ya sea en forma de idea o acción.
Conclusiones
Para entender el uso que hacemos de la IA en el ámbito educativo y reflexionar acerca de ello, es necesario interrogarnos, pues, como Heidegger afirma, “la interrogación es la piedad del pensamiento” (Aranda Anzaldo, 1988, p. 12); es decir, todo uso que se realice de la tecnología debe pasar por la razón, como parte esencial que conduce no solo a la verdad, sino a la reflexión. El abrirse espacio para los momentos de análisis y observación del uso acelerado de la tecnología en el contexto educativo (educación básica, media, secundaria y universitaria) permitirá llevar a los estudiantes a cuestionar la información que brinda la IA, así como los diversos usos y aplicaciones que esta tiene.
Interrogar nos lleva a encontrar puntos de fuga y a replantear ideas. En el caso de la implementación de la IA en la educación, se ve la vasta necesidad de generar debates y motivar reflexiones desde diferentes puntos de vista, que a su vez puedan enriquecer y alimentar de forma dinámica el proceso de construcción de conocimiento. Este último, aunque es escurridizo en varios escenarios, también es la puerta de acceso a la verdad desde lo ancestral, empírico y científico que se puede encontrar en los distintos escenarios educativos.
El promover espacios de intercambio de saberes, cuestionamientos y dudas respecto a un campo permite que los educandos en sus distintas etapas de adquisición del conocimiento generen andamiajes conceptuales que les posibiliten no solo resolver problemas, sino increpar su realidad en busca de respuestas que apoyen el discernimiento entre lo empírico y lo teórico, “moldeando” su esencia más allá de los datos que almacena el desarrollo de la IA como invención humana.
Así mismo, se hace imprescindible la búsqueda de alternativas que en el contexto latinoamericano motiven el uso de la IA en escenarios populares, formales e informales, desde lo público hasta lo privado, siguiendo los lineamientos éticos para que los habitantes puedan desarrollar una conciencia de la información orientada al bien propio y común. Esto resultaría en el avance de los países menos desarrollados a instancias donde en la educación se pueda dar uso de estas herramientas para su bienestar, bajo estándares en los que la seguridad, la ética y la responsabilidad del manejo de la información sean el punto de partida.
De acuerdo con lo anterior, es clave entender que la tecnología es una máquina de vieja data que se desarrolla, evoluciona y forma parte constante del avance de la industrialización para facilitar los procesos mercantiles. Por otra parte, la educación ha estado al servicio de diferentes estamentos sociales, a la par que ha tenido que responder a esos avances tecnológicos, lo que resulta en la inclusión de estos al quehacer del docente, que se transforma así no solo en su cotidianidad, sino en el desarrollo de su esencia a partir de la práctica profesional.
No obstante, en el movimiento acelerado del tiempo no existe una quietud absoluta en la que los educadores puedan pensar acerca del uso de la IA aplicado a la gestión de su labor. En el día a día surge el “afán” de cumplir incesantemente con los requerimientos actuales educativos en torno al proyecto educativo institucional (PEI), el currículo, el calendario de las instituciones educativas, las preparaciones de clase, las celebraciones culturales, entre otros. Por ello, valiosas prácticas se pierden al no haber lugar para analizar, interiorizar y compartir. Esta falta de quietud lleva a la sensación de vértigo que se traduce en un modo de relacionarse con los avances tecnológicos disruptivos que en algunos casos puede llegar a ser negativo y llevar a la tecnofobia.
La reflexión alrededor del conocimiento que se puede obtener haciendo uso de la tecnología, y especialmente de la IA, debe ser una tarea de interés continuo del educador, quien debe encontrar maneras para incentivar, potenciar y dinamizar el conocimiento desde su labor profesional. En ese proceso, es fundamental entender que se necesita una búsqueda de equilibrio en el uso de la IA para no llegar a depender tanto de ella y que la voz y esencia del docente se pierdan. El reflejo del ejercicio docente se da en los educandos, por lo que ser capaces de compartir lo aprendido en aras de fomentar fortalezas que aporten a su desarrollo personal y profesional debe ser un objetivo vital. Recordemos que la tecnología está al servicio de las personas, no al revés.
