EDITORIAL


En Latinoamérica, y posiblemente en todo el mundo también, la educación se encuentra en el presente bajo una gran presión para producir resultados de “calidad”. Y puede argumentarse que, en buena medida, el auge actual que ha tomado la evaluación de la educación está fundamentalmente ligado a esta preocupación por la calidad. Es claro que está muy bien que queramos una mayor calidad en nuestra educación. Sin embargo, como ha sido señalado repetidamente por muchas personas tanto del mundo de la educación como de fuera de él, hay que tomar estas iniciativas de mejoramiento de la calidad educativa “con una pizca de sal”. ¿A qué se refiere la frase “una educación de calidad”? La calidad de un producto o proceso es relativa, por supuesto, a los propósitos de dicho producto o proceso. ¿Y cuál es el propósito de la educación? Muchas críticas desde hace ya algunas décadas sugieren que la educación se ha puesto al servicio del mercado, convirtiéndose fundamentalmente en una formación para el trabajo y en particular para la competitividad de las empresas; es decir, que el propósito de la educación se ha mercantilizado (ver, por ejemplo, Nussbaum, 2010). De aquí que la imagen dominante de una educación de calidad sea la de aquella que brinda a los individuos las herramientas para, en una dimensión social, contribuir a la competitividad de las empresas y, en la dimensión personal, tener éxito en el trabajo. Una imagen alternativa de una educación de calidad, desde las perspectivas desde las cuales se enuncian estas críticas, presenta la educación con un propósito formativo más amplio, más integral, no limitado exclusivamente a la contribución que los trabajadores puedan hacer a las empresas.

Esta postura crítica es muy bienvenida. Tiene implicaciones en varias esferas, una de las cuales consiste en el apoyo que debe darse a las artes, humanidades y ciencias sociales en la lucha que se está dando para mantenerlas como disciplinas respetables e importantes en la educación en el mismo nivel que las matemáticas, el lenguaje y las lenguas, y las ciencias naturales. En la investigación educativa una implicación adicional es que ésta no debería limitarse sólo a aquella que en el mundo anglosajón suele nombrarse con la expresión what works, que comprende normalmente la evaluación de la eficacia y eficiencia de metodologías y métodos pedagógicos y didácticos; es decir, la que corresponde más a una preocupación por los medios que por los fines, ya que estos últimos se dan por sentado. De esta manera, debería abarcar también la comprensión y el cuestionamiento de los sentidos y propósitos de lo que ocurre en la educación, entre otras cosas. En Voces y Silencios acogemos estos llamados con plena convicción.

Ahora bien, una posición responsable en este sentido implica darles su justo lugar a las formas de investigación que más instrumentalmente se preocupan por los cómos, tanto como a las que se preocupan por los qués y los paraqués; a las disciplinas más valoradas tanto como a las menos valoradas en la política educativa contemporánea; a la formación para el trabajo y la competitividad tanto como a la formación de la persona y del ciudadano. Decir esto con este énfasis es importante porque es posible también, y creo que empieza a ser frecuente en algunos sectores, irse al otro extremo en nombre de la resistencia a la hegemonía: pasar de la aceptación plena del pluralismo a la condena de las formas hegemónicas; pasar del “no exclusivamente eso” al “eso no”. Curiosamente, parece estar apareciendo una especie de nueva ortodoxia contrahegemónica –aunque esta expresión suene paradójica– que adopta de igual manera radicalizaciones basadas en dualismos que son al menos de dudosa solidez, en lugar de disolverlos. Pero la educación necesita el cuestionamiento de los medios tanto como de los fines; y la formación de la persona y del ciudadano necesitan de las matemáticas, el lenguaje y las lenguas, y las ciencias naturales, tanto como de las artes, las humanidades y las ciencias sociales.

El presente número de Voces y Silencios representa, en mi opinión, un interesante equilibrio en tendencias investigativas. El lector encontrará estudios que se ocupan en poner a prueba estrategias y recursos pedagógicos y didácticos para estudiar su eficacia, a la vez que investigaciones que indagan sobre el sentido de diferentes aspectos de la educación. Más aun, algunos de los artículos llegan incluso a mostrar las relaciones que hacen que, a la larga, estos dos tipos de preocupaciones sean inseparables.

El primer escrito, “¿Escribir y leer en la escuela? El asesor-lingüista y la escritura en la educación bilingüe indígena” de María Emilia Montes Rodríguez, desarrolla una profunda y aguda reflexión sobre las implicaciones sociales, políticas y educativas de la enseñanza de la lectura y escritura en una lengua que hasta hace relativamente poco sólo existía en forma oral: la de los indígenas Tikuna de la Amazonia colombiana, peruana y brasilera.

Por su parte, Catalina Herrera Mateus, en su artículo “Aprendizajes y dificultades de la evaluación por pares en una clase de inglés como lengua extranjera a través del correo electrónico”, nos presenta un estudio cualitativo en el que analiza, en un curso de inglés como lengua extranjera, cómo los estudiantes adolescentes experimentan el delicado proceso de la evaluación por pares.

En el mundo de la enseñanza universitaria, “Proyectos integradores en Ingeniería Electrónica con metodología CDIO”, de Hernán Paz Penagos, Marco Andrés Ortiz Niño, Johnny Alexander Arévalo López y Karen Milena Chitiva Medellín, nos muestra la experiencia de tres estudiantes de Ingeniería al pasar por un proceso educativo en el que se desarrollan proyectos integradores a través de la metodología CDIO (concepción, diseño, implementación y operación).

El cuarto artículo de investigación es “Preview-view-review en la enseñanza de las matemáticas en segunda lengua: análisis de su aplicación a estudiantes de Transición de un colegio privado de Bogotá”, de íngrid Rodríguez Sánchez. En un estudio cuasiexperimental, ella indaga sobre lo que ocurre con el aprendizaje de las matemáticas cuando en un curso de esta disciplina se implementa la metodología para educación bilingüe preview-view-review.

El siguiente artículo es “Las ciencias sociales escolares: entre la realidad y el deseo”, de Jairo Hernando Gómez Esteban. Él analiza las percepciones sobre los propósitos de la educación en el área de Ciencias Sociales, de los maestros que se han presentado como candidatos en dicha área al Premio Compartir al Maestro, en Colombia.

Por último, con su ensayo de reflexión “O papel do coordenador pedagógico no estado de Mato Grosso: reflexões do cotidiano escolar”, Giseli Dalla Nora y Maria Arlinda da Silva Lima exploran algunos dilemas y asuntos problemáticos acerca del papel que juega la figura del coordinador pedagógico en la educación en el Brasil.

Nos complace, pues, continuar contribuyendo al desarrollo del pensamiento acerca de y desde la educación, de una manera que busca una complementariedad y, cuando es posible, una integración de múltiples formas de investigación y de áreas de estudio en educación. Esperamos que el lector pueda aprovechar esta riqueza.

Referencias

1 

Nussbaum, M. (2010). Sin fines de lucro. Madrid: Katz.