Ahora bien, con respecto a la IA en la educación es importante como docentes y además “visionarios creadores del currículo del siglo XXI” (Southworth et al., 2023, p. 4) reflexionar acerca de los usos que le damos. Para ello planteamos varias cuestiones, que pueden ser objeto de investigaciones posteriores. Estos interrogantes se proponen como insumo para continuar con nuevas indagaciones que le permitan al campo educativo latinoamericano avanzar de manera consciente e integrar los progresos que la tecnología hoy por hoy nos ofrece:
¿Es posible que el uso de las IA, en vez de generar un avance en los procesos de enseñanza, genere la involución de la labor profesional de los docentes?
¿Puede ser la IA una forma más de producción y consumo que solo se encarga de entregar información almacenada en sus bases de datos, sin una contribución más allá del acceso al conocimiento?
¿Es la IA capaz de reemplazar el quehacer del educador en el aula y al conocimiento empírico si su uso se vuelve continuo y se estandariza en los modelos educativos latinoamericanos?
¿Puede la educación desaparecer y pueden las IA inhabilitar el pensamiento humano, a tal punto que la capacidad de discernimiento y reflexión caduque por el uso continuo, efímero y excesivo de este tipo de herramientas en contextos formales e informales?
Se ha de tener en cuenta que el educador debe contar con habilidades mínimas en el uso del internet, el computador y las herramientas tecnológicas que tenga a su disposición para enseñar. Estas habilidades, que se deben ir formando y afianzando de manera paulatina, se hacen aún más oportunas en espacios de educación rural o informal, en los que el punto de contacto con cualquier tecnología será primero el docente. Dichos espacios requieren del educador gran conocimiento y creatividad para responder al principio de igualdad al acceso al conocimiento como uno de los derechos básicos. Pero para llegar a este punto la apreciada quietud adquiere su relevancia.
Referencias
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Milton Ferney Caicedo Becerra
Maestrante en Comunicación-Educación en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas con licenciatura en Lingüística y Literatura (énfasis en Lingüística) de la misma universidad. Se desempeña como docente de lengua castellana de la Secretaría de Educación de Bogotá. Sus temas de interés se centran en la investigación y aplicación de estrategias para que los estudiantes mejoren sus competencias digitales y ciudadanas.
Sandra Johana Maceta Muñoz
Maestrante de Comunicación-Educación en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas con licenciatura en Educación Básica (énfasis en Inglés) de la misma universidad. Se desempeña como docente de inglés en el Instituto de Lenguas de la Universidad Distrital Francisco José (ILUD) y en el colegio internacional Gimnasio Campestre Reino Británico. Sus temas de interés se enfocan en la neurolingüística, la inteligencia artificial y otras tecnologías en la educación con el propósito de comprender mejor cómo se llevan los procesos de enseñanza y aprendizaje en los contextos actuales. Entre sus publicaciones recientes se encuentran dos series de enseñanza bilingüe en primaria: Learning Science and Social Studies 5 (2011) y Learning Science and Social Studies 4 (2011), escritas en coautoría y publicadas por la editorial Escalar Editores.
Erika Lorena Ríos Wilches
Maestrante de Comunicación-Educación en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas con licenciatura en Educación Básica (énfasis en Humanidades y Lengua Castellana) de la misma universidad. Sus temas de interés se centran en el avance de la tecnología, las redes sociales, el consumo y la educación.
* El presente artículo es parte de los requisitos para optar al título de magíster en Comunicación-Educación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas (Colombia). No contó con financiación y no existe ningún conflicto de intereses por revelar. Todos los autores contribuyeron en la revisión teórica, diseño y escritura del texto. La correspondencia relativa a este trabajo debe dirigirse a Sandra Johana Maceta ( sjmacetam@udistrital.edu.co ; sandramaceta@yahoo.com ).
1 Test de Turing: test ideado por Alan Turing para revisar la cuestión de si una máquina puede engañar a un humano haciéndole creer que es humana.
2 Esta y las demás citas a obras publicadas en inglés fueron traducidas al español por los autores.